Mostrando las entradas para la consulta capilla ordenadas por relevancia. Ordenar por fecha Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas para la consulta capilla ordenadas por relevancia. Ordenar por fecha Mostrar todas las entradas

domingo, 12 de julio de 2020

CAPÍTULO XXXVII.


CAPÍTULO XXXVII.

De los obispos de Lérida que fueron después de la pérdida de España, hasta el año 1433, en que murió don Jaime de Aragón, último de los condes de Urgel.

El año 714 ha sido el más infeliz y triste de todos para nuestra España, pues en él recibió el castigo que merecían los pecados de ella, que cada día gritaban y pedían justicia a Dios. Esta fue tal, que quedó acabada, asolada y del todo perdida, las iglesias profanadas, los edificios de ellas derribados, rompidas y maltratadas las imágenes, destruidos los sepulcros y sacados fuera los huesos de los difuntos, y si algún oratorio o templo quedaba en pie, o era para ser establo de bestias, o mezquita de moros, que era aún peor. Quedó el rebaño de los fieles sin pastores, a la voluntad de los lobos, y apenas quedó obispo en ninguna ciudad, y los que quedaron se hubieron de apartar a montes desiertos. Entonces quedó Lérida del todo perdida, y se acabó la grandeza que hasta estos tiempos había tenido, y no quedó rastro de lo mucho que la engrandecieron los romanos y godos, en cuyo tiempo había admirablemente florecido, y estuvo su obispado vaco y sin prelado, a lo menos de que se tenga noticia, hasta el año 957 o cerca de él, que entonces los cristianos que andaban retirados por los montes se juntaban en Roda, pueblo de Aragón, en lo más fragoso de las montañas, donde los condes de Ribagorza, Ramón y Garcenda, habían reedificado y erigido la iglesia de aquel pueblo en catedral, con título de san Vicente, y al cumplido decoro y ornato de aquella, y provecho de los fieles que allá se juntaban, solo faltaba obispo y pastor que los apacentase en la doctrina y ley evangélica, y por eso los condes fundadores pusieron en ella obispo.
Odisendo fue el primer obispo de Roda, y era el cuarto hijo de los fundadores; los cuales le nombraron por prelado de la Iglesia que ellos habían erigido, aunque le duró poco gozar de ella, porque luego fue esta ciudad tomada de los moros y quedó sin obispo.
Arnulfo fue el segundo obispo de Roda, después de cobrada de los moros, y era obispo el año 1060.
Salomón fue el tercer obispo, a quien el año 1065 dio el rey don Sancho Ramírez de Aragón la ciudad de Balbastro (Barbastro) que había ganado, y se llamó obispo de Roda y Balbastro, aunque gozó poco de la nueva ciudad, que dentro de pocos días se perdió y volvió a poder de los moros.
Arnulfo fue obispo de Roda cerca del año del Señor de 1070, y debía ser varón de gran santidad; porque le reveló Dios el lugar donde estaba el cuerpo de san Valero, el cual le puso en la iglesia de san Vicente de Roda.
Raimundo Dalmacio regía la iglesia de Roda cerca de los años 1080, y se firmó en un privilegio del rey don Pedro, concedido a san Juan de la Peña en este año, y se firma:
Raymundus Dalmatius, episcopus in Rota et in Monçon. (Obispo en Roda y Monzón).
Poncio fue obispo de Roda el año 1090. A este dio el rey don Pedro de Aragón la ciudad de Balbastro, que había cobrado, y la erigió en catedral, y nombró obispo de ella a Poncio, que ya era obispo de Roda desde el año 1090, y después se intituló obispo de Roda y Balbastro, y se extendía su obispado hasta la ciudad de Lérida y sus términos.
San Ramón era obispo de Roda y Balbastro, y estando en posesión de estas dos ciudades Esteban, obispo de Huesca, con mano armada, le sacó de su Iglesia y ciudad. Era arzobispo de Tarragona san Olaguer, y dio razón de ello al papa Calixto, que le mandó le restituyese a la misma Iglesia y ciudad de Balbastro, de donde le había con violencia sacado. Este santo, antes de ser nombrado obispo, era prior de la Iglesia de Tolosa en Francia: fue varón muy señalado en nobleza, virtud y letras, como parece en la historia de este santo que dejó manuscrita don Miguel Cercito, obispo de Balbastro.
Esteban era obispo el año 1124.
Pedro, monje benito del monasterio de san Ponce de Tomeras, cerca de Tolosa (Toulusse): a este el rey don Alfonso de Aragón mandó restituir la iglesia de Balbastro.
Don Ramiro fue hijo del rey don Sancho de Aragón (Sánchez; Ramírez) y de la reina doña Felicia, hija del conde de Urgel; y tuvieron tres hijos, don Pedro y don Alfonso, que el uno tras el otro fueron reyes, y a don Ramiro, que era el menor, le dedicaron a la religión y le enviaron al monasterio de san Ponce de Tomeras, donde profesó: fue después abad de Sahagun, electo obispo de Burgos y de Pamplona y obispo de Roda, y de aquí vino a ser rey de Aragón, el año 1136. Era cuando fue coronado rey de edad de cincuenta años, y sacerdote: el pontífice le dispensó por la sucesión y bien común de todo un reino, y después que tuvo sucesión, se volvió a recoger en san Pedro de Huesca, donde murió.
Gaufredo fue su sucesor, y vivía el año 1137.
Don Guillen Perez (Guillén Pérez, Guillem, Guillermo, Wilhelm, William) era obispo el año 1151, que el conde de Barcelona don Ramón Berenguer (IV) ganó de los moros la ciudad de Lérida, y volvió a erigir en ella la silla episcopal, así como de antes la había tenido; y fue este prelado el primer obispo de Lérida y el prostero (postrero, último) de Roda; porque en tiampo de los godos el obispado de Lérida se extendía a todos estos territorios, y ya el papa Pascual II había extendido los límites de Roda hasta Lérida; y así, mudándose la silla a Lérida, fue con todo su territorio, y de aquí quedó que a los obispos de Lérida los llamaban obispos de Lérida y Roda; y en Roda quedaron un prior y canónigos, que son del obispado de Lérida. Balbastro, al cabo de cuatrocientos años que esto pasó, fue erigida en obispado, a petición del rey Felipe, dando en esto contento a aquella ciudad, que había (hacía) muchos años (que) lo deseaba.
A este obispo Guillen dio el conde Ramón Berenguer el cuarto las décimas y otros derechos de muy gran consideración en el término de la ciudad de Lérida, para sustento
suyo y de los ministros de aquella Iglesia, a quien dio muy buena parte, y ordenó hubiese en ella veinticinco canónigos del hábito y regla de san Agustín, la cual profesaron mucho tiempo, trayendo aquel hábito. Hízose esta donación el año del señor de 1168 (1); y por esta y otras buenas obras que hizo a la Iglesia, le dan el título de fundador de ella. Murió a 16 de las calendas de enero de 1177.
(1) O no se hizo la donación en 1168, o no la otorgó el conde don Ramón Berenguer, el cuarto, que había fallecido ya en 1162: otra prueba de la incorrección del testo.
Sucedióle don Gombaldo, de quien hallo memoria en el testamento del rey don Alfonso, hijo de la reina doña Petronila, que le elige en marmesor, juntamente con R., arzobispo de Tarragona, Ricardo, de Huesca, Pedro, abad de Poblet, y el maestre del Temple.
Berenguer de Erill es el obispo más antiguo de que se halla memoria, después del precedente; y fue de la familia y linaje de los Erills; muy noble y muy principal en Cataluña; e hizo muchas ordinaciones y estatutos para el buen gobierno y regimiento de su Iglesia, y murió a 5 de las nonas de octubre de 1234.
Pedro de Albalate fue sucesor de Berenguer: este en el año 1237 hizo ciertas ordinaciones muy provechosas para su Iglesia; asistió con el rey don Jaime en la presa de Valencia, y después fue transferido a la metropolitana de Tarragona, y murió a 6 de las nonas de julio en el monasterio de Poblet, donde tiene sepultura junto a la capilla de san Bartolomé.
Raimundo de Ciscar entró en el obispado de Lérida el año 1237, y en el de 1240 hizo ciertas ordinaciones para la buena administración de lo que le estaba encomendado. En su tiempo se acabó de concordar la diferencia que había entre los canónigos de Lérida y los de Roda, sobre el número de electores que de cada cabildo había de haber en la elección del obispo de Lérida, y lo dejaron en manos de él y de don Pedro de Albalate, arzobispo de Tarragona, nombrándoles árbitros y compromisarios; y a 26 de marzo del 1244 declararon que la tercera parte de electores fuese de Roda, y que los de Lérida, ofreciéndose elección, les hubiesen de dar aviso. Murió el año de 1245, y fue sepultado en el monasterio de Poblet, y estuvo su cuerpo mucho tiempo en un sepulcro de yeso, que después se desmoronó, y los huesos, metidos en un saco, fueron puestos y están en el arca o tumba del príncipe don Carlos de Viana, al lado del evangelio, debajo las sepulturas de los reyes don Jaime el primero, don Pedro el cuarto y don Fernando el primero.
Guillen de Barberá, religioso del orden de predicadores, fue sucesor de Raimundo de Ciscar, y fue su elección de esta manera: que no podían los canónigos de Roda y Lérida concordar sobre la elección del obispo, y estando en discordia, les pasó el tiempo, y el papa Inocencio cuarto con breve despachado a 9 de las calendas de enero, año
cuarto de su pontificado, que es de Cristo 1247, cometió la elección del obispo a don Raimundo de Ciscar, arzobispo de Tarragona, y a san Raimundo de Peñafort y a
fray Miguel de Fabra, varón insigne. Estos tres eligieron y nombraron a fray Guillen de Barbera, el que, elegido y nombrado de tales electores, es cierto sería gran varón y muy
digno de la dignidad episcopal. Murió a 15 de las calendas de mayo, año 1255, como parece en su sepulcro, que está en la capilla de santa Ana, en la iglesia de santa Catalina, mártir, de Barcelona, del orden de predicadores.
Berenguer de Peralta fue obispo de Lérida después de fray Guillen de Barberá; y pasa tan de corrida el episcopologio de Lérida, que, si no fuera por fray Vicente Domenech, sería poca o ninguna la noticia que tendríamos de él. Fue este santo canónigo de Lérida, y su elección, dice este autor que fue casi milagrosa, y lo infiere de la pintura que está en la pared, sobre su túmulo, donde están pintados dos ángeles que tienen una mitra en sus manos, como significando que la bajaron del cielo, y aún esto es tradición, como también de que fue religioso del orden de santo Domingo. Murió a 2 de octubre de 1256, y ha Dios hecho por él muchos milagros; y es caso notable lo que aconteció a un obispo que quiso ver su cuerpo, porque así como abrió la piedra que cubre el sepulcro, salió tanta sangre, que lo impidió y la mandaron cerrar. Yo he visto el señal de la sangre en el tiempo en que estudiaba en aquella universidad, y después algunas veces; y se conoce haber salido en mucha abundancia, y desde entonces hasta el día de hoy ha quedado una costumbre en la seo de Lérida, de que el diácono, cuando inciensa el altar mayor, va también a incensar el sepulcro de este santo. Digo santo, porque así le llaman comunmente en aquella ciudad. Gustara poder decir más de este siervo de Dios, pero hay tan poco escrito de él, que es forzoso ser breve. Hay en su sepulcro un letrero que dice:
ANNO DOM. MCCLVI. VI NON. OCTOB.
TRANSITUS VENERABILIS PATRIS
DOMINI BERENGARII DE PERALTA
HUJUS SACROSANCTAE SEDIS ELECTI.

Está este sepulcro entre las capillas de Gralla y de santa Marta. Algunos han querido decir que no fue obispo, sino nombrado obispo, fundándose en la palabra electi yo sigo la opinión común y al episcopologio de aquella Iglesia, que todos le tienen por obispo.
Guillen de Moncada murió el año 1271; y por no hallar más, no digo más.
Guillen de Fluviá hizo algunas constituciones, que aún el día de hoy se guardan, y murió el año de 1283.
Geraldo de Andriá vivió hasta el año de 1288 después de haber hecho muchas cosas en utilidad de la Iglesia.
Pedro de Regio o de Reig, después de haber hecho buenas ordinaciones concernientes a las rentas y provisiones de los beneficios, murió el año 1299.
Ponce de Aguilanedo murió el año 1299.
Guillen de Aranyó hizo algunas ordinaciones, y el episcopologio ilerdense dice que murió el año 1310, y no puede ser, porque a 4 de los idus de noviembre de 1314 firmó la donación que don Jaime el segundo hizo al infante don Alfonso, del condado de Urgel. Yo creo debió ser error del año, porque el sucesor entró en el obispado el año de 1321.
Ponce de Vilamur tomó la posesión del obispado el año de 1321, y gozó de él solo dos años, y murió el de 1324.
Raimundo de Avinyó vivió hasta el año de 1327.
Arnaldo Cescomes, a quien en los autos llaman Arnaldus de Cumbis, fue canónigo de Barcelona, y después obispo de Lérida. Hizo la capilla que llaman de Cescomes, fuera de la puerta más principal de la iglesia, e instituyó algunos beneficios, y dejó muy adornado el palacio episcopal. En vida de este prelado se edificaron los claustros de la iglesia, que en la vista, alegría, despejo y delicada arquitectura, exceden a los mejores de España; De aquí fue trasladado a Tarragona; y hecho arzobispo de aquella ciudad, aumentó en gran manera el patrimonio de aquella Iglesia, y después de haberla regido once años y dos meses, murió el de 1346.
Ferrer Colom fue canónigo de Lérida y prior de Fraga, y fue asignado por el rey don Alfonso tercero de Aragón por administrador y gobernador del condado de Urgel y vizcondado de Ager, durante la menor edad del infante don Jaime, a quien había dado aquel estado; y después fue hecho obispo y fue gran prelado. Este recopiló las constituciones de aquella Iglesia, y dejadas aparte las superfluas e impertinentes, puso las demás bajo y por orden de títulos. Hizo una hermosa capilla y de gran arquitectura, donde está su sepulcro, y murió el año 1340. Este asistió a la traslación del cuerpo de santa Eulalia de Barcelona, a 7 de los idus de julio de 1339.
Jaime de Sitjó, de la villa de Valls, del campo y arzobispado de Tarragona, gobernó esta Iglesia hasta el año 1348, que fue mudado a la de Tortosa, y la gobernó hasta el año 1351, en que, a 18 de octubre, murió en la villa de San Mateo, del reino de Valencia, y fue sepultado en la seo de Tortosa. El episcopologio de Lérida dice que se ignora el tiempo de su muerte, pero esto nos dice la historia de Tortosa.

Romeo de Cescomes, dicho en latín Romeus de Cumbis. Este era paborde de la seo de Barcelona, y a tres de los idus de enero del 1361, según dice el dicho episcopologio,
fue proveido de la Iglesia y obispado de Lérida. Aumentó el patrimonio de su Iglesia en muchas cosas que le dio el rey don Juan el primero, y otras que él compró de su dinero. Murió a 3 de marzo, año 1380. La valle de Barrabés, que hoy posee la Iglesia de Lérida, es donación de este obispo, en cuyos años, o hay error, o entre él y su predecesor hubo algún obispo, si ya no fuese que hubiese vacado la Iglesia nueve años.
Geraldo de Recasens fue electo por los canónigos de Lérida y Roda a 17 de noviembre de 1380, e hizo gran bien a la Iglesia: murió el año 1399, a los 13 de enero.
Pedro de San Clemente, canónigo y pavorde de Lérida, fue nombrado obispo de los cabildos de Lérida y Roda, a 7 de mayo de 1399, pero no fue confirmado.
Juan fue sucesor del precedente. El episcopologio de Lérida dice que fue obispo de Huesca y refrendario del papa Benedicto XIII, por otro nombre llamado Pedro de Luna (el Papa Luna); y fue proveido a los 16 de las calendas de setiembre, año 1403, y murió en el mes de noviembre de este mismo año; y siendo esto último verdad, no fue obispo de Huesca, porque el que por estos tiempos lo era de esta Iglesia, aunque se llamaba Juan, no lo fue jamás de Lérida, pero sí de Albarracín y Segorbe, y vivió hasta el año 1427; y es más de creer esto que lo que dice el episcopologio Ilerdense, a quien en averiguar las cosas de este obispo y otras lleva gran ventaja la historia de Huesca qué sacó a luz Diego de Aynsa.
Pedro de Sagarriga (Çagarriga, ipsa Garriga) fue sucesor del precedente y y varón de gran prudencia y saber. Tomó posesión del obispado el primero de enero del año 1404, y estuvo hasta el de 1408, que fue transferido a Tarragona; y fue una de las nueve personas que declararon en la sucesión del reino, por muerte del rey don Martín, y murió el año 1419. Está soterrado en el pavimento del claustro de Tarragona, luego al salir de la puerta que pasa de la iglesia al claustro, junto de una colunma de mármol que sustenta las piedras de la puerta.
Pedro de Cardona, hermano de don Juan Ramón Folch, conde de Cardona, tomó posesión del obispado: tuvo algunas parcialidades que dieron harto trabajo a los del parlamento de Tortosa que se había juntado por muerte del rey don Martín, para sosegarlas; pero la muerte de él excusó de trabajo, porque murió a los nueve de diciembre de 1411.
Domingo Ram, varón de noble linaje, y más noble por su gran virtud y prudencia, fue obispo de Huesca, y una de las nueve personas que declararon rey al infante don Fernando, llamado de Antequera (Fernando I de Aragón después del Compromiso de Caspe). Después, en el año 1416, fue promovido a la Iglesia de Lérida, y luego a la metropolitana de Tarragona; y después, en el año 14.... (1), el papa Martino le creó cardenal, título de san Juan y san Pablo. Fue virey (virrey) de Sicilia, y murió en Roma año 1445, a 6 de las calendas de mayo.
Y aquí dejo de continuar a los obispos de Lérida, por ser este el último de los obispos del tiempo de los condes de Urgel, y el último, que fue don Jaime de Aragón, murió el año 1433, en que acabo esta historia, pues en dicho tiempo quedó acabada aquella casa.

(1) Esta fecha, como que se halla puesta en el manuscrito por postila, se presenta algo confusa; y aunque al parecer debe leerse 1454, es imposible que sea este el año que quiso fijar el autor, cuando él mismo dice luego que don Domingo Ram murió en 1445, y se sabe por otra parte que este prelado fue preconizado cardenal en 1430.

martes, 23 de junio de 2020

303. UN EPISODIO DE LA GUERRA ALBIGENSE

303. UN EPISODIO DE LA GUERRA ALBIGENSE (SIGLO XIII. AÍNSA)

Pedro II de Aragón acudió al sur de Francia para apoyar a sus súbditos albigenses, oponiéndosele Simón de Monfort, como es bien conocido. La guerra causó abundantes bajas entre los contendientes de uno y otro lado. En las filas aragonesas se contaba el hijo del barón Artal de Mur y Puymorca, que esperaba temeroso por la suerte que pudiera correr su primogénito.

Mientras esto sucedía, salió un día don Artal de caza para distraer su espera angustiada, cuando descubrió una jabalina a la que acorraló en una oquedad. La muerte del animal era segura. Pero cuando estaba a punto de disparar, el cazador oyó con sorpresa cómo se le dirigía la fiera, diciéndole:
«Si no me matas, te recompensaré». Ante hecho tan sorprendente, el barón abandonó la pieza y, sin poder disimular su asombro, decidió regresar a su casa, donde narró lo ocurrido.

Aquella noche, después de cenar, adormilado don Artal junto al hogar, vio atónito cómo de uno de los troncos surgía y tomaba cuerpo una figura humana. Se trataba de Satanás que acudía a cumplir la palabra dada por la mañana, pues la jabalina indultada no era otra que el propio diablo. Así fue cómo le contó que su hijo estaba a salvo y que no temiera por su vida, puesto que lo había tomado bajo su protección. Además, cogiendo un tizón con sus manos lo convirtió en un lingote de oro y se lo ofreció al barón. Luego desapareció.
A la mañana siguiente, la baronesa contó a su marido que había soñado que se le apareció la Virgen, quien le manifestó su deseo de que se le erigiera allí una ermita. Por su parte, don Artal refirió a su esposa lo sucedido junto al hogar.

El barón, hombre práctico y agradecido, propuso a su mujer la construcción de la capilla que pagarían con el dinero que les proporcionaría el lingote de oro, pero con la condición de que un día al año se oficiara en la nueva capilla una misa por el diablo.

El viejo sacerdote de Aínsa puso el grito en el cielo ante propuesta tan descabellada, pero accedió al final cuando el barón le dijo que la misa se ofrecería por la conversión del diablo. Desde entonces, pues, una vez al año es costumbre celebrar en Aínsa una misa por el diablo.

[Domínguez, Juan, «La misa por el diablo», en Aragón Legendario, II, págs.17-18.]

321. EL RELICARIO DE JAIME I


321. EL RELICARIO DE JAIME I (SIGLO XIII. MAGALLÓN)

Existía en pleno monte, en las afueras de la villa de Magallón, una pequeña pero bonita ermita dedicada a la Virgen bajo la advocación de Nuestra Señora de la Huerta, a la que sus habitantes acudían con frecuencia puesto que le profesaban una gran devoción.

En cierta ocasión, cuando el rey don Jaime I el Conquistador pasó al frente sus tropas por aquí con intención de enfrentarse al monarca castellano, acampó e hizo noche, confraternizando con las gentes de Magallón, que le dedicaron grandes agasajos.

Fue entonces cuando el rey se enteró de aquel fervor popular hacia Nuestra Señora de la Huerta, a la que se le atribuían múltiples milagros, de modo que decidió visitar la capilla y, esperando ganarse los favores de la Virgen, decidió adoptarla como patrona.

Al día siguiente, antes de proseguir el camino con sus huestes hacia Borja, volvió a visitar la capilla y ofreció a la Virgen un completísimo relicario si la batalla que iba a disputar llegaba a significar el término de la guerra que mantenía contra el monarca castellano. Se trataba de un relicario que siempre llevaba pendiente del cuello y al que tenía en gran estima.

Como la campaña militar contra el rey castellano fue un verdadero éxito, al regresar victorioso a sus tierras aragonesas, a pesar de la prisa que llevaba, tuvo el tiempo preciso para detenerse en Magallón mientras sus tropas seguían camino adelante y volver a la ermita para cumplir su promesa. Una vez ante la Virgen se despojó del preciado relicario y lo depositó a los pies de Nuestra Señora de la Huerta, la misma que pocos años después, como consecuencia del crimen sacrílego que se cometió ante ante ella en el recinto de la ermita, abandonó el lugar para reaparecer en los montes de Leciñena.

[Faci, Roque A., «Nuestra Señora de Magallón», en Aragón..., I, pág. 84.]

lunes, 22 de junio de 2020

254. FUNDACIÓN DEL MONASTERIO DE SAN MARTÍN DE CERCITO


254. FUNDACIÓN DEL MONASTERIO DE SAN MARTÍN DE CERCITO
(SIGLO IX. ACUMUER)

254. FUNDACIÓN DEL MONASTERIO DE SAN MARTÍN DE CERCITO  (SIGLO IX. ACUMUER)


Cuando falleció el conde don Aznar, el mítico héroe de los jacetanos, le sucedió en el gobierno del condado de Aragón su hijo Galindo, quien dedicó su vida entera a la reconquista frente a los moros y a la repoblación del pequeño territorio aragonés. Para llevar a cabo esta segunda e importante tarea, se apoyó en los pequeños y dispersos monasterios existentes que le sirvieron de base y ayuda para la reorganización de la vida en los pequeños valles en los que se asentaban.

Hombre de profundo sentido religioso, es sabido la constante atención que don Galindo dedicó al ya célebre monasterio de San Pedro de Siresa
—ubicado en el valle de Echo y de reconocida fama por su importante biblioteca incluso en al-Andalus—, pero él levantaría su propia obra, que no fue otra que la del monasterio ubicado en Cercito, a orillas del río Aurín, que puso bajo la advocación de san Martín.

Muy aficionado a la caza como era, el conde don Galindo recorría con los suyos una mañana las frondosas riberas del río Aurín tras un escurridizo y atemorizado jabalí, animal dueño y señor de estas tierras quebradas. Para poder andar, tenía que ir cortando con su propia espada el ramaje que casi le impedía el paso y no le dejaba ver. De pronto, con gran sorpresa y admiración suya y de quienes le acompañaban, encontró, oculta entre aquellas espesuras, una pequeña capilla dedicada a san Martín, el gran santo francés, al que tanto habían admirado sus antepasados.

Ante aquel inesperado hallazgo, don Galindo se olvidó por completo del animal al que iba persiguiendo y decidió recorrer con detenimiento todo el valle, acampando incluso en él varios días. Quería estudiar bien el terreno y ver la posibilidad de convertir aquella pequeña capilla en un monasterio capaz de albergar a una comunidad numerosa de frailes, pensando en edificar para ello unas nuevas y más amplias dependencias.

Satisfecho de las observaciones realizadas y viendo viable el proyecto, decidió consultar con el rey en la primera ocasión que se le presentó, de manera que recibió la autorización real para fundar el cenobio, que muy pronto sería habitado por monjes benedictinos.

[Martínez y Herrero, B., Sobrarbe y Aragón..., I, pág. 183.]



lunes, 15 de julio de 2019

FERNANDO II, ARMADO CABALLERO DE MARÍA


134. FERNANDO II, ARMADO CABALLERO DE MARÍA (SIGLO XV. CASTEJÓN DE LAS ARMAS)

FERNANDO II, ARMADO CABALLERO DE MARÍA (SIGLO XV. CASTEJÓN DE LAS ARMAS)


La reconquista del reino de Granada se fraguó lentamente, a pesar de ser el último reducto musulmán que quedaba en la Península Ibérica. Poco a poco fueron cayendo las principales plazas que rodeaban a la capital hasta que, por fin, le tocó el turno a la ciudad de la Alhambra. En Aragón, la guerra granadina tuvo su reflejo, pues no en vano Fernando II el Católico fue partícipe directo en estos últimos instantes.
Cuenta la tradición que don Fernando se hallaba en Zaragoza acabando de realizar los preparativos que le llevarían a acometer el último asalto a la ciudad granadina, cuyas huertas y alrededores estaban ya en manos de los cristianos. Cuando tuvo todo organizado, partió con su séquito desde Zaragoza —donde había rendido una de sus escasas visitas a la ciudad— y, como era habitual, siguió la ruta natural del río Jalón para encaminarse hacia la Meseta. Estaban previstas las etapas a realizar por la comitiva, una de las cuales les llevó a levantar su campamento para pernoctar en Castejón, población cercana a Ateca, ya casi en los confines del reino de Aragón, aunque el rey pasó la noche en su castillo.

A la mañana siguiente, Fernando II asistió a la celebración de la Misa, y antes de abandonar tierras aragonesas, manifestó su deseo de ser armado ante la imagen de Nuestra Señora del Cerro, venerada en una pequeña ermita de esa localidad. El ceremonial fue muy sencillo por deseo expreso del monarca y en medio de un gran silencio se consagró ante sus capitanes y guerreros como caballero de María, a la que solicitó piadosamente su intercesión y ayuda para la guerra final que iba a emprender.

Nuestra Señora del Cerro, Castejón, Fernando II armado caballero


Pasó el tiempo, los Reyes Católicos reconquistaron Granada y Fernando II, victorioso, se vio precisado a volver a Aragón, haciéndolo una vez más por la ruta del Jalón. Al pasar de nuevo por Castejón —pueblo denominado desde entonces Castejón de las Armas por haberse armado caballero de María en él— se detuvo media jornada y ordenó —en recuerdo y agradecimiento de la ayuda divina recibida— no sólo construir una capilla dedicada a la Purísima Concepción, sino también la colocación de los escudos de Aragón y Castilla en el altar de la imagen de la virgen del Cerro, su valedora en la batalla. Hecho todo esto, prosiguió viaje a Zaragoza.

[Faci, Roque A., Aragón..., II, pág. 470.]


Castejón de las Armas es un municipio de España, en la provincia de Zaragoza, comunidad autónoma de Aragón. Tiene un área de 16,09 km² con una población de 87 habitantes (INE 2017) y una densidad de 5,41 hab/km². A nivel eclesiástico está dentro del Arciprestazgo del Alto Jalón.

El municipio está situado en la Comarca de Calatayud a 103 km de Zaragoza, a una altitud de 660 metros. Se encuentra asentado en las proximidades de las confluencias de los ríos Piedra y Jalón, lo que le confiere un bello paisaje formado por las vegas de ambos ríos. Parte de su término municipal está protegido dentro de la red Red Natura 2000 con la denominación de Riberas del Jalón (Bubierca-Ateca), que comprende una franja entre Bubierca y Ateca de la ribera del río Jalón.



Originariamente se denominaba Castejón de Ateca, en el siglo XVI paso a llamarse con su actual denominación.

Castejón de las Armas, le viene dado por la fábrica de armas blancas de muy buen temple, la fabricación de estas existía ya en 1495, todavía en el siglo XVI se fabricaban espadas famosas en la comarca; y dónde, cuenta la leyenda, que el Rey Fernando II el Católico, Rey de Aragón y de Castilla, en una de sus batallas, y a petición de su deseo, fue armado ante la imagen de Nuestra Señora del Cerro. Al terminar la conquista de Granada, volvió a este lugar, y en agradecimiento a las victorias conseguidas y a la ayuda divina recibida, orden construir la capilla dedicada a la Purísima Concepción y a colocar los escudos de Aragón y Castilla en el altar de la imagen de la Virgen del Cerro.

Los monumentos y sitios destacados en la población son varios como la Iglesia de El Salvador de 1280 de estilo gótico, destacando en su interior dos retablos barrocos en madera, y una talla también en madera que representa a la Virgen , de 123 centímetros de altura;
La Ermita de la Virgen del Cerro, que data del siglo XV aunque el edificio actual de estilo colonial fecha del siglo XVII; Restos de El castillo medieval del siglo XIV dónde cuentan que el Rey Fernando II paso una noche; El Río Piedra, famoso por sus truchas y la vegetación a lo largo de su cauce, atraviesa el pueblo dividiéndolo en dos; Las Fuentes de su localidad; La Chichulana lugar emblemático por sus vistas. Es el punto más alto del pueblo, desde dónde se divisa gran parte de la comarca, se puede llegar caminando desde el pueblo disfrutando de la naturaleza; Santorcal es una antigua casa de labranza a la que se llega después de recorrer la vega del Río Piedra, andando o en bicicleta, disfrutando de su bella vegetación; La fábrica de papel actividad económica destacable del pasado en la que se fabricaba con dos tinas y papel florete que se llevaba a Madrid, la fábrica funcionó hasta los años veinte del siglo pasado. Actualmente es una vivienda particular.

Las fiestas populares en honor a su patrón San Pascual Bailón el 17 de mayo , y la Fiesta Mayor a principios de agosto en Honor a la Virgen del Cerro.

martes, 23 de junio de 2020

278. SAN ROQUE, EN EL HOSPITAL DE VALDEALGORFA


278. SAN ROQUE, EN EL HOSPITAL DE VALDEALGORFA (SIGLO XIV. VALDEALGORFA)

278. SAN ROQUE, EN EL HOSPITAL DE VALDEALGORFA (SIGLO XIV. VALDEALGORFA)


Como en una buena parte de nuestros pueblos, el de Valdealgorfa poseía su propio hospital, que en este caso estaba al cargo del municipio, y se mantenía gracias a las rentas que producían algunos campos y heredades donados piadosa y altruistamente por sus habitantes.

No era muy grande el edificio, pero sí suficiente y estaba adosado a la pequeña ermita que el pueblo había puesto bajo la advocación de san Roque. En sus dependencias no sólo se acogía y atendía a los habitantes de la villa, como es natural, sino que también se amparaba a cuantos caminantes y peregrinos necesitaran de cuidados.

La tradición extendida en Valdealgorfa y en toda la comarca asegura que el propio Roque, como viandante asiduo que era y antes de fallecer en el año 1327, visitó y honró con su presencia este modesto centro hospitalario.
Dada la fama que alcanzó por su dedicación a los menesterosos —tanta que el propio pueblo presionó a las autoridades eclesiásticas para su canonización—, se guardaron, como si de auténticos tesoros se tratara, el poyo en el que, según los nativos, descansó de la fatiga del camino, la ventana por la que se asomó y apoyó, y la estaca en la que colgó sus alforjas de viandante.

[Pardo Sastrón, Salvador, Apuntes históricos de Valdealgorfa..., pág. 61.]

“El culto de la gloriosa Santa Bárbara en este pueblo ni aún tradicionalmente se tiene noticia de su origen, y es probable que como especial abogada de fenómenos y accidentes, que invariablemente todos los años tan frecuentemente nos impresionan, sea hasta cierto punto coetáneo de su población. No sucede lo mismo con el de su Cofradía. Dos hechos, a cual más notables, la ocasionaron, perfectamente y con cándida sencillez explicados por el notario que testifica su escritura. Dice así:

'In Dei nominae. Sea a todos manifiesto que en el año contado del Nacimiento de Nuestro Señor Jesucristo, de mil seiscientos noventa y seis, día es a saber ventitrés de enero, en el lugar de Valdealgorfa, ante la presencia de mí, Juan Francisco Rosales, notario Real y Apostólico, y testigos que lo firmarán, comparecieron personalmente los señores doctores Estevan Rosa, Rector; mosén José Pueyo, mosén Gabriel Fuster, mosén Jerónimo Bañolas, mosén Domingo Gros, mosén Gregorio Berich, beneficiados; Andrés Pueyo, justicia y juez ordinario; Juan Francisco Martín y Antonio Piquer, jurados; Isidro Callao, Pascual Burgués, Miguel Joan Aguilar, Ignacio Martín, Joan Francisco Bosque, Joan Merino, Miguel Pellicer, Pedro Piquer, Marco Conchal, Joan Francisco Pueyo, Jusepe Merino, Francisco Blanco, Vicente Aguilar, Jusepe Juste, Miguel Bañolas, Miguel Joan Piquer, Eugenio Estevan, Gaspar Conchal, Francisco Bosque, Ignacio Lorente, Francisco Pueyo, Bernardo Martín, todos vecinos y habitadores del dicho lugar de Valdealgorfa; todos juntos y cada uno de por sí, propusieron tales y semejantes palabras en efecto continentes, que:
Por muchos años y tiempo a esta parte, a devoción del pueblo, hicieron y fabricaron, como de presente lo está dentro de la dicha iglesia parroquial de dicho lugar, una capilla y altar de la Virgen del Rosario, y en el retablo de dicho altar pusieron la santa imagen de la gloriosa Santa Bárbara, y dentro de su término hicieron y fabricaron una ermita y casa de la Señora Santa Bárbara con su retablo puesto y dorado, y en el segundo cuerpo del dicho retablo, a devoción del pueblo, pusieron la santa imagen de San Gregorio Obispo, y dentro de dicha ermita haber, como de presente lo hay, un ermitaño que vive y habita en ella, la cual ha sido y es muy visitada por los vecinos y habitadores de dicho lugar, por las muchas obras, gracias y milagros que han recibido de Dios Nuestro Señor, implorando el auxilio y amparo de dicha Santa Bárbara y de dicho San Gregorio, y señaladamente en los años pasados, habiendo por dos ocasiones muchas tempestades de truenos y rayos, cayendo como cayeron en dicha iglesia dos rayos y centellas, y estando en la dicha iglesia todo el pueblo implorando el auxilio divino, por intercesión de Santa Bárbara, aunque muchas personas quedaron despavoridas y como muertas, no peligró ninguna, hallándose como se hallaron libres y sanas; sólo se introdujo el rayo y centella por el altar mayor y por el Santísimo Sacramento de Nuestro Señor Jesucristo Sacramentado, quedando, como quedaron, muchas imágenes del retablo mayor como quemadas, pero gracias al Señor, aunque dicho rayo entró en el sagrario, no peligró el vaso de las formas consagradas, dando todo el pueblo, de todo lo sobredicho, infinitas gracias a Dios Nuestro Señor por haberlos librado de tantos trabajos por su infinita bondad y misericordia.
Y así mismo, en el año mil seiscientos ochenta y ocho, se llenó todo el término de langosta, en tal conformidad que salían todos los habitantes del mismo a matarla y no fue posible el aniquilarla, si bien parecía que cuantas más diligencias corporales hacían para matarla, tanto más se aumentaba, y todo el pueblo, confesados y comulgados, con procesión general, imploraron el auxilio divino por intercesión del Señor San Gregorio Obispo. Y como por milagro se desvaneció dicha langosta y quedó todo el término libre de dicha langosta, sin hacer daño alguno, y en acción de gracias, dicho lugar le votó de guardar toda la vida la fiesta del Señor San Gregorio Obispo, y poner su santa imagen en el segundo cuerpo del retablo de Santa Bárbara, siendo cofrades suyos, y no haber, ni estar fundada en dicho lugar cofradía. Todos los arriba nombrados les pareció instituir y fundar en la iglesia parroquial la cofradía de dicha santa en el altar y capilla de Nuestra Señora del Rosario, y estar en ella su santa imagen.’

Entre las gracias espirituales que esta cofradía disfruta son dignas de que nadie ignore que se puede ganar indulgencia plenaria, por estar así concedida, en las cuatro festividades de San Gregorio, Santa Bárbara, Santa María Magdalena y en la Natividad de Nuestra Señora.
Hacía bastantes años (en 1630) que la cofradía de los gloriosos San Martín y Santa María Magdalena y pueblo habían cedido su antiquísima ermita de San Roque para la fundación del convento de religiosas franciscanas de Santa Clara, y sentía vagamente el vacío de un santuario extramuros, que sirviera de honesto recreo y esparcimiento, al par que de sitio en que manifestar y dar, por decirlo así, rienda suelta a su piedad. La cúspide de elevadas montañas cubiertas de gigantescos pinares o seculares encinas parece que nos acercan a los objetos de nuestro culto y los paisajes que frecuentemente magníficos y dilatados a nuestra vista se presentan, infunden un sello de grandeza a nuestro pensamiento y un apacible bienestar al alma donde se anidan rectas y arraigadas creencias religiosas. Nos creemos más cerca de Dios y contemplamos extasiados, con lo ojos del alma, las maravillas de su infinito poder, y en nuestro entusiasmo sólo creemos cúpula digna de su gloria la inmensa bóveda del firmamento, formando durante la noche magnífico tabernáculo tachonado de infinito número de brillantes estrellas. Los pueblos sencillos se dejan arrasar fácilmente por sanas creencias, y son bondadosos y agradecidos con sus bienhechores, y éste de Valdealgorfa no podía sustraerse a esta regla invariable.
Convencido, pues, de la decidida protección dispensada por los gloriosos Santa Bárbara y San Gregorio, como se ve en la escritura de institución, edificaron una ermita en un vecino y elevado monte, como se ve hoy día, cuya obra se llevó a cabo por Juan Aguilar en el año 1689.
Esta obra la pagaron en el año siguiente los jurados del pueblo, y también hicieron fundir una campana para el mismo santuario, cuyo metal costó treinta y tres libras jaquesas, con más de diez que dieron a un artífice (Archivo Municipal, legajo acuerdos y legajo cuentas).
Por estos mismos documentos sabemos que en el año 1696 se pagaron al señor rector don Estevan Roca el viaje y gastos que se originaron al traer la bula de institución de Zaragoza, si bien hoy ignoramos su paradero.
Todas las personas de ambos sexos, habitadores y extravagantes o extranjeros, como se les llamaba, podían ser inscritos en sus listas, pagando un solo sueldo, y el gran número que de estos se conservan prueban la gran veneración y confianza que todos habían depositado en la decidida protección de estos dos santos.
Como siempre se ha hecho, el Municipio nombra todos los años un prior y un mayordomo (hoy le llaman ayudante) que cuidan de hacer las inscripciones de cofrades y recoger toda clase de donativos voluntarios con que atender a la conservación del santuario y honorarios de las festividades de Santa Bárbara y San Gregorio, dando cuenta al mismo de su legítima inversión.
Durante mucho tiempo, estas limosnas, recogidas por medio de pública colecta, fueron de relativa consideración y así vemos que desde los primeros años tenían andas o peanas y una bandera o estandarte de damasco encarnado, que hicieron en el año 1733. A este efecto compraron veinte y una vara valenciana de dicha tela que costó veinte y un sueldos y medio, el asta ocho sueldos y los cordones, treinta y seis. También tenían varios ornamentos y alhajas del culto, como luego se dirá.
Piadosos donantes la enriquecieron, y entre otros, Antonio Bernal dejó en su testamento del año 1742 ocho sueldos de treudo con ciento sesenta de capital, a disposición del señor prior, para ayuda del pago de la misa que todos los días se celebraba en la ermita, y además regaló un cuadro de San Antonio con marco dorado al mismo santuario (Protocolos de Salvador Pueyo, Archivo material hoy de Alcañiz). Este cuadro es quizá el bello lienzo que hoy admiramos en el coro de la parroquia y que existió en la sacristía de la inmediata capilla de Nuestra Señora del Buen Suceso, puesto que cuando se donó ya estaba en construcción esta obra, y en la ermita de Santa Bárbara no existe indicio alguno de tal pintura. Hace más verosímil esta suposición el constar en el libro de Santa Bárbara que en el año 1794 se pagó al pintor, por mandato de mosén José Minacer, por los cuadros que hay en la ermita (cuentas de este año) una libra y doce sueldos jaqueses, con lo que se prueba que en aquel entonces no existía en ella tal cuadro de San Antonio, puesto que de esto no se hace ninguna mención.
Según se lee en la escritura de fundación, tenía esta ermita un santero o encargado desde su primitivo tiempo, al que el pueblo y cofradía vestían decentemente, según consta en el libro y en el archivo municipal. En el año 1740 se le sacó licencia superior para recorrer los pueblos del contorno y también lo hacía el señor prior con el objeto de hacer inscripciones de cofrades. Y tal popularidad había alcanzado en ese país, que se ven inscritos en sus listas numerosos cofrades de los pueblos limítrofes y también del otro lado del río Ebro. Tal era el crédito que no sin motivo esta cofradía había alcanzado. En este mismo año se hizo construir una arquilla al escultor Vicente Sanz que doró Francisco Baquero, para que el ermitaño condujera una pequeña imagen de la santa en sus expediciones. Y es la misma que hoy se conserva.
Siete años después se dieron al dorador diez y siete sueldos por pintar el púlpito.
Si hacemos caso omiso de los gastos que se hicieron en reparación del edificio y otros en pequeñas obras de carpintería, para mayor comodidad de los fieles en las festividades, nada hay de notable en estos años subsiguientes hasta el año 1761, más que la compra de unos corporales y haber concurrido en cuerpo de cofradía a la antiquísima procesión de Nuestra Señora de Fórnoles.
Es de creer que en el último citado año o en alguno de los anteriores, recibieran los de este pueblo, por singular intercesión de la gloriosa Santa Bárbara, algún particular beneficio, pues se hizo una extraordinaria tranza o subasta de leña que los vecinos voluntariamente habían suministrado y que dio el ingreso de bastantes fondos, y en las anuales colectas también se observa un aumento extraordinario, de modo que en el citado año hubo fiestas hasta entonces no acostumbradas, periódicamente. Primeramente se celebró la fiesta con toda solemnidad religiosa en el templo parroquial y en la emita, y luego, dando a ésta el carácter popular y bullicioso que desde antiguo se venía observando, la completaron con danzas de ágiles mancebos y comparsas de soldados y caballetes que ejecutaban diversos ejercicios de juegos vistosos y entretenidos, guiados todos por una bande que para estos casos habían construido. También se recitaban y cantaban loas, y todo se armonizaba con la música que (dice el libro) traían de Belmonte. Para mayor ostentación y lucimiento tenían trajes de ricas telas, hechos expresamente para estos casos. Y estas danzas y juegos eran interrumpidos por expléndidos convites para los ejecutantes y demás personal empleado en ellos, según consta en las actas y cuentas de estos años. Mencionaré en particular que en el ya repetido año gastaron veinte y cinco libras jaquesas y doce sueldos en nueve caballetes adornados de telas, y entregaron otras veinte y cinco a Rudesindo Zorrilla, mercader de Alcañiz, por distintos tafetanes de colores y sedas para la nueva bandera de la soldadesca y nuevos pañales para los danzantes.
Desde luego que el personal eclesiástico era el director de tan extraordinarios regocijos, pues es de notar que beneficiados de la parroquia eran los señores priores en tales años. Y en 1764 una señora religiosa, a quien por su trabajo dieron una libra jaquesa y cuatro sueldos, compuso las loas que se habían de recitar. Coincidencia feliz que les permitió sustraerse a la necesidad de que lo hicieran forasteros como hasta entonces había sucedido.
Insensiblemente, según suele acontecer, del uso morigerado y prudente se pasó al abuso. Los gastos fueron creciendo, tanto en la compra de telas como en la pólvora y convites repetidos ya desde los primeros ensayos de los dances y llamaron la atención de su ilustrísima, que en santa visita del año 1770 los prohibió enteramente. Cierto es que en estas expansiones y populares manifestaciones de alegría y contento, nada halló digno de su censura, mas vio con dolor que se distraían fondos de consideración en distinto objeto del que se dedicaban, que era el mayor culto y solemnidad religiosa de las festividades de los dos santos titulares de la hermandad. Y esto bastó para reprobarlos. En su consecuencia, obedecieron puntualmente el decreto del señor prelado, y ya no se halla noticia de tales funciones, si se exceptúa el año 1815.
No tardaron mucho tiempo en manifestarse los buenos resultados de dicha prohibición, pues los fondos sobrantes en el mismo año se emplearon mucho mejor, en comprar casulla, alba, corporales y manteles. Nombrándose igualmente un cáliz de plata. Se hicieron también algunas reparaciones necesarias, según se desprende del hecho de haberla dado por decente el señor prelado en santa visita del año 1776. En este tiempo debió hacerse la sacristía y el cubierto o atrio como lo hemos visto hasta que se cerró al levantarse el torreón óptico telegráfico que se dirá. Antigua y deteriorada, la peana de la santa patrona, que en forma de templete, como lo eran casi todas las de su tiempo, la deshicieron en el año 1779. Y vendieron sus despojos, cintas, telas y campanillas de plata con que la adornaban, y fabricaron otra que les costó diez y siete libras jaquesas, y el dorarla Miguel Ballester, diez y nueve y cuatro sueldos.
Nada se sabe ocurriera digno de mencionarse hasta el año 1821, en el que renovaron el estandarte o bandera de damasco encarnado, que costó veinte y ocho libras y diez y nueve sueldos. Y en total, franjas, cordones y coserla, cuarenta y cinco libras y quince sueldos.
En 1833 tuvieron el buen gusto de blanquear exteriormente este santuario, de modo que en días tranquilos se distingue perfectamente con un anteojo desde los llanos de Fuentes de Ebro, próximos a Zaragoza, como una blanca paloma perdida en el fondo claro-oscuro de la cordillera de Valderrobles.
A la conclusión de la última guerra civil, en 1875, y con motivo de la instalación de una línea óptico-telegráfica desde Zaragoza a Morella, se habilitó parte de su obra, elevando un torreón, fortificándola en totalidad con aspilleras y un foso que la circunda, y que por inútil hoy y hasta perjudicial debía cegarse. De nada de esta obra se hizo uso ni llegó a estar guarnecida. Mas las aspilleras practicadas en el muro de la capilla, hallándose con puertas decentes y bien colocadas, todavía sirven para refrescar la atmósfera que se produce por el gran concurso de gentes en las festividades, que como la de Pascua del Espíritu Santo, acostumbran a ser en mañanas generalmente calurosas.
La piadosa creencia de que jamás cofrade alguno ha perecido por el fuego del cielo, dio a esta hermandad desde luego mucho crédito, y todavía lo conserva hoy día. Las madres se apresuran a inscribir a sus hijos desde el primer año, a un sin número de forasteros de remotas poblaciones se ven en sus listas, que se conservan desde el primer año.
Es costumbre corriente, luego que en el pueblo o en el contorno ha sucedido algún accidente desgraciado de esta clase, investigar si el que ha padecido era cofrade y hasta hoy no se tiene noticia de que esto haya sucedido jamás. Todos los ancianos se acuerdan que hallándose juntos dos individuos y en tiempo de tempestad, un rayo mató al primero y nada le sucedió al segundo. Este era cofrade, aquél no. Muchos ejemplos como este se podían citar, más por haber ocurrido en mi tiempo y ser una cosa pública y notoria a todo el pueblo, consignaré dos casos para concluir esos renglones.
Regresando Pascual Celma de Alcañiz en compañía de varias personas, entre éstas Bárbara Pellicer, que luego fue su mujer, les sorprendió recia tempestad. Obligados del aguacero cobijáronse todos debajo de un olivo; y en aquél momento se desprendió un rayo, bajó por el tronco y mató un animal, a cuyo rededor se hallaban las dichas personas, sin que éstas recibieran daño alguno y sólo sí el natural sobresalto en tales casos. Registrado el libro, se hallaron en él inscritas todas aquellas personas.
En el verano de 1882 entraron dos chispas eléctricas en la casa de don Fernando Zapater y Pardo, de este pueblo, circulando por toda la casa, sin que nadie recibiera perjuicio. Es de advertir que en este mismo tiempo se hospedaba en la misma casa el ingeniero don Salvador Trabado, ocupado a la sazón en los trabajos de campo y estudio de un ferrocarril de Val de Zafán a Tarragona, llamado del Centro, y cuenta dicho señor, en cuya cama de hierro tocó el rayo, que a la misma hora y sorprendido por la borrasca, se había guarecido en una casa de pastores o paridera; y sondormido, soñaba lo que realmente pasaba en su habitación. Enterado y sorprendido por la relación que a su regreso le hicieron sus huéspedes, no pudo menos de creerse salvo providencialmente. Y enterado de la tradicional y pía creencia de los cofrades de nuestra Santa Bárbara, quiso también ser uno de ellos, inscribiéndose con él a toda su familia.
He comenzado esta relación con dos hechos bien probados y la he concluido con otros dos, entre los muchos que podría decir. Algún sabio me tachará de ignorante o fanático, no importa. Quédese él con su sabiduría que de buen grado le cedo, y yo contento me quedo con mi ignorancia”-

domingo, 19 de julio de 2020

Capítulo LV.


Capítulo LV.

Que contiene la vida de don Guerau de Cabrera, conde de Urgel. - Pretende don Guerau pertenecerle al condado de Urgel, y con mano armada se pone en posesión de él. - Doña Elvira casa con Guillen de Cervera. - De algunas memorias y testamento de esta señora y de su marido. - Acomete don Guerau el condado de Urgel, quítaselo el rey, y sucede la famosa batalla de Ubeda. - De las cosas que sucedieron en Cataluña durante la menor edad de él, y como el vizconde don Guerau con armas se apoderó del condado de Urgel. - El vizconde se reconcilia con el rey; doña Aurembiaix, hija del conde don Armengol, le pide el condado de Urgel. - De la donación que la condesa doña Aurembiaix hizo al rey de la ciudad de Lérida, y del pleito entre la condesa y el vizconde don Guerau. - Continúa el pleito con la condesa y el vizconde, y de lo que se declaró, y como el rey tomó algunos lugares del condado de Urgel. - Cuéntase la presa de la ciudad de Balaguer, y de los ingenios y máquinas de guerra que usaban en aquellos tiempos. - Prosigue la presa de la ciudad de Balaguer. - De la muerte del vizconde de Cabrera, de su linaje y sucesión.

Acabó en este año de 1208 la línea masculina de los condes de Urgel, descendientes de Wifre, conde de Barcelona, y faltó por haber muerto sin hijos varones el conde don Armengol, que llamaron el octavo, dejando solo a doña Aurembiaix, su única hija.
Tuvo el conde Armengol de Valencia una hija llamada Marquesa, y casó con Ponce, vizconde de Cabrera, caballero muy principal de Cataluña, hijo o descendiente de otro Ponce, también vizconde de Cabrera, de quien dicen haber aconsejado a Guillen Ramón de Moncada, su primo hermano, que matara al arzobispo de Tarragona don Berenguer de Vilademuls, y en penitencia de su mal consejo, reedificó el monasterio de san Salvador de Breda, que está en el vizcondado de Cabrera. Así lo afirma Tarafa, en la crónica de caballeros catalanes que anda manuscrita. Ascendiente de este sería aquel Ponce de Cabrera, de quien dicen los historiadores, que casó con Legardis, hija de Arnaldo Mir, vizconde de Ager, y tuvieron un hijo llamado Guerau, que heredó los vizcondados de Cabrera y Ager, y de linaje y casa era Arsenda, que casó con el conde don Armengol, que llamaron de Castilla.
De este Ponce, que casó con doña Marquesa, quedó un hijo que llamaron Guerau y fue señor de estos dos vizcondados y hombre muy bullicioso y de altos pensamientos, y por ser varón, pretendió, excluyendo las mujeres, tocarle el condado de Urgel, y ser preferido a doña Aurembiaix; y con este fundamento tomó las armas y se metió por las tierras de aquel condado, talando la tierra y apoderándose de todas las villas y lugares que pudo, sin reparar en el testamento del conde Armengol, que llamaba, en defecto de hijos varones, heredera a su única hija Aurembiaix; tomó el título de conde de Urgel, y labró dos sellos, el uno era de las armas de Urgel, y el otro de las de Cabrera, y los pendientes o sellos de los autos y privilegios que concedía o firmaba, a la una parte tenían las armas de Urgel, y a la otra las de Cabrera, que eran una cabra negra en campo de oro, con orlas de pedazos, que en Cataluña llamaban borde o componea, y de estos he visto algunos en el archivo real de Barcelona. Entonces doña Elvira pretendió que sus fuerzas no eran poderosas para resistir a las de don Guerau; temió, porque muchos de los pueblos del condado, particularmente Balaguer, Agramunt y Liñola, se declararon por don Guerau; y metiéndose so (página cortada a la derecha) p* del rey don Pedro, le dio el condado de Urgel y to * to en él le podía pertenecer, con auto de donac* por parte y en favor del rey, es de los muy bien *dos; y el rey le dio en recompensa, durante su *castillos de Ciurana y Serós: y en el mismo día h* otro auto en que le promete pagar el día de nu* ñora de febrero cinco mil morabatines, sin espre*
Estos autos he visto en el archivo real, en el ar* Urgel, núm. 56 y 182; y con otro auto después * declara el rey, que todo esto se entiende hecho * salvos los derechos competentes a Aurembiaix, * la cual no entendía perjudicar. Pasó todo esto e* a 2 de las calendas de noviembre, año de la encar* nuestro Señor 1209, y son los siguientes:

In Christi nomine notum sit cunctis presentibus atq* quod ego Alvira dei gratia comitissa Urgelli uxor quo* mengaudi comitis Urgelli non seducta non dolo vi vel * ducta nec in aliquo circumventa dono vobis domino * gratia Regi Aragonum Comiti Barchinone quidquid * habere debeo in toto comitatu Urgelli et in omnibus * fuerunt mariti mei comitis jamdicti et que ipse possid* pore mortis vel aliquis aut aliqui per eum. Quidquid * in omnibus predictis habeo vel habere debeo ratione * tii vel dotis aut violarii aut usufructus aut donationis * vos vel causa mortis seu titulo pignoris vel ex testamen* comitis mariti mei seu etiam ratione tutele filie mee * quolibet titulo ratione vel causa totum vobis domine *
hac scriptura publice confecta dono et corporaliter trac* ralia et incorporalia mobilia et immobilia et se mov* aliquo retentu et retentione prout melius dici et excog* test ad vestrum plenum commodum et profectum: acti* que et petitiones reales et personales quecumque in ip* tatu mihi competunt aut competere debent vel possunt aliquo *
jure vel aliqua ratione aut in futurum aliquo modo competere poterunt vel debebunt ex persona mea vel filie mee vel aliquolibet modo tam in castris quam in villis burgis municipiis et aliis possessionibus cultis et incultis in militibus hominibus et foeminis presentibus et futuris et castrorum et fortitudinum potestatibus hostibus et cavalcatis censibus usaticis serviciis ademprivis et aliis quibuslibet ad ipsum comitatum pertinentibus omnes vobis dono et cedo ut possitis eas intendere ac proponere efficaciter ex persona vestra et nomine vestro nullo a me vel ab aliqua persona requisito mandato vel assensu. Est autem sciendum quod hec omnia et singula supradicta et alia sique expressa hic non sunt que ad dictum comitatum pertinere non possunt vel poterunt vobis domine rex dono et corporaliter trado et investio vos omni pleno jure et jurisdictione et sine omni nostro nostrorumque retentu. Dono etiam vobis quindecim mille morabetinos quos ego habeo vel habere debeo ad voluntatem meam in toto comitatu Urgelli et cedo vobis actionem et petitionem quam ego habeo pro illis morabatinis exigendis. Item dono et cedo vobis administrationem et potestatem quam maritus meus mihi dedit in suo testamento pro accipiendis novem millibus morabetinorum ad solvendas laxationes suas et debita ut sicut
ego habeo potestatem demandandi et accipiendi illos morabatinos ita et vos accipiatis et habeatis in ipso comitatu et sicut ego possum totum comitatum retinere jure pignoris pro predictis XXIIII millibus morabatinorum ita et vos possitis auctoritate vestra similiter retinere. Preterea dono vobis et vestris bono animo et consulta voluntate imperpetuum castrum de Aytona cum omnibus terminis per alodium francum sicut et ego melius habeo et habere debeo ex donatione mariti mei prefati comitis et sicut in carta quam inde mibi fecit quam ego vobis trado incontinenti melius et plenius continetur ad faciendum ibi vobis et vestris voluntatem vestram sine omni meo meorumque retentu. Item dono vobis octingentos morabatinos quos jure pignoris habeo et habere debeo in castro de Artesa et trado vobis corporaliter ipsum castrum cum omni jure quod ibi habeo et habere debeo et cartam ipsius pignoris: si quos autem sumptus vel expensas pro comitatu retinendo vel acquirendo vel aliquo vel aliquibus de directis ipsius comitatus acquirendis vel retinendis feceritis vos vel vestri guerregiando vel placitando vel alio quolibet modo omnes habeatis jure pignoris super ipso comitatu et pertinentiis et juribus suis: et ne aliqua subtilitate verborum aut aliqua fictione juris contra presentem donationem a me vobis consulte et irrevocabiliter factam per me aut per aliam aliquam personam veniri possit aut attemptari venire renuncio ex certa scientia privilegio sexus et conditionis et omni auxilio juris divini et humani scripti et non scripti et omni consuetudini et usatico statutis et statuendis. Si vero huic presenti pagine dessunt que aliquo tempore possent vobis domine rex vel vestris prodesse semper intelligantur esse apposita ad utilitatem vestram ac si hic essent specialiter scripta: et si apposita sunt que per cavillationem vobis obesse possent illa volo ad vestrum commodum interpretari juxta vestri et sapientum vestrorum utilem intellectum. Ad majorem autem hujus rei firmitatem facio vobis domine rex ego comitissa hominiaticum junctis manibus et sacramentum super quatuor evangelia corporaliter tacta in quo hominiatico et sacramento * eorum fide promitto vobis sine omni malo ingenio et fraude omnia ut dicta sunt fideliter observare et numquam in aliquo vel aliquibus per me aut interposita persona contravenire nec machinabor aut machinare faciam aliquid propter quod hec donati* quam ego vobis domine rex facio …. recipio a vobis castrum de Ciurana cum tota montanea et terminis suis et castrum de Seros cum terminis suis ad habendum et possidendum tantummodo in vita nostra sicut in carta quam inde mihi fecistis plenius continetur. Quod est actum secundo kalendas novembris anno Domini MCCIX.
Sig+num Alvire dei gracia comitisse Urgelli que hec firmo et concedo prestito hominio et sacramento jam dicto et testes firmare rogo.
Sig+num Guilelmi de Cervaria. - Sig+num Raymundi filii Guilelmi de Cervaria. - Sig+num Petri Balbi. - Guilelmus Ausonensis espiscopus +. - Sig+num Columbi domini regis Aragonis notarii. - Sig+num Bononati. - Ego Ferrarius notarius domini regis testis.
Arnaldus de Cumbis scripsit et hoc + fecit.

El auto que hizo el rey, en que declaró no ser esta donación en perjuicio de Aurembiaix, hija de la condesa Elvira, es el que sigue:

Sit notum cunctis presentibus atque futuris quod nos Petrus Dei gratia rex Aragonum et comes Barchinone profitemur et recognoscimus vobis domne Alvire Dei gratia comitisse Urgelli quod donationem quam nobis fecisti de comitatu Urgelli fecisti salvo et retento filie vestre Aurembiaix jure suo in omnibus et per omnia: et promittimus vobis et dicte filie vestre per stipulationem legitime conceptam quod sub pretextu donationis nobis facte non descipiemus filiam vestram nec auferemus ab ea jura sua nec auferri vel diminui faciemus salvo tamen jure nostro prout nobis competit aut competere debet. Ne autem filie vestre per donationem nobis factam per nos aut per interpositam personam aliquod prejudicium generetur vel injuria fiat ad majorem vestri et filie vestre securitatem recipimus vos in foeminam in Dei fide et nostra quod in hoc nec vos nec filiam vestram decipiemus. Datum Illerde per manum Columbi notarii nostri anno dominice incarnationis M.CC.IX secundo kalendas novembris.
Sig+num Petri Dei gratia regis Aragonum comitis Barchinone. - Guilelmus Ausonensis Episcopus. - Sig+num Raymundi de Cervaria filius Guilelmi de Cervaria. - Sig+num Petri Balbi. - Ego Ferrarius notarius domini regis testis.
Sig+num Bononati qui de mandato Columbi domini regis notarii scripsit die loco et anno prefixis.
Sig+num Columbi Domini regis notarii qui de mandato ejusdem hec scribi fecit die loco et anno prefixis.

De esta manera quedó el condado de Urgel por el rey, y después, a 6 de noviembre del año siguiente, lo encomendó a don Guillen de Cardona y a Ramón Folc, su hijo, para que por espacio de cinco años le tuviesen y defendiesen, cogiendo los frutos de él; y si acaso don G * Cabrera o Pedro Ferrandis u otros nollent accipere * de ipso comitatu á domina Albira comitissa Urg* hiciesen guerra, les promete el rey todo favor y * en caso concordasen, les promete el rey de ven* ello, y se pone pena de tres mil áureos si faltas* cho y concordase con don Guerau y Pedro Ferra* voluntad de los Cardonas; y por esto obliga los c* Monblanc y Tamarit; y acabados los cinco años, * volver al rey el condado, con todas las mejoras * hecho en él, sin pedirle nada por ellas. Este aut* el archivo real, armario 16, núm. 200.
No pasó mucho tiempo después de lo que q* rido, que casó doña Elvira con Guillen de Cerve* de Juneda, caballero muy principal y de quien * gran caso por toda la corona. No he visto lo * tularon, ni en qué consistía la dote: solo he visto * cion en que él dio a la condesa, su mujer, die* rines (áureos los llama el auto), y se los asegura * rentas tenía en las montañas de Ciurana. Es est* los idus de enero, año de la encarnación 1214, * serva en el archivo real de Barcelona, armario 16* núm. 87; y después, en su testamento, hecho a 7 * Iendas de agosto 1220, hace la condesa memori* mil florines de estos diez mil; y por hallar po* de sus cosas, paso por ellas de corrida. En el *monasterio de Poblet he visto una memoria que celebra muc* ridad y limosnas de esta señora, porque en el a* en ocasión que estaba aquel santo monasterio m* do, le obligó la necesidad a vender una granja (q* man las casas o alquerías ) que llamaban la Fumada, y esta señora la compró, y después, de limosna, la dio al monasterio. Vivió hasta el año 1220, o poco más, y en su testamento escogió sepultura en el monasterio de san Hilario, de la ciudad de Lérida (de que fueron esta señora y doña Aurembiaix, su hija, muy devotas, y ésta, hasta que casó
con el infante don Pedro de Portugal, como diremos en su lugar, vivió en él), aunque el día de hoy se ignora el lugar de la sepultura; dejó a aquel monasterio, y para el adorno y culto de la iglesia, todas sus colgaduras, y los bienes muebles, esclavos y joyas, mandó se vendiesen, y del precio se sacasen mil morabatines para el edificio y fábrica del monasterio y reparo de él, y de lo demás se compren bienes, posesiones y rentas, a utilidad de él y de sus religiosas, las cuales encomendó con grandes veras a la abadesa de aquel convento: al abad de santas Cruces dejó ochocientos morabatines, para una fundación semejante a otra había hecho en la capilla de la enfermería del monasterio de Poblet, y en caso no tenga lugar la tal fundación, quiere que estos ochocientos morabatines sirvan para sufragio de su alma. Dejó al monasterio de Poblet doscientos florines, para que, de los anuos réditos de ellos, se diese limosna el día del jueves santo. Al monasterio del Pedregal, del mismo orden, florentísimo en aquellos siglos (que estaba junto a la villa de Tárrega, en un ameno y apacible valle, en medio de lindísimas florestas, de suntuoso edificio, adornado de majestuosos y antiguos sepulcros de familias ilustrísimas de Cataluña, y con muchos escudos en las paredes de él, de las casas de Aragón y Cardona, y el día de hoy derruido e inhabitable, por haber pasado las religiosas de él al convento de san Hilario de Lérida), y al de Scala Dei, de Bovera, Valvera, Santa Cecilia y Gualter, dejó veinte morabatines a cada uno. Al monasterio de Vallbona, situado entre el de Poblet y el condado de Urgel, sepulcro de doña Violante de Aragón, hija de Andrés, rey de Hungría, y segunda mujer del rey don Jaime el primero, y de sus hijas doña Violante, mujer del rey don Alonso de Castilla, llamado el Sabio, y de doña Leonor, que murió doncella, trescientos morabatines, para comprar de ellos rentas para el dicho monasterio: al monasterio de las Franquesas, en la vega de Balaguer, dejó ciento cincuenta morabatines, para el vestuario de las monjas; y al de nuestra Señora de Bellpuig de las Avellanas, donde están enterrados los condes sus suegros, cincuenta florines, para que se distribuyesen, según la voluntad de sus albaceas:
la orden de los Templarios, cincuenta morabatines, para enviar a las partes ultramarinas; y cien florines al orden militar de san Juan de Jerusalén, para lo mismo, a más de dos mil morabatines, para descargo de su conciencia en enmienda de los daños les hubiese dado; y al monasterio de Scarp, cincuenta morabatines. Al rey don Pedro, *su señor, remite todo lo que debiere, salvos doce mil florines y dos mil sueldos le debía por algunos intereses tenía la condesa sobre la ciudad Tarragona. A Ñuño Sánchez, su sobrino, dejó los honores tenía en Castilla, y quinientos morabatines que le quedaban debiendo: al rey don Jayme y a Aurembiaix, su hija, dejó los honores que tenía en Galicia, y que el uno suceda al otro, muriendo sin hijos, y en falta de ellos, llama a sus hermanos e hijos de ellos, y no les nombra; y declara tener ocho mil áureos sobre las montañas de Ciurana, que eran parte de aquellos diez mil le había dado su marido Guillen de Cervera. Está su testamento en el archivo real, armario 16. núm. 252, saco N.
En las memorias del monasterio de Poblet hallo que esta señora fue enterrada en una capilla que había junto a la escalera de la enfermería, bajo una piedra; pero, según parece de su testamento, fue en san Hilario de Lérida; y los que lo han afirmado, lo dijeron, por ser esta capilla fundacn suya, y atribuyeron aquella sepultura a su cuerpo, así como la capilla a su devoción.
Don Guillen de Cervera, después de haber servido muchos años al rey don Jaime, quiso los últimos de su vida emplearlos en servicio de Dios nuestro señor, y tomó el hábito de religioso cisterciense, en el monasterio de nuestra señora de Poblet, y le heredó de gran parte de su hacienda, y profesó el día de san Martín del año 1230, y vivió allá algunos años; y el rey don Jaime, en algunas cosas de gran importancia, le pidió consejo. Su sepulcro está eminente, junto al pilar o coluna que está a la que salen del coro, para ir a la Galilea, que es un atrio o pórtico que hay antes de entrar en la dicha iglesia. Llamaban a estos pórticos Galileas, y corrompido el vocablo les llama el vulgo Galiasas, porque así como Galilea estaba fuera de Judea, así estos pórticos estaban fuera de las iglesias.
En la dicha sepultura están también enterrados Ramón de Cervera, señor de Juneda, Guillen de Cervera, llamado el Gordo, y otro Guillen, hijo de este, y Raimundo de Cervera: y este sepulcro hizo el año de 1276 el dicho Ramón de Cervera. Está el sepulcro con muchos escudos y armas de la familia de los Cerveras, que son un ciervo de plata en campo rojo, o al revés, o un ciervo de plata en campo verde.
Bien sabía don Guerau todo lo que había pasado en* el rey y la condesa doña Elvira y Aurembiaix, su hija * como el condado quedaba so la protección real; pero * embargante esto, juntó todos los amigos, parientes y va*dores que pudo, y con armas se entró en el condado, y * apoderó de la ciudad de Balaguer y su castillo, y de ot* muchos pueblos y castillos, diciendo que no quería es* a derecho con la condesa, ni su hija; y el rey, tomando * causa de estas señoras por propia, con su ejército to* la ciudad y castillo de Balaguer, y después el de Llore* que esta apartado poco más de media legua, a la parte oriente, a las riberas del Segre; y aquí halló a don Guerau que, con su mujer e hijos, se había fortificado * aquel castillo; y aunque fue con ánimo de resistir y defenderse, pero, visto que el rey estaba allá, se le rindió * su mujer e hijos, y el rey los envió presos al castillo de Loarre, en el reino de Aragón, y a él a la ciudad de Jaca en poder de Felipe de Bascos. Vióse el vizconde sin libertad y sin los amigos de quien más confiaba, y conoció *su justicia no era tal cual él deseaba, ni tan fundada c* era menester, y que el rey tomaba aquella guerra por propia, y quería que estuviera a lo de justicia; y así con*cendió con ello, por ser este el camino por donde se h* de salvar en aquella sazón; y entonces, por orden del * entregó a Hugo de Torroja y a don Guillen Ramón * Moncada, senescal de Cataluña, los castillos de Monso* Montmagastre, Ager, Patania y Finestres, que eran de * patrimonio, para seguridad de que estaría a lo que por justicia declarase el rey sobre las demandas de la condesa de Urgel y su hija; y pasando por ello, había de cobrar los castillos, y cuando no, se volvería a la ciudad de Jaca; y no accediendo a lo prometido, quedasen estos castillos al rey, para hacer de ellos a su voluntad; y si desde Jaca a Monzón fuese preso por algún enemigo suyo, hayan de estar estos castillos en poder de estos terceros, hasta que el vizconde estuviese en libertad de poderse volver a la cárcel; y muriendo antes que el rey declarase, quiere que estos castillos queden en poder de los dichos por espacio de diez y ocho años, según lo habían ya concertado en Lérida el rey y don Guerau, y que sus herederos hayan de pagar por la guarda de ellos setecientos morabatines en oro, y si estimaren más derribarlos, que pagar este dinero, que puedan hacerlo con voluntad del rey y queden libres de todos los conciertos y convenciones dichas; y que todas las rentas y provechos que se sacaren de estos castillos, estando en tercería, sean del vizconde y de sus vasallos, a los cuales no puedan don Hugo ni don Guillen Ramon tomar nada ni hacer fuerza alguna.
De esta manera fue puesto el vizconde en libertad, y el rey se apoderó de todo el condado y tomó título de conde de Urgel, y de aquí quedaron dos títulos de condes de Urgel, uno en persona del rey don Pedro, que lo poseía, y otro en la del vizconde, que, aunque había dejado el señorío y posesión de él, quiso quedarse con el título que una vez había tomado; y así el rey don Jaime el primero, en Ia constitución I y III, título de la Santa Fé Católica, en la II, título de Sposalles, hecha el año 1219, y en la XI, título de Pau y Treua, y en la II, título de Usures, vol. III, se intitula conde de Urgel, así como se intitulaba el rey don Pedro, su padre. Escarmentado el vizconde de estos sucesos, toda la vida del rey, que fueron algunos cinco años, vivió muy quieto y sosegado, sin mover alteración alguna, aguardando que el rey declarase el derecho de condesa doña Elvira y de su hija. En el intermedio de estos cinco años fue la gran batalla de Ubeda (Úbeda) o de las Navas de Tolosa, donde se hallaron los reyes Pedro de Aragón, Alfonso de Castilla y Sancho de Navarra, llamado el Fuerte, con diez mil hombres de a caballo y cien mil infant * de estos, los tres mil quinientos de a caballo y veinte * de a pie habían venido del reino de Aragón, principado de Cataluña y condado de Fox, con el rey don Pedro, y *pelearon, según dice el rey de Castilla en la carta que del suceso escribió al papa Inocencio III, que trae en su nobi*rio Argote de Molina, con ciento ochenta y cinco mil *moros de a caballo y un número infinito de gente de a pie, los cuales murieron más de ciento y sesenta mil, sin los que cautivaron; y autor hay que afirma pasar los muertos de doscientos mil. Fue esta victoria, lunes, a 16 de julio del año 1212, día aciago e infeliz para los moros, por haber
recibido su nación y fuerza un golpe tan terrible. De los cristianos solo faltaron veinte y cinco o treinta. Dalmau de Creixell, caballero del Ampurdan, en Cataluña, fue quien ordenó los ejércitos y formó los escuadrones, dando a cada rey su puesto, y concordando las discordias había entre ellos sobre esto; y después de Dios, se atribuyó a él el feliz suceso de esta batalla. Muchos caballeros tomaron en esta ocasión armas y divisas, unos de la cruz santa, cuya virtud atribuyeron esta victoria; otros de las cadenas con que estaba encerrado un palenque que rompió el rey de Navarra, y de aquí las tomó por divisa o armas, adornando con ellas su escudo vermejo, que estaba sin ellas.
Con el rey don Pedro fueron muchos caballeros catalanes, que nombran Tomic, Zurita y otros: con ellos fue el vizconde don Guerau de Cabrera, con muchos caballeros parientes suyos que tenían lugares y castillos en el condado de Urgel, que eran Galceran de Puigvert, Amorós de Ribelles, Gispert de Guimerá, Bernat de Monsonis, Ramón de Pinell, Guillen de Alentorn, Hugo de Treyá, Guerau de Spes, Guillen de Moja, Guillen de Ruvió, Galceran de Çacosta, Oliver de Termens, Ramón de Peralta, Ramón de Fluviá, Pere de Oluja y Bernat de Pons. Algunos autores que refieren esta historia reciben engaño, diciendo que el conde de Urgel que se halló en esta batalla se llamaba Armengol y murió en ella; pero es averiguado que en este tiempo no había conde de tal nombre; porque el marido de la condesa doña Elvira había ya muerto el año de 1208, y don Guerau no murió de muchos años después, como veremos en su lugar. Fue comunmente tenida esta victoria por milagrosa y obra particular de Dios señor nuestro, el cual resiste a los soberbios y da su favor y gracia a los humildes, y renovándose los antiguos milagros, dio tan gloriosa victoria al pueblo cristiano; y por eso se hace cada año fiesta y reza de ella en muchas iglesias de España, y particularmente en la de Toledo, sacando entre los dos coros de ella muchas banderas y pendones que en ella se ganaron; y se celebra esta fiesta con título del Triunfo de la Cruz, a cuya virtud se debe tan feliz suceso.
El rey don Pedro, vuelto de la batalla, vivió poco tiempo. Por haber siempre estado ocupado en el pleito del divorcio con la reina doña María, su mujer, y en ayudar los condes de Tolosa, sus cuñados, contra el conde Simón de Monfort y otros que querían despojarles de los señoríos tenían en Francia, no tuvo lugar ni tiempo para entender en la causa y pretensión de don Guerau, aunque era muy solicitado por doña Aurembiaix y su madre, y lo iba dilatando de día en día, hasta que murió en el mes de setiembre de 1213, en Francia, (Muret) donde había ido con poderoso ejército, en favor de sus cuñados. Sucedióle en reino su hijo el rey don Jaime, primero de este nombre * edad de seis años y cuatro meses, que estaba en *Carcasona en poder del conde Monfort, a quien el rey don Pedro, padre, poco después de nacido, le había encomendado, para que le criara, y en esta ocasión rehusaba ponerlo en libertad y darle a sus vasallos que, con grandes veras, le *taban, fabricando en su entendimiento mil quimeras, encaminadas todas al aumento de su casa, y según afirman algunos autores, a casalle con una hija natural suya.
Cuando se trataba la libertad del rey, Nuño Sánchez (don Sancho) conde de Rosellón, y el infante don Fernando, que aquella ocasión era abad de Monte Aragón y había sido monje de Poblet, hijos bastardos del rey, pretendieron que a ellos, y no a don Jaime, tocaba la sucesión de estos reinos, porque decían no ser legítimo, y no advertían que ya se había declarado en la causa del divorcio entre el rey don Pedro y doña María, su mujer; pero el deseo de reinar, y la ausencia y niñez del rey (imbecilidad escribe Bernardino Gómez Miedes), les dio bríos para alterar el reino de Aragón y principado de Cataluña, y no fueron pocos los que siguieron esta opinión. El papa Inocencio II* instado del reino y principado, mandó, por medio de su legado, al conde Monfort, que libertara la persona del rey, y ayudó mucho a ello el padre santo Domingo, que en estos tiempos vivía. Vino el rey a Lérida, y allá fue jurado de todos los vasallos, exceptos don Sancho y don Fernando, que trataban de apoderarse de la persona del rey, y salieran con ello, si la corte general, que estaba congregada en Lérida, no le encomendara a Guillen de Monrodon, maestre del Temple, que le llevó al castillo de Monzón con su primo Ramón Berenguer, marqués de *Prohenza, que era de edad de nueve años, para que se criara con el rey. Nombráronse entonces gobernadores que rigiesen por el rey, y al infante don Fernando eligieron por procurador general del reino, aunque siempre perseveraba en el propósito de apoderarse de la persona del rey. Estando las cosas de esta manera, se levantaron por toda la tierra bandos y disensiones, y todo era confusión y parcialidades, tanto, que no teniendo el rey más de nueve años, le obligaron a haber de salir del castillo de Monzón y entender en el gobierno de sus estados, visitando sus reinos y sosegándoles con su presencia. La primera cosa que hizo fue ir a Zaragoza, donde le prestaron el juramento de fidelidad. Asistían en su consejo los obispos de Lérida, Zaragoza y Barcelona, el vizconde de Castellbó, don Guillen de Moncada, Dalmao de Castellbisbal, Pedro Fernández de Azagra, don Rodrigo de Lizana, don Blasco de Alagón y también el vizconde don Guerau de Cabrera, el cual, para mejor encaminar sus negocios y ser más respetado, tuvo traza como ser uno de los de este consejo; y el rey con su gran prudencia, y aconsejado de estos, gobernó de tal manera sus reinos, que fue uno de los mejores reyes del mundo, como lo atestiguan todos los autores antiguos y modernos.
El vizconde don Guerau, luego que murió el rey don Pedro, y quedando el reino y principado con la turbación que se puede pensar, y sin gobernador o cabeza a quien respetar, había tomado con armas diversas villas y castillos del condado de Urgel, apoderándose de todo lo que pudo. Fueron grandes los daños, robos y males que cometieron sus valedores y amigos en esta guerra, y merecieron con mucha razón la ira e indignación del rey, a cuyo consejo llegaban cada día mil quejas y sinrazones del vizconde y de los suyos; pero siendo él tan principal y uno de los del consejo real, aprovechaban poco. Los nobles barones y procuradores de las villas y ciudades de Aragón y Cataluña, que en aquella ocasión estaban juntos en Monzón, donde había el rey convocado cortes, aconsejaron que se tomara algún medio y concordia para aquietar la tierra y obviar los males que cada día sucedían. Fue tratador de él don Guillen, vizconde de Cardona, en cuyas manos lo dejaron el rey y el vizconde, porque de todos era deudo; y este caballero, a 19 de junio 1217, 
concertó de esta manera, según lo he visto en el archivo real de Barcelona, arm. 1, núm. 114: que don Guerau remitió, absolvió y difinió al rey don Jaime, a su reino, a Guillen de Cervera, Ramón de Moncada, Guillen Ramón Dapifer y a sus valedores y amigos, todas las invasiones, guerras, robos, rapiñas, injurias, violencias, homicidios, muertes, heridas, cautividades de hombres, rescates, devastaciones, incendios y generalmente todos y cualquier daños hubieren recibido él, sus tierras, amigos y antecesores de cualquier manera; y restituyó los castillos y ciudad de Balaguer, Albesa, Agramunt, Linyola y todos los demás castillos y villas tenía del condado de Urgel, sin retención alguna, porque todo esto lo tuviese el rey en prendas y seguridad de veinte y cuatro mil florines y cincuenta mil sueldos, hasta el día de san Miguel primer viniente, y después dos años más; y pagando doña Aurembiaix, dentro del dicho término, la dicha cuantidad, pueda el rey tomarla y darle el condado, sin consentimiento ni voluntad del vizconde; y que en esta restitución, ni se entienda la villa de Aytona, ni sea en perjuicio de los créditos tiene sobre él Guillen de Cervera y otros acreedores, quedando siempre firmes las convenciones hechas entre el rey don Pedro y el conde Armengol, y las acciones tiene el vizconde contra doña Aurembiaix por razón del condado de Urgel. 
Fue también concordado, que si dentro de los dos años dichos no vinieren ni la condesa ni sus hijos, y pareciere al vizconde, pasados ellos, pagar al rey los veinte y cuatro mil florines y los cincuenta mil sueldos, haya el rey de volverle en franco alodio todo aquello que el vizconde le había dado; y que pagando doña Aurembiaix esta cuantidad al vizconde, le haya de recibir y restituir lo que tuviere del dicho condado, y si no lo hiciere y enmendare dentro de cuarenta días, a conocida del rey o de quien tuviere su lugar (lugarteniente), sea habido por perjuro. Obligóse el vizconde a dar al rey las tenencias o potestades de ocho castillos, que son Agramunt, Balaguer, Pons, Linyola, Oliana, Albesa,
Menargues y Albelda: declaró que en esta restitución no se entienda la villa de Aytona, por pretender ser suya, ni se perjudique a Guillen de Cervera ni a los ac*dores, y prometió y firmó treguas duraderas hasta el * de san Miguel y dos años después; y por esto consiente * no cumpliéndolo, Ramón de Cervera, que tiene el castillo y villa de Monmagastre, lo entregue al rey, para que lo * sea perpetuamente; y dio fianza a don Guillen, vizconde * Cardona, R. Berenguer de Ager, R. de Cervera, R. * ceran, Arnaldo de Castellbó, Ramón de Folc, G. de * carras ... de Aniá, R. de Ribelles y B. de Puigv* y prometieron que se observaría todo lo dicho y servi* al rey contra del vizconde, en caso faltase a ello, al * todos estos caballeros hicieron para esto sacramento y *homenaje. Entonces Ramón de Cervera prometió al rey entregarle el castillo y villa de Monmagastre, no guardand* dicho vizconde las treguas por el tiempo; y el rey, con *toridad y consejo del infante don Sancho, procurador general suyo, y de don Sancho, arzobispo de Barcelona, G. * Vique, B., de Lérida, P., de Tortosa, J., de Zaragoza, *Gimeno o Eximeno Cornel, P. de Ahones, G., vizconde de Cardona, * de Cervera, todos de su consejo, de Ato de Foces, A*lit de Gudal, Atorella, García Pardo, Pelegrín de A*es, G. de Alcalá, B. de Benavent, P. de Pomar, G. *mon, vizconde de Bearn, Arnaldo de Castellbó, R. *ceran, Hugo de Mataplana, R. de Cervera, P. de Saga* de Portella, R. de Moncada, Guillen R. Dapifer, R. F* G. de Anglesola, P. de Puigvert, R. de Ribelles, R. * de Ager, B. de Queralt, P. de Montgri, G. de Cl*munt (Claramunt), G. de Guardia, A. de Timor, G. de Sant Vic* R. Alamany, B. de Peramola, y otros, y de muchos si*os de pueblo convocados en aquellas cortes, perdon* vizconde cualesquier correrías, muertes, daños, injurias y otras cualesquier acciones criminales compitiesen, así a su persona real y fisco, como también a Guillen de Cervera, Ramón de Moncada y Guillen Ramón Dapifer y a su hermano, así contra el vizconde, como también contra la ciudad y villas de Balaguer, Agramunt, Linyola, perdonándoles a todos plenísimamente; y absuelve al vizconde de los homenajes había jurado cuando salió de la prisión, y le promete, que si dentro los dos años no compareciese doña Aurembiaix, y pasados aquellos pagase el vizconde el dinero ya dicho, cumplirá lodo lo que arriba está referido, y si faltare en algo, promete el rey enmendarlo dentro de cuarenta días, a conocimiento de don Guillen, vizconde de Cardona; y que pasados los dos años y cumpliendo el vizconde con lo prometido, le haya de volver R. de Cervera el castillo y villa de Monmagastre. Con estas convenciones, quedó el vizconde algo sosegado, pero no sin algún recelo.
Verificóse en el vizconde aquel adagio antiguo: conscientia mille *tostes; porque siendo perdonado del rey, y no habiendo ninguno que le pidiese cosa, y respetándole todos, así por su linaje, como por los muchos estados tenía en este principado, jamás se quiso sosegar, antes siempre le parecía que el rey había de hacer en su persona un ejemplar castigo, no asegurándole la concordia había hecho con él, en que intervinieron los mejores hombres de Cataluña y Aragón. Sabía él muy bien que el rey era de poca edad, y que cuando viniese a entender lo hecho, no lo había de sentir bien; y aunque lo hizo toda la corte, pero fue traza y negociación del vizconde y del infante don Sancho, tío del
rey, que lo regía todo, y no se hacía sino lo que él quería; y por esto vivió siempre muy advertido, procurando todo lo posible ganar el amor y gracia del rey, y esto con tan *publicidad, que todos lo notaban y advertían, y era * tener el rey propicio, en caso que la condesa Aurembiaix pidiese el condado, de que él andaba muy receloso, y * señora solo aguardaba que el rey rigiera por sí mismo, para pedirle justicia; y estando el rey en Daroca, en el * de marzo del año 1222, donde había celebrado cortes (a) los aragoneses, llegó el vizconde a hacerle reverencia, todos admirados de la sumisión del vizconde, y más los del consejo real, decían que esta venida y obediencia era fr* nacido del casamiento había entonces celebrado el rey con doña Leonor, hija del rey Alonso de Castilla, por el cual se le doblaba ya la autoridad y respeto; pero de aquell* vez no quedó en gracia del rey tan cumplidamente como él pensaba, ni sus negocios tan acertados como él deseaba, porque el rey no quiso entonces poner la mano ni entender en ellos, hasta saber más de raíz el fundamento y principio de todo, aunque le prometió que presto iría a Cataluña, donde más de cerca conocería de ellos, y los dejaría asentados de su mano. Esta ida del rey no se dilató muchos días, porque a 21 de diciembre del año 1222 ya estaba en el Tarros, villa pequeña del condado de Urgel, situada entre Balaguer y Lérida, hacia el mediodía, y celebrada por uno de los mejores climas de España, o por la
subtilidad y pureza del aire y aguas, o por algún buen vapor que sale de la tierra, que recibido por los sentidos, purga elcelebro de tal manera, que a los locos, furiosos, y principalmente a los endemoniados, los llevan allá para que sanen; y era refrán antiguo en Cataluña, que, en comenzando uno a enloquecer, luego decían: á este llévenlo al Tarros. Estando, pues, el rey allí, con consejo de la reina doña Leonor, su mujer, y del conde don Sancho y del infante don Fernando, sus tíos, don Nuño Sánchez, don Artal de Luna, mayordomo del reino, y don Pedro Ahones y otros ricos hombres, informado del hecho, asentado pro tribunali, en medio de sus tíos, que le sirvieron como de asesores, y en presencia de los más principales del reino, se presentó el vizconde, que, confesados sus hechos, pidió perdón al rey de sus atrevimientos pasados, y el rey perdonó no solo a él, mas a sus amigos, valedores y vasallos, los hurtos, incendios y todos los males que, por culpa suya, en las guerras pasadas se habían cometido, y venganzas se había tomado de los que habían seguido la parte del rey, cuando el vizconde fue preso; y prometió guardar todo lo que los nobles, barones y síndicos de universidades le habían prometido después de la muerte del rey don Pedro. Tenía el rey en el condado de Urgel algunos castillos obligados por ciertos créditos a don Guillen de Cardona: estos se entregaron a don Guerau, salvos los créditos de don Guillen de Cardona. Dióle el rey el condado con reserva del feudo, según sus antecesores le habían tenido, y con reconocimiento de fidelidad a los reyes y condes de Barcelona, y que en caso doña Aurembiaix pidiese por justicia el condado, estuviese a derecho con ella, ante el rey y a conocimiento de la corte; y declarándose en favor de ella, que pagase a don Guerau treinta mil morabatines que debía al rey, de los cuales, en dicho caso, le hace donación y merced; y a más de esto, he visto en el auto estas palabras: Solvimus etiam vobis omnia feuda que de vicecomitatu Caprarie et in aliis locis per nos vel antecessores nostros vos vel vestri antecessores hactenus tenuistis et r*netis seriatim et hiis que nobis pro his facere debetis.
Con *tas condiciones y pactos quedó el vizconde en gracia * rey, y quedaron en su fuerza todas las otras concordias * tre los predecesores del rey y del vizconde.
Quedó el vizconde don Guerau con gran quietud en * condado de Urgel, pareciéndole que nadie habría en el m*do que le inquietara, y de esta manera vivió poco m* menos de cinco años. Pasados estos, cuando menos se c*le salió a deshora doña Aurembiaix, la cual, en el mes * julio del año 1228, estando el rey en la ciudad de Lérida fue a su presencia, y el rey le mandó hacer gran rec*miento, y que fuese tratada según su calidad; y al segu* día después de su venida, fue el rey a visitarla y consol* de sus trabajos y pesadumbres, porque el rey y ella * hijos de primos hermanos, y Guillen de Cervera, señor de Juneda, su padrastro, era el que cuidaba de ella y la ac*sejaba, y ella hacía tanta estima de él, que no se salía * punto de lo que él le decía, porque Ie representaba pa* y era hombre de edad y de los más sabios de España. *te, pues; acompañando a doña Aurembiaix, compareció *to día en su presencia, para informarle de su justicia, y * porfiaron los dos, que hablase primero doña Aurembiaix * la cual representó al rey la causa de su venida, * sinjusticia y agravio recibía del vizconde, en tenerle * pado el condado de Urgel, y la gran confianza tenía * hallar justicia en el rey, de cuya fama y buen nombre * prometía todo buen suceso, y así se lo prometían * por ser ella hija única y heredera del conde don Armengol, su padre, suplicándole no permitiese que, si era él rey y señor de esta tierra, recibiese tal sinrazón como la que le hacía el vizconde, y que si no era de su alteza, de otro no confiaba alcanzar razón y justicia. Guillen de Cervera y Ramón de Peralta, que acompañaban la condesa, fueron prosiguiendo el discurso que ella había comenzado, e informaron largamente, concluyendo ser oficio de reyes valer a los que por su persona no pueden alcanzar su derecho, y que Dios le había puesto en su lugar en la tierra para que juzgase derechamente, y que pues la condesa era mujer de gran virtud y linaje, así por parte de padre como de madre, y estaba desposeída en su reino de sus bienes, acudía a su alteza, para que se los mandase volver, pues solo el valor y calidad de ella la hacían merecedora de recibir merced de su real mano, y así se lo suplicaban en nombre de ella y suyo. El rey les respondió, que la demanda era justa, y que sobre ella tomaría su acuerdo y proveería lo que fuese justo.
Mandó el rey llamar su consejo, en el cual, según parece en la historia nos dejó manuscrita, intervenían don Berenguer de Erill, obispo de Lérida, don Guillen de Moncada, don Guillen Ramón, su hermano, don Ramón Folc, don Asalit de Gudal, don García Periz de Meitats, y los prohoms de la ciudad de Lérida; y estos, considerado el negocio, determinaron que fuese dado abogado a la condesa, y fuele señalado Guillen de Çasala, que era uno de los más famosos letrados de estos tiempos, al cual remuneró la condesa del trabajo había de tomar y estudio había de hacer por ello, y le dio de por vida el derecho que llamaban de la caldera de los tintoreros de Lérida, que, por estos tiempos, según escribe el rey, valía doscie* sueldos de renta, y después vino a valer más de * mil. He visto en un registro del rey don Jaime, el * de 1257, que, a 7 de los idus de setiembre, se * por año de ella quince mil sueldos jaqueses de * ta; y a 3 de las calendas de julio, año 1268, se * por ella catorce mil sueldos jaqueses, que, según aquellos tiempos, era un notable salario y grandiosa pa* porque aquel juicio procediese con la debida solem*de derecho, se ordenó que fuese citado el vizconde, * no compareciendo, fuesen continuadas aquellas citaci* hasta tres.
Muchos años había que poseían los condes de Urgel la ciudad de Lérida, la cual, después de cobrada de los moros, destruida y despoblada, había llegado a gran * de edificios y vecinos, y era en estos tiempos una de las ciudades más insignes de Aragón y Cataluña, y como * codiciada de los reyes; pero como eran tan justos y *tos, templaban sus deseos, por no hacer agravios a *ños de ella. Poseyéronla desde el año 1149 hasta *por donación del príncipe de Aragón a don Armengol de Castilla, conde de Urgel; y el rey, antes de entender * pleito, acabó con la condesa la donación de esta ciudad * que recibiese el condado de Urgel en feudo y con oblig* de dar acogida a los reyes de Aragón y sus gentes, * tiempo de paz, como de guerra, en nueve castillos del condado, que eran, Agramunt, Linyola, Menargues, Bal*, Albesa, Pons, Oliana, Calasans y Albelda, y que no* ria sino con expresa voluntad del rey. A todo vino la condesa, por obligarle a que le favoreciese con todas veras *tra don Guerau: el rey se lo prometió, y que le haría restituir las villas y pueblos tenía don Ponce, hijo del vizconde; porque a río revuelto, así el padre, como el hijo, cada uno había tomado lo que le había venido más a mano del condado de Urgel, todo a gastos del rey, el cual le remitió y enfranqueó de veinte y cuatro mil morabatines debía doña Elvira, madre de la condesa, al rey don Pedro, y algunos gastos tenía hechos el rey, en el tiempo que poseyó el condado; y el rey lo juró todo, haciendo pleito y homenaje, a fuero de Aragón, siendo presentes don Pedro Gonzáles, maestro de Uclés, Guillen de Cervera, Asalit de Gudal y otros; y por ser auto muy tocante al condado de Urgel, le traigo por entero y es el que se sigue:

Donación de la ciudad de Lérida al rey don Jaime.

In Christi nomine notum sit omnibus presentibus et futuris quod ego Aurembiax comitissa Urgelli filia et heres bone memorie domini Ermengaudi comitis Urgelli et domine Alvire uxoris ejus non seducta nec vi nec dolo inducta ncc in aliquo circumbenta imo consulte et ex certa scientia bono animo et gratuita voluntate per me et omnes succesores meos do et in perpetuum dono laudo concedo et trado vobis domino Jacobo Dei gratia illustri regi Aragonum comiti Barchinone et domino Montis pesulani et successoribus vestris civitatem Ilerde quam per vos teneo in feudum et quidquid juris in ea habeo et habere debeo sive sit allodium sive feudum cum militibus et hominibus et feminis et juribus et rebus corporalibus et incorporalibus mobilibus et immobilibus ac se moventibus cum feudatariis et feudis et terminis et pertinentiis et apenditiis eorundem cum leudis questiis toltis fortiis servitiis hostibus et cavalcatis et cum omnibus omnino juribus et redditibus tam gratis quam ingratis sicut ea omnia et singula melius habeo et habere debeo ullo modo: et de nostro jure et dominio et pote* predicta omnia et singula rejicio et renuncio juri feudi * juri omnimode et ea omnia et singula trado vobis in * senti et in vestro jure et potestate et dominio tra* et transmito jure poprieta pleno jure perpetuo possiden* vestrum proprium et francum allodium sine retentione a * sicut melius dici scribi sive intelligi potest ad vestrum ve* rumque salvamentum et bonum intellectum. Item per *omnes successores meos dono vobis et vestris succesorib* perpetuum pacem et treguas valentiam et juvamen et fa*pacem et guerram de toto comitatu Urgelli contra omne* mines natos et nascituros et nemini contra vos: et totum d* comitatum per vos et vestros in feudum recipio et ego et s*
sores mei tenebimus comitatum Urgelli per vos et succesores vestros ita tamen ut non teneamur vobis et vestris dare p*tatem nisi de novem castris videlicet de Acrimonte Li* (Linyola) Menargis Balagario Abesa (Albesa) Oliana Calasantio et de Alb* (Albelda) de quibus dabimus vobis et vestris potestatem irati et pacati * tiescumque et quandocumque volueritis et inde a vobis * nuntium vel litteras fuerimus requisiti sicut vero domino * fide. Pro quibus quidem omnibus fideliter et in perpetuum * et meis sucessoribus observandis facio vobis homagium * rale jurando per Deum et hec quatuor evangelia corporaliter *tacta. Et hec omnia et singula irrevocabiliter firma permane* eternum: sub hac tamen conditione hec omnia supradicta * ligantur quod vos reddatis mihi et meis et cui vel quibus mandavero et reddi faciatis ea que Pontius de Capraria * Geraldi detinet de comitatu Urgelli et in eo defendere et * rare et ad hec reccuperanda detis consilium et auxilium et *tentiam bona fide de placito et guerra vestris missionibus et * pensis et ad alia omnia que de comitatu sunt vel ad comi* pertinent vel pertinere debent aliquo modo vel causa. Si * ista non reddetis nec daretis mihi consilium et auxilium et * Iensam bona fide ut dictum est donationes predicte non val * sed sint penitus infirmate utriusque partis voluntate pari* consensu. Et istis novem castris superius nominatis recupe* et mihi traditis tenebo comitatum per vos et sucessores vestr* dictum est et donationes sint valide atque firme: et tunc fa*rabis alias cartas novas in quibus confirmabo istas donationes ad vestre beneplacitum voluntatis. Promitto etiam vobis quod non *contraham matrimonium sine expressa voluntate vestra: quod si *facerem quod absit predicte perpetuam obtineant firmitatem etiamsi comitatum ut dictum est mihi non redderetis nec auxilium daretis.
Item promito vobis quod interim antequam novem castella mihi fuerint restituta non obligem aliquid de predictis sinc voluntate expressa et consilio et licentia vestra nisi salvo jure meo et nisi hoc facerem testamentum condendo et ordinando meam ultimam voluntatem. Nos igitur Jacobus Dei gratia rex Aragonum donationes predictas Ilerde et de pertinentiis ejus et de comitatu Urgelli et pertinentiis ejus libenter recipientes ut dictum est promittimus solemni stipulatione vobis nobili Aurembiax comitisse Urgelli dare consilium auxilium et valensam bona fide de placito et guerra nostris expensis ad recuperanda castra et villas de Acrimonte Linyola Menargis Balagario Albesa de Pons Oliana Calasancio et de Albelda et omnia alia que de comitatu sunt vel ad comitatum pertinent vel pertinere debent sicut dictum est: quibus novem castellis recuperatis et vobis traditis donationes quas nobis fecistis supradicte valeant et sint firme et istis completis absolvimus et remittimus vobis scienter et consulte illos viginti quatuor mille morabatinos quos ratione matris vestre nobis solvere tenemini sicut continetur in testamento Ermengaudi comitis Urgelli patris vestri quos domina Alvira mater vestra dederat patri nostro et omnes alias missiones quas pater vester fecit in comitatu predicto faciendo vobis super predictis morabatinis et expensis specialiter pactum de non petendo: et damus vobis quantum ad petitionem illorum viginti quatuor mille morabatinorum omne locum et actionem realem vel personalem directam vel utilem vos faciendo procuratorem tanquam in rem vestram. Pro istis omnibus attendendis et complendis recipimus vos in feminam jurando per Dominum et hec quatuor evangelia tacta et homagium ad forum Aragonum vobis a nobis factum quod ea omnia complebimus et observabimus ad totum nostrum posse. Actum est hoc Ilerde die martis kalendas augusti anno Domini millesimo ducentesimo vigesimo octavo. Sig+num Aurembiax Dei gratia comitisse Urgelli jurantis que hec laudo et firmo.
Sig+num Jacobi Dei gratia regis Aragonum comitis *Barchinone domini Montis-Pesulani.
Testes hujus rei sunt frater Petrus Gonzalbo magister * de Ucles Assalit de Gudal Dominicus de Strada Guille* Cervaria Garcia Petri de Mitat Raymundus Reposter.
Ego Guillermus de Sala legista subscribo et sig+num *
Ego Guillelmus Rabassa notarius domini regis.
Ego Petrus Sanccius notarius et receptor domini re* sig+num feci.
Sig+num Guillelmi Scribe qui de mandato domini regis * *comitisse pro Guillelmo Rabassa notario domini regis ha* *cartam scripsit loco die et anno prefixis.

Luego que fue hecha esta donación, instó la condes* tra el vizconde y fue citado, pero no compareció * condesa pretendió que, sin aguardar otra citación, * declarada la causa, y el rey le dijo: que no había de * que en negocios tan graves se procediese precipitad*te, porque eso sería hacer sin justicia al vizconde, y * hizo segunda citación, y entonces compareció don Gui* Cardona, que era hermano de Ramón Folc, vizcon* fue maestre del Templo; y oída la demanda que la *condesa hacía del condado de Urgel, respondió en presencia d* y de su consejo, que el vizconde de Cabrera, su princ* todos aquellos que estas cosas entendían, se maravi* mucho que doña Aurembiaix hiciese demanda de a* que había poseído por más de veinte o treinta años, s* en todos ellos hubiese hecho la condesa tal demanda, * solo esto era lo que él tenía que responder, y suplicó * que no diese lugar a tal demanda como a cosa nueva, * a un hombre como el vizconde no se le habían de * demandas tan fuera de propósito como era aquella. * de Çasala, abogado de la condesa, después de haber largamente informado y fundado el derecho de ella, satisfaciendo a lo que había hablado don Guillen de Cardona, dijo al rey:
- Señor, ¿don Guillen de Cardona, siendo varón de tan grande linaje y honrado, se maravilla de esta demanda de la condesa? Mayor maravilla, señor, sería, si estando ella en vuestra real presencia y de vuestra corte, dejase de alcanzar justicia y vos, señor, a quien ha puesto Dios en la tierra, se la negásedes. - Don Guillen de Cardona, a quien no placían las razones del letrado, dijo: que él no venía allá por pleitear, sino solo para decir aquello que su principal le había ordenado que dijese. Y don Guillen de Moncada le preguntó, si tenía él procura del vizconde; y el Cardona respondió, que no la tenía, sino que solo había venido allá para decir aquello que le había sido ordenado, y pues lo había
cumplido, se quería ir. Entonces don Guillen de Moncada le detuvo, y le dijo que aguardase que el rey tomase acuerdo sobre lo que había pasado y le respondiese; y replicó el Cardona: que ni tenía más que aguardar, ni más que decir; y así todos se salieron de allá, quedando el rey solo con su consejo real; y conferido el negocio, llamaron otra vez a don Guillen Cardona, y le dijeron: - Vos, don Guillen de Cardona, no habéis llevado procura de Guerau de Cabrera, ni menos queréis responder a lo que se os pide, y así, otra vez os decimos si queréis responder a lo que pide Guillen de Çasala por parte de la condesa de Urgel. - Y él volvió a decir, que no tenía más que decir de lo que quedaba dicho. - Pues bien, dijo el rey, yo os tengo entendido y haré aquello que será justo hacerse. - Y de esta manera tuvo fin la audiencia de aquel día; y el rey, porque el juicio andase más justificado, mandó citar tercera vez al vizconde, porqu* algo que decir, lo alegase, ofreciendo oírle, y en * quisiese comparecer, proseguiría aquel juicio en * justicia diese lugar.
Llegó el plazo de la última citación, y compar* vez Guillen de Cardona en casa de Ramón, repo* rey, donde se hallaba él y toda su corte, y muchos * cos hombres que había llamado para tomar su * cosa de tan grande consideración y peso. Estando * otra vez el Çasala audiencia y lugar para informar, * dida, estando en pie, dijo: - Señor, suplícoos m* escuchar: Dios quiso que en este mundo fuésedes * dio este oficio para que hagáis justicia a aquellos * sitan de ella, y a más, a viudas y huérfanos; y sino * no tiene debajo del cielo la condesa otro a quien * dos razones son las que la han obligado a venir *
presencia, la una por estar el patrimonio y estados * dre, que ella pide, en tierras y reinos vuestros, * porque vos podéis mirar por ella mejor que otr* que haya en el mundo; por lo que ella os pide, c* señor que sois, que mandéis que el vizconde o G* Cardona, que por él ha comparecido, respondan, * ha dos días que se entiende en este negocio, y por * venido el dicho vizconde, ni haber quien respond* ni vos ni vuestra corte pueden pasar adelante en el * y agora es el tercero día; por lo que, os suplica la * como a señor que sois, de quien aguarda justicia * halle en vos, de suerte que si Guillen de Cardona *
comparecido del modo que comparecer debía en j* procedáis contra el vizconde y sus bienes, para qu*

salta de la 468 a la 471 !

a pie y muy bien armados; y aunque la villa era medianamente grande y estaba muy bien cercada y abastecida de *nas y de todo lo necesario para un largo cerco; quiso el * ponérselo y atemorizarles con su real presencia, que no * menos horrible para muchos, que amable para todos, * menzando, pues, a batirla, los del pueblo, puesto que * defenderse de otro mayor ejército, vista la persona * , se atajaron de suerte, que el día siguiente, apenas * cubrieron la gente de Tamarit, cuando entregaron la * y castillo al rey, confiando de la palabra les había dado * que serían libres de saco. De aquí se fue el rey a Menarges, villa del condado de Urgel, que está en medio de *rida y Balaguer, a la orilla de Segre, aunque algo mohíno * no acudir los feudatarios con la puntualidad y deseo * él quería, porque no llegaron allá sino treinta; y cuan* fueron a la vista de la villa, mandó el rey al ejército que * quedase, y él con tres o cuatro caballeros se fue a la * Los vecinos de ella, sabida la venida del rey, se su* al castillo con todas las armas y provisiones que *dieron; el rey se acercó al castillo y les dijo: - Bien sabéis *sotros que la condesa es vuestra señora natural, y que ni *la quiere la ruina de la villa ni vuestra muerte, ni que re* bais daño en vuestras haciendas; y así os aseguro en nom* nuestro y de ella, que volváis a vuestras casas, que no * no recibiréis daño de nosotros, pero aun os prometemosnuestro favor y amparo contra cualquier que os quisie* dañar. - Uno de los que estaban en el castillo respondió: Señor, ¿y qué haremos del castillo que Guerau de Ca*era nos ha encomendado? - Y el rey le dijo: -Y vosotros *o sabéis yo quién soy, y que por entregarme el castillo no sois desleales al vizconde, que ya por justicia lo ha perd*
Bajad y dadnos el castillo, que yo os recibo debajo d* fé y palabra real. - Entonces ellos, asegurados con Ia *labra del rey, y certificados que el vizconde estaba *dicamente privado del condado de Urgel, y la justicia * había absuelto del homenaje le habían prestado, se *vieron de entregar la fuerza; pero antes de bajar y abrir * puertas, quisieron otra vez asegurarse de lo que el * les había dicho y prometido, el cual de nuevo se lo y* a decir, y asegurarlos con su palabra real; y luego * con sus armas y hacienda bajaron y entregaron el castillo al rey; y luego mandó llamar a la gente de armas que atra* bían quedado. Los de Menargues, viendo la poca gente * el rey llevaba, quedaron corridos de la facilidad con * habían abierto las puertas y entregado el castillo, el * quedó por la condesa. Al rey y su gente faltó la con* y no quisieron tomarla de los de Menargues, sino que * vio veinte caballos a Balaguer, que corriesen la tierra * cogieron diez y seis cabezas, entre vacas y terneras; y *praron pan y vino; y dice el rey, que tuvieron carne * tres días.
Estando en esto, acudía la gente de Cataluña y Aragón que el rey aguardaba, y fueron doscientos caballos y * de mil infantes, y con estos, pareciéndole al rey que t* bastante gent, determinó de tomar lo que le qued* confiando del buen suceso, por ser la empresa justific* Pasó el río por la puente de Lérida, y se puso sobre *yola, pueblo muy grande, el cual don Guerau había fortificado, y estaba muy abastecido. Está este pueblo en m* del llano de Urgel; es su territorio muy fértil y abund* y sino participara de la sequedad tiene España, fuera el mejor pais del mundo. El otro día que el rey fue allá, llegó Guillen de Moncada con sus gentes, y todos se pusieron a punto de pelear. A la que querían dar el combate, Ramón de Cardona dijo al rey, que no le parecía bien que se diese, porque, dentro había muchos que eran la de parte de la condesa, y podía ser que la presa de la villa no había de valer tanto como el daño que se podía recibir, y pidió licencia al rey para hablar con los de dentro, para ver si se podía tomar algún buen asiento; pero al rey no le pareció hacer nada de lo que el Cardona le dijo, porque le pareció demasiada porfía la de los paisanos en no quererse rendir, porque ya habían sido una vez requeridos y certificados del derecho de la condesa, y que con sentencia había sido el vizconde privado del condado de Urgel; y así, se dio el combate, y el rey se bajó del caballo y se metió entre los soldados, y peleó juntamente con ellos: tomóse la villa, y viéndose los vecinos perdidos, se retiraron a una torre fuerte que había allá, con su barbacana y foso, y a la postre todos se rindieron. Dice el arcediano Miedes, (Bernardino Gómez Miedes) que la villa fue saqueada y dejada en ella guarnición. El rey se detuvo tres días, e hizo reseña de la gente que llevaba, y ordenó lo necesario para continuar la guerra.
Rematado lo de Linyola, fue el rey a cercar la ciudad de Balaguer, donde se presumía que había el vizconde de aguardar todo el peso de la guerra; y había dentro muchas municiones y gente de guerra, apercibida para cualquier combate. Llegado junto la ciudad, pasaron más arriba del lugar donde hoy está el monasterio de predicadores, y se alojó en Almata, que es la iglesia donde está el día de hoy el santo Crucifijo, y era entonces la i* mayor o parroquial del pueblo: de este puesto se soj* ba la ciudad, y por esta parte podía ser más ofendi* porque no se le podía dar asalto antes de abrir ca*
con las máquinas, mandó armar aquí el rey, por ser * más cómodo para batir el castillo y casas, un fonévol * el fonévol un ingenio y máquina de batir terrible, y * casi el mismo efecto que el día hoy la artillería, y la *za de ellos era bastante a derribar muros y torres; ti* unas piedras redondas, y otras que los latinos llam* molares, por hacerse de ellas las muelas de los molinos * otras que llamaban supulcrales, porque del tama* ellas se hacían las tumbas o sepulcros para los difuntos * todas eran de gran peso. En el cerco que puso el año * a la misma ciudad de Balaguer el rey don Fernando * primero, que fue el que perdió la casa de Urgel, se * un fonévol de tal grandeza, que tiraba piedras de ocho *tales, y le llamaban cabrita: eran estos ingenios de tal *nera compuestos, que no se cansaban, trabajando to* día y toda la noche, echando infinitas piedras. De un * fiere el rey don Jaime en su historia, que de día ha* tiros y de noche quinientos: su hechura es como * figurada: (imagen del fonévol, catapulta).
Era un madero largo como entena de navío y al cabo de él estaba atada una honda, capaz para recibir una piedra del peso y forma que queda dicho. Estaba este madero con gonze, y se sustentaba encima de dos mástiles o árboles grandes y muy firmes: estos estaban plantados en el suelo o en unos encajes de madera, porque se pudiese así junta llevar fácilmente esta máquina donde quisiesen. Este madero del medio, que estaba con un gonze de hierro, estaba soltero, y estaba al un cabo la honda a receptáculo para las piedras, y este cabo, con cuerdas le hacían venir para abajo hacia el suelo, donde le ataban; y a la otra parte o estremo, por contrapeso, metían una grande piedra o caja
llena de plomo: en algunas partes se remataba con dos estremos, y en cada uno de ellos metían su caja de plomo u otro contrapeso, y entonces se llamaba fonévol de dos cajas, y esto se hacía, porque partidos así los contrapesos, se pudiese mejor llevar esta máquina donde quisiesen. De estos fonévols (fona, fonda: honda) de dos cajas habla el rey don Pedro el tercero, suegro que fue de don Jaime, último conde de Urgel, cuando cuenta en su historia la venida de la armada del r* de Castilla, en el año 1359, que dice vino a la playa * Barcelona el rey don Pedro de Castilla, con una gran armada, y que se ordenaron en Barcelona cuatro ingenios * brígolas de dos cajas, que se volvían a todas partes; y q* en los navíos de la armada llevaba el rey de Castilla alg* nas que eran pequeñas, y poco el daño que hacían, ta* que cuando veían venir la piedra, daban lugar a que pa*se, y desde la ribera del mar daban la vaya a los de * navíos, burlándose de sus ingenios, por ser pequeños y *cos. Cuando, pues, querían disparar, soltaban la entena, cortando alguna cuerda, o moviendo alguna mano, con* la de los arcabuces y ballestas; y entonces el contrapeso * venía para abajo, y se alzaba la parte donde estaba la piedra, que salía con tal ímpetu, que hacía notable daño e* lugares muy distantes, donde ni podían llegar saetas, * piedras tiradas con ballesta o mano de hombre; y eran tan * buenos punteros, que metían la piedra donde querían, y * algunas veces con el movimiento violento de la máquina * bia la piedra hacia el cielo, y con el movimiento natu* ofendía gravemente donde caía, y mataba las gentes, apl* nando las casas, como se usa el día de hoy con los trabucos y bombas que se echan con ellos.
Estos ingenios, por el gran trabajo que pasaban y porq* no se rompiesen, solían estar atados con cadenas o nerv* de bueyes o cuerdas de cáñamo, y en defecto de esto, * valieron de los cabellos de las mujeres, que para esto, cu* das de navíos y arcos, sirvieron algunas veces; y hablando esto Celio Rodigino, dice: ea praecipue tempestate, quà * Gallis ambusta, cum absidione arctius premeretur capitoli* jamque ad extrema foret ventum, ex mulierum capillis, aliarum rerum inopia, tormenta connectire sunt compulsi. Esta liberalidad de las mujeres romanas, que dieron para esto sus cabellos, fue tan celebrada y estimada del senado, que por memoria de ella, según dice Lactancio, edificaron un templo a Venus calva, y esto no sucedió solo en Roma, pero en muchas otras partes, según se echa de ver en diversos autores; y así como en este tiempo salen soldados a enclavar la artillería, entonces solían salir para cortar las cuerdas y ataduras, sin las cuales estas máquinas no aprovechaban, y si podían, metían fuego en ellas, que con facilidad se encendían, por ser empeguntadas o alquitranadas para defenderse del sol, lluvia y serenos y aires marítimos que las consumían; y tal vez para defenderlas del fuego, las cubrían por encima de pieles de toros u otros animales desollados, o de láminas de hierro, o de cueros mojados con vinagre, porque los fuegos arrojadizos no prendiesen en ellas, como sucedió a Bruto, capitán de César, en Marsella, perdiendo en poco tiempo lo que en mucho había trabajado. Estrabon dice que solían bañar estos ingenios con alumbre; y Amiano Marcelino, lib. 20, refiere, que combatiendo el emperador Constantino la ciudad de Bezabden, que le había tomado Sapor, rey de los persas, bañaban en alumbre los ingenios con que batían el muro, porque no se los quemasen los persas con el fuego que echaban de arriba; y no hay duda, que hay materiales y maderas que resisten al fuego, así como otros al agua, como refieren Levinio, Lemnio y otros autores, y es muy celebrado de ellos aquel lienzo llamado absbestion, (Asbest alemán, amianto) que no se limpia con agua sino con fuego, que dejando la tela de él blanca y limpia, consume toda la grasa y otra cualquier suciedad; y en nuestros tiempos vivía en Toledo un boticario, que alcanzó este secreto de naturaleza, que tenía para los heridos unas hilas de este lienzo, y las quemaba después de sucias, y así las limpiaba; y los antiguos romanos, cuando quemaban los cuerpos de sus difuntos, para conocer las cenizas de ellos y que no se mezclaran con la de la leña, materiales y demás cosas que quemaban, metían los cuerpos dentro de unos sacos o túnicas de este lienzo, y así conocían las cenizas del cuerpo del difunto, para ponerlas en los vasos donde querían conservarlas, y en Chipre, según afirma Tomás Porcachi, hay una especie de piedra llamada amianto, que se hila y teje como lino, y de ella hace mención el dicho autor en sus Funerales antiguos.
Llamábase esta máquina de guerra de que tratamos fonévol en catalan,y bajaba del nombre fundo, latino, como si dijésemos fundero o hondera, por razón de la honda que tiraba la piedra; después la llamaron brígola, como los italianos, y después cabrita; los castellanos máquina pedrera y también trabuco; bien es verdad que este vocablo trabuco se aplica el día de hoy a algunos ingenios de fuego y a las mismas piedras o balas que con ellos se tiraban; y para los sitiados era esta batería de los trabucos, y aun lo es en estos tiempos, muy enojosa y pesada, por darse las más veces de noche, y estar cada uno con cuidado si dará sobre sus casas y se le ahondará y echará encima, que por ser batería que echa no solo balas, pero aun fuegos inextinguibles y piedras en gran número, es muy importuna y pesada a los asediados que, sin defensa, la esperan. En la
ciudad de Balaguer, aun el día do hoy se hallan en las bodegas y oficinas de las casas muchas piedras de desmesurada grandeza y redondas, y aun las llaman trabucos, porque el año 1413 fueron tiradas con trabucos al castillo y ciudad, dando el nombre del instrumento a la piedra; y no solo tiraban piedras, pero también bolas de fuego artificiales, que causaban grandes incendios en los edificios como ahora las bombas. Otras veces, para causar a los sitiados enfados y pesadumbres, les echaban caballos y cuerpos humanos y de animales muertos y otras suciedades, porque con su hedor corrompiesen el aire y engendrasen pestilencias. En las guerras que tuvo el emperador Segismundo con los herejes boemios, cuentan que dejó tres banderas de soldados en una fortaleza, que se llamaba la Piedra de Cárlos, que se defendieron de un cerco medio año, y entre otras baterías que les dieron los enemigos, fue una, y la más pesada, que les echaron dentro con sus ingenios tantas bestias muertas y estiércol humano, y otras cosas muy podridas y hediondas, que a los afligidos cercados se les cayeron los dientes o se les andaban todos en la boca, allende del intolerable hedor que les tenía encarcavinados. Echaban también pedazos de hierro o metal ardiente, para quemar aquellos sobre los cuales diese, y otras veces pelotas de plomo muy grandes, y tal vez sirvió para dar castigo a los malhechores. Fulgosio cuenta que Nicolás Pencino, capitán de Felipe, duque de Milán, teniendo cercada cierta fuerza de Italia, tomó un hombre que llevaba ciertas cartas de los cercados, con que pedían socorro a ciertos amigos suyos, y le mandó poner las piernas junto al cuello, y hecho una bola, le metió en una máquina de la que los italianos llaman brígolas, y en castellano trabucos, y le hizo volar por el aire a la ciudad donde iba, y aunque murió ya en el aire, la caida fue de tan alto, que no tenía forma hum* porque pudo recogerse de él muy pequeña parte, desvaneciéndose lo demás por el aire. Solía ser el contrapeso, *
dije, de plomo o piedras grandes, y estaba metido en * cajas; pero cuando el ingenio se había de llevar largo * no, por ahorrar el trabajo de llevar el contrapeso, p* en su lugar una o dos talegas llenas de guijarros o ti* o de la cosa de peso que hallaban más a mano, y au* las mismas piedras que se habían de tirar, porque m* veces se armaban estas máquinas en parte donde no * piedras, ni para tirar, ni para contrapeso, como acaeci* el cerco de Cullera, que, por falta de piedras, dejó * don Jaime de batir aquel pueblo, y así, cuando las h* de llevar de otra parte, a falta de otros contrapesos, se *vían de ellas en las cajas o mangas o talegas de los inge* y por razón de estas talegas, que estaban hechas como mangas, llamaron a estas máquinas Manganells. Fue ingenio conocido y usado de los antiguos romanos, llamaron Manganum y Manganicum y Monangones, y de* le llamaron Mangas, y en las historias francesas las ll*ron Mangonella y Mangonalia y Manganella. A más de * ingenios, que todos solían ser de mucho embarazo y se*para empresas de tierra, había otras máquinas que lla* algaradas; y hablando de ellas Escolano, en su historia de Valencia, dice: “estas se formaban de dos maderos a* sados, con un pío o gonze, y dando vaivenes al uno * tenía al cabo una grande piedra, estándose quedo el * le empujaban con tal fuerza con aquel meneo, que * piedra con extraordinaria furia. Su efecto era el * que el del fonévol y manganel: la diferencia había de estos dos ingenios a la algarada era que estas hacían sus tiros a fuerza de hombres, sin contrapesos, y aquellos con solo contrapesos; y era tal la fuerza de estas algaradas, que las piedras salían de ellas pasaban de claro cinco y seis tiendas”.
Había también otra máquina llamada catapulta, y usaban de ella así en mar como en tierra: tiraban saetas largas de seis palmos y más gruesas que el brazo de un hombre. Este artificio o máquina, según Plinio, en el libro 6 de su natural historia, fue primero inventada de los candiotas: su hechura traen Lipsio y Collado, y era en esta forma: (imagen) Aquel mástil falcado que está en pie, notado con la letra A era todo de hierro, y aquella verga que con la violencia del árgana torna atrás y se dobla, y esta notada con la letra B, era toda de acero, muy fríamente templada; aquel pedestal o fundamento redondo, notado con la letra C, era de bronce, y alguna vez de madera, con sus argollas y láminas de hierro, y ponían, cuando querían usar de él, encima del mástil de letra A, una o más saetas, que a cada parte de la tablilla sobre que estaban salían un palmo, o más, y con cadenas o cuerdas gruesas, y con ciertas invenciones de ruedas, tiraban hacia la tierra la pieza signada de letra B todo lo que ella podía sufrir, y así la dejaban * que era tiempo de disparar, y cuando querían, la so* y daba tan grande golpe a aquellas saetas que esta* cima de las tablillas, que así a ellas, como a las piedras * solían meter al estremo de la pieza B, las hacía s* muy grande y forzoso ímpetu. Algunas de estas m*
había que tiraban muchas saetas, porque aquel mástil * A estaba ahujereado en cuatro o seis partes, y en c* de los ahujeros había su saeta, y saltando la pieza B * todas juntas, como si salieran cada una de su ballesta *cían mucho daño do quiera que daban. Tirábanse * con esta máquina dardos armados de fuegos inextinguibles para quemar con ellos las torres de madera que se *ban a los muros, y las casas y navíos: a estos dardos * ban maléolos, y eran hechos de este modo: (imagen)
Aquel remate que se acaba con punta era de * hueco por de dentro, a manera de una rueca de hilar * y estaba lleno de fuegos artificiales; y Livio, lib. 3 * vinieron muchos de los enemigos, y traían muchas *tas, y con ellas arrojaban gran número de maléolos cuyo fuego todas las escuadras resplandecían como *
Tenían su concavidad fomentada de cierto nutrime* fuego inextinguible, compuesto de azufre, colofonia, * y salitre derretidos, y con aceite de laurel o del * mado petróleo, con unto de ánades y médula de c* mezclados. Estos dardos se tiraban con un templado * miento de la máquina, porque, con la velocidad demasiada del tránsito, y discurriendo por el ayre el dardo con movimiento repentino, no se matase el fuego, así como lo hacen hoy los artilleros prácticos, tirando las bombas de fuego.
De estas saetas había de grandes y pequeñas, y todas de gran utilidad para la guerra. Plutarco cuenta de Archidamo, valeroso lacedemonio, que viendo una vez una de ellas que habían traído de Sicilia, admirado de su grandeza, dijo: periit virtus, como si dijera, acabados estamos, por parecerle que no había armas defensivas para resistir a la fuerza de aquella saeta. ¡Qué dijera si viera la artillería de nuestros tiempos!
Colígese de los autores antiguos que había saetas largas como nuestras lanzas, o poco menos. En estas saetas grandes, así como en las ordinarias o pequeñas, algunas veces los soldados escribían el nombre del capitán de la legión o del cónsul so cuyas banderas militaban, y después de ganada la victoria, reconocían los muertos y miraban las saetas que les habían muerto, y de aquí inferían qué legión o qué cónsul había muerto más enemigos, y a quién se debía la victoria. Cuenta Plutarco en la vida de Mario, que entre sus soldados y los de Cátulo, su compañero en el consulado, hubo diferencia sobre a quién se debía la victoria que habían alcanzado de los cimbrios, y de quién habla más en otro lugar, y nombraron jueces: estos, para declarar con justicia, fueron a reconocer los cuerpos de los muertos, y hallaron que los más de ellos eran muertos con las saetas de los soldados de Cátulo, porque en ellas estaba escrito ser saetas de Cátulo; y dice Plutarco, hablando de los jueces: hi ducti per cadavera hostium à militibus, conspexerunt
jaculis militum Catuli barbarorum corpora esse confossa: dignoscebatur ex insculpto nomine Catuli telo.
Cuando estas máquinas habían de servir en batallas navales, las llevaban en barcos y navíos, y si en empresas de tierra, sobre carros y con caballos o bueyes, y en falta de ellos, a fuerza de esclavos se llevaban con gran facilidad donde querían. Quien quisiere ver más largamente esta materia, vea Lipsio en su Poliorceticon, o a Luis de Collado, en su Plática de artillería. En la casa del regimiento de la ciudad de Balaguer he visto yo una ballesta antigua y tan grande, que se podía afirmar ser de estas catapultas, y es menester más de un hombre para usar de ella. En tiem* de César era muy usado este nombre de catapulta, y después no lo fue tanto, y sucedió en su lugar el vocablo ballista, que deriva del verbo griego * que es lo mismo que jacio, porque con esta arma arrojaban saetas y piedras y el vocablo general, que comprende toda manera de máquina o ingenios de tirar, es tormentum, de quien dicen * lepino, Estéphano y otros: generale vocabulum est omni* machinarum, saxa, tela et id genus variatorquentium. De estas catapultas no hallo que usasen en estos tiempos en Cataluña * y si las usaron, les daban otro nombre o las comprendían bajo los vocablos manganells, brígolas, almajanechs y algaradas, y todos algunas veces se componían de los árboles, entenas y jarcias de los navíos, que estaban hechos de arte, que con facilidad se podían acomodar a esto.
Mientras los dos fonévols se armaban para dar la batería a la ciudad y castillo de Balaguer, llegaron Guillen de Moncada, vizconde de Bearne, y Guillen de Cervera con sus gentes, y muchos ricos hombres de Aragón: eran todos más de cuatrocientos de a caballo y dos mil infantes. Ocho días eran pasados después que el rey había llegado allá, cuando llegó un síndico de Menargues y don Pedro de Palau, que eran de los más principales del pueblo, y dijeron al rey, que si quería dar fin a la empresa de Balaguer, mandase venir a la condesa, que estaba en Lérida, y que ella misma pidiese la ciudad de Balaguer, por haber sido de su padre y abuelos; y advirtieron que los de Balager no podían enviar a tratar estas cosas con el rey, por temor del vizconde que estaba dentro, y siempre les miraba las manos. El rey estimó el buen aviso y les prometió de hacerles merced por ello, a ellos y a sus parientes; pero no por eso dejó el cerco, antes bien perseveraba en él. No pasaron muchos días en que recibió otro recado, por medio de un estudiante, que disimuladamente iba del rey a la ciudad y de la ciudad al rey, y por medio de él concertaron el día en que había la condesa de ir allá: el rey mandó venir a la condesa, la cual luego vino, y estuvo aguardando cuatro o cinco días, para saber la intención de los de la ciudad; y pasados, enviaron a decir que se escogiesen unos cuantos hombres bien armados, y que la condesa fuese con ellos junto al muro, de modo que ella y los de dentro de la ciudad se pudiesen oír, porque confiaban que aquel era el verdadero medio para llegar la condesa a cobrar aquella ciudad; pero esto no fue tan secreto, que el vizconde no entendiese que los de la ciudad tenían tratos con la gente del rey.
Cuando estas cosas pasaban, acaeció un día que la gente del vizconde hizo una surtida, para meter fuego en los fonévols, cuya guarda había el rey encomendado a Ramón de Moncada, y con él estaban Sancho Pérez de Pomar, Guillen Bordoll, baile de Castellserá, y A. de Rubió Pareció * la gente del vizconde que estos eran pocos; y don Guill* de Cardona, que hacía oficio de gobernador, con algun* hicieron un portillo al muro, y salieron por él veinte y * caballos y doscientos peones, y entre ellos había un caballero que llamaban Sire Guillermo, y era hijo natural * rey de Navarra. Estos salieron al foso con haces de l* seca, untados de sebo ardiendo: el rey en esta ocasión est* en la tienda de Guillen de Cervera, y estando hablando los dos, sintieron gritar: “Al arma al arma, que vienen a quemar los fonévols!” pero los del vizconde no dejaron por eso * hacerlo porque eran venidos, arremetiendo con grande f* y ánimo. Sancho Pérez de Pomar, volviendo las espaldas * fue a su cuartel y dejó a los demás: así lo dice el rey en su historia; pero otros dicen que el rey aguardó dos * a ver qué harían los de la ciudad, sin darles batería, y *mo no daban ningún sentimiento de sí, viendo el poco * les movía, el grandísimo daño que las máquinas y fonévols hacían de noche y de día en las casas, y asímismo la pérd* que el gobernador había hecho, a más del poco o ning* socorro que esperaban de otra parte, determinó de arr* narles sus lindas y bien construidas huertas con los arra*les y talar sus campos a vista de ellos. De esto dice el arcediano Miedes que se indignaron en tanta manera contra el vizconde, que trataron entre sí, que sería bueno entregarse a la condesa, su natural y verdadera señora, que * días había era llegada de Lérida. Ya el rey le había referi* delante de G. de Cervera las palabras y tratos habían pasado con los de la ciudad de Balaguer; ella dijo que h* todo lo que el rey le mandase, de muy buena gana, e iría a hablar con los de la ciudad, con tal que el rey la mandase *guardar de las saetas y piedras que arrojaban; y el rey se lo prometió, y mandó a cincuenta caballeros que, armados de *erpo, con sendos escudos, fuesen con ella, y con los escudos la cubriesen, para que no la dañara la gente del vizconde. Subió la condesa a caballo y se fue junto al muro, donde se apeó y acercó a distancia poco más de un tiro de piedra; y une de los que la acompañaban dijo. - ¿Sois aquí * de Balaguer? - Y nadie de los de dentro respondió. Él entonces les dijo: - Aquí está la condesa. - Y uno de los de dentro respondió desde el muro, que también estaban * los más principales del pueblo, que dijese lo que quería;
luego un caballero de los que iban con la condesa dijo: * escuchasen un poco, que ella les quería hablar, aunque * lejos tendrían trabajo de oírla, que per ser mujer, tenía poca voz. Y dicho esto, todos salieren al muro y ella les dijo: - Varones, bien sabéis todos como fuísteis vasallos *naturales de mi padre, cuyos ascendientes también fueron *señores de este condado de Urgel y ciudad de Balaguer, y * como él fue vuestro señor conde, yo lo soy también, por * hija suya única y heredera, por lo que os ruego y man* así como puedo y por el señorío y mando que tengo * de vosotros, que me restituyáis la ciudad de Balaguer, * como estáis obligados a vuestra señora natural. - A esto respondieron, que ellos lo tenían entendido y tomarían su *rdo, y responderían y harían aquello a que estuviesen obligados. Un caballero, por parte de la condesa, les dijo * les agradecía la oferta que le hacían de hacer lo que * obligados, y que así lo confiaba; y con esto se volvieron * la hueste.
Aquella misma noche enviaron los de la ciudad el estudiante que llevaba los recados al rey, y dijo que había acertado mucho en lo que había hecho la condesa, y que tratase el asiento que se había de tomar: este fue, que * rico hombre tuviese la ciudad y castillo de Balaguer por el vizconde y por la condesa; y aunque ellos querían, no *ban entregar la ciudad, porque el castillo estaba * abastecido de gente y vituallas, y muy puesto en defensa * temían que si entregaban la ciudad a la condesa, el *conde desde el castillo, que estaba muy superior, no les *ruinase la ciudad, derribándoles con los trabucos sus casas, y por eso todo el cuidado era que el vizconde saliese * vez fuera, prometiendo en ausencia suya de hacer que * se entregase a la condesa.
A la que estaban en estos tratos, un día por la mañana acaeció que los del concejo de la ciudad estaban juntos en una azotea, tratando de los negocios corrientes; El arcediano Miedes dice que estaban repartidos por la muralla * que hablaban con la gente del rey: el vizconde, que desde el castillo lo vio, mandó a un ballestero que armase su ballesta, y les tirase una flecha, la cual no dañó. El arcediano dice que fueron muchas las saetas, y que dañaron a algunos * los de la ciudad, que hasta aquel punto no habían * descubrir su ánimo contra el vizconde, indignados, dijeron *
- Y qué! ¿saetas tiran a nosotros que le defendemos Ia ciudad y hacemos por él aquello que sería mejor dejar* de hacer? - Y luego enviaron dos del concejo al vizconde a decirle, cuán mal lo hacía de tratarles de aquella manera, y que era muy ruin satisfacción, donde ellos se habían puesto a peligro de muerte y merecido la indignación * rey, que les tenía cercados y talaba la campaña; y que si él lo había de hacer de esa manera, ellos tomarían un acuerdo y harían aquello que mejor les estuviese. El vizconde y Guillen de Cardona, su amigo y consejero, no eran tan rudos que no conociesen la intención de los de la ciudad, que querían velles fuera y a la condesa dentro, y que entre ellos había sus consejos y trazas para entregarse a ella, y de todo era sabedor el vizconde, el cual, confiando poco de los vecinos y paisanos, y viendo plantada la batería, escribió al rey, que estaba aparejado para entregarle el castillo, con tal que le tuviese por los dos Berenguer de Ager, como en tercería, hasta tanto que se volviese a mirar, a satisfacción del vizconde, a quien tocaba el derecho del condado. Los de la ciudad, luego que supieron esto, aconsejaron que aceptase el rey este partido, solo el vizconde saliese fuera, porque salido, estaba todo por la condesa. El rey trató esto con Guillen de Moncada, que fue de contrario parecer, porque en aquel caso no era reputación meter el castillo en manos de tercera persona, sino que el rey debía, a fuerza de armas, dar fin a la empresa. Esto decía el Moncada, ignorando lo que habían tratado el rey y los de la ciudad. Dijo entonces el rey un refrán catalan que mes val giny que força (más vale ingenio, maña, que fuerza) dando a entender que, aunque su parecer era bueno y acertado, pero no en la ocasión presente, porque si el castillo quedase en poder de Berenguer de Ager, solo le sustentaría tanto, cuanto tardaría a salir el vizconde, y salido, todo había de venir en mano del rey; y el Moncada quedó admirado de lo que se había hecho.
El vizconde, de quien dice el rey que no tenía el seso de Salomón, estaba apretado de todas partes, porque, como los de la ciudad le habían desamparado, los momentos * tardaba en salirse de ella le parecían años: su justic* poca, y como el poder del rey era grande, porque cada *día aumentaba su campo, determinó entregar el castillo * renguer de Ager, pareciéndole que así quedaba con * reputación su causa; y tomando un gavilán o azor m* que preciaba mucho, disfrazado en talle de cazador, *lió por la puente, dejando al rey y su ejército a la pa* Almata, y envió a Berenguer de Finestres a decir a * que estaba a punto para entregar el castillo a Berenguer de Ager. Los de la ciudad, luego que supieron ser el vizconde fuera de ella, enviaron a decir al rey enviase su pendón real, que ellos lo arbolarían al castillo; y el rey le envi* cinco escuderos y un caballero, que le llevaban plegado * condido, y uno de ellos llevaba una lanza para arbolalle* rey entretenía con palabras a Berenguer de Ager, ha* su pendón en el castillo; y cuando lo vio, dijo a Berenguer de Ager, que bien se podía ir donde quisiese, porque el castillo y la ciudad, sin estar en poder de tercera persona estaba por su real persona, y que se volviese y mi*
castillo. Apenas lo vio, cuando, corrido, se partió de al* decir nada. Un autor dice, que Berenguer de Ager, *rante de lo sucedido, fue a tomar posesión del castillo * ya en él los pendones reales, y que los soldados que * quedado en él del vizconde, los del rey los habían echado fuera con todo rigor, y que el vizconde, luego que salió de la ciudad, se retiró al lugar de Monmagastre, que e* condado de Urgel, y que el rey metió de su mano * condesa en la ciudad y castillo, restituyéndola en su * estado de sus padres, después de veinte años que el * de Guerau de Cabrera la habían echado de ella, donde fue admitida y jurada por señora, mudando los oficios y dando nuevo regimiento a la ciudad.
Cuando el cerco de Balaguer se iba estrechando, Guillen de Cardona se pasó a Agramunt con alguna gente de caballo, y con intención de defender aquella plaza; y entonces supieron los de Agramunt, que los de Balaguer trataban de entregar la ciudad y el castillo a la condesa, y ellos, que deseaban lo mismo, determinaron de entregarle la villa, si ella la pedía; y esto, de parte de los de Agramunt lo dijo a Ramón de Moncada un caballero llamado Ramón Jafra, y don Ramón de Moncada, lo dijo al rey, a la condesa, a Guillen de Moncada, a Guillen de Cervera y a los demás consejeros del rey, y determinaron que si Balaguer era tomado, se fuesen a Agramunt, porque también Ramón de Prexens 
había venido de allá, y había acabado con los del pueblo, que luego que fuese tomado Balaguer, si la condesa iba allá, le entregarían la villa. El rey, acabado lo de Balaguer, se fue allá, y se alojó en un puesto que llaman la sierra de Almenar; el pueblo, viendo las banderas reales, saltaba de contento, porque deseaba salir del señorío del vizconde, y Guillen de Cardona, que conoció los ánimos de los paisanos y que el poder del rey era contra de él, a media noche se salió de la villa, y con él sus amigos, y no quedó ninguno que hablase por el vizconde. A la *mañana se publicó la huida del Cardona, y el rey se acercó a la villa, donde halló las puertas abiertas, y a los del regimiento que le aguardaban y recibieron con gran contento, y el rey puso a la condesa en posesión de la villa y castillo. 
Los de la villa de Pons enviaron sus síndicos al rey, suplicándole fuese servido de que la condesa fuese a tomar * posesión de aquella villa, y lo concedió; pero él no quiso i* allá. Tenía esta villa Ramón, vizconde de Cardona, por razón de algunos intereses tenía con el vizconde don Guerau, * usaba en aquellos tiempos, que antes que uno acometiera *otro o a sus cosas, le desafiase o, por mejor decir, se desp*diese, a lo que llamaban desexirse, porque el invadid* así advertido y avisado, no se pudiese quejar de que lo to*ban desapercibido o descuidado; y como esto era cosa * usada en estos siglos, hay de ello título y rúbrica en * Constituciones de Cataluña, y se observaba no solo en * vasallos, mas aun entre rey y vasallo y con gran puntualid* y por eso no quiso ir el rey allá, sin haber usado con el v*conde de Cardona las ceremonias que en este caso eran acostumbradas; y así envió a Pons a la condesa, acompañada de Guillen de Cervera y Ramón de Moncada, y todo el ejército con ellos, quedando con el rey no más de cinco caballeros; mas cuando los de Pons entendieron la venida de est* y que el rey se quedaba, les pareció que aquello era en menosprecio de ellos, porque no sabían la causa, y salieron con mucha caballería contra el ejército del rey, del c* fueron muy bien recibidos, y se trabó entre ellos una escaramuza, en que fueron vencidos y obligados a volverse a * villa, con la pérdida de algunos, quedando otros heridos *
Uno de los que más se señaló fue un caballero llamado Bernardo Dezllor, hermano que era del sacristán de la Seo de Barcelona, y de este dice el rey, que fue el que mejor peleó en esta ocasión. La condesa envió a decir a los del pueblo que cediesen, y que ella, olvidando todo lo hecho, * prometia hacer merced; pero esto no fue bastante para re*dir los ánimos de aquella gente, y todos a una voz decían, que no querían entregar la villa a otro que al rey. Ramón de Moncada y Guillen de Moncada escribieron al rey la importancia de su venida, y que era imposible que en ausencia suya aquella gente recibiese de buena gana a la condesa. Estaba el rey dudoso en este caso qué debía hacer, porque en ir a Pons, sin haber desafiado al vizconde, le parecía cosa dura, y de no ir, consideraba los inconvenientes se podían seguir; pero ellos porfiaban en que el rey fuese allá, porque decían que luego él lo dijese, entregarían la villa; y así él se partió, protestando que no era su intención perjudicar en nada el derecho que competía al vizconde de Cardona. Luego que llegó (el) rey, bajaron veinte hombres del regimiento, y con ellos el castellan, y el rey les dijo, porqué habían enviado por él; y ellos dijeron, que para tomar consejo de lo que habían de hacer del castillo que el vizconde de Cardona les había encomendado, y que no querían faltar a la fé habían dado de tenerle por él; y el rey les dijo, que él y la condesa prometían al castellano y a los de la villa, que el derecho tenía Ramón Folc en el castillo quedase salvo e ileso, y que no se hiciese a él ni a sus pretensiones perjuicio alguno; y ellos prometieron al rey que luego que la condesa hubiese cobrado por justicia todo lo que faltaba del condado de Urgel, ellos luego le darían posesión de aquel castillo; y de esta manera quedó esto asentado, y no dejaron entrar el ejército dentro, por escusar las licencias se toman los soldados, en perjuicio de los paisanos; y no pasó mucho tiempo que, entendida la justicia de la condesa, le entregaron el castillo.
Tomada la villa de Pons, se entregaron libremente y sin contradicción alguna a la condesa las villas de Oliana y demás lugares del condado que estaban a la montaña, y * las orillas del río Segre, hacia la Seo de Urgel, que eran muchos, y de esta manera, con el favor, gasto y amparo del rey, cobró la condesa todo el condado de Urgel, y * puesta en pacífica posesión de él. Todo esto pasó antes del mes de diciembre del año 1228, porque hallo un privilegio concedido al postrero de noviembre de este año, y después le confirmó el rey don Fernando el primero, en que la condesa concede franqueza de lezdas y peajes en todas las tierras del condado de Urgel, y les exime de tres *malos usos, que eran intestia, exorquia y cugucia, y que no pue* conocer el baile de la condesa de las riñas y pendenc* haya entre ellos, que no sean pasados diez días, y si de* de ellos concordaren las partes, quiere que sus oficiales * conozcan de tal delito, y que sean francos del tercio de las ventas que hicieren de sus heredades, con que no las vendan a caballeros, salvo a los que son domiciliados en el condado de Urgel.
Guerau de Cabrera, vizconde, echado y despojado de * condado a punta de lanza, sin vasallos ni amigos, y en desgracia del rey, abrió los ojos del entendimiento y cono* la vanidad de las cosas del mundo, sus engaños y deva* y que todo su mal procedía de su poco seso, y por no haber querido pasar por lo que era justo, queriendo emprender más de lo que permitían sus fuerzas y justicia * viejo y cargado de años y reveses de fortuna, y así, dej* el mundo, se metió en la religión de los Templarios, * regla, en estos tiempos, estaba en su mayor vigor y observancia, donde pasó lo restante de su vida sirviendo a Dios y murió en ella. El anal de Ripoll da indicios de que el rey prendió al vizconde, y que él se escapó de la cárcel, y de secreto se metió en la religión de los Templarios, sus palabras son estas: Qui Geraldus comes a captione ereptus tacit* intravit ordinem militie Templi et mortuus fuit ibi. Hubo (ahora decimos tuvo) el condado de Urgel cerca de veinte años, esto es, desde el año 1208, que le tomó con armas, hasta el de 1228, que fue sacado de él.
Casó con doña Luisa, a quien los castellanos llaman Elo (Eloísa), hermana de don Pedro Fernández de Castro, que llamaban el Castellano, que fue gran señor en Castilla y Galicia, con cuya casa tuvieron mucho parentesco los condes de Urgel y vizcondes de Cabrera, desde el tiempo del conde don Pedro Fernández de Trava, que casó con doña Mayor, hija de Armengol, llamado el de Castilla; aunque es opinión de algunos, que esta doña Elo no fue hermana, sino hija de Pedro Fernández de Castro y de Gimena Gómez, su mujer, que en la era 1242 fueron recibidos, con doña Elo y Alvar Pérez, sus hijos, por familiares de la orden de Calatrava; y el don Pedro fue hijo de don Fernán Ruiz de Castro y de doña Estefanía, hija de Alonso, rey de Castilla, y de Fernando, rey de León, que fue el que casó esta su hermana con el dicho Fernán Ruiz de Castro. Casó esta doña Elo dos veces, la primera con Martín Sánchez, conde de Trastámara, hijo natural del rey don Sancho de Portugal (y * hermano de don Pedro, que casó con la condesa Aurembiaix.), y no quedaron hijos; muerto este marido, casó segunda vez con don Guerau de Cabrera, conde de Urgel, a quien vulgarmente en Castilla llaman don Geralte de Cataluña, vizconde de Cabrera. De este matrimonio quedaron dos hijos: Ponce, que fue conde de Urgel, y de quien hablaremos en su lugar, y don Ruiz Geraltez, a quien llamaban Ruiz Fernández de Castro, que fue vizconde de Cabrera y murió en vida de su madre, y casó con doña María Pérez, su prima, hija, no de don Pedro Fernández de Castro, ni de don Alvar Pérez, que era hijo suyo, hermano de doña Elo, su madre, sino de doña Leonor Gonzales, hija del conde don Nuño González de Lara. Estos dejaron un hijo, que fue d* Fernando Ruiz de Castro, que con otros ricos hombres sig* la voz del infante don Felipe, hijo de don Nuño González de Lara, y otros, que fueron a Granada a valerse de l* moros contra el rey don Alonso, con apellido que no quería enmendarles algunos daños y agravios que decían había hecho a ellos y a sus vasallos; y fue muy gran señor * Castilla: la hija fue doña Leonor Rodríguez de Castro. E* don Fernán Ruiz de Castro fue vizconde de Ager; y * no haber tenido hijos que le sobreviviesen, volvió aquel vizcondado a la casa de los condes de Urgel; y casó con d* Urraca Díaz de Haro, hermana de don Lope Díaz de Haro, señor de Vizcaya, y de ellos quedó don Pedro Fernández de Castro, que murió de edad de quince años: este don Fernán Ruiz de Castro y doña Leonor, su hermana, se partieron los bienes de la madre, y a ella le cupo la villa de Santa Olalla, entre Toledo y Talavera, y en la era de 1317 * en su testamento, la dejó a la orden de Calatrava, para sustentar las monjas del convento de San Felices de Amay* donde ella se mandó sepultar; y después, el mismo año, hizo un codicilo, en que manda la dicha villa a don Pedro Fernández de Castro, su sobrino, hijo de Fernán Ruiz de Castro, vizconde de Ager, con que la dicha orden la poseyese hasta que don Pedro tuviese hijos, y si muriese sin ellos, se quedase con ella para las dichas monjas. Este don Pedro murió de quince años y sin hijos, y la orden había dado la villa a su madre por cierto tiempo limitado, y ella pretendió que la había heredado de su hijo, y así la dejó en testamento a su hermano don Lope Díaz de Haro, que se apoderó de ella, y muerto él, volvió a la orden, que la poseyó más de veinte años, y al fin la dio por el castillo de Ca-*bra a don Sancho S. de Ledesma, hijo del infante don Pedro, y a la postre, don Diego López de Haro, hermano de don López y de doña Urraca, puso pleito a la orden, y salió con ello. Hicieron también otras donaciones a la dicha orden de Calatrava, que por no ser propio tratar de ellas, las podrá ver el curioso en la Crónica de la dicha orden de Calatrava.