Aquel criadero de incomparable poesía, aquel palacio encantado de la imaginación, aquella palestra de las pasiones más sublimes, aquel paraíso del pensamiento nacional que, galeote sin ventura de todas tiranías, allí sólo encontraba refugio deleitable, aquel teatro español, de veneranda y gloriosísima memoria, es hoy vergüenza de propios y menosprecio de extraños. Una turba bullidora de inteligencias ruines hormiguea allí en donde ingenios peregrinos, convirtiendo la quinta esencia de sus espíritus en rimas puras como el oro y musicales como la plata, despertaban con ellas el sonoro corazón de las muchedumbres. Lo que más caracteriza a esos jornaleros a destajo que, salvas poquísimas excepciones, señorean la escena patria es, amén de su fecundidad verdaderamente milagrosa, lo débil, enfermizo y miserable de su numen. No busquéis en sus raquíticos engendros un sólo átomo de vitalidad sana; todos nacen éticos. Por esto, lejos de recibir con desvío producciones como La Espada y el laúd que, si de algo pecan es de exceso de fuerza y plétora de vida, hoy más que nunca deberían acogerse con gratitud señalada. Si algún lunar tiene esta obra inspiradísima, hijo es de un verdadero genio dramático; y valen más los extravíos del genio que los aciertos casuales de la necedad.
El Sr. Palou acostumbra dar sus reñidas batallas de pasiones y sentimientos dentro de un espacio muy angosto, y en él guerrean con encarnizado empuje, sin que apenas sufra menoscabo la destreza de las maniobras, ni amaine un punto la serenidad del que las dirige, ni el ardoroso brío de los contendientes haga degenerar el combate en confusa y desordenada pelea. Sin embargo, a ser más autorizada nuestra voz, aconsejaríamos al Sr. Palou que procurase ensanchar algo el ceñido círculo en donde luchan los afectos y pasiones de sus dramas, disminuir el número de los combatientes y no efectuar las operaciones con tan vertiginosa rapidez. Sus luchas dramáticas tienen espectadores y pueden estos no ver tan claro desde fuera del palenque como el autor desde dentro; y por lo mismo, no tributar completa justicia a su portentosa habilidad.
De lo que llevamos dicho, implícitamente se deduce que, en nuestro humilde sentir, lo que más enaltece los dramas del Sr. Palou es su valor psicológico. El de La Espada y el laúd es a todas luces acendrado. Para justipreciarlo debidamente basta fijar la atención en los caracteres principales que descuellan en el drama que nos ocupa.
AUSIAS MARCH... (Ausiàs March, poeta valenciano, en lengua valenciana) Verdadera encarnación de la poesía contemplativa enguirnaldada con la celeste aureola de un amor puro y extático, es una figura arrancada de los versos mismos de aquel gran poeta provenzal. Su alma es toda profundo lirismo y reconcentrada pasión. En carecer de carácter exteriormente activo consiste y debe consistir su carácter, pues su actividad es eminentemente interna. De esta clase de levantados espíritus pudiéramos decir, a perdonársenos lo técnico de la frase en gracia de su actitud, que su fuerza centrífuga es insignificante, y poderosa, por lo contrario, su fuerza centrípeda. Si alguna vez, menos por motivos de utilidad práctica propia o ajena que a impulso de móviles puramente abstractos, toman parte en los acontecimientos del mundo exterior, suelen hacerlo de una manera brusca o distraída y floja. Viven como anacoretas en el silencioso retraimiento de la meditación o en el oasis regalado de la fantasía:
y sólo penosamente salen de estas regiones intelectuales. He aquí por qué el Sr. Palou ha dado a su protagonista cierto carácter relativamente pasivo, he aquí por qué la hazaña que realiza es tan maravillosa como instantánea; he aquí por qué guarda en la acción cierto aire, digámoslo así, desorientado que es su mayor y más artística belleza. Para él, su adorada Teresa no es simplemente un dechado de hermosura y un ángel de pureza, es el imán de su imaginación acalorada, el astro radiante del cual su alma es girasol. El ultraje sangriento hecho por Don Martín a su honor y a sus blasones, a trechos, a ráfagas encienden su ira, pero no logran desquiciar su corazón del arrobamiento lírico y amoroso que le avasalla. Finalmente: cuando su hermana Beatriz le enseña súbito al villano raptor de su honra, Ausias sediento de venganza y próximo a lanzarse sobre su presa, se detiene de pronto y exclama en son de reconvenirse a sí mismo:
¡Ay! ¡ídolo mío!... ¡ya me olvidaba de ti!
¡Triunfo del amor absorbente del poeta que arrastra todas sus potencias espirituales al centro de su alma, alcanzado a costa de otro sentimiento expansivo y diametralmente contrario! ¡Rasgo magistral, pincelada profunda que pone en claro de repente el carácter del poeta enamorado!
TERESA... Pocas veces hemos admirado en la escena una personificación tan sublime del amor femenino. Teresa ama con su cerebro, con su corazón, con sus nervios, con todo su ser. Ama como amarán las mujeres el día que Dios se digne realizar en su alma algunas mejoras urgentes. La gloria del trovador y los hechos hazañosos del soldado cautivan la parte poética y fantaseadora de su espíritu; la gratitud, por haber salvado la vida a su hermano y a ella, acendran su irresistible simpatía; súbela de punto la férrea voluntad de su padre, que la obliga a casarse con un ambicioso de aviesos y vulgares instintos. Su amor recorre toda la escala cromática de la pasión, delicada y fuerte a un tiempo, hasta estallar en el do de pecho del último acto. Nace en el cielo de su alma, un amoroso afecto, cual nubecilla atornasolada y leve: poco a poco se espesa y aploma; la surcan a ratos ráfagas de pasión incandescente, conviértese por fin en una tempestad. Después que Rebolledo ha explicado a Don Martín el horroroso peligro que acaba de correr su hija, y del cual bizarramente ha triunfado el heroico esfuerzo de Ausias March, dice:
(Bajo después de mirar con recelo y aversión a Martín.)
¿Me amáis? Con este rasgo profundamente delicado indica Teresa su afecto por Ausias, su odio al capitán, y toma el pulso al corazón de su padre para calcular los grados de resistencia que podrá oponer su cariño paternal al que ella siente por el poeta guerrero. Si en tan tremenda lucha queda vencida, no por esto llevará al odiado verdugo de su dicha ni un pensamiento criminal. La fortaleza de su virtud le inspira los siguientes versos: «Que la que noble ha nacido
y por fiel y honesta pasa,
no ha de llevar cuando casa,
una lágrima al marido.»
Aquel maravilloso instinto que crece y se desarrolla al abrigo de toda pasión, hace adivinar a Teresa, que para el apetecido vencimiento necesita auxiliares. Empieza por conquistarse las simpatías de Beatriz, aun antes de saber que era la hermana de su amado. Pero si nadie la ayuda, si las armas con que su ingenio cuenta son inservibles, armado está su corazón, hercúleo es su brío: luchará sola. Violante le dice:
“Nadie en tu apoyo hallarás.” Y ella contesta:
“¿Sí? pues mira, eso bastara
para que yo más le amara... si pudiera amarle más.” Así procede la pasión en hidalgos pechos. ¿Queréis amilanar a los ruines? Dejadles solos en el combate. ¿Queréis envalentonar a los esforzados? Negadles todo auxilio.
El tercer acto de La Espada y el laúd es un volcán, las pasiones del drama rebientan en tremendas erupciones. La de Teresa ruge, truena, estalla. Sabe Rebolledo, ya convertido a la religión apasionada de su hija, ya enemigo de Don Martín, que éste prepara, junto con Garcés, una emboscada para asesinar a Ausias apenas salga de la cárcel, en la cual una orden del rey le tiene preso; sabe también que Violante y Teresa para esquivar la indignación formidable del monarca, han ido a romper sus prisiones. ¡Trance cruel! Vuela a impedir la catástrofe amenazadora.
REBOLL. (Va a la puerta y exclama): ¡Maldición!...
¡Abierta! ¡Instante cruel!
Si es cierto lo que ha contado
Doña Beatriz, y han librado
a Ausias March... ¡Mísero de él!...
Le asesina ese traidor...
Aún le puedo yo salvar.
Vamos antes a mirar
si aún está preso.
Teresa y Violante acechan entre la sombra a este bulto que la oscuridad no les permite reconocer. Primero le creen enviado del rey para impedir la fuga de Ausias.
Después un pensamiento desvariado, aunque compatible con la violenta zozobra que las enloquece, las hace sospechar que es el rey en persona. Una idea se les ocurre de golpe, una idea esencialmente propia de dos mujeres, unidas por el lazo de fuego de una común exaltación: encerrar al hombre de cuya repentina llegada a la cárcel auguran las más terribles consecuencias para el objeto de sus cuidados. Con dos pinceladas centelleantes rasguea el autor la situación moral de Teresa.
PRIMERA.
VIOL. (Aplicando el oído a la puerta.) Este hombre ya baja.
TERESA. Es ley. que espere hasta que mi amante trasponga el Ebro, Violante.
VIOL. ¡Si es el rey! TERESA. ¡Que espere el rey!
SEGUNDA.
REBOLL. (Dentro, con voz de trueno, empujando la puerta): ¡Abran!
TERESA. ¡Padre!
REBOLL. ¡Que asesinan
a Ausias March!
Ter. y Viol. (Alteradas): ¡Jesús! REBOLL. Abrid. TERESA. (Pidiendo a Violante la llave, que ella misma estrecha convulsivamente en su mano): ¡La llave, la llave!
¡Si esto no es unir la más exquisita naturalidad con la mayor violencia de la pasión, confesamos paladinamente que desconocemos las leyes más rudimentarias del corazón humano! Si un amor tan magistralmente dramático no merece los aplausos de la prensa y del público, peor para el público y peor para la prensa.
BEATRIZ... Nada exaspera tanto a los corazones leales como una torpe y
cobarde villanía: por esto la culebra de un odio mortal se enrosca en el de Beatriz, apenas se ve infamemente abandonada por el ladrón de su honra. La madre de Beatriz baja al sepulcro anonadada bajo el peso de tan atroz desventura: esto acaba de enconar su herida, y presta cierto sello sagrado a sus propósitos de venganza. Toda la sustancia de su alma se hace odio odio egoísta, odio sin tregua, sin descanso, sin cuartel. El valor de su hermano, el amor de Teresa, son para ella dos dagas de acerada punta. En Ausias y en su amada sólo mira dos poderosos instrumentos de su vengadora misión. No será ella quien pordiosee la mano de su enemigo para satisfacer las sandias exigencias de una sociedad cuyo voto desdeña. Quédense estas miserables transacciones que el mundo apadrina para las mujeres al uso cuya rastrera virtud sólo es en el fondo miedo del qué dirán. Beatriz ha salido del claustro, en donde con fingido nombre moraba, para lavar la mancha de su honor con la sangre vil del que se lo ha robado; una vez satisfecho su anhelo, al claustro volverá. Así sale de su cueva solitaria la ensañada leona en busca del que la arrebató a sus cachorros, le encuentra, le acomete, se embriaga con su sangre, y rugiendo de terrible júbilo, entra otra vez en su guarida.
REBOLLEDO. Hay en él dos hombres en uno: el hombre de dos limpios pensamientos, de noble, alto y vigoroso sentir, y el hombre de preocupaciones aristocráticas, amigo de sus blasones y ganoso de acrecentar el lustre y poderío de su casa. El primero aboga entusiasta por Ausias March, y con el fuego de la más entrañable convicción, pondera su heroísmo y la gloria poética que en los torneos del gay saber alcanzará. Mima el otro su orgullo y encarece los medros que a sus timbres y a su fortuna acarreará el casamiento de su hija con Don Martín que un fatal compromiso abona, y la voluntad de un rey terrible ordena. Estos dos hombres luchan y forcejean a brazo partido en la arena calcinada de su espíritu, ora uno, ora otro miden el suelo hasta que el hombre natural vence al artificial, y triunfa de la nobleza de blasón la del alma. Toda la del valeroso anciano brilla en los siguientes versos: “Oíd, y Dios es testigo de que estoy acostumbrado a sentir, como soldado, mucho más de lo que digo.” Y centellea en estos otros que profiere rabioso al temer que Don Martín y Garcés haya tenido la alevosía de asesinar a Ausias: REBOLL. “La impunidad se prometen... (A Teresa que quiere irse por la derecha.) ¡Quieta! - Si el crimen cometen... ¡Canas mías!... (Saca la espada y dice con desvarío.) ¡Hierro mío, que la misma edad contáis, de mi vida honradas huellas... maldición en ti... y en ellas... si en su sangre no os bañáis!” Así se expresa el héroe canoso, en quien la nieve de los años no ha enfriado la bravura del corazón! DON MARTÍN... Carácter crónicamente vulgar amasado con el cieno de un libertinaje sin imaginación y de una vanidad desenfrenada. Por capricho sedujo a Beatriz; por haber mejorado de fortuna la abandonó; por ambición y codicia desea enlazarse con Teresa. Así son y han sido y serán todos estos tenorios en calderilla que la putrefacción social engendra, que las mujeres miman, que la impunidad envalentona, que el mundo premia con los resplandores de un prestigio tan majadero como infame. Dos acciones hay en La espada y el laúd, pero que convergen a un foco común. Forman dos círculos concéntricos, de los cuales el amor de Teresa es el círculo máximo, la venganza de Beatriz el círculo mínimo, y Ausias March el centro. Los demás personajes son otros tantos radios. Por lo mismo es indudable que Ausias March es el verdadero protagonista del drama mencionado, aunque conserve en la acción el carácter exteriormente inactivo de que hemos hablado antes. Enumerar los bellísimos pormenores de fondo y forma que lo avaloran, sería tarea por demás prolija. El ligero análisis que de sus admirables caracteres acabamos de hacer, basta para señalar dicha producción como joya de muchos quilates, que una conjuración de circunstancias desgraciadas no ha permitido al público ni a la prensa de Madrid apreciar debidamente. ___
OBS. sust. c. Necesidad, utilidad, ayuda, apoyo. - M‘ es obs molt vos pregar: tengo necesidad de rogaros mucho. (hacer falta)
OBTAT. sust. c. Elección, opción.
OBTENER. v. modo inf. Obtener. (obtindre)
OBTINAT. part. pas. de "obtinar”. Obstinado. (obstinat)
OC. adv. Sí. (ver HOC)
OCCIÓS, OCCIOSA. adj. Ocioso, ociosa.
OCCIURENLI. v. Matáronle. (le mataron)
OCIAR. v. modo inf. Estar ocioso.
OCIÓS. adj. Ocioso.
OCIOSITAT. sust. c. Ociosidad.
OCITAT. part. pas. de "occiure". Muerto. (asesinado)
OCIURE. v. modo inf. Matar. (asesinar)
ODIBILITAT. sust. c. Odiosidad.
ODOR. sust. c. Olor, aroma.
ODORAMENT. sust. c. El acto de oler.
ODORAR. V. modo inf. Oler.
OENS. part. a. De "oír". pl. Oyentes.
OFFÉS. part. pas. de “offendrer”. Ofendido.
OFFICI. sust. c. Oficio.
OHIDAS. par. pas. de “ohir". term. fem. pl. Oídas.
OIT. part. pas. de "oir". Oído, escuchado. (oir entre comillas no lleva tilde en el original) O ‘L. O el. (o lo) OLENT, OLENTA. adj. Oloroso, olorosa. - Mal olent: hediendo, fétido. (maloliente, apestoso)
OLTRA. adv. Más allá, ultra. (Mónica Oltra es el non plus ultra de la estupidez política)
OLTREJAT. part. pas. de "oltrejar". Otorgado, acordado, dado, permitido, concedido.
O ‘M. O me. (o em)
OMNIPOTEN. adj. Omnipotente. (omnipotent)
ON. V. HON.
ON. adv. Donde.
O ‘N. O (de ello). - O ‘n fassa satisfacció: o haga de ello satisfacción.
ONGENT, sust. c. Ungüento. (enguent, onguent, engüent, ungüent)
ONT. adv. Donde, en donde.
OPERAMENT. sust. c. El acto de operar, operación.
OPPINIO, sust. c. Opinión.
OPROBIS, sust. c. pl. Oprobios. ÓPS. V. OBS. OR. sust. c. Oro. (aur) ORAR. v. modo inf. Orar, rogar. ORAMENT. sust. c. Oración, el acto de orar. ÓRDE. sust. c. orden. L' orde: el orden.
ORDENACIÓ. sust. c. Orden, ordenación.
ORDENADAMENT. adv. Ordenadamente, con orden.
ORDENADOR. sust. c. Ordenador, el que ordena.
ORDENAMENT. sust. c. Ordenamiento, orden. ORDENAR. v. modo inf. Ordenar.
ORDENAT, ORDENADA. part. pas. de “ordenar”. Ordenado, ordenada.
ORDENATS. v. Ordenad, ordenáis.
ORDINACIÓ. sust. c. Ordinación.(ordenación)
ORDONAMENT. V. ORDENAMENT.
ORDONAR. V. ORDENAR.
ORDONARETZ. v. Ordenareis. ORDONAT, ORDONADA. V. ORDENAT. (ORDENADA) ÓRDRE. sust. c. Orden.
La composición que bajo este título ofrecemos al lector, cuyo hallazgo debemos al diligente anticuario D. Joaquín María Bover, no constituye por desgracia más que un fragmento. Sea que el autor dejase truncada o sin concluir la relación de los hechos de la célebre expedición de Don Jaime I, sea que falten hojas en el códice de donde la sacó el Sr. Bover; lo cierto es, que en ella quedan omitidas las principales hazañas que distinguieron aquella grande empresa del siglo XIII, tan dignamente contada por el mismo conquistador, por Marsilio, Desclot y otros muchos cronistas lemosines. Este poema, que tiene por objeto un asunto verdaderamente épico, empieza con una bella introducción en la que recuerda el autor su insuficiencia para relatar la renombrada conquista, echando menos el éstro con que Ovidio cantó los Fastos, y con que Horacio se elevó en alas de su entusiasmo; o la energía y entonación de Bertran de Born, príncipe de los poetas provenzales. Ábrese después el poema, aumentando la medida de sus versos, con la narración del viaje de la numerosa armada hacia Mallorca, sujeta a la sazón al poderío de los mahometanos. Habla de la tormenta que se desencadenara entonces y que estuvo a punto de destruir las naves expedicionarias; de las oraciones con que el rey y la hueste imploraban la ayuda de Dios en tan duro trance; de su feliz arribo a la Palomera; de la entrevista que tuvo Don Jaime I con el moro Alí que le predice sus triunfos; de su desembarco; de la deslealtad del caballero Gil de Alagón; del ardor belicoso del rey y de la batalla en que perecieron los nobles caudillos Guillén y Ramon de Moncada en el terrible encuentro de la Porrasa. Aquí queda sin duda alguna truncada la obra, faltando por consiguiente los detalles de aquel sangriento combate; la relación de los funerales de los Moncadas en el campamento, de las palabras que vertiera el rey en aquellos solemnes instantes, y de las lágrimas que derramó sobre los inanimados restos de aquellos dos héroes; de la marcha del ejército hacia la ciudad, de las operaciones del sitio, de la alianza del moro Benabet, y de tantos y tantos hechos heroicos que en aquella ocasión tuvieron lugar. Después de tan inmenso vacío, siguen algunas estrofas, con las cuales termina el poema. Hácese mención del caudillo moro Infantilla, vencido por los cristianos, pero nada se dice del asalto general de la ciudad y de la entrada en ella de los sitiadores hasta clavar el pendón aragonés en las torres del palacio de la Almudayna.
Mucho sentimos en verdad la pérdida de tan gran parte de este precioso monumento, doblemente importante por su interes histórico al par que literario; monumento desconocido hasta ahora e ignorado de todos cuantos se han desvivido para restituir a Lulio toda su gloria que en días de ignorancia y ciega parcialidad se quiso poner en tela de juicio. ¡Ojalá que las investigaciones que nos proponemos hacer en honra y prez de nuestra patria, nos diesen algún día por resultado feliz el hallazgo de todo lo que nos falta de esta antigua y notable epopeya de los siglos medios.
Duélennos también las adulteraciones que ha debido sufrir el texto, pues se hace necesario suponerlas en vista de las palabras oscuras que en él encontramos, y en presencia de otras, cuyas terminaciones no son propias del siglo en que el poema hubo de ser escrito. Continuamos la obra tal cual la hemos encontrado; y la creemos de Lulio porque así lo expresa el título "De Lulli" que leemos a su frente, y porque hasta en cierto modo nos lo indica su mismo estilo. No sabemos la fecha en que la escribió, mas la cita de un autor provenzal y de dos poetas latinos que observamos en su introducción, nos hace presumir si la escribiría Lulio antes de su conversión, antes de entregar completamente su éstro a la poesía mística y a la didáctica, cuando es muy regular estuviese familiarizado con las epopeyas de la antigüedad y con las producciones de los trovadores provenzales.
Los notables rasgos que en este fragmento descubrimos, no nos hacen posible resistir al deseo de ofrecer a nuestros lectores un ensayo de traducción que colocamos a la vista del mismo original. No pretendemos haber atinado en todos los pasajes la verdadera equivalencia de las palabras; la adulteración y oscuridad que observamos en algunos vocablos, nos lo han hecho a veces poco menos que imposible, sin embargo hemos procurado conservar cuanto nos ha sido dable el verdadero sentido de la frase y hasta la grandiosa sencillez del original.
DE LULLI.
LO CONQUERIMENT DE MAYLORCHA (1).
Si huy xant lo fayt gotjós, Si huy, donchs, ay pausament Per xantar al conquerós En Jacques, l‘ hom portentós, Que mays feu tant en Pelós (2) Ab els mauresesquarment;
Es perque en l‘ esvesiment De Maylorcha, fon trobada, Sa maravela bassent (3), Par la má de Deus scient, En son laus omnipotent, Conquerent yla argentada.
DE LULIO.
LA CONQUISTA DE MALLORCA.
Si hoy canto con placer la grande empresa; si hoy hallo ocasión para cantar al rey Don Jaime el Conquistador, al varón portentoso que siendo terror y escarmiento de los moros, dejó atrás las gloriosas hazañas de Wifredo el Velloso; (Pelós, Pilós; Joffre, Wilfred)
Es porque con la toma de Mallorca fue encontrada una maravilla; maravilla que la sabiduría inmensa de Dios y su omnipotente poder, permitió que se descubriese al conquistarse una isla de plata.
Unitat, donchs, mant levada; Trò qu' eu puscha ben xantar, ¿Dariatzme ben pleguada D' Abú-Soleyman (4) vessada L' ira e la má coretjada Per en ma pensa escampar?
De ferre e de sanch parlar,
Placia a Deus en mon pregon,
En mon pregon consirar;
Vos volria eu donar
Els fayts grans que vá ordonar N‘ Ovide per tot lo mon. (Ovidio)
Unidad, que te sientas en el lugar más elevado; para que mi canto sea digno ¿por qué no reúnes en mí la ira tremenda, y el esforzado brazo de Abu-Soleyman, y haré pensamiento se dilate del uno al otro confín del mundo?
Pluguiese a Dios que me fuese dado hablar en estilo digno del estruendo de las armas y de la sangre que se vierte en los combates; y que extendiéndome en hondas consideraciones, os pudiese ofrecer una obra que rivalizara con la de los Fastos con que Ovidio dotó al orbe.
Mas ya que no son para mi éstro las más grandes conquistas del mundo, dignas tan sólo del numen de Horacio o de Bertrán de Born y tantos otros poetas insignes; recuerdo en mi canto los hechos siguientes.
Mays ja lo stol nient pòt acorrir (leemos stòl, stòl, stol en pocas líneas)
A son desir del gran esvesiment.
IV.
Lavors lo rey endreça a Deus sa pensa,
E plòrs e plants, ab muyta de tristança:
- “Senyor! vuylatz acorrir ma partensa Per vos honrar, com Nabuch e Faruensa (10); Datz lum al cèl, datz a la mar bonança."
I.
Inflamado por el deseo de la conquista, sale el rey Don Jaime a la mar con su armada compuesta de numerosas naves: acompáñanle sus barones, donceles y prelados, los mejores guerreros de su tiempo, los cuales secundan con ardor el bienaventurado deseo de su monarca.
II.
Flotaba la armada de mil galeras, formando sobre las ondas un puente de madera, cuando aquel que tiene en el cielo su esplendente trono, lanzó sobre nuestras riberas y nuestros mares todos los horrores de los vientos desencadenados, del rayo y de la tempestad.
III.
La nave que a su placer conduce el esclarecido rey a la gran conquista, hizo sus señales para reunir la armada que consideraba ya extraviada y perdida; mas la flota no puede favorecer el gran deseo del rey para llevar a cabo la atrevida empresa.
IV.
Dirigió entonces el rey su pensamiento a Dios, y sollozando y vertiendo lágrimas, dijo con mucha tristeza: - "Señor! dignaos prestarme vuestro auxilio en este viaje, que emprendí por honra vuestra, así como protegiste a Nabucodonosor y a Faraon después de haberlos castigado; restituid la luz al cielo y al mar la calma."
V.
*Senyor! placiatz qu' es puscha ben complir Per exalçar la cròtz de vostre axyll; Placiatz, Senyor, qu' es faça mon desir, E que puscatz de Maylorches ausir ' Als infaels, sens que no spectetz nuyll (11)." -
- "A Deus ja plach, guardau, Senyor, guardau El vostre stòl; e si voletz anau
Sens triguá nient, virant vers de mitj dia." -
IX.
Cant viu lo rey lo stòl tant desirats, Dix ab plòrs muytz, ab muyta de tristança:
- “Senyor! lo stòl que vos me havetz tornats
Irá vers vos a metra sotterrats Dins los inferns dels maures l' adunança." -
V.
"Plázcaos que pueda llevar a feliz término el hecho que emprendí, para ensalzar la cruz donde espirasteis en el destierro de este mundo. Plázcaos, Señor, que se cumpla mi deseo, a fin de que no oigáis más a los infieles de Mallorca sin que nada de ellos podáis esperar." -
VI.
Entonces el rey hizo enarbolar en el mástil de su nave el pendón de Jesu-Christo, y en los bajeles apareció la bandera aragonesa. Casi toda la armada había estado a punto de perecer, mas no plugo esto a Dios, que había abierto a las armas de Aragón el camino de la gloria.
VII.
Las ondas del mar que enfurecidas habían desbaratado aquel inmenso escuadrón de naves, recobró su perdida calma. Las cumbres de la isla aparecían ya a los ojos de los conquistadores: y el brazo de Dios que durante aquel día tan adverso se había mostrado, hizo aparecer en el cielo la luz del sol, y la armada toda trocó en alegría su tristeza.
VIII.
Entonces el almirante Bonet que guía la nave mayor, con gritos de alegría se acercó a la galera del rey y le dijo: - "Ya plugo a Dios por fin! Mirad, señor, mirad otra vez reunida vuestra flota, y si es la voluntad de mi rey, dirijámonos sin tardanza hacia la parte de mediodía.” -
IX.
Cuando el rey vio todas sus naves, que en tanto cuidado le habían tenido, dijo pesaroso, derramando lágrimas de ternura: - " Señor! la grande armada que habéis querido restituirme, salva de los horrores de la tormenta, os prometo que irá por vos a lanzar en las profundidades del infierno el coaligado poder de los mahometanos." -
E cant lo gaug de tròp lo stòl estava; En Nono dix, ab sos uyls vers mitj dia: - "Senyor en rey! Si 'us plau bé se poria
Auració fer a la dona María.” - Donchs de Maylorcha lo menaret vessaba (15).
XIII.
Plach a lo rey cant en Nono ha parlat; Pausá senyera d' en Jacques la gran nau; Son ganfaró tot lo stòl ha pausat; Lavors lo rey, e l' avesque (16), e l' abat (17), (vispe, bisbe, obispo, episcopus) Ab dolent còr sa pensa han endreçat, E auració a tot lo stòl fer plau.
Y en tanto que así hablaba el rey, con sus ojos fijos en el cielo, inquieto por el daño que había sufrido su flota, vio al bajel de Don Nuño que hacia él se adelantaba, y díjole el esforzado caudillo con el gozo y la alegría pintados en su semblante: - “Señor rey! plázcaos seguir adelante en vuestro viaje." -
XI.
Entonces la nave real hizo seña, a la cual respondieron todos los bajeles, levantando en alto sus confalones. El mar acabó de serenarse, y la brillante lumbrera del cielo hacía más agradable el camino que la flota seguía; y esta continuó su curso gritando todos: - "Sús! sús! guerra a muerte a los moros!” - (sus, sús : arriba; amunt)
XII.
La flota se desliza rápidamente sobre las aguas sin que apenas lo adviertan los guerreros, entregados todos a la alegría. Don Nuño exclama, fijando sus ojos a la parte de mediodía y distinguiendo los elevados minaretes de la isla: - "Señor rey! si os place, pudiéramos dirigir nuestras preces a la virgen María." -
XIII.
Plugo al rey lo que Don Nuño proponía; la nave real dio aviso por medio de sus señales, y la flota contestó levantando en alto sus confalones. Entonces el rey, el obispo y el abad, con ánimo contrito, dirigieron su pensamiento al cielo y la hueste toda se puso en oración.
XIV.
Y el obispo, con voz trémula, entonó el Ave-Maris en honor de la reina de los cielos, y todos los prelados juntamente con el rey, puestos en fervorosa oración, cantaron devotamente y con voz triste el Kirieleyson. (Kyrieeleyson, kirieeleison)
XV.
- "Senyor en rey! ja poretz desirar, En Nono dix, cant huy se puscha fer Per lo començ, si volets conquerar De maures buckrs, donchs ja deixam la mar, (se lee en textos anteriores leixar, no deixar) E de Maylorches lo pòrt poretz prener.” -
XVI.
Consira en Jacq cant fer huy se poria:
Dix a l' avesque, e dix a lo Guastó (19):
- "Un gualeot si ‘us par eu trametria
Per aguayt far dementre ix lo dia,
E per guardar lo lòchs seretz meyló." -
XVII.
- "Si ‘us plau, en rey, l' avesque li respòs, Pora ‘y anar den Bonet lo navyll, Per enquerir lo lòch meyns perylós,
Hont tot lo stòl pendre puscha redós, E vostras gents entrar sens gran peryll." -
XVIII.
Plach a lo rey e dix a n' en Bonets: - "Alors, alors, ab vostra nau ixquiu, E de Maylorches lo point hon bé porets
Cercats sens triguá nient, e tornarets Per dir si un bon point prest haurets viu." -
XIX.
- "Senyor en rey! li dix a sa requesta L' hom de la mar, cant bé ensercatz havia,
Pendrer no 's pòt lòch nient per aquesta Meytat de l' yla pus brossa e enquesta (20); Si ‘us plau, virar poretz vers de mitj dia." -
XV.
Entonces D. Nuño exclamó: - "Señor rey! puesto que ya dejamos la mar y nos es necesario tomar puerto en Mallorca, pensad en lo que debemos hacer para dar comienzo a nuestra empresa, si os place batallar con la odiosa horda sarracena.” -
XVI.
Reflexiona el rey lo que en tal ocasión conviene hacer, y dice al obispo y a D. Gastón: - "Si os parece, podríamos enviar un galeote hacia la costa para explorarla, en tanto que el día amanece, y elegir el lugar mejor en donde pueda dar fondo nuestra flota." -
XVII.
- "Si lo tenéis a bien, le respondió el obispo, podría prestar este servicio la nave del almirante Bonet, el más apto para inquirir el sitio, en el cual con menos peligro la armada toda pueda guarecerse, y que ofrezca mayores ventajas para el desembarco de vuestro ejército." -
XVIII.
Plugo al rey cuanto propuso el obispo y dijo al almirante Bonet: - "Vamos! vamos! adelantáos con vuestro bajel y buscad sin tardanza el punto de la costa mallorquina más apropósito para nuestro objeto, y volved enseguida a decírnoslo, si habéis conseguido encontrarle." -
XIX.
Cuando con su nave el intrépido marino hubo hecho la exploración que se le había confiado, volvióse a la flota y dijo al rey: - "Señor! por esta mitad de la isla no es posible tomar puerto, porque la costa es brava y escarpada. Si os place podremos dirigirnos hacia la parte de mediodía.” -
XX.
De los barons ab seny lo stòl viraba,
E vench lo rey en vers la Palomera (21);
E cant en Jacq tots sos navyls vesaba,
Las mans e 'ls uyls lavors al cèl levaba,
E dix: - "Aydatzme, Deus, en la quarrera." -
XXI. E vench n' Alí (22) del rey en la galea, E dix an Jacq ab lo ginoyl ficat: - "Cuytatz, senyor, corretz a la ribea,
Vostr‘ es, en rey, cesta yla sens malea: Ma mayre ho dix, ma mayre ho ha trobat (23).” -
XXII.
Ab tant lo rey dix a ceyls dels navils;
- "Façetz camí cant la nuyt será entrada;
Gardatz lo lòch hon exir fora mils." -
E ‘nsemps volgren anar a lo perils
En Nono Sanç e 'n R. De Monchada (24).
XXIII.
E lurs navyls ab muyt de caylament
Tuyta la nuyt faéren lur aguayt;
E cant exí lo jórn vers l' orient,
En Nono dix: - "Senyor, no tembretz nient!
Dessá ví lòch hon l' exir fora fayt (25)." -
XXIV.
E tuyt lo stòl ensemps e sens brugit En vers lo pòrt la lur quarrera féu; Mays li paguá trò ‘l cèl levá lur crit, E ‘n Jacques dix, coratjós e ardit:
- "Tòst, companyon! anem en nom de Deu!" -
XX.
Con acuerdo de los barones y ricos hombres del ejército, la armada cambió de rumbo, hasta anclar en el lugar llamado la Palomera; y cuando el rey vio allí reunidas todas sus naves, elevó sus ojos y sus manos al cielo, exclamando :- "Ayudadme, o Dios, en esta grande empresa!" -
XXI.
Y entonces vino el moro Alí en la galera real, y prosternándose de rodillas ante el rey Don Jaime, exclamó: - "Apresuráos, señor! corred hacia la ribera! vuestra es esta preciosa isla en donde el mal nunca se albergó! Así me lo ha dicho mi anciana madre, que escrito lo encontró en el libro de los destinos." -
XXII.
Mientras esto acontecía, el rey dijo a los marineros: - "Seguid el camino tan luego como entre la noche; y observad cual sea el lugar mejor para nuestro desembarco." - Y émulos en gloria y valor D. Nuño Sanz y D. Ramón de Moncada, quisieron lanzarse juntos al lugar del peligro.
XXIII.
Y sus naves con mucho silencio y cautela exploraron la costa durante toda la noche, y estuvieron en acecho, y cuando el albor de la mañana apareció en el oriente, dijo D. Nuño al rey: - “Señor! nada temáis: por esta parte encontré lugar donde pudiéramos desembarcar felizmente." -
XXIV.
Y la armada entera levó las anclas sin hacer el menor ruido, y se encaminó hacia el punto designado. Mas los paganos no bien de ello se hubieron apercibido, cuando levantaron hasta el cielo su gritería: y entonces el rey Don Jaime dijo, lleno de ardimiento y valor: - "Pronto, compañeros! adelante en nombre de Dios!" -
XXV.
E ‘n Nono Sanç, e 'n Pònç (26) e ‘n Cerveyló (27)
Volgren exir en terra deventers; Et en Guilem (28) de tot son còr hi fó; E lo Ramon son frare (29) e lo Guastó (30), (Guillem, Guillermo y Ramón de Moncada)
E puis lo rey, barons e cavaylers.
XXVI.
Dementre en Jacq de lur navyl ixia,
Los sarrahins ferí lo de Monchada;
E ab los lurs pus fòrt escometia;
E 'spahordit tuyt li maure fugia;
E a negun la vida fon lexada (31).
XXVII.
Cant viu lo rey ja fayta la bataya,
Irat eyl dix: - "Fortment nos en dolem!
Bataya 's féu, e 's féu sens nos! Malhaya!
¡Ah, cavaylers! a nos seguir eus playa;
Dels maures buckrs la sanch veser volem (32).” -
XXVIII.
E 'n son cavayl lo rey bé cavalcant,
Ab mantz dels lurs entrassen en la terra,
De çá e lá de son còr massacrant;
Et enapres ardits, de bò talant,
Vaéren tuyt li maur sus en la serra (33).
XXIX.
Lavors lo rey un maure viu armat,
Et en vers d' eyl ab lança s' endreçava;
E li dixqué lo rey: - Réntte, malvat!" -
E 'l maur respòs:- "Hanc no me só rendat."
E un cavayler, de mòrt lo colpejava (34).
XXV.
Obedientes a esta voz D. Nuño Sanz, D. Ponce Hugo y D. Gerardo de Cervellón quisieron los primeros saltar en la enemiga tierra, y D. Guillén de Moncada lo hizo con la mayor decisión y denuedo, y tras él su hermano D. Ramón con D. Gastón de Bearne, y luego el rey con todo su séquito de barones y ricos hombres.
XXVI.
Y en tanto que Don Jaime saltaba a tierra, D. Ramón de Moncada acometió valerosamente al enemigo, y con los bravos soldados de su mesnada arrolló las contrarias filas. Espantados los moros con el fuerte empuje, huyeron despavoridos y en desorden, y no hubo sarraceno que quedase con vida de cuantos estuvieron al alcance de las armas cristianas.
XXVII.
Cuando el rey hubo puesto pie a tierra y encontró ganado el primer encuentro, dijo enojado: - "Mucho nos duele! Batalla travóse sin que nos estuviésemos en ella! Malhaya! ¡Sús, caballeros! Seguidme, que tengo afán de ver sangre musulmana." -
XXVIII.
Y montando Don Jaime a caballo, entróse tierra adentro con varios de los suyos, persiguiendo a los fugitivos. Peleando a derecha y siniestra, muchos fueron los enemigos que cayeron bajo el filo de su espada. Poco después el monarca y los que le seguían vieron con placer la hueste numerosa de los sarracenos que se había tomado posición sobre un cerro.
XXIX.
Entonces distingue el rey a un moro armado de pies a cabeza que hacia él se dirigía, amenazándole con la punta de su lanza. Al columbrarle el rey, le dijo: - "Ríndete, malvado! " - Y el sarraceno respondió: - "Jamás estuve acostumbrado a rendirme!" - Y en tanto un caballero del séquito del rey le hirió de muerte.
XXX.
E cant lo rey pus luny viu en la terra A Mem-Ladró (35) ab els maures combatre, Dix an en Nono: - "Féu aguayt en la serra
Ab n‘ Alagó (36) e n' Arnau Finisterra (37), Dementr' eu ixq per III maures abatre." -
XXXI.
Mays n' Alagó a lo rey descresent, Ab còlps de mayns nafrá a II maurs lo càp; Lavors lo rey a n' Alagó vinent, Li dixqué: - "Dònchs ¿no sàp l' ordonament De bon donçeyl, l' ordonament no sàp?". -
"Donchs n' Alagó nient vostre servey, E ‘ls maures vos massacraretz, si ‘us platz, Que donçeyl bon il vostre stòl ferrey Lurs guarretjiers, quax n' Alagó porrey." - E lo rey dix: - "Anatz, pelós, anatz! (39)" -
XXXIV.
E ‘n vers lo còyl la hòst aná lavòrs (collado; coll)
Firent li maur, faéntli gran dampnatje;
Entrò de M. lá sus ne foren mòrs,
E 'spahordits ab critz, sospirs e plòrs, Fugiren tuyt en vers de lo boscatje.
XXX.
Y cuando Don Jaime vio más lejos en el campo a Mem-Ladrón que combatía con los sarracenos, dijo a D. Nuño: - "Acechad tras ese collado con Gil de Alagón y Arnaldo de Finisterra, en tanto que voy a vencer aquellos tres moros que más allá distingo.” -
XXXI.
Mas, Gil de Alagón, desobedeciendo las órdenes del rey, se precipitó sobre dos sarracenos, hiriéndoles el rostro con sus puños, y Don Jaime entonces corriendo hacia D. Gil, le dijo: - "¡Qué! ¿Acaso no sabe el de Alagón el ordenamiento de buen doncel?" -
XXXII.
Y D. Gil de Alagón contestó: - "Señor rey! Sabed que aquí vine para matar infieles. Si es otra vuestra voluntad, podéis reprender al mal barón cuando os desobedece, pero no ofender de tal modo al buen doncel."
XXXIII.
"Y sabed también que Gil de Alagón se separa desde ahora de vuestro servicio. Sarracenos matareis vos si os place; y donceles hay que sabrán batir a los guerreros de vuestro ejército, y aun a Gil de Alagón le será dado hacerlo.” - Y el rey le replicó: - "Id, miserable, id enhoramala.” -
XXXIV.
Y la hueste se dirigió entonces hacia el collado cargando sobre los moros, y haciéndoles gran destrozo. Muy cerca de mil de los sarracenos cayeron allí sin vida; y espantados los demás, dando alaridos, huyeron internándose por la selva.
XXXV.
Lo rey torná 's a lo camp ab plaer,
E 'nfaylonit Ramon dix ab raysós:
- "¿E qu' havetz fayt, en rey? ¿voletz perdrer A vos mateix e 'l vostre cavayler? E vos perdut ¿e quí viurá de nos? (40)" -
XXXVI.
E no respós lo rey a lo sermó, E 'n Guilem dix: - "Gran eximpli 'ns donatz De bon guerrer, qu' altre semblant no ‘n fó; Mas foylament vos havetz fayt en ço;
Pus no ho façatz, en rey, pus no ho façatz! (41)" -
Armada havetz ab ferre vostra má, Deus es en vos, e tuyts eus ha per seus; ¡Ah, bons guerrers! feritz ab còlps pus greus, N' haurá lo cèl lo qui de vos morrá (44)."
XXXV.
Y luego el rey volvióse al campo muy satisfecho de la jornada, y al verle Ramón de Moncada le dijo con razón y enojado: - “¿Qué hicisteis, señor rey? ¿Os habéis acaso propuesto perderos y perdernos a todos? Si lanzándoos al peligro sucumbierais, ¿quién de nosotros escaparía con vida de esta tierra?" -
XXXVI.
Guardó silencio el rey a estas palabras, y añadió D. Guillén de Moncada: - "En verdad que nos demostráis ser modelo de caballeros. Sin duda que ninguno hay tan valiente y esforzado como vos; mas con poco seso procedéis exponiéndoos así al peligro. No obréis otra vez así, señor rey, no obréis otra vez así.” -
XXXVII.
Y cuando la noche empezaba a difundir la sombra por el cielo, todos los barones pusieron en el campo sus avanzadas; y en tanto el xeque (jeque; xaíc) de Mallorca salía con toda su hueste de la capital, que hermosa aparecía en lontananza; y allí sobre los cerros de Portopí se preparó para dar la gran batalla.
XXXVIII.
Apresuróse Mem-Ladrón a dar noticia de esto al rey, enviándole desde luego mensajeros. Entretanto vino la luz del alba y con ella se levantó la hueste toda. Llama el rey a los guerreros para que asistan al santo sacrificio de la misa que ordena celebrar; y acabado que fue, dijo el obispo D. Berenguer:
XXXIX.
- "Marchad, barones! puesto que vuestra mano ha empuñado las armas por la honra de Dios, Dios os acompañará en el combate y a todos os tendrá por suyos. Adelante, paladines! herid con golpes fuertes y certeros, que alcanzará el cielo el que de vosotros muera por la fé de Jesu-Cristo." -
Al sarrahi noent, la deventera Ben guerretjá lá sús per son Salvayre (47); E lá 'n Guilem fení la lur quarrera (48), E lo Ramon deffenent lur senyera (49), Et en Desfar (50), e n' Huch lo bòn trovayre (51). (dez Far, Dezfar, Desfar)
De n' Infantyl (53) lo stòl pos abatut, Dels maures buckrs víu d' en Jacques lo ferra Pauchs environ; a lo Deus ha plascut
Donar de mayll lo phloch que fóu digut; E dix lo rey: - "Presem pus prest la terra! (54)" -
****
E d' Aragó se víu prest la senyera, De Mafumet se víu trestot cremat; E' n Nono dix ab gaug pus vertadera:
- "Senyor en rey! acesta es la quarrera De vostra terra, presetzla la primera." - E de Maylorcha rey fó prest cridat (55).
XL.
Y en seguida empezó a moverse la vanguardia, que se componía de los soldados de D. Guillén y D. Ramón de Moncada y de los templarios; y pronto se distinguió tras el collado a la horda sarracena, preparada para el combate; y dada la señal, con pavoroso estrépito se trabó la lid, haciendo cada parte cuanto podía.
XLI.
La vanguardia hizo experimentar grandes daños al enemigo, porque los cristianos peleaban con denuedo por la fé de Cristo. Mas allí acabó peleando D. Guillén de Moncada su gloriosa carrera; allí murió también D. Ramón de Moncada como un héroe defendiendo su estandarte, y con ellos el valiente Desfar y Hugo de Mataplana, el buen trovador.
XLII.
…............. ***
Hallábase ya derrotado y vencido el ejército de Infantilla, y las armas de la hueste del rey Don Jaime apenas encontraban ya enemigos que vencer por aquellos alrededores. Plugo a Dios dar a los infieles el castigo que merecían, y dijo el valeroso monarca: - "Entremos en la ciudad!" - ***
Y pronto se vio tremolar sobre las torres de sus muros el pabellón aragonés, y reducido a cenizas el de Mahoma: y D. Nuño, con muestras de verdadero gozo, dijo a Don Jaime: - "Señor rey! esta es la puerta de la ciudad que ya os pertenece, tomadla ante todo, y sed vos el primero que entre por ella.” - Y en seguida fue aclamado y victoreado por rey de Mallorca.
***
- "Alors! alors! dix en Jacques cant víu De Maylorches la vila mant dampnada, A sos prelats e sos barons; porriu L' esgard haver (56), dònchs huy bé la teniu La vila ferma, e lexatz lo morriu (57); Dònchs plach a Deus, Maylorqu‘ es conquerada (58)." -
- "Adelante! adelante! dijo Don Jaime a sus prelados y barones, cuando vio a la hermosa ciudad llena de escombros, extended vuestras miradas; y pues tenemos segura la posesión de la capital, podéis desceñiros el casco, que con el auxilio de Dios, está ya conquistada la isla de Mallorca." -
***
Y entonces el rey para descansar de las fatigas de aquel día, y para reponerse del daño que había experimentado, se quitó el yelmo, depuso su espada y se desnudó de su armadura. Y luego exclamó: - "Honremos a Mallorca, colmándola de beneficios." -
***
Y ya que el rey, ó Dios mío, ha dejado las armas que con tanto esfuerzo ha empleado en honra y servicio vuestro; ya que las afiladas lanzas están descansando sin que arranquen a los combatientes lágrimas ni lamentos, razón es que suspenda mis versos y dé fin a mi canto.