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lunes, 25 de octubre de 2021

VI. DESASTRE DE FELANITX. 31 de marzo de 1844

VI. 

DESASTRE DE FELANITX

31 DE MARZO DE 1844. 

I.

La catástrofe horrorosa ha tenido lugar en el pueblo de Felanitx: no la anunciamos a nuestros lectores, porque ninguno de ellos la ignora; no pedimos sus lágrimas, porque todos han llorado de lástima y de espanto: apuntamos solamente una fecha más en el calendario de las grandes calamidades. Solemnizamos una nueva fiesta de dolor, indicamos una amarga fuente de lúgubres y aterradoras inspiraciones. 

II.

Como un hijo indócil y presuntuoso que abandona la casa paterna en los primeros días de su juventud, que orgulloso de sus fuerzas rompe los lazos de familia, quiere vivir por sí mismo y olvida las tradiciones de sus antepasados; nuestro siglo pupa para emanciparse, para sacudir también la tutela de los siglos anteriores, y quebrar la cadena misteriosa que el tiempo va forjando lentamente. Pero los poetas que viven de recuerdos cantando antiguas glorias, o lamentando pasados infortunios, se esfuerzan en soldar los eslabones entreabiertos, y derraman sobre el corazón de sus contemporáneos parte del júbilo o de la aflicción de las generaciones ya difuntas. ¿Podríais permanecer insensibles a la relación de los estragos que causó un día el arroyo, por cuyas orillas os paseáis ahora indiferentes? Podríais leer con ojos enjutos la triste descripción de aquellas inundaciones espantosas, que arrastrando las puertas de la ciudad, desmantelando sus muros y bramando por sus calles, derruyeron centenares de edificios, y arrebataron en una sola noche millares de víctimas que reposaban descuidadas en brazos de un sueño voluptuoso o tranquilo? 

No resonarían en vuestros oídos los gritos de tantas viudas desoladas, de tantos huérfanos infelices, de tantos que vieron sepultarse en aquella tumba improvisada el báculo de su ancianidad o las flores de sus cariños y esperanzas? No os consternaría el recuerdo de aquella general consternación? 

Así también se acongojarán, y se estremecerán, y llorarán las generaciones venideras, cuando se les diga que de un viejo cementerio salió de improviso la muerte, y en un momento diezmó la población de Felanitx. Faltarán los testigos de este desastre, y no quien le llore; las lágrimas que arrancará todavía sobrevivirán a sus lamentables resultados. 

III. 

Celebrábase una función piadosa: el pueblo y el clero reunidos en devota procesión recordaban el camino que anduvo Jesucristo desde el pretorio de Pilatos hasta la cima del Calvario: un canto unísono, pausado y penetrante dominaba el sordo rumor de los pasos y el movimiento de la multitud, que se abría en dos filas para ver la procesión, o la seguía lenta y compungida: un sacerdote de vida ejemplar, de costumbres puras y corazón ingenuo, descalzo hasta las rodillas, vestido de oscura túnica, coronado de espinas y llevando una cruz acuestas, figuraba al Hijo del hombre enmedio de dos ladrones, y seguido de aquellas turbas de pueblo, y de mujeres que plañían y lamentaban su acerbo suplicio. Las nuevas autoridades presidiendo este acto religioso inauguraban esta vez su dignidad: y la voz de un orador cristiano, enérgica por la situación y elocuente por su sencillez, resonaba en señalados trechos para explicar uno por uno los acontecimientos de aquel doloroso camino, y arrancar de sus oyentes lágrimas de compasión y de penitencia. Era aquello la anual representación de un misterio cuyo desenlace es la muerte del Redentor, y la muerte sorprendió a los actores y espectadores casi al principiarse la jornada: sufrieron lo que iban a meditar.

IV.

En aquel momento recordaban a la santísima Virgen, cuando salía al encuentro a su divino Hijo en la calle de la Amargura; en aquel momento los dolores de la Madre a vista de los padecimientos del Hijo, la inmensa aflicción del Hijo a vista de las angustias de la Madre, ocupaban la atención de todo el pueblo; en aquel momento, cuántos hijos presenciaron la rápida agonía de sus madres! cuántas madres abrazaron los mutilados cadáveres de sus hijos! 

V. 

Osaréis preguntar a Dios por qué descarga la vara de su justicia sobre un pueblo, cuando este levanta su corazón y sus ojos al cielo, cuando a lo menos por un momento se despoja del hábito de pecador y viste el sayal de penitente, cuando sus labios no tienen más voz que el clamor incesante de misericordia? Osaréisle preguntar por qué, a vista de tales sentimientos, no suspende los efectos generales de las leyes físicas que estableciera para la conservación del mundo material? Osaréisle preguntar dónde está su providencia? Por qué no envió un ángel que sostuviese milagrosamente el ruinoso paredón, o espantase visiblemente la multitud, que incauta se agolpaba sobre él, apresurando así su caída y el desmoronamiento instantáneo del terraplén? Y si un día aglomerada en el mismo sitio se abandonase la población a las seductoras impresiones del placer, bañase de voluptuoso aroma las imágenes de su mente y los deseos de su corazón, aflojase la rienda a pervertidos impulsos, y confiando en la vida, descuidada, imprevisora, gravitase sobre aquel engañoso pavimento, ¿debía también Dios enviar un ángel para sostenerlo? Sería menos horrible la muerte por no estar precedida del pensamiento efe la eternidad? Sería menos lastimoso el espectáculo de tantos cadáveres vestidos de baile y coronados de flores? - Probablemente hubieran sido menos las víctimas. - Probablemente hubieran sido más desgraciadas. Oh! no dudéis de la misericordia de Dios, ni del poder maravilloso de la contrición. 

VI. 

Como la ola, que viniendo hinchada embiste las rocas de la orilla, y las cubre con su manto de espuma, desplomóse un monte de tierra, y cubrió a los infelices que estaban debajo; rodaron las piedras, y quebrantaron los huesos de los vivientes; rodó la menuda arena, y sepultaba ya sus cadáveres. 
¿Quién contará los alaridos de aquel momento fatal? El que contara las piedrezuelas desprendidas de su antiguo sitio. Conmovióse la tierra, y como de un inmenso surtidor brotó la consternación y el espanto; raudales de consternación corrían rápidamente hacia las villas y pueblos circunvecinos, y de las villas y pueblos circunvecinos vinieron rápidamente raudales de conmiseración y asombro. 

VII.

¿Será verdad que el joven sacerdote, que para contemplar más vivamente la pasión de Cristo, caminara tantas veces cargado de una cruz y ceñido de una corona de espinas, comportó en su muerte uno de los cruelísimos tormentos que sufriera el divino Redentor? Será verdad que una piedra desprendida torciese una espina de hierro de su corona, y se la hincase en el cerebro, barrenando el cráneo y atormentándole horriblemente antes de exhalar su espíritu? Será verdad que los ecos de su agonía se oyeron por entre los resquicios de los escombros? Ah! ciertamente no había creído consumar la obra del Calvario. Discípulo fervoroso del Crucificado morirá, no extendido, sino agobiado bajo la cruz de su maestro. También él había cumplido treinta y tres años! Cómo le llorarán los pobres de Felanitx de quienes era consolador y amigo! Cómo le echará (de) menos esa nueva y simultánea generación de huérfanos desvalidos y menesterosos nacida entre los horrores de una calamidad inesperada! 

VIII.

Una idea atroz espeluzna mis cabellos y envenena el manantial de mis pensamientos: mis nervios se crispan, y siento helarse la sangre de mis venas. Me figuro como el declive de un collado erial en que asoman miembros palpitantes, a guisa de esparcidas matas de menuda yerba: tal vez la cabeza de un tronco ya estrujado, tal vez la mano de un cuerpo hundido que respira aún; ¿y quién sabe si en aquellos momentos de trastorno mental, de acciones instintivas, de confusión imprescindible, la azada que desenterraba un cadáver no sepultaba más de un viviente, la premura con que se acudía al socorro de un deudo no hacía perecer un amigo, la planta que volaba a los gritos de una víctima querida no magullaba y pisoteaba una víctima desamparada? Cómo prescribir la paciencia a los torturados moribundos, y el orden a sus impacientes libertadores!

IX. 

Hijos, madres y esposas, que buscando el objeto de vuestro cariño, revolvéis los cadáveres hacinados en insepultos montones, ¿cómo podréis distinguirlos, estando fracturados sus talles, y aplastadas y ensangrentadas sus fisonomías? No esperéis conocer al mancebo por sus juveniles formas, ni a la linda joven por la hermosura de so semblante. ¿De qué servirán vuestras investigaciones? Estos cadáveres no pueden hablar ya a vuestros ojos, como tampoco pueden hablar a vuestros oídos. En valde os afanáis para regarlos con vuestro llanto, para darles el abrazo de eterna despedida, para decirles el adiós postrimero: en ellos está borrada y desfigurada la imagen que conserváis ilesa en el corazón.
- Buscamos solamente algún indicio en sus vestidos para conocer a los que amamos. 

X. 

¿Por qué se desplomó en tan crítico momento el murallón que tantos años permaneciera desvencijado y ruinoso? Porque el nuevo peso que encima se le acumulaba era superior a la resistencia de su base. Esta reflexión dejará satisfechas las dudas del filósofo de corazón árido y miras limitadas: pero ¿creéis que ese fatalismo glacial, esa resignación infecunda al imperio de una causa ciega, pueda enjugar una lágrima sola de cuantas ha hecho verter catástrofe tan espantosa? En las causas secundarias se puede buscar la razón física de ese desastre, mas para encontrar su consuelo es necesario remontarse hasta la causa primordial, la causa de todas las causas. Los que tengan el pecho encallecido, y no hayan probado una gota de ese cáliz de amargura, podrán prescindir, si así les place, de los inescrutables designios de la Providencia; pero a los que han visto rotos de un golpe sus más dulces vínculos de parentesco, a los que han perdido de repente las hermosas ilusiones de su risueño porvenir, a los que arrastran un cuerpo horriblemente contuso, mutilado, no les expliquéis las leyes del equilibrio; habladles sí, de los inapeables juicios, de los caminos secretos, y de la voluntad augusta del supremo Legislador del mundo. 

XI. 

Hermoso niñito de rubios cabellos que no has visto siete primaveras todavía, ¿adónde llevas de la mano a tus dos hermanitos que gimiendo te acompañan?
- Al cementerio. - ¿Y qué habéis de hacer allí? - Buscaremos a nuestro padre y a nuestra madre que fueron al sermón y no han vuelto a casa. - Mirad que es tarde ya, y van a cerrar sus puertas. - Nosotros quedaremos dentro hasta encontrarlos.- Hijos míos, ya no tenéis otro padre más que Dios. 

XII. 

¿Qué tenéis, pobre anciano, que así retorcéis vuestros brazos, y claváis en el cielo esa mirada penetrante como vuestro dolor? Qué tenéis? - Ayer tenía una esposa y dos hijos, hoy nada tengo. - Y vos, buena anciana, que ni lloráis a gritos, ni mesáis vuestros cabellos, que sólo indicáis vuestra angustia en sordos gemidos y en la palidez de vuestro semblante parecido al de todos los habitantes de ese pueblo, ¿por ventura no tenéis que lamentar alguna desgracia en vuestra familia? - No tengo más que una hija. - ¿Y está sana y salva? - Tiene solamente un muslo roto.- Un muslo roto! y la buena mujer no se atreve a lamentarse. La participación del quebranto universal ahogaba los quejidos de las aflicciones individuales. 

XIII. 

¡Ay de vosotras, esposas desgraciadas, las que en aquellos días de angustia sentíais un dulce peso en vuestras entrañas, y aguardabais la sonrisa de un nuevo hijo para dar tregua a vuestras lágrimas! El terror y el susto han emponzoñado el jugo alimenticio de los que debían consolaros con su esperado nacimiento. Jóvenes tiernas, que saboreáis aún las risueñas emociones del festín de vuestro desposorio, cuán caras van a seros las primicias de la maternidad! Sentiréis agudísimos dolores, y vuestro parto no será alumbramiento. El fruto de vuestro seno pasará de un sepulcro viviente a un sepulcro inanimado, como sus mayores han sido trasegados de una tumba imprevista a la tumba de su eterno reposo.

XIV.

Si consideráis este fracaso como acontecimiento fortuito en el cual no haya tenido parte alguna la Providencia, carecéis de fé. Si lo consideráis como castigo directo y exclusivamente merecido, no tenéis caridad. Cualquiera de estos dos sentimientos está falseado si está solo. Si acusáis a Dios, sois blasfemos; si acusáis a las víctimas, sois impíos. ¿Creéis que el pueblo de Felanitx fuese reo de mayores delitos que los que inficionan (infectan) a los otros pueblos? Yo os digo que no. ¿Pensáis que estos Galileos, cuya sangre se ha mezclado con la de sus sacrificios, fuesen más pecadores que sus conciudadanos, porque tanto han padecido? Yo os digo que no. 
¿Pensáis que aquellos diez y ocho sobre quienes se desplomó la torre de Siloé, fuesen más deudores a la justicia divina que los otros habitantes de Jerusalén?
Yo os digo que no.

//


https://dialnet.unirioja.es/servlet/libro?codigo=203044

https://www.diariodemallorca.es/part-forana/2019/03/28/175-anos-timba-felanitx-provoco-2889450.html

lunes, 18 de octubre de 2021

CUATRO PALABRAS SOBRE LA ESPADA Y EL LAÚD DE DON JUAN PALOU Y COLL.

CUATRO
PALABRAS


SOBRE


LA
ESPADA Y EL LAÚD


DE


DON
JUAN PALOU Y COLL.


Aquel
criadero de incomparable poesía, aquel palacio encantado de la
imaginación, aquella palestra de las pasiones más sublimes, aquel
paraíso del pensamiento nacional que, galeote sin ventura de todas
tiranías, allí sólo encontraba refugio deleitable, aquel teatro
español, de veneranda y gloriosísima memoria, es hoy vergüenza de
propios y menosprecio de extraños. Una turba bullidora de
inteligencias ruines hormiguea allí en donde ingenios peregrinos,
convirtiendo la quinta esencia de sus espíritus en rimas puras como
el oro y musicales como la plata, despertaban con ellas el sonoro
corazón de las muchedumbres. Lo que más caracteriza a esos
jornaleros a destajo que, salvas poquísimas excepciones, señorean
la escena patria es, amén de su fecundidad verdaderamente milagrosa,
lo débil, enfermizo y miserable de su numen. No busquéis en sus
raquíticos engendros un sólo átomo de vitalidad sana; todos nacen
éticos. Por esto, lejos de recibir con desvío producciones como La
Espada y el laúd que, si de algo pecan es de exceso de fuerza y
plétora de vida, hoy más que nunca deberían acogerse con gratitud
señalada. Si algún lunar tiene esta obra inspiradísima, hijo es de
un verdadero genio dramático; y valen más los extravíos del genio
que los aciertos casuales de la necedad.


El
Sr. Palou acostumbra dar sus reñidas batallas de pasiones y
sentimientos dentro de un espacio muy angosto, y en él guerrean con
encarnizado empuje, sin que apenas sufra menoscabo la destreza de las
maniobras, ni amaine un punto la serenidad del que las dirige, ni el
ardoroso brío de los contendientes haga degenerar el combate en
confusa y desordenada pelea. Sin embargo, a ser más autorizada
nuestra voz, aconsejaríamos al Sr. Palou que procurase ensanchar
algo el ceñido círculo en donde luchan los afectos y pasiones de
sus dramas, disminuir el número de los combatientes y no efectuar
las operaciones con tan vertiginosa rapidez. Sus luchas dramáticas
tienen espectadores y pueden estos no ver tan claro desde fuera del
palenque como el autor desde dentro; y por lo mismo, no tributar
completa justicia a su portentosa habilidad.


De
lo que llevamos dicho, implícitamente se deduce que, en nuestro
humilde sentir, lo que más enaltece los dramas del Sr. Palou es su
valor psicológico. El de La Espada y el laúd es a todas luces
acendrado. Para justipreciarlo debidamente basta fijar la atención
en los caracteres principales que descuellan en el drama que nos
ocupa.


AUSIAS
MARCH
... (Ausiàs March, poeta valenciano, en lengua valenciana) Verdadera encarnación de la poesía contemplativa
enguirnaldada con la celeste aureola de un amor puro y extático,
es una figura arrancada de los versos mismos de aquel gran poeta
provenzal
. Su alma es toda profundo lirismo y reconcentrada
pasión. En carecer de carácter exteriormente activo consiste y debe
consistir su carácter, pues su actividad es eminentemente interna.
De esta clase de levantados espíritus pudiéramos decir, a
perdonársenos lo técnico de la frase en gracia de su actitud, que
su fuerza centrífuga es insignificante, y poderosa, por lo
contrario, su fuerza centrípeda. Si alguna vez, menos por
motivos de utilidad práctica propia o ajena que a impulso de móviles
puramente abstractos, toman parte en los acontecimientos del mundo
exterior, suelen hacerlo de una manera brusca o distraída y floja.
Viven como anacoretas en el silencioso retraimiento de la meditación
o en el oasis regalado de la fantasía:


y
sólo penosamente salen de estas regiones intelectuales. He aquí por
qué el Sr. Palou ha dado a su protagonista cierto carácter
relativamente pasivo, he aquí por qué la hazaña que realiza es tan
maravillosa como instantánea; he aquí por qué guarda en la acción
cierto aire, digámoslo así, desorientado que es su mayor y más
artística belleza. Para él, su adorada Teresa no es simplemente un
dechado de hermosura y un ángel de pureza, es el imán de su
imaginación acalorada, el astro radiante del cual su alma es
girasol. El ultraje sangriento hecho por Don Martín a su honor y a
sus blasones, a trechos, a ráfagas encienden su ira, pero no logran
desquiciar su corazón del arrobamiento lírico y amoroso que le
avasalla. Finalmente: cuando su hermana Beatriz le enseña súbito al
villano raptor de su honra, Ausias sediento de venganza y
próximo a lanzarse sobre su presa, se detiene de pronto y exclama en
son de reconvenirse a sí mismo:


¡Ay!
¡ídolo mío!...
¡ya me olvidaba de ti!


¡Triunfo
del amor absorbente del poeta que arrastra todas sus potencias
espirituales al centro de su alma, alcanzado a costa de otro
sentimiento expansivo y diametralmente contrario! ¡Rasgo magistral,
pincelada profunda que pone en claro de repente el carácter del
poeta enamorado!


TERESA...
Pocas veces hemos admirado en la escena una personificación tan
sublime del amor femenino. Teresa ama con su cerebro, con su corazón,
con sus nervios, con todo su ser. Ama como amarán las mujeres el día
que Dios se digne realizar en su alma algunas mejoras urgentes. La
gloria del trovador y los hechos hazañosos del soldado cautivan la
parte poética y fantaseadora de su espíritu; la gratitud, por haber
salvado la vida a su hermano y a ella, acendran su irresistible
simpatía; súbela de punto la férrea voluntad de su padre, que la
obliga a casarse con un ambicioso de aviesos y vulgares instintos. Su
amor recorre toda la escala cromática de la pasión, delicada y
fuerte a un tiempo, hasta estallar en el do de pecho del último
acto. Nace en el cielo de su alma, un amoroso afecto, cual nubecilla
atornasolada y leve: poco a poco se espesa y aploma; la surcan a
ratos ráfagas de pasión incandescente, conviértese por fin en una
tempestad.
Después que Rebolledo ha explicado a Don Martín el
horroroso peligro que acaba de correr su hija, y del cual
bizarramente ha triunfado el heroico esfuerzo de Ausias March, dice:

TERESA. ¡Padre!
REBOLL. ¡Qué quieres!
TERESA.
(Besándole la mano.) ¡Ay, padre!


(Bajo
después de mirar con recelo y aversión a Martín.)


¿Me
amáis?
Con este rasgo profundamente delicado indica Teresa su
afecto por Ausias, su odio al capitán, y toma el pulso al corazón
de su padre para calcular los grados de resistencia que podrá oponer
su cariño paternal al que ella siente por el poeta guerrero. Si en
tan tremenda lucha queda vencida, no por esto llevará al odiado
verdugo de su dicha ni un pensamiento criminal. La fortaleza de su
virtud le inspira los siguientes versos:
«Que la que noble ha
nacido


y
por fiel y honesta pasa,


no
ha de llevar cuando casa,


una
lágrima al marido.»

Aquel maravilloso instinto que crece y se
desarrolla al abrigo de toda pasión, hace adivinar a Teresa, que
para el apetecido vencimiento necesita auxiliares. Empieza por
conquistarse las simpatías de Beatriz, aun antes de saber que era la
hermana de su amado. Pero si nadie la ayuda, si las armas con que su
ingenio cuenta son inservibles, armado está su corazón, hercúleo
es su brío: luchará sola.
Violante le dice:


Nadie
en tu apoyo hallarás.”
Y ella contesta:


¿Sí?
pues mira, eso bastara


para
que yo más le amara...
si pudiera amarle más.”
Así
procede la pasión en hidalgos pechos.
¿Queréis amilanar a los
ruines? Dejadles solos en el combate.
¿Queréis envalentonar a
los esforzados? Negadles todo auxilio.


El
tercer acto de La Espada y el laúd es un volcán, las pasiones del
drama rebientan en tremendas erupciones. La de Teresa ruge,
truena, estalla. Sabe Rebolledo, ya convertido a la religión
apasionada de su hija, ya enemigo de Don Martín, que éste prepara,
junto con Garcés, una emboscada para asesinar a Ausias apenas salga
de la cárcel, en la cual una orden del rey le tiene preso; sabe
también que Violante y Teresa para esquivar la indignación
formidable del monarca, han ido a romper sus prisiones. ¡Trance
cruel! Vuela a impedir la catástrofe amenazadora.

REBOLL. (Va a la
puerta y exclama):
¡Maldición!...


¡Abierta!
¡Instante cruel!


Si
es cierto lo que ha contado


Doña
Beatriz, y han librado


a
Ausias March... ¡Mísero de él!...


Le
asesina ese traidor...


Aún
le puedo yo salvar.


Vamos
antes a mirar


si
aún está preso.


Teresa
y Violante acechan entre la sombra a este bulto que la oscuridad no
les permite reconocer. Primero le creen enviado del rey para impedir
la fuga de Ausias.


Después
un pensamiento desvariado, aunque compatible con la violenta zozobra
que las enloquece, las hace sospechar que es el rey en persona. Una
idea se les ocurre de golpe, una idea esencialmente propia de dos
mujeres, unidas por el lazo de fuego de una común exaltación:
encerrar al hombre de cuya repentina llegada a la cárcel auguran las
más terribles consecuencias para el objeto de sus cuidados. Con dos
pinceladas centelleantes rasguea el autor la situación moral de
Teresa.


PRIMERA.


VIOL.
(Aplicando el oído a la puerta.) Este hombre ya baja.


TERESA.
Es ley.
que espere hasta que mi amante
trasponga el Ebro,
Violante.


VIOL.
¡Si es el rey!
TERESA. ¡Que espere el rey!


SEGUNDA.


REBOLL.
(Dentro, con voz de trueno, empujando la puerta): ¡Abran!


TERESA.
¡Padre!


REBOLL.
¡Que asesinan


a
Ausias March!


Ter.
y Viol. (Alteradas): ¡Jesús!
REBOLL. Abrid.
TERESA.
(Pidiendo a Violante la llave, que ella misma estrecha
convulsivamente en su mano): ¡La llave, la llave!


¡Si
esto no es unir la más exquisita naturalidad con la mayor violencia
de la pasión, confesamos paladinamente que desconocemos las leyes
más rudimentarias del corazón humano! Si un amor tan magistralmente
dramático no merece los aplausos de la prensa y del público, peor
para el público y peor para la prensa.


BEATRIZ...
Nada exaspera tanto a los corazones leales como una torpe y


cobarde
villanía: por esto la culebra de un odio mortal se enrosca en el de
Beatriz, apenas se ve infamemente abandonada por el ladrón de su
honra. La madre de Beatriz baja al sepulcro anonadada bajo el peso de
tan atroz desventura: esto acaba de enconar su herida, y presta
cierto sello sagrado a sus propósitos de venganza. Toda la sustancia
de su alma se hace odio odio egoísta, odio sin tregua, sin descanso,
sin cuartel. El valor de su hermano, el amor de Teresa, son para ella
dos dagas de acerada punta. En Ausias y en su amada sólo mira dos
poderosos instrumentos de su vengadora misión. No será ella quien
pordiosee la mano de su enemigo para satisfacer las sandias
exigencias de una sociedad cuyo voto desdeña. Quédense estas
miserables transacciones que el mundo apadrina para las mujeres al
uso cuya rastrera virtud sólo es en el fondo miedo del qué dirán.
Beatriz ha salido del claustro, en donde con fingido nombre moraba,
para lavar la mancha de su honor con la sangre vil del que se lo ha
robado; una vez satisfecho su anhelo, al claustro volverá. Así sale
de su cueva solitaria la ensañada leona en busca del que la arrebató
a sus cachorros, le encuentra, le acomete, se embriaga con su sangre,
y rugiendo de terrible júbilo, entra otra vez en su guarida.


REBOLLEDO.
Hay en él dos hombres en uno: el hombre de dos limpios pensamientos,
de noble, alto y vigoroso sentir, y el hombre de preocupaciones
aristocráticas, amigo de sus blasones y ganoso de acrecentar el
lustre y poderío de su casa. El primero aboga entusiasta por Ausias
March, y con el fuego de la más entrañable convicción, pondera su
heroísmo y la gloria poética que en los torneos del gay saber
alcanzará. Mima el otro su orgullo y encarece los medros que a sus
timbres y a su fortuna acarreará el casamiento de su hija con Don
Martín que un fatal compromiso abona, y la voluntad de un rey
terrible ordena. Estos dos hombres luchan y forcejean a brazo partido
en la arena calcinada de su espíritu, ora uno, ora otro miden el
suelo hasta que el hombre natural vence al artificial, y triunfa de
la nobleza de blasón la del alma. Toda la del valeroso anciano
brilla en los siguientes versos:
“Oíd, y Dios es testigo
de
que estoy acostumbrado
a sentir, como soldado,
mucho más de lo
que digo.”
Y centellea en estos otros que profiere rabioso al
temer que Don Martín y Garcés haya tenido la alevosía de asesinar
a Ausias:
REBOLL. “La impunidad se prometen...
(A Teresa que
quiere irse por la derecha.)
¡Quieta! - Si el crimen
cometen...
¡Canas mías!...
(Saca la espada y dice con
desvarío.)
¡Hierro mío,
que la misma edad contáis,
de mi
vida honradas huellas...
maldición en ti... y en ellas...
si
en su sangre no os bañáis!”
Así se expresa el héroe canoso,
en quien la nieve de los años no ha enfriado la bravura del
corazón!
DON MARTÍN... Carácter crónicamente vulgar amasado
con el cieno de un libertinaje sin imaginación y de una vanidad
desenfrenada. Por capricho sedujo a Beatriz; por haber mejorado de
fortuna la abandonó; por ambición y codicia desea enlazarse con
Teresa. Así son y han sido y serán todos estos tenorios en
calderilla que la putrefacción social engendra, que las mujeres
miman, que la impunidad envalentona, que el mundo premia con los
resplandores de un prestigio tan majadero como infame.
Dos
acciones hay en La espada y el laúd, pero que convergen a un foco
común. Forman dos círculos concéntricos, de los cuales el amor de
Teresa es el círculo máximo, la venganza de Beatriz el círculo
mínimo, y Ausias March el centro. Los demás personajes son otros
tantos radios.
Por lo mismo es indudable que Ausias March es el
verdadero protagonista del drama mencionado, aunque conserve en la
acción el carácter exteriormente inactivo de que hemos hablado
antes. Enumerar los bellísimos pormenores de fondo y forma que lo
avaloran, sería tarea por demás prolija. El ligero análisis que de
sus admirables caracteres acabamos de hacer, basta para señalar
dicha producción como joya de muchos quilates, que una conjuración
de circunstancias desgraciadas no ha permitido al público ni a la
prensa de Madrid apreciar debidamente.
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lunes, 30 de agosto de 2021

AMOR DE MARE. Victoria Penya.

AMOR DE MARE.


I.


Prop
d'un bressolet de jonchs,


Hont
l'infant ja no hi dormía,


Plorava
una pobre mare


Tota
la seua desditxa.


Dintre
'ls llansolets d'Holanda


L'hi
sonreya fá poch dias


Lo
fillet de lo seu cor,


Que
altre mes bell no n'hi havía.


La
mare, folla d'amor,


En
sos brassos lo prenia,


Contra
son pit l'apretava,


De
tants petons l'enrogía
,


Diëntli:
- Rey de mon cor,


Vida
de la meua vida,





AMOR DE MADRE.


I.


No
dormía ya el tierno niño en su cuna pequeña de mimbres, mas junto
a la cuna desierta, lloraba una pobre madre la mayor de las
desdichas.


Poco
ha le sonreía su hijuelo, el ídolo de su corazón, arrebujado entre
finas sábanas de Holanda: y era tan hermoso para ella, que ninguno
podía comparársele. Loca de amor la apasionada madre, complacíase
en tenerle entre sus brazos, le estrechaba contra su pecho, y a
fuerza de besos enrojecía su rostro tiernísimo diciéndole:
-
Rey de mi alma! vida de mi vida! antes de de que te conociera, no
pude comprender toda la intensidad del gozo. Ay, luz de todas mis
esperanzas! Ay, fuente de mis alegrías todas! -





Jo no conexía 'l gotx


Quant
a tú no 'l' conexía.


Ay,
llum de mes esperançes!


Ay,
font de mes alegríes! -


Pobre
mare, pobre mare!


La
pena la té esmortida,


Y
ompl' el bressolet de llágremes,


Passantne
les diades tristes.


No
entra 'l sol dintre la cambra


Ni
dins l' ánima afligida;


Ja
per ella no hi ha festes,


Lo
mon endolat ovira.


Y
vindrán tristes y fredes


De
Nadal les belles fires,


Tornará
la nit de Reys,


Mes
no portará joguines,


Vindrá
'l diumenge de Rams


Sense
pauma benehida.


Llasseta,
n'está pensant


Si
le hi ressucitaria


A
son fillet lo bon Deu,


Que
's el mateix d'altres dias.


Ja
n'hi té ofert a la Verge


De
ses joyes la mes rica,


Ja
n'hi té ofert a Jesús


Corona
de plata fina.


Mes
lo seu fillet no torna


Y
passan les diades tristes.


Ay,
llum de ses esperançes!


Ay,
font de ses alegríes!





Pobre madre, pobre madre!
la angustia la tiene ya desfallecida; y pasa triste las horas,
inundando de lágrimas la fría y desierta cuna de su pequeñuelo. El
sol no se atreve a penetrar en la oscuridad de la estancia, ni en la
pena profunda de aquel corazón afligido. No hay fiestas ya para la
atribulada madre, que ve el mundo cubierto de luto. Vendrán las
ferias de Navidad, mas ¡cuán tristes y cuán frías ! Vendrá la
vigilia de Reyes, pero no habrá juguetes ni muñecos! Llegará el
domingo de Ramos y no verá la madre palmas bendecidas !


Desgraciada
imagínase a veces que el Dios a quien siempre invocó en sus
oraciones, le resucitará a su idolatrado niño. Para alcanzar el
milagro, ofrece a la Virgen la más rica de sus joyas, y una corona
de plata a Jesús crucificado.


Mas
los días pasan en la tristeza y el tierno niño no torna. Ay, luz de
todas sus esperanzas! Ay, fuente de sus alegrías todas!





II.





Aprés
del jorn vé la nit,


Aprés
de la nit l'aubada,


Aprés
de la pluja 'l sol,


La
roda del mon may para.


Ja
havía dat moltes voltes


Desque
llur dol esplayava


Dintre
sa cambra soleta,


La
mare desventurada.


Desde
llavores la vida


La
partida a la mort guanya,


Y
axó fa que ab dolsa veu


Podrém
sentirla quant canta,


Gronxant
d'un peu lo bressol,


Cançonetes catalanes, (tú sí que saps cóm se guañe una joya als
jochs florals!
)


Per
adormí un infantó


Y
un altre que 'n té a la falda.


Tot
cantant, cantant sonriu,


Tot
sonrient l'hi cauhen llágremes,


Sonriu
als fillets que té,


Plora
'l fillet que l'hi manca.


Son
dos ángels, dos esteles,


De
son pit nafrat lo bálsam,


Son
com l'arch de Sant Martí


Los
infants que vuy esguarda.


Los
contempla embadalida


Y'ls
patoneja la mare,





II.





En
pos del día viene la noche, tras la noche luce la alborada, y
después de la lluvia asoma el sol en el cielo: vueltas va dando el
mundo sin tregua ni descanso. Muchas había dado ya desde que la
desventurada madre, triste y sola en su estancia, exhaló en llanto
su dolor. Por fin la muerte cedió a la vida; y por esto se oye la
dulce voz de la infeliz, que más sosegada, entona cantarcillos catalanes para adormecer al hijuelo 
que
mece en su cuna y al que descansa más tiernecito en su regazo.


Cantando
una tonada tras otra, acaba por sonreír, mas sus sonrisas terminan
también en lágrimas. Sonríe a los pequeñuelos que Dios le
conserva, y llora al otro que le falta. Los que viven son dos
angelitos, dos hermosos luceros; son el bálsamo y el consuelo de su
llagado pecho, el iris en que se fijan todas sus miradas.
Contémplales 
embebecida
la amorosa madre, y les llena de apasionados besos: mas ay, con gotas
de llanto cubre








Mes ay! llurs galtetes
rojes


Y
llur front de neu los banya.


Les
besades son d'amor,


Les
llágremes d'anyorança!


Els
aprompta cent joguines,


Y
quant aquestes los cansan,


També
'ls trau les seues joyes,


Y
ensemps van perles y llágremes,


Les
unes cauhen en terra,


Al
cel s'en pujan les altres.


Ben
de matinet se lleva,


Ben
de matinet s'afanya,


Feynera
quant vé la fosca,


Feynera
quant trenca l'auba;


Mes
tot estirant l'agulla


També
la robeta banya;


Cuyta
p'els fillets que dormen,


Plora
'l que la terra guarda.


A
l' Iglesia s'els emporta


Y
allí prega ajonollada;


Los
angelets que té al mon


Al
que té al cel encomana.


Y
quant la gent los hi mira


Sos
ulls se negan de llágremes,


Y'ls
axeca al cel pensant


Que
'l mes estimat l'hi manca.


Quant
son cor se regositja,


L'esperit
mòr d'anyorança,


Que
es lo cor dels fills que viuhen


Y
dels fills que han mort es l'ánima.





sus mejillas rosadas,
cubre sus frentes de nieve. Los besos son de amor, mas sus lágrimas
las arranca la memoria del hijuelo ausente. Apróntales mil juguetes,
y cuando de ellos se cansan, les permite jugar también con sus
joyas, juntas van y confundidas lágrimas y perlas. Estas caen
desparramadas por el suelo, aquellas suben a las celestes alturas.


Muy
de mañanita la madre se levanta, y afánase desde muy de mañana;
hacendosa cuando el día empieza, y no menos diligente cuando viene
la noche. Mas, mientras la aguja cose y surce (zurce),
humedece con llanto su labor; desvélase por los hijuelos que
duermen, y llora por el que la tierra guarda en su seno. Llévalos
consigo a la Iglesia, y allí ruega con ellos de hinojos; y
encomienda al angelito que tiene en el cielo, los que Dios en el
mundo le conserva. Cuando la gente los va reparando, se le arrasan de
lágrimas sus ojos, y los levanta al cielo, al pensar que allá se
subiera el que más ama.


Y
si su corazón se regocija, su espíritu muere apenado por la
ausencia del ángel que perdió, que el corazón es de los hijos que
viven, y el alma para los que se fueron.

viernes, 27 de agosto de 2021

Geroni Rosselló, LO REY CONQUERIDOR, joglar de Maylorcha

LO REY CONQUERIDOR.

(Del Joglar de Maylorcha.)


Denant los murs de Maylorcha,  De Maylorcha en la ciutat,  S'apareyla l'host christiana,  Combatre fort desirant.


I.

Denant los murs de Maylorcha,

De Maylorcha en la ciutat,

S'apareyla l'host christiana,

Combatre fort desirant.


Lo brugit s'òu de las armas,

Trompas sonan e atabals,

Pavallós e tendes levan,

E mòuense de tots latz.


En Jacme rey d'Aragó,

Cavalcant en son cavayl,

Guarnit de èlm, espasa nua,

Quax no pòt pus esperar.

D'ira sos uyls li flamejan,

E d'ira son còr li bat;

Car no sguarda un sarrahí

Sens que hage sed de sa sanch.


Sagrament eyl prench dels nobles;

Tots los guerrers han jurat

De fer presa de la vila

O de morir massacrant.


Cent tors la vila environan,

Guarnides d'homens armats;

Mas, armes no l'espaventan

Ne host l'espaventa may.


E sguardant la part del mur

Que los ginys han derrocat,

Enaxí parla a los seus,

Metent l'ira en son parlar:


- “Sanct Jordi! Sancta Maria!

Lá vos esperan: á lor!

Cascun lo primer y sia

Si sent la fe dins son cor.


Hoc, molts n'y ha, mas no'ls ajuda

Lo braç ferm de Jesu-Christ;

Quant lur força hauretz retuda

Tot l'infern n'estará trist.

A lor! vergonya, chrestians!

Deus ho vol e jo'n suy cert:

Paucha es la sanch del vilans

P'els dampnatges que 'm soffert.


Ne burgés ne cavayler

Gir son dors, enquer que las;

Car será vil homeyer

E traydor qui torn atrás.


Per còlp ne per nafra pocha

Vuyla negun romanir;

Hajatz tots lo còr de rocha,

Ans que deshonra morir.


Qui vege a son frare occiure,

Vage avant, comanlo a Deu;

Per venjarlo vuyla viure,

E son còlp sia pus greu.


Negun en son briu defala,

Haje'n sed de sanch infael;

Sarrahíns morts fan l'escala

Per ont puja l'arma al cel. 


A lor! car Deus ens convida

A la victoria en est jorn;

Non rest enemich ab vida

En plus d'una legua en torn.

De vostres lançes quiscuna

Un cap sarrahí aport;

No hage sageta ninguna

Que no'n féra a un de mort.


De sanch de los vostres ávis

Guardatzlos plenes les mans;

Anatz venjar lurs agrávis

Fentne lo past dels milans.


Siatz l'açòt que Deus los dona,

No hagen treua ne perdó;

Faytz de lurs caps tor redona

Ont metetz lo ganfanó.


Muyren tuyt, pus master s'es,

Los qui no 's reten sclaus,

E façam p'els palafres

Estables de lurs palaus.


Vostre es lo forment que menjan,

Vostres son los lurs havers;

Esguardatzlos com s'arrenjan

Per vos emblar vostres plaers.


A quiscun tolgatz la vida,

Li tolretz del còrs verí;

l'Almudayna lá 'us convida;

En nom de Deu, anemhí.


Feritz en las vil maynades

Calcigant çerveyls por lá;

l'ombra irada dels Monchades

Lo sender eus mostrará.


De Mafumet la senyera

Ofega de ira lo còr;

La victoria ens vé derrera...

Cavaylers, á lor! á lor!” -


Dix lo rey, e quax volant

La ciutat scometia,

Diënt l'host: - “Avant! avant!

Sanct Jordi! Sancta María!”


II.


Clams de dolor, mant dampnatge,

Brugit dels brants e'ls escuts,

L'ira faënt son carnatge,

Sobrats morts, cavayls perduts;


Sòns dels atabals de guerra,

Maçes, lançes e colteyls,

Flums de sanch corrent per terra,

Caps redolant sens capeyls;


Tors qui s'esfondrant conmouen

Les potestats del infern,

Guerrers qui col vent se mouen,

E flamas e foch etern....


Maylorcha! Maylorcha beyla!

Christ desliura ta ciutat;

Martyrs donan sanch per eyla,

Tras d'un rey benavirat.


Leós de tú fan lur presa,

Ton senyor será Aragó;

Rey noveyl no 't dó feresa,

Pus la crotz es son panó.


Sanct Jòrdi a la gloria 'l porta,

Cavalcant ab cavayl blanch;

La stela d'Abú s'es morta,

E càu dins un mar de sanch.


Quiscun alberch e mesquita,

Com casteyls s'han de esvahí;

Que sa ruina estia scrita

No ho vol creure 'l sarrahí.


Quiscun alberch e mesquita,  Com casteyls s'han de esvahí;  Que sa ruina estia scrita  No ho vol creure 'l sarrahí.



F. Mistral, chatelain, tresor, Felibrige



E- “¡Valor, fils del propheta!

Dix lo Xech als seus, broxant;

Non hage negun qui 's reta,

Car gaudeix lo trespassant.

Homeyers creman e talen,

D'ira cruel lo còr encès;

No saben eyls ço que valen

Fils d'un poble may sotsmes.


Mostratzlos qu'havets coratge,

E que tots amatz morir,

Ans que viure en vassalatge

Del qui occiu a son albir.


Per ço car de lig no tenen,

N'es malvestat lo còr seu;

Famolents açí s'en venen,

Desamparats de son Deu.


De vostre aur ab las mans plenes,

Volen sejornar los vils,

E metránvos en cadenes,

Malensenyant vostres fils.


No han dret e no han justicia,

E com lops per ço los veig;

De vostre haver han cubdicia,

De vostres fembres cobeig.


Per los vençre e per combatre,

Son secors eus dona Alá;

Eyl d'un còlp los pòt abatre,

Car sols eyl es sobirá.


Non hage negun qui 's reta;

Deffenetz vostres maysós;

Feritzlos, fils del propheta!

Mafumet, confonetzlos!” -


E lo sarrahi cridant,

Pus fort l'autre scometia...

E 'ls chrestians: - “Avant! avant!

Sanct Jordi! Sancta Maria!”-


E'l carnatge es renoveyla,

E 'ls critz arriban trò 'l cel;

Maylorcha! Maylorcha beyla!

Ton baptisme n'es fort cruel!


De ferir las hosts s'aglassan;

S'huja el braç de donar tayls;

Los qui los brants ultrapassan,

Los trossejan los cavayls.


Dona lo ferre ab lo ferre,

E spurnes n'ixen de foch;

Los uns avant per conquerre,

Los autres ferms com un roch.


L'ombra de la mort es ceyla

Qui en sus de las hosts s'ha stes;

No abastan escuts per eyla,

Ne lo perpunt, ne l'arnes.


E d'ira los còrs sclaten,

Uns dels autres faent scarn;

Lo ferre dels qui combaten

S'esmussa de tallar carn.


D'En Jacme lo cavayl corre

Ont lo peril es pus greu;

De son escut sanch decorre,

Mays va ab l'ajuda de Deu.


Ardit e spasa sanguenta,

Par lo venjament armat;

Lamp dins las núus que spaventa,

Áliga dins tempestat.


No y ha qui sos colps suport;

No y ha qui no's reta á eyl,

Car es senyal de la mort

Lo dragó de son capeyl.


Li paguá, son dors girant,

Ja scometre no 'l volia;

E 'l christians: - “Avant! avant!

Sanct Jòrdi! Sancta Maria!” -


E l'host christiana camina,

Com l'ona del mar brugent,

E desfá l'host sarrahina,

Com desfá la bòyra el vent.

Lançan l'arma los qui fujen,

Car per fugir n'es pesán;

Mas d'occiure no s'en hujen

Los qui derrera los ván.


E 'Is christians fan d'eyls carnatje,

Xi com lur crueltat mereix:

Crida 'l vençut sens coratje,

Mas Alah no 'Is exauseix.


- “Leissatznos vida, chrestians,

faytz ço que 'us sia mils!” -

Dixen los veyls angoxans.

Las mayres: - “Perdó p'els fils!” -


Ploroses las puelles ixen,

Faules plenes d'aur e argent,

E: - “Prenetzprenetz, los dixen,

No'ns fassatz, no'ns fassatz nient.” -


E l'host de Christ, de son cor,

Massacrant per çá e per lá,

Sols respòn: - “A lor! a lor!” -

Membrant de lo que jurá.

Sarrahins combatre a mort

Fó de Aragó la costum;

Per ço corre ab lo còr fort,

Per dins sanch, dins foch, dins fum.

E ja 'l Xech se desespera

E gira son dòrs e fuig;

Mas va li En Jacme derrera,

E li diu ences d'enuig:


- No cal t'estojes en casa;

No 't cal, no, fugir, no 't cal;

De la beyna trau l'espasa,

Veurás dels dos qui mes val.


Mostra'm al menys ton coratge;

Car mas tany a cavaylers,

Que a mos vassayls far dampnatge

E captivar lurs uxers.


No fuges del qui 't contrasta,

Sapia bè morir com dius,

El qui ha viltat que li basta

Per encreuar los catius. -


E 'l rey per fi'l desarmava;

E per la barba el tenia,

E l'host encare cridava:

- “Sanct Jordi! Sancta Maria!” -

___


EL REY CONQUISTADOR.

(Del Juglar de Mallorca.)

I.

Delante los muros de la ciudad de Mallorca, se dispone la hueste cristiana al asalto, y arde valerosa en deseos de combatir.

Óyese el ruido de las armas: resuenan por do quiera clarines y atabales: las tiendas levántanse y los pabellones, y cunde el movimiento en todas partes.

Don Jaime, rey de Aragón, montado a caballo, ceñido el yelmo y desnuda la espada, a duras penas contiene sus bríos y su impaciencia.

Chispéanle de ira sus ojos y le palpita de enojo el corazón, pues sed de sangre le devora al ver un solo sarraceno.

Juramento recibió a todos los nobles: todos sus guerreros han jurado entrar triunfantes en la ciudad o morir matando.

Cien torres defendidas por bien armados combatientes circundan la capital (2); mas no le espantó nunca al rey el aparato de las armas, ni hueste le hizo miedo.

Y mirando en el muro la brecha que abrieron las máquinas de guerra (ingenios, ginys, enginys), con palabras llenas de ira, dice a los suyos:

- San Jorge! Santa María! Allí os esperan ya: a ellos! Sea cada uno de vosotros el primero que hiera si en su espíritu arder la fé.

Sí, muchos son los enemigos; mas no les ayuda el brazo potente de Jesucristo. Cuando les hayáis vencido, habréis llenado de angustia el infierno todo.

A ellos! venganza, cristianos! Dios lo quiere, os lo aseguro: toda la sangre de esos villanos no compensará nunca nuestros sufrimientos.

Ni vasallo, ni caballero vuelva jamás la espalda, aun cuando le rinda el cansancio: vil asesino y traidor será quien retroceda.

Que nadie retroceda por golpe o por leve herida; todos corazón de piedra; antes la muerte que la deshonra.

Quien viere caer muerto a su hermano herido de muerte, siga adelante y ruegue a Dios por su alma; procure vivir para vengarle, y sean más terribles sus estocadas.

Nadie ceda en su furor; infúndaos aliento la sed de sangre infiel: cadáveres de enemigos han de formar la escala por donde vuestras almas suban al cielo.

A ellos! Invítanos hoy Dios a la victoria: en una legua a la redonda no ha de quedar con vida ninguno de nuestros adversarios.

Cada pica llevar debe por trofeo una cabeza musulmana: cada saeta ha de herir de muerte a un enemigo.

Mirad; manchadas tienen sus manos con sangre de vuestros abuelos; corred a vengar tantos agravios; haciendo de sus cuerpos pasto de milanos.

Sed para ellos el azote de Dios; no les concedáis tregua ni perdón; levantad con sus cráneos una torre para enarbolar en ella el cristiano estandarte.

Fuerza es, mueran los que no se rindan esclavos; convertid sus adornados palacios en establos para vuestros palafrenes.

Hasta el pan que comen os pertenece, vuestras son sus haciendas todas: mirad como se disponen y se ordenan para arrebataros los placeres del botín.

Veneno quitareis al cuerpo de aquellos a quienes arranquéis el alma: bríndaos allá la formidable Almudayna: avancemos en el nombre de Dios.

Cargad contra las viles mesnadas, hollando cabezas agarenas; la sombra airada de los Moncadas os señalará la senda de la gloria.

El estandarte de Mahoma me ahoga el corazón de ira: la victoria nos viene en pos. Caballeros, a ellos! a ellos!”-

Dice el rey, y volando se dirige contra la ciudad, en tanto que la hueste esclama:
- “Adelante! adelante! San Jorge! Santa Maria!”-

II.

Gemidos de dolor, inmenso daño, ruido de espadas y broqueles, la ira haciendo horrible carnicería, vencidos muertos, caballos estraviados;

Sones de atabales, mazas, lanzas y alfanges; ríos de sangre corriendo por el suelo, y cabezas rodando sin casco.

Torres que al hundirse conmueven todo el poder del infierno, guerreros que corren y se mueven como el viento, y llamas y sempiterno fuego...

¡Ah, Mallorca! ¡hermosa Mallorca! hoy Cristo liberta tu ciudad; numerosos mártires vierten por ella su sangre, en pos de un rey afortunado.

Leones son los que acometen; Aragón será tu dueño. No te dé espanto tu nuevo señor, pues lleva la cruz por enseña.

San Jorge es quién le conduce a la gloria, cabalgando en un caballo blanco (3); en un mar de sangre cae eclipsada la estrella de Abu-Yahie.

Cada casa, cada mezquita ha de asaltarse como un castillo; no quiere creer el obstinado sarraceno que esté escrita su ruina.

Y - “Valor, hijos del profeta, dice el Jeque a los suyos esgrimiendo su cimitarra; nadie se rinda; eterna venturanza galardona al que muere combatiendo por la fé.

Asesinos son los que, encendido el corazón de ira, vienen a talar vuestras haciendas y a incendiar vuestras casas: mas ellos ignoran cuanto vale el furor de un pueblo nunca esclavo.

Mostradle vuestro esfuerzo y vuestro valor, mostradle que preferís la muerte, a ser siervos del que a su capricho asesina.

Su corazón es la iniquidad; no tienen ley ni religión: por eso vienen aquí hambrientos y desamparados de Dios.

Repletos de vuestro oro se han propuesto vivir en la molicie; y os cargarán de cadenas, y corromperán el alma de vuestros hijos.

No conocen el derecho ni la justicia; por eso les veis como una manada de lobos, codiciosos de vuestros bienes y de la hermosura de vuestras mugeres.

Para combatirlos y esterminarlos Alá os prestará su ausilio: él puede con un soplo abatir su soberbia, porque solo él es poderoso y grande.

Nadie ceje; defended con brío el sagrado de vuestras casas: acometedles, hijos de Mahoma; y confúndales el santo profeta!”-

Y dando el sarraceno fuertes alharidos, arremete lleno de coraje... Y los cristianos esclaman: - “Adelante! Adelante! San Jorge! Santa María!” -

Y renuévase la horrible matanza, y llega al cielo la vocería. ¡Ah Mallorca! la hermosa Mallorca! ¡cuán cruel es tu bautismo!

Fatígase la hueste de combatir y el brazo se cansa de dar tajos; despedazan los caballos aquellos a quienes traspasó el filo de las espadas.

Choca el hierro con el hierro, y saltan relucientes chispas; avanzan los unos afanosos de conquista, y los otros aguardan firmes como una roca.

La sombra de la muerte se cierne sobre ambos ejércitos; ni arneses ni cotas de malla bastan para resistirla.

Estalla la ira en los corazones en medio de los denuestos y las burlas: y el hierro del combatiente se embota en la carne del enemigo.

Corre Don Jaime, dirigiendo su bridón hacia donde es mayor el peligro; chorrea sangre su escudo, mas va acompañado del ausilio de Dios.

Valeroso, y agitando su rojo montante, semeja la venganza armada, rayo terrible que fulgura entre las nubes, águila en medio de la tempestad.

No hay nadie que resista a sus recios mandobles, nadie que a su empuje no ceda; señal es de muerte el dragón que lleva por cimera (4).

Ya el pagano vuelve la espalda; ya no osa acometer; y repiten los cristianos:
- “Adelante! adelante! San Jorge! Santa Maria!

La hueste de Cristo avanza como las oleadas del mar tempestuoso, y deshace las filas del ejército musulmán, asi como el aquilón arrolla la niebla (5).

Arrojan las armas los fugitivos, porque son pesadas para la fuga; mas no se cansan de herir los que les persiguen.

Y en ellos hace el cristiano terrible carnicería, tal como merece su crueldad. Perdido ya el ánimo, vocean los agarenos espantosamente; mas Alá ya no les escucha.

Y salen los ancianos, esclamando llenos de angustia: - “Perdonadnos la vida, y haced cuanto os plazca!” - Y las madres añaden: - “Perdón para nuestros hijos!” -

Y llorosas muéstranse las doncellas, de oro y plata llena la falda, diciendo: - “Tomad! tomad, con tal que no atentéis contra nosotras!” - (6)

Y la hueste cristiana, llena de brío, y esparciendo la muerte por todas partes, contesta recordando sus juramentos: - “A ellos! a ellos!” -

Guerra a muerte al musulmán, fue siempre de Aragón la divisa; por eso corre con esforzado ánimo por entre sangre, humo y fuego.

Y desesperado el Jeque vuelve las espaldas y emprende la fuga (7). Síguele Don Jaime diciéndole lleno de enojo:

- Inútil es que vayas a guarecerte en tu casa; que huyas de mi presencia: desembayna tu espada, y veremos de los dos quien más vale.

Pruébame a lo menos que tienes valor; que al fin esto cumple más a caballeros, que entretenerte en hacer daño a mis vasallos y en apresar sus naves.

No huyas, no, de quien te reta: y sepa morir dignamente como dices, el que tiene sobrada vileza para crucificar a los cautivos. -

Y por fin el rey le desarmaba, y le tenía asido de la barba (8); y aun resonaba el tremendo grito de la hueste: - “San Jorge! Santa María!” -” -