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domingo, 8 de marzo de 2020

51-55

51.
SALTERIO. Un volumen en 4.° mayor, en pergamino, de 322 páginas. Es
del siglo XII. Además de su antigüedad este Códice es muy notable
por las especialidades que en él se observan. La más principal es
que su escrito tuvo dos objetos, o por mejor decir, este libro prestó
dos servicios. El uno fue utilizarlo para el
rezo o canto
de los
Salmos; y el otro para la instrucción relativa a lo
que en los mismos se expresa. Sin duda que el mucho valor que tenía
un libro en aquel tiempo, motivó la resolución de que prestase
estos dos servicios. 



Por eso al escribir el texto de los Salmos
de David
en caracteres muy claros, se dejó un blanco de la mitad
de la plana, a fin de poner allí las notas o glosas. Y se hizo esto
con tanta profusión, que en algunos Salmos especialmente en los
primeros, hay glosas hasta entre las líneas del texto. De modo que
mientras este libro servía para el oficio divino en el coro de esta
catedral, como se conoce por el estado de las hojas, era estudiado en
las clases o conferencias que se daban en esta misma iglesia para
instrucción del clero.
Otra cosa digna de notarse se observa en
este Códice. Al fin de cada Salmo, y con la inscripción Collecta
con que aún actualmente se designan las oraciones de la misa, hay
una oración en igual forma que estas, que tiene por fundamento de la
petición que se hace a Dios algún versículo o idea de las
contenidas en el Salmo que precede. En los Salmos que hacen alusión
a algún asunto histórico, se indica este al principio.
Después
del Salterio están todos los Cánticos. Luego sigue una Tabla donde
se expresan algunas fiestas movibles; y al fin de todo están las
Letanías según el rito antiguo de esta catedral. En ellas se hace
mención de San Rufo.
En este Códice hay algunas viñetas
de muy buen gusto según el estilo de aquel siglo.

52. Santo
Tomás de Aquino. Cuestiones de Veritate. Un volumen en folio
en pergamino, de 390 páginas. Es del siglo XIV. Al principio hay un
índice muy extenso, que comprende las 27 cuestiones que se tratan en
este libro. Después siguen estas por su orden.
Este Códice
además de estar foliado, en números romanos, tiene en todos los
folios el número de la cuestión que allí se contiene. En el margen
hay algunas notas de época más moderna. Las iniciales de todos los
capítulos están adornadas con dibujos de colores.
Algún
escritor supone que este Códice es del siglo XIII; pero téngase
presente que su autor, Santo Tomás de Aquino, fue canonizado
por el Sumo Pontífice Juan XXII el año 1323, o sea a
principios del siglo XIV; y en este libro ya se le designa con el
nombre de Santo. El epígrafe que hay al
principio dice
así: «Cuestiones de Veritate de Santo Tomás de Aquino.» Y
al fin una nota que dice: «Concluyen las Cuestiones de Veritate de
Santo Tomás de Aquino, de la orden de Predicadores.

53.
Varias Fórmulas Curiales. Un volumen en folio en pergamino, de 78
páginas. Es del siglo XV. Contiene este Códice un abundante
repertorio de formularios para las Curias eclesiásticas,
especialmente en lo que se refiere a los actos de jurisdicción
voluntaria; como colaciones de beneficios, fórmulas de actas de
profesión religiosa, absoluciones de censuras, y todo cuanto puede
ocurrir en los diversos asuntos a que se extiende la administración
eclesiástica. Aunque desde entonces han variado mucho estas
fórmulas, no deja de ser interesante conocer las prácticas que
regían sobre este punto en el siglo XV.
Le faltan algunas hojas
al principio y al fin. Antes de cada formulario hay un epígrafe en
letra encarnada indicando el asunto. Las letras iniciales de cada
formulario están con dibujos de colores.

54. Leccionario o
Epistolario. Un volumen en folio en pergamino, de 472 páginas. Es
del siglo XV.
El servicio del altar y coro de esta catedral, que
desde los tiempos más remotos ha estado siempre a grande altura,
requiría un buen número de libros litúrgicos; y de ahí que
aún existan tantos de antiguos.
El que nos ocupa aunque se
conoce que prestó mucho servicio, todavía se halla en buen uso. Las
primeras y últimas hojas están escritas de diferente mano, como lo
demuestra la forma de la letra y los dibujos de las iniciales de las
lecciones que también son de diverso estilo.
Este Códice ya fue
foliado cuando se escribió. En el folio 175 donde comienzan las
Epístolas de las Misas de los Santos, hay una inicial sumamente
adornada.

55. San Agustín. De la Trinidad y de la Verdadera
Religión.
Un volumen en 4.° mayor prolongado, en pergamino, de
404 páginas. Es del siglo XV. Al principio tiene tres hojas escritas
en época más moderna y de distinta letra que lo demás del Códice.
Contiene un resumen de cada uno de los quince libros en que se halla
dividido el tratado de la Trinidad de San Agustín. Al comenzar este
resumen hay una nota que traducida dice: «Se principió (por San
Agustín) el año 400. Se concluyó cerca del año 416
Después está el resumen del Tratado de la verdadera Religión, que
comienza en el folio 173; antes hay una nota que dice que fue escrito
cerca del año 390.
En la primera página se halla la
carta de San Agustín a Aurelio Obispo de Cartago,
que sirve de prólogo. A continuación del Tratado de la verdadera
Religión, y como final del libro, está copiado el capítulo XIII
del libro I de las Retractaciones. Antes hay una nota que traducida
dice: «fue escrito en Pisa el año 1431 por mi Juan
Gregorio
». Después debió comprarlo el Cabildo, pues en una
nota escrita al pie de la página l.a, se dice, que
pertenece a los libros de esta catedral.




56-60.


sábado, 6 de julio de 2019

LA RÉPLICA DE LA VIRGEN DE LA ALEGRÍA EN BARCELONA


122. LA RÉPLICA DE LA VIRGEN DE LA ALEGRÍA EN BARCELONA
(SIGLO XIII. MONZÓN)

LA RÉPLICA DE LA VIRGEN DE LA ALEGRÍA EN BARCELONA  (SIGLO XIII. MONZÓN)


Es bien conocido por todos cómo el rey aragonés don Jaime I el Conquistador —educado en las armas y en las letras por los Templarios en el castillo de Monzón tras la muerte de su padre Pedro II— sentía por estas tierras una especial predilección, lo cual es muy natural, puesto que siendo niño había recorrido y jugado por todos los alrededores. Recordaba perfectamente el castillo, el Saso y su fuente; recordaba los parajes refrescantes a la vera del caudaloso Cinca y del Sosa exiguo; rememoraba de cuando en cuando al viejo eremita de san Vicente y santa Quiteria; evocaba durante alguno de sus continuos y largos viajes la ermita de Nuestra Señora de la Alegría, donde iba montado sobre un enorme caballo ...

Asimismo, era y es de sobras conocida la grande y profunda devoción que Jaime I el Conquistador tuvo siempre por la figura de la Virgen, predilección de la que existen multitud de pruebas tanto reales como legendarias. No es extraño, por lo tanto, que sintiera algo muy especial en su interior cuando se trataba de cosas referentes a la virgen de la Alegría, a cuyos pies había orado y jugado tantas veces.

Como es natural, su intensa actividad política y militar como rey y señor de tantos territorios como alcanzó a gobernar no le permitía desplazarse, como sin duda era su deseo, a Monzón para deambular sosegadamente por sus alrededores. Por lo tanto, ordenó tallar a un excelente escultor de la corte una réplica casi exacta de su amada virgen de la Alegría montisonense y, cuando estuvo finalizada y a su gusto, la hizo llevar a Barcelona, ciudad a la que solía acudir muy a menudo. Una vez en la ciudad condal, la hermosa talla fue colocada en la catedral, junto a la puerta de san Ibo.

Cuando Jaime I estaba en Barcelona, donde los asuntos de la Corona le llevaban con una cierta frecuencia, solía acudir a la catedral y visitar la imagen réplica de Nuestra Señora de la Alegría, como lo han hecho y hacen tantos montisonenses desarraigados de su tierra, sirviéndoles de vínculo, como al mismo rey, con sus propios recuerdos de niño.

[Castillón, Francisco, El santuario de la virgen de la Alegría de Monzón, pág. 81.]


La Navidad trae la Alegría: el nacimiento del Niño Jesús. Es por ello que existe una Virgen de la Alegría, ya que es la Virgen María quien da la Alegría al mundo. Esta Virgen se venera en una de las primeras capillas que se encuentran entrando en la Catedral de Barcelona por la puerta de Sant Iu, justo a mano derecha. Es aquí también donde actualmente está enterrado el Cardenal Jubany, que fue arzobispo de Barcelona entre los años 1971 y 1990.





martes, 23 de junio de 2020

272. SAN RAMÓN CURA A UNA JOVEN DESAHUCIADA


272. SAN RAMÓN CURA A UNA JOVEN DESAHUCIADA (SIGLO XII. RODA DE ISÁBENA)

El obispo Ramón de Barbastro, reconfortado por el cariño de los rotenses, acababa de morir en olor de santidad en el forzado exilio de Roda de Isábena, donde le habían llevado tanto la ambición desmesurada y sin límites del obispo Esteban de Huesca como la connivencia con éste del propio rey de Aragón, don Alfonso I el Batallador, quien al cabo del tiempo acabaría arrepintiéndose finalmente por ello.

Unos meses después de fallecer el obispo, sucedió que, en el mismo pueblo de Roda de Isábena, una muchacha de la localidad enfermó gravemente de calenturas. Transcurrió el tiempo lentamente sin que sintiera mejoría alguna, a pesar de los denodados esfuerzos hechos por los médicos, e incluso por algunos curanderos, por sanarla.

Lo cierto es que la madre —y con ella toda la familia— desesperaba ya de la curación de su hija resolviendo apelar por fin a los auxilios del cielo, buscando para ello la intercesión de san Ramón a quien había conocido y admirado.
Así es que la apesadumbrada madre se sentó a la cabecera de la cama de la muchacha y le hizo ver la extrema gravedad de la situación y, por lo tanto, la necesidad de confiar en el santo obispo, de modo que cariñosamente le dijo: «Acuérdome, hija mía, de la vida tan santa que hacía aquel bendito prelado san Ramón, que ha pocos días han sepultado en Roda, el cual, aunque ha muerto temporalmente, vive en la Iglesia para siempre. Yo creo y confío, hija mía, que si a él te encomendaras, y en sus merecimientos y santidad tuvieses firme esperanza, alcanzarías la salud».

De momento, la atribulada hija no dijo absolutamente nada, pero al cabo de unos instantes decidió seguir el consejo de su madre, así es que invocó con mucha devoción la intercesión del santo ante el cielo. Lo cierto es que aquello no resultó en vano, porque pronto expulsó de su cuerpo todos los humores superfluos que tenía dentro, de manera que curó las calenturas que la tenían postrada y quedó totalmente sana.
Agradecidas a san Ramón madre e hija, fueron a visitar la tumba del santo para darle las gracias por la especial merced que les había dispensado.

[López Novoa, S., Historia ... de Barbastro, págs. 99-100.]

272. SAN RAMÓN CURA A UNA JOVEN DESAHUCIADA (SIGLO XII. RODA DE ISÁBENA)





El sepulcro de San Ramón está ubicado dentro de la catedral de Roda de Isábena. En la cabecera del templo se abren tres criptas, siendo la del tramo central la edificada por orden del obispo San Ramón hacia el año 1125. En su interior, alberga el magnífico sepulcro de San Ramón, que contuvo sus restos hasta que fueron exhumados y colocados en una urna funeraria. No obstante, en origen, el sepulcro se hallaba empotrado en el ábside de la cripta y, posteriormente en el claustro, antes de recolocarse en su actual ubicación.
La obra está realizada en piedra y presenta restos de policromía (en temple sobre estuco). Se desconoce su autoría y está fechada hacia el año 1170. Las dimensiones del sepulcro sin tapa son: 44,5 x 166 x 59 centímetros. 
El frontal del sarcófago muestra cuatro escenas en relieve de la Vida de la Virgen desarrollándose sucesivamente la Anunciaciónla Visitaciónla Natividad y la Epifanía. El lado derecho completa estas escenas de la Vida de la Virgen con la Huída a Egipto.
El programa iconográfico se completa en el lateral izquierdo con una escena dedicada a San Ramón, que aparece vestido de pontífice, entre dos diáconos que le asisten en la liturgia. En esta zona es donde más restos de policromía existen.
Historia
Siglo XII
El Sarcófago de San Ramón de la Catedral de Roda de Isábena es de autoría anónima y está datado en torno al año 1170.

Restauración, Siglo XX (1997)

En 1997 el Gobierno de Aragón promovió la restauración de esta pieza. El presupuesto de los trabajos fue de 1.325 euros y éstos fueron realizados por María Pilar del Val Molina. La intervención consistió en la adhesión de fragmentos de estuco y pigmento desprendidos del soporte de piedra y la limpieza superficial y consolidación de la policromía.

viernes, 6 de marzo de 2020

Los Códices son un honor de esta Iglesia. Examinándolos se aumenta la fé.

V. 



Los Códices son un honor de
esta Iglesia. Examinándolos se aumenta la fé.

Haciendo
mención otra vez del notable trabajo de los distinguidos archivistas
señores Denifle y Chatelain, su Inventario de los Códices de la
catedral de Tortosa
es de un gran mérito, y revela que los
autores no sólo son muy expertos en esta clase de estudios, sino que
además conocen bien los archivos y principales bibliotecas
de Europa; porque al clasificar algunos de dichos libros,
hacen referencia a los de otras bibliotecas, demostrando con
ello una erudición muy digna de elogio.

Siguiendo,
pues, el mismo orden de dicho Inventario, daremos a conocer los
Códices de esta catedral, tomando por base las clasificaciones de
aquellos archivistas respecto al siglo en que fue escrito cada
Códice. Creemos prestar con ello un servicio a la historia en
general, y particularmente a la de esta iglesia, vindicando además a
los siglos pasados de las falsas imputaciones de, obscurantistas, retrógrados, etc.

Otra observación nos ocurre al hojear
estos voluminosos Códices, escritos casi todos en pergamino,
con caractéres que son verdaderos objetos de arte, y muchos
de ellos adornados con preciosas viñetas y dibujos del
major gusto. Es, que al pensar que todo era para adquirir y propagar
la ciencia, que se exhibía engalanada con tanto lujo y esplendor;
preciso es reconocer la importancia que entonces se daba al estudio,
cuando de tal modo se prodigaban los atractivos a fin de hacerlo más
agradable y honroso.

Y si a esto se añade que la Iglesia,
institución divina y civilizadora, cumpliendo con su elevada misión
de difundir la luz en el mundo, empleaba cuantiosas sumas para
ilustrar al clero, al efecto de que este instruyese después a los
fieles; dígase, si reflexionando esto no es la más negra ingratitud
e injusticia, pretender negar a la Iglesia el título de primera
Maestra de la humanidad, y centro de toda cultura y civilización,
como lo es realmente.

También nos ocurre otra idea al
examinarlos Códices, principalmente los que tratan de asuntos
religiosos o de sagrada liturgia.

Cuando uno observa la
inconstancia de las cosas humanas, y esa tendencia a cambiarlo todo,
de tal manera, que cada época se distingue por sus aficiones y
estilos; y hoy no gusta lo que se admiraba ayer, porque el deseo de
la novedad parece que sea condición inherente al hombre; viendo,
pues, esto, y observando por otra parte que en medio de esta habitual
inconstancia, se levanta majestuosa la figura de la Iglesia, firme en
sus principios y constante en sus ritos y tradiciones, desde luego se
ha de deducir que una mano superior debe dirigirla.

Esta
reflexión se ofrece al ver en un Códice del siglo XI igual
Cánon de la Misa que el que se usa en la actualidad. Lo
propio sucede con los demás Códices que contienen libros de la
Sagrada Escritura, o de los Santos Padres, que habiendo
sido escritos por amanuenses de distintas épocas y naciones,
no aparece en ellos la más leve discrepancia en todo lo que
concierne a la doctrina católica.

Es muy cierto que al
examinar los Códices se aviva la fé. Más de una vez hemos
presenciado en el archivo de esta catedral, que han hecho
manifestaciones en este sentido personas indifentes en
materias religiosas, las cuales comenzando por hojear los Códices
por mera curiosidad, concluyeron admirando los dogmas y
enseñanzas de la religión católica, y la constante
solicitud de la Iglesia al conservar el sagrado
depósito de su doctrina, con la mayor pureza, por medio de
los Códices.

Luego no exajeramos al decir que
examinando estos libros la fé aumenta. Porque si al contemplar
nuestras grandes catedrales, obra de siglos, donde una larga serie de
generaciones empleó sus esfuerzos y recursos para llevarlas a
término, deducimos con fundamento, que tanta constancia y
sacrificios no se conciben sin que la fé guiase los trabajos, y
alentase a todos con la esperanza de eterna recompensa; iguales
reflexiones ocurren al ver un Códice, en el que se empleó un buen
número de años, y donde el escritor se ocupó días y noches en un
trabajo monótono, practicado con tal paciencia que excede toda
ponderación. Ni se concibe tampoco la abnegación de los que pagaban
gastos tan enormes, en épocas de gran penuria, si lo que se escribía
en dichos libros no contuviese verdades y máximas en las cuales se
funda la esperanza de la felicidad en la otra vida.

Todo
influye a mirar con respeto los Códices; ya sea por lo que se
refieren al arte, ya también considerándolos bajo su aspecto
histórico y religioso.






domingo, 8 de marzo de 2020

83-93

83. DICCIONARIO DE NOMBRES DE LA
SAGRADA ESCRITURA Y DE LA TEOLOGÍA. Un volumen en 4.° en pergamino,
de 242 páginas. Es de últimos del siglo XII o de principios del
XIII. No consta el autor. Aunque el contenido de este Códice está
en forma de diccionario, no hay como en los otros Códices que hemos
reseñado, letras iniciales que indiquen el orden alfabético; de
modo que se ha de conocer por las mismas iniciales del texto, aunque
están bien marcadas y todas son de color. 



Algunas hojas del
principio y del fin se hallan muy deterioradas por la acción del
tiempo, y apenas son legibles. Lo demás del Códice está bien
conservado.




84.
RITUAL DE VARIAS BENDICIONES, Y DE LOS SACRAMENTOS, ETC. Un volumen
en folio, en pergamino, de 151 páginas. Según parece, este libro
debía estar reservado para ciertos actos muy solemnes, pues se
distingue por la magnificencia con que se halla escrito, en
caracteres muy grandes, estando además adornadas las letras del
principio de cada párrafo u oración.
Después de las fórmulas
o preces para bendecir el agua los domingos y
demás días que convenga, está la bendición de la pila
bautismal
, y la administración del Sacramento del Bautismo,
del Matrimonio y de la Extrema-Unción; siendo muy de
notar, que en aquel tiempo el bautismo aún se administraba en
esta iglesia por inmersión.
Al final está el oficio de
difuntos, y el Consueta o explicación de todo lo que debía
practicarse en las exequias de los Sres. Capitulares.


85. LA REGLA DE SAN AGUSTÍN. Un volumen en folio en
pergamino, de 472 páginas. Es del siglo XIV. Como los canónigos de
esta catedral vivían antiguamente según la regla de San Agustín,
este libro debía tener en aquel tiempo mucha importancia. También
contiene la fórmula de la admisión y profesión de
los canónigos, y la exposición de dicha Regla, por
Lorenzo de San Rufo.
Después de esto se halla el
Martirologio que se leía antiguamente en esta catedral, donde
se ven muchas adiciones en el margen, que son de fecha posterior.

Por último hay el Necrológio de los Obispos y Canónigos
de esta iglesia. Pero aunque se titula así, también están
apuntadas las defunciones de algunos sacerdotes y otras
personas bienhechoras de esta catedral, expresándose los
aniversarios que debían celebrarse por sus almas.
Este
repertorio no solamente ofrece mucha curiosidad, sino además es de
grande valor histórico.

86. SAN AGUSTÍN Y RICARDO DE SAN
VÍCTOR. Un volumen en 4.° mayor prolongado, en pergamino, de 512
páginas. Es del siglo XIII. Este Códice que fue foliado en época
más reciente, contiene los siguientes tratados de San Agustín.
Sobre la inmortalidad del alma, hasta el folio 5. De la fé, a Pedro
Diácono, hasta el folio 17; después sigue la exposición del
Símbolo. En el folio 18 comienza el Enchiridion hasta el
folio 33. Del libre alvedrio, hasta el 59. Super Génesi ad
litteram
, los doce libros, hasta el folio 124. De spiritu et
littera
, hasta el 136. Contra los Pelagianos hasta el 153.
De diversas cuestiones, hasta 178. De bono conjugali, hasta el 184. Y
de nuptiis et concupiscentia, ad Valerium Cómitem.
Sigue luego
el tratado de la Trinidad, de Ricardo de San Víctor, que
comprende hasta el folio 229, donde principian los cuatro libros de
San Agustín de Doctrina christiana, hasta el fin.
Se
conoce que este Códice debió utilizarse hasta tiempo muy moderno,
porque además de que la foliación está en números arábigos,
contra la costumbre de las foliaciones antiguas que están en números
romanos, hay algunas notas al margen de letra cursiva, que no
releva (revela) más de un siglo y medio de antigüedad.

Las iniciales de cada uno de los tratados en que se divide este
Códice están adornadas con muy buen gusto.
Antes de comenzar el
texto hay una hoja escrita con caracteres modernos, dando noticias
históricas y críticas sobre dichos libros.

87. SERMONES DEL
PAPA INOCENCIO III. Un volumen en 4.° prolongado, en pergamino, de
140 páginas. Es del siglo XIII. Hay un prólogo con una hermosa
inicial, que comienza así traduciéndolo del latín: «Inocencio
Obispo, Siervo de los Siervos de Dios. Al amado hijo Amaldo,
Abad Cisterciense, salud y Apostólica bendición.

Después del prólogo principian los sermones por las dominicas
de Adviento. También hay algunos panegíricos de
Santos y sermones de varias materias morales.
Los asuntos están señalados con mucha claridad antes de cada sermón
con letras encarnadas.
Al principio de este Códice hay dos
hojas, que por la letra y por su contenido se comprende que debían
ser de algún otro libro.


88. CUESTIONES DE FILOSOFÍA.
Un volumen en 4.°, mayor, en pergamino, de 312 páginas. Es del
siglo XIV. Este Códice no tiene división de materias, ni siquiera
están señaladas las distinciones, como en los otros Códices, con
números en el margen o con letras. Únicamente se conoce la
separación del asunto, en que la letra inicial del párrafo es más
grande y está adornada.
Hay foliación hasta la hoja 120, donde
concluyen las cuestiones de Filosofía. Después sigue un diccionario
muy extenso de los cuatro libros del Maestro de las Sentencias.
Por
lo que se observa en este Códice y en otros, en aquel tiempo era
algo frecuente escribir en un mismo libro obras de dos o más
autores.

89. TRES CODLIBETOS DE FRAY HORVEO NATEL BRITON. Un
volumen en 4,° prolongado, en pergamino, de 138 páginas. Es de
principios del siglo XIV. En la parte superior de la primera página
hay esta inscripción en castellano y en letra moderna:
«Tres Codlibetos del Maestro Horveo, Inglés» Probablemente
este último nombre indica la patria del autor. En las notas que hay
al fin de cada codlibeto nada consta sobre esto, aunque se consignan
algunos datos. Dice así una nota copiada del latín. «Concluye el
primer codlibeto de Fray Horveo Natal Briton, de la orden de
Frailes predicadores. Doctor en Teología» Deo
gratias. En el segundo codlibeto se dice lo mismo. Después del
tercero hay una especie (especio en el original) de índice de
otra época y de diferente letra. Este Códice no está foliado; pero
los codlibetos se señalan con números en la parte superior de cada
página. En el margen hay algunas notas muy antiguas.

90.
REGLA DE SAN AGUSTÍN. Un volumen en 4.°, mayor, en pergamino, de
282 páginas. Es del siglo XII. Este Códice es parecido al del n°
85, aunque es mucho más antiguo. Además de la Regla de San Agustín,
también contiene la exposición de la misma por Lorenzo
de San Rufo
, y el Martirologio. Al fin de este hay
una hoja de un antiguo Calendario; se conoce que las demás hojas
fueron cortadas. Sigue después el Necrológio de los Obispos,
Canónigos, y otras personas bienhechoras de esta
iglesia.
Al principio, o sea en los folios 6 y 7, se halla un
documento muy curioso bajo el punto de vista histórico. Es un
escrito firmado y signado por el Obispo D. Ponce de
Torrella
, y por varios Canónigos y Dignidades de
esta iglesia, el año 1225, estableciendo cuando vivían todos
en comunidad, lo que debía darse en la mesa para comer
según los diversos tiempos del año.
También hay una nota de
letra muy antigua, en la parte superior de la página donde comienza
el Martirologio, que dice así, traduciéndola del latín: «Libro de
Santa María (aludiendo al título de esta catedral) Si alguno lo
quitare, sea anatema.»

91. COFRADÍA DE NUESTRA SEÑORA DE
LA CINTA. Un cuaderno en papel, escrito en letra cursiva.
Es del siglo XVII. No se sabe el motivo de haberse puesto este
cuaderno junto con los Códices antiguos. Aunque forma un volumen,
regular, sólo hay escritas doce hojas. Se comprende que tenía por
objeto anotar todo lo referente a la Cofradía de la Santa Cinta,
y a las funciones religiosas con que se honraba la Sagrada Reliquia.

Principia por un resumen de la Bula del Sumo Pontífice Paulo
V
concediendo varias indulgencias a los Cofrades;
luego siguen por orden alfabético diferentes notas relativas a la
fiesta de la Santa Cinta, gastos de la misma, etc.

92.
CANTORAL PARA LA SEMANA SANTA Y OTRAS FESTIVIDADES. Un volumen en 4°
en pergamino, de 194 páginas. Es de últimos del siglo XIII o de
principios del XIV. Contiene las Letanías de los Santos, y la Misa
para los tres días de las Rogativas que se celebran antes de la
Ascensión. Dicha Misa está con notas de canto llano, así como
algunos Evangelios y la mayor parte de lo que se canta en las
funciones de Semana Santa. También contiene la fórmula antigua de
admitir en la iglesia a los penitentes, o sea a los pecadores
públicos después de haber cumplido la penitencia
canónica que se les había impuesto. Y por último están las
oraciones para la consagración de los Santos Óleos en
el Jueves Santo.

93. Misal. Un volumen en 4° en
pergamino, de 224 páginas. Es del siglo XII. Este Misal es muy
parecido a los de los números 10, 11 y 56. Al principio hay dos
hojas que debían pertenecer a otro libro. La oración de San
Francisco de Asís
está añadida en el margen, de letra
distinta, posterior a la del Misal.
Según la costumbre de los
Misales de aquel tiempo, este también tiene en los dos folios antes
del Cánon, dos figuras, una que representa al Salvador, y otra que
representa a Cristo. Dichas figuras son una verdadera especialidad en
su clase por la rareza de los dibujos.



94-99


sábado, 20 de junio de 2020

207. EL TESORO DE LA MORA DE SIRESA


207. EL TESORO DE LA MORA DE SIRESA (SIGLOS XIV-XV. SIRESA)

En uno de los frondosos bosques cercanos al pueblo de Siresa, en el mismo corazón del Pirineo, vivía totalmente apartada y escondida del resto del mundo una mora cuya ilimitada codicia le había llevado a atesorar un importante número de objetos religiosos, entre los que destacaban varios cálices y cruces de oro. Nadie sabía a ciencia cierta dónde estaba el escondite de tanta riqueza acumulada, pues la enigmática mora era muy celosa con sus joyas y nunca se había delatado.

Ocurrió que cierto día un pastor de Siresa que, tras haber dejado a buen recaudo a sus ovejas, regresaba cansado a su casa, encontró perdido en medio del monte un precioso y valioso cáliz. Feliz por el inesperado y bonito hallazgo, metió la copa en su zurrón y se apresuró a llevarlo al pueblo dispuesto a contar a sus convecinos lo que le había sucedido.

207. EL TESORO DE LA MORA DE SIRESA


Cuando estaba ya muy próximo al monasterio de San Pedro de Siresa, el pastor sintió una presencia que lo perseguía a una cierta distancia, así es que apresuró el paso y fue a refugiarse a toda prisa dentro de la iglesia del cenobio entre cuyas paredes se sintió a salvo.

Y así era realmente, pues quien lo perseguía no era otra que la mora solitaria, quien no podía entrar en el templo por ser recinto sagrado, lo cual significaba perder el cáliz. Esta situación le contrarió de tal manera que, convertida en una tremenda serpiente, dio un coletazo en el banco de piedra de la entrada al templo. Tan tremendo fue el golpe que su huella quedó grabada para siempre.

[Gari, Ángel, La tradición pagana..., págs. 36-37.]

El de San Pedro de Siresa, fechado en el año 833, es probablemente uno de los primeros monasterios de Aragón. Del mismo solamente se conserva la iglesia de San Pedro, de planta de cruz latina con un único ábside semicircular muy profundo en la cabecera, el crucero y una nave de tres tramos con tribuna a los pies.


Se cree que fue una abadía carolingia, cuya primera noticia documental data de 808-821, la copia de un diploma en el se habla de la fundación de un cenobio por el Conde aragonés Galindo Garcés, tras una donación de terrenos.

Según la leyenda, en un hueco abierto en el ábside se encontró el Santo Grial que custodió entre los años 815 y 831 y que se supone que también se albergó en el monasterio de San Juan de la Peña, la cueva de Yebra de Basa, la iglesia de San Adrián de SasabeSan Pedro de la Sede Real de Bailo, o la Catedral de Jaca...

En el 848, San Eulogio de Córdoba visitó el monasterio, quedando impresionado por el número de monjes que lo habitaban y la rica biblioteca, que incluso le regaló ejemplares para la escuela de San Zoilo de Córdoba. El edificio actual se considera iniciado en el siglo XI, siendo el viejo monasterio de San Pedro un edificio románico, construido en 1082 a raíz de una supuesta reforma agustiniana de la abadía. En esa fecha, el Rey Sancho Ramírez le concedió el título de Capilla Real e introdujo en ella Canónigos Regulares, reservándose la presidencia del monasterio que delegó en su hermana, la Condesa Doña Sancha. Bajo su tutela se educó en Sirena su sobrino, Alfonso I El Batallador.

Adscrita a la Catedral de Jaca en 1145, en 1252 se encontraba en ruinas y así, en el siglo XIII se llevó a cabo una restauración; en la fábrica original se empleó piedra caliza en hilada bien dispuestas, mientras que la segunda es de mampostería y tosca. En 1345, el padre Huesca refiere un incendio en el que perecieron ornamentos, alhajas y libros litúrgicos.


San Pedro de Siresa

Durante el siglo XX se realizaron varias restauraciones y remodelaciones, siendo en 1991 cuando se realizan excavaciones arqueológicas en las que se descubrió una estructura de tres naves con cabecera cuadrangular. Entre 1989 y 1991 el Gobierno de Aragón promovió una restauración en cuatro fases que afecto a la práctica totalidad del edificio.

Declarada Monumento histórico artístico en 1931, el Gobierno de Aragón completa en 2002 la declaración originaria de Bien de Interés Cultural de la Iglesia del Monasterio de San Pedro de Siresa.

Mobiliario:

Encontraremos retablos góticos, pintados en el siglo XV entre ellos dos tablas laterales y una predela robados por la banda de Erik “el belga” y recuperados. También encontraremos una bella imagen de la Virgen, románica del siglo XIII y un Cristo de la misma época. Éste se halló el 6 de julio de 1995, enterrado bajo la mesa altar. La imagen de San Pedro que preside la iglesia, es del siglo XVII y procede de la Catedral de Jaca.


martes, 23 de junio de 2020

271. EL DESTIERRO DEL OBISPO SAN RAMÓN

271. EL DESTIERRO DEL OBISPO SAN RAMÓN (SIGLO XII. BARBASTRO)

271. EL DESTIERRO DEL OBISPO SAN RAMÓN (SIGLO XII. BARBASTRO)


Las pugnas entre los obispos Esteban, de Huesca, y Ramón, de Barbastro, eran constantes, fundamentalmente por cuestiones territoriales y de delimitaciones jurisdiccionales, pues hay que tener en cuenta que ambos obispados se estaban construyendo al propio ritmo que imponía el proceso reconquistador.

El obispo oscense reclamaba al barbastrense no sólo la importante población de Alquézar sino también la zona que delimitan el Cinca y el Alcanadre, y, con la aquiescencia o al menos el dejar hacer de Alfonso I el Batallador, logró fomentar y alimentar el descontento entre la nobleza barbastrense contra su obispo Ramón.

Completamente convencido de que le asistía la razón, decidió Ramón acudir personalmente a Roma en busca del apoyo pontificio, regresando en 1116 con documentos fehacientes de sus derechos. Pero Esteban, con el apoyo ahora abierto y declarado del rey, incluso llegó a desalojar al barbastrense de su propia casa, de modo que tuvo que salir huyendo de la ciudad de Barbastro donde estaba su sede. Hasta aquí los datos son rigurosamente históricos, pero a partir de ellos comienza la leyenda.

En su precipitada huida, san Ramón pernoctó en la localidad de Aguilaniu y honor semejante reclaman varios pueblos de la comarca, entre ellos Panillo, cercano a Graus, donde algún tiempo después de haber pasado por allí el obispo fugitivo se repartían como auténticas reliquias pequeños fragmentos de las sábanas entre las que durmió el obispo desterrado.

En Capella, todos sus habitantes sin excepción, sin poder dar crédito a lo que estaba sucediendo sin explicación plausible, creyeron oír cómo las campanas repicaban solas anunciando la presencia y cercanía del obispo y, cuando salieron a recibirle en el camino, le hallaron sentado en una roca que durante siglos fue venerada como si se tratara de un lugar sagrado.

Portentos y milagros diversos, muchos de ellos adornados por la leyenda, hicieron que el obispo Ramón alcanzara pronto no sólo fama universal sino también la santidad, que le fue reconocida por Roma.

[Iglesias Costa, Manuel, Roda de Isábena, págs. 123-124.]

http://caminosdebarbastro.blogspot.com.es/2012/06/camino-de-san-ramon-roda-de-isabena.html


Ramón de Roda, de Ribagorza, de Barbastro o Ramón del Monte (Durban, Ariège, Francia, 1067 - Huesca, 1126) fue obispo de Roda-Barbastro. Es venerado como santo por la Iglesia católica. Nacido en Durban, en la vertiente norte de los Pirineos, en el seno de una familia noble, se llamaba Raimon Guillem. Se le proporcionaron unos buenos estudios y empezó la carrera militar, pero la abandonó para dedicarse al estudio y la religión. Fue canónigo regular en Pamiers. Alfonso I de Aragón le concede el obispado de Barbastro-Roda en 1104, con sede en la catedral de Roda, para así resolver la disputa que mantenían los obispos San Odo de Urgel y Esteban de Huesca (ambos argumentaban que la recién conquistada ciudad de Barbastro tendría que formar parte de sus respectivas diócesis, no de la de Roda). Ya en la sede de Roda, tuvo conflictos con los obispos de Huesca, de Urgel y con el rey Alfonso, principalmente por cuestión de límites. Recibió apoyo de los papas Pascual II y Calixto II. El año 1100, Pascual II, según testimonio del obispo Poncio de Roda, había delimitado la diócesis, declarándola inmune e inviolable. Pero el rey Alfonso I y el obispo de Huesca no la respetaron. En una carta de san Olegario al papa Inocencio II, el prelado barcelonés dice que el rey Alfonso guardaba rencor a Ramón de Roda "porque el obispo no quería participar en las guerras contra los cristianos". En 1116, el obispo Esteban de Huesca, con el apoyo de nobles de Barbastro y del mismo rey Alfonso I, consiguió que Ramón fuese desterrado de Roda, acusándolo de oponerse a combatir con las armas a los musulmanes y otros herejes. Barbastro pasó a la diócesis de Huesca y, cuando Ramón vuelve en 1119, se instala en Roda (Barbastro no vuelve a la diócesis de Roda hasta 1133 y el 1145 pasa de nuevo a la de Huesca). Durante su obispado se iniciaron las obras de reconstrucción del edificio de la actual catedral románica de Roda y se consagraron numerosas iglesias de la diócesis, como las de Taüll o Alaón, o los altares de Alquézar y Roda, que introdujeron el arte románico más innovador en aquel momento. Ramón se marchó hasta su retorno a Roda en 1119. Una ermita en la montaña, cercana a la ciudad, marca el punto donde, al marchar, el santo lloró y bendijo la ciudad. Posteriormente, en 1125, acompañó al rey Alfonso en la campaña por de Andalucía, con la intención de conquistar Granada. La campaña afectó a su salud: al volver a Huesca ya venía enfermo y murió el 21 de junio de 1126. Su cuerpo se trasladó a Roda y se le sepultó en la catedral el 26 de junio. Canonizado, su festividad se celebra el 21 de junio. Es patrón de la diócesis y la ciudad de Barbastro.

domingo, 8 de marzo de 2020

72-82

72. TRATADO
DE LAS ELECCIONES CANÓNICAS. 



Un volumen en 4.° prolongado, en
pergamino, de 93 páginas. Es del siglo XIV. Toda la materia
referente a los tres modos de hacer las elecciones según el derecho
canónico, hállase expuesta en este libro con mucha claridad. Aunque
no hay capítulos que dividan los asuntos, todas las cuestiones están
señaladas con epígrafes de letra encarnada.
Este Códice está
escrito con gran perfección y se halla bien conservado. Como los de
su clase, abunda en letras con dibujos de colores. Al lado del texto
hay comentarios del mismo autor. En el principio del libro se lee un
epígrafe, que traducido del latín dice: «Comienza aquí el libro
compuesto por el Maestro Guillermo de Mondagoto, Arcediano
Nemausense
, sobre el modo de hacer las elecciones y ordenar los
procesos relativos a las mismas».





73. FLOS
SANCTORUM O VIDAS DE SANTOS.
Un volumen en 4.° mayor, en
pergamino, de 673 páginas Es del siglo XIV. Al principio le faltan
algunas hojas; el final está completo. Tiene de especial este libro,
que antes de la vida de cada Santo se explica la etimología
del nombre
y su significado, con datos sumamente curiosos
que suponen en el autor mucha erudición. No consta quien sea éste.
Es muy probable que fue algún religioso agustino, porque la
única viñeta que hay está en la vida de San Agustín,
obispo y doctor, viéndose allí una imagen del Santo.
Además
de las vidas de los santos, hay pláticas sobre varios
asuntos, como la Cuaresma, Dominicas que la preceden.
Resurrección, y otros misterios y fiestas de la
Santísima Virgen.

74. PRISCIANO EL MAYOR. TRATADO DE
GRAMÁTICA.
Un volumen en 4.° mayor prolongado, en pergamino, de
258 páginas. Es del siglo XI. Dicho autor fue un célebre
gramático latino que nació en Cesarea a fines del
siglo IV. El año 525 abrió una escuela que tuvo gran
fama por el número de gramáticos distinguidos que de allí
salieron. Compuso varias obras; pero la más notable es esta.
/
Nota: Si nació a finales del siglo
IV, pongamos 399, y en el año 525 abrió él mismo una escuela,
vivió más de 125 años. Priscianus Caesariensis (fl. 500), más
conocido como Prisciano, fue un importante gramático del latín,
nacido en Caesarea, Mauritania, (en la actualidad la ciudad de
Cherch
ell en Argelia). Según Casiodoro enseñó latín en
Constantinopla. https://es.wikipedia.org/wiki/Prisciano
Su obra más
importante es una gramática del latín que recibe el nombre
de Institutiones Grammaticae. /
Se divide en 18 libros, y
no en 14 como dice algún escritor. Al principio, después de un
prólogo, pone el autor un índice o resumen de los 18 libros. Antes
hay dos hojas que no pertenecen a este Códice; en la primera se ve
parte de un índice sumamente curioso por la forma con que está, el
cual debía pertenecer a alguna obra de derecho del siglo XI, o
quizás de antes.
Este Códice es el que se conserva en mejor
estado entre todos los de aquel siglo, a pesar del servicio que se
conoce prestó en su tiempo. La letra es muy legible. Hay muchas
notas en el margen, todas con caracteres pequeñísimos hechos con
gran perfección. Pero lo que llama la atención principalmente es el
extraordinario número de notas puestas entre las líneas del texto,
tan diminutas, que admira cómo pudieron escribirse allí.
Los
títulos en que se dividen los libros, o sea los epígrafes de cada
asunto, están señalados con letras encarnadas. Las iniciales de los
apartados son de colores; pero sin dibujos, según el estilo de aquel
tiempo. También hay una viñeta al principio, de muy buen gusto, y
algunas otras en lo demás del libro.
Al fin de todo se ve
una nota, en caracteres encarnados muy grandes, que traducida dice:
«Concluye el libro de Prisciliano, Gramático, Doctor de la ciudad
de Roma.»

75. TOMÁS DE HIBERNIA. MANOJO DE FLORES. Un
volumen en 4.° mayor prolongado, en pergamino, de 254 páginas. Es
del siglo XIV. Contiene un repertorio por orden alfabético de varios
nombres o asuntos pertenecientes a la Teología dogmática y moral,
Sagrada Escritura, Filosofía, etc. De ahí el título de Manojo de
flores, que se le aplica con muchas propiedad.
Está en
forma de diccionario. Pero además el autor tuvo el buen gusto de
señalar en el margen, por medio de alfabetos de letras minúsculas,
los párrafos en que se divide el asunto que allí se trata.
Cada
nombre del diccionario tiene la inicial adornada con dibujos de
colores. También son de colores las iniciales de todos los párrafos.
Al principio le faltan algunas hojas; el final está completo. Hay un
índice que contiene todos los nombres de los asuntos que se explican
en este diccionario. Después siguen cuatro folios que son como una
ampliación.
Antes del índice hay una nota que traducida dice
así: «Esta obra fue compilada por el Maestro Tomás de Hibernia, en
algún tiempo Sócio de Sorbona».

76.
SANTO TOMÁS DE AQUINO. SOBRE EL LIBRO II DEL MAESTRO DE LAS
SENTENCIAS. Un volumen en 4.° mayor prolongado, en pergamino, de 146
páginas. Es de últimos del siglo XIII o de principios del XIV. En
la parte superior de cada página están señaladas por su orden las
44 distinciones en que se divide esta obra. Al final hay un índice
hecho posteriormente, que sólo llega hasta la Distinción 35.
Antes
del índice se leen unas notas de diversa letra, que traducidas
dicen: «Concluye el escrito de Fray Tomás, sobre el segundo
de las Sentencias.» Prueba esto que cuando se escribió el Códice
aún no había sido canonizado Santo Tomás. Después
hay otra nota que dice. «Este libro es de (sigue un nombre que está
raspado). Cualquiera que lo vendiere sea anathema. Luego hay
otra que dice así: «Este libro es de Fray (sigue un nombre raspado)
de la orden de Frailes predicadores del convento de (hay otro nombre
raspado) de la provincia de Aragón».
Al fin de todo en
la última página todavía hay otras notas que dicen: «Yo Antonio
Aymerich
, Bachiller en artes, el viernes día 29 de Abril
compré este libro al Reverendo confesor del
Rey de Navarra, en la ciudad de Valencia, el año 1435
del Nacimiento del Señor.» Y más abajo se lee: «Este libro es de
Pascual March, quien lo compró por 44 sueldos

77.
LETANÍAS Y ORACIONES. Un volumen en 4, en pergamino, de 44 páginas.
Es del siglo XIV. Se comprende que este Códice se usaba en todas las
rogativas que se hacían en esta catedral. Después de las Letanías
de los Santos, siguen las preces y oraciones pertenecientes a cada
rogativa. Entre otras de las que ofrecen interés histórico, está
la tradicional plegaria que se canta en esta catedral
en las rogativas pro pluvia, que dice así: «Dómine
rex, Deus Abraham, dona nobis pluviam super faciem terrae, ut discat
pópulus tuus quia tu es Dóminus Deus noster.»

También hay
una oración propia de la Santa Cinta, diferente de la que se
halla en el Breviario de esta catedral. En dicha oración se
expresa la aparición de la Santísima Virgen en esta
iglesia y la entrega de su Sagrado Cíngulo. Como es un
documento de grande valor histórico, pues confirma aquella veneranda
tradición, creemos conveniente insertarlo tal como está: Dice así:

«Omnipotens sempiterne Deus, qui gloriosae Virginis Matris
Mariae corpus et animam, ut dignum Filii tui habitaculum effici
maereretur, Spiritu Sancto cooperante praeparasti; da, ut cujus
Visitatione et Cinguli traditione hanc Ecclesiam
decorasti, ejus pia intercessione ab instantibus malis et á
morte perpètua liberemur. Per Dominum...»

/ Nota: á
y perpètua aparecen con tilde en el pdf que tengo, otros textos en
latín también están con tilde en este libro.
La ae del latín,
æ, la escribo en este libro ae -

https://www.delcastellano.com/errores-pronunciacion-latin/


ae (y oe)


Por increíble que pueda parecer, el
diptongo ae se pronuncia [ae̯]. Por tanto, hay que evitar la
pronunciación arromanzada como una simple *[e]: quae se lee [kʷae̯]


, no *[ˈkwe]. Tortosa : Tortose,
Lleida : Lleide, Maella : Maelle, Favara : Favare, etc.
La
bibliografía anglosajona tiende a considerar que ae se pronunciaba
[ai], aunque esta pronunciación es de época arcaica (siglo iii a.
C. y anteriores). Lo mismo se aplica al diptongo oe, menos frecuente,
que se pronuncia [oe̯]: amoenus se pronuncia [aˈmoe̯.nus]


, no *[aˈmenus] /

78. PEDRO DE
TARANTASIA. COMENTARIOS SOBRE EL LIBRO II DEL MAESTRO DE LAS
SENTENCIAS. Un volumen en 4.° mayor, en pergamino, de 242 páginas.
Es del siglo XIII.
El autor es conocido con este nombre por ser
natural de Tarantasia, provincia y condado de los antiguos
estados sardos. Las 44 Distinciones del libro II del Maestro
de las Sentencias están completas en este Códice, y se señalan con
números en la parte superior de cada página, y además en el
margen. Hay algunas notas de época posterior. Las iniciales de los
párrafos están adornadas con dibujos de colores.
Al principio
hay un índice. También se ve allí una hoja de distinta época y
diferente letra, que no pertenece a este libro.

79. ALANO DE
INSULIS. SOBRE LAS DIVERSAS SIGNIFICACIONES O USOS QUE TIENEN ALGUNOS
NOMBRES EN LA SAGRADA ESCRITURA. Un volumen en 4° en pergamino, de
321 páginas. Es de principios del siglo XIII. Este curioso libro
tiene alguna semejanza con las Concordancias de la Sagrada Escritura,
aunque es más reducido y su objeto también es distinto.
Le
precede un prólogo dirigido a Ermengaldo, Abad de San Gil.
Después siguen los nombres por orden alfabético. Antes de cada
letra hay un índice; luego siguen los nombres cuyo uso se trata de
explicar, estando señalados con letras encarnadas en el texto los
libros de la Sagrada Escritura a que se refiere el uso de cada
nombre.
A pesar de su mucha antigüedad está muy bien conservado
este Códice. Todas las iniciales de cada párrafo son de colores, y
algunas están adornadas con hermosas viñetas. Al final hay la
acostumbrada nota que dice. «Este libro ha sido escrito; el que lo
escribió sea bendito».

80. FRAGMENTOS DE LOS CLÁSICOS Y
OTROS AUTORES ANTIGUOS. Un Volumen en 4.° de 328 páginas. Está
escrito parte en cartulina, que pertenece al siglo XIII, y parte en
pergamino, que es del siglo XII.
Contiene escritos de Horacio,
Juvenal, Marcial, Salustio, Cicerón y Séneca. También los hay de
Macrobio, (las Saturnales) y de Macer (del poder de las hierbas.)

Además un tratado de Geometría con figuras geométricas, y otro
del eclipse del sol.

81. CAPITULARIO PARA TODO EL AÑO. Un
volumen en 4.° en pergamino, de 380 páginas. Es del siglo XIV. Al
principio hay un Calendario muy deteriorado por el uso, en el cual
falta una hoja que debía contener los meses de Noviembre y
Diciembre.
Tiene de particular este Códice, que se halla en él
la oración propia de la Santa Cinto,
(Cinta, Cingulis, Cíngulo) de que ya hemos tratado en el
Códice de n.° 14; pero en el que nos ocupa dicha oración está en
el mismo Capitulario, y no en hoja añadida como en el otro Códice.
También hay algunas otras oraciones de interés histórico. Todas
las iniciales de los capítulos y de las oraciones se hallan
adornadas profusamente con dibujos de colores.

82. MISAL. Un
volumen en 4° en pergamino, de 460 páginas. Es del siglo XIII. Está
escrito con muy buen gusto y con profusión de letras de adorno.
Tiene además algunas viñetas muy distinguidas y de un estilo
especial. Hay un Calendario muy completo; y lo mismo que en otro
Códice reseñado, el día 4 de Febrero hay una nota que traducida
dice: «Aquí comienzan a cantar las aves». Y el día 24 de Abril
otra que dice: «Salida de Noé del arca.»
En este Calendario ya
está la fiesta de la Concepción de la Virgen, el día 8 de
Diciembre; la oración está añadida en el margen en su lugar
respectivo, y es diferente de la que se usaba antes de la actual.
También se halla el día 18 de Diciembre la fiesta de la
Expectación del parto de Nuestra Señora
, que se puso después
porque la letra no es la misma que lo demás del Calendario.




83-93

sábado, 4 de mayo de 2019

LA AYUDA DE PEDRO RUIZ DE AZAGRA AL CID

2.45. LA AYUDA DE PEDRO RUIZ DE AZAGRA AL CID (SIGLO XI. ALBARRACÍN)

Albarracín, Teruel, Aragón, panorámica


La conquista de Valencia, ciudad situada dentro del territorio musulmán y con una población en su mayoría infiel, constituía un auténtico reto para toda la Cristiandad. Era, en realidad, un sueño inalcanzable por el momento y ni siquiera el rey de Castilla, uno de los más poderosos de su momento, hubiera podido llevar a cabo semejante empresa, aun reuniendo a todas sus fuerzas, pues Valencia estaba densamente poblada y demasiado alejada del territorio cristiano como para aventurarse en su reconquista.
Sin embargo, el mundo cristiano contaba en esos momentos con un valeroso caballero, el Cid Campeador, a quien recurrían unos y otros para encomendarle las más arduas empresas de armas y batallas. También en esta ocasión fue necesaria la intervención de Rodrigo Díaz de Vivar, el verdadero nombre del Cid, quien, con su ánimo y valentía, además de un gran esfuerzo, mantuvo cercada a la ciudad de Valencia durante nueve meses seguidos, hasta que, finalmente, logró capturarla y tomar posesión de ella.
Los moros valencianos contaron con la importante colaboración del rey Búcar y de los almorávides, por eso era más inconcebible la victoria del Cid Campeador. Tan increíble parecía la empresa cidiana que algunos se empeñaron en decir que don Rodrigo contó con la ayuda inestimable de don Pedro Ruiz de Azagra, señor de Albarracín, hecho que todavía confiere a la reconquista de Valencia un mayor contenido legendario, puesto que don Pedro, el señor de Santa María de Albarracín —sin duda un magnífico estadista y un esforzado y valeroso hombre de armas—, vivió muchos años después de la hazaña protagonizada por don Rodrigo Díaz de Vivar.
En efecto, a don Pedro se le reconoce su estrecha relación con Valencia, en tiempos del rey Lobo, de quien era amigo, pero el pueblo estima que su inclinación por la ciudad levantina se basaba en haberla conocido cuando ayudó con sus tropas al Cid.
[Zurita, Jerónimo, Anales..., libro I, pág. 137.]


Albarracín es un municipio y localidad español del suroeste de la provincia de Teruel, en la comunidad autónoma de Aragón. Cuenta con una población de 1054 habitantes (INE 2016). La localidad es Monumento Nacional desde 1961; posee la Medalla de Oro al mérito en las Bellas Artes de 1996, y se encuentra propuesta por la Unesco para ser declarada Patrimonio de la Humanidad por la belleza e importancia de su patrimonio histórico.

Se encuentra situada cerca de la antigua ciudad romana de Lobetum. Los árabes llamaron al lugar Alcartam que se derivaría del antiguo topónimo de Ercávida, pasando a denominarse más tarde como Aben Razin, nombre de una familia bereber de donde se derivaría su nombre actual. Otros opinan que el término «Albarracín» derivaría del celta alb, 'montaña', y ragin, 'viña', 'uva' o del antropónimo Razin.

Sin duda el topónimo procede de Ibn (ben) hijo de Razin (reyes taifas de Albarracín desde la fitna hasta Ibn Mardanís, rey Lobo de Murcia. Es decir, el lugar de los hijos de Razin, aunque hasta el siglo xix su nombre oficial es Ciudad de Santa María de Albarracín, denominándose en época islámica Santa María de Oriente.

El casco antiguo se encuentra construido sobre las faldas de una montaña, rodeada casi en su totalidad por el río Guadalaviar. Al norte se encuentra la sierra de Albarracín, y al sur los montes Universales. Parte de su término municipal está ocupado por el Paisaje protegido de los Pinares de Rodeno.

En los alrededores nacen los ríos Guadalaviar, Tajo, Júcar, Cabriel y Jiloca.

Su término municipal es, por razones históricas, uno de los más grandes de la provincia de Teruel (sólo superado por el de Alcañiz) y en él se encuentran las localidades de: Albarracín (capital del municipio), El Cañigral, Las Casillas de Bezas, Collado de la Grulla, Valle Cabriel, El Membrillo, San Pedro y Valdevecar.

El pueblo está encaramado en un peñón y rodeado por el Guadalaviar. Por este lado y mirando hacia el río se hallan edificadas las casas colgadas. Dentro del pueblo sus calles son empinadas y estrechas, con rincones muy pintorescos. La construcción ofrece la original arquitectura popular con la forja propia de la provincia además de tener el color rojizo característico llamado rodeno.

La localidad se divide en dos zonas: la parte antigua, la Ciudad, con sus casas colgadas sobre la hoz del río; y el Arrabal, situado en la vega del Guadalaviar.

En la Edad de Hierro estuvo habitada por la tribu celta de los lobetanos. Se han encontrado importantes pinturas rupestres epipaleolíticas y neolíticas de estilo levantino, esquemático y semiesquemático en el pinar del rodeno. Durante la época romana se llamó, al parecer, Lobetum, y en tiempos de los visigodos, Santa María de Oriente.

Durante el período andalusí, concretamente el siglo xi, el clan bereber de los Banu Razin alcanzó el poder convirtiéndose en la dinastía soberana de la taifa de Albarracín. De este linaje procede el propio nombre de la población (al-Banu Razin: (la ciudad) de los hijos de Razín). De esta magnífica etapa se conservan dos importantes testimonios: la torre del Andador –situada en lo alto del recinto exterior– y el castillo de Albarracín, que albergó la antigua alcazaba de los Banu Razin.

La taifa pasó posteriormente, por cesión y no por conquista, a la familia cristiana de linaje navarro de los Azagra, que mantuvieron de facto la independencia de Castilla y de Aragón desde 1170, llegando a crear un obispado propio. También el poderoso linaje de Lara ejerció su soberanía sobre Albarracín. Tras el fracaso de conquista por parte de Jaime I en 1220, es Pedro III de Aragón quien la conquistó en 1285 tras sitiarla, pasando definitivamente a la Corona de Aragón en 1300. Esta serie de hechos políticos tuvieron como base la importancia de la fortaleza y del sistema defensivo de Albarracín.

Es una antigua sede episcopal denominada, primero Arcabricense y después Segobricense hasta que, tras la desmembración de las iglesias de Segorbe (Castellón) de las iglesias de Albarracín, paso a denominarse Albarracinense, tras la Bula Papal de Juan Pablo II, mantiene su independencia pero pasa a ser regida por el Obispo de Teruel que es también Obispo de Albarracín.

El 21 de junio de 1257 el rey Jaime I concedió en Teruel a la Comunidad de Santa María de Albarracín o Comunidad de aldeas de Albarracín el privilegio sobre competencia de jurisdicción de sexmeros, asistentes y jurados de dicha Ciudad.

Durante la Guerra Civil Española tuvieron lugar en la localidad combates entre las tropas republicanas y las franquistas, cambiando varias veces el control de la población entre ambos bandos. En julio de 1937 tuvo lugar una ofensiva republicana sobre la localidad, constituyendo el mayor enfrentamiento bélico habido en la localidad durante la guerra. En un rápido ataque, el 8 de julio los republicanos se hicieron con el control de la localidad a excepción del ayuntamiento y la catedral, en los que permanecieron sitiados militares y civiles que se habían refugiado previamente. Los sublevados reaccionaron enviando refuerzos y el 13 de julio lograron reconquistar la localidad y expulsar a las tropas republicanas.

La localidad es Monumento Nacional desde 1961; posee la Medalla de Oro al mérito en las Bellas Artes de 1996, y se encuentra propuesta por la Unesco para ser declarada Patrimonio de la Humanidad por la belleza e importancia de su patrimonio histórico.

Conjunto histórico de Albarracín: su conjunto histórico está declarado como bien de interés cultural con el código RI-53-0000030.10​
Catedral del Salvador: situada junto al castillo, es del siglo xvi con una sola nave y capillas laterales. En su museo hay buenos tapices flamencos historiados con la vida de Gedeón.
Alcázar de Albarracín: ubicado en el casco antiguo, recientemente ha sido restaurado y acondicionado para su visita. Entre 2004 y 2006 se han realizado excavaciones arqueológicas y se han restaurado sus estructuras. Si bien conserva un potente recinto amurallado, su interior alberga un interesante campo arqueológico de época medieval. Fue alcázar andalusí, al convertirse el clan de los Banu-Razin en soberanos de este pequeño reino de taifa en el siglo xi, que dio nombre a la ciudad. Durante el siglo xiii y el xiv siguió siendo residencia de los señores de Albarracín, y, tras la conquista aragonesa de la ciudad en 1284, se transformó casi completamente. La fortaleza estuvo ocupada hasta finales del siglo xvi; fue destruida en el siglo xviii tras la Guerra de Sucesión.
Palacio episcopal: se encuentra junto a la catedral. Tiene portada barroca.
Casa Consistorial: se encuentra en la plaza del Ayuntamiento. Es del siglo xvi, con balcones de madera y un corredor corrido sobre el río.
Casa de la Julianeta: casa de construcción popular, se encuentra en el Portal de Molina.
Murallas de Albarracín: del siglo xiv, de construcción cristiana.
Torre del Andador, de aparejo musulmán del siglo x y xi, reforzada con un pequeño recinto rectangular.
Torre de doña Blanca, simétrica a la del Andador, se halla en el extremo del espolón.
Torre de la Muela, hoy desaparecida; similar a las del Andador y de doña Blanca, se hallaba al otro lado del río.

LA AYUDA DE PEDRO RUIZ DE AZAGRA AL CID (SIGLO XI. ALBARRACÍN)
Castillo y muralla de Albarracín


Pedro Ruiz (Rodríguez) de Azagra (muerto en 1186) fue un noble y hombre de armas navarro que se estableció en el señorío independiente de Albarracín, el cual permaneció bajo esta condición hasta 1284.

Era el segundo hijo de Rodrigo Pérez de Azagra. Su hermano mayor fue Gonzalo Ruiz de Azagra y su hermano menor, y a la postre sucesor suyo, Fernando Ruiz de Azagra.

Pedro se casó con Toda (o Tota) Pérez, la hija de otro noble navarro, Pedro de Arazuri. Estos dos Pedros se enajenaron de Navarra prácticamente al mismo tiempo, probablemente porque no aceptaron la sucesión de Sancho VI de Navarra en 1154, después de la muerte de su padre García Ramírez. Entró a formar parte entonces de las huestes a servicio de Muhammad ibn Mardanis, a la sazón gobernante de la taifa de Valencia y Murcia, entre 1166 y 11682​ (o tal vez posteriormente durante los años 1169–1170).

Ibn Mardanis le confió el señorío de Albarracín con la idea de defender el flanco norte de su taifa del expansionismo de Alfonso II de Aragón. Pedro comenzó inmediatamente a cristianizar su señorío, erigiendo iglesias y fundando un obispado. Su negativa a reconocer la soberanía aragonesa a través de su obispo Martin, el cual rechazó reconocer la supremacía del Obispo de Zaragoza, a pesar de ser ordenado para que así fuera por el mismísimo Papa. Pedro también repobló la región de Albarracín, mayoritariamente con colonos provenientes de Navarra.

Pedro se mostró generalmente amistoso con Navarra y con Alfonso VIII de Castilla. En agosto de 1170, él mismo junto con su hermano Gonzalo toman parte en la comitiva enviada por Alfonso VIII para conocer a su prometida, Leonor, en Burdeos escoltándole hasta la presencia del rey.​ Incluso cuando su suegro se alineó con Castilla, Pedro permaneció neutral. En 1172, Cerebruno, el arzobispo de Toledo en Castilla y primado de España, consagró al obispo de Santa María de Albarracín y le incorporó a su diócesis.​ En 1176, Pedro el cual se auto intitulaba como vasallo de Santa María, un título que emplearían la mayoría de sus sucesores, proclamaba ninguna soberanía en la tierra sobre él, exceptuando la Virgen María en el cielo.

En enero de 1180 le vemos firmando en la tercera columna del Fuero de Villasila y Villamelendro firmado en Carrión de los Condes como Petrus Roderici de Azagra, confirmat.

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Un tal "Peire Rois" mencionado en el poema Quan vei pels vergiers despleiar, donde el sirviente de Bertran de Born, sea probablemente el citado Pedro Ruiz de Azagra. Compuesto probablemente en 1184, la canción de Bertran es la segunda arenga anti Aragonesa.


Pedro Ruiz de Azagra no dejó descendencia masculina directa, sucediéndole su hermano menor Fernán. Por el contrario sí que dejó una hija llamada Toda Pérez de Azagra, la cual casó con Diego López II de Haro, falleciendo el 16 de enero de 1216.

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