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miércoles, 25 de agosto de 2021

II, virtudes de Ramon Lull

II.

Expuestos
y bosquejados en resumen los hechos principales de la vida de
Raimundo Lulio, séanos lícito, antes de entrar en el examen de sus
obras poéticas, pagar el tributo de admiración que es debido a sus
virtudes, y que se merece la utilidad que el mundo ha reportado de su
celo, de su laboriosidad у de su ciencia: tributo que es de tanta
más justicia, cuanto ha sido tenaz la insistencia con que se atacara
su doctrina por sistemáticos y violentos adversarios, y con que se
ha herido su grande reputación por enconados detractores. Así como
la fama de sus virtudes vuela más alta que el espíritu depresor de
irascibles enemigos; las saludables máximas, los elevados preceptos
de la moral más pura, y el sentimiento evangélico más acendrado
que a raudales brotan de sus numerosas obras, le ponen a cubierto de
los tiros que la maledicencia y la pasión de escuela, bañados no
pocas veces en el veneno de la calumnia, han querido dirigirle.
No
acudiremos para vindicar a Lulio de las diatribas de sus
perseguidores a los elocuentes testimonios de sus coetáneos, a la
deferencia con que le trataron no pocos príncipes, al respecto
que infundió a los sabios, y a la veneración que inspiró a los
pueblos, sino al trasunto de su corazón que donde quiera encontramos
en las páginas de sus inmortales libros, al reflejo de aquella alma
grande que llevaba por compañeras a la fé para creer en sus
artículos y vencer a las tentaciones y a la ignorancia; a la
esperanza para confiar en la fuerza y ayuda del Omnipotente; a la
caridad para poderlo todo y todo vencerlo; a la justicia para verse
obligado a dirigirse siempre a Dios; a la prudencia para conocer y
menospreciar al mundo caduco y engañoso y anhelar la bienaventuranza
eterna; a la fortaleza para dar aliento al corazón en sus
penalidades y trabajos, y a la templanza para hacerla señora de su
apetito (1). (1) Blanquerna, libro 1.° capítulo 8.



En
efecto, la fé resplandeció viva e incontrastable en el espíritu de
Raimundo; ella estuvo a prueba no sólo de las riquezas, de los
honores y de todas las seducciones del mundo que en más de una
ocasión le ofrecieron por precio vil de su apostasía, sino de los
más crudos tormentos y afrentas con que fue perseguida su invencible
firmeza. A la exaltación de la fé católica hizo el sacrificio de
su vida entera; por ella abandonó los bienes de la fortuna que le
era próspera, hizo las peregrinaciones más dilatadas y penosas,
pasó largas horas en profunda meditación, hizo correr su pluma con
una actividad inaudita y se expuso a toda clase de derisiones y
desengaños; por ella combatió sin descanso el cisma, las herejías,
y todas las sectas enemigas del nombre cristiano, ya con la
elocuencia de sus palabras, ya con la magia de su pluma, ofreciendo
siempre el más palpitante ejemplo de abnegación y heroísmo; por
ella en fin derramó su sangre y padeció martirio. Y ciertamente que
abrasado en la fé había de estar quien la consideraba como
principio de la sabiduría y como escala por donde sube el
entendimiento a penetrar los secretos de Dios (1 : Libro del amigo y
del amado, vers. 297.); quien con tanta elevación la comprendiera en
los místicos vuelos de su alma al, exclamar: - "Entró el amigo
en un prado ameno en donde una multitud de donceles hollando las
flores del suelo, corrían en pos de un enjambre de mariposas; y
observó que cuanta era su porfía en cogerlas a tanta mayor altura
volaban. Esto hizo pensar al amigo que así les acontece a los
atrevidos que con sutilezas creen haber comprendido a su amado, sin
ver que este abre las puertas a los sencillos de corazón y las
cierra a los presumptuosos, y que la fé es quien le hace visible en
sus secretos por la ventana del amor (2 : Idem, vers. 70.).”



La
esperanza de Raimundo no tenía límites, ni bastaron para agostarla
todos los contratiempos que en varias ocasiones se conjuraron contra
sus heroicos intentos. Las persecuciones bárbaras de los infieles,
los desprecios y las burlas de los cortesanos, los peligros y las
enfermedades que experimentó en sus viajes, en vez de infundirle
pavura y desaliento, no hacían más que fortalecer su corazón, y
aumentar los tesoros de su confianza en el poder supremo. Así no nos
maravilla oírle exclamar, que en Dios había misericordia y
justicia, y que por esto quiso hospedarse entre el temor y la
esperanza, porque la misericordia le obligaba a esperar y la justicia
a temer; que la misericordia y la esperanza multiplicaban el perdón
en la voluntad de Dios; que el amor le enseñaba a tener paciencia y
que la sencillez de corazón es la que encomienda confiadamente a
Dios todos los hechos. (3). (3) Idem. Vers. 98, 205, 335.
Y en
otro, lugar al preguntarse: - "Dime, hombre perdido por amor,
¿Tienes dinero? ¿Tienes villas, castillos, ciudades, reinos,
honores y dignidades?" su esperanza le hacía responder: -
“Tengo a mi amado; tengo en él mi amor, mis pensamientos y mis
deseos, por él lloro, sufro y padezco, y todo esto vale más que
poseer reinos e imperios (1)."
(1) Libro del amigo y del
amado, vers. 178.



La
caridad, esa virtud sublime exclusivamente hija del cristianismo,
resplandeció en grado heroico en el alma de Raimundo, y fue el móvil
principal de todos sus actos y sus pensamientos. Ella le hacía
llorar amargamente la muerte de los que mueren en el error, en la
ignorancia y en la culpa, y le daba aquella invencible y enérgica
resolución que arrostraba todos los peligros y triunfaba de todos
los obstáculos. Abrasado en su llama repartía su fortuna entre los
pobres, esquivaba en sus peregrinaciones la morada de los poderosos
para tomar asiento entre la indigencia y en los hospitales, y
consagraba su existencia a los más asiduos trabajos para enderezar
los pasos de los extraviados, guiar a los ignorantes, abrir los ojos
del alma a los que vivían ciegos a la luz de la verdad, o pedir el
perdón de Dios para los obstinados en sus errores. Su vida no fue
más que un continuo suspiro por el amor de los hombres, así como
sus libros son en el fondo un ferviente tributo pagado a la más
eminente de las virtudes cristianas.
El amor divino encendió su
corazón en santa llama elevando su espíritu a la mansión serena de
los más dulces trasportes. Desde la altura en que su alma se cernía,
contemplaba el mundo, y veía en él un espejo en donde se reflejan
la majestad y la grandeza de Dios, ante cuyos resplandores, dice,
aparecen manchas en el sol (2).
(2) Idem, vers. 307 y 273.
En
la profundidad de los mares veía la del amor del amado; en la
blancura de los lirios su pureza, y en el mayor encanto de las rosas
entre las demás flores su hermosura sobre todo lo que existe; en las
virtudes de las criaturas los más altos misterios de su divinidad y
las perfecciones de su ser; y en el canto armonioso de las aves el
dulcísimo idioma de su amor (1). En la soledad hallaba la compañía
de Dios, y en el bullicio del mundo la soledad; y poseído de místico
ardor parecíanle lecho de rosas las espinas en que caía por las
sendas que andaba pensando en su amado (2). Con señas de temor,
pensamientos, lágrimas y llanto correspondía al amor de su amado y
le refería las angustias de su corazón; y al preguntarle qué haría
sin su amor, contestaba que le amaría para no morir puesto que el
desamor es muerte y el amor es vida (3).
Decía que la
bienaventuranza era una tribulación padecida por amor; que los
suspiros y las lágrimas son mensajeros entre el amigo y el amado,
para que en los dos haya consuelo y compañía, amistad y
benevolencia; que el amor ilumina el nublado interpuesto entre ambos
y hace al amigo resplandeciente como la luna en la noche, como la
estrella en la alborada, como el sol en el día, como el
entendimiento en la voluntad (4).
Tenía por las tinieblas
mayores la ausencia de su amado; manifestaba que como no podía
ignorarle no le era posible tenerle en olvido; que acordándose de él
olvidaba todas las cosas; que crió Dios la noche para que en sus
noblezas se pensara; y que si vestía tosco sayal, su alma iba
adornada de agradables pensamientos (5). Si queréis fuego, añadía
con dulzura, venid a mi corazón y encended en él vuestras lámparas;
si queréis agua venid a las fuentes de mis ojos, que en lágrimas se
deshacen; si queréis pensamientos de amor venid a tomarlos de mis
recuerdos (6).




(1)
Libro del amigo y del amado, vers. 311, 266, 315 y 26.
(2) Idem,
vers. 55 y 33.
(3) Idem, vers. 47 y 62.
(4) idem, vers. 65,
105 y 123.
(5) Idem, vers. 134, 131, 137, 149 y 151.
(6)
Idem, vers. 174.



Regaba
el huerto del amor con cinco ríos y con ello le hacía fertilísimo,
y plantaba en él un árbol cuyo fruto sanaba todas las enfermedades;
morir quería para los deleites de este mundo y los pensamientos de
los malditos que ultrajan a Dios, de cuyos pensamientos nada quería
puesto que no estaba en ellos el amado; aprendía del amor a tener
paciencia, de la misericordia a esperar, de la justicia a temer, y a
creer de la fé y todas estas virtudes le enseñaban a amar; tenía
vendido su deseo a su amado por una moneda cuyo valor bastara para
comprar el mundo entero; bebía amor en la fuente de su amado у
embriagaba de amor y lavábase en ella las manchas de la culpa;
llamaba a Dios luz irradiante en todas las cosas, como el sol en todo
el mundo, que retirando su resplandor lo deja todo en las tinieblas;
y explicaba el amor diciendo que es muerte de quien vive y vida de
quien muere, alegría en la vida y en la muerte tristura, deleite y
consuelo en la patria y melancolía en la peregrinación, ausencia
suspirada y presencia alegre y sin fin, dulzura amarga y amargura
dulce; y que sus lágrimas eran testimonio de que aún para él no
había amanecido el día, sino que guiado por el amor caminaba hacia
su celeste patria en donde no puede haber noche (1). Respondiendo al
llamamiento de Dios, dice con toda la efusión de su ternura - "¿Qué
es lo que te place, amado mío, ojo de mis ojos, pensamiento de mis
pensamientos, cumplimiento de mis perfecciones, amor de mis amores, y
más aún principio de mis principios? Por tu virtud soy, y por tu
virtud vengo a tu virtud de donde tomo la virtud (2)."
(1)
Libro del amigo y del amado, vers 239, 259, 285, 287, 291, 313, 380 y
331.
(2) Idem, vers, 304 y 305
Agotando por último las
palabras para expresar el amoroso incendio que devoraba su corazón,
decía:- "Mi amante me ha robado la voluntad; yo le he dado mi
entendimiento y sólo me queda la memoria para acordarme de él"
y contestándose a las preguntas que 
a
sí mismo se dirigía, exclamaba:- "¿De quién eres? Del amor.
¿Quién te ha engendrado? El amor. ¿Dónde naciste ? En el país de
amor. ¿Quién te crió? El amor. ¿De qué vives? De amor. ¿Cómo
te llamas? Amor. ¿De dónde vienes? De amor.

¿A dónde vas?
Hacia el amor. ¿En dónde habitas? Donde está el amor, y todas mis
riquezas las poseo en el amor (1)."



Ofreció
también al mundo nuestro heroico mártir el más sublime ejemplo de
humildad; y de ella son otros tantos testimonios su poesía titulada
Canto de Raimundo, el poema el Desconsuelo, muchos pasajes de los
diálogos del Amigo y del Amado, el libro Phantasticus que ya en otro
lugar llevamos citado, el de Contemplación que es también el de sus
confesiones y otros muchos. No reparando en hacer públicos sus
juveniles desvíos dice haber merecido por ellos la ira de Dios (2);
confiesa la vanidad que en otro tiempo le ensoberbeciera, el mal que
hizo, las culpas que cometió (3) y los desprecios con que sus
proyectos más tarde se recibieron (4). Recordando con dolor los años
en que había llevado una vida disipada y licenciosa, no reparaba en
llamarse hombre mundano, y amigo de la liviandad (5); en considerar
el poco fruto que había alcanzado de sus penosos trabajos, como
castigo de las ofensas que en la disipación había hecho a Dios (6),
ni en exclamar que no había hombre en quien cupiese mayor falsedad y
vileza; que se admiraba de que en tan reducido cuerpo se encerrase
tanto mal (7); que eran sin número las horas en que se rebelara
contra Dios y se alejara de su servicio (8), e infinitas las injurias
hechas a sus amigos (9); aseguraba que había sido el más grande
pecador de su pueblo (10),



(1)
Libro del amigo y del amado, vers 54, 98 y 202. (2) Canto de
Raimundo, estrofa 1.a
(3) Desconsuelo, estrofa 2.a (4) Idem,
estrofa 16. (5) Phantasticus, prólogo. (6) Idem.
(7) Libro de
Contemplación cap. 5. (8) Idem cap. 22. (9) Idem, cap. 23. (10)
Idem, cap. 17.

nadando
en el mar de la falsedad y la culpa como la rana en el agua (1); que
su cuerpo, infecto por la inmundicia de las malas acciones (2), había
encerrado un alma enferma y llena de pecados (3); que fue tan grande
la maldad en que la soberbia le tenía postrado, como lo era el
tesoro de la humildad y misericordia de Dios; que a tanto exceso
había llegado su desvío que aun las cosas más imposibles las
acometiera y las tenía por fáciles (4); y dirigiéndose a Dios
exclama: - "Grande esperanza pueden tener los humildes que 
sienten
en sí el fuego de la caridad y de la justicia, porque si hasta a mí
descendiste humildemente, Señor, que soy el más pecador y miserable
de los mortales, otorgándome las gracias que te pedí ¿quién ha de
desconfiar de tu misericordia? (5)."

Persuadido de sus
flaquezas, decía que le era imposible vencer en la lucha que por
honra de Dios emprendiera, a no ayudarle el amado y a no haberle
enseñado sus noblezas y significado su voluntad (6); y por último
añadía:- "Si ves a un amante cubierto de galas, honrado por vanidad y obeso por comer, beber у dormir, no encontrarás en él
sino la condenación y los tormentos (7)."



Tanto
como habían sido deplorables los mundanales extravíos a que entregó
Raimundo los más bellos días de su juventud, fueron ásperas las
penitencias y las mortificaciones que después se impuso y amargas
las lágrimas de arrepentimiento que lloraron sus ojos. Gimiendo
pedía a Dios sin consuelo que le diese fuerzas para sostener en el
mundo una penitencia que fuese proporcionada a sus grandes agravios,
que de tantos modos debía hacerla cuantos fueron los en que había
delinquido (8).



(1)
Libro de Contemplación, cap. 68. - (2) Idem, cap. 126. - (3) Idem,
cap. 132. -
(4) Idem, cap. 142. - (5) Idem, cap. 92. - (6)
Libro del amigo y del amado, vers. 140.
- (7) Idem, vers. 145. -
(8) Libro de Contemplación, cap. 86.



Rogábale
que ya que por sus culpas había convertido en criatura despreciable
su humana naturaleza, le redujese a tal estado que por las obras
pudiese alcanzar otra vez a ser tan noble como lo había sido por la
creación (1): porque sin su auxilio y sin su amor temía perecer en
el mar de sus culpas, como la nave combatida por la fuerza de las
olas y la tempestad (2); con lágrimas en sus ojos le adoraba, le
alababa y le bendecía, confiando en el auxilio con que conforta a
los pecadores al emprender el camino de la penitencia (3); y pedíale
que, así como armaba con la espada el brazo del caballero para
defenderse de los enemigos, diera virtud y fuerza a su alma para
defenderse de los suyos que sin cesar pugnaban para que le fuese
infiel y desobediente (4). Decía que las sendas por donde se quiere
encontrar a Dios son largas y peligrosas, llenas de consideraciones,
lágrimas y suspiros: que para honrarle es necesario menospreciar el
cuerpo y las riquezas, dejar las delicias del mundo y arrostrar la
derision de las gentes: que le tenía sin consuelo la pérdida
del tiempo pasado, porque era irreparable: que las vestiduras de su
cuerpo eran de llanto y penalidades: que se entregaba a la soledad y
agolpábanse pensamientos en su imaginación, lágrimas en sus ojos,
y en su cuerpo aflicciones y ayunos: que volviendo a la compañía de
las gentes, desamparábanle pensamientos, lloros y penas, quedando
solo entre la muchedumbre: y que en el amante con pobres vestidos,
desdeñado de los demás, pálido y macilento por los ayunos y
vigilias, se ve la bendición y la bienaventuranza eterna (5). Tanto
le consolaba la mortificación que llamábala fragancia de flores
suaves; a lo cual añadía, que en los trabajos se encuentra la vida,
la muerte en los placeres y en el martirio la gloria; y ensalzando
los frutos de la mortificación, exclama: - Sembraba el amado en el
corazón del amigo deseos, suspiros, virtudes y amores, y regábaloseste con lágrimas: sembraba el amado en el cuerpo del amigo
trabajos, tribulaciones y enfermedades, y el amigo sanaba con
esperanza, devoción, paciencia y consuelo" (6).



(1)
Libro de Contemplación, cap. 30. - (2) Idem, cap. 35. - (3) Idem,
cap. 86. - (4) Idem, cap. 112. - (5) Libro del amigo y del amado,
vers. 2, 11, 148, 151, 235, y 145. -
(6) Idem, vers. 58,
197, 4 y 96.



Raimundo
vivió también completamente desprendido de lo terreno. Sin más
norte que la voluntad divina, se mostraba indiferente a los caprichos
de la suerte. Considerándose como peregrino en el mundo, no se dolía
de los males que la adversidad hacinaba sobre su cabeza; no le tentó
nunca la ambición de las humanas riquezas, ni suspiró jamás para
que le fuese próspera la fortuna: antes al contrario, renunciando al
bienestar y al sosiego que se le ofrecían, quiso ser necesitado y
pobre, y consintió en pasar por todas las penurias de la indigencia,
ya mendigando hospitalidad en sus largas peregrinaciones, ya
arrostrando todas las privaciones y peligros imaginables. Así es que
adquirió aquella resignación perseverante que le hacía exclamar,
que entre los trabajos y los placeres que Dios le daba no conocía
diferencia; que las penas y los goces se unían en él para ser una
cosa misma en su voluntad; que no tenía otro albedrío que el de
obedecer a su Criador, y que no teniendo poder en su voluntad no
podía ser impaciente (1). A esto añadía que de la paciencia nace
la paz, que no tenía por pobre, sino aquel que lo era de virtudes; y
que las riquezas no consistían sino en las buenas costumbres y en la
caridad (2).
Y considerándose rico en la posesión del afecto de
Dios, decía que no anhelaba otra fortuna que los trabajos que por su
amado padeciera, ni otro descanso que el desfallecimiento que su amor
le ocasionaba; que su médico era la confianza que en Dios tenía
puesta, y su maestro las significaciones que las criaturas le daban
de su amado: y por último, exclamaba: - "Vestido estoy de vil
sayal; mas el amor viste mi corazón de plácidos pensamientos (3)."



(1)
Libro del amigo y del amado, vers. 7, 197, 221 y 222. - (2) Libro de
los mil proverbios (provorbios), cap. 31, 50, 49 y 18. - (3)
Libro del amigo y del amado, versículos 57 y 151.



De
la oración a que por tan largas horas Raimundo se entregaba, decía
que era nuncio veloz, diligente, sabio y fuerte entre Dios y el
hombre; que quien ora está con Dios y Dios con él; que es la senda
perdurable de la beatitud; que ella da al hombre sabiduría y
fortaleza, amor y alegría, consuelo y resignación, diligencia y
sobriedad, devoción y riqueza, contrición y castidad y todas las
virtudes juntas, al paso que aleja del alma todos los vicios (1). La
consideraba como el puerto de la salud y como la alegría de los
tristes, añadiendo que ella es quien ahuyenta la muerte, inspira
amor a los que amar no saben, lava y purifica las manchas del pecado
y hace al hombre desprendido, elocuente, audaz y fuerte contra sus
mortales enemigos; exalta la memoria, el entendimiento y la voluntad;
impulsa al agradecimiento y a honrar y bendecir a Dios, amarle y
servirle; proporciona la paz y la quietud, y da ánimo para emprender
el bien y diligencia para evitar el mal; despierta el amor hacia los
pobres, y es en fin la raíz, origen y ocasión de todos los bienes y
perfecciones (2). Asegura que la oración tiene más poder que el
infierno junto; que vale más que todos los bienes y las riquezas del
orbe; y que es el consuelo más dulce del pecador (3). Y por último,
dando a comprender hasta donde se elevaba su espíritu en la
contemplación, exclama: - "La luz del aposento del amado vino a
iluminar la estancia del amigo, alejando de ella las tinieblas y
llenándola de placeres, deliquios y pensamientos de amor: y el amigo
echó fuera de la estancia todas las cosas para que en ella
descansase su amado (4)".
(1) Libro de Contemplación, cap.
360. - (2) Idem, idem. - (3) Libro de los mil proverbios, cap. 30. -
(4) Libro del amigo y del amado. vers. 101.



En
los escarnios y vilipendios de que su celo infatigable le hacía
blanco, y en las bárbaras persecuciones de que muchas veces era
víctima, daba muestras de la más bondadosa y pacífica tolerancia,
hasta el punto de cantar con suavísimo plectro en medio de sus
penalidades y trabajos: - "Los poderosos, los medianos y los pequeños se complacen en escarnecerme, y el amor, las lágrimas y
los suspiros hacen languidecer mi corazón; mas al recordar el alma
mía sus firmes propósitos, siente gozosa acrecer en sí su celo, su
inteligencia y su voluntad, lo cual le hace siempre gozar en el santo
servicio de Dios (1)." ¿Y cómo no había de estar adornado de
esta tolerante suavidad quien amaba a su enemigo por la sola
circunstancia de ser hechura del Todo-poderoso (2)?



La
verdad fue siempre la estrella que le guió en sus hechos, y para que
ella se propagara por todos los ámbitos del mundo, hizo el
sacrificio de su bienestar y de su vida. Profesándole un culto
constante, decía que ella no muere nunca; que quien la vende, vende
a Dios; que constituye el mayor y más precioso tesoro; y que el
Eterno ayuda a quien la defiende (3). De la conciencia, decía que
punza el alma como la espina en el pie: de la devoción, que da
llanto a los ojos y alegría al corazón; que si debilita el cuerpo,
robustece el alma, que es la mayor enemiga de la culpa y el mejor
amigo que es dable encontrar (4); y de la piedad que eleva en sí
misma el amor y convierte el llanto en un raudal de dulzura (5).
Decía que el consuelo no es nunca pobre, que no sabe amar quien no
se consuela, y que no hay para que estar inconsolable como no sea por
la pérdida de Dios (6). De la obediencia aseguraba que es compradora
de voluntad: de la perseverancia que es camino que conduce a lo que
se desea; y de la cortesía que os signo de amables pensamientos (7).



(1)
Véase la oda inserta en el capítulo último del libro Blanquerna. -
(2) Libro de los mil proverbios, cap. 12. - (3) Idem, cap. 19. -
(4) Idem, cap. 29. - (5) Doctrina pueril, cap. 36. - (6) Idem, cap.
32. - (7) Idem, cap. 33, 36 y 37.



Inducía
a su hijo con su elocuente ejemplo y su persuasiva palabra a ser
limosnero para que se acostumbrase a esperar en Dios, a ser laborioso
para alcanzar el bien inestimable de la salud, a ser obediente para
no ser orgulloso, y a que hablase y tratase siempre con los ánimos
nobles para adquirir audacia de noble corazón: y con toda la ternura
de un padre añadía: - “Ten firmeza de ánimo, hijo mío, para
que no hayas de arrepentirte; ten mesura en tus manos para que no
seas pobre; escucha para oír, pregunta para saber, da para que
después encuentres, cumple tus promesas para ser leal, mortifica tu
voluntad para que no llegues a ser sospechoso, acuérdate de la
muerte para que no te entregues a la codicia, ten siempre la verdad
en tus labios para que no seas impúdico, ama la castidad para que tu
alma sea cándida, sé temeroso para no perder la paz, y ten
ardimiento para que no te prendan (1)."



Tanto
como eran hermosos y vivos los colores con que Raimundo sabía pintar
las virtudes y hacer agradables los sentimientos elevados y piadosos,
eran terribles los rasgos con que anatematizaba los vicios y
delineaba el abismo de la culpa y el mar revuelto de los desvíos
humanos. Atacando la vida de los sentidos, exclamaba: - "Aspiró
el amigo las flores y se acordó del hedor del rico avariento, del
viejo concupiscente y del soberbio desagradecido: probó manjares
dulces y encontró en ellos la amargura de los bienes temporales y la
de la entrada y salida de este mundo: se entregó a los goces
terrenos y apercibióse de lo fugaz de la existencia y del breve
tránsito de la criatura sobre la tierra, y vino a su pensamiento el
castigo eterno que ocasionan los materiales deleites; y de aquí el
desprecio con que el amigo miraba todo goce sensual y mundano (2). Y
mirando por último las cosas terrenas como medios, no de dar
satisfacción y placer a sus sentidos, sino de elevar más su
pensamiento hacia el Dios que las criara, cantaba en otro pasaje:
-
“Preguntaron al amigo: ¿qué es el mundo? y respondía: Es un gran
libro para los que en él saben leer. Preguntáronle si en él se
encontraba al amado, y dijo que de igual manera que se encuentra el
escritor en el libro. Y añadieron. ¿En quién está el libro? En el
amado, respondió el amigo, porque en él se contienen todas las
cosas, y así es que el mundo está en el amado y no el amado en el
mundo (3)".
(1) Doctrina pueril, cap. 93. - (2) Libro del
amigo y del amado, vers. 328. - (3) Idem, vers. 307.



Hubiéramos
de ser más difusos de lo que conviene a nuestro propósito, si
cuando los actos mismos de la agitada al par que laboriosa vida de
Raimundo no nos demostrasen el sublime temple de aquella alma
verdaderamente extraordinaria, nos hubiésemos de detener en
delinearla al trasluz con los rasgos mismos que dejó esparcidos en
tantos y tan variados volúmenes. Arraigada profundamente en el
iluminado doctor la verdad santa del dogma cristiano, y teniendo
siempre a Dios por centro de todas sus aspiraciones, a la honra y
servicio de este y a la mayor exaltación de aquella consagraba sus
facultades todas, conquistando por una parte con el poderío de su
inteligencia los corazones a quienes no bastaba el heroico ejemplo
que sus hechos ofrecían, y dando por otra a su siglo el doble
espectáculo de la más alta y sublimada virtud y de la más
inconmensurable sabiduría. Así, cuando consideramos en Raimundo
Lulio al hombre y al sabio, no sabemos si debe sorprendernos más el
conjunto de los hechos de su vida heroica y de continuada abnegación
y sacrificio, o el parto prodigioso de su vastísima inteligencia.



Si
correspondiesen nuestras fuerzas al entusiasmo y admiración que el
genio del gran Lulio nos produce, hubiéramos ensayado dar siquiera
una idea aunque breve de la ciencia de tan célebre como quizás mal
juzgado maestro; mas el círculo inmenso que abarcó su saber, y el
tacto, detenimiento y profundísima comprensión que para ello se
requiere, cuando no fuese el fin concreto y limitado que nos hemos
propuesto, nos harían desistir de semejante empresa; si bien
juzgamos harto necesaria ya una razonada y digna vindicación de los
inmerecidos ataques de que ha sido objeto la doctrina del insigne
mártir, unida a una sencilla y fundada exposición de lo que acaso
tenga de apasionado y fanático el encomio que sus apologistas han
hecho hasta de los defectos de que su sistema adolece. Quizás de un
concienzudo análisis de las extensas obras de Raimundo, vendríamos
a deducir que ni uno ni otro bando ha juzgado sin pasión, y que si
por una parte llegara el encono hasta el extremo de suponer a Lulio
autor de proposiciones heréticas y absurdas, y de permitirse
adulterar y tergiversar los originales textos que se buscaban como
comprobantes de sus asertos, se ha pecado por la otra por el lado
opuesto de considerarle como infalible en sus opiniones. Pero en
honor de la verdad sea dicho, en los encomiadores y apologistas de
Lulio generalmente hemos observado un indisputable conocimiento del
sistema sobre que discuten, al paso que no pocas veces en las
diatribas de sus adversarios, vemos inexactitudes e inconsecuencias
de tanto bulto, que más presuponen el espíritu de secta o de
escuela, que un estudio profundo de los escritos del maestro cuyo
mérito tratan de anular.



Pocos
autores ha habido quizás en el mundo con más ligereza y
encarnizamiento censurados. A veces la lectura de uno solo de los
compendios del esclarecido doctor, ha sido suficiente para que
críticos, que en otras ocasiones dieran pruebas de sensatez y
excelente juicio, se hayan creído autorizados para fulminar el
anatema sobre la generalidad del arte de Raimundo; cuando los varones
más doctos en la ciencia luliana aseguran y con mucha razón, que no
es posible formarse una idea exacta y cabal de semejante sistema, sin
el estudio detenido de las extensas obras de su autor que vienen a
formar como su gran comentario; y menos todavía sin un conocimiento
perfecto del particular lenguaje que creó y adoptó para
desenvolverle. Así pues, muy frecuentemente, en los pasajes de
difícil comprensión o de harta sutileza, han preferido sus
adversarios ver más bien embrollados dislates que entretenerse en
desentrañar o sondear el hondo pensamiento del filósofo, al mismo
tiempo que sus admiradores se han valido de su misma oscuridad para
dar a sus ideas más visos de profunda. De todos modos, ni los
primeros habían de haber olvidado en sus apreciaciones, que nunca el
hombre, por muy elevado que sea su entendimiento, deja de pagar un
tributo al carácter, circunstancias y preocupaciones de su siglo, ni
los segundos de que no hay sistema humano que no esté sujeto a
errores crasos que una generación más adelantada llegue después a
conocer y señalar.



Lulio
apareció en el mundo literario en la época de los mayores delirios
de la escolástica; época en que la argumentación dialéctica y las
aristotélicas sutilezas estaban entronizadas en todas las clases, y
en que triunfaban hasta de la misma verdad la sofistería lógica y
las cabilaciones de la metafísica; época en fin en que,
según expresión de Condillac, las escuelas no eran sino torneos, en
los que la gloria estaba en el disputar y vencer a trueque de
ensalzar el error. En medio de esta baraúnda de la ciencia, y
satisfaciendo su ardiente sed de saber en el abundante manantial de
los autores arábigos que le apasionaron a sus misteriosas
combinaciones y a la cábala, amén de la astrología y de la
química, y que le condujeron también a toda la sutileza del
escolasticismo, nada tiene de extraño que su entendimiento, aunque
de suyo claro y penetrante, se inficionase con los defectos de su
época, y que en el afán de hacerse invencible en la argumentación
o en la polémica, su vigorosa y rica imaginación buscase y
concibiese aquel instrumento universal de la ciencia, que si no en
todos los casos podía dar satisfactoria solución a las cuestiones
que se propusiesen, coordinaba al menos, robustecía y facilitaba las
diferentes operaciones de la inteligencia, y subministraba palabras y
conceptos para discurrir sobre ellas sin salir del rigorismo de la
lógica que era a la sazón el arte supremo.



No
seremos nosotros empero quienes nos convirtamos en ciegos apologistas
del arte de Raimundo, ni en obcecados detractores de su admirable
disposición. Creemos un delirio reducir el entendimiento humano a
semejante mecanismo, pero no nos cabe duda de que, con ayuda de su
invención brotaron de la mente de Raimundo principios fecundos en
resultados, ideas grandes y luminosas, que si bien no han sido
estudiadas como merecen, no han podido menos de llamar la atención
de grandes pensadores (1): y vivimos en la persuasión de que si se
procediera al estudio analítico de los escritos del insigne mártir,
prescindiéndose de la forma y del espíritu escolástico que reina
en muchos de ellos, y dejándose a un lado los errores científicos y
las varias creencias y preocupaciones propias de la época, no se
vacilara en conceder a Raimundo Lulio uno de los primeros puestos
entre los hombres que más han influido en la marcha progresiva de la
humanidad.



(1)
Entre los filósofos y sabios modernos que han estudiado con
muchísimo aprecio y veneración varios tratados de Lulio, merecen
especial mención Leibnitz, Boherave, Hoffman y algunos otros.



Sin
embargo, no se negará que alzándose en atrevido vuelo a una altura
que nadie antes que él había osado trepar, fiado únicamente en sus
propias y gigantescas fuerzas, y abarcando la ciencia, no por partes,
sino formando un todo indivisible, puso, para admiración de los
siglos posteriores, los vastos cimientos de una enciclopedia; y que
cultivando a fondo todos los ramos de la inteligencia humana, dejó
consignados sobre cada uno de ellos descubrimientos importantísimos,
máximas imperecederas o ideas generales, cuyo sello de grandeza
envidiaran sin duda hasta los primeros sabios de nuestros tiempos.

La teología o sea la verdad absoluta, era la cima a que le
conducían de grada en grada, como al Dante, todas las demás
ciencias; y en tan inmenso campo admira verle recorrer con firme y
seguro paso y con su extraordinaria fuerza de pensamiento, los
incomprensibles misterios de nuestro dogma, hasta el de la Concepción
inmaculada de la Virgen María, cuya reciente declaración ha venido
a ser un triunfo póstumo para tan consumado teólogo. Y la copia de
luz con que discurre en largos tratados sobre los artículos de la fé
católica, y las célebres disputas con los averroístas, con los
judíos, con los sarracenos y con todos los cismáticos y herejes de
su tiempo, demuestran el caudal de ciencia teológica que atesoraba,
cuan a fondo comprendía su entendimiento el espíritu de cada secta
en particular, y cuan adiestrado había de estar en la polémica para
sacar incólume y triunfante el catolicismo de la contundente
argumentación de sus adversarios (1). (1) Es inmenso el número de
obras teológicas que nos ha dejado Lulio, pues además de las que
van enumeradas en la relación biográfica que hemos trazado, hay
muchísimas otras que, por no constarnos la época en que el autor
las escribió, no las comprendemos en la expresada relación. El
curioso que desee enterarse del largo catálogo que forman las obras
de Lulio, podra verlo en la Biblioteca antigua de D. Nicolás Antonio
y en la edición que de varios tratados de Raimundo, publicó en
Valencia en el año 1515 Alfonso de Proaza y dedicó al cardenal
Ximenez de Cisneros.



Como
escritor místico se elevó Raimundo a una altura que pocos han
podido alcanzar. Dotado de un alma superlativamente contemplativa y
dada al ascetismo, no podía mirar y discurrir sobre el orden
majestuoso del universo o sobre las maravillas del mundo, sin
abismarse con íntimo y poético trasporte en la más profunda y
devota meditación: así es, que hasta en sus obras científicas no
pocas veces le vemos levantarse en alas de su inspiración sagrada a
las regiones más encumbradas del misticismo. El gran tratado de
Contemplación, el precioso opúsculo de Oraciones y contemplaciones,
el de Alabanzas a la Virgen María, el del Nacimiento del niño
Jesús, el devocionario que escribió para los reyes de Aragón,
algunas de sus poesías, y el nunca bastantemente celebrado cántico
del Amigo y del Amado, son otros tantos testimonios de la
superioridad de su talento en la literatura mística, que le colocan
en la esfera de San Juan de la Cruz, de Fr. Luis de León, y de Santa
Teresa.



Raimundo
Lulio brilla también con viva luz como maestro en la predicación.
Su Arte magna de predicar que contiene un número crecido de
sermones, es un excelente tratado, que si no se hace notar por su
elocuencia, es provechoso por el orden y buen método con que trata
de todas las materias predicables; a cuyo libro pueden añadirse los
Sermones sobre los diez preceptos, el tratado sobre el Padre nuestro,
el del Ave María y otros.




En
la jurisprudencia tuvo miras metódicas y elevadas que le ponen en un
lugar distinguido entre los juristas de su tiempo; y nos persuadimos
de que las obras que sobre la materia dejó escritas acrecentaran su
fama como maestro en la ciencia de la justicia, si fuesen aquellas
más leídas y analizadas; así como sus tratados sobre la medicina,
tanto en su parte especulativa como en sus operaciones prácticas, le
han valido altísimos elogios de eminentes profesores así antiguos
como modernos que en su estudio se han detenido, considerándole no
sólo como un consumado maestro en este ramo del saber humano, sino
como uno de los escritores a quienes la ciencia debe importantes
descubrimientos y señalados servicios. Sus Principios sobre el
derecho, su Ars juris, su Derecho natural, su Arte de aplicar la
nueva lógica al derecho y a la medicina; y por otra parte los libros
titulados Principios de la medicina, de la Levedad y peso de los
elementos, de la Región de la salud y de las enfermedades, el
tratado sobre la Fiebre, el de la Medicina teórica y práctica, el
Arte curatoria y otros muchos, bastan para conocer lo que se
distinguió como jurisperito y como médico.



En
la filosofía fue incomparable, dejando en su dilatado campo rayos de
clarísima luz. En efecto, la lógica y la metafísica fueron
tratadas por su fecunda pluma bajo un sistema nuevo y exclusivamente
suyo. Sus libros de moral, entre los cuales van comprendidos el Félix
de las maravillas del mundo, el Arte de confesar, el del Régimen de
los príncipes, el del Orden de caballería, el otro del Orden
clerical, el de los Proverbios y el Blanquerna, le ponen al lado de
los primeros moralistas que haya tenido el mundo. Con respecto a la
física, mientras los escolásticos divagaban en cuestiones
embrolladas y estériles, es notabilísimo ver a Lulio establecer
sobre la observación y la experiencia el estudio de la naturaleza, y
entrar con toda la fuerza de su saber en las más profundas
investigaciones sobre las causas de los fenómenos naturales, y
extenderse en juiciosas observaciones sobre la electricidad y el
magnetismo; hablando ya en su libro de Contemplación, escrito más
de treinta años antes que Flavio Gioja perfeccionase la brújula con
la rosa náutica, y en otras muchas obras, de la dirección polar de
la aguja tacta á magnete; y tratando de este asunto, antes
que otro lo hiciese, de una manera verdaderamente científica
(1).
(1) Véanse sobre el particular las disertaciones sobre el
descubrimiento de la aguja náutica que publicó en Madrid en 1793 el
P. Antonio Raimundo Pascual, monje cisterciense. Como matemático y
astrónomo es sin disputa de los primeros de su tiempo, y son dignos
de ser estudiados sus especiales tratados sobre estas materias, entre
los que se notan la Geometría nueva, la Geometría magna, el Arte de
la aritmética, la Astronomía nueva, el libro sobre los Planetas y
otros muchos, sin contar lo que dejó esparcido con referencia a las
mismas, en las obras que se ocupan del Arte general. Y por último la
química es quizás el mejor título de la gloria y la inmortalidad
de Raimundo. Impulsado al estudio y a las operaciones de esta ciencia
por su contemporáneo Arnaldo de Vilanova, durante la permanencia de
ambos en Nápoles, hacia el año de 1293, y aficionado a la misma por
la lectura de Geber y otros alquimistas árabes, pudo colocarse en
mejor lugar tal vez que su propio maestro y que cuantos le habían
precedido. Bajo este punto de vista, que es indudablemente el en que
ha sido más y mejor estudiado por los extranjeros, Lulio aparece
como una gran figura, pues mucho es lo que la ciencia le debe en
sentir de todos. El descubrimiento del ácido nítrico, de cuyo
reactivo describe la preparación, las importantes observaciones
sobre el aguardiente, sobre las sales y sobre la calcinación y la
destilación, y los experimentos notables que dejó consignados en
sus escritos, son hechos que le acreditan como el primer químico de
su tiempo. El célebre Boherave le cita como uno de los que mejor han
explicado la índole de los cuerpos naturales; y para concluir
trascribiremos lo que estampa un autor francés al hacerse cargo de
los conocimientos de nuestro autor en el ramo que nos ocupa. -
"Citaré entre otras, dice, dos ideas generales que son
sorprendentes. La ciencia tendía en aquella época a buscar la
quinta esencia en todas las materias, que era una especie de
principio sutil, ajeno de toda mezcla, y arquitipo (arquetipo),
por decirlo así, del cuerpo que representa y del cual posee todas
las propiedades o las virtudes, según la expresión de aquel tiempo,
en una intensidad absoluta. Raimundo Lulio buscó esta quinta esencia
ontológica en todos los cuerpos, no sólo en los minerales, sino en
los vegetales y animales. Curioso es ver como la ciencia actual
aplica en pequeño, en sus terapéuticas aplicaciones de la química
vegetal-animal, la idea fecunda, aunque quimérica, que la ciencia
del siglo XIII, tan poética en su cuna, se creía en estado de
aplicar desde luego al conjunto de los fenómenos de la naturaleza.
Nada más parecido a la quinta esencia de Raimundo Lulio, que esas
modernas operaciones de la química farmacéutica, que anda buscando
la morfina en el opio, la quinina en la quina, el yodo en las plantas
marinas, etc., como arquetipos que encierran en muy pequeño volumen
las más visibles propiedades y las acciones más intensas." -
"Otra idea hay de Raimundo Lulio que no es menos notable. De
algunos pasajes, quizás algo difusos y algún tanto oscuros, se
puede inferir claramente que según él la forma es la cualidad más
esencial de la materia, y que ella influye mucho en la composición
química. La ciencia actual no está acorde con esto; mas de cada día
alcanza resultados que no dejan de tener alguna analogía con la
opinión de Lulio. Hace ya mucho tiempo que los fisiologistas han
notado, que en la organización el elemento de la forma tiene más
importancia que el de la composición, cosa que se comprende muy
fácilmente: basta en efecto considerar cuan poco varía en cada
especie la forma vegetal o animal, por muchas que sean las
modificaciones a que se ve sometido el ser organizado según el
clima, la estación, la alimentación, el aire y demás
circunstancias que influyen sobre la composición química. Un hecho
análogo se observa en la química mineral. Se sabe en efecto que el
cristal de una sal, por ejemplo, de forma determinada, persiste en
ella en muchos casos, aun cuando vaya mezclada con otras sustancias
análogas y aunque sean estas a veces en porción bastante
considerable. La nueva teoría de las sustituciones, introducida
recientemente en la química, da también este singular resultado: en
una composición de muchas sustancias puede un cuerpo en cierta
manera ser sustituido por su análogo, sin que las propiedades
físicas y químicas de la composición se alteren en lo más mínimo
(1)."
(1) Delecluze. Revue des deux mondes. Nov. De *1840.



Raimundo
Lulio ocupa también un puesto muy distinguido en la ciencia de la
estrategia (estratéjia) militar, y en la de la navegación.
Para convencerse de sus admirables disposiciones en la primera, no
hay sino leer su libro sobre la Conquista del Santo Sepulcro y otro
sobre el mismo objeto que intituló del Fin; y prueba son de sus
inmensos conocimientos en la segunda y de los sólidos principios en
que fundaba el estudio de la náutica, lo que dejó sentado en varias
de sus obras, y entre ellas en su Geometría y en su Arte general
última, ya que su precioso libro titulado Arte de navegar
desgraciadamente se ha perdido. El acierto con que discurre,
estudiando prácticamente sobre los terrenos, acerca del modo como
había de operar un ejército para apoderarse de la Siria, es digno
de los mejores y más experimentados capitanes; y en cuanto a los
conocimientos náuticos de Lulio, bastará que trascribamos lo que
manifiesta en una de sus excelentes memorias el concienzudo escritor
D. Martín Fernández de Navarrete.
- "Para evitar o minorar
en lo sucesivo tales acontecimientos, reduciendo a un sistema de
doctrina náutica las prácticas usadas y las observaciones hechas
por los marinos de levante y del océano, combinándolas con los
principios de las ciencias exactas, especialmente de la astronomía,
que tanto habían cultivado los árabes y rabinos españoles,
escribió el portentoso Raimundo Lulio varios tratados científicos,
y entre ellos un Arte de navegar, que citan D. Nicolás Antonio y
otros escritores. Si esta obra hubiese llegado a nuestros días,
pudiéramos examinar y conocer el método con que trató ciertos
puntos fundamentales de la navegación, o averiguar si acaso fue un
mero recopilador de lo que dejaron escrito los antiguos. Pero
juzgando por la doctrina que vertió en otras misceláneas y
matemáticas, no podemos dejar de admirar los sólidos principios en
que fundaba el estudio de la náutica. En una de ellas, publicada en
1286, trató de los vientos y de las causas que los producen: en otra
del año 1295, dio excelentes documentos sobre la necesidad que tenía
el marinero de considerar el tiempo para navegar, los puertos a donde
debía refugiarse, y sobre la estrella y el imán, los rumbos y
distancias que andaba, y finalmente sobre cuanto correspondía a su
profesión. Dijo en su Geometría, que de ella depende la náutica, y
entre sus figuras se nota un astrolabio para conocer las horas de la
noche, que dice es de mucha utilidad para los navegantes; y en su
Arte general última, no sólo puso un compendio de ciertas
instrucciones para que los marineros ejecutasen con arte lo que
obraban por pura rutina y experiencia, sino que trató expresamente
de la navegación (1), sentando que desciende y procede de la
geometría y aritmética; y en comprobación de ello traza una figura
dividida en cuatro triángulos y constituida en ángulos rectos,
agudos y obtusos a semejanza de los quartieres, que hoy sirven tanto
para la práctica de la navegación, declarando por medio de esta
invención, cuanto anda una nave según el viento que sopla y el
rumbo que sigue respecto a los cuatro puntos cardinales, de lo cual
deduce el lugar o paraje del mar en que se halla a una hora o momento
determinado; y trata además en aquella obra, de los vientos y de las
señales para pronosticar su dirección.



(1)
Ars generalis ultima, obra que empezó en 1305 y acabó en 1308,
part. X, cap. 14, art. 96 De navigatione.



Si
por esta muestra y otras semejantes que ofrecen los voluminosos
escritos de Lulio, hemos de juzgar del mérito de su tratado de
náutica y de sus conocimientos en esta materia con relación a su
siglo, no podremos menos de maravillarnos de su instrucción cuasi
universal, de su ingenio original y penetrante, y de su talento vasto
y combinador en descubrir las relaciones que tienen entre sí todas
las ciencias y aplicarlas recíproca y oportunamente para dar un
impulso favorable a sus adelantamientos y facilitar los métodos de
su enseñanza (1).
(1) Nicol. Ant. Bibl. vet., tom. II, pág. 122
y sig. - Pascual, Aguja náutica, pag. 5, SS. 1, 3 y 4. - Fr.
Bartolomé Fornés, Apolog. contra Feijoo, Dist. 3, c. 6.
De aquí
puede inferirse naturalmente que si el primer tratado de náutica en
la media edad se debe a un español, fue también consecuencia de lo
mucho que este peregrinó entre las naciones de Europa, Asia y
África, con motivo de promover las cruzadas; cuyas expediciones
anteriores, fomentando la navegación e ilustrando la geografía, al
paso que multiplicaron los intereses y las relaciones de los pueblos
entre sí, hicieron también recíprocos sus conocimientos,
principalmente los que se dirigían a facilitar más estas
comunicaciones por mar, disminuyendo los riesgos y peligros que la
ignorancia hacía tan comunes y repetidos."



Contra
los que cultivaban la astrología judiciaria y la nigromancia,
escribió Lulio también excelentes tratados, siendo de notar lo que
en el tantas veces citado cántico del Amigo y del amado expresa con
referencia al particular, para confusión de los que confundiendo al
filósofo con el impío escritor de su tiempo llamado Raimundo de
Tárraga, le han supuesto autor de las heréticas blasfemias
que este estampó en sus libros. - "Encontró el amigo, dice, a
un astrólogo adivino, y preguntóle qué cosa era su astrología; a
lo que contestó que era ciencia que enseñaba a leer el porvenir.
Errado vas, le replicó el amigo, que lo que tú dices no es sino
engaño, ciencia de fingidos, fatídicos y mentirosos profetas, que
infaman la obra del soberano maestro; ciencia reprobada por la
providencia de mi amado, que promete dar el bien y no el mal con que
aquella amenaza.” - “Con altas voces iba el amigo diciendo: ¡Oh
qué vanos son muchos hombres que se dejan dominar por la curiosidad
y la presunción! Por la curiosidad caen en la mayor de las
impiedades, abusando del nombre de Dios, invocando con encantos y
deprecaciones los espíritus malos, y profanando las cosas santas con
caracteres, figuras e imágenes: por la presunción se han esparcido
tantos errores como hay en el mundo. Con vivas lágrimas lloró el
amigo las muchas injurias que cometen los hombres contra su amado
(1)".
(1) Libro del Amigo y del amado, vers. 347 y 348.



En
las letras fue también Raimundo notabilísimo. Además de sus varias
obras sobre gramática que le acreditan de muy sabio en el arte, como
preceptor o humanista escribió un libro de Retórica, que ha sido
muy encomiado por los inteligentes; al paso que su estilo es puro, y
su dicción expresiva y elegante, quedando sin disputa el primer
hablista lemosín entre sus contemporáneos. La ignorancia de
muchos que sin antecedentes se han creído bastantemente autorizados
para tratar a su manera del gran maestro, ha tachado de bárbaro el
latín de sus obras; mas tales críticos debían haber tenido
presente que es muy dudoso que Lulio escribiese en latín ninguno de
sus libros, y que el defecto que le censuran no es suyo, sino de sus
traductores, que no daban en escribir muy correctamente el idioma de
Marco Tulio en la época de su mayor corrupción.



Por
último, hasta en la música fue Raimundo en extremo hábil y perito
tratando de ella con la ciencia y fijeza con que discurría siempre
sobre todos los ramos de la inteligencia. Varias son las obras en que
se ocupó, aunque no exclusivamente, de este arte delicioso, y mucho
nos engañamos si no es de su mano el excelente libro manuscrito
titulado Arte de cantar, que hemos tenido ocasión de ver, aunque no
le encontramos continuado en ninguno de los largos catálogos de las
obras de nuestro autor.



No
acabaríamos nunca si hubiésemos de hacer mención expresa de todo
lo que fue objeto de los profundos estudios o de las continuas
meditaciones de Raimundo. Ninguna ciencia humana de las que estaban
al alcance de su época, dejó de encontrar su lugar en el gran
círculo que abarcaba su genio; ningún fenómeno de los que se
presentaron a su siglo con el incentivo de la novedad, dejó de ser
objeto de las hondas investigaciones del 
gran
filósofo. Su talento eminentemente combinador y universal forma
época en la historia del progreso humano. La fecundidad de su pluma
asombra, como asombran los numerosos viajes que emprendió, las
multiplicadas aventuras que le acontecieron, las continuas
diligencias que hizo para la realización de sus santos proyectos, y
las predicaciones asiduas que llevaba a cabo para la
conversión de los infieles. Un hombre de grande ingenio con dos siglos de
existencia no hubiera podido hacer lo que Lulio en los cincuenta años
que mediaron desde su conversión hasta su glorioso martirio. Con la
relación sola de su vida podría haber llenado volúmenes enteros;
sus escritos forman diez tomos de gran tamaño en la
edición moguntina, ordenada desde 1721 hasta 1749 por su admirador el
esclarecido
Ibo Zalzinger, si bien ella no llega a comprender
la mitad de las obras de Raimundo. Muchos tratados permanecen todavía
inéditos, otros se han perdido por desgracia de la ciencia y de las
letras.



Además
de tanta inteligencia, tan vasto saber, y tantas virtudes juntas,
reunía Raimundo una fuerza de ánimo invencible que le hacía
arrostrar todas las dificultades para la divulgación y enseñanza de
su Arte que consideraba como destinado a entronizar la verdad en
todos los ámbitos del mundo, y triunfar de todos sus adversarios. Y
con esa firmeza, a la que se unía la novedad que su sistema ofrecía,
logró que el orbe todo se llenara al punto de su ciencia, de su
doctrina y de su nombre. Mas no se contentaba solamente con el fruto
que podía dar la propagación de su sistema en las escuelas, sino
que para estirpar los errores que se multiplicaban en el mundo en
medio del cual vivía, ofreció por una parte a la Santa Sede y al
colegio de cardenales su Arte general, y emprendió por otra largos
viajes para desempeñar el más penoso apostolado. En medio de estas
tareas no olvidaba el negocio de la conquista de los Santos Lugares,
que fue el pensamiento que a todas horas le dominaba, y para cuyo
objeto agotó todos los recursos de su pluma y todo el tesoro de su
infinita paciencia, ya trazando planes y proyectos para facilitar la
empresa, ya interesando en ella a los grandes poderes de la tierra; y
si unas veces logró el placer de ser escuchado y en parte secundado
en sus miras, otras tuvo que sufrir con toda la resignación de un
cristiano la mofa y el desprecio en recompensa de sus laudables
afanes. ¡Cuánto hubiera cambiado quizás la faz del mundo a haberse
llevado a feliz término los vastos proyectos del gran pensador de su
siglo! ¡Y cuántos beneficios no hubiera reportado con ello la causa
del catolicismo! Mas Raimundo halló tibios a sus contemporáneos, y
sus exhortaciones se estrellaron contra la irresistible fuerza de las
circunstancias que le fueron siempre adversas.



Aunque
fue mucho empero el celo y la firmeza con quo Lulio ponía en
ejecución sus ideas, duélenos tener que confesarlo, no anduvo
siempre acertado en los medios que escojitaba para llevarlas
adelante, ni eran siempre tan oportunas como convenía. Y no dejó de
contribuir ciertamente a esta falta de tacto con que en determinadas
ocasiones procediera, atención que prestaba por desgracia a los
acontecimientos políticos de su tiempo, en los cuales no se instruía
lo bastante, extraño como se mantuvo siempre a toda asociación
civil o religiosa, y ocupado como estaba tan asiduamente en sus
estudios y combinaciones científicas.



Mas
en vano se han levantado envidiosos contra la santidad y heroísmo de
la vida del eminente mártir, y contra la doctrina del célebre
filósofo. En vano el vehemente y bilioso inquisidor Nicolás de Aymerich, que hubo de ser expulsado del reino de Aragón por
sus demasías, lanzó contra Lulio las diatribas más furibundas,
tildando de heréticas muchas de sus máximas que adulteraba a su
antojo, y suponiendo condenados sus libros por una bula pontificia
cuya autenticidad no pudo nunca justificar; la fama del mártir ha
quedado ilesa, y los merecidos elogios que de sus actos y de su
ciencia han hecho millares de sabios, son un elocuente, y magnífico
contrapeso a las decepciones que solo la ponzoña de las malas
pasiones ha podido dictar contra el más celoso de los apóstoles у
el más esclarecido de los sabios de la edad media, radiante sol en
la ciencia y espejo purísimo de todas las virtudes.

sábado, 25 de septiembre de 2021

EL DESCONSUELO. DESCONORT. Bilingüe lemosín - castellano.

EL
DESCONSUELO.



Es
el Desconsuelo uno de los poemas más inspirados y espontáneos que
haya escrito Lulio. Treinta años de viajes, de penalidades, de
instancias y de alternativas; treinta años de la más ardorosa fé
en sus proyectos y de solemnes promesas, sin que pudiera conseguir la
realización de sus constantes aspiraciones, no habían logrado
arrancar del corazón del laborioso Raimundo la esperanza firme que
abrigaba de ver un día entronizada su doctrina por todo el orbe,
dispuesta la predicación del catolicismo por entre las numerosas
hordas agarenas, y puesta en pie la cruzada que debía restaurar el
trono cristiano en la ciudad santa. Mas cuando en 1295 no encontró
en Roma más respuesta a sus ardientes súplicas que la mofa y el
escarnio de los poderosos; más apoyo a su ciencia que el
indiferentismo de la ignorancia, incapaz de comprender las
concepciones de su espíritu privilegiado; no es extraño que aquella
incontrastable firmeza cayese en el desaliento, y que preñados los
ojos de lágrimas, y lleno el corazón de amargura, buscara su alivio
el desengañado Lulio en la reconcentración de su alma y en las
íntimas y solitarias fruiciones del saber y de la poesía. Hijo de
este estado interior de nuestro poeta es la obra de que nos ocupamos.
Bello es el exordio con que da principio a su melancólico desahogo,
describiendo la flaqueza de su corazón, el duelo de su alma, y el
triste desamparo de los hombres que le obligaba a mirar a Dios como
al único amigo capaz de consolarle. Bellos los recuerdos que dedica
a los desvíos de su juventud y a la beatífica aparición que le
apartó del camino de la culpa; y sentidos los versos en que hace
alusión al estado del mundo, al poco fruto que alcanzara de sus
trabajos, a las lágrimas que estos pensamientos arrancaban a sus
ojos, y a lo poco que Dios escucha a veces a los justos y a los
pecadores que anhelan verle honrado y ensalzado. Después empieza un
interesante diálogo con un ermitaño que se le aparece en el bosque
y que le exhorta a que abra su corazón para socorrerle con la
suavidad y eficacia de su doctrina; diálogo tierno y patético en
verdad, cuando en él se duele de la poca atención que a sus
palabras se prestaba, del concepto pobre en que la ignorancia de su
tiempo le tenía, del menosprecio que por premio de sus afanes
alcanzara de los que podían ayudarle en sus empresas, y de la
superficialidad con que juzgaban su célebre Arte en que tanta fé
tenía; después de haberse privado de su familia y de su hacienda
por el bien del género humano, de haber vuelto la espalda a las
seducciones mundanales, y de haber corrido todas las naciones del
orbe conocido, sin encontrar compañero que participara de su santo
ardor. El ermitaño a su vez procura enjugar sus lágrimas con toda
la ternura del alma cristiana, discurriendo ambos sobre el orden del
mundo, sobre la exaltación de la fé católica, y conversión de los
infieles; y tocando con alta sabiduría profundas cuestiones de moral
y ciencia teológica. Sin embargo empero de la suavidad evangélica
que fluye de todas las páginas de este inspirado poema, y del
espíritu eminentemente católico que le caracteriza, fue una de las
obras que escogieron violentos censores y adversarios de la doctrina
luliana, para llevar a cabo su persistente y encarnizada idea de
hacer ver al mundo que el venerable Lulio era autor de máximas
heréticas y anti-cristianas, valiéndose de la calumnia, de la
falsía y de la impostura. Indigna ver la superficialidad con que
interpretaban y analizaban los tiernos conceptos del poeta, y la mala
fé con que, en defecto de razones, tergiversaban y alteraban el
sentido de los textos originales, si es que originales alguna vez los
vieron. El encono de los adversarios de Lulio, nacido en su mayor
parte de la ardorosa defensa que hizo del misterio de la Inmaculada
Concepción de María, llegó a tan alto grado, que acudían hasta a
los medios más reprobados para empañar con absurdas ficciones la
pureza de su vida; valiéndose ya de una palabra mal sonante de los
traductores del gran maestro, sin cuidarse de acudir a los textos
lemosines para su comprobación, ya de los mismos sofismas que
Lulio ponía en boca de los antagonistas del dogma católico en sus
libros dialogados de polémica, que truncaban a su antojo, para
regalar al venerable mártir el dictado de hereje. La publicación
empero del original lemosin
(lemosín) es la mejor vindicación de tan injustas como
apasionadas diatribas; y en obsequio a la obra añadimos una
traducción castellana, que hemos arreglado sobre la que hizo
el célebre profesor de la doctrina luliana D. Nicolás de Pax,
especial amigo del cardenal Cisneros; cuya traducción
demostrará a los que no estén versados en la lectura del lemosin,
con cuanta injusticia se cebaban los adversarios de Lulio sobre el
más dulce, el más tierno y el más sentido de los desahogos de su
alma verdaderamente grande, y nos dispensará al mismo tiempo de
extendernos en citar sus pasajes más notables, como hemos hecho con
respecto a las demás composiciones; pues en verdad ¿cómo no
trascribir el poema entero cuando se trata de hacer ver las bellezas
de que está sembrado? ¿Cómo citar un pasaje sin hacer agravio a
los que pasáramos eo silencio? ¿Qué estrofa hay que no sea
interesante, ya por uno ya por otro concepto?



En
este poema, escrito en Roma hacia el año 1295, o sea diez años
después de haber dejado Lulio aquella ciudad para residir en París,
Montpeller, Génova, Túnez y Nápoles, se hace mención de los Cien
nombres de Dios, obra que cita también en otros tratados, sin duda
por ser uno de los que su autor más apreciaba, prueba evidente y
otro de los muchos ejemplos que la historia nos ofrece, de lo que se
engañan los escritores en el juicio de sus propias obras: - "¡Oh
ermitaño! dice, cansado estoy de tratar con la corte romana, sin que
ninguna cosa haya podido alcanzar, y si vos queréis trabajar por la
santa causa de nuestro Señor Jesucristo en la metrópoli, y en ella
hacer despacio y con diligencia cuanto os sea dado, quizás este
negocio llegára a su fin, si os quieren escuchar el santo
Padre y los cardenales; o sino haceos
juglar en la corte y cantad los Cien nombres de Dios, que escribí en
rimas para que cantar se pudiesen. Aunque bien mirado no os doy este
consejo, porque no hagáis menospreciar los libros que Dios me hizo
concebir." -



Por
fortuna podemos ofrecer al lector el texto original de este poema con
mayor corrección que el de los anteriores, lo cual se debe a las
muchas copias que hemos tenido ocasión de consultar. Además de las
modernas que han llegado a nuestras manos, y de un códice del siglo
XV y otro del XVI o principios del XVII que tenemos a la vista, hemos
examinado la copia hecha por mano de D. Nicolás de Pax, existente en
la biblioteca del Instituto Balear, y la que forma parte del antiguo
códice que perteneció a la librería del convento de dominicos de
Palma y que dejamos citado al hacernos cargo de la anterior
composición sobre la Alquimia. Con la minuciosa comparación de
todos estos códices hemos logrado restablecer el sentido de un
crecido número de pasajes que aparecía dudoso, y dejar más
correcto el lenguaje, alterado en algunos puntos, y más exacta la
medida de los versos.



Notaráse
sin duda alguna diferencia en la ortografía, entre este poema y los
demás que van trascritos, principalmente el de los Cien nombres de
Dios. Los copistas muchas veces, si eran exactos en la conservación
de los vocablos anticuados, no lo eran en lo que atañía a la parte
ortográfica de las palabras: así es que en las copias más modernas
encontramos muy notables diferencias en el modo de escribirlas. Si se
mira con alguna detención el poema de los Cien nombres de Dios, se
conocerá que el códice de donde lo hemos tomado es de fecha
posterior al que nos ha servido para la publicación de las otras
composiciones; y si en la que nos ocupa se observan algo más
anticuados algunos vocablos, débese a la circunstancia de haber
podido hacer comparaciones con códices de más remota fecha, y a
que, como era natural, nos ha merecido siempre más fé lo que más
se acerca a la época en que floreciera el autor. Así no debe
extrañar el lector ver escrito con frecuencia en este poema eyl por
éll, fayliment por falliment, con por com, aqueyls o aceyls por
aquells, foylament por follament, esperital o spirital por
espiritual, nuyl por null, ceyl por cell, y así de otras muchas
palabras que fuera prolijo enumerar.




EL
DESCONORT.



Aquest
es lo Desconort que mestre RAMON LULL feu en sa vellessa,
com viu que lo papa ne los altres senyors del mon, no
volgueren metre orde en convertir los infaels, segons que éll
los requerí moltes e diverses vegades.







I.







Deus,
ab vostra virtut, començ est desconort,



Lo
qual fas en xantant, per ço que m' en conort,



E
que ab eyl recompte lo fayliment e 'l tort



Que
hom fá en vers vos qui ‘ns jutjats en la mort.



E
con mays mi conort e menys hay lo còr fort (1),



Car
d' Ira e dolor faç mon coratge port;



Perque
el conort me torna en molt gran desconort;



Per
ayçó eu estich en trebayl e en deport,



E
no hay nuyl amich qui negun gaug m' aport,



Mas
tansolament vos, per qu' eu lo fax aport,



En
casent e levant, e suy say en tal port,



Que
res no veyg ne aug d' on me vinga confort.



EL
DESCONSUELO.



Este
es el Desconsuelo que RAIMUNDO LULIO compuso en su vejez, al ver que
el papa y los señores de la tierra se negaban a acceder a sus
reiteradas súplicas en orden a la conversión de los infieles.



I.



Dios,
con vuestra virtud, comienzo este desconsuelo, el cual canto para
consolarme, y para publicar la grande sinrazón y el agravio que los
hombres os hacen a vos, Señor, que en el angosto paso de la muerte
nos juzgáis. Y cuanto, más me consuelo, mayor flaqueza siento en mi
corazón, porque hago mi alma puerto de enojo y dolor; por lo cual el
consuelo se me trueca en muy grande desconsuelo; y así estoy en
placer de una parte y de otra en trabajo. No tengo amigo que me
consuele, sino vos sólo, Señor, por quien sufro este gran peso; y
ora cayendo, ora levantándome, hállome de manera que no veo ni oigo
cosa que pueda darme aliento.




II.







Quant
fuy grans e sentí del mon sa vanitat,



Comencey
a far mal e entrey en peccat,



Oblidam
lo ver Deus seguent carnalitat;



Mas
plach a Jesu-Christ per sa gran pietat



Qu'
es presentech a mi cinch vets crucificat,



Per
ço qu' el remembrés e 'n fós enamorat,



Et
que eu procurés com éll fós ben preycat



Per
tot lo mon, e que fós dita veritat



De
sa gran trinitat e com fó encarnat;



Per
qu' eu suy inspirat e 'n tan gran volentat,



Que
res als no amé mays que éll fos honrat:



E
lá donchs comença con lo servís de grat.




III.




Quant
pris a consirar del mon son estament,



Com
son pauchs christians e molts li descresent,



Adonchs
en mon coratge haych tal conçebiment



Que
anés a prelats e a reys exament



E
a religioses, ab tal
ordenament (2)



Que
s' en seguís passatje e tal preycament,



Que
ab ferre e fust e ab ver ergument



Se
des a nostra fe tan gran exalçament,



Que
'ls infaels venguessen a ver convertiment (3).



Et
eu hay ço tractat trenta anys, e verament (4)



No
n' hay res obtengut perqu' eu n' estaig dolent



Tant,
que 'n plore sovén e ‘n suy en languiment.







IV.




Dementra
qu' eu axí estava en tristor,



E
consirán sovén en la gran deshonor



Que
Deus pren en lo mon per sofratxa d' amor,



Com
a home irat qui fuyg a mal senyor,



Me
'n aney al boscatje, on estava ab plor



Tan
fort desconortat, qu' el còr n' haich gran dolor;



Mas
per ço car plorava e sentia dolçor,



E
car ab Deus parlava faent a eyl clamor



Con
tan pauch exauseix li just e 'l peccador,



Quant
la horon e 'l creon en tractar sa honor;



Car
si mays los donava d' ajuda è fervor,



Pus
tost
convertirien lo mon a sa valor.







II.

Cuando fui de edad crecida, sentí la vanidad del mundo, y empecé
a hacer mal, y a entrar en pecado; y olvidado del Dios verdadero,
seguí los carnales apetitos; pero Jesucristo por su gran piedad
quiso cinco veces aparecérseme crucificado, para que me acordara de
él, le amase y procurara fuese conocido por todo el mundo; y que la
verdad infalible de la Santísima Trinidad y de la Encarnación
gloriosa fuese predicada y enseñada: y así yo me sentí inspirado,
y tuve tan grande amor a Dios, que jamás amé otra cosa, sino que él
fuese honrado; y entonces empecé a servirle de buena voluntad.







III.

Cuando después consideré el estado del mundo, y cuán pocos son
los cristianos y muchos los incrédulos e infieles, conmovido mi
corazón me hizo concebir el pensamiento de acudir a los prelados,
reyes y religiosos; demostrándoles los medios de pasar a los
dominios de los moros y cómo con predicaciones, argumentos y armas
se pudiera dar tal ensalzamiento a nuestra santa fé católica, que
los infieles viniesen a verdadera conversión. En este santo
negocio
me he ocupado por espacio de treinta años, y en verdad
que nada he podido alcanzar; y por eso estoy tan triste, y tan a
menudo lloro, que me veo reducido a grande flaqueza.







IV.

Mientras que yo me abandonaba de esta manera a mis tristes
pensamientos, considerando con frecuencia los grandes ultrajes que a
Dios se hacen en el mundo por falta de amor, como hombre enojado y
descontento que huye de su mal señor, fuíme al bosque, en donde me
puse a llorar tan desconsolado, que estallaba de dolor mi
corazón: mas llorando hablaba yo con Dios y hallaba en esto dulzura
y remedio. Quejábame de que tan poco oiga a los justos y pecadores,
cuando tratan de su honor divino; porque si más les ayudase y
favoreciese, más pronto convertirían el mundo a la fé.




V.




Enaxí
com estava ab malencolia,
A luny guardí e viu un home qui
venia
Ab bastó en sa má; gran barba havía;
En son dors
selici portech; pauch valia;
Segons son captener
ermitá paria (5),
E quant fó pres de mí, dixme: - Qué havia,

Ne lo dòl qu' eu menava de hont me venia,
Ne s' eyl
per nulla res ajudar m' en podia. -
E s' eu, las, resposli: - Que
tan mal me sentia (6),
Que per éll ni altre no 'm consolaria;

Car segons que hom pert creix la fellonia,
E ço qu' eu
perdut hay ¿e dar quiu poria?







VI.

- Ramon! dix l' ermitá, vos ¿qué havets perdut?
Perque
nous consolats en lo Rey de salut,
Qui basta a tot
çò qui per éyl es vengut?
Mas aquell qui éll pert no pòt
haver virtut
En esser consolat, car tròp es abatut;
Et si
vos no havets nuyl amich quius ajut,
Digatsme vostre còr ne que
havets haút;
Car si flac còr havets, ne si sots deçebut,



Be
'n poria esser qu' eus fós acorregut
Per la mia doctrina, tant
que si sots vençut,
Qu' eus mostrará a vençre vostre còr
combatut
De ira e dolor ab qui Deus hi ajut.



VII.

- N' ermitá! s' eu pogués portar a compliment
La honor que
eu tracta per Deu tan longuament,
No hagra re perdut ne 'n
fará clamament,
Ans guasanyara tant, que a convertiment
Ne
vengron li errat, e lo sanct moniment
Hagran los
christians; mas per deffayliment
D' aqueyls a qui Deus ha donat
mays d' honrament,
Qui no‘ m volen ausir, ans tenen a
nient,
Mi é mes paraules con hom qui foylament,
Parla e res
no fá, segons entendiment,
Perqu' eu per éyls pert tot lo
procurament
Que fás per honrar Deu e d' homens salvament.







V.

Estando así abismado en honda melancolía, miré lejos, y vi
llegar un hombre con un cayado (bastón) en la mano, luenga la
barba y vestido de cilicio; y según su gesto parecíame
ermitaño. Y acercándose a mí, díjome: - Qué causa era la de mi
duelo y de mis lágrimas, y si en algo podíame ayudar. - Respondí,
que yo tenía y sentía tal mal, que ni él, ni otro podían darme
consuelo; porque el enojo es grande, a proporción de lo que
perdemos; y dije, que nadie en el mundo podía darme ya lo que
perdido había.







VI.

- Raimundo (Ramon)! dijo el ermitaño: ¿Qué habéis
perdido? ¿por qué no os consoláis con Dios omnipotente, el cual a
todas las criaturas es cumplimiento? Quien pierde a Dios, es quien no
puede tener virtud de consolación, porque está muy perdido. Y si
vos no tenéis amigos que os ayuden, abridme vuestro corazón y
decidme lo que tenéis; porque si flaqueza de corazón o
entendimiento es en vos, bien podrá ser que por mi doctrina seáis
socorrido: y si os vence la pasión de ánimo, mostraros he, con la
ayuda de Dios, a vencer vuestra alma combatida por el enojo y el
dolor.



VII.

- ¡O ermitaño! si yo pudiese llevar a feliz término lo que
respecto de Dios tan largamente he tratado, no perdiera yo cosa
alguna, ni menos me quejara: antes ganaría tanto, que los que viven
en las sombras del error vendrían a convertirse, y los cristianos
poseerían el Santo Sepulcro de Jesucristo. Mas por culpa de aquellos
a quienes Dios honra más, los que no sólo no quieren oírme, sino
que me tienen a mí y a mis palabras en nada, como a hombre que habla
néciamente y sin discreción, pierdo el trabajo que hago por
honra de Dios y bien de las gentes.




VIII.
Encare
'us dich, que pòrt una Art general
Qui novament es dada per dó
esperital,
Perque hom pòt saber tota res natural,
Segons qu'
entendiment ateyn lo sensual;



Al
dret e medicina e a tot saber val,
Et a theologia, la qual m' es
mays coral:
A solre questions nuyla Art tant no val,
Ne
errors destruir per raysó natural;
E tenchla per perduda, car
quax a hom no ‘n cal,



Perqu'
eu ne planch, e' n plor, e n' hay ira mortal:



Car
nuyl hom qui perdés tan precios cabal,
No poria haver gaug may
de res terrenal.







IX.

- Ramon, si vos fayts ço, que a vos se cové,
En procurar
honor a Deus, e far gran bé,
E no sots escoltat ni ajuda nous vé

D' ayceyls qu' han lo poder, ges per ço nous cové
Qu' en
siats despagat, car ceyl que tot ho vé
Vos n' ha aytant de grat
com si es complís de sé
Tot çò que demandats; car hom qui bé
es capté
A tractar sa honor, aconseguex en sé
Mèrit e
esmenda, dó, pietat, e merce;
Perque fá gran peccat qui en son
còr reté
Ira ne desconort faent a eyl Deus bé,
Qui 's
concorda ab gaug, esperança e fé.







X.

Ramon, de vostre Art no siats consirós,
Ans ne siats alegre
e estatsne joyós,
Car pus Deus l' haus ha dada, justicia e
valors
La multiplicarán en leyals amadors;
E si vos en est
temps ne sentits amargórs,
En altre temps meylor haurets
ajudadors,
Tals, qui les apendrán, e' n vençrán les errors
D'
aquest mon, e' n farán molt bon fayt cabalors;
Perqu' eus prech,
mon amich, conort sia ab vos,
E duy may no plorets contra fayt
virtuós;



Enants
vos alegrats contra fayt viciós,
Et esperats de Deu gracia e
secórs.




VIII.



Por
eso os digo, ermitaño, que traigo una Arte general, que me fue
inspirada por el Espíritu santo, por medio de la cual puede el
hombre saber todas las cosas naturales, según la comprensión del
entendimiento por los sentidos: sirve para aprender el derecho, la
medicina y todas las ciencias; y asimismo para aprender la teología,
ciencia para mí la más estimada. No hay otro Arte que tanto valga
para resolver cuestiones, y para destruir errores por la razón
natural; y téngola por perdida, porque casi nadie la entiende ni la
aprecia, y por esto lloro, y estoy en mortal tristeza, porque
cualquiera que perdiese caudal tan precioso, no podría gozar de cosa
alguna de este mundo.



IX.

- Raimundo, si vos hacéis lo que os toca por la honra de Dios y
por el bien del género humano, y no sois escuchado ni alcanzáis
ayuda de aquellos que pueden ayudaros, por eso no debéis estar tan
descontento. Quien todo lo ve os lo agradece, tanto como si de hecho
se cumpliera lo que demandáis: porque el que bien procura que a Dios
se honre, consigue en efecto mérito, piedad y merced. Y por esto
peca mucho el que guarda enojo en su corazón y se entrega al pesar y
al desconsuelo, cuando Dios le hace gracia de un bien que tanto se
aviene con el gozo, la fé y la esperanza.



X.

Raimundo, de vuestra Arte no tengáis cuidado; antes alegraos de
ella, que pues Dios os la dio, justicia y esfuerzo la multiplicarán
en leales amadores. Y si vos ahora por ella sentís adversidades,
vendrá otro tiempo mejor en que tengáis ayudadores tales que la
estudien y aprendan, y en que con ella venzan los errores de este
mundo, y hagan muchos actos provechosos. Por esto os ruego, amigo
mío, que os consoléis, que enjuguéis vuestras lágrimas y que os
alegréis contra los vicios, esperando de Dios merced y socorro.







XI.

Ramon, ¿per qué plorats e no 'm fayls béll semblant?
¿E
com no 'us conortats del vostre mal talant?
Per aquesta raysó me
fayts estar dubtant
Que stiats en peccat mortal tan mal estant,

Perque siats indigne a far res ben estant;
Car Deus no' s vòl
servir per nuyl hom en peccant,
Et si no vé a fí ço que
desirats tant,
No es colpa d' aqueyls de qui 'us anats clamant;

Car no vol Deus que vostre fayt vaja en avant (7)
Si estats
en peccat; car de bé tant ni quant
No pòt hom peccador, d' éyl
esser començant,
Car lo bé e 'l peccat en res no han semblant.







XII.



-
N'ermitá, no m' escús que no haja peccat



Mortalment
mantes vets, de qu' em som confessat:



Mas
depuys Jesu-Christ a mi 's fó revelat



En
la crotz, segons que desus vos hay contat,



Et
haguí en s' amor mon voler confermat,



No
pequí a scient en nuyl mortal peccat;



Mas
poria esser en ço qui es passat



Quant
era cech del mon amant sa vanitat,



Que
no ‘m sia per Christ en far bé ajudat;



Empero
si no ‘u era, tòrt faria e peccat,



Si
éyl no mi ajudava depuys qu' el hay amat,



E
per la sua amor lo mon desamparat,







XIII.



-
Ramon, hom negligent no sab bé procurar,



Estant
si negligent; car molt no vòl membrar



Ço
qu' enten acabar, perqu' em fayts molt dubtar



Que
lo púbblich negoci que volets acabar,



Ab
los molt grans senyors qui no 'us volen aydar;



Car
ab paucha amor gran fayt no 's pot menar;



E
si est pererós de tú ‘t deus rancurar,



Et
de ton fayliment no deus altre encolpar.



Ne
tu estant occiós no 't deus desconortar,



Per
altre, mas per tú qui no ‘t vòls esforçar,



En
far tot ton poder com Deus puschas honrar.







XI.

Raimundo, ¿por qué lloráis y no me mostráis alegre y sereno
el rostro? ¿Cómo no os consoláis en vuestro mal? Dudar me hacéis
si por ventura estando vos en pecado mortal, seáis indigno de hacer
cosa buena, porque Dios no quiere ser servido por hombre culpable. Y
si no veis realizados vuestros deseos no es por falta de aquellos
contra los cuales dirigís vuestros clamores. Si en culpa estáis no
querrá Dios que vaya adelante vuestro negocio, pues hombre pecador
no puede ser principio de tanto bien; porque el bien y el mal nunca
concuerdan.



XII.

- Ermitaño, no digo que no haya pecado mortalmente muchas veces,
pero heme confesado de ello. Desde la hora en que Jesucristo se me
apareció crucificado, según tengo dicho, y confirmó mi querer con
su amor, no caí jamás a sabiendas en pecado mortal. Puede ser que
por lo que hice siendo ciego y amante de las vanidades del mundo, no
me vea ahora ayudado por Jesucristo en el bien que proyecto: empero
injuria me haría Dios si no me ayudase, porque le amo, y por su amor
he dejado el mundo.



XIII.

- Raimundo, el hombre negligente no es buen procurador, si de lo
que quiere acabar se olvida. Por eso me hacéis dudar del éxito del
negocio que tratáis de llevar adelante con los grandes señores, que
por otra parte se niegan a ayudaros; porque con poco fervor no se
puede tratar de tan alta empresa. Si vos sois flojo, quejaos de vos
mismo, y no culpéis a los demás. Y andando, vos, tan remiso, no os
debéis desconsolar por la falta ajena, sino por la vuestra, que no
queréis esforzaros en hacer cuanto os es dable por la honra de Dios.







XIV.

- N' ermitá, vos vejats si eu suy occiós
En tractar
púbblich bé de justs et peccadors (8),
Car muller n' hay
lexada, fills e possessiós,
Et n' hay estat trenta anys
en trebayls e langors (9),
E cinch vets en la cort am mies
messiós (10)
N' hay estát, e encare ab los Presicadors,

A generals capitols tres e enquer als Menors
Altres tres
generals capitols; e si vos
Sabiets que n' hay dit a reys et a
senyors,
Ne com hay trebaylat, no seriets dubtós
En mí que
sia estát en est fayt pererós,
Ans n' hauriets pietat si sots
hom piadós.







XV.



-
Ramon, tot hom qui vol adur a compliment



Algun
fayt que sia de molt gran estament,



Cové
qu' el sapia tractar discretament;



Mas
si vos no sots hom discret ni entenent,



Segons
que al fayt cové e 'n fayts rancurament,



Rancurastvos
a tòrt e sotsne reprendent



D'
aqueyls qui son discrets e fan saviament,



Ço
qui ‘n fayt vos cové e al exalçament



De
la fe christiana; perque 'us conseyl breument



Qu'
estiats consolat en vostre fayliment,



Consirant
que no sots en lo fayt covinent,



Et
estats entre vos humil e pascient.







XVI.

- N' ermitá, s' eu no ço d' aytal discreció
Qu' en fayt
tant cabalós no abast ma raysó,
E si eu ignorant vas éyl fas
faylió,
Per soffratxa d' entendre e car discret no só,
Segons
que 'l fayt, es gran, per ço vuyl companyó
Qui m' ajut a
complir; mas no 'm val pauch ni pró
Requerir companya, ans suy
sols abandó;
Com los guart en la cara e 'ls vuyl dir ma raysó,

No‘ m volon escoltar, ans disen que fat
só,
Los dames, per ço car los dich aytal sermó:
Pero
parrá 'l judici qui haurá discreció,
Ne qui de sos peccats
atrobará perdó.

XIV.

- Ermitaño, mirad si cuando se
trata del bien público, del bien de justos y pecadores, soy en algo
negligente: sabed que dejé por esto esposa, hijos y heredades, y que
pasé treinta años de trabajos y congojas. Cinco veces fui a la
corte romana a mis expensas: he asistido a tres capítulos generales
de Predicadores, y otros a tres capítulos generales de
Menores: y si supieseis lo que he dicho a reyes y a grandes señores,
y cuánto he trabajado, no dudarais de mi constancia, ni me tuvierais
por negligente en este negocio; antes me compadecierais, si es que
seáis hombre piadoso.



XV.

- Raimundo, el hombre que quiere llevar a feliz término una
empresa de tanta importancia, conviene que con discreción la haga
comprender. Mas si vos no sois tan discreto y sabio como el negocio
requiere, y al mismo tiempo venís con quejas; con injusticia os
quejáis de los que obrando con prudencia y sabiduría, hacen lo que
pertenece y lo que conviene a la exaltación de la fé cristiana. Por
eso brevemente os aconsejo, que os consoléis con vuestra falta,
pensando que a tal empresa no sois bastante; y habed en vos humildad
y paciencia.



XVI.

- Ermitaño, si tan poco discreto soy, que mi razón no baste a
cosa tan provechosa; si yo en mi ignorancia, falto por defecto de
entendimiento y discreción, por eso demando compañeros que me
ayuden en la empresa; mas no los puedo hallar ni pequeños ni
grandes, antes me encuentro solo y desamparado. Y cuando les miro
cara a cara, y les quiero exponer mis razones, no me quieren
escuchar, y los más me dicen que soy necio cuando les explico mi
proyecto. Mas en el día del juicio se verá quién habrá sido
discreto y quién alcanzará perdón de sus pecados.







XVII.



-
Ramon, l' hom qui 's avar e vol alcun fayt far,



Ço
que vòl no ho pòt complir ni acabar;



Hon
si vos sots avar e no volets donar



Del
vostre, per ço que Deus ne façats honrar,



De
vostre cobeytat vos deuriets clamar;



Car
ella vos empatxa lo bon fayt procurar.



O
si dar no podets, paupertat pòt estar



Contra
vostre negoci, e deuriets pensar



Qu'
els senyors mays s' enclinon per dar que per preycar,



E
los prechs qu' hom los fá; perqu' eus vuyl consellar



Que
si donar podets, pensets tost del anar;



Car
per donar porets, tota res acabar.







XVIII.



N'
ermitá, cert siats que hanc mays cobeytat



De
diners ne d' honors en mí no ha habitat;



Et
en aquest negoci de mon patrimonat



May
tota vets despes e hay tant larguejat,



Que
tuyt li meu infant n' estan en paupertat;



D'
hon de avaricia no' n dey esser reptat,



Ne
donar eu no pusch a los homens de grat,



Car
no suy home rich ne senyor de ciutat;



Perque
no m' encolpets, ans m' hajats escusat;



Be
'us dich, s' eu fós senyor d' emperi o regnat



Tant
del meu hi donara trò que fós acabat;



Mas
home qui pauch dona no es bé escoltat.







XIX.



-
Ramon, gloria vana fá hom a sí amar,



Et
per ço que hom faça las gents de sí parlar



Dient
de hom lausors, per ço qu' els sia car,



E
que l' amén e l' honren en soven nomenar;



Hon
si vos trebaylats per vos mateix lausar,



Erguyl,
gloria vana vos fan tant menysprear,



Que
no 'us denyen veser ne' us volen escoltar (11),



Car
nuyl fayt tan honrat vil hom no deu menar:



Et
tot home es vil e está en peccar,



Qui
mays que no li' n tayn se vuyla far honrar;



Perque
de vostre tòrt vuylats nuyl encolpar.







XVII.

- Raimundo, hombre avaro no puede dar cumplimiento a lo que
quiere: por esto si vos sois codicioso, y no consentís en dar de lo
vuestro por honra de Dios, quejaros debéis tan sólo de vuestra
avaricia; porque ella os impide hacer la buena obra. Y si nada podéis
dar, la pobreza puede contrariar vuestro intento, porque habéis de
tener presente que los grandes señores más se inclinan por dádivas,
que por palabras o por ruegos. Por esto os digo que si tenéis algo
que dar, vivid persuadido que presto será la ida, porque dando
podréis llevar a cabo cuanto quisiereis.







XVIII.

- Ermitaño, estad seguro de que codicia de dinero y de honra en
mí nunca halló cabida; muy al contrario, he siempre gastado en este
negocio de mi caudal con tanta largueza, que por esto mis hijos
quedan empobrecidos, por lo que no debéis calificarme de avaro. Ni
podría yo dar mucho a los hombres, porque no soy rico, ni soy señor
de villas ni de ciudades. Así pues, no me inculpéis, antes tenedme
por excusado. Y os aseguro que si empuñaran mis manos cetro de reino
o de imperio, no dejaría de dar hasta que fuese acabada la empresa.
Pero hombre que poco da no es oído.







XIX.

- Raimundo, la vanagloria hace tener al hombre mucho amor propio
y le hace trabajar para que de él se hable y pregone la fama sus
alabanzas, y le estimen y honren, y le tengan las gentes en su
memoria. Si vos pues trabajáis por honra propia, la soberbia y la
vanagloria tanto os rebajan que ni se dignarán miraros las gentes,
ni escucharos, porque hombre vil no debe tratar cosa de tanta honra.
Y vil es y está en pecado, quien más gloria quiere que la que le
pertenece. Por esto, de vuestra sinrazón no queráis a nadie culpar.







XX.



-
N' ermitá, eu no say per qual entenció



Vos
havets de mí tanta mala estimació;



Car
ans deu hom haver bona presumpció



D'
home qui no coneix, que mala oppinió.



¿Et
perque no ‘us pensats que a fayt qui es tan bò



Se
puscha tot donar home qui pauch ni pro (12)



Ne
vayla en lo fayt? Car si eu tot mal so



Segons
que ho requer natura e raysó,



Tractara
lo contrari. E si Deus mi perdó,



Hanch
mays en mon coratje entenció no fó



Que
per haver lausors parles d' aytal sermó;



Car
en hom peccador nuyl laus pòt esser bò.







XXI.



-
Ramon, per aventura vos no sots conegut,



Et
per ço podets esser en lo fayt desçebut;



Car
nuyl tresor qui sia en terra abscondut



No
cové ges que sia desirat ni volgut;



Hon
si vostre sauber no es aperçebut



Cous
pensats, que per ço ne siats cresegut:



Mas
mostrats que saubets per ço que vos ajut



Vostra
Art e sauber; car hom desconegut



No
há per ignorar honrament ne virtut;



E
si vos, mon amich, amats d' homens salut



E
de Deus honrament e no sia perdut,



Fayts
que vostre sauber sia bé conegut.







XXII.

- N' ermitá, ¿cous pensats qu' eu tal sauber çelás
Ab lo
qual nostra fe tant forment se provás,
Als homens qui errats
son, per ço que 'ls salvás
Deus, lo qual tant desir que tot
home l' amás?
Ans siats ben segúr que en demostrar son las:

Mas si hom en mos libres forment estudiás,
(fortment; forment : trigo candeal)
Et per altre sauber en
re no 'ls oblidás,
Yo 'n fóra conegut; mas si com gat
qui pas
Tost per brases los ligen, perque ab eyls no fás
Quax
res de mon negoci; mas si fos qui ‘ls membrás
Et qui be 'ls
entenés e en res no duptás,
Pogra hom per mos libres metre el
mon en bon cas.







XX.

- Ermitaño, yo no sé por cuál intención me tenéis vos en tan
mal concepto: porque de hombre no conocido, antes se debe presumir
bien que mal. Pero ¿por qué no creéis que para hecho tan bueno se
pueda encontrar hombre de mucho valer? Si según imagináis, yo fuese
mal hombre en todo, razón y naturaleza me aconsejaran lo contrario
de lo que hago. Así Dios me perdone, como nunca en mí hubo
intención de hablar de este negocio por alabanza mía, la cual no
parece bien en hombre pecador como yo.



XXI.

- Raimundo, por ventura vos no sois bastante conocido, y por eso
en el negocio pudierais ser engañado. Ningún tesoro oculto debajo
de la tierra puede ser deseado ni querido; por eso, si no conocen las
gentes vuestra ciencia, nunca se os tendrá por lo que sois. Mostrad
lo que sabéis; mostrad vuestra Arte y ciencia, y os darán ayuda,
porque hombre no conocido, no es honrado ni reputado; y si vos, mi
amigo, amáis la honra de Dios y la salud de los hombres, haced que
vuestra ciencia se extienda a fin de que no se pierda.



XXII.

- Ermitaño, ¿cómo pensáis que yo esconda tal ciencia, cuando
con ella se puede incontestablemente probar nuestra fé? ¿Cómo
pensáis que la oculte a los hombres errados, que por mi saber pueden
alcanzar la salvación de Dios, a quien quisiera tanto amasen?
Aseguroos que estoy cansado ya de enseñar; y si los hombres
muy de veras estudiasen en mis libros, y por otra doctrina no los
olvidaran, yo fuera conocido; pero léenlos algunos como gato que
pasa por brasas encendidas; por eso casi nada alcanzo con ellos en
este negocio. más si hubiese algunos que de mi Arte se acordasen y
la comprendiesen, y en nada de ella quedasen dudosos, podríase por
mis libros poner el mundo en buen estado.

XXIII.
- Ramon,
ço que dich fas per vos aconortar;
Mas perque no 'us volets
asbtenir de plorar, (abstenir)
Porá esser ben leu
que me' n vulla hujar;
Empero escoltats e vejats si 's pòt fár

Ço que vos demandats al papa; car no par
Que sia possible la
nostra fe provar,



Ne
que home pogués aytals homens trobar,
Que si mateixs donesson
a greu marturiar



Als
malvats sarrahins per eyls a presicar.



On
per aço, amich, no ‘us devets maravellar,



Si
‘l papa e 'ls cardenals nous volon atorgar



Ço
que los demandats, pus que no si pòt fár.







XXIV.



-
N' ermitá, si la fé hom no pogués provar,



Donchs
Deus als christians no pográ encolpar



Si
a los infaels no la volon mostrar;



Els
infaels se pogren de Deus per dret clamar;



Car
major veritat no lax argumentar,



Perque
l' entendiment ajut a nostra amar,



Con
mays am trinitat e de Deus l' encarnar,



E
a la falsetat mays puscha contrastar;



Escrit
hay lo passatje on hay mostrat tot clar,



Com
lo molt Sant Sepulcre se puscha recobrar,



Et
con hom atrop homens qui vajon presicar



La
fe sens pahor de mòrt e qui ho saubra fár.







XXV.

- Ramon, si hom pogués demostrar nostra fé,
Hom perdera
mèrit; e per ço no 's cové
Qu' es puscha demostrar; pus que s'
en perdés bé;
Car en perdre lo bé, fóre lo mal de se
Causa
al demostrar, qui contra el mèrit vé,
Lo qual hom ha per creure
veritat, qui no 's vé
Per força d' argument, ans solament per
fé,
Encara qu' el humá entendre no conté,



Tota
virtut de Deu qu' infinida es manté,
Tant, que causa finida tota
ella no té;
Perque vostra raysó no par que vayla re,
E car
no 'us consolats, fayts ço qui 's descové.







XXIII.

- Raimundo, dígoos lo que os digo para consolaros, mas si no
queréis dar fin a vuestro llanto, no es extraño que me canse.
Escuchad, y mirad bien si lo que demandáis al sumo Pontífice puede
llevarse adelante; porque imposible me parece demostrar con razones
nuestra fé, y que se hallasen hombres de tanta abnegación que se
ofrecieran a padecer el cruel martirio que los malvados infieles les
dieran en su predicación. Por esto, amigo mío, no os debéis
maravillar, si el Papa y los cardenales no os quieren conceder lo que
pedís, puesto que es imposible.



XXIV.

- Ermitaño, si no fuese posible probar nuestra fé, pudiera Dios
culpar a los cristianos si no la demostrasen a los infieles, los
cuales se podrían quejar justamente de Dios, si no permitiera que la
mayor verdad se probase, para que el entendimiento ayude a amar la
santa Trinidad, la Encarnación, y los otros artículos; y
entendiéndolos puede el hombre mejor resistir a la falsedad. Escrito
tengo además y demostrado claramente el modo como el Santo Sepulcro
se puede recobrar y el medio de hallarse hombres que supieran
predicar la santa fé sin temor de la muerte.



XXV.

- Raimundo, si el hombre pudiese demostrar nuestra fé, perdería
el mérito de la fé: y por eso no conviene que se pueda demostrar,
pues perdería aquel bien; y perdiéndose aquel bien, sería tal
demostración causa de mal, contrario al mérito que se gana creyendo
la verdad, no por fuerza de argumentos, sino por la fé. Y aún más
os digo, que el entendimiento humano no comprende todas las verdades
de Dios, las cuales son infinitas; pues cosa finita no las puede
contener todas; por lo cual vuestra razón es nula, y no
consolándoos, hacéis lo que no es debido.







XXVI.



-
N' ermitá, si hom fós a sí mateix creat,



Ço
qu' entenets provar contengra veritat;



Mas
car Deus crea home, per qu' en sia honrat,



Qui
es pus noble fí, e ha mays d' altetat,



Que
la fí que hom ha en esser gloriat:



D'
hon no val tal raysó, e já es demunt provat,



Que
la fé 's pòt provar, si bé havets membrat;



E
si bé 's pòt provar, no 's segueix que creat



Contengua
e comprena trestòt l' ens increat;



Mas
qu' en enten aytant, com en éyl s' en es dat;



Per
ço que hom haja de Deus plena bontat,



Son
membrar, e entendre, poder e volentat.







XXVII.



-
Ramon, ¿com vos pensats, que hom per presicar



Pogués
los sarrahins adur a batejar (13),



Car
segons Mafumet ha volgut ordonar,



Qui
diu mal de sa ley, no puscha escapar (14),



E
que aytals raysons no vuylan disputar.



Perque
a mí no par utilitat lo anar (15);



Enquer
qu' hom no saubria la lur lengua parlar (16),



Qui
es lenguatje arabich; e per enterpretar



No
poria ab éyls negun bé enantar (17).



Si
hom apremia 'l lenguatje poria tròp tardar;



Perqu'
eus dó de conseyl, que anets Deus pregar



En
un' alta muntanya e ab mí Deus contemplar.







XXVIII.

- N' ermitá, els sarrahins son en tal estament,



Que
cells qui son savis, per força d' argument
No creen
Mafumet; ans tenen a nient
L' Alcorá, per ço car no
visch honestament;
Perque aqueyls vendrian tost a convertiment,

Si hom ab eyls estava en gran disputament,
Et la fe los
mostrava per força d' argument;
Et aqueyls convertits,
convertrian la gent;
Et en apendre lur lenguatje hom no
está longuament (18);
Ne no cal qu' hom blastom Mafumet
mantinent.
Et qui fá ço que pòt, lo Sanct Spirament
Fa
ço que a éyl cové donant lo compliment.







XXVI.

- Ermitaño, si el hombre fuese criado para sí mismo, fuera
verdad lo que decís; mas como Dios crió al hombre para que le
honrase, lo cual es más noble y más alto fin que la gloria que el
mortal anhela procurarse; síguese que vuestra razón nada vale. Y
tengo ya manifestado, que la fé se puede probar, si lo recordáis; y
aunque se puede probar, no se deduce de aquí que la cosa creada
contenga ni comprenda la cosa increada; pero entiéndese tanto cuanto
le es concedido, para que el hombre reciba de Dios plena gracia en el
entender, memorar, poder y querer.



XXVII.

- Raimundo, ¿cómo pensáis que por la predicación pudiese el
hombre conducir los moros al bautismo? Según la ley que Mahoma dejó
escrita, les está prohibido disputar con los cristianos, y debe ser
penado quien mal dijere de la ley mahometana; y por eso me parece que
no fuera muy útil ir allá. Además, no sería fácil encontrar
hombres que supiesen el idioma arábigo, y poco se alcanzaría si
tuviesen que valerse de intérpretes.
Si algunos hubiera que
quisiesen aprender aquella lengua, tardarían mucho en saberla; por
lo mismo os aconsejo, que nos vayamos los dos a una alta montaña
para contemplar a Dios.



XXVIII.

- Ermitaño, en tal estado se hallan los moros, que muchos de sus
sabios por razón natural no creen en Mahoma, antes hacen muy poco
aprecio del Alcorán, porque Mahoma vivió deshonestamente. Por este
motivo no fuera difícil la conversión de aquellos, si les
patentizasen con buenos argumentos las verdades de nuestra fé; y
después los convertidos reducirían el vulgo a la misma creencia. Ni
es cierto además que se necesite mucho tiempo para aprender la
lengua arábiga, ni es necesario decir desde luego mal de
Mahoma. Y a quien hace lo que puede, el Espíritu santo lo ayuda, y
da cumplimiento a su buen propósito.







XXIX.

- Ramon, quant Deus volrá qu' el mon sia convertit,
Lavors
dará lenguatges per lo Sanct Sperit,
A convertir lo mon, segons
que havets ausit
De Christ, e d' els apostols, d' hon es
fayt mant escrit;
Lo qual convertiment será p' el mon sentit,

Tant, que en una fe serán tot li home unit;
La qual may no
será en est mon departit;
Aqueyl será nostre e per Deus
departit;
Et jamay nuyl peccat no ‘y será consentit;

Et car en aquest temps cascun hom ha faylit
Tan forment,
que no vòl que sia exausit.







XXX.



-
N' ermitá, en tots temps ama Deus veritat,



Et
vòl esser per home conegut, et amat;



Et
per ço en tots temps ha home libertat



En
far bé e no mal; e seria forçat,



Si
en est temps hon som no havia potestat



En
tractar honrament a Deus e charitat



A
son prohisme, ver perqu' eu no son pagat



De
ço que dit havets; d' hon havets gran peccat



En
ço que affermats, que tot ens es ligat;



E
‘n est temps hom no pòt convertir li errat,



Ni
per Deu pòt esser a sa honor ajudat;



Perqu'
en vostre parlar estich desconsolat.







XXXI

- Ramon, molt meylor seny es qui sap retenir (19)
Ço que es
guasanyat, que anar convertir (20)
Los sarrahins malvats, pus no
volon ausir;
Perque als christians deu hom tant de bé dir
De
Deus en preycant, qui 'ls faça Deus servir;
Encara qu' hom no
sap si bé se pòt seguir
D' anar als sarrahins; car poria y
faylir,
En tant que eyls volguesen hom axí destruir;
Et aço
que mays es no poden devenir
Nuyl temps bons christians; car no
's poden partir
D' aço qu' han costumat: perqu' eus playa
jaquir
Vostra ira, e mudats aylor vostre desir (21).

XXIX.

- Raimundo, cuando Dios quiera la entera conversión del mundo,
entonces dará las lenguas por el Espíritu Santo para predicar, así
como sucedió con los apóstoles de Jesucristo, según queda escrito;
y será oída la predicación por todo el orbe, y todos los hombres
estarán unidos en una misma fé, la cual jamás será en este mundo
disipada, y jamás el pecado consentido. Mas ahora no hay hombre
mortal que no tenga faltas, por eso Dios no los quiere oír.



XXX.

- Ermitaño, Dios siempre quiere que el hombre le ame y conozca
la verdad. Por esto le ha dado el libre albedrío, así para hacer el
bien, como para dejar de practicar el mal; y forzado obrara si en
nuestros tiempos no pudiese amar a su prójimo, y a Dios, procurando
su honra. Así pues, lo que decís no me satisface, antes pecáis
mucho al asegurar que todas las cosas están ligadas, que en la
actualidad no es posible la conversión de los infieles, y que Dios
no puede ayudarles en el negocio de su honra: por lo cual vuestro
hablar mucho me desconsuela.



XXXI.

- Raimundo, mucho mejor es conservar lo que se ha ganado, que ir
a convertir a los malvados sarracenos que no quieren entrar en razón.
Por eso vale más que cuidemos de los cristianos, manifestándoles
las excelencias de Dios por medio de la predicación del Evangelio, a
fin de que quieran hacerse sus leales servidores. Además, ¿quién
sabe si se lograría el bien que pensáis con respecto a los
infieles? ¿Quién sabe si ellos pervirtieran a los que les
predicasen? Y lo peor es, que nunca fueran ellos buenos cristianos;
porque no es fácil que se olvidasen de su creencia y de sus
costumbres. Así pues, dejad vuestro enojo y trocad ese deseo en cosa
mejor.



XXXII.



-
N' ermitá, si fóssen pauch li presicador,



Et
li clergue setglar et li frayre menor,



Et
encara li monge, tant abat e prior,



Ço
que vos havets dit fóre conseyl meylor.



Mas
car en nostra fe ha mant hom de valor



Qui
desiren morir per far a Deus honor,



Et
qui poren bastar a tuyt nos e a llor;



Per
ço hay desplaser, car ceyls qui son major



No
fan ço que deven en dar a Deu lausor;



Si
'ls payres convertits no han la fe en cor,



Hauranle
lurs enfans; e disets gran follor,



Car
nuyl hom res no pèrt si mor pe ‘l Creador.



XXXIII.

- Ramon, segons qu' aug dir, mant home es anat
Presicar als
sarrahins et han pauch avançat (22),
Et encara als tartres, d'
hon son maravellat
Com axí estats forts en vostra volentat;
Car
de tot fayt que hom se sia fadigat,
Et majorment com vets que
tants l' an asajat,
Bé deu hom departir pus sia assenat (23),

Et si no s' en parteix, fás hom tenir per fat;
Perqu' eus
conseyl, germá, que hajats pietat.
De vostre còrs mateix que
tant havets hujat;
Et estats en un loch hon siats repausat (24),

Et dels vostres dampnatges estiats consolat.







XXXIV.

- N' ermitá, ceyl qui vòl molt servir e honrar



Son
bòn senyor, no l' deu per nuyla res lexar,



Ne
d' eyl bé a servir no 's deu may anujar;



Mas
car en vostre còr ha fretura d' amar,



No
saubets vos mateix ne altre consolar;



Car
si hom en un temps no pòt fayt acabar,



En
altre ho porá far, si bé lo sab menar;



Et
qui bon fayt comença no‘ l ha a començar;



E
si 'ls primers fan pauch, altres porán molt far,



Perqu'
eus prech per mercé que mi lexets estar;



Car
no 'm par que ab vos pogués res guasanyar,



Ans
hon mays me disets, mays mi fayts entristar.







XXXII.

- Ermitaño, si los religiosos, predicadores, menores, clérigos,
seglares, monjes, abades y priores fuesen pocos, sería más prudente
y acertado lo que me decís; mas en nuestra santa religión cristiana
hay muchos hombres valerosos, dispuestos a morir por la honra de
Dios; y ellos bastan para nosotros, y para los infieles: por esto
duélome de que los príncipes de la fé cristiana, no hagan lo que
deben por la gloria del Supremo Ser.
Si los moros convertidos no
tienen fé verdadera y de corazón, sus hijos la tendrán.
Así
pues, errado andáis, porque nada pierde quien muere por su Criador.



XXXIII.

- Raimundo, oigo decir que muchos han ido a predicar a los moros
y a los tártaros, y han aprovechado poco. Maravíllome pues, de que
tan recio persistáis en vuestro propósito; porque en cosa por otros
tentada, y de que se han fatigado, no debe el hombre empeñarse; y si
permanece firme en su propósito, da pruebas de poco juicio. Por
esto, suplícoos, hermano, que de vuestro mismo cuerpo tan cansado
hayáis piedad, y retiraos en un lugar donde podáis reposar y os
remediéis de los daños que habéis experimentado.



XXXIV.

- Ermitaño, el que de veras quiere servir y honrar a su buen
señor, por ninguna cosa debe dejarse, ni cansarse de bien servirle.
Por la falta de amor que hay en vuestro corazón, no os sabéis
consolar a vos mismo, ni a otro. Lo que no es dable en un tiempo
llevar a cabo, si bien se sabe gestionar, en otro se podrá hacer: a
quien empieza buena obra, no le queda por hacer tanto: y si los
primeros hacen poco, los otros podrán hacer más. Así pues, os
ruego por merced, que me dejéis, ya que en vos no puedo cosa alguna
alcanzar; que mayor tristeza me causáis, cuanto más me decís.







XXXV.



Ramon
s' enfayloní, et no volia ausir



L'
ermitá, qui ‘l pregava còm se degués jaquir



Del
gran dòl que menava, et començet a dir:



-
Senyor Deus gloriós! ¿Ha al mon tal martír



Com
aquest que sostench, còm tú no puix servir,



Et
no hay qui m'ajut? ¿Cóm puscha romanir



Esta
Art que m' has dada, d' hon tant bé es pòt seguir,



La
qual tem que es perdra aprés lo meu finir?



Car
nuyl hòm no la sab bé segons mon albir,



Ne
eu no pusch forçar nuyl hom de la ausir.



¡Ay,
las! ¿Si ella 's pèrt a tú qué poray dir



Qui
la m' has comanada per ella enantir?







XXXVI.



-
Ramon, li philosoph qui fòren antigament,



De
esta Art que tú has, no fóren conexent,



Perque
apar no sia de gran profitament;



Car
si ella fós vera, fóre al començament



Per
éyls atrobada; car lur entendiment




pus alt que lo teu; empero si eu ment



Et
que l' hages haúda de Deus, fas fayliment,



Com
tems qu' aprés ta mòrt ella vayla nient;



Car
tot ço que Deus dóna ve a bon compliment,



Encara
qu' els antichs, de mentre qu' eron vivent,



Las
Arts que éyls fassion no hagren estament,



Enans
son exalçades per li altre seguent. -







XXXVII.



-
Consolar se vòl Ramon, empero felló fó,



Quant
vé que l' ermitá havia oppinió



Qu'
els philosophs antichs, en los quals fe no fó,



Sian
estats començ de tot ço qui es bo,



Conexent
Trinitat e Encarnació;



Car
philosoph antich no hac oppinió



Que
en Deus fós trinitat, et ab hom unió (25);



Ne
l' obra que ha en si Deus per producció



No
amet, ne conech; e donchs ¿per qual raysò



Li
philosoph antich hagron mays d' avisó



En
lur entendiment, que aquells qui pres só,



Que
han lig e creença de resurecció?







XXXV.

Entonces Raimundo se enojó y no quería oír al ermitaño, que
le rogaba se consolase en el dolor que le oprimía; y exclamó: - O
Señor glorioso! ¿Hay en el mundo martirio como el que sufro, cuando
veo que no os puedo servir, ni tengo quien me ayude? ¿Cómo quedará
esta Arte que me disteis, de la cual puede seguirse tanto bien? Mucho
temo que después de mi muerte, no se pierda; porque según veo,
ningún hombre la sabe cual yo quisiera, sin que pueda obligar a que
la oigan. ¡Ay triste de mí! Si ella se pierde, ¿qué os podré
decir, Señor, a vos, que me la disteis, para que la extendiese?



XXXVI.

- Raimundo, los filósofos antiguos no tuvieron noticia de
vuestra Arte, lo que prueba no ser ella de gran provecho; porque si
ella fuese verdadera, la hubieran concebido, siendo como era su
entendimiento más alto que el vuestro. Pero si la recibisteis de
Dios, no hacéis bien en haber temor de que después de vuestros días
se pierda: porque cuanto Dios da, viene a cumplido fin; y aún os
digo, que, en vida de los autores, sus Artes fueron tan poco
favorecidas, como después han sido ensalzadas. -



XXXVII.

Quería consolarse Raimundo; pero enojóse, viendo que el
ermitaño opinaba que los antiguos filósofos, en los cuales no hubo
fé, habían sido principio de todo lo que es bueno, para conocer la
santa Trinidad y la Encarnación: siendo así que ellos no creyeron
que Dios fuese trino en personas, ni que se quisiese humanar; ni
conocieron la producción que Dios tiene en sí; luego ¿por cuál
razón los filósofos antiguos tuvieron mayor aviso en su
entendimiento que los que después fueron, los cuales tuvieron ley y
creencia de resurrección?




XXXVIII.

- Ramon, no pusch dir res d' hon sias consolat;
Entén estas
raysós et no sias irat (26),
¿En que n' es Deus si l' mon no es
en bòn estat?
Car no leva ne baxa a éyl quant es creat,
Com
sia en sí complit, no havent necessitat
De nuyla creatura, d'
hon deus esser pagat
Del compliment que Deus há en sí per sa
bontat.
Et tú, foyl, estás trist quax si Deus fós mirvat
Per
lo mal estament en qu' el mon es trobat:
¡Foyl! ¿cóm no t'
alegras en plena deytat,
Et gita et no cura tot ço que es creat,

Per ço que ton còr bast Deus complit no mirvat?



XXXIX.

- N' ermitá, mal me fá lo vostre consolar,
E fó fòrt
aycell punt hon vos poguí trobar;
Et si no fós que tem vergonya
e mal estar,
De huy mays en avant ab vos volgra parlar;
Et
donchs ¿còm podets dir qui 'm puscha consolar
En ver Deus a
unir, no servir, ni membrar,
Conexer, ne amar? E si bé pòt
bastar



Tot
Deus per sí mateix, a mon còr per amar
No 'm basta, car no 'l
vey molt forment bé honrar;
E car per tan vils causas lo vey
tant menyspressar,
Estaig en desconort, e no' m pusch
alegrar;
Mas en ço que Deus es estaig en confortar.



XL.

- Ramon, tot quant Deus fá tot ho fá justament,
Et si met
en infern li malvat descresent,
No ‘n devets per tot ço haver
desolament (27).
Et car vos sots ayrat, car Deus fá jutjament,

Vostra ira es peccat, e faylits malament
Contra Deu, e amats
aqueyls qui falsament
Creen contra ver Deu estant desobeent;
Et
si en vos fós bò ne leyal amament
Vos seriets pagat; car Deus
dona turment
A ceyls qui tot dia fan vas eyl fayliment;
Car
home qui bé am, no fá rancurament
De ço que fá l' amat pus
que ho fá dretament.



XXXVII.

- Raimundo, ¿nada puedo decir con que podáis recibir consuelo?
atended a esta razón, y no permanezcáis enojado. ¿Qué le importa
a Dios si el mundo no está en buen orden? Cierto es que ninguna cosa
criada realza ni rebaja a Dios; pues él es en sí cumplido, sin
necesidad de la criatura. Por tanto debéis estar contento del
cumplimiento que Dios tiene en sí mismo por su bondad. ¿Porqué,
vos solo, habéis locamente de entristeceros de esto, como si Dios
recibiese disminución por el mal estado del mundo? Insensato sois,
cuando no os alegráis en la plenitud de bienes que Dios tiene. Echad
la tristeza, y no curéis de lo criado; para que Dios, cumplido y no
imperfecto, llene el deseo de vuestro corazón.



XXXIX.

- Ermitaño, mal me hace vuestra consolación. ¡Desdichada fue
la hora en que me vi con vos! Y si no me refrenase temor de
vergüenza, de hoy en adelante jamás volvería a hablaros. ¿Cómo
podéis decirme que reciba consuelo, cuando veo que Dios no es oído,
servido, acatado, conocido ni amado? Aunque Dios por sí mismo baste
al amor de mi corazón, faltame verle honrado, en vez de verle
en menosprecio por cosas tan viles, de lo cual estoy muy triste, sin
poderme alegrar. Mas en lo que Dios es, estoy bien consolado.



XL.

- Raimundo, en todo cuanto Dios obra hay el sello de su divina
justicia, y si condena a las penas del infierno a los incrédulos, no
debéis por eso desconsolaros, así como no debéis enojaros de lo
que Dios obra justamente; pues pecado es vuestro enojo, y con él
erráis malamente contra Dios, amando aquellos que falsamente creen
contra la verdad del Eterno, y le son inobedientes. Si en vos hubiera
bueno y leal amor, no os descontentara que Dios dé tormentos a los
que cada día le ofenden; porque el hombre que bien ama, no tiene
cuidado ni pesar de lo que su amado hace, porque Dios obra siempre
con justicia.



XLI.



-
N' ermitá, eu no ‘m duyl per ço que fá 'l Senyor,
Ans en tot
ço que fá lo laus be e l' aor;
Mas per ço car volria qu' hom
li faés honor,
Et que sobre quant es hom li hagués amor,
Me
duyl molt, e 'm complanch, e n' estich en tristor;
Et car vos no
sabets d' hon vé ma greu dolor,
No saubets conortar ne dar negun
secor;
Perqu' es bò que 'm lexets estar en ira e en plor,
Et
aprendets com siats meylor consolador;
Car fòrt pauch ne saubets
e já li peccador
Per vos mays no valrán, car no havets vas lor
(28),
Caritat, com Deus sia d' eyls gran perdonador.



XLII.
- Ramon, per ço car am que en gaug estiats
Et que ira ne dòl en
nuyla res hajats,
Vos vuyl bé consolar e prechvos que augats

Deus soffer que lo mon sia axí malvats,
Per ço que éyl
mils puscha perdonar a tots lats;
Car hon mays éyl perdona mays
ha de pietats,
Et mays li 'n cové grat; perque segur siats (29)

Que Deus ha a son pobble tan alta caritats,
Que en quax tots
los homens del mon serán salvats;
Car si mays no eran li salvats
que 'ls dampnats,
Seria sa mercé sens gran caritats:
Perque
'en la gran mercé de Deu vos consolats.




XLIII.



-
N' ermitá, tot dia me tenits en parlament,



Et
no 'm lexats membrar mon engoxós turment,



Et
fayts ho per ço com git a oblidament (30)



L'
ira e l' desconort d' hon me vé languiment;



Mas
res no acabats e fayts avocament,



Mays
de gran pietat que de gran jutjament;



Perque
'en axò errats, car en Deu egualment



Son
jutjar e perdonar, segons ordonament



De
las suas virtuts; car nuyla no consent



Qu'
en sa justicia haja nuyl minvament;



Perque
deu peccador haver gran spavent,



Et
es ço perqu' eu plor, car no ha honrament.







XLI.
- Ermitaño, no me duele lo que mi Señor hace, antes le adoro y
alabo en cuanto hace; mas como quisiera que le honrasen y amasen
sobre todas las cosas, no dejo de lamentarme y de estar triste; y no
me consoláis ni me socorréis, porque no sabéis de dónde viene el
dolor mío. Por eso convendría que me dejaseis a solas con mi pesar
y mis lágrimas. Aprended a ser mejor consolador; porque poco sabéis
consolar con vuestras palabras. Jamás los pecadores os querrán,
porque no tenéis caridad con ellos, estando como está Dios siempre
dispuesto a perdonarles.



XLII.
- Raimundo, pues por cuanto quisiera que os consolaseis y en nada
recibieseis duelo y enojo, ruégoos que me oigáis. Dios sufre que el
mundo sea malvado, como lo es, para que él pueda ejercer su
misericordia y perdonar mejor por do quiera; pues cuanto más
perdona, mayor piedad ejerce y más le es agradecido. Así, vivid en
la persuasión de que Dios tiene tanta caridad con su pueblo, que
casi todos los hombres del mundo lograrán la salvación; porque si
no son más los salvados que los condenados, fuera su misericordia
sin grandeza de caridad. Consuéleos pues la divina
misericordia.







XLIII.

- Ermitaño, todo el día me entretenéis con palabras, y no me
dejáis recordar mi hondo y angustioso pesar. Quizás lo hacéis para
que destierre de mí el desconsuelo que tanto me acongoja; pero nada
venís a conseguir, contando más con la gran misericordia de Dios
que con su gran justicia. Andáis muy equivocado si creéis que la
misericordia de Dios no ha de ser igual a su justicia, según el
orden de sus dignidades, de las cuales ninguna consiente que la
divina justicia sea diminuta. De esto el pecador debiera espantarse:
y cuando veo que no se tributa a Dios el honor que le es debido, mis
ojos se inundan de lágrimas.







XLIV.

- Ramon, aqueyls homens qui son predestinat,
Cové per gran
força que élys sian salvat;
Car si no ho eron, poria esser
mudat
Lo sauber que Deus ha en contrarietat;
En lo qual
mudament no está possibilitat.
Car si estar hi podia, no seria
acabat
Lo sauber que Deus há, e seria minvat;
Et car está
complit, siats donchs consolat
En lo seu compliment, contr' el
qual fayts peccat,
En quant no 'us conortats en ço qui 's ja
jutgat,
E per voler de Deus en axí oltrejat,
Con ho sab son
sauber e ho fá ver veritat.



XLV.

- N' ermitá, si fossets home prou ben letrat,
Mils sauberets
parlar d' home predestinat;
Ne agrets en oblit de Deus sa
libertat,
La qual ha en sí leix e en quant ha creat;
Per la
qual ha a hòm donada libertat (31),
Col vuyla molt servir, no
qu' en sia forçat,
Com Deus sia tan bò qu' es deu servir de
grat;
Lo qual servir no pòt si de necessitat
Per hòm
predestinat fós servit e amat,
Et fóre hom salvat et no fóre
jutjat;
Car judici no pòt esser sens libertat,
Ne libertat
constreyn precís ne predestinat.







XLVI.

- Ramon, si en vos fós molt gran sperança,
Si tot lo mon
está en molt greu balança,
Del seu mal estament no hagrets
malanança;
Car Deus qui es tot ple de gran pietança,
Aportara
lo mon en breu en bonança,
Tant, que cascun home n' haurá
alegrança,
Et que ayço sia ver hajats hi fiança;
Per ço
car Deus doná a home començança,
Ab mercé e bondat que ha en
sa semblança;
Et si vos per ayço no lexats la tristança,
No
haurets ab bontat mercé ni confianza,
Et serets contra
Deus e la sua amistança.

XLIV. - Raimundo, los predestinados
de necesidad y conveniencia es que se salven: porque si no se
salvasen el saber de Dios pudiera ser mudado por contrariedad, cuya
mutación es imposible, porque si posible fuera, la sabiduría divina
no fuera perfecta. Mas, siendo como es perfecta, consolaos en su
cumplimiento, contra el cual pecáis si no recibís consuelo en lo
que Dios ha ya juzgado, en lo que ha ordenado según su saber y
albedrío, y en lo que su verdad pone en verdad.



XLV.
- Ermitaño, si fueseis hombre entendido, supiérais hablar mejor de
la predestinación del hombre, y no tuvierais en olvido la libertad
que Dios tiene en sí y en las criaturas, por la cual dio al hombre
el albedrío de poder servirle sin forzar su voluntad; porque Dios es
tan bueno, que debe ser servido voluntariamente. Así, Dios no fuera
servido de libre voluntad por el hombre predestinado, si este por
necesidad le amase y sirviese. El hombre fuera salvado sin ser
juzgado: y juicio no puede haber sin que el que es juzgado haya
libertad, la cual no constriñe al prescrito ni al predestinado.



XLVI.

- Raimundo, si en vos hubiese gran esperanza, poco cuidado os
diera que el mundo estuviese en mal estado, porque Dios tan piadoso
como es, pondrá en breve el mundo en mejor camino, y todos los
hombres se alegrarán de ello. Tened firme confianza de que esto
acontecerá, porque el hombre tomó principio de Dios por gracia,
piedad y bondad, semejantes a él. Y si por lo que os digo no dejáis
la tristeza, demostráis desconfiar de su bondad y misericordia, y
que sois contrario de Dios y de su amor.







XLVII.



-
N' ermitá, ans qu' el mon sia ‘n bon estament,



Será
fayt al ver Deu molt gran avilament;



Encara
que no veyg far nuyl ordonament



Com
lo temps sia pròp; car ço que en córt present,



Lo
papa e 'ls cardenals no 'm prenen mantiment,



Ans
ho van alongant, d' hon hay gran marriment,



Tant,
que no 'n pusch haver negun consolament;



Car
ço qu' eu los present, mostra tot clarament



L'
ordonament del mon, qui 's pòt fár molt breument,



Et
no 'u tenon a rè, ans s' en fan gaubament,



Com
s' eu fós home fát qui parlás foylament (32); (aragonés: fato)



Perque
d' aytals homens hay desesperament. -







XLVIII.



-
Consirá l' ermitá si per res poria



Aconortar
Ramon, qui tan fòrt playnia;



Per
ço dix a Ramon: - Que sancta María,



Et
ab eyla ensemps cascuna gerarchía



Dels
ángels e los sancts, preguen nuyt e dia



A
Jesu-Christ son fill, que per merce sia



Que
en breu dó al mon ordonament e via,



En
sí honrar, servir; per que ço ʻus deuria (33)



Vos
consolar Ramon; car Jesu-Christ tota via




ço d' hon es pregat per sa mayre pia,



Per
los ángels e' ls sancts: perque 'us prech ço sia



Conort
vostre, e gaug ab vos duy may estía.







XLIX.



-
N' ermitá, quant consir que la dòna d' amor



Et
dòna de valor, de just, de peccador,



Et
cascú dels sancts, preguen nostro Senyor



Con
tot lo mon faça a Jesu-Christ honor,



Et
veig qu' el mon li fá tanta de deshonor,



Adonchs
eu cuyt morir d' ira e de dolor;



Et
car son tant indigne li malvat peccador,



Que
Deus quax no sosté que hòm pregue per lor;



Et
enaxí lo mon roman en sa error.



Et
quax no es qui de Deus vuyla donar lausor,



Ans
lausa sí mateix, son fill, et son austor;



Donchs
¿qui deurá haver nuyl gaug sino tristor?







XLVII.

- Ermitaño, antes que el mundo venga a buen estado, será hecha
gran deshonra al Dios verdadero; mas os digo que no veo hacerse
ordinacion que indique la proximidad de tal tiempo. Lo que yo
suplico y expongo a la corte de Roma, al papa y a los cardenales no
lo ejecutan, antes me lo dilatan; por esto siento tal dolor, que no
puedo en cosa alguna alegrarme. En mis súplicas y peticiones les
manifiesto el modo de poner el mundo en buen orden con brevedad; mas
en tan poco me tienen que se burlan de mí como de un loco que habla
neciamente; de manera que en tales hombres tengo ya perdida la
esperanza.



XLVIII.
Consideró el ermitaño si por alguna manera podría dar consuelo a
Raimundo, que tan dolorosamente se plañía, y díjole: - Raimundo,
no dudéis de que la virgen María y todas las jerarquías de los
ángeles y de los santos ruegan de día y de noche a Jesucristo su
único Hijo, para que por su misericordia ponga muy presto orden en
el mundo y dé camino para que sea servido y honrado; y esto,
Raimundo, os debe consolar, pues Jesucristo por su gran piedad hace
siempre lo que le ruegan los ángeles, los santos y su piadosa Madre.
Ruégoos por tanto que esto sea vuestro consuelo, y que de hoy en
adelante os mostréis alegre.



XLIX.

- Ermitaño, cuando pienso que la Señora, llena de amor y valor,
dueña de justos y de pecadores, y que todos los santos ruegan a
nuestro Señor, para que todo el mundo honre a Jesucristo, y veo que
el mundo le hace tanta deshonra; entonces me siento morir de pesar y
tristeza. Imagino que por ser los hombres tan malvados e indignos,
Dios casi no quiere ya que nadie ruegue por ellos; y de esta manera
queda el mundo en su deplorable error; y no se halla apenas hombre
alguno sobre la tierra que quiera alabar a Dios; antes cada uno se
alaba solo a sí mismo, a su hijo, a su caballo, a su halcón y a sus
cosas; ¿quién, pues, podrá alegrarse de cosa alguna? Quién podrá
dejar de entristecerse?







L.
- Ramon, a mi no par siats hòm pascient,
Per ço car no per rè
volets consolament.
¿Et com no remembrats Job, qui tant fó
perdent,
Et qui en sa persona sostench tant de turment;
Et
esdevench tan paubre, que en sí no hac nient?
Empero consolás,
e vos per res vivent
No ‘us volets consolar, e estats sanament,

Et havets heretat, diners e vestiment,
Infans e d' altres
causes, d' hon hòm ha pagament (34);
Et car a Deus no plats
home impacient,
No sosté que per vos venga a compliment
Lo
seu fayt que menats, que haja honrament.



LI.
- N' ermitá, no es molt si hom es consolat
En perdre sos infans,
diners o heretat,
Et estar malalt, pus que a Deus vé de grat.

Mays ¿qui 's consolará, que Deus sia oblidat,
Meynspreat,
blastomat, e tan fort ignorat,
Et com de tot ço sia Deus
fortment despagat? 
Enquer
que no saubets com eu suy meynspreat
Per Deu, ferit, maldit,
e greument blastomat,
Et en perill de mòrt, e per barba tirat,

Et per virtut de Deus pascient suy estat.
Mays que Deus sia
‘l mon tant pauch grayt honrat,
No es hòm en lo mon qui m' en
fés conortat.




LII.



-
Ramon, segons que 'm par tú fás tot ton poder



Con
Deus per tot lo mon honor pogués haver.



Perque
Deus just t' en deu aytant de grat haver,



Com
si 'l fayt se complía, per que' t deurá valer



Ayço
aconsolar et ton dòl romaner.



Car
mèrit n' haurás gran, et pòts n' haver esper



De
molt gran guasardó, et gita a no ‘n caler



Lo
fayliment dels foyls qui a Deus fán desplaer.



Et
alegrat en tú et en ton captener



Et
no sias tròp fòrts en ço que vols haver,



Ne
en ço car los altres no fán a ton voler;



Et
a tú abast Deus per amar et temer (35).







L.
- Raimundo, paréceme que no sois hombre paciente, porque veo que por
ninguna cosa os queréis aquietar. Acordaos de Job, que perdió
tantas cosas, que sufrió en su persona tantos tormentos y vino a
tanta pobreza, que no tuvo cosa alguna; y sin embargo aquel recibió
consuelo, y vos por ninguna cosa del mundo os queréis consolar: y
eso que estáis sano, tenéis heredades, dinero, vestidos, hijos y
otras cosas de que los hombres reciben contentamiento. No place a
Dios hombre impaciente, por eso no sufre que por medio vuestro venga
a feliz término el negocio que tratáis en honra suya.



LI.

- Ermitaño, no es mucho sufrir resignado la pérdida de hijos,
salud y fortuna cuando lo quiere Dios. Mas ¿quién podrá jamás
consolarse al ver el olvido y el menosprecio en que a Dios se tiene,
al oír blasfemado su nombre e ignorado su ser, cuando esto tanto le
agravia? Y aún no sabéis vos lo mucho que por su amor fui
escarnecido, golpeado, maldecido, tirado por las barbas y puesto en
peligro de muerte; a todo lo cual por su virtud me he resignado. No
hay hombre empero en el mundo que pueda consolarme, cuando veo lo
poco que se le honra sobre la tierra.



LII.

- Raimundo, paréceme que vos hacéis cuanto está a vuestro
alcance para que Dios sea honrado en todas partes, lo cual Dios justo
os lo agradece, tanto como si lo que deseáis tuviese efecto; y esto
os debiera consolar en vuestro duelo; y mérito en ello alcanzarais,
y aun pudierais esperar galardón. No seáis pues como los necios que
desplacen a Dios: alegraos en vuestro espíritu; no seáis porfiado
en lo que queréis acabar, ni en lo que los otros no hacen a vuestro
gusto; contentaos con amar y reverenciar al Criador.

LIII.
-
N' ermitá, no es hòm creat principalment
Per ço que haja gran
mèrit e gloriejament:
Ans es per ço que Deus haja gran
honrament
En lo mon per son pobble, perqu' eu no suy jausent
Si
hay gran gasardó, ne no estich dolent
Si n' hay pauch, car no es
ço mon començament.
Ans es tota ma ira, e mon dòl e marriment,

Car no es en lo mon fayt tal ordonament
Com Deus fós mays
amat e honrat per tota gent,
Et que tot home fós en fe de
salvament.
Et car vos me volets donar consolament
D' aço d'
hon nos pòt dar, parlatsme per nient.



LIV.

- Ramon, ¿qual es lo fayt que vos tant desirats
Per lo qual
en lo mon fos Deus tant fòrt honrats?
Car poría bé esser qu'
en lo fayt no siats,
Et que altre sia al fayt que vos procurats,

Per lo qual lo mon sia a bona fí menats.
Car si altre es lo
fayt, per nient trebaylats,
E podets trebaylar si mil anys
viviats,
Et no vendrets a fí d' aço hon trebaylats (36);
Car
hòm no pòt complir fayts hon es dampnitats.
Perque 'us prech
que lo fayt clarament me digats,
Et que ab duy vejam si 'l
fayt hon vos estats,
Es aqueyl perque Deu pòt esser mays amats.



LV.

- N' ermitá, la manera com Deus fós mays amat,
Ja la 'us
hay recomptada, si bé havets membrat;
Ço es, qu' el papa hagués
mant valent hom letrat,
Qui volguesson per Deu
esser marturiat,
Per ço que 'n tot lo mon fós entes et honrat;

Et a cascú d' aqueyls lenguatge fós mostrat,
Segons que a
Miramar ha estat ordonat,
Et conciencia n' haja qui ho ha
afoylat;
Et qu' es fés lo passatje e 'l desé hi fós
dat
De tot quant possehissen li clergue e 'l prelat:
Et ayçó
tant durás, trò que fos conquistat
Lo Sepulcre. D' ayço
libre n' hay ordenat. (Concilio)




LIII.

- Ermitaño, no somos criados principalmente para alcanzar
grandes méritos ni gloria; sino para que procuremos que Dios sea en
el mundo honrado por su pueblo: y por esta razón no me alegro del
premio que pueda alcanzar, ni me duelo de que sea escaso, porque no
soy criado para ese fin; empero me pesa mucho de que no se haga
ordenación, para que Dios sea más amado y honrado por todo el
mundo, y para que todas las naciones abracen la fé salvadora. Y
cuando vos me queréis consolar con lo que no puede dar consolación,
habláis en vano.



LIV.

- Raimundo, ¿qué cosa es la que tanto deseáis, y por la cual
en el mundo a Dios tanto se honrara? Pudiera acontecer que no fuese
lo que vos procuráis lo que condujera el orbe a buen fin: pues no
siendo lo que pensáis, trabajaríais en vano, y si mil años
vivieseis no llegaríais tal vez a lo que queréis, porque nadie
puede acabar cosa perjudicial y dañosa. Por eso os ruego que
claramente me digáis el negocio, y que ambos miremos si aquello en
que tanto perseveráis, es cosa tal, que con ella pueda Dios ser
amado y servido.



LV.

- Ermitaño, ya os dije, si os acordáis, la manera con que Dios
fuera más amado y servido; esto es, que el Sumo Pontífice buscase
muchos hombres esforzados y entendidos que arrostrasen las penas del
martirio por nuestro Señor, trabajando para que por todo el mundo
fuese conocido y amado; y que cada cual le fuese enseñada la
lengua de los infieles
, así como en el colegio de Miramar
estuvo ordenado (perdone Dios a quien después lo perturbó) y que el
papa hiciese la expedición, dando para la conquista general, la
décima (diezmo) de cuanto poseen los clérigos y
prelados; y que esto durase hasta que el santo Sepulcro fuese
conquistado. Sobre este asunto tengo escrito ya un libro.







LVI.
- N' ermitá, es encara altre ordonament



Qui
será al passatje molt gran enantiment (37),



A
destruir l' error hon está mante gent;



Que
lo papa faés que a son uniment



Venguesson
cismátichs, per gran disputament;



Del
qual bon disputar havem fayt tractament;



E
'ls cismátichs cobrats, qui son mant hòm vivent,



No
es hom qui pogués contrastar malament



A
l' esgleya, per ferre ne per nuyl argument;



Et
del Temple e Espital fós fét un uniment,



Et
que lur major fós Rey del sanct moniment;



Perque
a honrar Deus no say tal tractament,



LVII.



-
Consirá l' ermitá si Ramon deya veritat



Et
entre sí mateix estech molt apensat,



Et
no pòch atrobar pus profitós tractat,



Que
ceyl qui diu Ramon d' hon li pres pietat;



Et
penedís molt fòrt com tant l' hac trebaylat,



Ab
Ramon vòlch esser trist e desconsolat,



E
pregua ‘l carament que li fós perdonat,



En
plorán, sospirán, e dix: - Ah veritat,



Devoció
et caritat! ¿Et vays hon es anat



Lo
hon grat que a Deu deuria esser donat? - (bon)



Quant
Ramon l' ermitá viu ab sí acordat,



Adonchs
lo va baysar: ensemps han molt plorat.







LVIII.



-
Ramon, dix l' ermitá, ¿com poriem móver



Lo
papa, e 'ls cardenals, et lo fayt obtener?



Car
en tan nobble fayt vuyl totstemps romaner,



Et
a éyl a tractar vuyl far tot mon poder;



Car
fayt es perque l' hom porá molt mays valer;



Et
car abans no 'l ví hayne molt gran desplaer:



Car
si ans l' hagués vist res no ‘m pogra tener



Que
no prengués arábich et lo vostre sauber,



Per
anar als sarrahins per la fe mantener,



Sens
pahor de la mòrt, et gran plaser haver



En
morir per Jesus, honrar e cartener,



Car
mays val per éyl morir que per sí vida haver.







LVI.

Ermitaño, otra ordenación pudiera hacerse todavía para llevar
a cabo la expedición santa, y para destruir el error en que vive
tanta gente: esto es, que el santo Padre hiciese que todos los
cismáticos por medio de argumentos viniesen a convertirse y a
aunarse con los fieles, sobre cuya razonada discusión tengo escrito
un tratado; y ganados los cismáticos, que son muchos, no hubiera
quien con armas ni con sofismas pudiese contrastar a la santa
Iglesia. Y así mismo, que se hiciese una sola orden de las del
Temple y de los Hospitalarios
, y que su gran maestre fuese
hecho rey del santo Sepulcro. En verdad, no sé cosa mejor para
honrar a Dios. -



LVII.

Consideró el ermitaño si Raimundo tenía razón, reflexionó
mucho consigo mismo, y no pudo hallar más provechoso negocio que el
que Raimundo le exponía. Compadecióle, y arrepintióse mucho de
haberle tanto enojado. Quiso dolerse y desconsolarse con Raimundo, y
rogóle eficazmente que le perdonase; y con suspiros y lágrimas,
dijo:
- Oh! verdad, devoción y caridad! ¿dónde está el
agradecimiento que los hombres deberían tener a Dios? - Y cuando
Raimundo vio al ermitaño consigo reconciliado, le besó y lloró
mucho con él.



LVIII.

- Raimundo, dijo el ermitaño, ¿cómo podríamos inducir al papa
y a los cardenales a que hagan lo que deseamos? yo en tan noble
negocio quiero siempre entender; y quiero en ello esforzarme, por ser
cosa que mucho ha de enaltecer al hombre. Pésame de que antes no lo
conociera, pues a conocerlo me hubiera apresurado a aprender la
lengua arábiga y la ciencia vuestra, para ir a tierra de moros en
defensa de la santa fé, sin temor de la muerte. Pues gran placer
hubiera sido para mí morir por la honra y amor de Jesucristo; que
más vale morir por él que para sí mismo vivir.







LIX.
- N' ermitá, eu suy las d' aquest fayt amenar



En
la córt, pus no ʻ y pux nuyla rè acabar,



E
si vos voliets en la cort procurar



Aquest
fayt de Jesu-Christ e vostre poder far



En
la cort longuament, bé poria estar



Que
el fayt vengués a fí si 'us volen escoltar



Lo
papa e ‘ls cardenals; sino que quax jutglar



Vos
fessets en la córt, et los Cent noms cantar,



Los
quals hay fayts de Deu et pausats en rimar,



Per
ço que' ls hi cantés e parlés sens duptar;



Mas
no 'u hay de conseyl, per ço que meynsprear



No
faés los meus libres que Deus m' ha fayts trobar.



LX.

- Ramon, s' eu en la cort estich, ¿vos, hon irets?
¿Ne
perque l' hay ab mí vos no procurarets
Lo fayt de Jesu-Christ,
pus que mogut l' havets?
Ne si hòm vos escarnex, e vos ¿en qu'
en serets?
¿Vos mandats a mí fár ço que far no volets?

Perque ‘m par que ‘n est fayt ni en altre no valets.
Mas
anem a la córt, e en res no duptets,
Et no siats d' aqueyls qui
dison: - Senyors, fets (38)
Ço que eyls no farion. - Perque d'
ayço devets
Esser envergoynit, e escusa no havets;
Ans
fayts hypocresía, de que peccats havets,
Et lo bé que havets
fayt per vergonya ‘l perdets.



LXI.

- N' ermitá, eu hay prepaus als sarrahins tornar,
Per ço
que a la fe los puscha aportar;
Et vaig sens pahor de mort, que
fá pus greu portar,
Que vergonya soffrir per Jesu-Christ honrar,

La qual en res no tem, ans la deu hòm amar.
Mas per ço que
ma Art no faça meynsprear
En tenir la manera que tenon li
jutglar:
Enquer qu' en altre loch crech mays de bé a far:

Perque ades no propòs a la córt retornar.
Et car vos tan
forment me volets encolpar,
Pòt esser que ho façats per
vos a escusar
Al anar a la córt; per que 'u lexem estar. -


LIX.
- Ermitaño, cansado estoy de tratar con la corte
romana, sin que ninguna cosa haya podido alcanzar; y si vos queréis
trabajar por la santa causa de nuestro Señor Jesucristo en la
metrópoli, y en ella hacer, despacio y con diligencia cuanto os sea
dado, quizás este negocio llegará a su fin, si os quieren escuchar
el santo Padre y los cardenales; o sino
haceos juglar en la corte, y cantad los Cien nombres de Dios, que
escribí en rimas para que cantar se pudiesen. Aunque bien mirado no
os doy este consejo, porque no hagáis menospreciar los libros que
Dios me hizo concebir.



LX.

- Raimundo, si yo voy a la corte, vos ¿a dónde iréis? ¿Por
qué no procuráis conmigo la causa de Jesucristo, pues la movisteis?
Y si hacen burla y escarnio de mí, ¿a dónde estaréis vos?
¿Pretendéis acaso que yo haga lo que vos no queréis hacer?
Paréceme que no me deseáis mucho a mí ni a otro en este negocio.
Ea, pues, vamos a Roma, no vaciléis en nada; no seáis de aquellos
que dicen: - Señores, haced lo que yo no haría.
- Avergonzado
debierais estar de esto; que no tenéis excusa, antes pecáis por
hipocresía: y lo que hasta aquí lograsteis, lo perdéis por
vergüenza.



LXI.
- Ermitaño, propóngome volver a los moros, para reducirles a la fé;
y voy sin temor a la muerte, que arredra más que cualquiera
escarnio sufrido por la honra de Jesucristo.
Yo no la temo,
porque el hombre debe desearla. Mas a fin de que no haga yo
menospreciar mi Arte, obrando a manera de juglar; y porque en otra
parte pienso hacer mayor bien, no determino volver a la corte. Cuando
veo la insistencia con que de todos modos me culpáis, sospecho si lo
hacéis para excusaros de ir a Roma; por eso dejémoslo estar. -







LXII.



-
Penedís l' ermitá con hac Ramon représ,



Et
dixli, que per ço que ab éyl en córt estes,



L'
havia tant forment en axí escomes.



-
Ramon, dix l' ermitá, dos ayns prepaus o tres



A
estar en la córt, sotsposat que no res



Mi
faça; más aprés prepaus que entengués



En
menar aquest fayt d' hon m' havets escomes.



Mas
volgra qu' en mon loch altr' en córt estigués,



Et
que tot enaxí, un tal clergue s' en fes,



Trò
que aquest gran fayt a la córt se presés.


LXIII.

- N' ermitá, dix Ramon, bé havets consirat;
Car per aytal
clergue pòt esser acabat
Lo fayt, qué 's bò e gran a la
christiandat;
Et digats çá e lá a reys e a prelat,
Que si'
l fayt tòst no 's pren, que ja es ordonat
P' els sarrahins que'
ls tartres a éyls se son girat.
Et já n' han convertits una
gran quantitat,
E 'ls tartres convertits en lur sarrahinat
Leu
porán destruir quax tota christiandat (39);
En tant, que no será
christiá ab regnat,
Ne nuyl prelat haurá cavayl gras sojornat.

Vejats donchs, n' ermitá, lo mon en qu' es tornat (40).



LXIV.

- Ramon, dix l' ermitá, fòrt volria sauber
Per qual raysó
se vòl Deus axí captener
Del mon, lo qual es seu, e gita 'l a
no caler
De la sua bontat; ¿còm ho pòt sostener
Que tant
peccador va en infern mal haver?
Perque jo ʻus prech, Ramon, que
m' en digats lo ver:
Car hon mays me direts, mays saubray
retener,
Et lo fayt que 'm liurats mils poray mantener.
Car
pus qu' el mon fos fayt, trò ara a mon parer,
Si es un hòm
salvat, mil ne son en doler
En infern per totstemps, e ayço ¿cos
pòt fer
Que l' esgleya ne hòm no 'y fá tot son poder?



LXII.

El ermitaño se arrepintió de haber reprendido a Raimundo, y
manifestóle que le había hablado así, para determinarle a que
emprendiese con él el camino de la corte. Raimundo, añadió
entonces el ermitaño, dos o tres años quiero permanecer en Roma,
aunque nada pueda alcanzar, y después deseo entender en el negocio
de que me habéis hablado; mas quisiera que después otro en mi lugar
fuese allá; y que de tales hombre se estableciera una orden
religiosa, hasta que tan grande beneficio fuese comprendido y
debidamente apreciado por la corte romana.



LXIII.

- Ermitaño, contestó Raimundo, bien pensasteis: porque con esa
orden fácil fuera se llevase a ejecución cosa tan grande y
provechosa para el cristianismo. Decid por todas partes a reyes y a
prelados que se apresuren a hacerlo, pues los moros han pervertido ya
a los tártaros, los cuales convertidos a la secta mahomética y
unidos a los sarracenos, podrán destruir toda la cristiandad; tanto,
que no se hallará cristiano que sea señor de reino, ni habrá
prelado que tenga caballo grueso. Mirad, pues, ermitaño, a qué es
venido el mundo.



LXIV.

- Raimundo, mucho deseo saber ¿por qué causa Dios quiere así
olvidarse del mundo que es suyo, y porque lo deja de modo que
no tiene semejanza de su bondad? Y ¿cómo puede sufrir que tantos
pecadores vayan al infierno? Ruégoos, Raimundo, que me digáis la
verdad y la causa de todo esto; porque cuanto más me digáis, de más
cosas me acordaré, y mejor defenderé el negocio que me encomendáis.
Según me parece, desde el principio del mundo hasta nuestros días,
si un hombre se salva, mil se condenan en el infierno. Y ¿cómo es
que la Iglesia ni nadie se esfuerza en dar a esto remedio?







LXV.



-
N' ermitá, já 'us hay dit, si bé vos pòt membrar,



Que
Deus mays creá hòm per sí servir e honrar,



Que
per ço que en hòm hagués gloriejar.



Et
car hòm no está en la fí de crear,



En
quant mays desira per a sí procurar



Salvació,
que Deu honrar e ben estar;



Et
per ayço aytal hòm no pòt en grat estar,



Ans
está en peccat assís en l' abissar,



Perque
lo mon se pèrt, e no 's vòl despertar,



E
gés no ‘m maraveyl si Deus no 'l vòl amar;



Ne
si leixa 'l demoni en lo mon tan mal far,



Perque
del tòrt que pren, se puscha fòrt venjar.




LXVI.



-
L' ermitá e Ramon preserent comiat (41),



Et
sonse en plorant baysat e abraçat,



Et
cascú dix a l' altre, que a Deu fós comanat,



Et
en oració l' un per l' altre membrat.



Al
partir se sguardaron ab molt gran caritat,



Pietat
e dolor, e ab lo gynoyl ficat,



Cascú
senyet a l' altre e puys agraciat.



Lo
hu 's pertí del altre ab mant sospir gitat,



Car
may no proposaven que fóssen assenblat



En
est mon, mas en l' altre, si a Deu ven de grat.



Et
quant lá un de l' altre se fó un pauch lunyat,



Tantost
foron cascú per l' altre desirat.







LXVII.

L' ermitá, remembret lo trebayl e l' afayn
En que Ramon
havía estat trist en mant ayn,
Et enquer qu' es metia en perill
qu' es molt gran,
Al cel levá sos uyls, mans juntes, jonoylan,

Ab gran çel e amor a Deu dix en plorán:
- Ah! Deu gran,
piadós! Per mercé vos demán
Que ab vos sia Ramon, e qu' el
guardets de dan:
A vos, Deus poderós, a amich Ramon coman (12).

Et al mont trametets homens qu' hajon talan
De mòrt per
vostre amor, e que vajon mostran
Veritat de la fe, per lo mon
preycan,
Segons que ja Ramon ho va bé començan.







LXV.

- Ermitaño, si bien lo recordáis, ya os dije que Dios crió al
hombre, más para que le sirviera y honrara, que para que alcanzase
gloria. Los hombres no cumplen el fin de la creación, cuando más
desean y procuran su salvación que la honra de Dios: por eso no
pueden tales hombres estar en gracia de Dios, antes viven en pecado.
Este es el abismo, por el cual va deslizándose el mundo, y el mundo
no quiere despertar de su letargo.
Por eso no me maravillo si
Dios no le ama, y si deja hacer al espíritu maligno tanto mal, en
venganza de las ofensas que recibe.







LXVI.

El ermitaño y Raimundo mutuamente se despidieron, y llorando se
abrazaron y besaron; y el uno dijo al otro, que a Dios le
encomendaba, y que por él en sus oraciones rogaría.
Al
separarse miráronse con mucho amor, piedad y sentimiento, e hincadas
al suelo las rodillas, cada uno al otro santiguaba y bendecía; y
después partieron exhalando ambos tiernos suspiros, porque creían
no volverse a ver más en este mundo, sino en el cielo, mediante la
voluntad de Dios. Y cuando estuvieron algo distantes los dos se
desearon mucho.



LXVII.

El ermitaño se acordaba del trabajo y las fatigas que Raimundo
había, durante tantos años, arrostrado, y de que aún iba a ponerse
en gran peligro. Alzó los ojos al cielo, y de rodillas, con las
manos juntas, y con ardiente celo, caridad y lágrimas, dijo: - O
Dios piadoso! por merced os pido que no desamparéis a Raimundo y que
le guardéis de mal.
A vos, poderoso Señor, os lo encomiendo;
enviad al mundo hombres dispuestos a morir como él por vuestro amor,
y que como él vayan mostrando la verdad de la santa fé, predicando
por todo el orbe.

LXVIII.



Quant
Ramon remembret la molt gran tempestat



En
la qual longuament hac estat tabuxat,



Et
membret l' ermitá qui a éyl s' era dat:



Adonchs
ploret molt fòrt, e hach d' eyl pietat,



Et
dix a Jesu-Christ, mans juntes, jonoylat:



-
¡O vos, ver Deus e hòm, per quí eu hay trebaylat,



Con
fossets per lo mon conegut e amat,



Si
a dretura plau que vos m' en hajats grat,



Playa
'us que l' ermitá sia remunerat,



Pus
que s' es mes tant fòrt en ma societat,



Et
fayts per éyl complir ço en qu' hay pauch avançat,



Et
a mí ajudats a avançar christiandat. -




LXIX.



-
Fenit es lo Desconort que Ramon ha escrit;



E
en lo qual del mon l' ordonament ha dit;



Et
en rimas pausat per tal que no s' oblit,



Car
poria esser que mant hòme ardit



Se
metra en lo fayt, trò que sia complit



Ço
que tant ha Ramon al papa requerit,



Car
si per lo papa lo fayt s' era stablit,



E
que li cardenal hi hajon consentit,



Porán
esser del mon tot li mal departit,



Et
tot lo mon será a Deu tan abeylit,



Que
a la fe christiana no será contradit:



Aquest
beyl Desconort dó al Sanct Spirit.







LXVIII.

Cuando Raimundo recordó la gran tempestad que por tanto tiempo
le combatiera, y pensó en que el ermitaño se había puesto de su
parte, lloró mucho, y hubo compasión de él, y dijo a
Jesucristo con las manos juntas y arrodillado: - ¡O verdadero Dios y
hombre, por quien tanto he trabajado, para que seáis de todos
conocido y amado! Si a vuestra justicia place que esto me
agradezcáis, plázcaos también que por ello sea remunerado el
ermitaño, ya que lealmente se puso en mi compañía; haced que por
él se acabe lo que yo he encaminado y adelantado; y ayudadme a mí
para que pueda trabajar por la prosperidad del reino cristiano.



LXIX.

Acabado es el Desconsuelo que Raimundo ha escrito, en el cual ha
manifestado el orden del mundo. Lo ha compuesto en rimas para que
mejor pueda conservarse en la memoria; que bien pudiera acontecer que
algún varón animoso y esforzado emprendiese este negocio, hasta que
fuera cumplido lo que Raimundo ha tanto suplicado al santo Pastor de
la Iglesia; porque si Su Santidad lo ordenare, con asentimiento de
los cardenales, se diera fin a los males de este mundo; y el orbe
todo fuera ennoblecido a los ojos de Dios; y la fé cristiana se
viera felizmente libre de todos sus contrarios. Encomiendo este
triste llanto y Desconsuelo al Espíritu Santo.



VARIANTES.

(1)
E hon mays mi conort e menys hay lo còrt fòrt,
(2) E a
religiosos, ab tal ordenament
(3) Tant qu' els infaels venguessen
a ver convertiment.
(4) Eu hay aço tractat trenta anys ha e
verament
(5) Segons son captener un ermitá paría,
(6) E s'
eu, las, resposli: - Que tal mal sentia,
(7) Car no vòl Deus que
vostre fayt vaja ges avant (gens)
(8) En tractar
púbblich bé de justs e de peccadors,
(9) Et n' hay estat trenta
anys en sospirs e langors,
(10) E cinch vets a la córt ab mies
messiós (messions, despeses; gastos)
(11) Que no 'us
devien vesér ne 'us volen escoltar,
(12) Se puscha pus donar
hòme qui pauch ni pro
(13) Pogués los sarrahins adur e batiar,

(14) Qui diu mal de sa ley, no puxa escapar,
(15) Perque a mí
no apar utilitat lo anar;
(16) Enquer com no sabria la lur
lengua
parlar,
(17) No porian ab ells negun be enantar.
(18)
Et en pendre lur lenguatje hòm no está longament;
(19)
Ramon, molt meylor seny es en qui sab tenir
(20) Ço que es
guasanyat, que en amar convertir
(21) Vostra ira, e mudats millor
vostre desir.
(22) Preycar als sarrasins e han pauch
avantat,
(23) Bé deu hòm departir pus sia ensenyat,
(24) E
estats en un loch hon sia repausat,
(25) Que en Deus fós
Trinitat, ni ab hom unió;
(26) Enten esta raysós e no
sias errat,
(27) No ‘n devets per tot ço haver desconsolament.

(28) Per vos mays no valran, car no havets valor,
(29) E mays
li 'n cové grat; perque segur estats
(30) E fayts ho per ço que
git a oblidament
(31) Per la qual ha donada a hòm se libertat,

(32) Car s' eu fós home fat qui parlás follament;
(33) En
sí honrar, servir; perque cous deuria
(34) Infans e d' altres
cosas, d' hon hòm ha pagament;
(33) E a tú abast Deu per amar e
tener.
(36) Et no vendriets a fí d' aço hon trebaylats;
(37)
Qui sera el pasatje molt gran e mantinent,
(38) Et no siats d'
aqueyls qui diuen: - Senyors, fets
(39) Leu porán destruir quax
tot christiandat;
(40) Vejats donchs, n' ermitá, lo mon a qu' es
tornat.
(41) N' ermitá e Ramon pregueren comiat,