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sábado, 25 de septiembre de 2021

A LA VIRGEN MARÍA. A LA VERGE SANCTA MARIA.

A
LA VIRGEN MARÍA.



En
el capítulo LXXXIII del libro titulado Blanquerna, que escribió
Raimundo Lulio en la ciudad de Montpeller hacia los años 1282 y
1283, se lee una trova dirigida a la virgen María, que puso el autor
en boca de uno de los personajes que en la obra figuran. Es una
composición corta, de bellas formas e ingeniosos y elevados
conceptos, que nos da una idea del atractivo que debieron tener los
lais o tensiones del enamorado trovador.
- "A
vos, Señora, santa virgen María, dice, a vos doy todo mi albedrío,
y con tanto ardor quiere de vos enamorarse, que sin vos en nada
anhela fijar sus deseos ni su amor: porque el amor que a vos se
dirige, que sois madre del amor, es el más fino y elevado de todos
los amores; y quien sin vos amar intenta, malogra infelizmente el
amor de su corazón. Y pues ya que queréis, excelente reina, toda mi
voluntad, os quiero también hacer presente de mi memoria y de mi
inteligencia, porque sin voluntad ¿qué haría de ellas, Señora?
Mas ay, si os place, madre mía, recordad y haced entender a toda la
clerecía cuanto se os honrara si emprendiesen unos el camino de la
Tierra-Santa para predicar la divina palabra a los infieles y
convertirles a la fé cristiana, y sembrasen otros la paz entre las
ovejas de Jesús: que muchos son los que se jactan de que
arrostrarían la muerte por vuestro hijo, si ocasión se ofreciera;
mas pocos los que emprendan el apostolado, pues el temor de morir les
hace andar remisos y negligentes." -



En
la versión que en 1521 se publicó en Valencia del Blanquerna,
aparece también traducida la trova que nos ocupa, aunque en
diferente metro; y si bien en la traducción observamos el lenguaje
más culto del siglo XVI, en nuestro concepto no iguala al original.
A continuación de este insertamos aquella para que el lector juzgue
por sí mismo.


Blanquerna en castellano (descargar pdf)

Blanquerna, castellano, Raymundo Lulio, 1521, valenciano, lemosin, lemosina, lengua castellana, 1749


https://bivaldi.gva.es/es/consulta/registro.cmd?id=8246




A
LA VERGE SANCTA MARIA.







A
vos, dona verge sancta María,




mon voler, qui 's vòl enamorar



De
vos tant fort, quí sens vos no volria



En
nulla rè desirar ni amar.



Car
tot voler ha melloria



Sobre
tot altre que no sia



Volent
en vos, qui est mayre d' amar;



Qui
vos no vòl no 's pòt enamorar.







Pus
mon voler vòl vostre senyoria,



Lo
meu membrar e 'l saber vos vuyll dar;



Car
sens voler, dona, ¿eu qu ' els faria?



E,
vos dona, si us play façats membrar



E
entendre, mayre, a clereçia,



Per
ço que vagen en Suría



Als
infaels convertir e preycar,



E
' els christians fassen pacificar.







Mant
hom se vana que murria



Per
vostre fill si loch venia;



Mays
pauchs son çells qui 'l vagen preycar



Als
infaels, car mort los fá duptar.





(Versión
de 1521.)




A
vos, mare verge, excelsa María,
Lo meu voler done qu' es vòl
enamorar
De vos a qui 'm postre, sens quí no volria
Alguna
altra cosa desirar ni amar.
Qu' en vos quant s' endreça té,
cert, milloria
Sobre 'l que no era ni esser poria;
Puix sou
en nosaltres d' amor vera mare:
Y a vos qui nous ama no 'l vòl
l' Etern pare.



Puix
mon voler prompte voleu, reyna pia,
La mia memoria e 'l saber vos
vull dar:
Car sens voler, dea ¿yo qué d' ells faria?
Mas
qu' es recordassen d' entendre y amar,
Excelsa princessa, a vos
si plahía,
Tots vostres bons clergues d' amar en Suria
A
tots los heretges infaels predicar;
Y 'ls crestians fessen prest
pacificar.



Mas
l' hom perdra 'l viure per vos se gloría
Y 'l vostre fill sacre
si 'l cas se seguia;
Y pochs son qui vagen la fe predicar
Als
infaels heretges per mort reçelar.

jueves, 23 de septiembre de 2021

EL LLANTO DE LA VIRGEN. PLANT DE NOSTRA DONA SANTA MARÍA.

EL
LLANTO DE LA VIRGEN.


Esta composición poética no es la
primera que escribió Raimundo Lulio después de su conversión.
Antes que poeta místico, abandonado que hubo las quimeras del mundo
y su estro de trovador, se ejercitó en la poesía didáctica,
rimando un tratado de Lógica que citan D. Nicolás Antonio en su
Biblioteca antigua española, el P. Pascual en sus Vindicias lulianas
y otros autores. El mismo Lulio nos habla de este poema en su
Doctrina pueril, de cuya obra al parecer formaba aquel un apéndice.
Después de inducir a su hijo, para quien escribió la Doctrina, a
que se dedicase al estudio de la lógica para venir en conocimiento
de la verdad, le dirige las siguientes palabras. - "Antes de
estudiar la lógica en latín, apréndela en lengua vulgar y
en rima, así como se contiene al final de este libro, lo cual te
aconsejo para que de este modo la puedas después entender mejor,
mediante la ayuda de Dios."



Lulio
a imitación de los árabes, que tanto estudiaba, se aficionó a la
didáctica, y así como ellos hacían objeto de sus poemas todas las
ciencias por sutiles y abstractas que fuesen, nuestro autor no se
arredró ante la dificultad de emplear su numen, en rimar una Lógica
y más tarde unas Reglas para la aplicación del arte general,
materias de suyo aridísimas para la poesía. Mas nada podemos decir
con respecto al mérito de la primera porque no ha llegado a nuestros
días; pero a juzgar por lo demás que de poesía didáctica nos ha
dejado Raimundo, nos inclinamos a creer que no sería sin duda la
mejor hoja del lauro poético del autor.



Hacia
la misma época empero, o sea en el espacio que media entre los años
de 1275 a 1282, en que escribió Lulio el tratado de Lógica en
verso, parece que trazó también su elegía titulada Llanto de la
Virgen
. Durante este tiempo pasó Raimundo retirado en el colegio de Miramar cuya fundación había promovido, los días más sosegados de
su existencia: calma breve sí, pero fructífera, y a la que debemos
excelentes libros. En la tranquilidad de aquel retiro fue pues donde
Raimundo, al mismo tiempo que escribía el precioso opúsculo de
Oraciones y Contemplaciones, elevada su alma en alas de su devoción,
trazaba el canto elegíaco de que nos ocupamos, dirigido a pintar la
desolación de María al presenciar la angustiosa pasión y muerte de
su divino hijo.



Esta
composición está escrita con pureza, y sus versos son muy sentidos.
Bellos son los apóstrofes que dirige la madre del Salvador a Judas
que tan traidoramente vendió a su maestro; bella la queja que dirige
al Eterno Padre por la deslealtad de los judíos.
- "Cómo a
tanto te atreviste? dice al Iscariote. ¿Cómo tu boca asquerosa se
atrevió a besar a mi hijo, tan cumplido en todo, y cuyos labios
manan el aroma de la verdad, y la dulzura de los buenos consejos?
¡Cuánto le has ofendido con tu repugnante contacto!” - No son
menos notables las exclamaciones de María al verse desamparada de
todo el mundo, y las que le inspira la negación de San Pedro: -
Preso está mi hijo, dice; llévanselo los judíos sin que nadie
levante una palabra en su defensa; sin que yo, pobre y desvalida
mujer, pueda estorbarlo. ¿Y no hay uno siquiera entre vosotros que
le ayude?" - "Amedrentado por los judíos ha negado San
Pedro a Jesús. ¿Y cómo no hubo más temor de mi hijo, que es su
Dios y Criador? Y eres tú, Pedro, aquel a quien confió el cuidado
de su rebaño, y a quien hizo pastor de sus ovejas! Tan atribulada me
tienes por el poco amor que a tu maestro has demostrado, que no cesa
de plañir mi boca, ni mis ojos de llorar." - Después se dirige
a la muchedumbre y dice: - “ ¿No hay nadie entre vosotros que
tenga compasión del que tanto nos ha dado, y que tanto sufre por
nosotros?" - Al ver escarnecido a Jesús a quien escupían los
judíos en el rostro, exclama: - "Oh cara gloriosa, cuya vista
tanto placer me daba! ¡cuánto me holgaría de poder enjugarte
siquiera! " - Y en otra parte se plañe de este modo: -
“Desnudado han a mi divino hijo. Aquel que señor es de la tierra y
de los mares, no tiene un miserable harapo con que cubrirse! Ay
triste! Cuando veo caer sobre él tantos vituperios, mi razón se
desvanece y mi pecho estalla de dolor. Señor, tomad ese mi velo para
cubrir vuestras carnes, ya que vuestros enemigos escucharme no
quieren." - Y al espirar (expirar) el Salvador, vueltos
los ojos al cielo, exclama (esclama) fuera de sí: - “Miguel,
Querubín, Serafín, Gabriel y Rafael, bajad y horrorizaos de la
muerte que dan los infieles a su Salvador! Mirad como espira
sediento, sin más refrigerio en su boca que hiel y vinagre! ¡Ni
Caín fue más impío con
Abel que estos malvados!" -



La
elegía que nos ocupa abunda en bellezas y es una de las del autor
escritas con más pasión. Hubiéramos de traducirla entera para
indicar todos los pasajes que nos parecen notables: mas consideramos
inútiles las citas cuando puede quien quiera formar su juicio con la
lectura del original que transcribimos.




PLANT
DE NOSTRA DONA



SANTA
MARÍA.







I.







Anava
ab gran gaug la verge María



A
veser (1) son Deu fill que haút havía,



Per
lo Sant Esperit sens d' home paría,



E
car son Deu fill e home sabía



Lo
gran gaug, e' l plaer que per éll sentia



No
es quil pogués dir; mas gens no sabía



L'
íra n’ el desconort en qu' esdevenia,



Car
Judas Schariot concebut havía



En
trahir Jesu-Christ qui morir volía



Per
nosaltres a salvar, e per donar vía



Com
mays l' hom servescha e que cascun sia



Seu
per compra de mort, car per nos moría.







II.





-
Judas Schariot! tú has mon fill venút,



Lo
qual mays val que tot quant n' has haút;



Donat
has per argent lo senyor de virtud;




eres per mon fill e per mí molt volgut;




has fals enganada e tú n' est deçebut:



E
si eu ne son trista, tú ne serás perdut.



Fals!
¿com has pogut vendre cell qui es mays temut



Qui
en home e Deu, e rey es de salut?



Jo'
n romanch dolorosa: e tu n' est abatut!



¡Judas
fals e traydor! mon cor has combatut



Ab
ira e dolor aytant com has pogut,



Perqu'
en serás en infern combatut e vençut.



III.

Senyor!
a tuyt mi clam de la gran trayció
Que han fayt a mon fill li
fals jueu falló,
Qui en mí ses fayt home per lur salvació,
E
tots temps ha fayt bé e falliment nó (2).
Ara lo m' han trahit,
e l' han mes en presó.
Ah jueus traydors! ¿per qual intenció
(3).
Avets trahit mon fill que del linatge fó
De Davit e
Moyses segon profeció?
D' aquest tan gran trayment, lassa,
irada' n só
Tan fort, que tota' m sent en consumació,
E tot
quant ha en mí tot está en passió;
D' aquest mal qui n' es
fayt ¿qui 'n trobará perdó?



IV.



Judas!
fals enemich de tot defalliment!
¿Com fuyts hanc tan ardit?
¿qual boca tan pudent
Basist mon Deu fill e amich de compliment,

Qui ha boca olent ab tan bell parlament
Que hanc mays no
mentí n' en perlá ‘n falliment,
Ans en diu veritat tan
virtuosament,
Que null hom viciós ne qui' n sia mintent
No
la deuria baysar per negun trayment?
E tú fals, ergullos, has
donat baysament
A mon fill qui es Deu e home exament,
Lo qual
soven baysaba tan amorosament!
Ah fals! ¿com l' has trayt per
ton vil tocament?



V.


Judas! tú has donat un bays per senyal fal
Per portar a
mort lo meu fill que tant val,
E qui encresía de persona leal,

Enemich de virtud e en tot ple de mal,
Car has fayt fals
senyal, tú n' haurás tal trebal
Que tostemps n' estarás en lo
foch infernal:
Trista hanc mays no fó segons dret natural
Que
ab falsa semblança hom visques en l' hostal
Mostrar veritat de
nulla re corporal,
E aysó mateix es de causa spiritual;
E
tú, fals mostrador, has mostrat hom vidal
Qui en cuant es Deu no
pòt esser mortal.

VI.



Dolenta
marrida, lo meu fill está pres;
Menenlosen jueus sens qu' éll
no es defes
Ne eu que som fembra no y poria fer res.
¿Há
negú entre vos qu´ ajudar y pogues?
Anava la puella pres son
fill e espes
Demandava ajuda e tirava ses manes,
Sos cabells e
sa cara rompía, e no es
Qui li donás ajuda, com si res no
valgués
Ella ne son Deu fill, perque pietat es
Ausir lo
desconort en lo qual ella s´mes:
E com foren ves ella, vilá e
descortes
Tuyt li seu companyón el juden mal apres (4). -



VII.


Estava la regina molt fortment irada
Com per los seus si
era desamparada,
Car sino Sant Johan per tots fó lexada;

Cridava la donçella: - Lassa! ¿on es anada
La nostra
companya qui m' ha deshonrada,
Car m' han jaquida sola ab tant
vil maynada?
Maynada del demoni, e qui m' ha donada
Tanta de
pressura, e tanta de bocada
Que apenas mi sostench, tant fort son
cascada. (5)
Lassa! e ja era per los meus aviada:
E si que
hanc no fui en vers ells errada,
¿E per qual raysó m' han
donchs exoblidada?



VIII.


Negat ha Sant Pere lo meu fill per pahor,
La qual hac
dels jueus: ¿e no la hac major
De mon fill glorios qui es son
creador?
E tú, Pere, qui eres un pobre pescador,
¿Has negat
lo meu fill qui t' es honrat Senyor
E qui tú ha elet esser
procurador
De totes ses ovellas, de qui t' ha fet pastor?
-
Pere, dix la regina e dona de valor,
Tant fort mi has treballada
per la pauca amor
Que aguist a mon fill per pauca de temor
De
presó o de mort, per qu' em planch e' m plor,
…........



IX.



Estava
lo meu fill entre´ els jueus cluchat;
Cascún colps li donava,
dient: - ¿qui t' ha tochat?
Pus que tu 't fas profeta, devina
veritat. -
Estava lo meu fill pacient e sanat
Per donarnos
eximpli de gran humilitat
E de gran paciencia; perque fá gran
pecat
Qui no pren son eximpli qui tant li ha costat
E qui no
fá ço que pòt com él sia honrat.
Ah senyors! com son trista
com tant pauch es amat
Lo meu fill Deus, qui nos ha tant donat,

E que per nosaltres es tan fort avilat.
¿Ha negun entre vos
qui n' haja pietat?



X.



Pres
es estat mon fill e per villania;



En
la sua cara cascun li escopía;



Cara
de Deu e home e on tot bé havia



En
que veig escopir si ella podía



En
ella escopir negú no y jaquía



E
tant estava gran la inmundicia



Qu'
en ella pausaven, que com la vesía



D'
ella no‘m venia lo gaug que solía;



E
car a ella, lassa, venir no podia



E
que la denejás un pauch no moria.



Ah
cara gloriosa, d' on joy me venia!



E
com gran gaug hauria si tocar vos podia!



XI.



Per
la cara e' l coll veig lo meu fill ferir
Ab las mans, e no 's
mou, tant ama soferir
E seu trista e esper quant s' en volrán
jaquir.
¡Ah cara a qui tany honrament e servir
E que hom vos
deman perdó de son fallir,
Que en axí vos veig colpejar e´scarnir
Per tant malvat jueu! ¿com se pòt abstenir
Que no
plor e no faça mant amargós sospir?
Ah coll tan pacient! ¿com
podets sostenir
Tan spés feriment, ni eu com puch vivir

Vesentvos per tant hom tan fort envilanir,
Ni los malvats
jueus no ugar de ferir?



XII.


Ah trista de mon fill! ¿e con es deshonrats
Entre los
mals jueus e homens armats
Qui l' escarnexen com si hagués
peccats!
Ah jueus plens de mal e no escarniscats!
Aquel per
qui serets jutjats e flastomats
Lo dia del judici per ço col
deshonrats
Quant adonchs vos dirá: - Anats, malavirats,
En
lo foch infernal, on tots temps estiats,
Car mi encolpavets de ço
d' on sots nafrats!
Ah fill! per piétat un pauc mi esguardats,
E
ab vostre veser a ma pena ajudats,
Car en vos scarnir es mon cor
treballats.



XIII.



Despullat
es mon fill e tot quant ha li par,
Cell qui es ver Senyor de
terra e de mar,
No ha un petit drap de qu' es puscha abrigar.
Ah
lassa! tant lo veig en aysi nutz estar,
E per los fals jueus tant
fort vituperar,
Ab pauch no pert lo seny e' l cor vòl esclatar;

- Senyors! aquest meu vel placiaus en él pausar:
Cells com a
enemichs no´m volen escoltar.
Ah fill gloriós! pus vos lexats
despullar,
De vostra ignocencia nos vullats adossar:
Car eu
no payria l' escarns qu' eus veig far (6),
Ne car eu, lasseta,
nous puch abraçar. -



XIV.


Trista fui e marrida quant viu lo meu fill ligat,
Fill
qui está Senyor de tot quant es creat;
Fill que hanc mays no feu
falliment ni pecat;
En aysi com anyell que hom ha degollat,
Qui
en res no ´s defen e 's mon fill sanujat
Per pendre e ligar a la
lur volentat,
Los braços tant forts ab un filet delgat: (7)
Mas
açó éll sofería per sa humilitat
La divina natura qui tant l'
ha exalçat,
Que tot quant ha creat a éll ho ha donat
E ab
éll ajustada es hom e deytat. -




XV.


Estaba Jesu-Christ a un pilar ligat
E per dos forts
ribaúts fortment era açotat,
Que lo cuyr dels costats n' havian
tot levát.
Cridava la doncella: - ¿Ahont es pietat?
Ah
jueus traidors! e com es gran crueltat
En lo vostre coratge ple
de gran falsedat! -
Cridava la regina en alts crits a Pilat,
Que
falsament havia son fill a mort jutjat:
Car en null falliment no
l´havia trobat.
- Ah fill! dix la doncella, e com sots malmenat!

E com lo meu cor ab qu' eus he tant amat
Está en gran dolor
e per vos treballat!



XVI.



De
dos grans fusts fo fayt un molt greu bastiment
Per ço que lo meu
fill en éll sofris turment,
Fayta' n fó la crotz on pren
reperament
Trastot l' humá genre (8), e per avilament
Sobr´
el coll de mon fill lo posaren vilment,
Com si éll fos bastax li
feren manament
Que éll portás la crotz qui pesa malament,
E
per lo greu pes e per lo greu bastiment
Del seu cors glorios de
tot mal ignocent.
E eu, lassa, qu´havia fort gran pesament

Cridava als senyors: - Fayts li 'n tost acorriment!



XVII.



Com
mon fill fó al loch on fó crucificat,
E en subines ells l'
hagueren envessat,
E ab tres claus en la crotz forment
lagron clavat
E de cascuna part cascú clau rebavat
Per ço
que la pena fos en majoritat,
Car envers la terra estaba regirat
(9),
La sanch qui' s decorría tot era calcigat,
Cascun son
peu torcava e era despagat,
Com a la sanch de mon fill l´havia
acostat,
Sanch qui de font exia de home deytat,
E quant eu lo
volia baysar era' m vedat;
Ah lassa! ¿com no muyr o no m' est
ajudat?



XVIII.



Per
ço que al meu fill fos donat gran turment



E
que fos escarnit per trastota la gent,



Ab
corona d' espinas e cascuna punyent



Coronaren
mon fill quax qui fá honrament



A
rey per son regisme com pren honrament;



E
cascuna espina entrava tant fortment



Per
lo cap de mon fill que tot era sanguent,



E
per tota la cara era decorriment,



Del
cap tro als peus, mas la angoxos turment



Que
eu, lassa, havia no es home vivent



Qui
lo pogués pensar, car sols l' esguardament



Que
mon fill me fasía m' era quax foch ardent.



XIX.



Com
dreçaren la crotz e mon fill pendut vi
En aquell punt un gran
colp en mon cor sentí
De tant gran dolor que un pauc no ´m
morí:
E la sanch e suor que d' aquell cors exí
Reguá lo
payment, perqu' eu adonchs n' haguí
E bayselo molt car, mes per
ço nos pertí
La ira ne dolor, ans tota me scarní
Quant
sentí aquell sanch que Deus volch pendre en mí.
De mentre que
mon fill penjava (¡O) en axí,
Cascun lo deshonrá e cascun lo
escarní;
E' l meu fill callava, é ´l cap tenia clí
E al
peu de la crotz Sant Johan era ab mí. -



XX.



Esguardá
Jesu-Christ sa mayre e Sant Johan,



Ab
esguart angoxós com a hom engoxán,



E
dix a Sant Johan: - Ma mayre te comán;



Ella
sia' n ta guarda duy may en aván:



E
vos, mayre e dona, prenets per fill Johan. -



Trista
quant eu viu que de mí feu comán



Cell
qui no' m lexava nulla hora en quan,



Adonchs
mi sentí sola e pensí en están



Que
lo meu fill moría e que en gran afan



En
aquest mon viuría, on visquí beneran



E
´n estar ab mon fill al qual dix en plorán,



-
¡Ah fill! menem ab tú, per mercé t´ho demán! -



XXI.



De
mentre Jesu-Christ en la crotz pendía
En alts crits cridá que
gran sed havía,
Car tota humiditat de son cors exía,
En
sanch e en suor e per villanía;
Beuratje molt amar que sed no 'n
havía
De sutja e de fel vinagre on metía
En la sua boca que
mal no desía,
Boca douça d' amor e qui no mentía.
Ah,
lassa marrida! ¿com tanta aygua sia,
Que es aço que mon fill,
pus tant lo volía
No 'n pogué gens haver pus creada l' havía?

Trista fui quant no li 'n poguí dar aquell dia!



XXII.



Sentia
Jesu-Christ en la crotz gran turment
Per las nafres dels peus, e
per lo posament
De la sua persona, car en dislungament
Era de
sos nirvis è p' el coronament
De cascuna espina que era
trop punyent
En cara que havía aytant gran sentiment
De pena
e dolor, com fó lo falliment
De tot l' humá linatge e de li
primer parent,
Per ço que en fos fayt nostre reperament,
Altre
dolor havía Christ en son pensament
Quant vesia sa mayre en tan
gran languiment,
Encara que son cors mays fort n' era sintent.



XXIII.



Sentia
nostra dona per son fill grans dolors,
Tant que tota estava en
sospirs e en plors:
E en axí temblava com fembra per pahors (11)

Lo seu cors sant verge tot era 'n grans suors,
E lo cor se
depertia per força de langors,
Tant gran dolor havía que hanc
no' n fó majors.
Las suas mans torcía, e cridava: - Senyors!

Volentera morría, car les grans deshonors
E la pena que dats
a mon fill, qui amors
Lo fan morir en crotz per tuyts li
peccadors,
Mi costrenyen tant fort mon cor ab amargors
Que
tot se desleya e´s baxa en dolors (12).



XXIV.



Levava
nostra dona les mans e´ls uyls al cel,
En altes votz cridava: -
L' arcangel Sant Miquel, (13)
Cherubin, Seraphin, Gabriel é
Raphael,
Avallats e vejats esta mort tan cruel,
La qual fan a
mon fill li malvat infael,
Sens que éll no ha colpa, ans es
estat feel
Al payre qui 'l tramés en mí per Gabriel:
Veus
com mor de séd e donenlí de fel
Ab sutja e
vinagre, pus contrari a mel
Que no es foch ardent a pluja ni a
gel.
Ah Senyor! ajudats, car hanc Cayn d' Abel
No hac mes
crueldat com han aquest infael.



XXV.


Cridava lo Senyor qui morí en la crotz
Al seu payre Deu,
e gitava sanglotz
Per angoxa de mort que soferia per tots:
-
Oh Sant Pare, mon Deu! Vos qui tan bell sots
Pren lo meu esperit
car mudar lo pòts
D' Adam e los prophetes e desligaralnots
Del
pecat original qui estava en tots.
Ah Payre gloriós! vullats
ausir ma vots
E perdonats est layre qui pres mi es en crotz,
Car
en mí se confia que eu lo guart de lots
Hon estan li demoni en l'
abís mays de sots,
Los quals tracten ma mort e fan d' ira fals
mots.



XXVI.


Extremis Jesu-Christ è reclamet Ely, (Elí, Elí, lemá sabakhtháni?)
Qui es entrepetat: "Tú qui est Deu de mí,
(14)
Deus de l' humanitat la cual el relinquí,
En lexarla
morir mas d' ella no' s partí (15),
Mas volch que morís per ço
que hagués fí
L' original peccat que per sa mort delí."

E adonchs Jesu-Christ espirá e morí.
En lo punt de la mort
lo sol s´escuray
E si 's feu la luna, e 'l temple s´estomí;

Morí en quant hom, no en quant era daví:
Sa mayre qui´l
viu mori al soll casi se jaquí,
E dix a la mort: - Ah mort!
portatsne a mí!



XXVII.




Al
cors de Jesu-Christ estava restaurat



Un
fort petit de sanch per ço que calcigat



No
fos per els jueus; mas Longí al costat



Lo
ferí ab la lansa e ha lo cor trancát



D'
on exí aygua e sanch que ha Longí tocat



En
los ulls perque ha son vesér recobrat,



E
d' aygua e de sanch fó lo payment rosat.



Maravellás
Longí quant vi la claredat,



E
de la mort de Christ hac molt gran pietat,



E
penedís molt fort com lo hac nafrát,



E
eu, lassa, com viu que Longí fo sanát,



Dix
als jueus: - Vejats com havets trop errat!







XXVIII.



Quant
viren los jueus que Christ fo trespassats,



Cascun
lo lexá, e fó acompanyats



De
sa mayre e Johan e no d' altre home nats.



Lo
dól qu' abdos fasien no pòt esser comptats:



De
mentre axí ploraven e mitg jorn fo passats



Joseph
d' Arimatias qui era molt privats



De
Jesu-Christ, demaná a Pilats



Lo
cors de Jesu-Christ e ha li atorgats:



Si
qu' éll e Sant Johan de la crotz l' han levats



E
la douça puella prenlo en los seus brats,



E
‘n un nou moniment l' han tots tres pausats,



Ab
una nova tela en éll l´han soterrats.




XXIX.



Maria Magdalena vench al moniment



On
trobá la regina en desconsolament,



E
si' s feu Sant Johan e pregá humilment



La
puella d' amor que vingués mantinent,



Al
hostal e prengués un pauch de recreament (16).



-
Ah! dix la regina, tan greu depertiment



Es
aquest que eu fas de mon fill, car no sent



Virtut
ne força en anant ne en sient. -



E
adonch la regina donant baysament



A
la peyra del vás ab tal suspirament,



Que
pauch no fó son cor ab gran esclatament,



Vench
ab Magdalena en ella sustinent.

XXX.

Quant abdos
foren vengudes a maysó,
Maria Cleofé e María Salomó
Estaven
en la cambra en desconsolació;
Quant veren la regina que no‘ls
dix oc ni no (17),
Car quax morta estava, mudaren lo sermó

Que elles li dixeren, no doná responsó,
Car pres era de
mort per la greu passió
Que membret de son fill que a greu tort
mort fó,
E' sguardá la regina ça ella enviró
Si veuria
son fill rey de la mar e l' tro...............



XXXI.



De
mentre nostra dona estava en plorar
E en torcer ses mans e en
suspirs gitar,
A l´hostal vench Johan e volc la consolar.
La
regina que plorava hanc no ´s pòt star (18)
Que ab ella no
plorás e si volch esforçar;
Dix a la regina que no volgués
membrar
Lo seu fill e sa mort per ço que repausar
Poguessen,
car no ho poría molt durar.
- Ah Johan! dix la donçella, no
sabs be consolar
Car en membrar mon fill mort no‘m pòt sobrar
(19)
E si lo oblidava fallir mi ha amar,
Perque eu te prech
fill qu' em vulles d' éll perlar.



XXXII.



Finit
es aquest plant qui es tan dolorós,
De la Verge regina mayre de
peccadors,
Lo qual vòl que canten los grans e los menors
La
douça doncella qui es dona d' amors;
Perque eu Ramon Lull
qui del cant ay dolors
Do als uns e als altres per ço qu´ els
langors
Membren de nostra dona e la gran deshonors
Qu' es
fayta a son fill per Prelats e Senyors,
Car en la Terra Sancta no
fan dir lausors;
E si nostra dona hagués ara dolors
Quant
tant pauch honren son fill, les hagrá majors.
A vos Verge regina
coman est cant d' amors.



VARIANTES.




(1)
En veser son Deu fill que haút havia,



(2)
E tots temps ha fayt bé é falliment no fó.



(3)
Ah Judas traidor! ¿per qual intenció



(4)
Tuyt li seu companyon e 'l jueu mal apres.



(5)
Que apenas mi sostench, tan fort son castada,



(6)
Car eu no poria l' escarns qu' eus veig far,



(7)
Los braços tant forts ab un filet ligat.



(8)
Trastot l' humá linatje, é per avilament



(9)
Car envers la terra estava regitat,



(¡O)
De mentra que mon fill pendia en axí,



(11)
E enaxí semblava com fembre per pahors



(12)
Que tot se desfasia e 's baxa en dolors.



(13)
En altas votz cridava: - L' angel Sant Miquel,



(14)
Qui es interpretat: "Tu qui est Deu de mi



(15)
En lexarse morir mas d' ella no parti,



(16)
Al hostal é presés un pauch de recreament.



(17)
Quant vereu la regina que no' ls dix oc, no,



(18)
La regina que plorava mic no' s pòt estar



(19)
Car en membrar mon fill, la mort no ‘m pòt sobrar,



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Las
estrofas VIII y XXX están incompletas en los dos códices que
tenemos a la vista.

martes, 21 de septiembre de 2021

Raimundo Lulio. III.

III.



Los
que suponen, para dar al hecho más visos de sobrenatural, que
Raimundo Lulio después de su conversión, así como pasó desde la
vida sensual y mundana a la espiritual y contemplativa, desde la
vanidad y los devaneos a la virtud más sublimada, pasó también de
la ignorancia al grado de la más alta sabiduría, cometen un error
harto visible. No es justo que el afán de hacer ver que la gloriosa
era de su sabiduría empezó por un milagro, así como la de su
libertinaje había acabado por un desengaño, haya de apartar
nuestros ojos de los testimonios que el mismo Raimundo nos da de lo
que fuera él durante su vida cortesana y caballeresca. Si su
inteligencia apareció como iluminada prodigiosamente por un destello
de clara luz, no es que el sacro fuego no estuviese depositado en el
fondo de su alma grande, creada para altísimos fines, sino que su
ardor permanecía como extinguido bajo el peso de su misma
degradación moral, y ahogado al parecer por la indómita carne que
le envolvía. ¡Qué mucho pues que al recibir el doble y continuo
incentivo de la contemplación y del estudio, no radiase en poco
tiempo y se convirtiese en una antorcha de claridad vivísima y
deslumbrante!



Raimundo,
además de nacer con el privilegio del genio estampado en su frente,
recibió una educación la más esmerada que en aquellos tiempos
podía apetecerse, al lado de la nobleza y entre los más altos
príncipes de la época: y si bien a las armas se había propuesto
consagrar toda su existencia, no por eso dejó de alternar en este
noble ejercicio con el de las letras, para ser más tarde un
caballero tan apto para defender a su patria con su brazo, como para
aconsejar a su rey con su saber. A pesar de lo independiente de su
carácter y de lo indómito de sus pasiones, contra las cuales, según
el mismo manifiesta, no bastaban palabras ni astucias, castigos ni
halagos, el joven Raimundo se hizo uno de los donceles de más
inteligencia y talento de la corte aragonesa. La instrucción
en los negocios de estado, el conocimiento de la índole, usos y
costumbres de los pueblos, el arte de la guerra, la política, la
cosmografía, la historia y las letras, venían a formar los más
bellos adornos de su espíritu, en términos de que por lo claro de
su entendimiento tanto quizás como por su hidalguía, y por los
servicios que prestara su padre al rey Don Jaime el Conquistador
en sus bélicas expediciones, le escogió este de entre la
muchedumbre que formaba la nobleza de su reino, para senescal
de su hijo el príncipe Don Jaime, más tarde rey de Mallorca.

Tan
alto y distinguido empleo no era a la verdad propio de sus juveniles
años, pero lo que le sobraba en talento suplía lo que en años le
faltaba; y tan a gusto de su señor desempeñó en palacio su
cometido, que conquistó enteramente su afecto y se granjeó por do
quiera las más vivas simpatías. Tratando con los más altos y
distinguidos personajes adquiría mayor experiencia, así como en los
viajes en que acompañaba a su príncipe se hacía con mayor
instrucción. Por eso en los comienzos de su vida contemplativa pudo
escribir aquellos preciosos y ya citados libros sobre el Régimen de
príncipes y del Orden de caballería, y más tarde su Arte política
que cita Alfonso de Proaza en su catálogo de las obras de Lulio,
fruto de su experiencia y de sus observaciones durante su existencia
palaciega.



Una
de las tareas literarias empero que más ocupaban los ocios de su
brillante juventud, fue el dulce estudio de la poesía. Aspirando al
título de trovador, con que se habían honrado hasta los Alfonsos y
los Pedros de Aragón, y que tanto había ennoblecido desde
antiguo la protección que los Berengueres de Barcelona
dispensaron a la gaya ciencia, poco costó sin duda a su rica
imaginación hacerse el mejor lugar entre los que ocupaban entonces
la atención general. Y el aura popular de que le rodeara la viveza
de su ingenio y la gracia de sus trovas, haciéndole objeto del amor
de las damas y del respeto de los caballeros, fue quizás lo que
contribuyó a que despertase su corazón a los malos instintos de la
vanidad у a que se rindiese a las seducciones de la vida galante y
sensual que acabaron por conducirle a los mayores extravíos.



Mas
aunque después, tal vez a pesar suyo, hubo de abandonar la corte
aragonesa
que tantos incentivos ofrecía a su espíritu, para
pasar a Mallorca con el infante Don Jaime a quien servía; ni
la vista de su nativo suelo, ni el reposo a que la pacífica isla le
brindaba, pudieron desviarle de la existencia inquieta y aventurera a
que se había lanzado. Sus devaneos se hicieron públicos, sus
amoríos llegaron al escándalo y sus compatricios no veían ya en él
sino a un loco disipado a quien la providencia había concedido un
talento que deplorablemente malograba. Así como en Barcelona la
emulación y la sed de gloria literaria le dictaron tal vez más de
un lais para aspirar a la violeta de oro que en premio se ofrecía en
los poéticos certámenes al que mejor rimaba, en Mallorca destinó
solamente el habla divina de la poesía con que el cielo le dotara,
para cantar por las noches lánguidos suspiros de amor bajo la reja
de desdeñosa doncella, o para insinuar con la magia de su poder en
el alma de cándidas vírgenes el sensualismo que le estaba
devorando.



Por
desgracia de las letras mallorquinas estos rasgos de la pluma juvenil
de Raimundo se han perdido. Toda aquella vida de exaltación y de
amorosa fiebre, de quejas y suspiros, de temores y desdenes, de
exigencias y reproches, de placeres y orgías que estampaba en el
papel en armoniosas consonancias el más ardiente y mejor hablista de
los trovadores lemosines de su época, ha quedado envuelta en
las tinieblas de los siglos; o quizás las aniquiló el remordimiento
del poeta sin dejar de ellas rastro alguno, al aniquilar en su propio
corazón hasta el más mínimo rastro de sensación mundana y de
profano sentimiento. Ay! ¿Quién pudiera tener en sus manos uno solo
de aquellos inspirados cantares del amante trovador, una sola de las
concepciones poéticas que trazara aquella imaginación poderosa,
aquella alma de fuego, cuando concentrada toda en el amor, por el
amor vivía, por el amor deliraba y de amor enloquecía! ¡Quién
pudiera tener en sus manos aquel precioso romance que, en medio del
despecho amoroso que le produjera el más terrible de los desengaños,
escribía para dar salida a los sollozos de su corazón dilacerado,
poco antes de representarse a sus abrasados ojos la figura del
Redentor, para que tras él emprendiese el camino de la virtud!
¡Quién pudiera fijar una mirada sobre aquellos sentidos versos con
que se despedía de un amor que tan cruelmente le había desengañado,
y de la idolatrada hermosura que de tan terrible manera le había
hecho comprender lo falaz y miserable de los placeres del mundo (1)!



Ni
una canción siquiera de las que escribió Lulio durante su
existencia de corte ha llegado a nuestros días; y si el autor
coetáneo de su vida y el poeta mismo en varios pasajes de sus obras
no nos dijese que en escribirlas se ocupó mucho durante su
extraviada juventud, creyéramos sin duda que su afición a la rima y
su arte en manejarla, fue uno de tantos resultados que alcanzó su
entendimiento luego de entregarse a la contemplación y al estudio.







(1)
Hay divergencia entre los biógrafos de Lulio acerca el nombre de la
bellísima genovesa que tan amorosamente perdido tenía a Raimundo, y
que en tan gran manera contribuyó a su conversión, haciéndole ver
la repugnante enfermedad que corroía su seno, y mostrándole que
solo lo eternamente bello e incorruptible era digno de ser amado.
Leonora es el nombre que unos dan a tan interesante hermosura; otros,
y entre ellos Solerio, asegura que se llamaba Ambrosia del Castello.




Sin
embargo ha habido biógrafos estrangeros que han trascrito una
versión, sino del poético billete con que Raimundo declaraba a su
dama la pasión que le devoraba, de la contestación que la bella
hizo llegar a sus manos. He aquí como cuenta uno de dichos biógrafos
la singular aventura. - “Costumbre era entre los poetas
catalanes
celebrar en sus versos la belleza, objeto de su
adoración. En una trova que Raimundo Lulio dirigió a Ambrosia, hizo
grande elogio del seno de la hermosa dama, pintando la admiración y
el ardiente amor que le inspiraba. La trova no ha llegado a nuestros
tiempos, pero sí la contestación de Ambrosia, cuya lectura ofrece
algún interes. "Señor, dice, los versos que me habéis
dirigido, si bien demuestran la excelencia de vuestro espíritu,
hacen ver al mismo tiempo el error, cuando no la debilidad de vuestro
juicio. No es extraño que pintéis con tan vívidos colores la
hermosura, cuando sabéis embellecer aun la fealdad misma. Mas ¿cómo
consentís en serviros de vuestro divino ingenio para prodigar
alabanzas a un poco de arcilla coloreada con el tinte de la rosa?
Emplear debierais toda vuestra habilidad en ahogar el amor que os
consume en vez de declararle. No es que no os considere digno del
aprecio de las damas más distinguidas, mas sin duda desmereceríais
mucho ante ellas si persistiéseis en servir a la menor de todas.
Así, no es regular que un alma esclarecida como la vuestra, creada
únicamente para Dios, se ciegue hasta el extremo de adorar una
criatura. Olvidad, pues, una pasión que degrada vuestra nobleza, y
no expongáis por tan poco vuestra reputación: que si continuáis en
tan loco empeño me veré en la necesidad de desengañaros,
haciéndoos ver que lo que forma el objeto de vuestro entusiasmo no
debe serlo sino de vuestra aversión. Me decís en vuestros versos
que mi seno os ha flechado el corazón! Bien, yo convengo en
descubríroslo para curar vuestra llaga. Mas en el ínterin podéis
estar seguro de que os tengo tanto amor, como aparento no amaros."
Raimundo Lulio, como amante, interpretó estas líneas enigmáticas
en favor de su pasión, y se enamoró más locamente de Ambrosia.
Seguíala a todas horas, y tal era su frenético afán de verla, que
un día cabalgando Raimundo por la plaza mayor de Palma, en el
momento mismo en que Ambrosia se dirigía a la catedral, llevado de
su ciega pasión la siguió montado hasta el interior del templo.
Aunque esta extravagancia fue objeto de burla y de muchos comentarios
en toda la ciudad, Raimundo llevó a tal extremo su indiscreción,
que la dama, que en lo que menos pensaba era en tal amor, resolvió
poner fin a un asunto cuyos resultados podían llegar a ser
desagradables. Con posterioridad a la carta que había enviado a
Lulio, ni las manifestaciones más visibles de desagrado ni hasta los
desdenes que empleó la linda genovesa, pudieron contener a su
constante perseguidor. Cansada en fin de tan inútiles medios, se
decidió, acorde con su esposo, a emplear el último recurso.
Escribió a Raimundo y le dio en su casa una cita; acudió volando a
ella el joven amante, quien no pudo menos de conmoverse, viéndose en
presencia del objeto que adoraba, y al notar la calma, la gravedad y
el sello de tristeza que se vislumbraba en su semblante. La dama fue
la que rompió el silencio preguntándole el motivo porque tan
obstinadamente la perseguía; a cuyas palabras Raimundo, más
insensato que nunca, le dijo que siendo ella la criatura más hermosa
de la tierra le era imposible no adorarla, o dejar de seguirla.
Hallándose pues en su tema favorito de la belleza de su ídolo, no
vaciló en loar con entusiasmo los hechizos que le habían inspirado
sus versos. Entonces la infeliz Ambrosia decidióse a sanar a
Raimundo de su amorosa locura. "Vos me creéis, le dijo, la más
bella de las mujeres; ¡cuánto os engañáis! Mirad, añadió, mirad
lo que tanto amáis, mirad lo que causa vuestro delirio; y le
descubrió su seno que un espantoso mal estaba devorando. Pensad en
la podredumbre de este pobre cuerpo que alimenta vuestras esperanzas,
y aviva vuestros deseos. Ah! exclamó Ambrosia no pudiendo comprimir
sus lágrimas, dirigid a mejor fin vuestra pasión, y en vez de amar
a una imperfecta criatura que se consume, amad a Dios que es perfecto
e incorruptible.” Apenas hubo Ambrosia proferido estas palabras,
cuando se dirigió al interior de su estancia, dejando solo a
Raimundo entregado a sus reflexiones." -



Sea
como fuere, nosotros deseáramos que los que estampan palabras tan
textuales, hubiesen dado pruebas de su autenticidad, trascribiéndonos
el original de tan interesante carta, o citándonos el cronista del
sentido coloquio. Por lo demás es lo cierto que esta aventura al
mismo tiempo que puso término a los amoríos y locuras de Raimundo,
dio fin también a sus apasionadas trovas; y que conduciendo el alma
del amante a más elevadas regiones, dio a su estro un carácter
sublime, grave y severo.



Si
en este cambio vino a ganar o no la poesía de Lulio no es fácil
determinarlo cuando no hay posibilidad de comparar; sin embargo es de
creer que perdiese en la forma y en la gracia de la expresión lo que
por otra parte ganaba en elevación y grandeza: pues como sus
galantes y amorosos versos tenían por objeto exclusivo deleitar con
su armonía a las beldades que le inspiraban para hacer más fácil
la conquista de su corazón, o lucir quizás sus dotes poéticas en
los concurridos certámenes, era regular fuesen escritos con más
esmero todavía que aquellos en que, prescindiendo algún tanto de
semejante atractivo, se dirigían noblemente a más altos fines y a
mayores empresas. La guerra abierta que declaró a cuanto pudiese dar
el menor halago a los sentidos, al mismo tiempo que le circunscribió
a un género de vida extremadamente rígido, le hizo adoptar hasta en
sus escritos un lenguaje ajeno de todo artificio, si bien puro y
agradable; y a tal extremo llevó su severidad, que hasta se duele en
varios pasajes de sus obras de que sus contemporáneos gustasen de
las pinturas y vanos adornos en los libros y prescindiesen del
espíritu que en ellos se encerraba.







Su
devoción le aficionó a los asuntos místicos y religiosos; sus
contratiempos le hicieron a veces plañidero y elegíaco; la magnitud
de sus proyectos le dio atrevimiento y osadía en sus versos de
circunstancias; su fé, caridad y amor al prójimo le convirtió en
cantor de la moral más pura y de las excelencias de Dios; y la
idolatría con que amaba la ciencia le hizo poeta didáctico: y así
como durante los desvíos de su juventud, según él mismo
manifiesta, la hermosura de las mujeres era el imán de sus ojos; más
tarde lo fueron de su corazón la poética figura de María, bajo
cuyo manto procuraba conducir a los que vivían en las tinieblas del
error, la imagen (imájen) sagrada de la religión por la que
tanto se desvelaba, y la majestad sublime de la sabiduría de que
quiso ser hijo predilecto.



Remordiéndole
la conciencia por el sensualismo de las profanas canciones que había
escrito, cuyos consonantes exhalaban, dice, el hedor de la
concupiscencia (1), quiso expiar su falta dedicándose a los asuntos
místicos y escribiendo lleno de devoción y en sentidos versos una
bella composición elegíaca sobre el Llanto y dolores de María, y
otra que tituló las Horas de la Virgen; para inmortalizar sus
infortunios nos dejó el Canto de Raimundo y el Desconsuelo; para
alentar a la cristiandad en los grandes proyectos que tenía
meditados compuso el Concilio; para que la criatura conociese los
misterios y las grandezas del Todo-poderoso trazó su Dictado de
Raimundo y los Cien nombres de Dios; para inculcar los sanos
principios de la moral cristiana y enseñar a aborrecer el vicio puso
en rimas el extenso libro que llamó Medicina del pecado; y para la
mejor aplicación de su doctrina, delineó un poema sobre la Lógica,
y otro sobre las Reglas para la aplicación del Arte general.







(1)
Teniendo presente Lulio sus pasadas trovas escribía en el libro de
Contemplación, que fue uno de los primeros que compuso en su retiro:
- “Luxuria fá, Senyor, fer cançons, dançes, é voltas, é lays
als trobadors é cantadors. On ¿qu' els val, Senyor, loament de
fayçons, ni de agensament de paraules, pus que la obra per la qual
son cantadors es tota plena de pudors é de sucietats?" - Cap.
143.







Siendo
pues la poesía nuestro exclusivo objeto, ocuparémonos de cada una
de estas obras en particular, por el orden cronológico con que
fueron escritas, y daremos de las mismas los textos originales,
inéditos todavía (1), con toda la exactitud que nos sea dable,
prefiriendo siempre en los pasajes que nos han parecido oscuros,
transcribirlos letra por letra y tal como están en los antiguos
códices que poseemos, antes que alterar en lo más mínimo ni la
idea ni la expresión del autor, y notando las principales variantes
que nos resulten del minucioso cotejo de ambos códices; mas no
consentimos en dar fin a nuestro bosquejo sin que insertemos un
fragmento de la carta que por vía de nota acompaña la bellísima
Descripción histórica artística del castillo de Bellver, escrita
por el célebre Jovellanos. - “El solo nombre de Lull, dice, vale
por cuantos testimonios se pudieran alegar en favor de Mallorca. En
la esfera inmensa de sus escritos se descubre un amor decidido, y un
felicísimo talento para la poesía. Han perecido a la verdad los
innumerables versos de amor y galanterías que confiesa haber escrito
en su extraviada juventud, y aún yacen olvidados muchos de sus
poemas piadosos; pero bastan los que se conocen para prueba de que
ningún trovador del siglo XIII le igualó ni en hermosura de
dicción, ni en pureza de estilo. Lo más digno de notar es, que
mientras los demás trovadores envilecían su profesión y numen,
copiándose y repitiéndose unos a otros ideas lúbricas y
pensamientos frívolos, solo Lull levantándose en las alas de la
filosofía y de la religión, consagraba su estro ora a la expresión
de las ideas más sutiles y abstractas, tal como en su lógica y
retórica en metro catalan, ora a los pensamientos más
sublimes y piadosos, como en su patético poema del Desconort, y en
los que escribió sobre los cien nombres de Dios y sobre el orden del
mundo. De forma que si V. considera que Lull nació en Mallorca dos
años después de la conquista; que recibió en ella su educación, y
que pasó su juventud en la corte de sus reyes, no sólo hallará que
la musa balear ganó por él un puesto muy distinguido en el
Parnaso catalan, sino que a él le deben la lengua y la
poesía catalana
su majestad y esplendor."







(1)
No sabemos que se haya impreso en su original ninguna de las obras
poéticas de Raimundo Lulio. Algunas lo han sido en latín por
algunos amantes de las glorias de nuestro célebre paisano. D.
Nicolás de Pax publicó en el siglo XVII una traducción castellana
del Desconort que se ha reproducido en nuestros días.




Yo
no sé si esta fue la razón que tuvo el docto Mariana para decir que
los poetas de la corte de Don Juan I componían y trovaban en
lenguaje mallorquín; pero el suyo fue siempre muy exacto, y
sus frases siempre muy pensadas, para que creamos que asentó aquella
sin alguna buena razón. Lo que no tiene duda es que el ilustre
ejemplo de Lull no fue perdido para su patria. Si el descuido ha
dejado olvidar en ella como en otras partes las producciones de sus
trovadores, la frecuente residencia de los reyes de Mallorca
en Cataluña y Francia; la gran cabida que tuvieron los
mallorquines, así, en su corte como en la de Aragón;
su afición constante a los buenos estudios, y el genio que en ellos
acreditaron, y que se podría comprobar con muchos y buenos
testimonios, no permite que se les excluya de la participación de
esta gloria, cuanto menos constándonos el aprecio que siempre
hicieron de los escritos de su ilustre paisano, cuyos libros andaban
a todas horas en sus manos, y el esplendor con que sus discípulos
cultivaban todavía la poesía nacional en el siglo XV y a la entrada
del XVI.