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domingo, 21 de julio de 2019

EL NACIMIENTO DE LOS ESPARZA

141. EL NACIMIENTO DE LOS ESPARZA (SIGLO XI. PAMPLONA)

EL NACIMIENTO DE LOS ESPARZA (SIGLO XI. PAMPLONA)


En el año 1076, tuvo lugar en el limítrofe reino pamplonés una grave y profunda crisis política, en cuyo origen estaban involucrados los hermanos de su rey Sancho IV, los llamados infantes Ramiro y Ramón. La actitud belicosa de ambos fue tal que acabaron despeñando a su hermano en Peñalén, con la pretensión de sucederle en el trono. Ante aquel criminal proceder, los pamploneses sopesaron las distintas alternativas posibles para tratar de salir de la crisis, aunque ninguna de las barajadas pasaba por nombrar como sucesor a alguno de los hermanos asesinos.

Por fin, tras largas deliberaciones, decidieron proponer como rey de Pamplona al monarca aragonés Sancho Ramírez, descendiente directo de la familia real pamplonesa. Aceptó éste y cuando le alzaron como rey, a la manera que acostumbraban los navarros, tenía veinticinco años y hacía seis que gobernaba en Aragón. Ambos reinos permanecerían unidos y caminarían juntos hasta la muerte de Alfonso I el Batallador.

Juró el rey Sancho Ramírez, como era preceptivo, que guardaría y haría guardar los fueros, las observancias y las costumbres vigentes en Pamplona, e inmediatamente adoptó medidas encaminadas a tratar de cortar de raíz cualquier posible brote de resistencia, de modo que expulsó de sus tierras tanto al infante fratricida don Ramón como a todos aquellos que se habían declarado de su parcialidad.

Fueron momentos tensos y difíciles, pero, según la tradición, de este momento histórico concreto arrancan aquellos que se llamaron y tuvieron por sobrenombre el de Esparza, origen posterior del apellido Esparza, porque fueron echados y «esparcidos» del reino pamplonés para que en él se recuperara la paz perdida, como así sucedió en efecto.

[Ubieto, Agustín, Pedro de Valencia: Crónica, págs. 101-102.]

El Reino de Pamplona en su auge bajo Sancho el Mayor (de 1029 a 1035)
El Reino de Pamplona en su auge bajo Sancho el Mayor (de 1029 a 1035)









  • Besga Marroquín, Armando (Julio de 2003). «Sancho III el Mayor, un rey pamplonés e hispano»Historia 16 (327).

      • Collins, Roger (1989). Los vascos. Madrid: Alianza Editorial.
        ISBN 84-206-2592-2.
      • Jimeno Jurío, José María (2004). ¿Dónde fue la Batalla de "Roncesvalles"?. Pamplona: Pamiela. ISBN 84-7681-392-9.
      • Fortún Pérez de Ciriza, Luis Javier (1993). «El Reino de Pamplona y la Cristiandad Occidental». Historia Ilustrada de Navarra. Pamplona: Diario de Navarra. ISBN 84-604-7413-5.
      • Lacarra y de Miguel, José María (1972). Historia política del reino de Navarra: Desde sus orígenes hasta su incorporación a Castilla. Pamplona: Caja de Ahorros de Navarra. OCLC 626529586.
      • Martín Duque, Ángel J. (1993). «Génesis del reino de Pamplona». Historia Ilustrada de Navarra. Pamplona: Diario de Navarra. ISBN 84-604-7413-5.
      • Martínez Díez, Gonzalo (2005). El Condado de Castilla (711-1038): la historia frente a la leyenda. 2 tomos. Valladolid. ISBN 84-9718-275-8 (obra completa), isbn 84-9718-276-6 (vol. 1), ISBN 84-9718-277-4 (vol. 2) |isbn= incorrecto (ayuda).
      • — (2007). Sancho III el Mayor Rey de Pamplona, Rex Ibericus. Madrid: Marcial Pons Historia. ISBN 978-84-96467-47-7.
      • Miranda García, Fermín (1993). «Del apogeo a la crisis». Historia Ilustrada de Navarra. Pamplona: Diario de Navarra. ISBN 84-604-7413-5.
      • Serrano Izko, Bixente (2006). Navarra. Las tramas de la historia. Pamplona: Euskara Kultur Elkargoa. ISBN 84-932845-9-9.


      El reino de Pamplona fue una entidad política creada en el Pirineo occidental en torno a la ciudad de Pamplona en los primeros siglos de la Reconquista. Su nombre se menciona en los Annales regni Francorum.​ La expresión se siguió utilizando hasta que Sancho VI de Navarra cambió su título de Pampilonensium rex (en español o castellano: rey de los pamploneses) por el de Navarrae rex (en español, rey de Navarra).
      Historiográficamente también se emplean las expresiones condado de Pamplona (durante la época de los reyes navarro-aragoneses) y reino de Nájera o reino de Pamplona-Nájera (a partir de 925, tras la conquista de Nájera, la consolidación del reino de Nájera y el reinado de García Sánchez I de Pamplona).

      La civitas romana de Pompaelo había sido la principal ciudad del impreciso territorio atribuible al pueblo de los vascones, hasta la fundación de Victoriacum por los visigodos (581). Durante el último tercio del siglo VIII, Carlomagno, el rey de los francos, llevó a cabo expediciones en el territorio surpirenáico para crear una marca fronteriza meridional (la posteriormente denominada Marca Hispánica) en el territorio entre los Pirineos y el Ebro que contrarrestara al emirato de Córdoba. Tras el fracaso inicial de tales intentos de expansión, se logró a principios del siglo IX la creación en la parte occidental de los Pirineos de un condado que subsistiría unos diez años. A partir de entonces, de nuevo bajo el control de las autoridades cordobesas (ya con la denominación de emirato de Córdoba), se organizó hacia 824 el reino de Pamplona bajo la dirección de Íñigo Arista, su primer rey, y con el apoyo de sus aliados muladíes de los Banu Qasi, señores de Tudela, y del obispado de Pamplona.

      En el siglo X el reino de Pamplona rompió con Córdoba e inició su expansión tanto militar como diplomática con alianzas selladas con matrimonios de los monarcas y nobles. De esta forma tenía lazos familiares muy próximos con el vecino reino de León. La dinastía Arista-Íñiga, fundadora del Estado, terminó con Fortún Garcés (870-905) quien, según la tradición, abdicó y se retiró al monasterio de Leyre. Fue sustituida por la dinastía Jimena, que comenzó con Sancho Garcés I de Pamplona (905-925) y cuyo reino se denomina tanto reino de Pamplona como reino de Navarra

      Sancho Garcés I y su hijo, García Sánchez I, desarrollaron una labor de repoblación y favorecimiento de las nuevas tierras y de los monasterios allí existentes.
      Sancho Garcés II y García Sánchez II el Temblón se vieron obligados a capitular ante Almanzor y a pagar tributos al califato de Córdoba.

      Con Sancho III el Mayor (1004-1035) el reino de Pamplona alcanza su mayor extensión territorial abarcando casi todo el tercio norte peninsular. Antes de morir (1035) dividió sus territorios entre sus hijos:
      su primogénito, García Sánchez III, reinó en Pamplona y heredó algunas tierras en Aragón y Castilla;
      Fernando I de Castilla obtuvo gran parte del condado de Castilla;
      Ramiro I de Aragón recibió tierras en Aragón y Navarra; y Gonzalo en Sobrarbe y otros puntos distantes de Aragón.
      De este reparto surge la nueva estructura política del siglo XII con los reinos de Navarra, Aragón y Castilla.

      El reino de Pamplona estuvo incorporado entre 1076 y 1134 a los territorios aragoneses. Se segregó en el reinado de García Ramírez y en el de Sancho VI de Navarra (1150-1194) pasó a llamarse reino de Navarra.

      Como recuerda el hispanista Roger Collins, los testimonios que se conservan de la época son muy escasos, de manera que no existe un consenso entre los especialistas para discernir el número preciso de monarcas y la duración de sus mandatos, como tampoco sobre la extensión de su territorio e influencia.

      Si bien durante mucho tiempo se ha afirmado que el germen del Reino de Pamplona es el Ducado de Vasconia, hoy esta afirmación parece descartable, en primer lugar, porque la misma existencia histórica del supuesto ducado es puesta en tela de juicio.​
      Este ducado, transcrito también en latín como Wasconiae, fue -suponiendo que fue real- una entidad de la Alta Edad Media constituida hacia el 601-602 por los reyes francos merovingios sobre la base territorial de la circunscripción o ducatus de la provincia bajoimperial romana de Novempopulania, en la antaño provincia augustiniana de Gallia Aquitania, y que se extendía desde el sur del curso bajo del río Garona hasta la vertiente continental de los Pirineos.

      Pero parece inverosímil que una población tan abrumadoramente rural y dispersa como la vasca de la época fuera capaz de articular formas políticas tan complejas. En este sentido, es significativo que el reino de Pamplona surgiera a partir de una ciudad cuyo propio nombre en vascuence -Iruña, "la ciudad"- da fe de que se trataba de la única ciudad de toda la región. Así pues, parece más acertado afirmar que el futuro reino de Navarra fue el resultado de un indudable origen indígena vasco, pero también de una base urbana y heredera de la Hispania romana (conviene recordar que Pamplona fue fundada por Pompeyo el Grande, de quien toma el nombre). A partir de la alianza entre estas dos realidades históricas y culturales o de la lenta asimilación de ambas, la tradición rural de los vascones y la tradición urbana e hispanorromana -y más tarde hispanogoda- de la ciudad de Pamplona, se fue decantando con el tiempo la personalidad del reino pamplonés. La evidencia indica que esa alianza entre dos mundos enfrentados -el agro vascón y la ciudad hispanogoda- fue posible por la necesidad de sumar fuerzas frente a un poderoso enemigo común: Al-Ándalus.



      Carlomagno, con el proyecto de defender y dilatar el orbe cristiano, realizó una expedición con la intención de ocupar Zaragoza y debilitar al emir cordobés. Esta expedición fue un fracaso y en su retorno destruyó los muros y la ciudad de Pamplona​ para que no se pudiera rebelar. Al pasar por el Pirineo, su retaguardia fue sorprendida y aniquilada por los vascones en la llamada batalla de Roncesvalles el 15 de agosto del 778. El emir cordobés con sus fuerzas armadas recuperó su poder en Zaragoza en el 781, luego en la comarca de Calahorra, dirigiéndose a tierras vasconas y en Pamplona fue acatado por Jimeno el Fuerte. En el 806 la aristocracia pamplonesa se fue organizando en oposición al califato e incorporándose al Imperio carolingio de Ludovico Pío, sin conocer los términos de esta mutación política. La marca hispánica carolingia de la "Navarra nuclear" era un condado de unos 4000–5000 km² y sólo debió de tener un único conde, Velasco al-Yalasqí, ya que en el 816 se produjo el derrumbamiento de estas marcas en el Pirineo occidental, siendo por tanto efímera y sin cambios profundos. Mientras, Álava entró en la órbita de la monarquía asturiana cuando el príncipe Fruela I venció a los rebeldes vascones, capturó a la que sería su futura esposa, Munia y convirtió este territorio en el baluarte oriental de la monarquía asturiana y manteniendo la descripción de vascones para sus habitantes.

      Tras la enérgica reacción sarracena, se volvió a instaurar el sistema de obediencia indirecta a Córdoba, considerándose que se establece el Reino de Pamplona con su primer rey Íñigo Arista, que contaba con el apoyo de los Banu Qasi de la ribera. Debía tributar al emir de Córdoba, pero mantenía su propio gobierno y la religión cristiana.
      En los testimonios árabes lo presentan como «señor, conde o príncipe de los vascones (bashkunish)» y, por tanto, es dudoso que fuera considerado en la época como rey (al igual que sus dos descendientes primeros), dado que el territorio era pequeño, como el de un condado, y con una única sede episcopal.​ Esta sumisión era mantenida mediante expediciones armadas punitivas, sin intención, al parecer, de querer mantener una ocupación permanente.​ El territorio era de unos 5000 km² entre las cumbres del Pirineo occidental y los límites que daban las sierras exteriores. En el 824, tras la "Segunda batalla de Roncesvalles", Navarra y los territorios al sur del Pirineo se separan definitivamente del Ducado e inician su propio recorrido. Tras sofocar las revueltas de las fuerzas nobiliarias en Gascuña, el poder carolingio envía sus tropas a Pamplona capitaneadas por dos de sus condes, con el objeto de restaurar su soberanía sobre el territorio. En el retorno de su misión fueron sorprendidos y capturados en los Pirineos tras perder a su guardia armada de vascones o gascones a manos de los "pérfidos montañeses" (vascones cispirenaicos). El conde Eblo fue enviado a Córdoba como trofeo, y el conde Aznar fue puesto en libertad por ser gascón y ser considerado consanguíneo. En 853, el duque de Vasconia jurará por última vez lealtad a un soberano carolingio, iniciando posteriormente una dinámica regional fuera de los poderes centrales carolingios. Los títulos de duque de Vasconia y Aquitania se reunieron definitivamente en la figura de Guillermo VIII de Aquitania a partir de 1063.

      El hijo de Íñigo Arista, García Iñiguez (851-882) y su nieto, Fortún Garcés (882-905), mantuvieron el mismo territorio sin realizar conquistas.

      Tras arrebatar el poder a Fortún Garcés, Sancho Garcés I (905-925), hijo de Dadilde, una hermana del conde de Pallars Ramón I, y de García Jiménez, se alzó como rey,​ rompió los compromisos con Córdoba y extendió sus dominios por las tierras de Deyo, el curso del río Ega hasta el Ebro y más allá las comarcas de Nájera y Calahorra, éstas con la ayuda del rey leonés Ordoño II que produjeron la decadencia de la dinastía Banu Qasi

      rey leonés Ordoño II
      rey leonés Ordoño II


      La respuesta del emir cordobés Abderramán III fue inmediata y realizó dos expediciones con la victoria en la batalla de Valdejunquera (Valjunquera en Teruel no). Aunque no pudo llegar a la cuenca de Pamplona, sí logró ocupar casi todo el territorio de la Rioja (923). En la siguiente campaña del emir en 924 llegó y arrasó Pamplona. El territorio de Calahorra se adjudicó íntegramente a Sancho Garcés, y por ese motivo casó a su hija Sancha con Ordoño II. Bajo su tutela también quedaron los condados de los valles de los ríos Aragón y Gállego hasta llegar al Sobrarbe.​
      El límite occidental era con el reino ovetense de Álava y Castilla. Todo ello conformaba un territorio de unos 15 000 km².


      Julio Asunción, mapa, batalla, Valdejunquera



      A su muerte le sucedió García Sánchez I (925-970), menor de edad y tutelado por Jimeno Garcés, hermano del monarca y esposo de una hermana de Toda, la reina viuda. Se establecieron lazos matrimoniales con el reino de León, ya que la reina Toda casó a su hija Oneca con el rey Alfonso IV (924-931) y luego a Urraca con Ramiro II

      Por otra parte, el enlace matrimonial de García Sánchez I con Andregoto enlazaba el condado de Aragón. Sin embargo, este matrimonio fue disuelto por parentesco (primos hermanos), aunque Andregoto siguió ostentando el título de reina. Tras la ruptura, García Sánchez I se casó con Teresa Ramírez, posiblemente hija de Ramiro II de León. También se emparentaron con familias de nobles de los territorios dependientes del de León (Castilla, Álava y Vizcaya), como el conde castellano Fernán González casado primero con una hija de Sancho Garcés I y luego en nuevas nupcias con Urraca Garcés, hija de García Sánchez I; y Urraca Fernández, viuda de los reyes Ordoño III y Ordoño IV, que se casará con el primogénito y futuro heredero del reino.


      https://es.wikipedia.org/wiki/Urraca_Fern%C3%A1ndez

      Urraca Fernández, viuda de los reyes Ordoño III y Ordoño IV


      Su heredero Sancho Garcés II (970-994) estuvo asistido por su hermanastro Ramiro. Siguió la política matrimonial con la dinastía gascona con el matrimonio de Urraca Garcés, ya viuda, con el conde Guillermo Sánchez, y para frenar las incursiones de Almanzor a una de sus hijas en 982.​ 

      Campañas militares de Almanzor. En verde oscuro, territorios hostigados por el militar árabe. El mapa muestra las principales aceifas de Almanzor y las fechas en que se llevaron a cabo.

      Campañas militares de Almanzor


      Al finalizar el siglo X, Almanzor lanzaba incursiones en los reinos cristianos y al menos en nueve ocasiones entraron en territorio pamplonés. En el 966 se reanudaron los enfrentamientos, con la pérdida de Calahorra y el valle del río Cidacos.
      Sancho Garcés II en coalición con las milicias del Condado de Castilla sufrió una derrota en Torrevicente (981), y tras ello intentó negociar con el fin de firmar la paz, primero entregando a una de sus hijas y posteriormente a su hijo. Tras el fallecimiento de Sancho Garcés II, en 994, Pamplona tuvo que rendirse tras realizar el califato una expedición. Otras incursiones se producirían con su sucesor García Sánchez II (994-1000), como la efectuada en el 999 en que Pamplona fue completamente arrasada,​ y en una de ellas se produciría su muerte, posiblemente en el año 1000.

      La sucesión fue para el primogénito de unos ocho años de edad Sancho Garcés III (1004-1035), y ésta posiblemente estuvo tutelada por el Califato.​ Los primeros años parece que el reino fue dirigido por su tíos Sancho, y García Ramírez de forma sucesiva,​ y ya en el 1004 asumiría el trono con el asesoramiento de su madre Jimena Fernández. Las relaciones con Castilla se fueron fortaleciendo mediante lazos familiares. La muerte de Almanzor en 1002 y de su sucesor Abd al-Malik en 1008 iniciaron la decadencia del Califato de Córdoba con su división en taifas que Castilla aprovechó para aumentar su territorio, mientras que Sancho aseguró las posiciones en al frontera de la taifa de Zaragoza, en las comarcas de Loarre, Funes, Sos, Uncastillo, Arlas, Caparroso y Boltaña.​

      https://es.wikipedia.org/wiki/Muniadona_de_Castilla

      Antes de 1011 se casó con Muniadona, hija del conde de Castilla Sancho García.​ En 1016 realiza con su tío y suegro Sancho García un acuerdo en cuanto a límites entre el Condado de Castilla y el Reino de Pamplona y los ámbitos de expansión, quedando para Pamplona la expansión hacia el sur y el este, la zona oriental de Soria y el valle del Ebro, incluidas las comarcas zaragozanas.​ No hay documentación directa en cuanto a estos límites exactos.​ El territorio heredado del reino de Pamplona (regnum Pampilonensis) estaba formado por 15 000 km² de Pamplona, Nájera y Aragón con dos círculos de vasallos reales los señores pamploneses y los aragoneses tradicionalmente diferenciados.​

      En 1017 apoyó a su tía la condesa Mayor de Ribagorza en litigios con su antiguo marido el conde de Pallars, que le aseguró los dominios y se expandió hacia la Ribagorza. En 1025, la condesa renunció al título, traspasándoselo al rey pamplonés, e ingresó en un monasterio.​ Tras la muerte del conde Sancho García, Alfonso V de León intentó restablecer su autoridad en la franja de los ríos Cea y Pisuerga.

      Sancho III realizó un arbitraje casando a su hermana Urraca con Alfonso V (1023). En 1029 fue asesinado el García, conde de Castilla y sobrino de Muniadona, por lo que Muniadona se hizo depositaria del condado castellano que sería gobernado por su esposo Sancho III. La herencia del reino de León fue para un menor de edad, Bermudo III (1028), que implicó a Sancho III en la gobernabilidad de este reino, interponiéndose entre las discordias existentes entre el condado de Castilla y el Reino de León, mediante acuerdos matrimoniales. Así una hija de Sancho III, Jimena, se casó con el rey leonés, mientras que la hermana de éste, Sancha se casó con Fernando, segundo hijo de Sancho III y el que tenía encomendado el condado castellano.​ Para ayudar en esta gobernabilidad estuvo durante el año 1034 en tierras leonesas.


      https://es.wikipedia.org/wiki/Labort

      En la reorganización del reino, se supone que creó el vizcondado de Labort,​ entre 1021 y 1023, con residencia del vizconde en Bayona y el de Baztán hacia 1025, si bien no hay constancia documental de ello, ya que no hay ninguna mención ni alusión al vizcondado de Labort o a las tierras de la Baja Navarra en la documentación expedida por Sancho el Mayor.​

      José María Lacarra escribía esto sobre esta teoría:

      Pero debo confesar que para esta teoría tan bien forjada, no encuentro ninguna base documental. Si bien los nombres de los primeros vizcondes de Labourd pueden ser tenidos por navarros, no está comprobado su entronque con ninguna familia conocida de "seniores" navarros; ni en los documentos de Pamplona se cita nunca el vizcondado de Labourd o de Bayona, ni en los documentos de estas tierras se hace ninguna alusión a las "tenencias" o gobiernos que pudieran tener sus vizcondes en el reino de Pamplona. En resumen, ni hay pruebas de que Sancho el Mayor apoyara militarmente al duque de Gascuña contra el conde de Tolosa, ni que luego le despojara del vizcondado de Labort para entregárselo a su mayordomo, ni de que en vida de Sancho Guillermo realizara el menor acto de hostilidad contra él ni se atribuyera autoridad alguna sobre el ducado de Gascuña. Las relaciones entre ambos debieron ser de amistad, más estrecha que con el conde de Barcelona, dados los antecedentes y los lazos de parentesco que les unían.

      Algunos autores defienden que, a la muerte del duque Sancho Guillermo, duque de Vasconia, el 4 de octubre de 1032, extendió su autoridad sobre la antigua Vasconia ultrapirenaica comprendida entre el Pirineo y el Garona, como comenzó a ser mencionado en sus documentos.​ Otros autores, como José María Lacarra, Gonzalo Martínez Díez o Armando Besga opinan lo contrario.​

      Por el Norte, la frontera del reino pamplonés está clara, los Pirineos (caso de haberse extendido la autoridad de los reyes navarros hasta el Baztán, lo que es lo más probable, pero que no se puede acreditar hasta el 1066), y no se modificó. No es cierto, pese a todas las veces que se ha dicho, que Sancho III lograra el dominio de Gascuña (la única Vasconia de entonces, es decir, el territorio entre los Pirineos y el Garona, en el que la población que podemos considerar vasca por su lengua sólo era una minoría).
      El rey navarro únicamente pretendió suceder en 1032 al duque de Gascuña Sancho Guillermo, muerto sin descendencia, lo que bastó para que en algunos documentos se le cite reinando en Gascuña. Pero la verdad es que la herencia recayó en Eudes.


      https://es.wikipedia.org/wiki/Od%C3%B3n_II_de_Vasconia

      Francia al inicio del siglo XI, cuando nació Eudes


      Se puede decir que Sancho III realizó el primer Imperio Hispánico y fue denominado Rex Ibericus y Rex Navarrae Hispaniarum.

      A su muerte en 1035 el reino de Pamplona había alcanzado su máxima extensión. Realizó un testamento que ha tenido una gran polémica historiográfica, considerando que repartió todo el territorio en tres reinos. Sin embargo Sancho III el Mayor siguió la tradición sucesoria reservando al primogénito García el reino de Pamplona, con el título real con todo su patrimonio a él anejo hasta entonces, Pamplona, Aragón y tierras de Nájera. El legado de su esposa Muniadona se debió de entregar de forma repartida entre los hijos legítimos. De esta forma García también recibió el territorio noreste del Condado de Castilla (Castella Vetula, la Bureba, Oca...) y el condado de Álava (las tierras vizcaínas, duranguesas y alavesas). Por parte de la herencia materna para Fernando, que ya tenía encomendado el condado de Castilla, recibió el resto de este territorio; Gonzalo el de Sobrarbe y Ribagorza, que debió estar supeditado al hermano primogénito, procedentes de los derechos de familia materna y de conquistas de su padre; y, por último, para el hermanastro Ramiro el condado de Aragón y ciertas poblaciones dispersas por la geografía pamplonesa, supeditado a García. La muerte precoz y poco aclarada de Gonzalo hizo que los territorios correspondientes pasaran a Ramiro. Por tanto, el patrimonio que ostentaba al subir al trono se concentraron en el primogénito García, mientras que el resto, herencia de su esposa Mayor o derecho de conquista, era de más libre disposición.

      La política exterior del reino de Pamplona con García Sánchez III (1035-1054) estuvo marcada por la relación con sus hermanos. El conflicto armado de su hermano Fernando I, al que apoyó, con su cuñado Bermudo III de León produjo la muerte de este último en la batalla de Tamarón consiguiendo Fernando I la corona leonesa. Esta colaboración se mantuvo durante algunos años. Con el hermanastro Ramiro I de Aragón fue mejor y mantuvo la dependencia teórica del pamplonés, excepto un mal conocido enfrentamiento en Tafalla en 1043 y que fue favorable a García. La alianza entre ellos, y con Ramón Berenguer I, fue eficaz para presionar a la taifa de Zaragoza. Tras la toma de Calahorra en 1044, la frontera pasó a un periodo pacífico en las que se iniciaron relaciones comerciales con la dividida taifa.

      Al conseguir Fernando I el reino de León, convirtió teóricamente a García Sánchez III vasallo de su hermano en lo relativo a los territorios del condado de Castilla que habían sido repartidos por parte de la herencia materna. Sin embargo, el pamplonés probablemente interpretó que esos territorios habían pasado a ser una extensión de su reino, colocando a distintos tenentes de su círculo nobiliario, desplazando a los locales que tenían intereses relacionados con Fernando I, además de realizar otras medidas políticas.​ Las relaciones se deterioraron hasta el punto de enfrentarse los dos hermanos en la batalla de Atapuerca en septiembre de 1054, donde murió el rey de Pamplona.​ La derrota en esta batalla hizo perder a Pamplona las tierras de Castella Vetula, la Bureba y parte de la cuenca del Tirón.

      Sancho Garcés IV (1054-1076) fue proclamado rey y reconocido por su tío Fernando I, rey de León, en el mismo campo de batalla de Atapuerca. Tenía catorce años y fue tutelado en el gobierno por su madre Estefanía, que tenía gran habilidad política, y parece que también por sus tíos Fernando y Ramiro. Cuando murió la madre en 1058 empezó a destacar el difícil carácter del soberano que le granjeó la enemistad de la nobleza que para 1061 provocó un conato de rebelión

      La muerte de Ramiro I de Aragón se produjo en 1063, y su hijo Sancho Ramírez inició un progresivo alejamiento del rey de Pamplona, haciéndose vasallo del papa en 1068, rompiendo, de esta forma, la soberanía del reino de Pamplona, para posteriormente proclamarse rey. Mientras tanto Sancho Garcés IV se alió con Al-Muqtadir de Zaragoza.​ Finalmente se produjo un complot que llevó al asesinato de Sancho Garcés IV al ser despeñado en Peñalén, junto a Funes, el 4 de junio de 1076, por parte de su hermano Ramón y su hermana Ermesinda. En el mismo también debieron de participar los dos reinos vecinos.​ Hasta el momento de su muerte el reino de Pamplona contaba con los territorios de Vizcaya, Álava y la Tierra Najerense.

      Inmediatamente después el reino se lo repartieron sus dos vecinos.
      El rey de León y Castilla Alfonso VI, primo de todos ellos, pasó a controlar La Rioja; el Señorío de Vizcaya, atrayéndose a Lope Iñiguez, a cambio de aceptar el señorío hereditario de Haro;​
      Álava;
      el Duranguesado;
      una gran parte de Guipúzcoa y la orilla derecha del bajo Ega, al parecer con el apoyo de los linajes de la zona.​ Por su parte el rey aragonés, Sancho Ramírez, primo también por línea bastarda, hizo lo propio con el resto del territorio pamplonés, con el apoyo de la nobleza nuclear pamplonesa que le aceptó como rey.
      De esta forma, el río Ega fue la frontera en la que quedó dividido el reino.​ Las pretensiones de Alfonso VI que se alentaron con la conquista de Toledo (1085), fueron frenadas por la derrota en la batalla de Zalaca (1085) contra los almorávides, lo que le llevó a reconocer a su primo Sancho Ramírez como rey de Pamplona, consiguiendo que le prestara vasallaje por un territorio del núcleo originario del reino, denominado "condado de Navarra".
      Sancho Ramírez se centró entonces en expandirse al territorio musulmán en la zona de Ribagorza y con la toma de Arguedas (1084), con el que controlaba gran parte de las Bardenas. A la muerte de Sancho Ramírez, paso el reino a Pedro I (1094-1104) que siguió con la presión al Islam, tomando el Somontano, en cuanto al territorio aragonés, y en cuanto al pamplonés mantuvo el acoso a Tudela con la toma de Sádaba (1096) y de Milagro (1098).

      Su sucesor, Alfonso I el Batallador (1104-1134), rápidamente llevó la frontera con el Islam al río Ebro. En 1109 se esposó con la hija de Alfonso VI de León, Urraca, con la intención de un gobierno conjunto de los reinos acordado en las capitulaciones matrimoniales. La incompatibilidad de caracteres de los cónyuges condujo a una guerra civil en Castilla.
      Urraca y sus partidarios se hicieron fuertes en Galicia y en la parte occidental, coronando en 1111 al primer hijo del primer matrimonio de ésta, Alfonso Raimúndez. Gran parte de la nobleza castellana apoyó a Alfonso el Batallador que, al ver que era imposible unificar los dos reinos, se retiró conservando los territorios que le apoyaron, como fueron Vizcaya, Álava (reunidos en la junta de Argote​), Rioja y otros de Burgos.
      Diego López I en 1116 se rebelará contra Alfonso I por la tenencia de Nájera y manteniendo de nuevo una posición pro castellana.
      Alfonso I había designado a Fortún Garcés Cajal para retener dicha plaza en 1112, que la mantuvo hasta 1134. De nuevo el señor de Vizcaya, Diego López I, junto con el conde Ladrón Íñiguez, se rebelaron en 1124, por lo que el rey sitió Haro y Diego López I se exilió a Castilla, mientras que Ladrón Íñiguez se reconcilió con el Batallador convirtiéndose en señor de Álava. Cuando murió Diego López I, su hijo, Lope Díaz, en 1126 reconoció al nuevo rey de Castilla, Alfonso VII, que estaba reivindicando los territorios vascos y la Rioja.

      Por otra parte se tomó Zaragoza (1118) con apoyo de nobles y tropas procedentes del Mediodía francés y de todo el territorio del reino pamplonés, incluidos los territorios occidentales, y aragonés. Inmediatamente después cayó Tudela, el 25 de febrero de 1119, y Tarazona, y luego Calatayud y Daroca.

      Tras el fallecimiento de Urraca en 1126, su hijo Alfonso VII concentró sus pretensiones en el territorio de Alfonso el batallador. En 1127 mediante mediación se acordó el Pacto de Támara, con el fin de evitar el enfrentamiento de las tropas de Pamplona y Aragón con las castellano-leonesas. En este pacto Alfonso el Batallador renunciaba al título de emperador y se delimitaron las fronteras entre los reinos de Castilla y los de Pamplona y Aragón con devolución de alguno de los territorios a Castilla, retirada ésta que Alfonso I efectúo con lentitud.​ En este pacto quedaba en territorio pamplonés los de Vizcaya, Álava, Guipúzcoa, Belorado, Soria y San Esteban de Gormaz.

      Asedió Bayona, que estaba en manos de Inglaterra, en los años 1130-1131 sin llegar a tomarla. Por otra parte, en Aragón tras conquistar Mequinenza (1132) se centró en la toma de Fraga, que fracasó tras un asedio de un año de duración, gravemente herido se retiró y murió dos meses después por complicaciones de las heridas, el 7 de septiembre de 1134. El territorio por él controlado había pasado de 24 000 km² a unos 52 000 km², de ellos 8 000 ante Castilla para la monarquía pamplonesa y más de 20 000 km² a los almorávides. La muerte sin hijos legítimos y con un testamento que dejaba a las órdenes militares los dos reinos, era algo imposible de cumplir tanto por la nobleza aragonesa como por la pamplonesa ​y esto marcaría la separación de nuevo entre el reino de Pamplona y Aragón.​ En Aragón se coronó a Ramiro II, un hermano de Alfonso el Batallador, mientras que en el territorio pamplonés la nobleza optó por García IV Ramírez (1134-1150), vástago de la dinastía Jimena.
      García Ramírez tuvo que someterse al vasallaje del rey castellano, pero su hijo Sancho VI de Navarra aprovechó la minoridad de Alfonso VIII de Castilla para sacudirse el vasallaje y se intituló como Rex Navarre.


      Batalla de Valdejunquera:

      La batalla de Valdejunquera o Campaña de Muez fue un combate librado el 26 de julio del año 920 entre el ejército del emir cordobés Abderramán III y el formado por las fuerzas conjuntas de los reyes Ordoño II de León y Sancho Garcés I de Pamplona, que tuvo lugar en la fortaleza de Muez en el valle de Junquera, situado a unos 25 km al suroeste de Pamplona.

      No confundir con Valjunquera, Teruel.

      Abderramán salió de Córdoba el 4 de julio, para dirigir una campaña de castigo por la derrota musulmana por parte de la coalición navarro-leonesa en la batalla de Castromoros, y tras tomar la plaza de Calahorra se dirigió hacia la capital del reino navarro. El rey de Navarra aguardaba dentro de Arnedo, pero viendo que las tropas musulmanas, después de tomar Calahorra, se dirigían hacia su capital, se apresuró a ir al norte y unir sus tropas con las del rey de León, quien venía en su ayuda. Los moros siguieron a Viguera, donde derrotaron a las primeras fuerzas conjuntas que les opusieron Ordoño y Sancho, llegando por fin a Muez, en el valle de Junquera, lugar situado a unos 25 km al suroeste de Pamplona. En la subsiguiente batalla, el 26 de julio de 920, el emir cordobés derrotó nuevamente a las escasas huestes reunidas por leoneses y navarros, quedando cautivos los obispos de Tuy y Salamanca, Dulcidio y Hermogio. Los supervivientes se refugiaron en las fortalezas de Muez y Viguera, que fueron cruelmente asediadas por el emir andalusí. Tras tomar las plazas, todos los cautivos fueron degollados, y, finalmente, arrasó los campos antes de volver a Córdoba.

      De tal descalabro se culpó a los condes castellanos Nuño Fernández, Abolmondar Albo y su hijo Diego, y Fernando Ansúrez, por no haber acudido al combate. Convocados por el monarca en el lugar de Tejar, a orillas del Carrión, los condes fueron apresados y encarcelados (aunque según la tradición fueran muertos). En cualquier caso, debieron ser liberados poco tiempo después, ya que la documentación los presenta actuando con normalidad.

      El emir logró una incuestionable victoria el 26 de julio, procediendo seguidamente a devastar los territorios próximos hasta que el 26 de agosto dio la orden de regresar al emirato.

      El historiador y experto en castillos Iñaki Sagredo hace referencia a esta batalla en un trabajo relacionado con las defensas del reino de Pamplona publicado en el 2008. En sus conclusiones anota que hay un claro error a la hora de situar el lugar de la batalla en Muez, localidad situada en el valle de Güesalaz, zona próxima a la Cuenca de Pamplona. Analizando las etapas, zona del combate y toponimia, este autor sitúa el lugar de la batalla en las proximidades de Mues, no lejos del desfiladero del Congosto, en las campas de la Berrueza o en las cercanías de Los Arcos.

      Pérez de Urbel, Justo (1945). Historia del Condado de Castilla. Madrid: Consejo Superior de Investigaciones Científicas.
      Sagredo Garde, Iñaki (2008). Navarra. Castillos que defendieron el Reino. Tomo IV. Ed. Pamiela. ISBN 978-8476815991.

      https://www.txalaparta.eus/es/libreria/autores/inaki-sagredo-garde

      domingo, 14 de junio de 2020

      202. LA MORA DE LA BASA

      202. LA MORA DE LA BASA (SIGLO XIV. GISTAÍN)

      202. LA MORA DE LA BASA (SIGLO XIV. GISTAÍN)

      Las naturales diferencias existentes entre los cristianos y los moros, que muchas veces fueron solventadas de manera violenta, produjeron, sin duda, sufrimiento entre las gentes sencillas de uno y otro pueblo, pero también a veces entre los poderosos que habitaban los palacios y las casas señoriales. No es de extrañar, por lo tanto, que muchos decidieran elegir la soledad, quizás a manera de protesta, como le debió suceder a la princesa mora de esta historia que, hastiada de tanto enfrentamiento, decidió perderse por las bellas montañas de Gistaín para hacer de ellas su morada, y más concretamente en la basa o pequeño ibón pirenaico cercano a Plan y a Saravillo, huyendo de la belicosa vida del llano o del valle.
      Fue tan feliz allí y se identificó tanto nuestra princesa agarena con el ibón de cuyo paisaje hizo su morada —por eso se le llamará desde entonces la «basa de la mora»— que, cuando al cabo del tiempo murió, tanto su espíritu sencillo como su endeble cuerpo debieron quedar sepultados en el fondo pedregoso desus aguas siempre limpias.
      El cuerpo de la princesa mora jamás ha sido hallado, pero es sabido que su espíritu se encarna cada mañana del día de san Juan de cada año, de modo que, cuando los rayos del sol inundan e iluminan por completo la sosegada superficie de la basa, su alma se hace visible. Surge entonces la princesa majestuosa, bella y joven sobre la superficie límpida del agua fría y baila con cadencia armoniosa una danza interminable. Aparece vestida con culebras de todos los colores que se enroscan en sus brazos y en sus piernas, y en torno a su cuello y su cintura. Llevan todas las sierpes incrustada pedrería de oro y corales, de plata y diamantes. Durante la mañana de cada día de san Juan, el espíritu de la princesa, que continúa sintiéndose libre, baila y baila.
      Conviene, no obstante, añadir que nuestra solitaria princesa no puede ser vista por cualquiera esa mañana de San Juan de cada año, sino que sólo se hace visible a quienes previamente han purificado su cuerpo, o al menos su cara, en las aguas frías del estanque, siempre que tengan su corazón limpio.
      [Dueso Lascorz, Nieus-Luzía, Leyendas de l’Alto Aragón, págs. 9-10.]

      https://es.wikipedia.org/wiki/Gista%C3%ADn

      Gistaín wiki en asturiano
      Gistaín (n'aragonés Chistén, oficialmente Gistaín/Chistén) ye un conceyu d'España na provincia d'Huesca, Comunidá Autónoma d'Aragón. Tien un área de 75,90 km² con una población de 137 habitantes (INE 2016) y una densidá de población de 1,81 hab/km². Parte del so términu municipal ta ocupáu pol Parque natural Posets-Maladeta. Gistaín: llocalidá del Pirinéu aragonés asitiada nel Valle del mesmu nome: Gistaín. Les poblaciones que conformen esti valle son: Badaín, San Marcial, Salinas d'Ensin, Saravillo, Ensin, Señes, Serveto, Plan, San Juan de Plan, Gistaín (o Gistau). (Gistaín en llingua francesa soníu = Gistén), pronunciada la lletra G, na aguada española como CH (Chistén). Nel valle de Benasque denominóse d'antiguu al valle y a la llocalidá como: Gistau (en llingua francesa soníu = Gistó), que pola mesma regla anterior, la G, n'otros idiomes peninsulares tomar por CH = Chistau. El ríu Cinqueta naz nos montes del términu municipal de Gistaín, que'l so caudal que xunto coles agües que se-y amiesten pela so vera izquierda procedente de los montes de San Juan de Plan, va formar más del 90% Topar ente los valles de Bielsa y Benasque o Benás, tamién nel Pirinéu aragonés. El ríu Cinqueta percuerre'l Valle de Chistau dende la so nacencia n'El Pez hasta incorporase al ríu Cinca en Salina d'Ensin a la entrada del Valle. Chistén, nun tien ríu, anque'l ribayu de Foricón que pasa xuntu al pueblu desagua nel ríu Cinqueta nel términu de Plan. La carretera transpirenaica que xubiendo escontra'l túnel de Bielsa dexa a la derecha la esviadura del valle de Chistau onde s'atopa la llocalidá de Chistén / Gistaín. Dientro del so abigarrada arquiteutura destaquen dos torres defensives: La Torre de Casa Tardán y la Torre de Casa Rins. Y la torre de la Ilesia de San Vicente Mártir.

      jueves, 14 de marzo de 2019

      Libro duodécimo

      Libro duodécimo






      Capítulo
      primero. De la venida del Vizconde de Cardona a Valencia, y como
      saqueó a Villena y Saix en el Reyno de Murcia y de la muerte de don
      Artal de Alagón.






      Tomada
      la ciudad de Valencia, y echado Zaen con toda la morisma de ella,
      acaeció que luego
      essotro
      día después de entrada, andando el Rey muy puesto en
      reparalla,
      y ensancharla, llegó ante él , don Ramon Folch Vizconde de Cardona
      muy a punto de guerra con cincuenta caballos ligeros de los más
      escogidos de toda Cataluña, a pedirle de merced (ya que no fue su
      ventura llegar a tiempo de poderse hallar en el cerco y presa de la
      ciudad) le diese licencia para pasar adelante con su gente hasta el
      Reyno de Murcia: donde pensaba hacer alguna buena cabalgada, por dar
      a conocer a los Moros, quién era el Rey de Aragón, pues apenas
      había conquistado a Valencia: cuando ya emplazaba guerra a los del
      Reyno de Murcia. Holgose infinito el Rey con su venida, y recibiole
      muy amigablemente, diciendo que él siempre había tenido por
      escusada su tardanza, porque sabía muy bien las justas causas de
      ella, y trabajos que con sus vasallos tenía. Pero que se maravillaba
      mucho, porque con tan poca gente quería emprender tan grande y
      dudosa hazaña. Y como le ofreciese algunas compañías de infantería
      que le sirviesen en la empresa, y don Ramón se excusase de
      aceptallas, porfiando en su demanda, permitiole (
      pmitiole)
      el Rey proseguir (
      pseguir)
      su viaje, y mandole proveer de vituallas y tiendas con lo demás
      necesario para el camino, de lo que en el Real quedaba. Ofreciósele
      por compañero en esta jornada don Artal de Alagón, hijo de don
      Blasco, mozo ardiente y belicoso que sabía muy bien los pasos con
      las entradas y salidas de aquel Reyno, por haber estado en él muchos
      días, cuando fue desterrado de Aragón. Aceptó su ofrecimiento el
      Vizconde muy de buena gana: y llevando su guía, como no entrasen en
      poblado, pasaron sin ningún estorbo hasta llegar a un grande valle
      cerca de Biar, casi a vista de Villena, el primer pueblo del Reyno de
      Murcia. El cual por ser muy principal, y en nuestros tiempos poblado
      de gente hidalga, determinaron de acometerle, a fin de saquearlo. Y
      así llegando a la media noche sin ser sentidos entraron de improviso
      en él, hallándole sin guardia con las puertas abiertas: y se dieron
      tal diligencia, que antes que los del pueblo se pudiesen juntar y
      poner en armas tenían ya saqueada la mayor parte del. Pero luego
      cargó tanta gente sobre ellos de las aldeas, que les tomaron las
      calles, y comenzaron a pelear con ellos tan bravamente, que les fue
      forzado, llevando delante la presa, salirse con buen orden del
      pueblo, y extenderse por la campaña, sin que ninguno los siguiese.
      Llegaron a otra villa llamada Saix, en la cual, por estar sin cerca,
      también entraron, y la acometieron valentísimamente, peleando los
      unos, y saqueando los otros. Mas como se pusiese todo el pueblo en
      armas, y le viniese socorro de los lugares vecinos, fueles forzado,
      hechos un cuerpo recogerse y mirar por si, por las muchas saetas y
      piedras que al pasar de cada casa les tiraban: tanto que entre otros
      don Artal fue herido de una pedrada en la cabeza, y derribado del
      caballo murió luego. Por donde fue necesario retirarse y salir de la
      villa a más que de paso: llevando consigo el cuerpo de don Artal con
      grandísima dificultad y trabajo, hasta llegar a Valencia. Sintió
      mucho el Rey esta muerte, con todos los de su corte, y mandó con
      mediana pompa depositar su cuerpo en una iglesia antigua que había
      en la ciudad del sancto Sepulchro: hasta que fueron trasladados sus
      huesos en Aragón, y puestos en la sepultura de sus antepasados. Tuvo
      el Rey en mucho la memorable hazaña del Vizconde, como si con ella
      le hubiera abierto la puerta y facilitado la entrada para el Reyno de
      Murcia; y así se lo agradeció mucho, y le hizo mercedes dándole
      joyas de grande estima al tiempo de su partida. Con esto se despidió
      el Vizconde del Rey, y se volvió con triunfo a Cataluña.











      Capítulo II. Como la mezquita mayor de Valencia fue consagrada en
      iglesia, y de las diversas invocaciones que tuvo antes, hasta que fue
      dedicada al nombre de nuestra Señora.






      Partido
      el Vizconde, luego el Rey trató del asiento y reparo de las cosas de
      la ciudad, la cual a causa del largo cerco los Moros habían dejado
      muy descompuesta y perdida. Cuanto a lo primero pareció ser
      necesario hacer el repartimiento de las casas a los soldados y de los
      campos y heredades a los capitanes y oficiales del ejército, y
      establecer leyes y fueros. Mas como primera que todas fuese la casa
      de Dios, luego el otro día que el Rey entró en la ciudad con la
      asistencia de los Prelados de Aragón y Cataluña, y el de Narbona,
      que siguieron esta empresa, se fue derecho a la Mezquita mayor, donde
      los Moros solían celebrar las mayores fiestas y ceremonias de su
      secta. Allí el arzobispo de Tarragona revestido de pontifical,
      después de haber purificado el lugar con saumerios de incienso
      (
      encienso),
      y rociado con agua bendita, y palabras sagradas con la señal de la
      cruz, hizo levantar un altar, en el cual fue celebrada misa solemne
      por el que estaba ya electo primer Obispo de Valencia, que después
      fue por el sumo Pontífice confirmado, llamado Ferrario de santo
      Marrino, Preposito que antes era de la iglesia de Tarragona. El cual
      fue varón muy escogido de grande santidad de vida, y doctrina.
      Hechas allí por el Rey y la Reyna, y por los demás infinitas
      gracias a nuestro señor Iesu Christo y a su sacratísima madre, por
      haber llegado a echar de la ciudad la secta Mahometica, para
      introducir la religión Cristiana, fue consagrada la misma Mezquita
      en Templo, a honor y nombre de nuestra señora santa María: después
      de muchos títulos e invocaciones a que fue dedicada en diversos
      tiempos, por Gentiles, Moros, y Cristianos. De las cuales se halla
      haber sido la primera en tiempo de los Romanos a su diosa Diana.
      Después en la venida de los Godos, que recibieron la religión
      Cristiana se consagró al nombre del Salvador. Más adelante perdidos
      los Godos por la entrada de los Moros de África en España, y
      sojuzgada por ellos, se dedicó a Mahoma: mas ganada después
      Valencia de los moros, aunque para poco tiempo, por don Rodrigo de Biuar llamado el Cid Ruidiaz, caballero principal de Castilla, y de
      los más valientes de su tiempo, se intituló de sant Pedro. Pero
      como luego en muriendo el Cid cobrasen la ciudad los moros, volvió
      el templo a ser profanado con el mismo título de Mahoma, hasta
      conquistada por el Rey la ciudad, fue de nuevo purificado, como está
      dicho, y perpetuamente dedicado a la invocación y santísimo nombre
      de María. Porque era tanta la devoción y religión con que este Rey
      veneraba y nuestra señora, que todos sus votos hacía a ella, y
      todos los Templos grandes y pequeños que en cualquier tierra mandaba
      edificar, a sola ella con su hijo benditísimo los dedicaba, y así
      se tiene por cierto que el grande afecto y devoción que hoy los
      desta ciudad y Reyno tienen al santísimo nombre de proceden del
      ejemplo de este buen Rey, y que esta fue obra de Dios y suya.











      Capítulo III. Como se derribó la mezquita mayor, y edificó nuevo
      Templo sobre ella, y fue hecha iglesia catedral, y de la fiesta
      ordinaria que se hace de ello en la ciudad.






      Andando
      el Rey con los Prelados muy puesto en esta consagración de la
      mezquita, y considerando que en las paredes y relieves de ella
      quedaban algunas
      moldaduras
      y figuras que siempre renovarían la memoria de las cosas de Mahoma,
      para tropiezo de los que nuevamente se convertirían a la fé de
      Cristo nuestro señor: determinó poco después, con el parecer de
      los Prelados, y de su consejo, volver a la mezquita en procesión con
      todo el pueblo que le seguía, y como llegó a ella tomó un martillo
      de plata, y en comenzar a derribarla por defuera, luego los Prelados,
      y tras ellos los principales del ejército, con todos los soldados, y
      gastadores del campo hicieron lo mismo. De manera que siguiéndole
      todos, cada uno con su instrumento, fue muy en breve la mezquita
      echada por tierra, y del todo asolada. Y en ser limpiado (
      alimpiado)
      el suelo, fue dada al Rey por mano de muy expertos maestros e
      ingenieros una muy buena traza y modelo de templo, y pareciéndole
      bien comenzó a edificarse uno de los más bien trazados y suntuosos
      que hay en la Cristiandad, según le vemos en nuestros tiempos
      acabado. Pues dado que en la grandeza y labores no iguale con
      algunos, pero en lo particular viene a sobrepujarles, y ser raro
      entre todos: como es por su muy alto ancho y bien encumbrado
      cimborio:
      por su bien labrado retablo con personajes grandes de relieve de
      plata fina: por su anchura y melodía de Órganos: por su firme y
      liso suelo: con su admirable fábrica de Cabildo, y su ochavada
      fortísima, y muy alta torre de campanas: y en lo espiritual mucho
      más, porque la singular copia de reliquias sagradas que en su
      sacristía tiene las más raras y admirables de santas que haya otras
      en la Cristiandad: con los vasos de oro y plata y ornamentos
      riquísimos y muchos. Y demás de su copiosísimo número de
      sacerdotes y ministros sagrados, la suntuosísima y devotísima
      solemnidad de sus continuos oficios y sacrificios divinos, que no se
      halla en esto con quien compararla. De manera que por sus
      particulares, sin duda iguala con cualquier iglesia de toda España.
      A esta concedió el Rey sus prerrogativas y privilegios de las
      inmunidades que por divino y positivo derecho se deben a las
      iglesias: para que los caídos en qualesquier casos y crímenes, como
      no fuesen de los
      exceptados
      por el derecho, les valiese de Asylo y salvaguarda. También alcanzó
      del sumo Pontífice Gregorio IX, fuese hecha catedral, y se le
      restituyese su antigua diócesis y distrito: del cual, puesto que se
      dijo que solía ser antes de otra cabeza, y que en tiempo de Bamba
      Rey de los Godos fue dado e incluido en la provincia de Toledo: quiso
      el Rey, pues conquistó de nuevo este Reyno, que fuese de allí
      adelante (según lo había votado) sujeta y
      suffraganea
      a la iglesia de Tarragona. Esta restauración de iglesia, y
      restitución de Diocesi, con la silla Obispal, y asignación de
      Metropolitano, que se expidió por
      bulla
      áurea del mismo Pontífice, fue concedida a los IX del mes de
      Octubre el siguiente año 1239, en el día y fiesta del glorioso S.
      Dionis mártir, y, o por memoria de la fundación de la catedral: o
      de la ida del armada de Túnez (como en el precedente libro se ha
      dicho) se hace cada un año en este día muy solemne procesión por
      el Obispo, Cabildo, Dignidades y Clerecía (
      Clerezia),
      llevando el Juez (
      Iuez)
      ordinario de lo criminal la gran bandera que llaman del Ratpenat,
      antigua memoria y conmemoración de lo que el Rey sacó en el cerco
      de Valencia: siguiéndole los oficiales Reales de la ciudad con una
      compañía de gente de guerra, que llaman el centenar y con todo
      género de música. Van todos a la iglesia de
      sant
      Iorge martyr
      ,
      patrón de la corona de Aragón, por memoria y acción (
      hazimiento)
      de gracias desta restitución de la Sede Obispal.











      Capítulo IV. Donde se confirma, por la bulla de Gregorio IX, se
      erigió en cathedral la yglesia de Valencia, y se dio por sufraganea
      a la de Tarragona, no embargante la pretensión del Arzobispo de
      Toledo.






      Sobre
      esta división, o separación de iglesias, es a saber de haber hecho
      la iglesia catedral de Valencia sufraganea a la metropolitana de
      Tarragona, se entiende por ciertas escrituras y proceso formado que
      se ha hallado en el Archivo (
      Archiuio)
      de la iglesia de Toledo: como en Valencia, al tiempo que el Rey entró
      en la ciudad, y comenzó a fundar la yglesia, hubo gran contradicción
      y protestas hechas por los Procuradores del Arzobispo de Toledo
      contra el de Tarragona, que estaba presente a la fundación, alegando
      por el de Toledo, como Valencia fue ya antes Obispado en tiempo de
      los Godos, y suffraganeo de Toledo: como se mostraba por muchos
      Concilios Toletanos Provinciales, en los cuales se halla la
      subscripción de Obispos de Valencia: y también por la división de
      las diócesis que hizo Bamba Rey de los Godos, por la cual incluía a
      Valencia en la provincia de Toledo, como está dicho: con otras
      muchas razones que no sufre la historia por ahora especificarlas.
      Pues también para confutación (
      cófutacion)
      de ellas, se alegaron por el de Tarragona otras tantas, no menos
      concluyentes que las primeras: para lo cual hubo nombrados jueces por
      entrambas partes, a efecto de declarar en la causa. Mas como no se
      dio sentencia definitiva sobre ella, por no haber conformidad sino
      discordia entre los jueces, con apelaciones puestas por entrambas
      partes, quedó la causa indecisa, hasta que por la bula arriba dicha
      de Gregorio IX, que se halla originalmente en el archivo de la
      iglesia mayor de Valencia, a petición del mismo Rey se erigió
      iglesia catedral en Valencia, y se le asignó Diócesis, y fue dada
      por sufraganea a la metropolitana de Tarragona. Y así con esta
      asignación y decreto Apostólico han continuado la una y la otra
      iglesia su posesión y prescripción de jurisdicción activa y
      pasiva, de 400 años a esta parte. Por donde pudo muy bien Valencia
      con la nueva erección de iglesia y Diócesis por la gracia
      Apostólica, ser separada de la jurisdicción y provincia de Toledo:
      como lo han sido en nuestros tiempos dentro de España las iglesias
      catedrales de Burgos, Calahorra, y Segorbe, que desde su origen y
      fundación fueron sufraganeas de la Metropolitana de Zaragoza, y
      ahora lo son cada una de diversas: no embargante, que en estas no ha
      habido contradicción ni
      protestos,
      como los hubo en la primera de Toledo contra Tarragona: porque son
      tan justificadas las razones que hacen por Tarragona, que no han
      lugar las de Toledo. Conforme a esta contradicción hubo otra
      semejante entre los mismos Metropolitanos, y por las mismas causas,
      sobre la elección y nominación del primer Obispo de Valencia.
      Porque el Obispo de Albarracín que se halló presente en el cerco y
      entrada la ciudad, como Procurador y agente del Arzobispo de Toledo,
      ejercitó algunos actos de jurisdicción y oficio de Metropolitano.
      Por el contrario el Arzobispo de Tarragona ejercitó otros de más
      clara jurisdicción: porque purificó la mezquita de Valencia, y
      consagró la iglesia mayor, y en ella al Obispo de Lerida, que no se
      nombra, y aun antes de entrar en la ciudad usó más distintamente de
      su jurisdicción eligiendo en Obispo de Valencia a un padre muy docto
      llamado fray Berengario de Castellbisbal Prior de Predicadores de
      Barcelona, y compañero de aquel santo Varón fray Miguel de Fabra,
      de quien hicimos larga mención arriba en la conquista de Mallorca.
      Puesto que las contradicciones del Arzobispo de Toledo fueron parte
      para que esta elección no tuviese efecto: y así el Berengario fue
      luego después electo Obispo de Girona. Con todo eso, después de
      muchas disputas con interponer el Papa Gregorio IX su autoridad y
      decreto, Valencia fue sufraganea de Tarragona, y el primer Obispo de
      ella fue Ferrer de S. Martín de nación Catalán, y con esto el
      Arzobispo de Toledo desistió por entonces de su pretensión. De mas
      que como a todo esto se hallase presente el Rey y fuese el negocio de
      tanto peso, y que ni él en su historia, ni otros escritores de aquel
      tiempo en las suyas, ni el mismo Arzobispo de Toledo don Rodrigo, a
      quien por su interés tocaba anotar este perjuicio, habiendo escrito
      de la misma conquista de Valencia, no haya hecho mención alguna
      dello, es de creer que con el decreto Apostólico cesó del todo esta
      querella y pretensión. Y así quedó Valencia suffraganea de
      Tarragona hasta que el Papa Innocencio VIII año 1482 erigió a
      Valencia en Metrópoli, y hoy tiene por suffraganeas las iglesias de
      Mallorca, Orihuela y Segorbe.







      Capítulo
      V. Que fue la iglesia catedral dotada de diezmos, y del repartimiento
      de ellos, y como comenzó a edificarse el templo de sant Vicente
      Martyr.






      Hecha
      y erigida la iglesia mayor en catedral, y nombrado el Prelado para el
      gobierno de ella y de su diócesis, luego a imitación de las otras
      iglesias catedrales, se fundó en ella su colegio, y Cabildo de
      Canónigos y Dignidades, para los más principales cargos y
      ejercicios de la iglesia. Mas considerando el Rey que así porque a
      las iglesias y Eclesiásticos les son por divino derecho concedidos
      los diezmos de todos los frutos de la tierra: como porque se acordaba
      de la promesa pública que en una congregación de Prelados,
      Comendadores, y otros señores y Barones, hizo en la ciudad de Lerida
      dos años antes que tomase la ciudad de Valencia: de que si nuestro
      señor le hacía gracia de poderla ganar de los moros, restituiría
      en ella la iglesia Catedral, y la dotaría amplísimamente, conforme
      a lo que por el Concilio Laterenense, cuando le concedió los diezmos
      de las tierras que conquistase de moros le fue encargado, quedaba muy
      obligado a cumplirla: hizo perpetua y libre donación al Obispo y
      Cabildo de la iglesia mayor, de todos los diezmos del término de la
      ciudad y Diócesis de Valencia, para que le dividiesen entre el
      Prelado, Canónigos y Dignidades: reservando para si, y sus sucesores
      por concesión y gracia del sumo Pontífice, el usufructo de la
      tercera parte de ellos. Esto por recompensa de los grandes gastos que
      hizo, así en conquistar el Reyno de los moros, como por los que de
      allí adelante se habían de hacer para conservar lo conquistado. El
      cual tercio diezmo, con la misma obligación, fue después repartido
      entre muchos señores, barones, y universidades del reyno, por
      servicios hechos en la defensa del, quedándole al Rey mucha parte de
      ellos. Y es cosa de notar ver el pío y buen ánimo que mostró para
      con las iglesias, con tan favorables fueros y privilegios como ordenó
      y dio para la conservación y cobranza de los diezmos, y censos
      Eclesiásticos. Asimismo visitó los lugares antiguos y sagrados de
      la ciudad: señaladamente las cárceles y prisiones donde padeció el
      gloriosísimo mártir sant Vicente de Huesca, así dentro, como fuera
      de la ciudad: la cual desde entonces le tomó por su divino patrón:
      a cuya devoción y nombre mandó el Rey edificar un templo muy
      suntuoso y grande con su monasterio y convento de frailes Bernardos,
      fuera los muros de la ciudad camino de Xatiua, al cual también
      concedió grandes privilegios, e inmunidades para los criminosos, que
      se retrajesen (
      retruxessen)
      a él, como a la iglesia mayor, y le dotó de grandes posesiones y
      rentas. Sin eso mandó en frente del (que solo hay la vía pública
      en medio) edificar un Hospital para pobres peregrinos: a la puerta y
      entrada del cual está retratada mejor que en otra parte alguna, la
      verdadera imagen y efigie del mismo Rey en la pared, y tan bien
      impresa, que con haber pasado cuatrocientos años que se pintó con
      estar sujeta al polvo y lodo de la calle, se conserva para la vista
      muy entera. La causa porque este Templo siendo comenzado a edificar,
      paró el edificio, y se mandó después en vida del mismo Rey acabar
      a gran prisa, se dirá adelante.











      Capítulo VI. Del repartimiento que se hizo de las casas de la ciudad
      para los soldados, y de los linajes y familias que quedaron en ella,
      y del privilegio que se dio a los de Lerida.






      Habiendo
      el Rey, como cosa más propia y necesaria, dado fin a lo que tocaba
      al culto divino, se aplicó todo a hacer la división y repartimiento
      de las casas, campos, y heredades, entre los soldados y capitanes del
      ejército. Fue negocio este de muy gran peso, y que dio al Rey
      trabajo infinito, particularmente por las muchas donaciones que hizo
      a diversas personas de los campos y posesiones, los días antes que
      la ciudad se tomase: por que fueron en más número y cantidad que se
      hallaron campos para repartir. Comenzó primero por la división de
      las casas entre la gente y soldados que habían enviado las ciudades
      y villas Reales de Aragón y Cataluña. Repartidas pues y derribadas
      las casas viejas hechas a la morisca, cada uno edificó a su gusto
      otras muy altas, y más bien labradas. Quedan hoy desta memoria la
      calle de Zaragoza en la ciudad vieja, y la calle de Barcelona en la
      nueva, que se extendió fuera del muro viejo, al cual encerró de si
      el nuevo. También para los de Teruel asignó uno de los principales
      portales de la ciudad, defendido de dos grandes, muy fuertes y bien
      labradas torres que le tienen en medio, y se llama de los Serranos de
      Aragón, cuya cabeza es la ciudad y Comunidad de Teruel, de las
      cuales y su poder, arriba en el libro tercero se ha hecho larga
      mención. Por lo semejante hacia el poniente la vía de castilla,
      para la defensa de la principal puerta que llaman de Quarte, se
      plantaron los fundamentos de dos torres muy eminentes, cuales vemos a
      los dos lados de la puerta, y que por ser tan altas y tan bien
      hechas, y estar en los más alto de la ciudad puestas, descubren, y
      son descubiertas de los caminantes de tan lejos, que alegran
      extrañamente la vista, y dan muy grande muestra del gran ser de la
      ciudad, como convenía hacerlas tales, para ganar la boca, que dicen,
      a los Castellanos, por ser gente valerosa, y que sabe muy bien
      engrandecer lo mucho, y bueno, y no perdonar a lo poco y ruyn.
      Asimismo de las otras ciudades de Aragón como Calatayud, Iacca,
      Huesca, Tarazona, Daroca, Borja, Albarracín, y Balbastro, con las
      principales villas de Aínsa, Monçó, Alcañiz, Caspe, Montalbán
      (
      Montaluá),
      Pertusa, Exea de los
      caualleros,
      Cariñena: y también de Cataluña las ciudades de Tarragona,
      Tortosa, Vrgel, Vich, Girona, Balaguer y Elna, con la insigne villa
      de Perpiñá, Villafranca, Manresa, Tárrega, y Ceruera, Agramút,
      Granulles, Cruilles, con otras, de las que quedaron en la ciudad
      muchos valerosos soldados, y capitanes del ejército, con los
      sobrenombres dellas. Y fueron estos por sus memorables hechos muy
      estimados, y perpetuaron sus linajes y familias en ella, extendiendo
      su nombre y fama hasta en nuestros tiempos. Puesto que para los de
      Lerida se otorgó particular y muy favorable privilegio, por haber
      sido los primeros que en las baterías aportillaron los muros de la
      ciudad en tres partes (como está dicho en el precedente libro) pues
      en cuanto a ellos, ya dieron la entrada al ejército. Por donde como
      si fueran los primeros que escalaron el muro, y de hecho entraran la
      ciudad, cumplió el Rey con ellos lo que antes, cuando mandó
      pregonar el asalto, había prometido a las ciudades cuyos soldados
      primeros que todos hubiesen escalado, y entrado la ciudad. Porque
      tomando por motivo que estos tales por abrir camino al ejército se
      habían puesto en tan evidente peligro, y encomendado su vida a la
      balanza de la fortuna, y por servir al Rey arriscado sus personas,
      apique de dejar huérfanas sus mujeres, hijas, y hermanas: concedía
      a su ciudad dos cosas. La primera que pudiesen dar peso y medida a
      Valencia. La segunda enviar trescientas doncellas, para que el Rey
      las dotase y casase con los principales soldados del ejército: como
      de hecho vinieron luego de Lerida y de todo su distrito, y fueron por
      el Rey dotadas, y colocadas con sus maridos. Y también el peso y
      medida de ella aceptados e introducidos en la ciudad y Reyno, como
      hoy en día se usa dellos. Asimismo muchas otras familias y linajes
      poblaron la ciudad, no solo de Aragón y Cataluña, pero de la
      Guiayna, y otras partes de Francia que vinieron con el Arzobispo de
      Narbona: Como fueron los Narbones, los Carcassonas y Tolosas. Ni es
      de creer que a este buen Arzobispo, que tan principalmente ayudó al
      Rey en esta conquista dejase de agradecérselo, aventajándole con
      alguna más principal Prelacia, o en otra manera. Entre todos estos
      no faltó una nobilísima familia y linaje de Romanos (como dice la
      historia) que vinieron a servir al Rey en la conquista, y se quedaron
      a poblar la ciudad, llamados Romaníns, con el acento agudo en la
      última sílaba, que así los nombraban los de Guiayna y Cataluña.
      Los cuales no solo fueron
      proveydos
      de casas, campos y posesiones, pero tan estimados por sus
      esclarecidos hechos, y nación, que aunque mezclados con otras
      familias y parentescos, el sobre nombre de Romaní nunca le han
      perdido, antes otros linajes con este sobrenombre se han mucho
      ilustrado. Sobre todos fueron los antiquísimos y principalísimos
      linajes de Cataluña descendientes de los condes Berengueres, de los
      Moncadas y Cardonas, con los cuales quedó muy ilustrada esta ciudad
      y Reyno: en el cual señaladamente los Moncadas y Cardonas, quedaron
      muy aventajadamente heredados de tierras y vasallos.











      Capítulo VII. De la traza que se dio para ensanchar la ciudad, y de
      las doce puertas y cinco puentes de ella, con el discurso de los
      primeros pobladores, y de los edificios que en ella se hicieron.






      Por
      este tan célebre acrecentamiento de linajes y familias, para más
      ennoblecer la ciudad, mandó el Rey ensancharla mucho más de lo que
      antes era, y que se extendiese fuera del muro viejo. Y así se puso
      luego todo en orden, por el grande aparejo y comodidad que la ciudad
      tiene para edificar, dentro de si por la copia del agua de los pozos,
      y cabe si por la diversidad de mineros de piedra durísima y
      fortísima: también por la abundancia de cal, arena, y yeso, y mucho
      más por la continua obra que siempre anda de tierra cocida de
      ladrillos, con los cuales se hizo toda la muralla argamasada muy
      ancha, alta, y fortísima. Demás que para los pertrechos y
      enmaderamiento de las casas también alcanza toda la comodidad
      necesaria: así por los grandes bosques de pinos altísimos que nacen
      a jornada y media de ella en el Marquesado de Moya, de donde se
      provee de ordinario cada año: como por el gran compendio y facilidad
      que tiene para atraerlos por su río Guadalaviar, que pasa junto a
      los bosques, y recogida la madera, la trae río abajo hasta dejarla a
      las mismas puertas de la ciudad. De manera que a semejanza de los
      Romanos antiguos, cuando fundaban sus colonias, se señaló esta con
      un
      sulco
      llevando alrededor el arado: por el cual hizo levantar los nuevos
      muros, y quiso que la ciudad tuviese doce puertas: quizá por tener
      siempre su ánimo y pensamiento puestos en las cosas divinas: y por
      imitar aquella santa ciudad que vio y retrató el profeta Ezechiel,
      que se abría por doce puertas. Porque a su semejanza tiene la ciudad
      de Valencia otras tantas: tres que miran al Oriente, tres al
      mediodía, tres a poniente, y tres a septentrión: con cinco puentes
      grandes hacia el septentrión y al oriente sobre el mismo Río, y da
      cada una de ellas en un Arrabal, y en dos caminos reales. A fin que
      para todas las naciones y gentes del mundo se les abriese la puerta,
      y por falta de puentes no impidiese el río la entrada a los
      extraños. Pues realmente ningún natural quedó en ella (como está
      dicho) sino que fue toda poblada de extranjeros. De aquí parece que
      le es natural el acogerlos mejor que ninguna otra ciudad, para ser
      común patria para todos. De donde viene que muchos vulgarmente la
      llaman madre de extranjeros, y madrastra de los naturales, y no muy
      fuera de razón: porque estos descuidados de su estado, por el
      abundancia y regalo en que nacen y se crían, no estiman el bien que
      tienen, y fácilmente le pierden. Mas los extranjeros, como vienen de
      la necesidad a la abundancia y regalo, lo tienen en mucho: y por no
      perderle viven con recato, y con curiosidad le conservan: como se
      halla de muchos extranjeros, que entraron niños y desnudos en ella,
      y por su buen ingenio y diligencia, junto con la continencia, y
      sobriedad, acumularon en setenta años muy grande copia de hacienda:
      cuyos hijos que nacieron de madres Valencianas, y se criaron con el
      regalo de ellas, a los sesenta meses después de heredada la
      consumieron toda: por no haber cuando los padres de heredar a sus
      hijos de discreción como de hacienda. Pues levantado ya el nuevo
      muro, y fortificada y crecida la ciudad, luego comenzaron a derribar
      la vieja, por estar edificada a la morisca, y a labrarla muy
      suntuosamente, abriendo las calles, y descubriendo patios, los cuales
      muy en breve fueron llenos de casas, templos, monasterios,
      Hospitales, lonjas, y otros edificios públicos, sin dejar en toda
      ella lugar ocioso, ni impertinente. Señaladamente en la grande área
      y plaza del mercado, donde es incomparable el infinito concurso que
      de gente, de vituallas, y de todo género de provisiones de ordinario
      hay en él cada día. Mas por que se entienda la religión y fervor
      de devoción con que comenzó esta ciudad, y ha continuado su
      edificio en lo espiritual: vemos que allende de las trece iglesias
      parroquiales que después acá se han edificado y dotado de tan
      copiosa y venerable clerecía, se hallan edificados en nuestros
      tiempos, a gloria de Dios, treinta monasterios de todas las
      religiones, dentro, y alrededor de la ciudad, no muy dotados de
      rentas, pero mantenidos de la continua limosna de los vecinos de
      ella. De manera que ha llegado a ser la ciudad casi tres veces más
      de lo que era en tiempo de Moros: y por todas partes tan igualmente
      poblada, que no hay
      hijada,
      que dice, sino que toda es en todo ciudad Realísima.











      Capítulo VIII. Como el Rey hizo los fueros del Reyno en lengua
      Lemosina, y se quejaron los Aragoneses porque no se escribieron en la
      suya.





      Dado
      ya orden por el Rey en lo material de la ciudad, como en en los
      edificios y casas para habitar en ella, comenzó luego a darle la
      forma y espíritu, con las nuevas leyes y fueros necesarios para ser
      bien regida, y el Reyno con ella. Y por ser el Rey, no solo fundador
      de la ciudad, pero de sus leyes y fueros, quiso que se escribiesen en
      su propia lengua materna, que fue la Limosina, como se hablaba en
      Cataluña. La cual tuvo su origen en la ciudad de Limoges en Francia,
      y era común para toda la Guiayna: pareciéndole que por ser lenguaje
      llano lo entendería mejor el vulgo, y se libraría de tan diversas y
      confusas interpretaciones del derecho que suelen nacer de la variedad
      y extrañeza de las otras lenguas de España, porque de andar
      mezcladas unas con otras, eran fáciles y ocasionadas para dar muchos
      sentidos sobre cada cosa. Como entendieron esto los Aragoneses, que
      con ejército formado le seguían, y se habían hallado en la
      conquista del Reyno, y entrada de la ciudad, se tuvieron por muy
      agraviados, de que los fueros y leyes de Valencia se escribiesen en
      lengua Catalana, o Limosina, tan obscura y grosera: y que fuera harto
      mejor en la Latina, o
      alomenos
      Aragonesa. Mayormente porque los fueros, como leyes provinciales,
      están de si tan apegados, y toman tanta fuerza del derecho común y
      leyes de los Romanos, que para más clara interpretación dellos, era
      necesario escribirlos en la misma lengua que fueron escritas las
      leyes, como la Romana, o alomenos la Aragonesa: por ser esta no solo
      común a las demás de España: pero entre todas las de Europa (como
      se probará) más
      conjuncta,
      más hermana, y casi la mesma, con la Romana. También era del mismo
      parecer, y conformaban en la pretensión por su propia lengua los
      Castellanos, y los demás mercaderes Españoles, que allí se
      hallaban, que hablaban casi en la misma lengua que los Aragoneses:
      aborreciendo en grande manera la Catalana, o Lemosina, porque no se
      podían hacer a ella, ni hablarla, más que la Caldea.












      Capítulo IX. Del origen de la lengua Española, que fue de la
      Romana, la cual se enseñó en Huesca de Aragón por los Romanos, y
      la aprendieron mejor que otros los Aragoneses.






      Antes
      que por el Rey se satisfaga a la queja y agravios propuestos por los
      Aragoneses en el precedente capítulo, para mejor responder a todo,
      será bien mostrar lo que de su vulgar lengua Aragonesa se siente, y
      descubrir algunos buenos secretos del origen y principio de la
      universal lengua Española, que llaman Romance, que se nos ofrecen de
      presente: valiéndonos de esta digresión para mayor ornamento de la
      historia. Es a saber, como esta lengua fue totalmente derivada de la
      Romana Latina por haber sido por los Romanos introducida y enseñada
      por toda España, y puestas escuelas en las principales ciudades y
      lugares de ella: y como para los Aragoneses, que son la mayor parte
      de los Celtíberos, se pusieron en la ciudad de Huesca, donde no sola
      la aprendieron con mucha curiosidad, pero hasta en nuestros tiempos
      la han retenido, y conservado más pura, e incorrupta que en las
      demás partes de España. Pues cuanto a lo primero que la lengua
      Aragonesa, con la que llaman Castellana, hayan sido nacidas de la
      Romana Latina, y que esta fuese por los Romanos enseñada en España,
      claramente se colige del tiempo de Quinto Sertorio Senador y gran
      capitán Romano, el cual por haber seguido la parcialidad de Mario,
      persiguiéndole por ello L. Silla, fue desterrado de Roma, y se vino
      a España: donde descubriendo el generoso y natural valor de los
      Españoles, y su ardor y fuerzas para la guerra, aunque en lo demás
      los halló bárbaros y rudos (
      rudes):
      con su arte y maña los instituyó, y amaestró de manera, que no
      solo en armas, y en el ejercicio y uso de pelear, los igualó con los
      Romanos: pero aun halló modos, como en lo demás, hacerlos idóneos
      y suficientes para toda cosa de gobierno. Y así para que mejor
      conociesen el bien que les hacía, y le tuviesen todo amor y respeto,
      mandó poner escuelas en Huesca, con muy buenos maestros Romanos,
      para que les enseñasen las lenguas Latina y Griega, a fin de que con
      esta mañosa obra de enseñarles, realmente tuviese como en rehenes
      los hijos de los más principales señores de la Provincia: y para
      que con la instrucción en las lenguas, y erudición Romana, se
      habilitasen, y pudiesen ser acogidos a los cargos y preeminentes
      oficios de la guerra, según que Plutarco historiador grave más
      largo lo escribe en la vida del mismo Sertorio. Mas aunque a la
      verdad, Huesca de la cual habló Plutarcho, es diversa de la Huesca
      de Aragón, porque la otra está en la Andalucía al extremo de los
      Tudetanos, donde Sertorio hizo sus guerras, y hoy se llama Huéscar,
      y la de Aragón está fundada a las faldas de los Pyrineos hacia el
      Septentrión: pero de su antigüedad (
      antiguidad),
      y gran tiempo que duran sus escuelas, con otros vestigios e indicios
      que de los Romanos se hallan en ella, claramente se ve que fue
      también en esta Huesca fundada Academia de lenguas, y con la
      continua lección perpetuada. Porque es más que verosímil, que
      otros capitanes Romanos antes y después de Sertorio, como los dos
      Scipiones y Pompeo (
      Pópeo),
      principalmente el Emperador Augusto César (
      Caesar),
      hicieron escuelas en España, y mucho más en la citerior donde están
      los Aragoneses, y donde más ellos se detuvieron. Y así se muestra
      que en ninguna parte mejor que en Huesca las instituyeron, por no
      hallar otro lugar más apto para el propósito de los Romanos: por
      ser esta ciudad de asiento alegre y bien fortalecida, de muy fértil
      campaña, y de toda cosa provista (
      proueyda),
      ser muy mediterránea, para más seguramente retener como en rehenes
      los estudiantes nobles, y más por estar separada del comercio y
      comunicación de diversidad de gentes, para no ser distraídos de sus
      estudios y ejercicios de lenguas: a efecto que después de haber bien
      aprendido la Latina, no solo se valiesen los Romanos dellos como de
      farautes y espías para descubrir los ánimos y designios de los
      Españoles, tan amigos de libertad, pero también para que fuesen
      admitidos así al gobierno y cargos de la República como en los
      oficios de la guerra.











      Capítulo X. De la afición con que los Españoles aprendían la
      lengua Latina, y como en todas las villas y ciudades de España había
      públicas escuelas para enseñarla, y que en los Aragoneses quedó
      más apurada.






      Para
      confirmación de lo dicho en el precedente capítulo, se halla que
      cebados los Españoles de los premios que los Romanos daban, y honras
      que hacían a los más hábiles en la lengua Latina, se dieron con
      tanta afición y estudio a ella, que hasta los padres, hermanos, y
      hermanas, cogían cada día de los niños cuando volvían de las
      escuelas, las lecciones (
      liciones)
      que habían oído aquel día, y con esto hacían la lengua Latina
      familiar y doméstica. Y en fin aquellos nombres y vocablos que los
      Romanos ponían a las cosas se recibían y han quedado para siempre
      en España. Llegó este ejercicio a tanto, que hay quien escribe, que
      no había otros juegos para los niños, ni se permitían otras
      contiendas para tirar a la joya, sino por mejor hablar en Latín,
      declamando por las plazas y cantones para más ejercitarse en el uso
      de la lengua. De manera que no solo en las dos Huescas, pero en las
      más ciudades y villas de España, se ha de creer, había instituidas
      escuelas y puestos maestros para que juntamente con las lenguas
      enseñasen todas las artes liberales, para más atraer a los
      auditores a entender los misterios y admirables secretos dellas.
      Señaladamente en la ciudad de Sagunto junto a Valencia, que hoy se
      llama Murviedro, donde (como adelante mostraremos) fue tanta la
      devoción que para su mal, tuvo al senado y pueblo Romano, que no
      solo tomaron sus leyes y costumbres para regir su República, pero
      también aprendieron la lengua Latina para entenderlas. Pues para
      manifiesto argumento de que la entendieron y hablaron familiarmente,
      está aun en pie el gran teatro que edificaron en la misma ciudad
      para representar al pueblo las comedias Latinas que les enviaban de
      Roma: y es muy cierto que tan gran concurso de pueblo, no era para
      solo ver, sin que entendiesen la lengua en que ellas se
      representaban. Porque de otra manera, como es posible que todos los
      Españoles chicos y grandes hombres y mujeres aprendiesen la lengua
      Latina, ni que la convirtiesen en tan cotidiano y familiar uso de
      hablar, y en el tanto se fundasen, que por él, sin más dejasen el
      antiguo y materno suyo propio. Demás de eso, que tuviesen el Latín
      Romano con tantas raíces (
      razizes)
      aprendido, que ni por la nueva lengua de los Godos, ni por la bárbara
      Arábiga de los Moros, que después entraron en España, jamás se
      haya perdido, ni vuelto a la antigua? Salvo que con el tiempo, como
      los Romanos se apartaron de España, y los vocablos iban faltando,
      los Andaluces entre otros, ayudándose de los nombres Arábigos de
      Granada su vecina, los mezclaron con la Latina. Mas no fue así de
      los Aragoneses, los cuales con la misma tenacidad y porfía que
      acostumbran emprender otras cosas, han conservado hasta hoy aquella
      misma lengua Latina que se aprendió en las escuelas de Huesca:
      Porque no hablan vulgarmente otros vocablos que, o, Latinos, o
      derivados de ellos: y también muchos Griegos, si se atiende a la
      etimología (
      Etymologia)
      dellos. Pues entre otras hemos leído algunas Epístolas compuestas
      de unos mismos vocablos y una misma significación y congruencia
      (
      congruydad)
      en las dos lenguas Aragonesa y Latina: y también con curiosidad,
      hemos hallado (sin las que han introducido los Médicos) ochenta
      dictiones
      Griegas y Aragonesas de una misma terminación, significación y
      sentido. Para que se vea cuanta ha sido la firmeza y constancia de
      los Aragoneses, pues por la vecindad y contratación de los otros
      Reynos propincos, de lengua más inculta, no se les ha apegado nada
      en su cotidiano uso de hablar: mayormente estando rodeados a la parte
      de mediodía de los Moros de Valencia que hablan en Arábigo
      (Arauigo), por la de oriente de los Catalanes, con su lengua
      Lemosina: a la de Septentrión de los Cántabros, que incluyen
      Vizcaínos y Navarros: de cuya lengua como reliquias de la antigua
      Española (lo que piensan muchos) ni en un solo vocablo se han
      aprovechado: sino que con la conversación de los Castellanos, que
      retienen la lengua Romana, se han conservado, sin que en el valerse
      de vocablos ajenos les hayan imitado (
      imtado).
      Ni se admite por verdadero lo que algunos pretenden (
      pretiendé)
      que los Aragoneses hablan Castellano grosero y bastardo, y que tienen
      los mismos vocablos que en Castilla, sino que no los componen en buen
      estilo: porque como está dicho ambas a dos lenguas tienen una origen
      y principio de la Latina, y así no puede ser una dependiente de la
      otra: sino que como dice el proverbio. Todos de un vientre y no de un
      tempre.
      Porque a la verdad los Castellanos tienen los conceptos de las cosas
      más claros, y así los explican con vocablos más propios y bien
      acomodados demás que por ser de si elocuentes en el decir, tienen
      más graciosa pronunciación que los Aragoneses, los cuales
      pronuncian con los dientes y labios, y los Castellanos algún tanto
      con el paladar, que les ha quedado del pronunciar de los Moros que
      forman las palabras con la garganta y es cosa de gusto, oír a un
      moro hablar Castellano, ver cuan limpia y graciosamente lo pronuncia,
      que casi no le toca con los labios. Puesto que por el mismo caso los
      Aragoneses pronuncian mejor la Latina que los Castellanos, porque
      profieren con los labios y dientes que son los principales
      instrumentos de la pronunciación Romana: cuya fuerza ha podido
      tanto, que habiendo quedado en Aragón muchos pueblos de Moros, que
      llaman Tagarinos, entre los Cristianos, los Aragoneses no solo no han
      usurpado algún vocablo Arauigo dellos, pero les han forzado a dejar
      su propia lengua por la Aragonesa: la cual se ve que hoy hablan
      todos. Para que por ningún tiempo pueda llamarse bárbara la lengua
      Aragonesa, así por ser más conjunta que todas a la Latina: como por
      haberse conservado por tantos siglos entre tantas bárbaras sana, e
      incorrupta. Ha sido necesario traer todo esto de la origen y
      observación desta lengua, a propósito que la pretensión de los
      Aragoneses cerca los fueros de Valencia, como está dicho, no
      pareciese impertinente: ni ellos indignos de que el Rey en esto les
      complaciese: pues la conquista del Reyno de Valencia por la antigua
      división entre el Rey de Castilla, y el de Aragón, tocaba a los
      Aragoneses, los cuales no habían faltado con su ejército, empleando
      vidas y haciendas en conquistarlo: por lo cual merecían que en
      nombre suyo, y de su Reyno se escribiesen los fueros de Valencia en
      su lengua, y aunque se redujesen a los fueros de Aragón todos.












      Capítulo XI. De las justas causas que el Rey dio para escribir los
      fueros en lengua Lemosina, y de la excelencia dellos, y grandeza de
      la ciudad.






      Perseverando
      el Rey en su determinación
      , no
      embargante la queja de los Aragoneses, mandó escribir y publicar los
      fueros y leyes del Reyno en su propia lengua Lemosina, por las justas
      y legítimas causas que su Real consejo para ello dio. Primeramente
      porque estaba en absoluta libertad del conquistador dar leyes nuevas
      a los pueblos por él conquistados, escritas en la lengua que
      quisiese, solo que estuviesen fáciles y claras de entender, sin
      curar de más elegancia, ni arreos de palabras porque había de ser
      llano y manifiesto al pueblo lo que para su amonestación, o castigo
      se le daba por ley. Y así tomada la ciudad y echados por una parte
      todos los Moros de ella, y por otra acogidos los Cristianos de
      diversas tierras para poblarla, era necesario que el conquistador
      introdujese (
      introduziesse)
      su propia lengua: a fin que no solo quedase en ella su gloriosa
      memoria, pero que con esto satisficiese (
      satisfiziesse)
      y cumpliese con la voluntad y honra de la mayor parte del ejército y
      gente que le ayudaron en la conquista. Pues se hallaba haber sido
      doblada la gente y ejército de los Catalanes con los de Guiayna que
      siguieron al Rey en la conquista y población de Valencia, que la de
      Aragoneses, y de otras partes. Demás que no era cosa conveniente que
      los Valencianos que tan conjuntos (
      coniunctos)
      estaban en el trato de mar y tierra con los Catalanes y de la
      Guiayna, usasen de otra lengua que de la que era familiar y propia a
      los unos y a los otros, y por eso mucho menos necesario, ser regidos
      y juzgados por leyes y fueros escritos en extra
      ñas
      lenguas. Ni era buena consecuencia, que por tomar los fueros su
      fuerza e insistir en el derecho común, por el cual se han de
      declarar para bien juzgar con ellos, se hayan de escribir en lengua
      Latina, o en la más conjuncta a ella: por que no había cosa más
      ajena de la intención del Rey, que revolver sus fueros claros con
      leyes oscuras. Pues no por otra causa quiso que sus fueros se
      escribiesen en lengua tan vulgar y llana, que por desterrar desta
      Repub. tantas, y tan varias y dudosas interpretaciones del derecho:
      mandando con expreso fuero, que en caso que se ofreciesen dudas sobre
      la inteligencia del fuero (que suelen estas hacer siempre tardos, e
      irresolutos a los
      Dotores
      en el determinarse) no se recorriese a ellos, sino a solo juicio de
      buenos hombres: y que estos no atendiesen sino a la pura verdad del
      hecho, y conforme a ella juzgasen. También por dar con esto alguna
      satisfacción al pueblo malicioso, para el cual no hay cosa más
      grata, que ser juzgado de jueces sacados de medio del, como de
      compañeros, que a estos vemos que cree más, porque a los Doctores
      tiene los por sospechosos, y cavilosos. Con estas razones y causas
      que el consejo dio de parte del Rey a los Aragoneses, desistieron de
      su demanda, y se conformaron en todo con la voluntad del Rey. Mas
      porque continuemos nuestro propósito, fundó el Rey con tan
      principales y bien advertidos fueros su Repub. Valenciana, a juicio
      de todos los que con curiosidad han reconocido y visto otras
      Repúblicas por el mundo, que ninguna los tiene más claros, más
      santos, ni mejores. Según que la misma ciudad lo testifica con su
      buen gobierno y
      augmento,
      como fruto que nace de ellos. Pues llega a ser tan poblada, tan rica
      y abastada, y de aquel tiempo acá tres veces mayor de lo que era. En
      tanto, que con haber muchas Valencias en la Europa, los Franceses la
      han llamado siempre la mayor diciendo en su lenguaje (Valance le
      gran) porque a la verdad sus casas llegan a número de diez mil, y
      vecinos son veinte mil, sin sus arrabales, y caserías de la huerta,
      que llaman Alquerías que son otra tanta ciudad.











      Capítulo XII. De la elección que el Rey hizo de Fieles para
      repartir los campos y heredades, y como murmurasen de ella, la hizo
      de otros, y en fin volvió a los primeros.






      Hechos
      los fueros y leyes para el gobierno de la ciudad y Reyno, fue el Rey
      muy solicitado por los oficiales del ejército hiciese la repartición
      y distribución de los campos y heredades de la huerta y dehesas,
      contenidas en el distrito de la ciudad, como cosa debida, y que por
      recompensa del saco de ella, que les había quitado de las manos,
      andaban todos muy intentos en la demanda: mayormente los que antes de
      tomada la ciudad habían alcanzado del Rey donaciones de tantas
      jugadas de campos. Por esta causa eran intolerables las
      importunaciones de los pretensores. Por donde hecha ya la división
      de casas por los fieles que para ello se
      deputaron,
      de nuevo eligieron dos otros fieles, o repartidores para la división
      de los campos. Para lo cual fueron nombrados por el Rey, don Assalid
      Gudal letrado y del consejo Real, y don Ximen Pérez Tarazona
      Vicecanceller del Reyno de Aragón, dos nobles Aragoneses, y muy
      diestros en las cosas del gobierno, y que no solo eran señalados por
      la mucha plática y experiencia de negocios, pero en la
      sciencia
      legal excedían a todos los de la Corte, y valer en las dos cosas era
      tenido a los nobles y generosos por muy honroso. De suerte que se les
      dio cargo para que reconocidos los campos, según el espacio y medida
      dellos, se asignase a cada uno lo que conforme a las donaciones
      hechas por el Rey les pertenecería. Sobre este nombramiento de los
      fieles para la división, hubo grande murmuración entre los señores
      y capitanes del ejército, y con esto mucha queja del Rey:
      pareciéndoles no ser cosa decente para negocio tan principal,
      nombrar tales fieles, por muy honrados y letrados que fuesen: que
      fuera harto más acertado nombrar otros de los mayores Prelados
      Eclesiásticos, y más grandes señores de su Corte. Lo cual aunque
      desagrado mucho al Rey, pero considerando que los mismos grandes que
      pedían el cargo, hallándose inhábiles para regirlo, luego mudarían
      de parecer, sin dar más parte dello a Gudal, ni a Tarazona,
      respondió que nombrasen los que quisiesen, que los aprobaría, y
      daría el cargo. En la hora fue dada al Rey la nómina de los que
      podían ser nombrados, que fueron de los Prelados, Berenguer
      Palaçuelos, y Vidal Canellan, Obispos de Huesca y Barcelona, y de
      los grandes, don Pedro Fernández de Azagra señor de Albarracín, y
      don Ximen Vrrea General de la caballería, ambos nobilísimos
      señores, y muy esclarecidos en la guerra, y así el Rey les confirmó
      luego en el cargo. Quejáronse mucho al Rey los primeros nombrados,
      por haberlos así súbitamente privado del cargo sin oírlos, y con
      gran mengua suya admitido a otros. Respondioles el Rey, que no se les
      diese nada por ello, porque tenía por muy cierto que los nombrados,
      viéndose embarazados por su inhabilidad, y dificultades del cargo,
      no solo le renunciarían, pero que con muy grande honra volvería a
      ellos: cuanto más dijo el Rey, que sé yo algún secreto, que cuando
      torne a vosotros el cargo siguiendo mi parecer, desharéis todas las
      dificultades y estorbos que se os puede ofrecer. De manera que los
      cuatro fieles comenzaron a poner mano en la división, y como luego
      se les ofreciesen grandes enredos, y ni supiesen, ni pudiesen
      deslindarlos, y con esto fuesen de día en día difiriendo la
      división, y creciese mayor murmuración contra ellos, que contra los
      primeros, luego de si mismos se inhibieron del cargo, y le
      renunciaron del todo.












      Capítulo XIII. Como el Rey gustó mucho de los que dejaron el cargo
      del repartimiento, y que se restituyó a los primeros, y de la
      industria que dio en la repartición para que fuesen muchos
      heredados.






      Gustó
      mucho el Rey de los Prelados y Grandes, que habiendo con alguna
      ambición procurado para si el cargo de la repartición con gran
      aplauso del ejército, sucedió que por las causas dichas, no solo le
      dejaron, pero pidieron volviese a los primero nombrados Gudal y
      Tarazona: a los cuales llamó el Rey, y en presencia de todos les
      confirmó el cargo: y para que mejor, y con más honra saliesen con
      la empresa, les descubrió su pecho, dándoles el modo y traza que
      habían de tener para quitar de raíz todas las dificultades, y
      embargos del repartimiento: porque se descubrían tan grandes, que
      casi imposibilitaban la repartición: las cuales mostró el mismo Rey
      se quitaría, haciendo dos casos con su autoridad y decreto. La una
      que así como en Mallorca en semejante división se había usado, las
      jugadas de los campos, que antes eran cada una de tantos celemines de
      simentera,
      de allí adelante se redujesen a la mitad, y sobre esto se
      estableciese ley perpetua: pues con buen título y razón podían los
      conquistadores hacer y dar (como está dicho) nuevas leyes a los
      conquistados, mayormente no quedando ninguno de ellos en la ciudad, y
      viniendo bien en esta ley los que de nuevo la poblaban. La otra era,
      que se examinasen muy bien las mercedes y donaciones hechas por el
      Rey antes de tomar la ciudad, y que reconocidos los servicios y
      gastos hechos por cada uno de estos tales, y limitados según el
      tiempo que siguieron la guerra, y ejercitaron las armas, así fuese
      la justa recompensa dellos: porque desta manera sobraría para todos.
      Siguiendo pues los fieles la forma y advertimiento del Rey, no solo
      igualaron los campos con las donaciones, pero aun sobraron tierras: y
      con esto fueron heredados en la huerta y campaña de la ciudad,
      CCCLXXX hombres principales del ejército de los dos Reynos, los que
      por su valor y mano se ennoblecieron en esta conquista. Esto fuera de
      los grandes, y principales del consejo real, porque a estos el Rey
      les repartió, y dio en feudo villas y castillos por todo el Reyno,
      con la obligación de seguir al Rey en tiempo de guerra, o en otra
      manera, de mayor o menor cargo: según la merced hecha a cada uno
      dellos. Cuyas familias y linajes desde la conquista acá, han
      florecido y perseverado con mucha alabanza, y quedan en sus estados
      con la gloriosa memoria de sus antepasados.











      Capítulo XIV. De donde les viene a los Valencianos ser valientes en
      el acometer, y por qué causas el Rey les permitió los desafíos, y
      como fue Valencia Roma primero llamada.






      Con
      el buen repartimiento de campos y heredades que los fieles con el
      consejo del Rey hicieron, quedaron colocados en esta ciudad tan gran
      número de gente escogida, como arriba dijimos. Los cuales con el
      buen sustento, y continua guerra que siempre tuvieron en defender la
      ciudad, y conquistar el Reyno de los Moros, la ennoblecieron con su
      linaje y familia en tanta manera: que no sin muy justa causa entre
      todas las ciudades de España la llamaron Valencia la noble como
      planta
      frutificante,
      y descendiente de aquellas primeras familias de Aragoneses y
      Catalanes, que por haber seguido a este Rey en tantas guerras
      quedaron por sus propias manos ennoblecidas. Lo cual se arguye de la
      misma nobleza y fortaleza que hoy queda y permanece en sus
      descendientes. Pues realmente de la gente Española, ni para
      acometer, ni para menos tener cualquier peligro en las empresas,
      jamás fueron los Valencianos de los postreros. Porque a estos la
      saturnina melancolía de los Catalanes sus progenitores, mezclada con
      lo dulce de la tierra a que son muy dados, se les ha convertido en
      pronta y Marcial cólera. Y tanto más porque Marte es señor, y está
      en la casa del signo Escorpión, al cual, por observación de
      Astrólogos, está sujeta Valencia. Y así la concurrencia de los dos
      planetas (según lo afirma Cipriano Leouicio) hace los hombres
      generosos, fuertes, animosos, airados, ardientes, prontos, liberales,
      arrojados a todo peligro, buenos para gobierno, vanagloriosos, amigos
      de venganza, y que no sufren injurias como estos. De aquí fue que
      para moderar esta su natural y pronta cólera, porque movida se les
      pasase presto, y con darle un desvío pronto, no se reconociese en
      venganza, a fin que luego en pasar la guerra se siguiese la paz: les
      permitió el Rey los desafíos de uno a uno, o de tantos a tantos.
      Así porque aflojando la cólera con la presencia e igualdad del
      trance y armas, diese lugar a la concordia: como porque por la
      codicia de ganar honra y victoria en el combate, se aumentase el
      ánimo, y mantuviesen las fuerzas para emplearlas contra los enemigos
      de la Repub. De donde ha venido que, o por el natural hervor de la
      sangre, o por el apetito de gloria, no hay gente como ella, que menos
      rehuse
      este género de combate, ni a que más se haya siempre dado. Por esta
      misma causa, y ser los Valencianos tan propincos a los Saguntinos
      (como adelante mostraremos) es posible que antiguamente se hubiesen
      igualado en fuerzas y valor con ellos. Ni se da por fabuloso (dando
      la antigüedad por autor) lo que vulgarmente se refiere, que Valencia
      fue primero llamada Roma, por haber sido nombre impuesto por Griegos
      corsarios, que navegaron por estas partes, e hicieron sus entradas y
      correrías por las tierras y lugares marítimos, y que de haber
      hallado en Valencia más resistencia, y gente más guerrera que en
      las otras tierras, la llamasen
      Pxuñ


      que quiere decir
      valentia:
      y que por esta causa los Romanos reduciéndola a colonia, la llamasen
      Valécia, porque no encontrase con el nombre de Roma: mudando la voz,
      y quedando la
      significación,
      según que en nuestros Comentarios de Sale, lib. 2 más largamente se
      declara.











      Capítulo XV. Que los Aragoneses que vivían en Valencia podían ser
      juzgados según los fueros de Aragón, y aunque se les negó, fueron
      parte para que los de Valencia fuesen más benignos, y del abuso
      dellos.






      Volviendo a las leyes y
      fueros que el Rey estatuyo para la ciudad y Reyno, con asistencia de
      hombres muy letrados y expertos, y que habían considerado las leyes
      y gobierno de otras Repub. principalmente teniendo atención a los
      vicios e insolencias en que la mocedad Valenciana incitada por el
      gran regalo y abundancia de la tierra podía caer: determinó por
      estas causas fuesen los fueros de Valencia algo más ásperos que los
      de Aragón, los cuales de muy benignos, entre otras cosas, eximen a
      los delincuentes de venir a cuestión de tormento: y así quedaban
      los de Valencia en el inquirir, castigar y punir muy severos y
      rigurosos. Lo cual visto por los Aragoneses que estaban heredados y
      vivían en Valencia, acordándose de las libertades, y benignidad de
      fueros de Aragón, tentaron de contrastar sobre esto, siquiera por
      eximirse de ellos: pretendiendo que puesto que vivía en Valencia,
      habían de ser juzgados ellos y sus haciendas conforme a los fueros
      de Aragón. Pero fue por demás su demanda, porque se les respondió,
      sería cosa semejante a monstruo de dos cabezas, ser la ciudad y
      Reyno juzgado con leyes y fueros entre si contrarios y diferentes.
      Con todo eso fue tanta la porfía de ellos, alegando las libertades y
      benignidad de los fueros de Aragón que fueron parte para que se
      moderasen y diesen a Valencia fueros más benignos de lo que estaba
      ordenado, y de lo que agora (según la viveza de los ingenios y
      libertad de la gente) se les hubiera concedido. Puesto que a la
      verdad los mismos serían, agora como entonces, también suficientes
      para desterrar los vicios y males de la tierra, si se diese lugar a
      la ejecución dellos, y en los crímenes se ejecutase luego su rigor,
      y en los pleitos y cosas de hacienda, no se ampliase tanto su
      benignidad y favor, como adelante lo notaremos.











      Capítulo XVI. De la razón por que se describen las excelencias de
      la ciudad y Reyno tan copiosamente, y de las justas causas que los
      conquistadores tuvieron para dejar sus propias tierras por poblar a
      Valencia.






      No hay porque
      maravillarse, ni tener a demasiada afición, el tanto detenernos en
      la descripción de las excelencias de esta ciudad, que parece no
      queremos dejar cosa por decir de ella: porque en esto cumplimos con
      el oficio de fiel historiador, cual a este Rey se debe. Pues si de
      alabar el mundo con las grandes maravillas que en él hay, resulta
      tanto mayor obligación para haber de alabar al sumo artífice y
      criador del y dellas, como de obra y hazaña por sus manos hecha: a
      imitación y sombra de esto, habiendo sido el Rey el primer
      conquistador de esta ciudad, y echado a todos los infieles de ella, y
      de nuevo plantado la fé y religión Cristiana, regándola con la
      viva agua de doctrina divina, la cual mandó luego introducir en
      ella: y que por haberse con sus tan excelentes fueros y leyes
      perpetuando el buen gobierno y conservación de ella, ha llegado a
      ser y prosperar mucho más de lo que aquí la podemos alabar y con
      nuestro ínfimo estilo engrandecer: Porque todo esto no resultará en
      mayor loor y gloria del mismo conquistador? Como siendo esta una de
      las más bien acabadas hazañas por sus Reales manos, no será aquí
      muy copiosamente descrita y amplificada? Para que continuando lo
      dicho, con lo que por decir queda de ella, pasemos adelante, y
      mostremos, como a causa de haberse salido todos los moros de la
      ciudad, y quedar del todo desierta de gente, se siguió, que el
      ejército, no solo de los Aragoneses y Catalanes, pero de Franceses y
      Romanos (como arriba dijimos) se quedasen a poblarla, y por ella
      olvidasen sus propias tierras, por las sobradas causas y razones que
      para ello tuvieron. Porque si los hados (como el vulgo dice) les
      hubieran ofrecido felicísimo asiento y morada en esta ciudad, así
      fue igual la importunidad de todo el ejército, por ser acogidos en
      el repartimiento de las casas, y de los campos y heredades, para
      quedarse a vivir con ella. De manera que tan presto como la ciudad
      fue despoblada de los moros, fue poblada y dos tanto aumentada por
      los cristianos: pues con la religión y fueros tan santos para su
      temporal y espiritual gobierno, juntamente se introdujo (
      introduzio)
      la política (
      policía),
      y delicado modo de vivir en ella. Mas porque declaremos en particular
      algunas de sus principales excelencias, por las cuales es tan
      conocida y nombrada en todas partes: vamos por cabos declarando lo
      más principal de ella, y por lo que llega a ser muy singular entre
      todas las de la Europa. Como es por la comodidad de su asiento, por
      la gran templanza y suavidad de aire: por su rica y varia fertilidad
      de campaña: por su grandeza y concurrencia de gente: por su trato e
      infinidad de mercadurías, con las propias y muchedumbre abundancias
      del Reyno: que todo será para más descubrir el lustre y gran ser de
      ella. Volviendo pues a su asiento y fundación, lo que se entiende
      es, que según su natural sitio y aparejo para ser muy poblada, su
      fundación fue muy antigua entre todas las ciudades de España (según
      que otros escritores lo han significado) pero su aumento comenzó de
      aquel tiempo que la gran ciudad de Sagunto su vecina a XII mil pasos
      de ella (donde agora está Murviedro) fue destruida por Annibal y
      ejército de los Cartagineses, como adelante diremos. Porque se cree,
      que después de esta destrucción, que por no haberle acudido con el
      socorro el pueblo Romano padeció Sagunto: proveyó el Senado viniese
      Gne. Scipion procónsul a España, para ver si podría reparar las
      ruinas y pérdida de ella: pero como la halló tan despoblada y
      yerma, así por la gran falta de aguas, que por los conductos ya
      rotos solían traer a su río y vega: como porque Valencia, y otros
      pueblos vecinos a Sagunto, se las habían usurpado, y dividido entre
      si su territorio y campaña, pasó a Valencia, donde vista la gran
      fertilidad de la tierra, con la abundancia de aguas que para ser bien
      cultivada tenía, dejó a Sagunto, y en su lugar hizo a Valencia
      colonia Romana, y la sustituyó en toda la señoría y mando que
      Sagunto en su territorio poseía: ennobleciéndola con nuevos
      edificios, y otras comodidades públicas (como luego mostraremos) a
      causa de ver su felice asiento, y constelación (
      costellacion)
      próspera
      debajo del signo de Escorpión, con la compañía de Venus y Marte:
      los cuales (según la opinión de Astrólogos) causan admirables
      efectos, como en el capítulo XII, poco antes se han copiosamente
      declarado: y que bastan los efectos para creerlo. Lo mismo se halla
      en lo que toca a la pureza y sanidad de aire, y hermosura de tierra.
      Porque está situada en el mejor, y más templado suelo de la Europa:
      por estar hacia la marina, abierta al oriente: para que antes que los
      vapores crasos y húmedos que de la noche quedan puedan dañar por la
      mañana a los ciudadanos, los haya el sol ya levantado y disipado.
      Está hacia el Septentrión a tres leguas rodeada de un perpetuo
      monte, que desde el cabo donde está el devoto monasterio de frailes
      menores, que llaman Val de Iesus, corre hacia poniente y mediodía en
      forma de semicírculo, que comprende toda su vega y huerta. Por el
      cual monte pasan de invierno, y se refrenan los rigurosos vientos de
      la Tramontana, que revueltos con la fragancia de tan buenas yerbas y
      flores, purgan los malos vapores, y desecan las humedades de ella. A
      los cuales suceden de verano los vientos que los Griegos llaman
      Etesias, que son el Boreas templado: y muy saludables, porque suelen
      estos templar el excesivo calor de los caniculares. También por el
      poniente se vale de los lluviosos vientos de Castilla: para que con
      el más cómodo regadío del cielo, maduren los frutos de su vega, y
      los del monte crezcan. Puesto que su mayor abundancia de aguas le
      acude por el Levante: del cual también se vale para hacerse venir
      las naves cargadas de pan de Sicilia hasta su Grao y marina.
      Finalmente por la parte de mediodía, por donde había de ser más
      infestada, también templan su calor los suavísimos vientos
      Australes, que rociados del mar, por donde pasan, refrescan la
      tierra, y cuando el sol es más ardiente más los mueve, y son los
      que llaman embates. De donde es que con haber en ella concurso de
      todas las gentes y naciones del Orbe, a dicho de todos, ningún otro
      aire como el de esta ciudad se halla más común y saludable para
      todos: y tanto más porque si acaece a los extranjeros adolescer en
      ella, no hay otra en la Europa más pueda de remedios que ella para
      cobrar la salud: así por el grandísimo ejercicio de la medicina
      platica y especulativa que en si tiene: como por la mucha abundancia
      y excelencia de
      adrogas,
      de yerbas, y mucho más de regalos que en ella hay para los
      dolientes: y que se puede muy bien decir, como suelen, que valen más
      los regalos de Valencia que las medicinas de otra parte. Pues si
      consideramos las aguas en ninguna parte se hallan más saludables que
      en ella. Porque su río Guadalaviar, que viene de hacia el
      septentrión fresco, y desde su nacimiento muy quebrado y ligero por
      entre peñas, llega tan apurado, que según opinión de Médicos, y
      se prueba por experiencia, ningún río hay de agua más sana y
      delgada, que la suya. Mayormente después que la ciudad goza del
      ordinario y abundoso acarreo de la nieve, cuyo efecto es comunicar
      toda su frialdad al agua puesta en vasos (no mezclada con ella, que
      no es sano) sino con circular movimiento meneados, y refregados con
      en ella: porque de esta manera, restituyendo al agua su propia
      calidad primera que es de
      frigidísima,
      viene a ser muy grato, y para la
      concoction,
      y digestión, muy apto y sano el beber con ella. Porque demás del
      suavísimo regalo que se alcanza con el beber frío en tierra de si
      caliente, y más siendo el tiempo ardiente: aun es mayor la salud que
      se le sigue de esto, por la templanza y freno que el frío pone al
      excesivo calor interior de los cuerpos, cual del calor de hígado se
      padece en ella: como en nuestros Comentarios de Sale lo tenemos más
      largamente probado. Puesto que no por eso deja de ser buena el agua
      de los pozos, sino es para quien no la tiene vezada, de la cual
      abunda en tanta manera la ciudad, que con los de los arrabales se
      hallan treinta mil pozos en ella. Los cuales ayudan mucho a la
      firmeza y sanidad de la tierra, defendiéndola así de terremotos y
      otras aberturas, como de pestilentes vapores, para que salga no con
      ímpetu, debajo de la tierra sino poco a poco, y como rociados y
      templados por los mismos pozos.











      Capítulo XVII. De la rara y artificiosa obra de los albañares de la
      ciudad, y de la gran limpieza y sanidad que tiene por ellos.






      Se
      junta con los demás provechos que los pozos hacen a la ciudad, para
      ser una de las más limpias y sanas del mundo, lo que ayudan ellos
      para conservar y mantener aquella tan singular y rara obra de los
      albañares públicos, que en latín llaman cloacas, con los
      particulares de cada casa, hechos los unos y los otros con tanto
      artificio, y comodidad para la limpieza de la tierra: que realmente
      cuando no los había debía ser esta ciudad muy intolerable y
      enferma, por ser húmeda y caliente, donde más fácilmente se
      corrompen las cosas, que si fuese fría y seca. Como lo vemos de
      muchas otras, que por falta de esta policía, no solo se valen de
      corrales llenos de suciedades, pero las calles quedan inficionadas de
      mil inmundicias con intolerable hedor por las mañanas. Y así se
      halla que excede en esto a las cloacas y policía de Roma, y las
      demás ciudades de la Europa. Puesto que es fama fue por los Romanos
      hecha esta obra en Valencia, siendo Gne. Scipion procónsul y
      Presidente de España, y que por orden suyo se edificaron estos
      albañares, por sacar las suciedades no solo de cada casa, pero todas
      juntas sin ningún mal olor, fuera de la ciudad: lo cual es argumento
      que sin ellos no se podía vivir en ella. Esta obra subterránea
      dellos con tanto artificio, y suntuosidad hecha, que no fue menos que
      edificar media ciudad el acabarla, por tantos arcos, puentes, y
      bóvedas que en lo profundo hay, y tan fuertes, que aun causa mayor
      admiración, que de mil y setecientos años acá que se edificaron,
      han siempre permanecido y permanecen en su rigor y entereza de obra.
      La cual está acabada desta manera, que por la parte de entre
      septentrión y poniente, donde tiene un poco de pendiente la ciudad,
      le entra una grande acequia de agua, sacada del mismo río: la cual
      después de haber aprovechado para adobar paños y tinturas, se
      divide en tres otras acequias, que llevadas debajo tierra por sus
      albañares, no solo reciben las aguas de las lluvias que se recogen
      de las calles por los albellones, o caños, pero aun recogen las
      inmundicias o heces de todas las casas para echarlas fuera de la
      ciudad. Y con esto vienen a ser muy grandes por esta vía, que tiene
      cada casa por si pozo y cocina, de los cuales todas las aguas que
      echan caen en aquella canal, en la cual entran las inmundicias de la
      casa, las cuales ayudadas con el agua, por sus alcaduzes da en las
      madres o canales que artificiosamente hechas va por medio y debajo de
      las calles, hasta que da en los tres grandes albañares. De esta
      manera las suciedades de cada casa por si, y de todas juntas, van por
      fuera de la ciudad, hinchiendo los fosos y barbacanas entorno de
      ella, hasta que toman la vía de la mar, y fertilizan muy mucho los
      campos que de paso riegan. Pasa más adelante la policía, que si
      acaece en casa, o por las calles,
      ataparse
      los albañares, esto se conoce luego en el estancarse la corriente de
      ellos: y en abrir la madre, o canal en aquella parte se purga en la
      hora, sacando la suciedad. La cual no es intolerable de hedor, como
      suele en otras partes, ni infecta (inficiona) el aire, por cuanto no
      está de mucho tiempo represada. Para que así como en un cuerpo
      humano nace la dolencia de la dificultad que hay para expeler
      (expellir)
      sus excrementos, y como por el contrario sana con la fácil
      evacuación dellos: por lo semejante se prueba, que la principal
      salud de esta ciudad consiste en la limpieza y continua evacuación
      de las inmundicias de ella.











      Capítulo XVIII. Del estanque llamado Albufera que no es malsano,
      antes causa muy gran provecho y recreación a los de la ciudad.






      Mucho
      menos hay que oponer por contraria a la salud de la ciudad la
      vecindad del estanque, que llaman Albufera en arábigo, y significa
      mar pequeño. La cual está a una legua de la ciudad, y tiene tres de
      largo: por pretender algunos que por estar al mediodía, y retenidas
      en él las aguas, fácilmente se corrompen con el grande calor de la
      tierra, e infectan la ciudad. Lo que en ninguna manera se sigue, ni
      puede corromperse, a causa de ser tan grande y espacioso, y entrar en
      él algunas continuas acequias de agua, de la cual, y de la del cielo
      viene a crecer tanto, que lo abren de cuando en cuando por la parte
      donde está estancado y más propinquo al mar, y por allí se vacía
      y purga toda su hez y corrupción. De donde se sigue que entrando
      aquella agua en la mar al gusto de su dulzura suben infinitos peces
      pequeños por la corriente arriba, y se meten por el estanque
      adelante, los cuales creciendo, y no permitiéndoseles volver al mar,
      es increíble la ganancia que dan a los pescadores, y provisión a la
      ciudad, por ser tanta la abundancia de pesca que en él se queda.
      Demás de la infinita diversidad de aves acuáticas (
      aquatiles)
      que de invierno vienen de otros estanques a este, tanto que lo
      cubren, y están tan asidas a él, que no hay levantarlas de una
      parte del estanque, que no se asienten luego sobre la otra. Por donde
      causan tan grande recreación y regocijo a los que navegan pescando y
      cazando por él, que viene a ser este uno de los más regocijados
      recreos y deleites de cuantos hay en la Europa: así por la seguridad
      de la navegación, por no haber en él tormenta, como porque a causa
      del poco hondo, que apenas llega a un estado de hombre, no puede
      haber naufragio que no sea más ridículo que peligroso. Y también
      por la variedad y singularidad de caza y pesca juntas, de que en él
      se goza. Pues se ve entre los que andan con sus barquillos navegando,
      los unos atender a pescar: los otros a levantar las aves espesas como
      nubes a volar sobre ellos, y cada uno con su arco a derribarlas a
      bodocazos,
      los otros a seguir los jabalíes que a veces se ven pasar a nado, y
      travesar el estanque de una
      dessa
      en otra. De manera que todos juntos, y cada uno por si, gozan de las
      tres cosas a la par alegrísimamente, y más que por remate de la
      fiesta, se juntan todos en medio del estanque, aprestada la flota de
      cuarenta, o cincuenta barcos, y con la buena mochila que cada uno
      trae, hacen sus comidas tan espléndidas (
      esplandidas),
      y con su música y danzas tan regocijadas, como se harían en medio
      de la ciudad, según que se refiere en nuestros Comentarios de Sale,
      donde se hace más cumplida descripción de este estanque.











      Capítulo XIX. De la gran fertilidad de su vega y de la diversidad de
      mieses, árboles y frutas, con la artificiosa compostura de sus
      huertas.






      Pues
      habemos discurrido sobre la buena sanidad y temperamento que en el
      sitio, cielo, aire, y aguas, de esta ciudad hallaron los
      conquistadores tan cómodo para si, mostremos como mucho más por la
      grande fertilidad y abundancia de su campaña y vega, se determinaron
      a vivir en ella. Porque la hallaron tan varia y copiosa de frutos,
      que pudieron muy bien compararla con la tierra de Egipto. Pues a
      esta, como por tener el cielo siempre sereno, y el suelo fértil y
      hecho a producir todo género de frutos, en salir el río Nilo de
      madre con su limoso riego la hace abundar de toda variedad de mieses:
      así en esta ciudad y vega cuyo cielo casi de ordinario es sereno, no
      solo los comunes frutos de otras tierras, pero seiscientas maneras
      dellos suele producir de suyo con la buena obra de Turia su río
      fecundísimo. El cual no con excesiva creciente, ni con ordinario
      salir de madre, como el Nilo, sino con la medida y artificiosa
      derivación de sus aguas por acequias, que riegan los campos, y los
      alegran y fertilizan no hay semilla, y ni injerto, ni frutal en el
      mundo, que plantado y cultivado en el campo de Valencia, no tome y
      fructifique cumplidamente. Demás que puede tanto la industria y
      trabajo del labrador en bien cultivarle, que nunca lo deja estar
      ocioso, ni carecer de fruto: pues se halla que un mismo campo produce
      tres o cuatro mieses en un año. Qué diremos de su admirable cultura
      en injertos de árboles? Qué de su lunar observación y orden en el
      plantarlos? Dónde se vio de un mismo tronco salir cuatro diferentes
      especies de un género de fruto? Qué se dirá de la infinidad de
      viñas, cuyo licor en abundancia llega hasta dentro en las Indias?
      Pues si admirable es la variedad de sus árboles, si la fruta de
      ellos, rara y suavísima: también es la vista y composición de sus
      huertas, y el artificioso concierto de ellas incomparable: por la
      increíble copia que en ella hay de arrayanes, jazmines, naranjos,
      limones, y cidras de infinitas maneras con que los sentidos del
      olfato y vista tanto se apacientan y el gusto despierta.











      Capítulo XX. Del asiento y descripción del Reyno, y de su grande
      fertilidad, y como se divide en tres regiones, y de las Prelacias y
      ditados que en él se contienen.








      Hemos
      (
      auemos)
      ya dicho de la ciudad, y su campaña, queda lo que se ofrece declarar
      del Reyno, así de su asiento y postura, como de su gran fertilidad y
      cumplimientos de toda cosa. Del cual hallamos que está como en
      figura cuadrangular, extendido sobre la ribera del mar mediterráneo
      Baleárico, hacia el Oriente y mediodía, y que siguiendo la costa
      del mar, por el cual está el Reyno atajado, su longitud es sesenta
      leguas, y su latitud desigual cuando mucho es XVI leguas, y cuando
      menos ix. Tiene su elevación de polo en treinta y ocho grados, y
      según afirman los Astrólogos está sujeto al signo de Escorpión
      con los de Venus y Marte: como poco antes en la descripción de la
      ciudad se ha notado. Los Reynos que lo encierran, y cercan de mar a
      mar, son el de Murcia por la parte de mediodía, el de Castilla, por
      el poniente, el de Aragón por Septentrión, y el de Cataluña, que
      cierra el otro cabo del mar, entre septentrión y Oriente. Es todo él
      hacia lo mediterráneo muy lleno de montes, y sus llanuras son hacia
      la marina, que como medias lunas se extienden espaciosamente, y las
      llaman planas. A estas cercan los montes, cuyos cabos entre plana y
      plana van a dar a la mar, y se riegan por sus ríos y fuentes que
      pasan por medio de ellas: como es la plana de Burriana, que hoy
      llaman de Castellón, por ser esta la mayor y más principal villa de
      ella, que la riega el río Mijares: a la plana de Murviedro el río
      Palancia: la de Valencia el río Guadalaviar: la de Alzira el río
      Chucar: la de Gandía y Oliva sus propios ríos: la de Denia y Xabea
      sus fuentes y
      añoríos:
      y lo mismo lo de Villajoyosa y Alicante. Finalmente la de Elche y sus
      circunvecinas, y entre todas la de Orihuela que riega el río Segura:
      demás de la mediterránea y fertilísima huerta de Xatiua con sus
      dos ríos, y algunos otros grandes valles que van a dar en el mar
      como la de Bayrén (
      Bayré)
      que es de Gandía (
      Gádia),
      y la de Valdina y otras: de las cuales adelante hablaremos. Sin estas
      hay otra mayor que llaman de Quart, que confina con la vega de la
      ciudad, la cual si se regase (que bien podría) sería para mayor
      abundancia de pan y
      ceuadas
      que todas las otras juntas: las cuales por ser marítimas y de
      regadío, son de las más fértiles y
      frutíferas
      del mundo. Porque su fertilidad no solo consiste en la abundancia,
      pero en la mucha variedad y diversidad de frutos, y sobre todo en la
      excelencia de cada uno de ellos. Fuera de estas llanuras marítimas,
      todo lo demás del Reyno son montes y valles en muchas partes ásperos
      y fragosos, pero tan llenos de grandes y pequeñas fuentes, que por
      ellas son los valles muy fértiles y abundosos de todo género de
      mieses y frutales, aunque no tanto como lo marítimo, por no gozar,
      así bien del aire y comercio de la mar, como del suelo tan húmedo.
      Con todo eso son los montes muy fértiles para panes y pastos de
      ganados, junto con la templanza del invierno, pues por esto, y nunca
      faltar el pasto, son la
      estremadura
      de Aragón para ganados. De donde viene a ser este el más habitado y
      poblado reyno de España, pues vemos en él fundadas cinco ciudades,
      y sesenta villas, y al pie de mil lugares, y que contiene dentro de
      si un Arzobispado, de Valencia y dos Obispados, Segorbe y Orihuela,
      con la mitad del de Tortosa: con catorce
      ditados
      y estados de señores, que son tres Ducados, Segorbe, Gandía y
      Villahermosa: cinco Condados, Cocentayna, Oliua, Almenara, Albayda, y
      Elda: cinco Marquesados, Denia, Elge, Lombay, Guadalest, y Nauarres:
      y un Vizcondado, Chelua, todos ricamente dotados. Demás de las dos
      supremas dignidades de Almirante de Aragón y de Maestre de Montesa
      con sus encomiendas, y en fin se hallan en él hasta ochenta mil
      casas de Cristianos viejos, y veinte y dos mil de Moriscos: estos por
      la mayor parte están esparcidos por los montes y valles del Reyno, a
      causa de que al tiempo de la conquista como fuesen echados de las
      ciudades y villas muchos de ellos se fueron a habitar por los montes
      ásperos, y valles solitarios, y doquiera que hallaban fuentes, o
      ríos allí hacían sus chozas y asiento: y los señores en cuyo
      término, o territorio paraban, ayudándoles a poblar y hacer casas,
      se los avasallaban, y así quedaron muchos valles y hoyas, que dicen,
      pobladas de ellos por todo el Reyno. Los cuales dándose a la
      agricultura, carbonería, y esparto, con otras granjerías del monte,
      llegaron a proveer la ciudad, como hoy en día, de muchas cosas, y a
      enriquecer sus señores. Porque de viles y miserables que son
      trabajan, y no comen, ni visten, por vender y hacer dinero. Puesto
      que los que quedaron en las llanuras, con las granjerías más ricas
      del azúcar y otras cosas, pasan la vida con más policía que los
      montañeses. Está pues el Reyno dividido en tres regiones (como
      brevemente ya antes se ha señalado) la primera que toma desde la
      raya de Cataluña hasta el río Mijares, que dijeron de los
      Ilergaones, y la habitan los Morellanos, y los que llaman del
      maestrado de Montesa, es tierra por la mayor parte montañosa y
      áspera, pero muy abundante de seda, de aceite, y de mucho y muy
      excelente vino, de pan no tanto, pero con los buenos pastos para
      ganados, y el lanificio, con la oportunidad del mar y pescados,
      tienen los moradores buen pasamiento en ella. La segunda región que
      toma desde el río Mijares hasta el río Xucar, es la Edetania
      marítima, y contiene en si las planas de Castellón, de Murviedro, y
      de la ciudad, hasta la plana de Sueca (
      çueca)
      y Cullera, con todo lo que hacia Aragón y Castilla comprende el
      Ducado y ciudad de Segorbe con su Obispado, con las villas de Xerica
      y Chelua, que todo es parte de la Edetania. La cual es tierra fértil,
      y aunque fragosa, pero con la oportunidad de los ríos y regadío,
      son los valles de ella muy fructíferos, y de los bien cultivados del
      Reyno: y que en todo género de mieses tienen su medianía. La
      tercera región que es la Contestania se extiende desde Xucar hasta
      Biar y Orihuela, frontera del Reyno de Murcia, contiene en si las
      tres ciudades, Xatiua cabeza desta región, Alicante, y Orihuela, con
      muchas villas grandes, y muy poblados lugares, los cuales pasada
      Xatiua, todos son montañas, tan abundantes de mucho y muy buen
      trigo, vino, aceite, sedas, ganados mayores y menores, de lanas y
      obra de
      peraylia,
      y de la yerba sosa borda, o
      barilla
      tan necesaria para hacer el
      vidro,
      y hay campos de ella: que en fin se tiene por la más rica y
      provechosa partida del Reyno.












      Capítulo XXI. De los grandes provechos y comodidades que la ciudad y
      Reyno tienen por la vecindad del mar, y de lo que se opone a esto y
      se responde.






      Por
      la gran distancia y longitud que el Reyno tiene desde la raya de
      Cataluña hasta la del Reyno de Murcia siguiendo la costa del mar se
      ve que mucha más vecindad tiene con la mar que con cualquier de los
      otros cuatro Reynos que le cercan por tierra, y que así por esto,
      como por ser mayores las ocasiones y provechos que de aquí se
      ofrecen al Reyno, se enriquece más por la mar, que por el comercio
      de la tierra. Y no solo por la riquísima ganancia de la pesca, pues
      demás de serle continua, y que arma sus almadrabas para pescar los
      atunes y otros pescados de paso: y también se vale mucho del
      ganancioso uso de la navegación, mediante el cual, las provisiones y
      mercadurías de otras partes le entran con gran abundancia, y las del
      Reyno se sacan con mucha ganancia. Puesto que contra esto oponen
      algunos, que le vale poco el mar a la ciudad, pues no solo carece de
      puerto, pero tiene (como en el precedente libro dijimos) la más
      peligrosa playa del mundo: y porque no goza como otras ciudades, que
      están a la lengua del agua, de la continua vista y alegre
      contemplación del mar, del cual está media legua apartada, y así
      se privan los ciudadanos del regocijo y contentamiento que da el ver
      aportar naves y galeras, y desembarcar nuevas gentes, y mercadurías
      de todas partes, y del continuo refresco y viento de mar, con otros
      muchos provechos y comodidades que trae el vivir junto a él. Mas
      todo esto, a la verdad bien mirado, no es de tanta consideración:
      que por eso pierdan su lustre y valor las ciudades mediterráneas, y
      que no valgan otras, ni sean tenidas por marítimas las que ven y
      descubren el mar, aunque de lejos, sino las que se dejan lavar y
      combatir de sus olas: siendo así que la distancia con retención de
      la vista del mar, sucede en mayor reposo y tranquilidad y aun
      utilidad de las tales ciudades. Porque si bien lo consideramos, que
      provecho ni utilidad se saca del continuo mirar el mar, y contemplar
      el inquieto movimiento de sus inconstantes olas, que jamás están
      quedas, sino que, conforme a su movimiento, o hacen vacilar los ojos,
      y al ánimo que los sigue, o no dejan considerar con atención las
      cosas: antes parece que embotan el ingenio, y que los hombres de
      tanto mirarlas dan en tontos: por lo que vemos que ningún género de
      gentes son de menos discurso, ni más rudos que los pescadores, que
      nunca parten los ojos del agua. Por esta y otras razones, el gran
      historiador T. Livio, describiendo el asiento de la ciudad de Roma,
      pone por muy grande utilidad la distancia que de ella a la mar hay de
      doce millas: y ni porque su puerto de Ostia es pequeño, y no
      frecuentado de grandes naves, ni porque su playa Romana sea muy
      peligrosa de navegar, disminuye en nada las alabanzas de Roma. Porque
      no hay duda, sino que la ciudad marítima que carece de puerto, está
      menos sujeta a la repentina venida de armadas de enemigos. Por donde
      como no es notable falta de la ciudad carecer de puerto, así es
      mucho más útil que en el Reyno haya pocos puertos, y aquellos bien
      fortificados, pues para lo que toca a la guardia de los corsarios
      Moros de África, que solían muy de ordinario robar toda la costa
      del con sus repentinos asaltos, y gente infinita que cautivaban, se
      ha hallado en nuestros tiempos, por la felice memoria de Carlos V
      Emperador y gran Rey de España, y con la industria de Don Bernardino
      de Cardenes
      Duque de Maqueda Visorey que entonces era de Valencia, el
      más sano remedio que hallarse podía: como si de nuevo cercaran toda
      la costa de muy alto y fortísimo muro. Esto se hizo levantando por
      todas las sesenta leguas que hay de un cabo de la costa al otro,
      hasta veinte y cinco torres muy altas y bien fortificadas,
      comprendidas las que ya los pueblos grandes marítimos tenían
      hechas, las cuales a dos leguas de distancia se van de una en otra
      descubriendo, con dos hombres de guarda y uno de a caballo que están
      en cada una dellas: para que cada prima noche con fuegos se hagan del
      un cabo al otro señales de paz, o de enemigos que andan por la mar,
      señalando el número de los bajeles, o fustas descubiertas, para que
      en espacio de un hora quede avisada toda la costa, y estén los
      lugares marítimos y las compañías de caballos ligeros que hay de
      guarda en orden, así acaece que en ver los corsarios que son
      descubiertos, o se van, o si se echan en tierra, luego saltan las
      guardas de caballo a dar aviso a los pueblos, los cuales salen y
      cogen los moros con la presa hecha. Este remedio ha
      succedido
      tan prósperamente, que de muchas personas que solían los corsarios
      cautivar cada año, y con el rescate dellos destruir el Reyno, pasan
      diez años que apenas pueden hacer un asalto sin gran riesgo suyo:
      porque mayor alarma no se les puede dar, que descubrir los de las
      torres. Finalmente tiene el reyno repartidas por territorios y
      pueblos sus particulares abundancias, y fertilidades de frutos, con
      los cuales no solo sustenta a si, y a la ciudad, y Reynos comarcanos:
      pero aun a los de allende el mar provee. Pues hallamos en el mismo
      Reyno tierras que abundan de panes, y pastos para ganados: otras de
      vinos y algarrobas, otras de aceite y miel: otras de azúcar y arroz:
      otras de cabrío, carbón, y leña: de esparto las más: de seda, y
      su gran trato todas sin sacar ninguna.







      Capítulo
      XXII. De la objeción (
      obiection)
      y nota que algunos ponen al Reyno por la falta de pan y carnes, a lo
      cual se responde y satisface.






      Queda
      satisfacer a los que a boca llena burlan de quien alaba este reyno
      por abundoso en todas cosas, padeciendo tan grande falta de pan y
      carnes, que sea necesario en cada un año hacer provisión de ello, y
      traerle de reynos extraños: mostrando que ni para si, ni para la
      ciudad tiene de estas dos tan importantes vituallas, lo que ha
      menester para su mantenimiento. Pero yerran no poco los que
      livianamente juzgan de las cosas, sin mejor considerarlas: siendo así
      que está en mano del Reyno mostrar como puede abundar de todo, si
      bien, lo que hace por su parte, se escuchare. Porque entre otras
      cosas, si la mucha variedad y copia de árboles como frutales y
      morales: si el increíble viñedo, y las mieses de azúcar y arroz,
      con otros delicados frutos que ocupan sus campos y heredades, se
      convirtiesen en sementeros de pan y pastos de ganados: si la
      innumerable gente que por el Reyno hay, señaladamente en la ciudad,
      que le sobra para poblar tres otras como ella, fuese menos: si tantos
      extranjeros como a ella vienen con su grande trato no la
      encareciesen: no hay duda, sino que los
      atroxes
      y
      carnecerias
      de ella abundarían todo el año de su propio pan y carnes para los
      naturales. Pero si fue miserable cosa ver al Rey Midas, con sobrarle
      mucho oro perecer de hambre (según la fábula) no sería de mayor
      cortedad y miseria del Reyno de Valencia (teniendo en esto de do
      valerse) ocuparlo con sola la crianza de pan y carnes, y con esto
      privarle de la varia, rara, y admirable producción de tantos otros,
      y tan excelentes frutos? Porque dado que la falta de pan es el nudo
      (ñudo) que más ata y enreda la Repub. es tanta y tan solícita la
      diligencia, que los padres y Regidores de ella suelen poner en el
      proveerse del a su tiempo, y prevenir a esta necesidad: que en los
      mayores y más estrechos tiempos de hambre, cuando más universal ha
      sido por toda España, Valencia por su prevención ha tenido hartura.
      Demás que de sus vecinos y comarcanos Reynos de Castilla, que son
      abundantísimos de pan, y no pueden pasar sin valerse para muchas
      cosas de Valencia, es tan ordinaria y cotidiana la provisión y
      acarreo del, que se puede la destos comarcanos reputar por propia y
      doméstica mies del Reyno: y como sementera que no ha de faltar,
      contarla entre las harturas de Valencia. Lo mismo se puede decir de
      las carnes, ser tan abundante la crianza dellas en sus vecinos Reynos
      de Aragón y de Castilla, que por sobrarles, es necesario, siendo tan
      cierta la expedición y ganancia, traerlas a la carnicería de
      Valencia. De donde se echa de ver la sobrada razón que los
      conquistadores tuvieron para dejar sus propias tierras por habitar
      esta, y lo mucho que por sus descendientes hicieron en heredarlos en
      tan abastada ciudad y Reyno, donde gozasen de tan saludable aire, de
      tan deleitoso cielo y fértil suelo.











      Capítulo XXIII. De la comparación que de Cataluña y Aragón se
      hace con Valencia.






      Los
      mismos que hasta aquí daban contra la ciudad, no pudiendo en ella
      hacer mella, las quieren haber contra sus naturales y ciudadanos,
      notándolos de inútiles y livianos, por cuanto de verse que gozan de
      tierra tan fértil, abundante, y regalada, tienen tanta cuenta con lo
      presente, y en holgarse, que por eso ni les fatiga la memoria de las
      cosas pasadas, ni el cuidado de lo por venir les apremia, ni se
      aprovechan de la constancia y templanza de sus Reynos comarcanos de
      Aragón y Cataluña
      , para tener más cuenta con la honra y hacienda,
      que no con el buen tiempo y holganza cual los desta ciudad tienen. Y
      así dan mucho que maravillar de si, porque siendo estos dos Reynos
      tan conjuntos y circunvecinos a Valencia, son en el vivir, y en el
      pretender, los unos de los otros diferentísimos. A lo cual se
      responde, que la diferencia que entre si tienen los tres Reynos es
      natural e innata a cada uno de ellos, o por alguna influencia y
      constelación del cielo, o por el asiento y propio agro de la tierra,
      o que por la competencia y guerras que antiguamente hubo entre ellos,
      se diferenciaron en el modo de vivir y costumbres. Y así parece que
      la diferencia de entre ellos nació de los tres tiempos, pasado,
      presente y por venir. Pues se ve que los del Reyno de Aragón, porque
      siempre se glorian de los hechos de sus antepasados, y a respecto de
      ellos desprecian los presentes, ni tienen tanto cuidado de lo por
      venir, sino que con gran constancia y valor defienden sus fueros y
      antiguas leyes, como testigos de su antiguo valor y libertades: es de
      ellos el tiempo pasado. A los Catalanes, o por la esterilidad de la
      tierra que en muchas partes es mal cultivada y delgada, o porque
      naturalmente son hechos a la templanza y provecho, y de lo por venir
      tan solícitos que apenas gozan de lo presente: les cupo el tiempo
      venidero. Mas los Valencianos, a quien por la fertilidad y abundancia
      de la tierra, les es casi presente toda cosa, y que más cuenta hacen
      de su propia virtud y hazañas, que de las de sus antepasados: ni
      tampoco temen les ha de faltar la gracia de Dios en lo por venir, y
      por eso gozan de lo presente, es este su propio tiempo. De donde les
      viene muchas veces el ser largos y también pródigos. Como se ve,
      que para los pobres de Cristo, y para el mantenimiento de su religión
      y religiosos, mayormente para la amplificación de sus Templos y
      culto divino, son manifiestamente liberales. Porque lo dan de buena
      gana y se alegran del bien que hacen. De aquí viene que los mismos
      tres Reynos, en la misma forma que los tres tiempos, también se
      reparten entre si los tres bienes, de que viven, y suelen honrarse y
      gozar los hombres: que son el honesto, el útil, y el deleitable,
      pues así como por las mismas causas y razones que arriba acomodamos
      los tiempos a los Reynos, lo honesto recae en Aragoneses, y lo útil
      en Catalanes: así en los Valencianos, que saben usar de todo, cabe
      lo deleitable, y se compadece (como dice Salomón) junto con el buen
      vivir, el alegrarse.











      Capítulo XXIV. De los ingenios Valencianos y como por la comparación
      del azogue se descubre la grande excelencia y fineza dellos.






      Concluyen
      su porfiada querella contra los Valencianos los que en los dos
      precedentes capítulos vanamente dieron contra la ciudad, y arguyendo
      de livianos a sus ciudadanos, disparan su mal concertada machina
      contra los delicados y raros ingenios dellos: de los cuales, aunque
      confiesan que son singulares, y de muy excelente discurso, como por
      otra parte sean inquietos, y demasiado agudos, dicen que despuntan en
      variables, y que de ahí vienen a ser los sujetos inconstantes, y
      poco firmes en sus dichos y hechos. Lo que si cae en hombres de
      gobierno, les parece que puede resultar en gran daño de la Repub.
      siendo la fundamental virtud de ella la constancia. Declaran más su
      intención, para probar la poca firmeza, y menos tomo de estos
      ingenios, con la comparación y semejanza que de ellos hacen con el
      azogue, o argento vivo, que los Philosophos naturales llaman
      Mercurio, a causa que con su inconstancia e inquietud burla a los que
      le tratan, mayormente si entienden en detenerlo, o como dicen,
      aquedarlo.
      Y esto, por lo que de él juzgan los Alchimistas, que no solo es muy
      necesario para juntar y
      colligar
      los otros metales entre si: pero aun afirman, que de si es pura y
      fina plata, y que pasaría por tal, si no se huyese, o si
      aquedase:
      según que muchos dellos han trabajado infinito por aquedarlo, pero
      no a todos ha
      succedido
      bien su trabajo. Viniendo pues a cuadrar la comparación, parece
      cierto que con ella más presto se alaba por todas vías, y que por
      ninguna se vitupera la calidad destos ingenios. Por cuanto se muestra
      claramente por ella, como a manera del azogue ha de ser el buen
      ingenio humano, veloz, pronto, y fácil: porque con esto es más
      apto, y se dobla más para aprender y
      collegir
      todas las ciencias y artes, y para mejor discurrir por todas ellas.
      Pues así como al azogue les es propia la mudanza, e inquietud, y ni
      por eso pierde su propia naturaleza de plata fina: por lo semejante,
      como haya sido tenido siempre en menos el ingenio tardo y perezoso,
      que el acelerado y pronto: le tienen tal los Valencianos, que se
      aventaja al de todos. Porque debajo de aquella celeridad se muestra,
      que los tales ingenios andan, discurren, y traspasan el inmenso e
      infinito piélago de la
      raciocinació,
      y discurso humano: y que no hay alteza, ni profundidad, ni latitud de
      polo a polo, que no la penetren y transciendan. Mas aunque se así
      (como lo vemos) que los tales ingenios dan en precipitadas, y
      peligrosas deliberaciones, y que hacen varios e inconstantes sus
      dichos y hechos a los deliberantes: todavía, como los Alchimistas,
      en poco, o en mucho, han hallado el modo y arte para que no se vaya
      el azogue, mas que se pueda gozar por plata fina: así no ha faltado
      a los Valencianos su arte y manera para moderar y asentar su
      movilidad y demasiada agudeza de ingenios. Porque han hallado una y
      muchas formas y vías por do guiarlos, de manera que den en honestas,
      iguales, y constantes deliberaciones, a las cuales, por los medios de
      la buena institución, mostraremos como los ciudadanos desde su
      tierna edad van muy bien encaminados.











      Capítulo XXV. De los medios y remedios que Valencia tiene para
      reducir los ingenios de sus naturales a constantes, discurriendo por
      todos los estados.






      Ordinaria
      cosa es en las ciudades siempre que se ven algunos mozuelos hacer
      insolencias y malas crianzas, dar la culpa a sus madres, porque de
      haberlos criado regaladamente y no castigado quedaron tales. Pero no
      hay porque en todo condenarlas, si consideramos cuan mezclado anda
      con lo irracional el amor natural de las madres para con sus hijos: y
      aun mucho más las excusaremos, si mostraremos como en la crianza
      dellos, aunque son ellas las que ministran, el sobrestante de esta
      obra y la que en ella manda, es naturaleza: por lo que para su
      intención y fin cumple, que este humano y corporal edificio se
      levante muy firme y recio, y como los cimientos no suelen ser
      labrados, ni pulidos, sino de piedra dura, y de argamasa fuerte: así
      a las madres se les permite en la crianza de sus hijuelos tiernos,
      ser muy piadosas con ellos, y hacerles grandes regalos, antes que
      rigurosamente castigarlos, ni darles golpes. Pues demás que por
      entonces el niño tierno, no es capaz de disciplina, ni se acuerda,
      que por que lloró le dieron: también dándoles, se espantan, y se
      perturba en alguna manera lo que naturaleza obra en los tales, que
      solo está intenta en adormecerlos, y proveerles de regalados
      alimentos, y en hacer buenas paredes de carne, y firmes cimientos de
      huesos, a fin de que por la ternura del edificio, no entre en él
      mazo, ni escoplo de disciplina, antes de los cinco años: sino que
      suave y rudamente pase adelante, solo que crezca y embarnezca el
      sujeto, para que el alma su moradora, pueda labrarle con las
      disciplinas a su modo, y con más seguridad pulirle dentro y defuera.
      De donde se ve en Valencia, que los ingenios que con la buena leche y
      regalos crecen, vienen comúnmente a ser más delicados y sutiles, y
      con esto tanto más vivos y dóciles para ser instruidos en todo
      género de artes y disciplinas, y mucho más en la Cristiana: porque
      esta con la leche comienzan a percibirla. Con este primer fundamento
      de crianza, los unos se dan a las siete artes liberales, los otros a
      las siete mil mecánicas, y como para estas tenga la ciudad tantos y
      tan excelentes maestros, y delicados oficiales, que las enseñan, y
      aprovechan a cada uno en su arte: por esta vía se halla que los
      ingenios destos, que por ventura no hallándose con alguna arte, de
      vivos se perdieran, se sosieguen y perseveren en lo bueno. Lo mismo
      se procura y provee, aunque por más excelentes medios, para los que
      siguen las liberales, pues para todo género de ciencias, tiene la
      ciudad dentro de si fundada una de las más insignes y famosas
      Universidades de España, la cual como en lenguas, y las demás artes
      (fuera de Cánones y leyes) iguala con todas, así en la sana
      exposición de la santa
      escriptura
      no debe nada a las demás: ayudándose de la frecuencia y concurso de
      diversos
      Collegios,
      y conventos de todas órdenes y religiones, que con igual lección y
      doctrina sólida magnifican la facultad Theologica. Los cuales con su
      predicación, y ejemplar vida, a gloria de Dios fructifican y
      cultivan estos liberales ingenios de los ciudadanos de manera, que
      vienen a asentarse y apoyarse en lo bueno, y de volátiles como el
      azogue, con tan buenos medios y remedios paran en constantes como
      plata fina. Señaladamente los ciudadanos del regimiento a quien toca
      el gobierno de la República: cuyos ingenios cultivados con la buena
      institución, y mediano ejercicio de letras, junto con el buen
      ejemplo de sus padres
      conscriptos
      que la rigieron, vienen a ser muy asentados, y a ponerse con debido
      celo y deseo de acertar en el regimiento de ella. Los cuales no
      porque no hayan visto, ni tratado en otras Repub. se han de tener por
      faltos de experiencia: pues solo el haber nacido y vivido en esta
      ciudad, y haber leído los estatutos y
      ordinaciones
      de ella, junto con tener ojo a los ejemplares pasados cerca de su
      gobierno, les basta para quedar muy curtidos y experimentados en toda
      cosa de su oficio público. Demás que no han de ser tenidos por
      varios, y mudables de ingenios, por ser así, que muchas veces son
      varios y mudables en los pareceres, y recios en el contradecirse unos
      a otros: que lo permite esto el Ángel bueno de la Repub. para que
      más se avive el buen
      zelo
      de cada uno en mayor beneficio de ella:
      asin
      que como en el parto del hijo suelen preceder mayores dolores: así
      de mayores oposiciones y contradicciones nazcan más perfectas de
      liberaciones y decretos. Pues ni esto les viene por falta de celo, ni
      por ser rústicos y pertinaces, sino por ser de blandos y bien
      acomodados ingenios, para variar a la postre, si menester fuere, y
      como sabios mudar de parecer, siempre de bueno en mejor. Porque tales
      ingenios, aunque fáciles y agudos, como sean blandos y suaves, son
      más aptos para el buen gobierno, que no los tardos y tercos, que de
      muy casados con su parecer vienen a concebir y parir efectos
      monstruosos. Y así se ve, que el gobierno de esta ciudad es de los
      más admirables y bien trazados del mundo. Pues ni podría ser en
      ella el vivir tan suave, ni el pasamiento tan alegre y de contento,
      sino se gozase de toda la abundancia que humanamente se desea: la
      cual totalmente nace, y es manifiesto fruto del buen gobierno y
      administración de ella. Todo lo cual se debe a este buen Rey que dio
      el principio y medios para que en esta ciudad siempre fuese bien
      gobernada. Como aquel que participando de la constancia Aragonesa, y
      de la templanza Catalana, se perfeccionó con la afabilidad y
      liberalidad Valenciana, y alcanzó título y renombre de
      constantísimo, prudentísimo, y liberalísimo.







      Fin
      del libro duodécimo.