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sábado, 20 de junio de 2020

213. EL MONASTERIO DE SAN MIGUEL DE FOCES, ASALTADO (SIGLO XIV. ALQUÉZAR)


213. EL MONASTERIO DE SAN MIGUEL DE FOCES, ASALTADO (SIGLO XIV. ALQUÉZAR)

213. EL MONASTERIO DE SAN MIGUEL DE FOCES, ASALTADO (SIGLO XIV. ALQUÉZAR)


El siglo XIV tenía siete años de vida y nos hallamos en Alquézar. En una calle empinada como tantas otras, la de San Gregorio, vivía y abría su tienda un modesto mercader judío llamado Leví, un hombre viudo, cuyo único tesoro era su hija Esther.

La joven hebrea, de extraordinaria hermosura y suave voz, estaba permanentemente invadida por la tristeza sin que nadie supiera el motivo de la misma, excepto ella. Pero guardaba celosamente su secreto, sin compartirlo ni con su mejor amiga, otra muchacha hebrea.

Sólo Esther y nosotros sabemos que aquella perenne tristeza se debía a la ausencia del joven trovador provenzal que un día llegara a Alquézar y se enamorara de él. Desde que se marchó a su tierra, sólo pensaba en el momento de volver a verle. La imagen de Manfredo siempre estaba en su mente, lo que hacía que presentara ese semblante entre ido y triste.

Procuró el padre aplicar cuantos remedios estaban a su alcance para paliar el mal que desconocía, pero todo fue en vano. Así es que se decidió por un último intento. Para lograrlo, contrató Leví a unos desalmados forajidos sin decir nada a nadie, y les encomendó la tarea de traerle a su presencia al comendador de San Miguel de Foces, hombre versado en misteriosas ciencias. Con toda seguridad, él tendría la solución.

Los hombres contratados, armados con espadas y puñales, asaltaron el convento sanjuanista. El caos se apoderó del ambiente mientras las llamas comenzaban a devorarlo todo. Los frailes de San Miguel rodearon a su comendador para tratar de defenderle, aunque fue en vano. La barbarie fue tal que pudo con la vida de todos, excepto con la del comendador, cuyos secretos y artes mágicas ansiaban los salteadores.

San Miguel de Foces quedó destruido; Manfredo no regresó de su tierra; Leví pagó con su vida el resultado de tan desproporcionado amor paterno; y al rostro de Esther no le llegó la sonrisa.

[García Ciprés, Gregorio, «Los Foces, ricos-hombres de Aragón», Linajes de Aragón, VI (1915), 423-425.
Ayerbe, Salvador Mª de, A través del Somontano..., págs. 119-127.]



El topónimo árabe "Alquézar" (al-Qasr) significa fortaleza, y hace clara alusión a su origen militar. Es un pueblo surgido a la sombra de un castillo, poblando la falda de la montaña. Fue una de las principales fortalezas de la Barbitania, protegiendo el acceso a Barbastro.

Según los cronistas musulmanes, perteneció primero a los Banu Jalaf y sería conquistada en el 893 por Ismail ibn Muza, de los Banu Qasi de Zaragoza, y tomada más tarde por al-Tawil. En 938, Abd al-Rahman III nombró a su hijo Yahia gobernador de Barbastro y Alquézar.

Jalaf ibn Rasid levantó a comienzos del siglo IX esta fortaleza como enclave defensivo frente a los núcleos de resistencia pirenaicos cristianos, en este caso, frente al condado autóctono de Sobrarbe.

En torno a 1067 es conquistada por Sancho Ramírez (hijo de Ramiro I) y se convierte en fortaleza cristiana -"Castrum Alqueçaris"- frente a los musulmanes, constituyéndose en punto clave para posteriores etapas de la Reconquista. Se dotó la fortaleza con guarniciones militares asistidas por una comunidad agustiniana. En 1099, se consagró como capilla real la iglesia de Santa María.

A medida que el proceso de la Reconquista avanza hacia tierra baja (Barbastro, Huesca,...) pierde importancia como fortaleza militar estratégica y se convertirá en una institución religiosa y centro comercial de la comarca, conocida como "priorato alquezarense".

La población primitiva residía dentro del recinto amurallado del castillo. El aumento de población en el siglo XIII, gracias a las mejoras sociales y económicas, hará que se comience a edificar fuera de la fortaleza; la población se irá trasladando gradualmente al "Burgo Nuovo Alquezaris", dejando el castillo prácticamente deshabitado, ocupado solamente por algunos religiosos.

El pueblo tiene una fisonomía totalmente medieval que muy poco ha cambiado, al menos en lo que se refiere al trazado de las calles: un trazado sinuoso con un evidente sentido práctico, facilitándose la comunicación (una red de calles bien enlazadas mediante otros callejones más pequeños) y resguardando de las inclemencias del tiempo (del sol y del viento). Es un trazado típicamente musulmán, de callejuelas estrechas y altas, pero es ésta una disposición típica de los pueblos de montaña más antiguos, adaptados a la topografía (las casas se apiñan en la ladera).

Tenía el pueblo un cierto sentido defensivo como recinto cerrado y fuerte, tal vez amurallado (aunque esto no parece probable); se accedía por tres puertas de las que se conservan dos: la principal, gótica (siglo XIII), y la otra en la parte baja del pueblo; tenían portalones que se cerraban a una hora determinada, no permitiéndose el acceso al interior del pueblo.

El pavimentado de las calles era mucho más rústico que el actual, a base de gruesos cantos de piedra clavados en el suelo de tierra, sin ningún tipo de argamasa para la unión. Las calles tenían un sistema de desagüe, con vertiente hacia el centro, canalillo por el que discurrían las aguas.

La población de Alquézar era totalmente cristiana, pero abundaban los mudéjares (musulmanes conversos) en la comarca, y éstos serían los alarifes de la mayoría de las casas. De las actuales casas las más antiguas podrían datarse en los siglos XIV y XV, y en la época de esplendor del pueblo, el siglo XVI. Las casas se integran perfectamente con el entorno por el uso de materiales autóctonos, como la Piedra (sobre todo para esquinas, zócalos, marcos de ventanas y puertas), el ladrillo, el adobe o el tapial. Los alarifes mudéjares introdujeron la técnica del ladrillo, más práctico que la piedra, casi de igual resistencia y, sobre todo, mejor conocido por estos alarifes. El buen uso del ladrillo se observa sobre todo en las galerías superiores de arquillos y en los aleros.

Estas casas, o bien son de origen noble o de función ganadera y agrícola, pero todas con un sistema y un esquema básicamente igual en todas: interiormente tienen una planta calle de servicios, con cuadras, lagar, bodegas. Una planta noble de vivienda. Y una falsa o granero. Al exterior, domina la fachada el gran arco de acceso, que puede ser de piedra o de ladrillo (dependiendo del gusto o de las posibilidades económicas). También en la planta calle puede haber una pequeña ventana, que da al lagar. En el planta noble destaca el escaso número de ventanas, así como su pequeño tamaño; puede existir algún balcón (se generalizan a partir del siglo XVIII), sobre todo en las casas más ricas. En las casas destacan las galerías de arquillos de ladrillo, o bien arquitrabadas, mediante vigas de madera con columnas y zapatas talladas. Estas galerías son típicas de la arquitectura civil aragonesa de los siglos XVI y XVII. Rematan las fachadas otros elementos característicos, como son los aleros, muy salientes, que protegían de la lluvia; son en madera o bien en ladrillo, con diferentes combinaciones, sobre todo en retícula y en esquinilla.

Un elemento muy típico del pueblo, y de tradición medieval, son los pasadizos en alto, gracias a los cuales parece ser que se podía pasar por todo el pueblo sin pisar la calle, manteniéndose esta práctica hasta el siglo XVII.

La plaza Mayor era el centro neurálgico del pueblo. En ella se encuentran las casas más nobles de la villa; es como un centro de caminos similar al foro romano o al zoco musulmán. Se concibe rodeada de soportales; la irregularidad de sus porches arquitrabados o con arcos, con columnas o pilares, de piedra o de ladrillo) se debe a las distintas épocas de construcción y al hecho de carecer de normas urbanísticas, haciéndolos cada uno a su gusto.

Los escudos tendrían su origen en los emblemas de las familias nobles. Se colocaban sobre los arcos de entrada de las casas. El de Alquézar es una fortaleza con tres torres, más alta y ancha la central. Este símbolo puede aparecer formando parte de escudos particulares junto a otras figuras: los elementos más habituales son torres, cruces de órdenes militares, flores de lis, barras, el olivo, etc. Estos escudos datan en su mayoría del siglo XVIII, época de renovación de las casa, pero se copiarían de los originales medievales. Están sin estudiar, y el significado de muchos de ellos se ha perdido con el tiempo, al pasar las casas de unas familias a otras.

domingo, 28 de junio de 2020

CAPÍTULO XI.


CAPÍTULO XI.

Varios sucesos de los Romanos y Cartagineses en España: cóbranse los rehenes que estaban en poder de Cartagineses, y otras cosas notables que acontecieron en ella, y muerte de los Scipiones.

No por haber tenido los cartagineses la rota y pérdida que referimos, perdieron el ánimo ni los pueblos amigos y confederados suyos les osaron dejar y pasarse a los romanos; porque los cartagineses, como hombres astutos y sagaces y que fiaban poco del amor de los españoles, les habían tomado rehenes y llevado a Cartagena, donde les tenían en muy buena custodia, y entre otras personas de cuenta que tenían, eran la mujer de Mandonio y dos hijas de Indíbil, mozas y muy hermosas; y con tales prendas estaban muy más seguros de los pueblos y ciudades confederadas, que si les echaran a cada una mil presidios.
Después de la retirada de Mandonio, tuvieron los romanos varios sucesos en España, que cuentan Livio, Florián de Ocampo, Medino, Pujades, Mariana y otros muchos autores. Fue entonces la venida desde Roma de Publio Cornelio Scipion por capitán en España, hermano de Neyo Scipion Calvo, con treinta naves y en ellas mil ochocientos soldados romanos, con muchos bastimentos y vestidos para los soldados que estaban en España, que necesitaban de ellos. Fue asímismo la venida de Hanon, capitán cartaginés, con cuatro mil infantes y quinientos caballos para engrosar el ejército de Asdrúbal. Destruyóse del todo la población o ciudad que llamaban Cartago vieja, que es donde hoy está Villafranca del Panadés, pueblo harto conocido en Cataluña, edificado por los dos hermanos Scipionés de las ruinas de la antigua Cartago, y quitándole este nombre en odio y por borrar y perder la memoria de los cartagineses, le dieron el de Villafranca, por los muchos privilegios e inmunidades y exenciones con que la adornaron; pero no bastó esto, porque la industria humana no basta a borrar memorias viejas, si el tiempo no ayuda a tales diligencias, antes cuanto más se quiere poner olvido, más se despierta la memoria de la cosa aborrecida. ¿Quién más aborrecido entre los gentiles, que aquel Erostrato que quemó el famoso templo de Diana de Efeso, y puesto en el potro, dijo haber hecho tal incendio por perpetuar su nombre y fama? y aunque so graves penas pusieron silencio a todos, mandando que no se le nombrase, no hay hoy persona de mediocres letras que lo ignore. Barcelona, ciudad principal de España, tomó el nombre de los Barcinos, linaje cartaginés, y así era nombrada (Barcino : Barchinona : Barcinona : Barçilona, Barcelona, etc.): no quisieron los Scipiones que nombre para ellos tan aborrecido como era el de los Barcinos, se perpetuara en ciudad tan insigne; metieron en ella nuevos pobladores de Italia, llamados Faventinos, y la nombraron Favencia, y así la nombra Plinio y otros, pero no pudo durar tal nombre, antes quedó olvidado, y la ciudad se quedó con el que le dieron los cartagineses, y el poder de los romanos, que sojuzgó el mundo y dejó memoria de su valor, no fue poderoso para hacer olvidar el nombre de un pueblo, antes bien a pesar de ellos persevera el nombre y memoria del linaje y familia de su fundador. Aconteció también en estos mismos tiempos la ruina y destrucción de otra ciudad llamada Rubricada, que era del bando cartaginés, y estaba al poniente del río Llobregat (Lubricati), ora sea a la orilla del mar, ora en el lugar de Rubí, junto al monasterio de San Cugat del Vallés, del orden de San Benito. (San Cucufato o Cucufate : Sant Cugat).
Puso cerco a la ciudad de Sagunto que tan valerosamente se había defendido del poder cartaginés, y por no ser socorrida, se perdió: ésta estaba muy fortificada, y en ella había mucha riqueza, y la mayor de todas era las arras o rehenes que tenían en ella guardadas los cartagineses de los españoles sus amigos y confederados, y esta era la mejor fuerza con que tenían sujetos los más pueblos de España. La traza que tuvieron los Scipiones para tomarla fue esta: había un caballero español llamado Acedux, a quien habían encomendado la guarda de aquella ciudad, y había * aquel punto seguido el bando cartaginés, y cansado de sufrir sus violencias, quería pasarse al romano y dar libertad
a todas las personas que estaban por rehenes en aquella ciudad; porque airados los cartagineses de su mudanza, descargasen su ira sobre aquellos inocentes que estaban en su poder. Por esto se salió de la ciudad, y fue a hablar a Bostar, capitán cartaginés, que con poderoso ejército estaba en la campaña para impedir que los Scipiones no se llegaran a ella, y le dijo que convenía mucho dar libertad a los españoles, porque con aquella hidalguía obligarían a los pueblos a quedar firmes en su devoción, y les valieran en aquella ocasión que necesitaban de amparo y socorro, porque el bando cartaginés estaba algo menguado. Pareció esto bien a Bostar, y asignaron hora para salir de la ciudad, y lugar donde había de llevar los rehenes. Hecho esto, luego Acedux fue a decirlo a los Scipiones, y concertó con ellos que a la noche siguiente pusiesen guardas en el camino, y que él pasaría con rehenes, y tomarlashian, y con ellas ganarían la voluntad de toda España, restituyéndolas a sus pueblos. Con este concierto se efectuó todo puntualmente, y las rehenes fueron tomadas, y las enviaron a sus tierras, y fue muy grande la alegría de toda España, y mayor el amor que todos a los Scipiones concibieron; y era cierto que si los romanos quedaran allí donde estaban, todas las ciudades que habían cobrado sus rehenes se alzaran y tomaran las armas en su favor; mas como el invierno era cercano, contentos con lo hecho, se volvieron a Tarragona, y allá ennoblecieron aquella ciudad reedificándola con gran cuidado, y circuyéndola de fuertes murallas y torres, levantando grandes edificios y acueductos y solemnes templos que aún parecen y queda rastro de ellos, que designan que tal era aquella ciudad, cuando salió de las manos de los Scipiones.
Llegó por estos tiempos orden a Asdrúbal que, dejadas las cosas de España a Amilco, capitán cartaginés que había venido de Cartago, se pasase a Italia, porque juntado con Aníbal, los dos destruyesen la ciudad de Roma; pero a lo que Asdrúbal se partía de España, fue impedido de los Scipiones, que no muy lejos del río Ebro le salieron al encuentro y dieron batalla, cuya victoria quedó por los romanos. Esta rota fue presto remediada, porque llegó poco después de ella Magon Barcino con veinte y dos mil hombres de a pie, mil quinientos caballos, once elefantes y muy gran cantidad de plata para hacer soldados, con que quedara del todo olvidada la pérdida pasada, si no los lastimara una muy cruel peste que vino a España y mató gran número de personas, y entre ellas Hamilce, mujer del gran Aníbal, y Haspar, su hijo; y estas muertes causaron que muchos pueblos que estaban por los cartagineses, se pasaron al bando romano. En estos tiempos fue ennoblecida la ciudad de Barcelona con fuentes, cloacas y otros edificios que hicieron en ella los Scipiones, cuyos rastros aún duran. Con estas prosperidades y buena fortuna, que siempre fue compañera de estos dos hermanos, y valiéndose de los soldados y amigos que tenían en España, quisieron echar de ella a los cartagineses; pero no salió como quisieron y pensaban, porque a la postre les vino a costar a los dos la muerte.
Había entonces en España tres valerosos capitanes cartagineses: estos eran Asdrúbal Barcino, Asdrúbal Gison y Magon. Estos supieron los pensamientos de los Scipiones; y para mejor resistirles, se fortificaron todo lo posible, llamaron en su ayuda a Indíbil, su amigo, y aunque hasta ahora había estado a la mira de todo sin meterse en las guerras pasadas, no pudo en esta ocasión tan apretada negar a los cartagineses lo que le pedían, porque, según se infiere de Tito Livio y veremos en su lugar, sus hijos y su cuñada, mujer de su hermano Mandonio, estaban detenidas en Cartagena en rehenes. Deseaba Indíbil echar los romanos de España, y hacer después lo mismo de los cartagineses, a quienes en esta ocasión prometió todo su favor y poder, que era mucho (por no poder hacer otra cosa); y acudió con muchos ilergetes y cinco mil suesetanos, que eran de una región de Aragón muy cercana a los pueblos ilergetes; y porque viniesen de mejor gana, les pagó de antemano.
En África buscaban los cartagineses sus favores. Reinaba un rey llamado Gala en una parte de ella, que era la más vecina a Cartago de la parte de poniente: era este rey muy amigo de los cartagineses, y la amistad estaba atada con vínculos de parentesco, porque Masinisa, hijo suyo, había casado con Sofonisba, hija de Asdrúbal Gison. Este, para valer a su suegro, pasó a España con siete mil infantes y quinientos jinetes, y desembarcó en Cartagena, 209 años antes de la venida de nuestro Señor al mundo. Fueron grandes estos socorros, y la parte cartaginesa sobrepujó a la romana: los vecinos del Ebro, que eran los celtíberos, estaban divididos, los unos por Roma, los otros por Cartago; y estos acordaron de no moverse, mientras los que estaban por Roma estuviesen quietos y sosegados. Serían estos pueblos de la Celtiberia muy poblados, porque eran más de treinta mil hombres los que se declararon por los romanos.
Deseaban mucho los cartagineses ocasión de topar con los romanos, porque confiaban de su poder y de los celtíberos, sus amigos: los romanos no menos confiaban de su buena fortuna y poder, andando los unos en busca de los otros; y por mejor comodidad, dividieron sus ejércitos de manera, que Asdrúbal Gison, Masinisa y Magon tomaron parte del ejército cartaginés, y Asdrúbal Barcino la otra. Los Scipiones hicieron lo mismo: Publio Cornelio tomó las dos partes, y Neyo Scipion, su hermano, la otra; y con los treinta mil celtíberos, que era lo mejor que llevaba, se fue en busca de Asdrúbal Barcino. No pasó mucho tiempo que el uno estuvo en vista del otro, y solo había entre los dos un pequeño río que les dividía. Asdrúbal mandó que los celtíberos que llevaba embistieran a los de los romanos, y por otra parte envió algunos de los celtíberos de su ejército a los que estaban con Scipion, para persuadirles que dejasen la amistad romana, y ya que no quisiesen valer a los africanos, a lo menos no les dañasen, pues Asdrúbal y sus hermanos eran hijos de española, y casados con españolas. Esto lo supieron negociar con tal arte que luego aquellos treinta mil celtíberos dejaron a Scipion y se volvieron a defender y cuidar de sus casas y haciendas; y por más que Neyo Scipion se lo rogó que no se movieran, fue su trabajo vano, porque decían que no querían pelear contra sus naturales y parientes, ni dejar perder sus casas y haciendas. Quedó Neyo Scipion muy sentido de esto, y muy flaco su ejército; y con la poca gente que le había quedado, se retiró, con intención de juntarse con su hermano. Asdrúbal Barcino ya había pasado el río, y con toda diligencia iba tras de Scipion, deseoso de pelear con él.
Mientras pasaba lo que queda dicho, Publio Cornelio Scipion caminaba con su ejército contra Asdrúbal Gison y Magon, sin saber que Masinisa estuviese con ellos, antes, bien cuando lo entendió, quisiera no haber tomado tal empresa, y tuvo gran alteración, y esta se le aumentó, cuando vio que no rehusaban la batalla. Llevaba Masinisa unos soldados tan diestros, que apenas salía alguno del real de Scipion para leña, o forraje o por otros menesteres, que luego estos soldados no le matasen o cautivasen. a lo que estaba con estos trabajos Publio Cornelio Scipion, llegó Indíbil con siete mil quinientos hombres, que, como dice Livio los cinco mil eran suesetanos y que eran del reino de Navarra, y los demás eran ilergetes. Publio Cornelio Scipion quiso estorbarles que se juntasen con los demás, confiando que él era bastante para vencer a Indíbil y sus ilergetes y suesetanos, y dejando encomendado el real, con alguna guarnición, a Tito Fonteyo, capitán romano, salió a media noche a combatir con Indíbil. La caballería africana que corría el campo tuvo noticia de esto, y luego dieron aviso al ejército cartaginés, y acudió con tal presteza y diligencia, que llegaron a la que querían pelear Publio Cornelio Scipion e Indíbil. Fue grande la matanza que hicieron en los romanos: Scipion, que les iba animando y exhortando que muriesen como buenos soldados, fue herido con una lanza en el costado derecho, que le salió al izquierdo, con que cayó del caballo, y luego le dieron muchas y muy grandes heridas, con que dio fin a sus días; y los cartagineses que estaban junto a él, viéndole caer del caballo, mostraron sobradas alegrías, y publicaban a grandes voces su fallecimiento por toda la batalla, con la cual nueva no faltó cosa para quedar absolutos vencedores; y los romanos, abiertamente vencidos, comenzaron a huir, como mejor pudieron, y parte de ellos acudió al real de Tito Fonteyo, y muchos a una ciudad llamada Iliturge (I mayúscula, ele), y otros hasta Tarragona, y fue doblado más número los muertos en el alcance, que cuantos faltaron en la pelea. Los españoles suesetanos y su capitán Indíbil y sus ilergetes fueron tenidos en gran estima, por haber esperado con tan poca gente a tantos romanos contrarios, no queriendo retirarse ni desviar la batalla, puesto que lo pudieran muy bien hacer sin perder algún punto de su buena reputación. Después de esto y haber refrescado la gente de Indíbil, se juntaron con Asdrúbal Barcino, que estaba en un lugar que Livio llama Astorgin (1: Anitorgis, Alcañiz, según Cortés), donde fueron recibidos con el contento que tan buenos sucesos como habían tenido podían causar. (Según el libro del padre Nicolás Sancho: En ella probamos con gran copia de datos y argumentos el sitio preciso de aquella Ciudad, y la mucha probabilidad que tiene la opinión de que la antigua Anitorgis de la Edetania corresponde a Alcañiz. Con cuyo motivo damos en el quinto Apéndice de la Sección segunda, muchas y curiosas noticias de las Ciudades, límites y circunscripciones de la Celtiberia y de la Edetania, según las respetables autoridades de Plinio, Estrabon, Ptolomeo, Tito Livio, y otros geógrafos e historiadores de conocida fama y reputación.)
La nueva de tan gran pérdida no había aún llegado a noticia de los otros romanos, aunque, según dice Tito Livio, había entre ellos un triste silencio y una secreta divinacion, (adivinación, presentimiento) cual suele ser en los ánimos que adivinan el mal que les está aparejado; y los sobresaltos que daba el corazón de Scipion, y sustos que tenía, eran indicios ciertos, no solo de lo que pasaba, mas aún de las desdichas e infortunios que le estaban aparejados, y presto le habían de venir. Íbase retirando con su ejército, caminando siempre de noche, hacia el río Ebro, donde hoy es Zaragoza (Caesaraugusta, Sarakusta); pero apenas fue partido, cuando tuvo sobre si los caballos númidas, que ya por los lados, ya por las espaldas, le iban picando. Entonces Scipion, que ya tenía sobre si todo el poder de los cartagineses y númidas, que con Masinisa e Indíbil le apretaban, se alojó con toda su gente en un montecillo no muy bien seguro; pero de los que había alrededor este era el más alto. Subidos aquí, tomaron en medio cuantos impedimentos y fardaje traían y juntamente los caballos, y puestos a pie todos sus dueños mezclados con el peonaje, rechazaban con poca dificultad, y sin tener otro reparo por los rededores, el ímpetu de los caballos berberiscos y jinetes númidas que siempre les daban rebato; mas como después llegaron los capitanes cartagineses con Masinisa e Indíbil, conoció Scipion cuán vano era trabajar en retener aquella cumbre o montecillo, no poniendo baluartes al rededor o fosas o vallados, e imaginaba con gran vehemencia, qué modo tendría para hacer alguna defensa. La cuesta, de su propiedad era rasa, de suelo pelado, tan duro y tan desolado, que ni criaba leña ni rama donde pudieran cortar maderos para los palenques, ni tenía céspedes o tierra de que hacer paredones ni reparos, ni mostraba disposición a las cavas o trincheras, y finalmente no hallaron aparejo de poder obrar algo con que se remediasen. Menos había malezas o pasos o riscos dificultosos de ganar, de subida trabajosa, cuando los enemigos llegasen; porque todo aquel montecillo precedía (o procedía, no se lee bien) llano, sin casi lo sentir, hasta dar en la cumbre. Queriendo suplir este defecto, comenzó Neyo Scipion a formar una semejanza de reparo por el circuito, con albardas y líos de los mulos que traían el fardaje, sobreponiéndolas muy bien atadas unas con otras, conformes al tamaño que solían tener en sus baluartes acostumbrados y verdaderos; y donde faltaban albardas y líos, metían ropas o cualesquier impedimentos que hiciesen bulto, por no parecer que de ningún cabo les menguaba. Lo tres capitanes cartagineses, al tiempo que llegaron, guiaban sus escuadrones contra lo fuerte de la cuesta, muy determinados a lo combatir, y la gente del ejército respondía con buena voluntad a su determinación, sino que la nueva manera del reparo, cuando lo vieron desde lejos, les hizo dudar algún tanto, creyendo ser defensa más brava. Sus principales y caudillos, viéndoles así parados, discurrían por las batallas enojados de su detenimiento; preguntábanles a voces: en qué se paraban; cómo no deshacían con los pies aquel espantajo romano; pues a mujeres o muchachos no se podía defender, cuanto más a tan denodados varones cuanto venían allí; que si bien mirasen los enemigos, que vencidos eran; escondidos que estaban tras de aquellas albardas pajizas, en llegando se darían a prisión o serían degollados a mano y sin pelea; que pasasen adelante, y no se detuviesen ni mostrasen pavor de tanta vanidad. Estas reprehensiones voceaban los capitanes africanos en menosprecio del reparo romano; pero verdaderamente venidos al toque, más difícil hallaron el saltar las albardas y líos, de lo que publicaban al principio, por estar entre si bien atadas y túpidas en harto buena alzada, y tras ellas haber hombres valientes y guerreros que todavía tenían ventaja centra quien llegase por defuera, como pareció casi luego que fueron acometidos, que solamente para romper líos y hacer entradas hubo menester grandes acometimientos, y se tardaron largas horas: mas al cabo, derrocados los reparos en muchas partes y metida la furia cartaginesa por ellos, ganaron el real de todo punto, sin poderlo valer Neyo Scipion. Allí sus romanos, hallándose pocos, atemorizados y confusos, morían despedazados por diversos lugares a mano de los cartagineses y de los españoles confederados, que venían muchos en cuantidad, ufanos y victoriosos con el buen despacho de la batalla pasada. Pudieron huir algunos romanos en los montes y sitios fragosos que no caían lejos, y por algunas partes acudían pocos a pocos, fatigados y heridos, al otro real, que fue de Cornelio Scipion, donde Tito Fonteyo, su lugarteniente, les amparó con la diligencia que bastaba su posibilidad, mas no para que dejasen de morir en todos estos caminos muchos buenos romanos y diestros. Con ellos pereció también su capitán mayor Neyo Scipion, dado que la manera de su muerte traten discrepantemente Livio y nuestros cronistas: unos certifican ser hecho pedazos entre los primeros; allá dentro del reparo, cuando se rompieron las entradas por los líos y defensas ya declaradas; dicen otros haberse retraído con unos pocos en una torre desierta cerca del real, y que los cartagineses al principio, no pudiendo quebrar las puertas al desquiciarlas a fuerza, las pusieron fuego por el rededor, y quemándolas, mataron dentro cuantos en ella quedaban, y también al capitán general. Como quiera que sea, murió de esta vez Neyo Scipion, según debía morir un caballero muy excelente, siendo pasados veinte y siete días después de la muerte de su hermano, y siete años cumplidos y pocos mes adelante, después de su venida a España. De esta manera tuvieron fin los dos hermanos Neyo Scipion y Publio Cornelio Scipion, sin valerles su saber y disciplina militar y la buena y próspera fortuna que siempre les fue compañera, aunque en la mayor necesidad se les volvió adversa. Esparciéronse los pocos romanos que de aquellos encuentros escaparon por España, sin hallar lugar cierto y seguro donde recogerse, porque como eran tan aborrecidos de los naturales, y los amigos de ellos se eran vueltos al bando cartaginés, era peor el tratamiento que se les hacía de lo que habían padecido en las batallas pasadas, y tantos más murieron en esta huida que en aquellas. El mejor acogimiento que hallaron fue en Tarragona y su comarca, donde quedaba Tito Fonteyo con algunos soldados romanos, el cual, y otro caballero llamado Lucio Marcio los recogieron, conservando las reliquias del pueblo romano esparcido por España, que atónito de lo que había sucedido, no sabía qué consejo tomar: y aquí acaba la historia del diligente historiador y erudítisimo varón Florián de Ocampo, el cual en cinco libros, por orden del emperador Carlos V, de buena memoria, recopila la historia de España, desde el principio del mundo hasta estos tiempos, que ha sido tan acepta y de tanta autoridad, que casi todos los que la han escrito después de él le han seguido, por haber este autor tenido por blanco la verdad; y es tan estimada de todos los varones doctos y sabios, que no sé cuál ha de ser mayor, el sentimiento de que no haya proseguido aquella, o el gusto y contento que tenemos de que el maestro Ambrosio de Morales la haya continuado, pues lo que el primero dejó imperfecto lo hallamos tan cumplido en este segundo autor, que parece que en lo que él ha dicho y hecho, ni poderse más añadir, ni aún los maliciosos que corregir; y así, tomando este autor por guía, y de los otros lo que fuere a nuestro propósito, continuaremos lo que se siguió después de la muerte de los Scipiones, hasta el fin de la obra, según será menester.

sábado, 2 de octubre de 2021

LA CONQUISTA DE MALLORCA. De Lulli. DE LULIO.

LA
CONQUISTA DE MALLORCA.



La
composición que bajo este título ofrecemos al lector, cuyo hallazgo
debemos al diligente anticuario D. Joaquín María Bover, no
constituye por desgracia más que un fragmento. Sea que el autor
dejase truncada o sin concluir la relación de los hechos de la
célebre expedición de Don Jaime I, sea que falten hojas en el
códice de donde la sacó el Sr. Bover; lo cierto es, que en ella
quedan omitidas las principales hazañas que distinguieron aquella
grande empresa del siglo XIII, tan dignamente contada por el mismo
conquistador, por Marsilio, Desclot y otros muchos cronistas
lemosines. Este poema, que tiene por objeto un asunto
verdaderamente épico, empieza con una bella introducción en la que
recuerda el autor su insuficiencia para relatar la renombrada
conquista, echando menos el éstro con que Ovidio cantó los
Fastos, y con que Horacio se elevó en alas de su entusiasmo; o la
energía y entonación de Bertran de Born, príncipe de
los poetas provenzales. Ábrese después el poema, aumentando
la medida de sus versos, con la narración del viaje de la numerosa
armada hacia Mallorca, sujeta a la sazón al poderío de los
mahometanos. Habla de la tormenta que se desencadenara entonces y que
estuvo a punto de destruir las naves expedicionarias; de las
oraciones con que el rey y la hueste imploraban la ayuda de Dios en
tan duro trance; de su feliz arribo a la Palomera; de la entrevista
que tuvo Don Jaime I con el moro Alí que le predice sus triunfos; de
su desembarco; de la deslealtad del caballero Gil de Alagón; del
ardor belicoso del rey y de la batalla en que perecieron los nobles
caudillos Guillén y Ramon de Moncada en el terrible
encuentro de la Porrasa. Aquí queda sin duda alguna truncada
la obra, faltando por consiguiente los detalles de aquel sangriento
combate; la relación de los funerales de los Moncadas en el
campamento, de las palabras que vertiera el rey en aquellos solemnes
instantes, y de las lágrimas que derramó sobre los inanimados
restos de aquellos dos héroes; de la marcha del ejército hacia la
ciudad, de las operaciones del sitio, de la alianza del moro Benabet,
y de tantos y tantos hechos heroicos que en aquella ocasión tuvieron
lugar. Después de tan inmenso vacío, siguen algunas estrofas, con
las cuales termina el poema. Hácese mención del caudillo moro
Infantilla, vencido por los cristianos, pero nada se dice del
asalto general de la ciudad y de la entrada en ella de los sitiadores
hasta clavar el pendón aragonés en las torres del palacio
de la Almudayna.



Mucho
sentimos en verdad la pérdida de tan gran parte de este precioso
monumento, doblemente importante por su interes histórico al par que
literario; monumento desconocido hasta ahora e ignorado de todos
cuantos se han desvivido para restituir a Lulio toda su gloria que en
días de ignorancia y ciega parcialidad se quiso poner en tela de
juicio. ¡Ojalá que las investigaciones que nos proponemos hacer en
honra y prez de nuestra patria, nos diesen algún día por resultado
feliz el hallazgo de todo lo que nos falta de esta antigua y notable
epopeya de los siglos medios.



Duélennos
también las adulteraciones que ha debido sufrir el texto, pues se
hace necesario suponerlas en vista de las palabras oscuras que en él
encontramos, y en presencia de otras, cuyas terminaciones no son propias del siglo en que el poema hubo de ser escrito.
Continuamos la obra tal cual la hemos encontrado; y la creemos de
Lulio porque así lo expresa el título "De Lulli" que
leemos a su frente, y porque hasta en cierto modo nos lo indica su
mismo estilo. No sabemos la fecha en que la escribió, mas la cita de
un autor provenzal y de dos poetas latinos que
observamos en su introducción, nos hace presumir si la escribiría
Lulio antes de su conversión, antes de entregar completamente su
éstro a la poesía mística y a la didáctica, cuando es muy
regular estuviese familiarizado con las epopeyas de la antigüedad y
con las producciones de los trovadores provenzales.



Los
notables rasgos que en este fragmento descubrimos, no nos hacen
posible resistir al deseo de ofrecer a nuestros lectores un ensayo de
traducción que colocamos a la vista del mismo original. No
pretendemos haber atinado en todos los pasajes la verdadera
equivalencia de las palabras; la adulteración y oscuridad que
observamos en algunos vocablos, nos lo han hecho a veces poco menos
que imposible, sin embargo hemos procurado conservar cuanto nos ha
sido dable el verdadero sentido de la frase y hasta la grandiosa
sencillez del original.






DE
LULLI.



LO
CONQUERIMENT DE MAYLORCHA (1).

Si huy xant lo fayt gotjós,
Si
huy, donchs, ay pausament
Per xantar al conquerós
En Jacques,
l‘ hom portentós,
Que mays feu tant en Pelós (2)
Ab
els maures esquarment;

Es perque en l‘ esvesiment
De
Maylorcha, fon trobada,
Sa maravela bassent (3),
Par la má de
Deus scient,
En son laus omnipotent,
Conquerent yla
argentada.

DE LULIO.


LA CONQUISTA DE MALLORCA.



Si
hoy canto con placer la grande empresa; si hoy hallo ocasión para
cantar al rey Don Jaime el Conquistador, al varón portentoso que
siendo terror y escarmiento de los moros, dejó atrás las gloriosas
hazañas de Wifredo el Velloso; (Pelós, Pilós; Joffre,
Wilfred
)



Es
porque con la toma de Mallorca fue encontrada una maravilla;
maravilla que la sabiduría inmensa de Dios y su omnipotente poder,
permitió que se descubriese al conquistarse una isla de plata.







Unitat,
donchs, mant levada;
Trò qu' eu puscha ben xantar,
¿Dariatzme
ben pleguada
D' Abú-Soleyman (4) vessada
L' ira e la
má coretjada
Per en ma pensa escampar?



De
ferre e de sanch parlar,



Placia
a Deus en mon pregon,



En
mon pregon consirar;



Vos
volria eu donar



Els
fayts grans que vá ordonar
N‘ Ovide per tot lo mon.
(Ovidio)







Donchs,
xantar per eu no son



Els
pus grans esvesiments,



Que
xantar pogrés l' enton



De
n‘ Horace e B. De Bon (5)
E d' altre nuyl
compaynon;



Els
fayts eu xantats sovens (6).







Unidad,
que te sientas en el lugar más elevado; para que mi canto sea digno
¿por qué no reúnes en mí la ira tremenda, y el esforzado brazo de
Abu-Soleyman, y haré pensamiento se dilate del uno al otro confín
del mundo?



Pluguiese
a Dios que me fuese dado hablar en estilo digno del estruendo de las
armas y de la sangre que se vierte en los combates; y que
extendiéndome en hondas consideraciones, os pudiese ofrecer una obra
que rivalizara con la de los Fastos con que Ovidio dotó
al orbe.



Mas
ya que no son para mi éstro
las más grandes conquistas del mundo, dignas tan sólo del numen de
Horacio o de Bertrán de Born y tantos otros poetas insignes;
recuerdo en mi canto los hechos siguientes.




I.



Ab
son stòl de navyls pus armats



Ix
a la mar lo Jacques ab desir;



Ab
sos barons, donçeyls e lurs prelats (7)



Qui
brochan mils, qui volen acorrir



A
lur desir mantz benaventurats.







II.







E
cant fó exit lo stòl de mil galeas (8)
Vas en la mar,
feent pònt de sas fustas,
Cell qui los cèls té e 'l trò sens
maleas,



Lança
en lo mon e en nostras ribeas
D' ayre e de fòch e de maleas
muytas (9).







II.







La
nau lavors qui guia a son desir



A
l' alt en Jacq a lur conqueriment,



Cridá
lo stól qui devesit consir:



Mays
ja lo stol nient pòt acorrir (leemos stòl, stòl, stol en pocas líneas)



A
son desir del gran esvesiment.







IV.







Lavors
lo rey endreça a Deus sa pensa,



E
plòrs e plants, ab muyta de tristança:



-
“Senyor! vuylatz acorrir ma partensa
Per vos honrar, com Nabuch
e Faruensa (10);
Datz lum al cèl, datz a la mar bonança."








I.



Inflamado
por el deseo de la conquista, sale el rey Don Jaime a la mar con su
armada compuesta de numerosas naves: acompáñanle sus barones,
donceles y prelados, los mejores guerreros de su tiempo, los cuales
secundan con ardor el bienaventurado deseo de su monarca.




II.



Flotaba
la armada de mil galeras, formando sobre las ondas un puente
de madera, cuando aquel que tiene en el cielo su esplendente trono,
lanzó sobre nuestras riberas y nuestros mares todos los horrores de
los vientos desencadenados, del rayo y de la tempestad.







III.


La
nave que a su placer conduce el esclarecido rey a la gran conquista,
hizo sus señales para reunir la armada que consideraba ya extraviada
y perdida; mas la flota no puede favorecer el gran deseo del rey para
llevar a cabo la atrevida empresa.




IV.



Dirigió
entonces el rey su pensamiento a Dios, y sollozando y vertiendo
lágrimas, dijo con mucha tristeza: - "Señor! dignaos prestarme
vuestro auxilio en este viaje, que emprendí por honra vuestra, así
como protegiste a Nabucodonosor y a Faraon después de
haberlos castigado; restituid la luz al cielo y al mar la calma."







V.







*Senyor!
placiatz qu' es puscha ben complir
Per exalçar la cròtz de
vostre axyll;
Placiatz, Senyor, qu' es faça mon desir,
E que
puscatz de Maylorches ausir '
Als infaels, sens que no spectetz
nuyll (11)." -



VI.







Pausá
lavors de Christ el ganfaró;



Pausa
lavors d' en Jacques la senyera



Lo
gran estòl; trastot sens d' avisó



Perdut
se ha; mays quax perdut, no fó



A
Deus plasent; a Deus qui
d'Aragó



Ubert
tenia de los cèls la quarrera (12).







VII.







Tantost
la mar que devesit havia



Lo
stòl d' en Jacq qui Maylorcha vessaba,



Torná
a son point, e donchs bé tot cell dia



De
Deus el brás tendut pus fòrt tenia;



E
lum e soyl de sus lo cèl envia,



Laus,
no trestura, ja tot lo stól guardava.







VIII.







Dix
en Bonet (13), que guia la gran nau



Que
ab crits e laus a lo Jacques venia:



-
"A Deus ja plach, guardau, Senyor, guardau
El vostre stòl;
e si voletz anau



Sens
triguá nient, virant vers de mitj dia." -







IX.



Cant
viu lo rey lo stòl tant desirats,
Dix ab plòrs muytz, ab muyta
de tristança:



-
“Senyor! lo stòl que vos me havetz tornats



Irá
vers vos a metra sotterrats
Dins los inferns dels maures l'
adunança." -





V.


"Plázcaos
que pueda llevar a feliz término el hecho que emprendí, para
ensalzar la cruz donde espirasteis en el destierro de este mundo.
Plázcaos, Señor, que se cumpla mi deseo, a fin de que no oigáis
más a los infieles de Mallorca sin que nada de ellos podáis
esperar." -



VI.



Entonces
el rey hizo enarbolar en el mástil de su nave el pendón de
Jesu-Christo, y en los bajeles apareció la bandera aragonesa.
Casi toda la armada había estado a punto de perecer, mas no plugo
esto a Dios, que había abierto a las armas de Aragón el
camino de la gloria.







VII.



Las
ondas del mar que enfurecidas habían desbaratado aquel
inmenso escuadrón de naves, recobró su perdida calma. Las cumbres
de la isla aparecían ya a los ojos de los conquistadores: y el brazo
de Dios que durante aquel día tan adverso se había mostrado, hizo
aparecer en el cielo la luz del sol, y la armada toda trocó en
alegría su tristeza.



VIII.



Entonces
el almirante Bonet que guía la nave mayor, con gritos de alegría se
acercó a la galera del rey y le dijo: - "Ya plugo a Dios por
fin! Mirad, señor, mirad otra vez reunida vuestra flota, y si es la
voluntad de mi rey, dirijámonos sin tardanza hacia la parte de
mediodía.” -



IX.



Cuando
el rey vio todas sus naves, que en tanto cuidado le habían tenido,
dijo pesaroso, derramando lágrimas de ternura: - " Señor! la
grande armada que habéis querido restituirme, salva de los horrores
de la tormenta, os prometo que irá por vos a lanzar en las
profundidades del infierno el coaligado poder de los mahometanos."
-




X.




Dementre
en Jacq al cèl sos uyls tenia



E
nuyl repòs, consirant son dampnatje,



En
Nono (14) viu, que vers de eyl venia,



E
dix lavors ah gaug e ab alegria:



-
“Senyor en rey!; Placiatz fer lo viatje!" -







XI.







Alors
d' en Jacq la nau pausá senyera,



E
tot lo stòl son ganfaró pausá;



Bonança
el mar, del cèl la lumanera




pus suau a lo stòl sa quarrera;



Partech
lo stòl, cridant d' esta manera:



-"¡
Assatz, assatz! a maures massacrá!" -







XII.







Pauch
consiron dementre es fá la via,



E
cant lo gaug de tròp lo stòl estava;
En Nono dix, ab sos uyls
vers mitj dia:
- "Senyor en rey! Si 'us plau bé se poria

Auració fer a la dona María.” -
Donchs de Maylorcha lo
menaret vessaba (15).







XIII.



Plach
a lo rey cant en Nono ha parlat;
Pausá senyera d' en Jacques la
gran nau;
Son ganfaró tot lo stòl ha pausat;
Lavors lo rey,
e l' avesque (16), e l' abat (17), (vispe, bisbe, obispo,
episcopus
)
Ab dolent còr sa pensa han endreçat,
E
auració a tot lo stòl fer plau.







XIV.







Lavors
l' avesque ab veu pus tremolosa



Dix
d' Ave maris (18) a la dona est xant;



E
li prelat, e lo rey fervorosa



Auració
dix, xantant ab veu penosa



E
ab devoció suau maraveylosa



De
dona sancta lo Kyrieley xantant.







X.



Y
en tanto que así hablaba el rey, con sus ojos fijos en el cielo,
inquieto por el daño que había sufrido su flota, vio al bajel de
Don Nuño que hacia él se adelantaba, y díjole el esforzado
caudillo con el gozo y la alegría pintados en su semblante: - “Señor
rey! plázcaos seguir adelante en vuestro viaje." -



XI.



Entonces
la nave real hizo seña, a la cual respondieron todos los bajeles,
levantando en alto sus confalones. El mar acabó de serenarse, y la
brillante lumbrera del cielo hacía más agradable el camino que la
flota seguía; y esta continuó su curso gritando todos:
- "Sús!
sús! guerra a muerte a los moros!” - (sus, sús : arriba;
amunt
)



XII.



La
flota se desliza rápidamente sobre las aguas sin que apenas lo
adviertan los guerreros, entregados todos a la alegría. Don Nuño
exclama, fijando sus ojos a la parte de mediodía y distinguiendo los
elevados minaretes de la isla: - "Señor rey! si os place,
pudiéramos dirigir nuestras preces a la virgen María." -



XIII.



Plugo
al rey lo que Don Nuño proponía; la nave real dio aviso por medio
de sus señales, y la flota contestó levantando en alto sus
confalones. Entonces el rey, el obispo y el abad, con ánimo
contrito, dirigieron su pensamiento al cielo y la hueste toda se puso
en oración.



XIV.



Y
el obispo, con voz trémula, entonó el Ave-Maris en honor de
la reina de los cielos, y todos los prelados juntamente con el rey,
puestos en fervorosa oración, cantaron devotamente y con voz triste
el Kirieleyson. (Kyrie eleyson, kirie eleison)




XV.



-
"Senyor en rey! ja poretz desirar,
En Nono dix, cant huy se
puscha fer
Per lo començ, si volets conquerar
De maures
buckrs, donchs ja deixam la mar, (se lee en textos
anteriores leixar, no deixar
)
E de Maylorches lo pòrt poretz
prener.” -







XVI.



Consira
en Jacq cant fer huy se poria:



Dix
a l' avesque, e dix a lo Guastó (19):



-
"Un gualeot si ‘us par eu trametria



Per
aguayt far dementre ix lo dia,



E
per guardar lo lòchs seretz meyló." -







XVII.


- "Si ‘us plau, en rey, l' avesque li respòs,
Pora ‘y
anar den Bonet lo navyll,
Per enquerir lo lòch meyns perylós,

Hont tot lo stòl pendre puscha redós,
E vostras gents
entrar sens gran peryll." -







XVIII.



Plach
a lo rey e dix a n' en Bonets:
- "Alors, alors, ab
vostra nau ixquiu,
E de Maylorches lo point hon bé porets

Cercats sens triguá nient, e tornarets
Per dir si un bon
point prest haurets viu." -



XIX.



-
"Senyor en rey! li dix a sa requesta
L' hom de la mar, cant
bé ensercatz havia,



Pendrer
no 's pòt lòch nient per aquesta
Meytat de l' yla pus brossa e
enquesta (20);
Si ‘us plau, virar poretz vers de mitj dia."
-



XV.



Entonces
D. Nuño exclamó: - "Señor rey! puesto que ya dejamos la mar y
nos es necesario tomar puerto en Mallorca, pensad en lo que debemos
hacer para dar comienzo a nuestra empresa, si os place batallar con
la odiosa horda sarracena.” -



XVI.



Reflexiona
el rey lo que en tal ocasión conviene hacer, y dice al obispo y a D.
Gastón:
- "Si os parece, podríamos enviar un galeote hacia
la costa para explorarla, en tanto que el día amanece, y elegir el
lugar mejor en donde pueda dar fondo nuestra flota." -



XVII.



-
"Si lo tenéis a bien, le respondió el obispo, podría prestar
este servicio la nave del almirante Bonet, el más apto para inquirir
el sitio, en el cual con menos peligro la armada toda pueda
guarecerse, y que ofrezca mayores ventajas para el desembarco de
vuestro ejército." -



XVIII.



Plugo
al rey cuanto propuso el obispo y dijo al almirante Bonet: - "Vamos!
vamos! adelantáos con vuestro bajel y buscad sin tardanza el punto
de la costa mallorquina más apropósito para nuestro objeto, y
volved enseguida a decírnoslo, si habéis conseguido encontrarle."
-







XIX.



Cuando
con su nave el intrépido marino hubo hecho la exploración que se le
había confiado, volvióse a la flota y dijo al rey: - "Señor!
por esta mitad de la isla no es posible tomar puerto, porque la costa
es brava y escarpada. Si os place podremos dirigirnos hacia la parte
de mediodía.” -







XX.



De
los barons ab seny lo stòl viraba,



E
vench lo rey en vers la Palomera (21);



E
cant en Jacq tots sos navyls vesaba,



Las
mans e 'ls uyls lavors al cèl levaba,



E
dix: - "Aydatzme, Deus, en la quarrera." -







XXI.
E vench n' Alí (22) del rey en la galea,
E dix an Jacq ab lo
ginoyl ficat:
- "Cuytatz, senyor, corretz a la ribea,

Vostr‘ es, en rey, cesta yla sens malea:
Ma mayre ho dix,
ma mayre ho ha trobat (23).” -







XXII.



Ab
tant lo rey dix a ceyls dels navils;



-
"Façetz camí cant la nuyt será entrada;



Gardatz
lo lòch hon exir fora mils." -



E
‘nsemps volgren anar a lo perils



En
Nono Sanç e 'n R. De Monchada (24).







XXIII.



E
lurs navyls ab muyt de caylament



Tuyta
la nuyt faéren lur aguayt;



E
cant exí lo jórn vers l' orient,



En
Nono dix: - "Senyor, no tembretz nient!



Dessá
ví lòch hon l' exir fora fayt (25)." -




XXIV.



E
tuyt lo stòl ensemps e sens brugit
En vers lo pòrt la lur
quarrera féu;
Mays li paguá trò ‘l cèl levá lur crit,
E
‘n Jacques dix, coratjós e ardit:



-
"Tòst, companyon! anem en nom de Deu!" -







XX.



Con
acuerdo de los barones y ricos hombres del ejército, la armada
cambió de rumbo, hasta anclar en el lugar llamado la Palomera; y
cuando el rey vio allí reunidas todas sus naves, elevó sus ojos y
sus manos al cielo, exclamando :- "Ayudadme, o Dios, en esta
grande empresa!" -



XXI.



Y
entonces vino el moro Alí en la galera real, y prosternándose de
rodillas ante el rey Don Jaime, exclamó: - "Apresuráos, señor!
corred hacia la ribera! vuestra es esta preciosa isla en donde el mal
nunca se albergó! Así me lo ha dicho mi anciana madre, que escrito
lo encontró en el libro de los destinos." -



XXII.



Mientras
esto acontecía, el rey dijo a los marineros: - "Seguid el
camino tan luego como entre la noche; y observad cual sea el lugar
mejor para nuestro desembarco." -
Y émulos en gloria y
valor D. Nuño Sanz y D. Ramón de Moncada, quisieron lanzarse juntos
al lugar del peligro.



XXIII.



Y
sus naves con mucho silencio y cautela exploraron la costa durante
toda la noche, y estuvieron en acecho, y cuando el albor de la mañana
apareció en el oriente, dijo D. Nuño al rey: - “Señor! nada
temáis: por esta parte encontré lugar donde pudiéramos desembarcar
felizmente." -



XXIV.



Y
la armada entera levó las anclas sin hacer el menor ruido, y se
encaminó hacia el punto designado. Mas los paganos no bien de ello
se hubieron apercibido, cuando levantaron hasta el cielo su gritería:
y entonces el rey Don Jaime dijo, lleno de ardimiento y valor:
-
"Pronto, compañeros! adelante en nombre de Dios!" -




XXV.


E ‘n Nono Sanç, e 'n Pònç (26) e ‘n Cerveyló (27)

Volgren exir en terra deventers;
Et en Guilem (28) de
tot son còr hi fó;
E lo Ramon son frare (29) e lo
Guastó (30), (Guillem, Guillermo y Ramón de Moncada)



E
puis lo rey, barons e cavaylers.







XXVI.




Dementre
en Jacq de lur navyl ixia,



Los
sarrahins ferí lo de Monchada;



E
ab los lurs pus fòrt escometia;



E
'spahordit tuyt li maure fugia;



E
a negun la vida fon lexada (31).







XXVII.



Cant
viu lo rey ja fayta la bataya,



Irat
eyl dix: - "Fortment nos en dolem!



Bataya
's féu, e 's féu sens nos! Malhaya!



¡Ah,
cavaylers! a nos seguir eus playa;



Dels
maures buckrs la sanch veser volem (32).” -







XXVIII.




E
'n son cavayl lo rey bé cavalcant,



Ab
mantz dels lurs entrassen en la terra,



De
çá e lá de son còr massacrant;



Et
enapres ardits, de bò talant,



Vaéren
tuyt li maur sus en la serra (33).




XXIX.



Lavors
lo rey un maure viu armat,



Et
en vers d' eyl ab lança s' endreçava;



E
li dixqué lo rey: - Réntte, malvat!" -



E
'l maur respòs:- "Hanc no me só rendat."



E
un cavayler, de mòrt lo colpejava (34).

XXV.



Obedientes
a esta voz D. Nuño Sanz, D. Ponce Hugo y D. Gerardo de Cervellón
quisieron los primeros saltar en la enemiga tierra, y D. Guillén
de Moncada lo hizo con la mayor decisión y denuedo, y tras él su
hermano D. Ramón con D. Gastón de Bearne, y luego el rey con todo
su séquito de barones y ricos hombres.



XXVI.


Y en tanto que Don Jaime saltaba a tierra, D. Ramón de Moncada
acometió valerosamente al enemigo, y con los bravos soldados de su
mesnada arrolló las contrarias filas. Espantados los moros con el
fuerte empuje, huyeron despavoridos y en desorden, y no hubo
sarraceno que quedase con vida de cuantos estuvieron al alcance de
las armas cristianas.



XXVII.


Cuando el rey hubo puesto pie a tierra y encontró ganado el
primer encuentro, dijo enojado: - "Mucho nos duele! Batalla
travóse sin que nos estuviésemos en ella! Malhaya! ¡Sús,
caballeros! Seguidme, que tengo afán de ver sangre musulmana."
-



XXVIII.



Y
montando Don Jaime a caballo, entróse tierra adentro con varios de
los suyos, persiguiendo a los fugitivos. Peleando a derecha y
siniestra, muchos fueron los enemigos que cayeron bajo el filo de su
espada. Poco después el monarca y los que le seguían vieron con
placer la hueste numerosa de los sarracenos que se había tomado
posición sobre un cerro.



XXIX.



Entonces
distingue el rey a un moro armado de pies a cabeza que hacia él se
dirigía, amenazándole con la punta de su lanza. Al columbrarle el
rey, le dijo: - "Ríndete, malvado! " - Y el sarraceno
respondió: - "Jamás estuve acostumbrado a rendirme!"
-
Y en tanto un caballero del séquito del rey le hirió de muerte.




XXX.



E
cant lo rey pus luny viu en la terra
A Mem-Ladró (35) ab els
maures combatre,
Dix an en Nono: - "Féu aguayt en la serra

Ab n‘ Alagó (36) e n' Arnau Finisterra (37),
Dementr' eu
ixq per III maures abatre." -







XXXI.



Mays
n' Alagó a lo rey descresent,
Ab còlps de mayns nafrá a II
maurs lo càp;
Lavors lo rey a n' Alagó vinent,
Li dixqué:
- "Dònchs ¿no sàp l' ordonament
De bon donçeyl, l'
ordonament no sàp?". -







XXXII.



-
Dix n' Alagó: - "Senyor en rey! sapietz



Qu'
eu som açi per maures massacrá;



Poretz
si ‘us platz si als res ne voletz,



A
mal baró cant vos l' ordonaretz



Maleficar,
e bon donçeyl no irá (38)."


XXXIII.



"Donchs
n' Alagó nient vostre servey,
E ‘ls maures vos massacraretz,
si ‘us platz,
Que donçeyl bon il vostre stòl ferrey
Lurs
guarretjiers, quax n' Alagó porrey." -
E lo rey dix: -
"Anatz, pelós, anatz! (39)" -







XXXIV.



E
‘n vers lo còyl la hòst aná lavòrs (collado; coll)



Firent
li maur, faéntli gran dampnatje;



Entrò
de M. lá sus ne foren mòrs,



E
'spahordits ab critz,
sospirs e plòrs,
Fugiren tuyt en vers de lo boscatje.







XXX.



Y
cuando Don Jaime vio más lejos en el campo a Mem-Ladrón
que combatía con los sarracenos, dijo a D. Nuño: - "Acechad
tras ese collado con Gil de Alagón y Arnaldo de Finisterra, en tanto
que voy a vencer aquellos tres moros que más allá distingo.” -







XXXI.



Mas,
Gil de Alagón, desobedeciendo las órdenes del rey, se precipitó
sobre dos sarracenos, hiriéndoles el rostro con sus puños, y Don
Jaime entonces corriendo hacia
D. Gil, le dijo: - "¡Qué!
¿Acaso no sabe el de Alagón el ordenamiento de buen doncel?" -







XXXII.



Y
D. Gil de Alagón contestó: - "Señor rey! Sabed que aquí vine
para matar infieles. Si es otra vuestra voluntad, podéis reprender
al mal barón cuando os desobedece, pero no ofender de tal modo al
buen doncel."


XXXIII.



"Y
sabed también que Gil de Alagón se separa desde ahora de vuestro
servicio. Sarracenos matareis vos si os place; y donceles hay que
sabrán batir a los guerreros de vuestro ejército, y aun a Gil de
Alagón le será dado hacerlo.” - Y el rey le replicó:
- "Id,
miserable, id enhoramala.” -







XXXIV.



Y
la hueste se dirigió entonces hacia el collado cargando sobre los
moros, y haciéndoles gran destrozo. Muy cerca de mil de los
sarracenos cayeron allí sin vida; y espantados los demás, dando
alaridos, huyeron internándose por la selva.







XXXV.



Lo
rey torná 's a lo camp ab plaer,



E
'nfaylonit Ramon dix ab raysós:



-
"¿E qu' havetz fayt, en rey? ¿voletz perdrer
A vos mateix
e 'l vostre cavayler?
E vos perdut ¿e quí viurá de nos? (40)"
-







XXXVI.







E
no respós lo rey a lo sermó,
E 'n Guilem
dix: - "Gran eximpli 'ns donatz
De bon guerrer, qu' altre
semblant no ‘n fó;
Mas foylament vos havetz fayt en ço;

Pus no ho façatz, en rey, pus no ho façatz! (41)" -







XXXVII.



E
cant la nuyt lo cèl escurahia,



Tuyt
li baró lurs aguaytas pausá;



Dementre
'l xech (42) ab tota l' hòst ixia



De
la ciutat pus bela qu' es vesia;



En
sús de Portupí s‘ apareylá (43).




XXXVIII.







Per
ço qu' el rey saubes la gran noveyla,



Lo
Mem-Ladró trameslí missatger;



L'
alba levá 's e l' hòst levá 's ab eyla;



A
missa el rey tuyt li guerrer apeyla;



E
lavòrs dix l' avesque en Berenguer:







XXXIX.



-
"Anatz, barons! pus per l' honor de Deus



Armada
havetz ab ferre vostra má,
Deus es en vos, e tuyts eus ha per
seus;
¡Ah, bons guerrers! feritz ab còlps pus greus,
N'
haurá lo cèl lo qui de vos morrá (44)."




XXXV.

Y luego el rey volvióse al campo muy satisfecho de la jornada, y
al verle Ramón de Moncada le dijo con razón y enojado: - “¿Qué
hicisteis, señor rey? ¿Os habéis acaso propuesto perderos y
perdernos a todos? Si lanzándoos al peligro sucumbierais, ¿quién
de nosotros escaparía con vida de esta tierra?" -



XXXVI.



Guardó
silencio el rey a estas palabras, y añadió D. Guillén de Moncada:
- "En verdad que nos demostráis ser modelo de caballeros. Sin
duda que ninguno hay tan valiente y esforzado como vos; mas con poco
seso procedéis exponiéndoos así al peligro. No obréis otra vez
así, señor rey, no obréis otra vez así.” -



XXXVII.



Y
cuando la noche empezaba a difundir la sombra por el cielo, todos los
barones pusieron en el campo sus avanzadas; y en tanto el xeque
(jeque; xaíc) de Mallorca salía con toda su hueste de la
capital, que hermosa aparecía en lontananza; y allí sobre los
cerros de Portopí se preparó para dar la gran batalla.



XXXVIII.



Apresuróse
Mem-Ladrón a dar noticia de esto al rey, enviándole desde luego
mensajeros. Entretanto vino la luz del alba y con ella se levantó la
hueste toda. Llama el rey a los guerreros para que asistan al santo
sacrificio de la misa que ordena celebrar; y acabado que fue, dijo el
obispo D. Berenguer:



XXXIX.



-
"Marchad, barones! puesto que vuestra mano ha empuñado las
armas por la honra de Dios, Dios os acompañará en el combate y a
todos os tendrá por suyos. Adelante, paladines! herid con golpes
fuertes y certeros, que alcanzará el cielo el que de vosotros muera
por la fé de Jesu-Cristo." -

LX.







Et
en Guilem e 'n Ramon de Monchada



Ixen
denant abduy ab li templer (45);



E
lá, detrás lo còyl, la vil maynada



Dels
descresents pus tòst fó ben vesada,



E
ab gran brugit faé de son poder (46).







XLI.



Al
sarrahi noent, la deventera
Ben guerretjá lá sús per son
Salvayre (47);
E lá 'n Guilem fení la lur quarrera (48),
E
lo Ramon deffenent lur senyera (49),
Et en Desfar (50), e
n' Huch lo bòn trovayre (51). (dez Far, Dezfar, Desfar)







XLII.



........................................................



(52).



***



De
n' Infantyl (53) lo stòl pos abatut,
Dels maures buckrs víu d'
en Jacques lo ferra
Pauchs environ; a lo Deus ha plascut



Donar
de mayll lo phloch que fóu digut;
E dix lo rey: - "Presem
pus prest la terra! (54)" -



****



E
d' Aragó se víu prest la senyera,
De Mafumet se víu trestot
cremat;
E' n Nono dix ab gaug pus vertadera:



-
"Senyor en rey! acesta es la quarrera
De vostra terra,
presetzla la primera." -
E de Maylorcha rey fó prest cridat
(55).







XL.



Y
en seguida empezó a moverse la vanguardia, que se componía de los
soldados de D. Guillén y D. Ramón de Moncada y de los
templarios; y pronto se distinguió tras el collado a la horda
sarracena, preparada para el combate; y dada la señal, con pavoroso
estrépito se trabó la lid, haciendo cada parte cuanto podía.







XLI.



La
vanguardia hizo experimentar grandes daños al enemigo, porque los
cristianos peleaban con denuedo por la fé de Cristo. Mas allí acabó
peleando D. Guillén de Moncada su gloriosa carrera; allí murió
también D. Ramón de Moncada como un héroe defendiendo su
estandarte, y con ellos el valiente Desfar y Hugo de Mataplana, el
buen trovador
.







XLII.



.............
***


Hallábase
ya derrotado y vencido el ejército de Infantilla, y las armas de la
hueste del rey Don Jaime apenas encontraban ya enemigos que vencer
por aquellos alrededores. Plugo a Dios dar a los infieles el castigo
que merecían, y dijo el valeroso monarca:
- "Entremos en la
ciudad!" -
***



Y
pronto se vio tremolar sobre las torres de sus muros el pabellón aragonés, y reducido a cenizas el de Mahoma: y D. Nuño, con
muestras de verdadero gozo, dijo a Don Jaime:
- "Señor rey!
esta es la puerta de la ciudad que ya os pertenece, tomadla ante
todo, y sed vos el primero que entre por ella.” -
Y en seguida
fue aclamado y victoreado por rey de Mallorca.



***



-
"Alors! alors! dix en Jacques cant víu
De Maylorches la
vila mant dampnada,
A sos prelats e sos barons; porriu
L'
esgard haver (56), dònchs huy bé la teniu
La vila ferma, e
lexatz lo morriu (57);
Dònchs plach a Deus, Maylorqu‘ es
conquerada (58)." -



***



E
lavors lo rey per haver refòrs



De
fatigues greus, de tants maleficis,



Levant
lo dur èlm, despuylant lo còrs,



Levá
tot son ferre e dixqué lavòrs



-
"Honrem a Maylorcha ab molts beneficis (59)." -



***



E
dònchs que lo rey leixant ferramentas



Qu'
a vostron servey havian honrat;



E
dònchs, alt Senyor, las lanças luentas



Leixadas
están, sens plaurs ne lamentas,



Huy
los meus bordons, huy s' han acabat (60).



***



-
"Adelante! adelante! dijo Don Jaime a sus prelados y barones,
cuando vio a la hermosa ciudad llena de escombros, extended vuestras
miradas; y pues tenemos segura la posesión de la capital, podéis
desceñiros el casco, que con el auxilio de Dios, está ya
conquistada la isla de Mallorca." -



***



Y
entonces el rey para descansar de las fatigas de aquel día, y para
reponerse del daño que había experimentado, se quitó el yelmo,
depuso su espada y se desnudó de su armadura. Y luego exclamó: -
"Honremos a Mallorca, colmándola de beneficios." -



***



Y
ya que el rey, ó Dios mío, ha dejado las armas que con tanto
esfuerzo ha empleado en honra y servicio vuestro; ya que las afiladas
lanzas están descansando sin que arranquen a los combatientes
lágrimas ni lamentos, razón es que suspenda mis versos y dé fin a
mi canto.






Nos Don Iavmes por la gta (gratia, gracia) de dius, (dios) rey daragon "et" (símbolo que parece un 7) de mauiorgas (no leo exacto lo que pone, Mallorcas) et de ualentia (parece ualen+letra pi+a), conte de barçalona et de urgel et seynnor de montperler, Montpellier....  (Montis Pesulani)