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domingo, 12 de julio de 2020

CAPÍTULO XXXVII.


CAPÍTULO XXXVII.

De los obispos de Lérida que fueron después de la pérdida de España, hasta el año 1433, en que murió don Jaime de Aragón, último de los condes de Urgel.

El año 714 ha sido el más infeliz y triste de todos para nuestra España, pues en él recibió el castigo que merecían los pecados de ella, que cada día gritaban y pedían justicia a Dios. Esta fue tal, que quedó acabada, asolada y del todo perdida, las iglesias profanadas, los edificios de ellas derribados, rompidas y maltratadas las imágenes, destruidos los sepulcros y sacados fuera los huesos de los difuntos, y si algún oratorio o templo quedaba en pie, o era para ser establo de bestias, o mezquita de moros, que era aún peor. Quedó el rebaño de los fieles sin pastores, a la voluntad de los lobos, y apenas quedó obispo en ninguna ciudad, y los que quedaron se hubieron de apartar a montes desiertos. Entonces quedó Lérida del todo perdida, y se acabó la grandeza que hasta estos tiempos había tenido, y no quedó rastro de lo mucho que la engrandecieron los romanos y godos, en cuyo tiempo había admirablemente florecido, y estuvo su obispado vaco y sin prelado, a lo menos de que se tenga noticia, hasta el año 957 o cerca de él, que entonces los cristianos que andaban retirados por los montes se juntaban en Roda, pueblo de Aragón, en lo más fragoso de las montañas, donde los condes de Ribagorza, Ramón y Garcenda, habían reedificado y erigido la iglesia de aquel pueblo en catedral, con título de san Vicente, y al cumplido decoro y ornato de aquella, y provecho de los fieles que allá se juntaban, solo faltaba obispo y pastor que los apacentase en la doctrina y ley evangélica, y por eso los condes fundadores pusieron en ella obispo.
Odisendo fue el primer obispo de Roda, y era el cuarto hijo de los fundadores; los cuales le nombraron por prelado de la Iglesia que ellos habían erigido, aunque le duró poco gozar de ella, porque luego fue esta ciudad tomada de los moros y quedó sin obispo.
Arnulfo fue el segundo obispo de Roda, después de cobrada de los moros, y era obispo el año 1060.
Salomón fue el tercer obispo, a quien el año 1065 dio el rey don Sancho Ramírez de Aragón la ciudad de Balbastro (Barbastro) que había ganado, y se llamó obispo de Roda y Balbastro, aunque gozó poco de la nueva ciudad, que dentro de pocos días se perdió y volvió a poder de los moros.
Arnulfo fue obispo de Roda cerca del año del Señor de 1070, y debía ser varón de gran santidad; porque le reveló Dios el lugar donde estaba el cuerpo de san Valero, el cual le puso en la iglesia de san Vicente de Roda.
Raimundo Dalmacio regía la iglesia de Roda cerca de los años 1080, y se firmó en un privilegio del rey don Pedro, concedido a san Juan de la Peña en este año, y se firma:
Raymundus Dalmatius, episcopus in Rota et in Monçon. (Obispo en Roda y Monzón).
Poncio fue obispo de Roda el año 1090. A este dio el rey don Pedro de Aragón la ciudad de Balbastro, que había cobrado, y la erigió en catedral, y nombró obispo de ella a Poncio, que ya era obispo de Roda desde el año 1090, y después se intituló obispo de Roda y Balbastro, y se extendía su obispado hasta la ciudad de Lérida y sus términos.
San Ramón era obispo de Roda y Balbastro, y estando en posesión de estas dos ciudades Esteban, obispo de Huesca, con mano armada, le sacó de su Iglesia y ciudad. Era arzobispo de Tarragona san Olaguer, y dio razón de ello al papa Calixto, que le mandó le restituyese a la misma Iglesia y ciudad de Balbastro, de donde le había con violencia sacado. Este santo, antes de ser nombrado obispo, era prior de la Iglesia de Tolosa en Francia: fue varón muy señalado en nobleza, virtud y letras, como parece en la historia de este santo que dejó manuscrita don Miguel Cercito, obispo de Balbastro.
Esteban era obispo el año 1124.
Pedro, monje benito del monasterio de san Ponce de Tomeras, cerca de Tolosa (Toulusse): a este el rey don Alfonso de Aragón mandó restituir la iglesia de Balbastro.
Don Ramiro fue hijo del rey don Sancho de Aragón (Sánchez; Ramírez) y de la reina doña Felicia, hija del conde de Urgel; y tuvieron tres hijos, don Pedro y don Alfonso, que el uno tras el otro fueron reyes, y a don Ramiro, que era el menor, le dedicaron a la religión y le enviaron al monasterio de san Ponce de Tomeras, donde profesó: fue después abad de Sahagun, electo obispo de Burgos y de Pamplona y obispo de Roda, y de aquí vino a ser rey de Aragón, el año 1136. Era cuando fue coronado rey de edad de cincuenta años, y sacerdote: el pontífice le dispensó por la sucesión y bien común de todo un reino, y después que tuvo sucesión, se volvió a recoger en san Pedro de Huesca, donde murió.
Gaufredo fue su sucesor, y vivía el año 1137.
Don Guillen Perez (Guillén Pérez, Guillem, Guillermo, Wilhelm, William) era obispo el año 1151, que el conde de Barcelona don Ramón Berenguer (IV) ganó de los moros la ciudad de Lérida, y volvió a erigir en ella la silla episcopal, así como de antes la había tenido; y fue este prelado el primer obispo de Lérida y el prostero (postrero, último) de Roda; porque en tiampo de los godos el obispado de Lérida se extendía a todos estos territorios, y ya el papa Pascual II había extendido los límites de Roda hasta Lérida; y así, mudándose la silla a Lérida, fue con todo su territorio, y de aquí quedó que a los obispos de Lérida los llamaban obispos de Lérida y Roda; y en Roda quedaron un prior y canónigos, que son del obispado de Lérida. Balbastro, al cabo de cuatrocientos años que esto pasó, fue erigida en obispado, a petición del rey Felipe, dando en esto contento a aquella ciudad, que había (hacía) muchos años (que) lo deseaba.
A este obispo Guillen dio el conde Ramón Berenguer el cuarto las décimas y otros derechos de muy gran consideración en el término de la ciudad de Lérida, para sustento
suyo y de los ministros de aquella Iglesia, a quien dio muy buena parte, y ordenó hubiese en ella veinticinco canónigos del hábito y regla de san Agustín, la cual profesaron mucho tiempo, trayendo aquel hábito. Hízose esta donación el año del señor de 1168 (1); y por esta y otras buenas obras que hizo a la Iglesia, le dan el título de fundador de ella. Murió a 16 de las calendas de enero de 1177.
(1) O no se hizo la donación en 1168, o no la otorgó el conde don Ramón Berenguer, el cuarto, que había fallecido ya en 1162: otra prueba de la incorrección del testo.
Sucedióle don Gombaldo, de quien hallo memoria en el testamento del rey don Alfonso, hijo de la reina doña Petronila, que le elige en marmesor, juntamente con R., arzobispo de Tarragona, Ricardo, de Huesca, Pedro, abad de Poblet, y el maestre del Temple.
Berenguer de Erill es el obispo más antiguo de que se halla memoria, después del precedente; y fue de la familia y linaje de los Erills; muy noble y muy principal en Cataluña; e hizo muchas ordinaciones y estatutos para el buen gobierno y regimiento de su Iglesia, y murió a 5 de las nonas de octubre de 1234.
Pedro de Albalate fue sucesor de Berenguer: este en el año 1237 hizo ciertas ordinaciones muy provechosas para su Iglesia; asistió con el rey don Jaime en la presa de Valencia, y después fue transferido a la metropolitana de Tarragona, y murió a 6 de las nonas de julio en el monasterio de Poblet, donde tiene sepultura junto a la capilla de san Bartolomé.
Raimundo de Ciscar entró en el obispado de Lérida el año 1237, y en el de 1240 hizo ciertas ordinaciones para la buena administración de lo que le estaba encomendado. En su tiempo se acabó de concordar la diferencia que había entre los canónigos de Lérida y los de Roda, sobre el número de electores que de cada cabildo había de haber en la elección del obispo de Lérida, y lo dejaron en manos de él y de don Pedro de Albalate, arzobispo de Tarragona, nombrándoles árbitros y compromisarios; y a 26 de marzo del 1244 declararon que la tercera parte de electores fuese de Roda, y que los de Lérida, ofreciéndose elección, les hubiesen de dar aviso. Murió el año de 1245, y fue sepultado en el monasterio de Poblet, y estuvo su cuerpo mucho tiempo en un sepulcro de yeso, que después se desmoronó, y los huesos, metidos en un saco, fueron puestos y están en el arca o tumba del príncipe don Carlos de Viana, al lado del evangelio, debajo las sepulturas de los reyes don Jaime el primero, don Pedro el cuarto y don Fernando el primero.
Guillen de Barberá, religioso del orden de predicadores, fue sucesor de Raimundo de Ciscar, y fue su elección de esta manera: que no podían los canónigos de Roda y Lérida concordar sobre la elección del obispo, y estando en discordia, les pasó el tiempo, y el papa Inocencio cuarto con breve despachado a 9 de las calendas de enero, año
cuarto de su pontificado, que es de Cristo 1247, cometió la elección del obispo a don Raimundo de Ciscar, arzobispo de Tarragona, y a san Raimundo de Peñafort y a
fray Miguel de Fabra, varón insigne. Estos tres eligieron y nombraron a fray Guillen de Barbera, el que, elegido y nombrado de tales electores, es cierto sería gran varón y muy
digno de la dignidad episcopal. Murió a 15 de las calendas de mayo, año 1255, como parece en su sepulcro, que está en la capilla de santa Ana, en la iglesia de santa Catalina, mártir, de Barcelona, del orden de predicadores.
Berenguer de Peralta fue obispo de Lérida después de fray Guillen de Barberá; y pasa tan de corrida el episcopologio de Lérida, que, si no fuera por fray Vicente Domenech, sería poca o ninguna la noticia que tendríamos de él. Fue este santo canónigo de Lérida, y su elección, dice este autor que fue casi milagrosa, y lo infiere de la pintura que está en la pared, sobre su túmulo, donde están pintados dos ángeles que tienen una mitra en sus manos, como significando que la bajaron del cielo, y aún esto es tradición, como también de que fue religioso del orden de santo Domingo. Murió a 2 de octubre de 1256, y ha Dios hecho por él muchos milagros; y es caso notable lo que aconteció a un obispo que quiso ver su cuerpo, porque así como abrió la piedra que cubre el sepulcro, salió tanta sangre, que lo impidió y la mandaron cerrar. Yo he visto el señal de la sangre en el tiempo en que estudiaba en aquella universidad, y después algunas veces; y se conoce haber salido en mucha abundancia, y desde entonces hasta el día de hoy ha quedado una costumbre en la seo de Lérida, de que el diácono, cuando inciensa el altar mayor, va también a incensar el sepulcro de este santo. Digo santo, porque así le llaman comunmente en aquella ciudad. Gustara poder decir más de este siervo de Dios, pero hay tan poco escrito de él, que es forzoso ser breve. Hay en su sepulcro un letrero que dice:
ANNO DOM. MCCLVI. VI NON. OCTOB.
TRANSITUS VENERABILIS PATRIS
DOMINI BERENGARII DE PERALTA
HUJUS SACROSANCTAE SEDIS ELECTI.

Está este sepulcro entre las capillas de Gralla y de santa Marta. Algunos han querido decir que no fue obispo, sino nombrado obispo, fundándose en la palabra electi yo sigo la opinión común y al episcopologio de aquella Iglesia, que todos le tienen por obispo.
Guillen de Moncada murió el año 1271; y por no hallar más, no digo más.
Guillen de Fluviá hizo algunas constituciones, que aún el día de hoy se guardan, y murió el año de 1283.
Geraldo de Andriá vivió hasta el año de 1288 después de haber hecho muchas cosas en utilidad de la Iglesia.
Pedro de Regio o de Reig, después de haber hecho buenas ordinaciones concernientes a las rentas y provisiones de los beneficios, murió el año 1299.
Ponce de Aguilanedo murió el año 1299.
Guillen de Aranyó hizo algunas ordinaciones, y el episcopologio ilerdense dice que murió el año 1310, y no puede ser, porque a 4 de los idus de noviembre de 1314 firmó la donación que don Jaime el segundo hizo al infante don Alfonso, del condado de Urgel. Yo creo debió ser error del año, porque el sucesor entró en el obispado el año de 1321.
Ponce de Vilamur tomó la posesión del obispado el año de 1321, y gozó de él solo dos años, y murió el de 1324.
Raimundo de Avinyó vivió hasta el año de 1327.
Arnaldo Cescomes, a quien en los autos llaman Arnaldus de Cumbis, fue canónigo de Barcelona, y después obispo de Lérida. Hizo la capilla que llaman de Cescomes, fuera de la puerta más principal de la iglesia, e instituyó algunos beneficios, y dejó muy adornado el palacio episcopal. En vida de este prelado se edificaron los claustros de la iglesia, que en la vista, alegría, despejo y delicada arquitectura, exceden a los mejores de España; De aquí fue trasladado a Tarragona; y hecho arzobispo de aquella ciudad, aumentó en gran manera el patrimonio de aquella Iglesia, y después de haberla regido once años y dos meses, murió el de 1346.
Ferrer Colom fue canónigo de Lérida y prior de Fraga, y fue asignado por el rey don Alfonso tercero de Aragón por administrador y gobernador del condado de Urgel y vizcondado de Ager, durante la menor edad del infante don Jaime, a quien había dado aquel estado; y después fue hecho obispo y fue gran prelado. Este recopiló las constituciones de aquella Iglesia, y dejadas aparte las superfluas e impertinentes, puso las demás bajo y por orden de títulos. Hizo una hermosa capilla y de gran arquitectura, donde está su sepulcro, y murió el año 1340. Este asistió a la traslación del cuerpo de santa Eulalia de Barcelona, a 7 de los idus de julio de 1339.
Jaime de Sitjó, de la villa de Valls, del campo y arzobispado de Tarragona, gobernó esta Iglesia hasta el año 1348, que fue mudado a la de Tortosa, y la gobernó hasta el año 1351, en que, a 18 de octubre, murió en la villa de San Mateo, del reino de Valencia, y fue sepultado en la seo de Tortosa. El episcopologio de Lérida dice que se ignora el tiempo de su muerte, pero esto nos dice la historia de Tortosa.

Romeo de Cescomes, dicho en latín Romeus de Cumbis. Este era paborde de la seo de Barcelona, y a tres de los idus de enero del 1361, según dice el dicho episcopologio,
fue proveido de la Iglesia y obispado de Lérida. Aumentó el patrimonio de su Iglesia en muchas cosas que le dio el rey don Juan el primero, y otras que él compró de su dinero. Murió a 3 de marzo, año 1380. La valle de Barrabés, que hoy posee la Iglesia de Lérida, es donación de este obispo, en cuyos años, o hay error, o entre él y su predecesor hubo algún obispo, si ya no fuese que hubiese vacado la Iglesia nueve años.
Geraldo de Recasens fue electo por los canónigos de Lérida y Roda a 17 de noviembre de 1380, e hizo gran bien a la Iglesia: murió el año 1399, a los 13 de enero.
Pedro de San Clemente, canónigo y pavorde de Lérida, fue nombrado obispo de los cabildos de Lérida y Roda, a 7 de mayo de 1399, pero no fue confirmado.
Juan fue sucesor del precedente. El episcopologio de Lérida dice que fue obispo de Huesca y refrendario del papa Benedicto XIII, por otro nombre llamado Pedro de Luna (el Papa Luna); y fue proveido a los 16 de las calendas de setiembre, año 1403, y murió en el mes de noviembre de este mismo año; y siendo esto último verdad, no fue obispo de Huesca, porque el que por estos tiempos lo era de esta Iglesia, aunque se llamaba Juan, no lo fue jamás de Lérida, pero sí de Albarracín y Segorbe, y vivió hasta el año 1427; y es más de creer esto que lo que dice el episcopologio Ilerdense, a quien en averiguar las cosas de este obispo y otras lleva gran ventaja la historia de Huesca qué sacó a luz Diego de Aynsa.
Pedro de Sagarriga (Çagarriga, ipsa Garriga) fue sucesor del precedente y y varón de gran prudencia y saber. Tomó posesión del obispado el primero de enero del año 1404, y estuvo hasta el de 1408, que fue transferido a Tarragona; y fue una de las nueve personas que declararon en la sucesión del reino, por muerte del rey don Martín, y murió el año 1419. Está soterrado en el pavimento del claustro de Tarragona, luego al salir de la puerta que pasa de la iglesia al claustro, junto de una colunma de mármol que sustenta las piedras de la puerta.
Pedro de Cardona, hermano de don Juan Ramón Folch, conde de Cardona, tomó posesión del obispado: tuvo algunas parcialidades que dieron harto trabajo a los del parlamento de Tortosa que se había juntado por muerte del rey don Martín, para sosegarlas; pero la muerte de él excusó de trabajo, porque murió a los nueve de diciembre de 1411.
Domingo Ram, varón de noble linaje, y más noble por su gran virtud y prudencia, fue obispo de Huesca, y una de las nueve personas que declararon rey al infante don Fernando, llamado de Antequera (Fernando I de Aragón después del Compromiso de Caspe). Después, en el año 1416, fue promovido a la Iglesia de Lérida, y luego a la metropolitana de Tarragona; y después, en el año 14.... (1), el papa Martino le creó cardenal, título de san Juan y san Pablo. Fue virey (virrey) de Sicilia, y murió en Roma año 1445, a 6 de las calendas de mayo.
Y aquí dejo de continuar a los obispos de Lérida, por ser este el último de los obispos del tiempo de los condes de Urgel, y el último, que fue don Jaime de Aragón, murió el año 1433, en que acabo esta historia, pues en dicho tiempo quedó acabada aquella casa.

(1) Esta fecha, como que se halla puesta en el manuscrito por postila, se presenta algo confusa; y aunque al parecer debe leerse 1454, es imposible que sea este el año que quiso fijar el autor, cuando él mismo dice luego que don Domingo Ram murió en 1445, y se sabe por otra parte que este prelado fue preconizado cardenal en 1430.

lunes, 13 de julio de 2020

CAPÍTULO L.


CAPÍTULO L.

Que contiene la vida de Armengol de Gerp, séptimo conde de Urgel. - De la
conquista de Balaguer, y descripción de aquella villa.

El condado de Urgel se iba cada día dilatando, y el valor y fama de sus condes se extendía por España, y ellos iban a porfía por aventajar los unos a los otros, sin reparar en inconvenientes ni peligros, porque ningunos podían meter límite a sus altos pensamientos. El hijo del que murió en Barbastro se llamó Armengol, así como el padre, y por diferenciarle, le llamaron de Gerp, por haber edificado y muerto en el castillo de Gerp, vecino de la ciudad de Balaguer. Muerto su padre, heredó el condado de Urgel y los tributos o parias que cada año lo pagaban los reyes moros.
Los primeros años del gobierno de su condado fueron muy sosegados y quietos, y en ellos llegó a Barcelona Hugo Cándido, cardenal del título de san Clemente, que venía de Aragón, donde le había enviado el papa Alejandro. Este Hugo Cándido no fue natural de Barcelona, sino de Trento, y fue creado cardenal el año 1049: digo esto, porque hay algunos que piensan que un cardenal Hugo que hubo el año 1240, a quien inadvertidamente dan el nombre de Cándido, que fue religioso de la orden de santo Domingo y escribió muy doctamente sobre la Biblia, sea el que intervino en la ordinacion de los Usajes de Barcelona, y equivocándose, toman el uno por el otro, lo que causa alguna confusión en las historias.
Este cardenal, después de haber dejado en muy buena orden las cosas ecclesiásticas de aquel reino, llegó a Cataluña en ocasión que estaba Ramón Berenguer, el Viejo, conde de Barcelona, ocupado en el sitio de la villa de Cervera de Urgel, que así la llamaban antiguamente, y era de moros, que habían acudido con tributo al dicho conde y ahora se lo negaron, declarándose contra de él, corriendo y talando toda la tierra de los cristianos, sus vecinos.
Obligaron al conde a la defensa de sus vasallos y castigo de los moros; puso sitio a la villa, que era muy fuerte y poblada, circuida de buenos y fuertes muros, con un castillo al un extremo de ella, que es la fuerza más principal de aquel pueblo, del cual escribe muy curiosamente Pedro Giscafré, su síndico, en un libro Del triunfo del Santo Misterio que es sucinta y curiosa historia de aquella villa y verdadera relación de sus grandezas. Asistieron en el sitio de ella con el conde Ramón Berenguer muchos prelados, y entre ellos el obispo de Vique, el abad de Ripoll, Ramón de Cervera y Ramón de Guardia, Berenguer de Anglesola y muchos vasallos del conde de Urgel. Fue grande la defensa hicieron los moros, y entonces, para mejor combatir la villa y defenderse de las surtidas de los cercados, se edificó junto a aquella, a la parte inferior, una torre fuerte, cuyas ruinas y señales aún quedan. Estando ocupado el conde de Barcelona en esta empresa, tuvo nueva de la venida del cardenal, y luego encomendó el campo a un caballero muy principal llamado Ramón de Timor, que después se llamó Ramón de Cervera, y se fue a recibirle. Grande sin duda era la utilidad de la conquista de Cervera, y la presencia del conde y demás prelados importaba mucho para ella; pero todo lo dejaron en saber la venida del cardenal, anteponiendo las cosas del servicio de Dios a las de su estado.
Llegado el cardenal, se congregó un concilio de los obispos y demás prelados de Cataluña. Entre otras cosas muy acertadas que ordenaron, la más notable fue, que de común consentimiento dejaron el oficio, rito y ceremonias góticas que hasta entonces habían observado, y tomaron las romanas, prohibiendo del todo a los clérigos el uso del matrimonio, que había quedado del tiempo del rey Vitiza, penúltimo rey godo, y quedando obligados a perpetua castidad, como el día de hoy se guarda.
Dióse asímismo entonces de mano a algunas leyes antiguas que hasta entonces se habían observado, pero tan alteradas, quitadas y añadidas, que eran casi otras de las que se hicieron en tiempo del rey godo Eurico, en cuya ordinacion se halló san Severo, obispo de Barcelona, con sesenta obispos católicos, cerca del año 480. Juntáronse en Barcelona cortes, y en ellas intervino el cardenal, con todos aquellos que tienen lugar en ellas; y Tomich (Tomic) dice, en particular, que fue en ellas el conde Armengol, que en estos tiempos andaba en los veinte y tres años de su edad. De consentimiento de Ramón Berenguer y de la corte fueron nombradas veinte y una personas, y entre ellas fue Arnaldo de Tost, vizconde de Ager, para ordenar y componer nuevas leyes, por las cuales se gobernase y rigiese este principado, y que el día de hoy se observan, y nombran Usajes de Barcelona (usatges): y es tan grande el cuidado que se tiene de la guardia y observancia de ellas, que, entre otros juramentos que hacen los reyes y sus ministros, es uno de guardar aquellos, por contener en sí gran equidad y justicia: fueron ciento y setenta y cuatro, y andan impresos en los libros de las Constituciones de Cataluña.
Cerca de estos tiempos, y en los idus de enero del año ocho del rey Felipe, que es de Cristo nuestro señor 1068, dio el conde privilegio a los del lugar de Valldelort de que jamás ningún señor les pudiese imponer más censo de aquel que solían pagar en tiempo del conde su padre.
Finidas estas cortes, emprendió el conde Armengol la conquista de la ciudad de Balaguer y sus comarcas. Es Balaguer población principal y antigua en los pueblos ilergetes y fundación de Hércules líbico, la segunda vez que vino a España, mil seiscientos setenta y ocho años antes del advenimiento de Cristo señor nuestro, y le nombró Balaguer.
Otros hacen más moderna esta fundación, y la ponen en el año 1.591 antes del nacimiento, y la atribuyen a Sicoro, antiguo rey de España, de quien el río Segre toma el nombre de Sicoris, de cuyas riberas salieron los de los pueblos sicanos, que poblaron la isla de Sicilia, que llamaron Sicania. La interpretación de este nombre de Balaguer, no se sabe; hay empero quien la deriva de un gran grito o balato, que, estando en el puesto más alto de la ciudad dio Hércules mirando a los suyos metidos en una famosa batalla, diciendo: ó quam urgens bellum; de que quedó Urgellum, y del balito o balato Balagarium; y así llamaron a la ciudad que allí se fundó. Esto en opinión de algunos es apócrifo, y graves autores lo juzgan por tal: los que hacen fundador a Sicoro, (Segre) dicen que Balaguer en lengua líbica, (Libia) que era la que usaban estos antiguos reyes, quiere decir señorío de los valles. (bal : val : vallis : valle : vall + ager: Ager).

En tiempo de los romanos floreció mucho y hubo reyes que tomaron el título de la ciudad: uno de ellos fue Belistágenes, que las historias llaman rey de Balaguer, y de los fieles amigos de los romanos en España; porque habiéndose levantado contra ellos todos los pueblos de aquellas comarcas, solo Belistágenes perseveró en en su devoción, lo que celebró Tito Livio y otros autores. Después, en tiempo de los moros, se conservó también el título de rey de Balaguer muchos años, y fueron tributarios a los condes de Urgel, hasta que del todo los sacaron de la ciudad y condado. El sitio de ella está tendido por lo largo a la ribera del río Segre, cuyas aguas bañan sus muros: participa de llano y enriscado; la parte enriscada está dividida en dos puntas o riscos; en la parte llana están edificadas muchas y buenas casas, donde moran los caballeros y ciudadanos y demás gente lucida de la ciudad. Tiene una grandiosa plaza que llaman el Mercadal, que puede competir con las mejores de España. En ella, en tiempo de los condes y aún después, se celebraban los juegos y fiestas públicas; por el un lado pasa una caudalosa acequia de agua que se toma del río Segre, una legua antes de llegar a la ciudad, que sirve para el riego de la huerta y uso de los molinos. Sobre el río Segre hay una hermosa puente de piedra que
sustentan cinco arcos, labrada de sillería, muy ancha y larga, capaz para gran tránsito: pasan por ella los que, viniendo del mediodía, van a la ciudad. Al cabo de ella hay una puerta muy ancha y grande, que es la principal de la ciudad, y muy bien labrada y con majestuoso frontispicio: en medio de ella hay una imagen del arcángel san Miguel (tutelar de la casa de Urgel), de piedra, muy grande, en medio de los dos escudos de las armas de Urgel y Cataluña, en franja; de donde infiero, ser edificio hecho después del año 1334, que el condado de Urgel vino a ser de los hijos de los reyes de Aragón y condes de Barcelona. Algo más arriba están otros dos escudos con las de Urgel solas. A la otra parte, y delante de la puente, hay otro insigne monasterio de la orden de santo Domingo, que fundó el conde Armengol de Cabrera, del cual se da noticia en su vida. Los muros a la parte de tierra son a lo antiguo, aunque renovados en algunas partes; pero a la parte que mira al río, labrados a lo moderno, con sus terraplenes que sirven de paseadores, para comodidad de los vecinos, por gozar de apacible y alegre vista.
La vega es grande y fértil, poblada de hermosas huertas y jardines, y espesas alamedas: extiéndese por las orillas del río Segre, cuyas aguas, conducidas por cada parte del río con caudalosas acequias, sirven para el riego de ella, sin faltar jamás. Había allí entre otras casas de campo una más principal que todas, que llamaban la casa fuerte de la condesa, que estaba tras el monasterio de predicadores, y era casa de recreo de los condes, y edificio suntuoso y fuerte, como lo denotan algunos rastros que no ha muchos años parecían por aquellos campos. Es tradición de los vecinos, que tenían los condes una mina secreta que salía del castillo y pasaba por bajo del río y desbocaba en esta casa, lo que, si es cierto, es cosa espantosa, y tanto más admirable, cuanto más caudaloso es el río Segre que pasa sobre ella: pero la riqueza de los condes podía emprender cosas mayores.
El terreno produce todo género de granos, frutos, legumbres, cáñamos, linos, salitre, vino y lo demás necesario para el uso del hombre; y esto con tanta abundancia, que de lo que se vende entra en la ciudad mucho dinero que la enriquece.
A la otra parte de la vega, hacia el mediodía, sobre una colina, hay un castillo que llaman Rapita (Rápita), y era antiguamente mezquita de moros, donde hacían sus ceremonias moriscas: así lo denota el nombre Rapita, que quiere decir mezquita o casa de devoción que está fuera de poblado. Hay también en medio de la vega, hacia occidente, a la mano izquierda del camino que va de Balaguer a Lérida, un monasteri que lo fue de religiosas cistercienses, obra antigua y maciza. Llámase de las Franquesas. Por estar tan cercano al río está muy sujeto a las avenidas de él, pero puede resistir a ellas. Las religiosas se acabaron, y por ser de aires mal sanos no han puesto otras; porque las aguas se encharcan, y los vapores que se levantan corrompen los aires. Está unido al monasterio real de Poblet, y residen allí uno o dos monjes, que cuidan de la casa y heredades, y celebran misa. Hay en la iglesia algunos sepulcros antiguos de piedra, levantados en alto, no se sabe de quién son, porque no hay armas ni inscripciones: dicen por allá los vecinos ser de algunos principales caballeros, que solían por aquellas partes usar tales sepulturas, como aún los hay muchos por las iglesias de todos aquellos contornos. Consérvanse los claustros y dormitorios y otros cuartos del monasterio, pero amenazando ruina, por haber muchos años están inhabitados.
En un alto de la ciudad, que está a la parte del occidente, está edificada la iglesia mayor, so invocación de Nuestra Señora: es edificio moderno, del tiempo del infante don Jaime, conde de Urgel, hijo del rey don Alfonso: es todo de sillería y de una sola nave, muy grande y capaz, adornado de muchos y muy buenos retablos, y la sacristía muy rica; acúdese al culto divino con grande puntualidad y devoción: la vista de que goza es admirable, y por estar en lugar alto, descubre gran parte del campo de Urgel: residen en ella doce canónigos, un plebano y doce beneficiados.
En el otro risco o recuesto, que está al principio de la ciudad, a la parte de oriente, frontero de la puente, estaba edificado el castillo y alcázar de los condes, el cual era muy fuerte y suntuoso, y de fácil defensa, según lo denotan las ruinas y cimientos de sus muros y torres derribadas, edificados sobre otros más viejos que estaban sobre durísimas y grandes peñas, todo de sillería y obra romana: su grandeza y antigua majestad hoy mal se puede conjeturar, porque desde el año 1413 fue derribado. Queda algún rastro de las cisternas, caballerizas y demás oficinas subalternas; la puerta era hacia el mediodía y de tal traza, que cuatro hombres la podían defender; estaba muy adornada de jaspes, mármoles y pórfidos, de que hay algunos pedazos junto al castillo, que son recuerdos de lo que fue en tiempos pasados, y testimonio verdadero de la instabilidad y mudanza de las cosas del siglo. En el claustro superior del monasterio de Poblet están las colunas que se sacaron de este castillo, y de aquellas adornaron aquel claustro: las piedras de las ventanas del palacio real del mismo Poblet estaban también en este castillo, y por ellas se echará de ver que tal sería este castillo de donde se sacaron.
Había en él una iglesia que llamaban Santa María de la Zuda, donde residían clérigos y celebraban los oficios divinos, cumpliendo con algunas fundaciones dejaron allá los fieles; y en esta iglesia tenían algún derecho los abades de San Pedro de Ager. Era por la parte de occidente, mediodía y tramontana casi imposible la subida; pero por la parte de oriente, entre el castillo y la iglesia de Almata, hay un grande foso que le sirve de defensa: en él vivió el grande rey don Alfonso el tercero, mucho tiempo antes que fuera rey; aquí nació el rey don Pedro el tercero, y sus hermanos, y de ello hace estima en su crónica.
A la otra parte del foso, y fuera los muros de la ciudad, hay una grande llanura, en que en el año 1413 asentó el rey don Fernando el primero su real, para mejor combatir el castillo. Aquí hay una iglesia antigua que llaman Santa María de Almata; es a modo de cruz, con solo tres brazos, que miran a oriente, occidente y septentrión; es la bóveda de ellos redonda, con una cornisa muy llana y sin labor alguna; el brazo que mira al oriente es nuevo, labrado a lo moderno, y cubierto con un gran cimborio, por el cual recibe la luz: aquí está el altar mayor y la santa imagen de Cristo nuestro señor, tan celebrada en el
mundo: a la parte del mediodía la cortina de la pared corre igual, y en esta parte hay una capilla pequeña, donde antiguamente estaba la santa imagen que está en el altar mayor, y en memoria de ello, hay una inscripción que dice así:

EN ESTA CAPILLA ESTUVO LA IMAGEN
DEL SANTO CRISTO MÁS DE 600 AÑOS
Y SE TRASLADÓ A LA CAPILLA NUEVA
A XXI DE MARZO DE MDCXXVI .
EN PRESENCIA DEL REY NUESTRO SEÑOR,
DON PHELIPE IIII Y III DE ARAGÓN Y DEL SERENÍSIMO INFANTE DON CARLOS SU HERMANO ETC.

En esta parte hay una puerta que mira al mediodía; la otra mira al septentrión y llaman la puerta del Real, por haberlo puesto aquí el rey don Fernando cuando prendió al conde de Urgel y aún quedan aquí rastros de una trinchera o muro que hizo el dicho rey. La que mira al poniente es la más principal y mejor, y está frontera al castillo: hay dentro de ella un pórtico muy adornado de colunas y espacioso, que engrandece la entrada de la iglesia. Antiguamente estaba por cabeza de él una imagen de nuestra Señora que llamaban de Almata, y el día presente las religiosas, para mejor consuelo suyo, la tienen dentro del monasterio con gran decencia y ornatos. A la parte de oriente es la capilla mayor, y en ella la imagen santa de Cristo, señor nuestro crucificado, que es una de las más devotas que hay en el mundo, y son sin cuento los beneficios y mercedes hace Dios por ella: la devoción es grande e innumerables los milagros, como lo atestiguan los votos colgados por las paredes; y si se hubiera cuidado de su conservación, estuvieran todas cubiertas de ellos, y pudieran competir con las de Monserrate, Guadalupe y otras casas de devoción y santuarios de España. Aquí se muestra la omnipotencia de Dios curando diversas enfermedades, como son calenturas, mal francés y dolores del cuerpo; vuelve la vista a los ciegos, sana cojos y mancos, favorece a los navegantes, resucita a los muertos y hace otras maravillas, de que están llenas las memorias. Diré de una, y es que aparecen algunas veces de noche en el río Segre cinco luces, o más o menos, y andan por el agua y paran en el escollo donde paró esta santa imagen cuando se halló; y aun en la misma iglesia se han visto muchas veces; y esto es tan cierto y continuo, que apenas hay ninguno de aquella tierra que no pueda ser testigo de ello: es frecuentada de todas las naciones del mundo, y está la hospitalidad tan a su punto, que no les falta nada a los peregrinos y novenarios que continuamente acuden allí, para los cuales hay una gran casa y cierto número de personas eclesiásticas que tienen cuidado de ellos, ejercitando la hospitalidad con tanto amor y limpieza, que su apacible trato es para llamar allá todo el mundo. En el año de 1626, viniendo el rey a jurar a Barcelona, visitó el santo crucifijo y fue hospedado en esta casa, con todos los grandes que venían en su compañía.
Entre la iglesia y casa de peregrinos hay un monasterio de monjas de san Francisco, que fundó el infante don Jaime, hijo del rey don Alfonso, y dotó magníficamente; y tenía prerogativas de fundación real, por haber sido el fundador hijo, hermano y tío de reyes. Las monjas claustrales se acabaron; las rentas se disminuyeron, y el patrimonio del convento quedó muy perdido por haberse acabado los condes de Urgel, patrones y fundadores de aquella casa, que con sus limosnas la socorrían y amparaban. Acabadas y suprimidas las monjas claustrales, estuvo mucho tiempo sin religiosas, y la casa se vino a acabar de todo punto, porque gran parte de ella vino al suelo. A la postre, los paheres de la ciudad se ampararon de ella y levantaron lo caído, y edificaron de nuevo lo que era menester, y se hicieron patrones, y a instancia de ellos metieron la observancia, y vinieron a fundar religiosas observantes del monasterio de Santa Clara de Tarragona, y están súbditas al obispo de Urgel, el cual las visita y tiene allá clérigos muy ejemplares que las ministran los sacramentos y cuidan del servicio de ellos. De esto hay memoria en unas piedras que están en las paredes de aquel convento, y la una dice así: 

CIVITAS BALAGARII MONIALIUM ISTUD COENOBIUS CONDIDIT CUJUS AEDIFICIUM
INCOHATUM FUIT LV NONAS MAII MDCVII CONSULIBUS EXLSTENTIBUS
MAGNIFICIS FRANCISCO TORRES MEDICINAE DOCTORE BABTISTA GOMAR CIVE
FRANCISCO BOTELLA BARTHOLOMEO SALVAT DE REPUBLICA OPTIME MERITIS S. P. Q. B.
La otra dice así:
A 21 DE MARS 1622 ESSENT PAERS DE AQUESTA CIUTAT DE BALAGUER LOS MAGNIFICHS PERE MORATO MIQUEL ALÇAMORA HYERONIM SPERT Y MATHEU GARROFER PATRONS DEL PRESENT MONESTIR DE SANTA CLARA DE ALMATA FOREN TRETES AB AUCTORITAT APOSTOLICA DEL MONESTIR DE SANTA CLARA DE TARRAGONA Y INTRODUHIDES EN AQUEST PER FUNDADORES SOR BENETA CASALS ABADESSA SOR DOROTHEA PALAU VICARIA Y SOR SERAFINA MONTANER MESTRA DE NOVISSIES.

Lo que hace más célebre esta casa y llama a ella a todo el mundo es la muy devota y piadosa imagen de Cristo señor nuestro crucificado, de cuya venida diré lo que escribe aquel santo varón fray Vicente Domenech, del orden de predicadores, cuyas palabras son estas: “Como aya venido el sancto crucifixo á la ciudad de Balaguer, no he podido hallar auto authentico que lo diga; pero he visto en la misma iglesia donde oy lo tienen una scritura antigua, la qual refiere que vino por el río Segre arriba con grande luz y con mucha compañía de ángeles que cantaban las grandezas de Dios; y tienen por tradición que viniendo río arriba, se detuvo en un scollo o pequenyo penyasco que aun parece dentro del agua, y que viniendo con procesion la ciudad para tomarla, se apartó la sancta imágen por el agua adentro, y que baxaron tambien las monjas claustrales Franciscas del Mata, que assi se lama el lugar donde sta edificada su casa, y se dejó recibir por la abbadessa, y á causa desto se la subieron a su monasterio, donde la tienen con gran veneración, y es visitada de todas las naciones del mundo como uno de los más insignes santuarios de la cristiandad.” Y el doctor Onofre Menescal, en su sermón del rey don Jaime el segundo, hablando de los santos de Cataluña, pone entre ellos el santo crucifijo de Balaguer, por estas palabras:
Lo sant crucifici de Balaguer; que dihuen ving* vingué per lo riu Segre, y arribá ab gran llum y companyía de ángels que cantaban alabansas á Deu.
Esto es lo que se sabe por ahora; pero sin duda debieron pasar otras muchas cosas, y tiempo, que todo lo consume, las ha entregado al olvido. La ciudad y clero de Balaguer han hecho diligencias grandes en buscar memorias antiguas, pero no hallo más de lo que tengo dicho; placerá a Dios se hallen tiempos por venir, así como ha Dios descubierto otras cosas semejantes que hasta nuestros días estaban del todo olvidadas. El doctor Jaime Prades, valenciano, en la Historia del uso y adoración de las santas imágenes, dice estas palabras: “ En aquellos mismos tiempos, aquel sancto *viejo Nicodemus enseñó contra aquellos mismos judíos m* claramente por obra también, la misma confesión de e* fé, habiéndole dado primero el mismo Jesucristo cumpli* la noticia de su divinidad y humanidad. Porque escrib* Anastasio, doctor, que fue en tiempo del concilio Nice* segundo, y Gregorio Turonense, que este santo labró con su mano tres crucifijos (porque no se pudiese dudar en es* de su voluntad), representando en cualquiera de ellos la figura de Cristo, de la manera que le vio él enclavado en la cruz; y aunque bastaba la relación que de ello hicieron * habérnosle mostrado tal en sus evangelios los evangelistas sagrados, quiso dárnosle más adelante retratado al vivo, cuerpo muerto, de color amarillo, cual suele ser el de los muertos, los ojos oscuros, turbios y vueltos en blanco, con la boca abierta, todo rociado de sangre, llagados y rasgados aquellos miembros santísimos y del todo ajenos * su belleza, y tan maltratados, que aún a sus enemigos movieran a compasión; y esto para moverse a sí primero con esta vista, y después a nosotros, y porque semejante acto fuese como un testimonio de que descubiertamente confesaba la pasión de Cristo contra la infidelidad de aquellos judíos, y también para que, a ejemplo suyo, los que estaban por venir en todos tiempos hiciesen otras imágenes para el propio efecto; en lo cual no le engañó su pretensión, pues con grande gloria del mismo Jesucristo y aprovechamiento de sus almas, han los cristianos adorado y confesado su pasión por aquellas santas imágenes. Porque una de estas fue la que derramó en Berito sangre y agua en abundancia, convirtiendo toda una sinagoga de judíos, conforme adelante diremos; y hoy en día por estas mismas es también glorificado en la ciudad de Balaguer de Cataluña, y en San Agustín de *Burgos, y en Orense de Castilla; y es tanta la fé y devoción que tienen los cristianos por este medio a la pasión y muerte de Cristo nuestro redentor, que en otros pueblos pretenden más ciertamente tener las mismas imágenes. Esto dice aquel aquel curioso autor, que con tanta piedad escribió la historia de las santas imágenes, contra la falsa opinión de Lutero y otros herejes modernos.
Está esta santa imagen en el altar mayor, dentro de un hermoso tabernáculo: cúbrenlo tres ricas cortinas, y cuando la quieren enseñar a los fieles, sale cierto número de los sacerdotes que residen allá, con sus sobrepellices y cirios encendidos, y con voz lastimosa y devota cantan algunos versos del salmo 50, y en el entretanto van poco a poco corriendo las cortinas, y con dos o más velas que al rededor de la santa imagen están encendidas, se divisan y ven muy bien el santo rostro, llagas, manos y demás partes y color de la santa imagen, y después rezan alguna oración y cierran las cortinas. En tiempo de esterilidad de agua, que acontece muchas veces en aquella tierra, la sacan en procesión; y en otro tiempo la mudaban por nueve días en otro altar, perseverando en oración, devociones y procesiones que acuden de diversos pueblos; y es cosa maravillosa ver la abundancia de agua que Dios envía, fertilizando con ella la tierra; y en
tiempos de grandísima esterilidad, con procesión la bajan al río Segre, cerca del escollo donde fue hallada, y allá, con las aguas del río, la bañan, suplicando a nuestro Señor, que mediante el tocamiento de la santa imagen en las aguas las bendiga, dándoles virtud para que hagan el efecto que el devoto pueblo suplica, enviándolas del cielo con abundancia, para regar y fertilizar aquella tierra; y es tanta la misericordia de Dios y la virtud de aquel santo crucifijo, que apenas pasan muchos días que no se vea el fruto de aquellas devociones, las cuales y todo sea para mayor gloria de Dios, que cada día hace maravillas.
En la capilla en que antes estaba la santa imagen hay una memoria moderna que dice estas palabras: (Es la misma que se halla continuada en las páginas 341 y 42).
Estas palabras han hecho reparar, porque es cierto, que las monjas claustrales no estuvieron en Almata hasta el año 1351, porque, como dije allí, era la iglesia mayor y parroquial de Balaguer; y dando por cierto que las monjas claustrales franciscas de Almata bajaron al río cuando vino la santa imagen y que la tomó la abadesa, no podía haber seiscientos años era allá la imagen cuando se hizo aquella memoria, que fue el año 1626, y así hemos de decir, o que los seiscientos años han de ser muchos menos, o que las monjas eran de otra religión, o que el hallazgo de la santa imagen fue después del año 1351.
Acabadas ya las cortes de Barcelona, en que se hicieron los usajes, dio principio el conde Armengol una gran guerra que por muchos llevó contra los moros sus vecinos, con pretensión de echarlos de una vez de todas las tierras y límites de su condado, acabando con ellos. Valiéronle, según parece en antiguas memorias, el obispo de Urgel, el conde de Pallars, Ramón de Cervera, Guillen de Anglesola; Raimón Folc, vizconde de Cardona, hijo de Hugo Folc; Galcerán de Pinós, Hugo de Treyá, Berenguer de Puig-vert, Oliver de Termens, Gerardo o Guitardo de Ribelles, Juan Despes, Ramón de Peralta, Bernt de Peramola, Pons de Oliva, Asbert Dez-Palau, Juan de Pons, Guillen de Majà, Galcerán de Artisé, Guillen de Alentorn, Ramón de Monsonis, Bernat de Billvés, Benet de san Gruni, Pedro de Torá y Arnaldo Dalmau, y otros muchos caballeros amigos y vasallos del conde. Con ellos bajó como un rayo por las riberas del Segre, conquistando todos los castillos que había de la una y de la otra parte; de aquí pasó a las riberas de Sió, y tomó todos los lugares que había por allá; llegó hasta las villas de Sanahuja y Guisona, y se apoderó de ellas. En esta ocasión conquistó a Linyola y otros pueblos vecinos, cautivando muchos de aquellos infieles. De esta conquista habla un auto de confirmación hecho por Armengol y Arsende, su mujer, condes de Urgel, en favor de Ramón Arnau, de ciertos réditos; y usando del latín de aquellos tiempos, dice:
damus tibi haec omnia praenominata quod ab antiquo tempus avi de me Ermengaudus comitum qui obit a Gerp fecit dono in vita sua ad Arnaldo Dalmatii patre tuo quando Linerola fuit decepta a Xpianis et pagani captivus etc. y de esta vez quedó toda aquella tierra por los cristianos. Luego, pues, que fue señor de la campaña; entendió en la conquista de la ciudad de Balaguer, que era la plaza más fuerte e inexpugnable que por aquella parte quedaba a los moros, donde se eran todos retirados con lo mejor de sus haciendas. Hay cercano a Balaguer,a la parte oriental, media legua distante, a la ribera del Segre, sobre grandes peñas, un lugar llamado Gerp: este puesto escogió Armengol por acomodado para hacer en él plaza de armas para la conquista de Balaguer, y fortificó en él un castillo, cuyos cimientos aún quedan. No es este castillo el que al presente dura en el mismo lugar de Gerp, sino otro algo más apartado, y de aquí se quedó el nombre de Gerp. En autos, empero, y antiguas escrituras parece que a este conde llamaban los moros Armengol de Tuligisa, no se sabe porqué. El abad Briz Martinez, en la historia de San Juan de la Peña, dice que sería por alguna hazaña en el lugar o territorio de este
nombre. Desde el castillo de Gerp, se dio principio al cerco de Balaguer; pasaron en él grandes cosas y diversos hechos de armas, combatióse la ciudad por todas partes, y más en particular por la de Almata. Los moros que estaban dentro entendían valerosamente en la defensa de ella, pero faltóles el socorro que les podía venir y aguardaban de Lérida, y esto era muy dificultoso, porque el conde era señor de la campaña, y por eso los moros, antes de llegar al último punto, escogieron un honesto partido, por no ver entrada y saqueada la ciudad, y así se rindieron y la entregaron al conde con condiciones. Así se infiere del testamento del conde, el cual, entre otras cosas en que instituye heredero a su hijo, son los tributos que Almudafar, moro, le prestaba por Balaguer; y es cierto que si la ciudad se conquistara a fuerza de armas, toda quedara por los cristianos, sin permitir a los moros parte alguna en ella, antes bien los echara del todo; y así Almudafar (suena como Almudévar) debió de quedar o con el castillo o alguna parte de la ciudad, por la cual se obligó a pagar parias o tributos al vencedor. Después de esto, a los que le habían ayudado a aquella conquista hizo participantes del fruto de la victoria, así como lo habían sido de la guerra. A G. de Bibellas, que fue de los que más se señalaron, dio ciertas rentas sobre la ciudad de Balaguer, y a lo que yo conjeturo, le hizo carlan, (castellán) y le dio los castillos de Roda y Monsonis; a Bernat de Peramola dice Terafa que dio los castillos de Auliana y Peramola; a Gispert de Pons, la carlanía de Pons; a Galceran de Pinos, el castillo y tierras de Taltaull; al obispo de Urgel, que en esta guerra hizo mucho, los castillos y villas de Guisona y Sanahuja, aunque se pretendió que esta donación fue en favor de su Iglesia y no de la mensa episcopal; a Berenguer de Puigvert dio ciertos lugares a las riberas de Sió; a Guillen de Majá, Robió y La-Sentiu; a Arnau Dalmau dio la torre Dalmazor, y en auto de confirmación que de esta donación hizo el conde Armengol y Arsende, su mujer, en favor de Raimundo Arnau, su hijo, en que añadió también la mitad de las décimas que tenía en la torre de Erall, dice: Et est haec omnia infra comitatum Urgelli in finibus Marchiarum in loco quod dicitur Pla* superius Linerola: et habet autem afrontacionis prescriptam turrim a parte orientis in terme de Juliagrossa et de *Montosar, de meridie in termino de Valverd et de *Xerapchenic sive in Pennal de la turrim de la Baralla, a parte vero circii in termino de Linerola, et de aquilone in termino de turrim de Erall; y estas donaciones fueron con pacto que lo tuviesen en feudo por el donador, el cual tenía todo el condado de Urgel franco de todo reconocimiento al conde de Barcelona, por haberlo él con sus fuerzas conquistado; y esta prerrogativa y franqueza conservaron siempre todos los condes de Urgel, hasta Armengol VIII, el cual murió sin hijos, y el condado hizo mudanza, porque después de él, todos los que lo poseyeron, fue con ciertos reconocimientos a los condes de Barcelona y reyes de Aragón, los cuales a la fin vinieron a tener el señorío útil, directo y alodial de todo el condado, perdiéndose del todo la soberanía que tuvieron los primeros condes, por haberle ellos conquistado con su espada, y adquirido de los sarracenos.
Por estos tiempos entró en Cataluña, Amato o Antato, obispo de Oloron, en Francia, legado del pontífice Gregorio VII, para visitar los monasterios del orden de San Benito, que eran muchos en Cataluña; detúvose en el obispado de Gerona, y después en el convento de Besalú; y de allí entró en el condado de Urgel, donde fue muy bien recibido del conde y de Lucía, su mujer, y le rogaron que reformase los monasterios de aquel condado, que eran cuatro, llamados de san Saturnino, de santa Cecilia, de san Andrés y de san Laurencio; y empleándose en esto, le pidieron que el de santa Cecilia, que por negligencia de los abades y monjes estaba algún tanto estragado en la religión, lo hiciese de monjas; y condescendiendo en esto el legado, fueron él y el conde y la condesa a Barcelona, y pidieron algunas religiosas a Eliarda, abadesa del monasterio de san Pedro de las Puellas, para la fundación del nuevo monasterio, y ella las dio a 23 de julio del año 1079, y concertóse que el nuevo monasterio estuviese sujeto a ella y a sus sucesoras. De esto hay auto en el archivo de dicho monasterio de san Pedro de Barcelona, cuya autoridad y antigüedad es muy grande, en el saco A, núm 2. El maestro fray Antonio de Yepes, en la historia de san Benito, tomo 6°, refiere esta misma historia; pero añade que esta Eliarda era abadesa del de las Huelgas de san Pedro: es manifiesto error de los trasladadores, y como a tal, lo advierto de paso.
A 5 de los idus de setiembre del año diez y nueve del rey Felipe, que es de Cristo señor nuestro 1079, el conde hizo donación de Biscarri, que estaba en el condado de Urgel, a Raimundo y Valencia, condes de Pallars, y a Arnaldo, hijo de ellos, y dice: que las terminaciones son a parte orientis in termines de castrum Taravalli, a meridie in termines de castrum Benavente vel in quallum sancti Egidii de *occiduo in *Gaveta vel in Lagunas et ascendit per termines de castrum Lordani et de Castelione usque in montem qui dicitur alto etc. *Ica ut non liceat vobis alium seniorem eligere de supradicto castro neque ad vos neque ad posterita vestra nisi me Ermengaudum aut posterita mea. Y se llamó el conde comes et marchio, y este mismo castillo, con la iglesia y parroquia de san Andrés, a 2 de las calendas de junio del año veinte y cuatro del rey Enrique, que era de Cristo 1054, lo había dado Armengol de Barbastro, su padre, que también se intitulaba conde y marqués, a Arnaldo Miron de Tost, y a Arsende, su mujer, vizcondes de Ager; y después el mismo vizconde de Ager, en su testamento, lo dejó a los dichos Valencia, su hija, y a Arnaldo, su nieto, el cual testamento fue hecho a 4 de los idus de agosto del año doce del rey Felipe, que es de Cristo señor nuestro *1072. Y entiendo que la donación hecha en este año 1079 fue confirmación de la del año 1054 y del testamento del vizconde, por razón del señorío que en este y otros castillos se reservaron los condes de Urgel.
Murió por estos tiempos la condesa Lucía, en la cual tuvo el conde un hijo, que fue Ermengaudo, que llamaron de Mallorca; y el año siguiente de 1080 ya había casado con Adelaida, dama francesa, que se intitulaba condesa de la *Prohenza (Provence, Provenza), por tener en aquella provincia ciertos derechos de que hace alguna mención, aunque muy de corrida, César de Nostradamus en su historia de la Prohenza, en la vida de san Gilberto, segundo conde de la Prohenza. El padre Diago dice haber visto un auto en que el conde y esta Adelaida, su segunda mujer, dieron la tercera parte del castillo de Altet a la iglesia de santa María de Solsona, a 13 de febrero del año veinte del rey Felipe, y nombra siete caballeros principales del condado que fueron presentes, y eran Gerardo Mir, vizconde; Hugo Dalmacio, Ramón *Reembaldo, Berenguer Brocardo, Guillermo Arnaldo, Olivon de Arvernia, Guillermo de Izarno y Berenguer de Puigvert.
Entonces entraron en el condado de Urgel y por los valles de Aran y Andorra algunas gentes extranjeras, inficionadas de la herejía arriana (pone araiana), que aún duraba en el mundo: recogiéronse en un castillo que llaman Monleó, y allí se hicieron fuertes para enseñar su perversa y mala doctrina.
El conde y toda su tierra se alborotó notablemente, y sin dar lugar a que derramasen su ponzoña, fueron al castillo y le dieron combate, y sacaron los herejes y toda Cataluña había ya tomado las armas contra de ellos. Señalóse notablemente un caballero llamado Arnaldo de Perapertusa: este, por orden de Armengol, y con gente suya, trabajó con tantas *veras en la expulsión de esta canalla, que mereció que el conde le diese este castillo, con que le tuviese por él y sus sucesores, y que, requerido, le hubiesen de dar las tenencias. Entonces mudaron el nombre al castillo y le llamaron Castellbó, y los descendientes de este caballero tomaron este apellido, y duró este linaje muchos años en Cataluña.
Tomada la ciudad de Balaguer y todos los lugares y castillos que están alrededor de ella, y los demás de las riberas de Sió y Segre hasta Noguera Ribagorzana, emprendió guerra contra los moros de Lérida y Fraga, y los que estaban a las riberas de Segre y Cinca y Ebro, hasta la ciudad de Tortosa, y con tan grande poder, que no leemos otro tanto de ninguno de los príncipes de estos tiempos. Tuvo principio esta nueva empresa en el año 1091, en la primavera. Entonces se le hizo tributario el rey de Lérida, prometiéndole cada año parias. Subió a Fraga, y por las riberas de Segre y Ebro, llegó a Tortosa: aquí recibió socorros de gente que le envió el rey don Pedro de Aragón, su sobrino, desde Monzón, con que pudo dichosamente proseguir sus victorias, que alcanzó muy grandes de los moros. El rey de Zaragoza, que se llamaba Yuseph Abenhut, (Pep, Josep, Joseph, José, Yusef, etc.) se le hizo tributario, e imitando al de Lérida, le reconoció vasallaje.
En el año 1092 ponen todos la muerte del conde, la cual fue en el castillo de Gerp, después de haber gobernado veinte y ocho años el condado, con los aumentos y victorias que quedan referidas, que discurrieron desde el año 1065, hasta el corriente de 1092. Intitulóse siempre conde y marqués, como el conde su padre.
Casó dos veces, la primera con Lucía, de quien tuvo a Armengol, y que algunos llamaron Luciana, y murió poco antes del año 1080; la segunda con Adelaida o Adaleta, que, como dije, se intitulaba condesa de Prohenza, de la cual tuvo un hijo llamado Guillermo, que heredó los estados de la madre y se intitulaba conde de Niza, y, una hija que se llamó Sancha. A más de estos tres hijos, tuvo una hija que casó con Guillen Jordan, penúltimo conde de Cerdaña, que murió en el año 1102, en la ciudad santa de Jerusalén: de esta hija no he hallado memoria en ningún autor, sino en el libro segundo de los Feudos del real archivo de Barcelona, fól. 87 (1) en que hablando el de Urgel con el de Cerdaña, dice: Quod si ego prescriptus comes Ermengaudus, obiero, sine filiis omnem nostrum honorem dimittam a germanam meam Elisabet conjugem tuam et ad te ipsum eternaliter habendum etc. y en el Armario 16 del dicho real archivo, en el núm. 59, hay otro auto en que el mismo * de Armengol hace memoria de esta hermana.

(1) Al libro de los feudos, tal como existe ahora en el archivo, le *faltan muchísimas hojas, que el autor tuvo seguramente a la vista, y *se cree desaparecieron ya a poco más de mediados del siglo XVII. Entonces debió de hallarse todo lo relativo al condado de Urgel; por consiguiente existe ahora casi ninguno de los documentos que Monfar cita a ca* como continuados en aquel libro.

Fue, a lo que se conjetura, sepultado en el monasterio de Ripoll, así como sus ascendientes. Hay de él dos testamentos: del uno hace mención Zurita, lib. 1, cap. 30, y dice que a Armengol, su hijo, le dejó bajo del gobierno de don Ramón, vizconde de Cardona; y de Ponce, vizconde de Gerona; y de Guerao, su hijo, que también se llamaba vizconde de Cabrera; y de Bernardo, obispo de Urgel, y de Ramón, obispo de Pallars; y de don Artal, hijo de don Artal, conde de Pallars; y sobre todo dejaba a Berenguer Ramón, conde de Barcelona, y al rey don Sancho, que tuviesen el gobierno de su estado y de su hijo para defensa de la tierra, y mandaba que cualquiera de estos príncipes que tuviese el regimiento del condado acudiese con el rey don Alonso de Castilla, y se enviase allá su hijo, y quedase debajo de su guarda. En caso que muriese su hijo, llama a la sucesión del estado a don Ramón, don Guillen y don Berenguer, sus hermanos, y si estos no viviesen, nombra por sucesor al infante don Pedro, su sobrino, hijo del rey de Aragón, y muriendo el infante sin dejar hijos, sustitúyele al conde de Barcelona, don Berenguer Ramón. Este testamento fue sin duda antes del año 1086, en que comenzó a reinar el infante don Pedro, sobrino del conde.
Después de este, y en el año 1090, hizo otro testamento, que está en el real archivo de Barcelona, en el armario de los testamentos, núm. 70, el cual da mucha noticia se las cosas y estado del condado, y por esto lo pongo aquí por entero, y es el que sigue:

Testamentum Ermengaudi de Gerp, comitis et marchionis Urgelli.

Nemo rationalium animalium, etc. (1)
(1) El manuscrito deja aquí una página en blanco, donde sin duda debía
continuarse el testamento; ahora es imposible llenar este vacío, porque si bien el índice antiguo de armarios tiene efectivamente continuada la nota de este documento, no se le ha hallado en su lugar correspondiente, ni siquiera viene ya comprendido en el inventario general de las escrituras en pergamino.

domingo, 19 de julio de 2020

Capítulo LV.


Capítulo LV.

Que contiene la vida de don Guerau de Cabrera, conde de Urgel. - Pretende don Guerau pertenecerle al condado de Urgel, y con mano armada se pone en posesión de él. - Doña Elvira casa con Guillen de Cervera. - De algunas memorias y testamento de esta señora y de su marido. - Acomete don Guerau el condado de Urgel, quítaselo el rey, y sucede la famosa batalla de Ubeda. - De las cosas que sucedieron en Cataluña durante la menor edad de él, y como el vizconde don Guerau con armas se apoderó del condado de Urgel. - El vizconde se reconcilia con el rey; doña Aurembiaix, hija del conde don Armengol, le pide el condado de Urgel. - De la donación que la condesa doña Aurembiaix hizo al rey de la ciudad de Lérida, y del pleito entre la condesa y el vizconde don Guerau. - Continúa el pleito con la condesa y el vizconde, y de lo que se declaró, y como el rey tomó algunos lugares del condado de Urgel. - Cuéntase la presa de la ciudad de Balaguer, y de los ingenios y máquinas de guerra que usaban en aquellos tiempos. - Prosigue la presa de la ciudad de Balaguer. - De la muerte del vizconde de Cabrera, de su linaje y sucesión.

Acabó en este año de 1208 la línea masculina de los condes de Urgel, descendientes de Wifre, conde de Barcelona, y faltó por haber muerto sin hijos varones el conde don Armengol, que llamaron el octavo, dejando solo a doña Aurembiaix, su única hija.
Tuvo el conde Armengol de Valencia una hija llamada Marquesa, y casó con Ponce, vizconde de Cabrera, caballero muy principal de Cataluña, hijo o descendiente de otro Ponce, también vizconde de Cabrera, de quien dicen haber aconsejado a Guillen Ramón de Moncada, su primo hermano, que matara al arzobispo de Tarragona don Berenguer de Vilademuls, y en penitencia de su mal consejo, reedificó el monasterio de san Salvador de Breda, que está en el vizcondado de Cabrera. Así lo afirma Tarafa, en la crónica de caballeros catalanes que anda manuscrita. Ascendiente de este sería aquel Ponce de Cabrera, de quien dicen los historiadores, que casó con Legardis, hija de Arnaldo Mir, vizconde de Ager, y tuvieron un hijo llamado Guerau, que heredó los vizcondados de Cabrera y Ager, y de linaje y casa era Arsenda, que casó con el conde don Armengol, que llamaron de Castilla.
De este Ponce, que casó con doña Marquesa, quedó un hijo que llamaron Guerau y fue señor de estos dos vizcondados y hombre muy bullicioso y de altos pensamientos, y por ser varón, pretendió, excluyendo las mujeres, tocarle el condado de Urgel, y ser preferido a doña Aurembiaix; y con este fundamento tomó las armas y se metió por las tierras de aquel condado, talando la tierra y apoderándose de todas las villas y lugares que pudo, sin reparar en el testamento del conde Armengol, que llamaba, en defecto de hijos varones, heredera a su única hija Aurembiaix; tomó el título de conde de Urgel, y labró dos sellos, el uno era de las armas de Urgel, y el otro de las de Cabrera, y los pendientes o sellos de los autos y privilegios que concedía o firmaba, a la una parte tenían las armas de Urgel, y a la otra las de Cabrera, que eran una cabra negra en campo de oro, con orlas de pedazos, que en Cataluña llamaban borde o componea, y de estos he visto algunos en el archivo real de Barcelona. Entonces doña Elvira pretendió que sus fuerzas no eran poderosas para resistir a las de don Guerau; temió, porque muchos de los pueblos del condado, particularmente Balaguer, Agramunt y Liñola, se declararon por don Guerau; y metiéndose so (página cortada a la derecha) p* del rey don Pedro, le dio el condado de Urgel y to * to en él le podía pertenecer, con auto de donac* por parte y en favor del rey, es de los muy bien *dos; y el rey le dio en recompensa, durante su *castillos de Ciurana y Serós: y en el mismo día h* otro auto en que le promete pagar el día de nu* ñora de febrero cinco mil morabatines, sin espre*
Estos autos he visto en el archivo real, en el ar* Urgel, núm. 56 y 182; y con otro auto después * declara el rey, que todo esto se entiende hecho * salvos los derechos competentes a Aurembiaix, * la cual no entendía perjudicar. Pasó todo esto e* a 2 de las calendas de noviembre, año de la encar* nuestro Señor 1209, y son los siguientes:

In Christi nomine notum sit cunctis presentibus atq* quod ego Alvira dei gratia comitissa Urgelli uxor quo* mengaudi comitis Urgelli non seducta non dolo vi vel * ducta nec in aliquo circumventa dono vobis domino * gratia Regi Aragonum Comiti Barchinone quidquid * habere debeo in toto comitatu Urgelli et in omnibus * fuerunt mariti mei comitis jamdicti et que ipse possid* pore mortis vel aliquis aut aliqui per eum. Quidquid * in omnibus predictis habeo vel habere debeo ratione * tii vel dotis aut violarii aut usufructus aut donationis * vos vel causa mortis seu titulo pignoris vel ex testamen* comitis mariti mei seu etiam ratione tutele filie mee * quolibet titulo ratione vel causa totum vobis domine *
hac scriptura publice confecta dono et corporaliter trac* ralia et incorporalia mobilia et immobilia et se mov* aliquo retentu et retentione prout melius dici et excog* test ad vestrum plenum commodum et profectum: acti* que et petitiones reales et personales quecumque in ip* tatu mihi competunt aut competere debent vel possunt aliquo *
jure vel aliqua ratione aut in futurum aliquo modo competere poterunt vel debebunt ex persona mea vel filie mee vel aliquolibet modo tam in castris quam in villis burgis municipiis et aliis possessionibus cultis et incultis in militibus hominibus et foeminis presentibus et futuris et castrorum et fortitudinum potestatibus hostibus et cavalcatis censibus usaticis serviciis ademprivis et aliis quibuslibet ad ipsum comitatum pertinentibus omnes vobis dono et cedo ut possitis eas intendere ac proponere efficaciter ex persona vestra et nomine vestro nullo a me vel ab aliqua persona requisito mandato vel assensu. Est autem sciendum quod hec omnia et singula supradicta et alia sique expressa hic non sunt que ad dictum comitatum pertinere non possunt vel poterunt vobis domine rex dono et corporaliter trado et investio vos omni pleno jure et jurisdictione et sine omni nostro nostrorumque retentu. Dono etiam vobis quindecim mille morabetinos quos ego habeo vel habere debeo ad voluntatem meam in toto comitatu Urgelli et cedo vobis actionem et petitionem quam ego habeo pro illis morabatinis exigendis. Item dono et cedo vobis administrationem et potestatem quam maritus meus mihi dedit in suo testamento pro accipiendis novem millibus morabetinorum ad solvendas laxationes suas et debita ut sicut
ego habeo potestatem demandandi et accipiendi illos morabatinos ita et vos accipiatis et habeatis in ipso comitatu et sicut ego possum totum comitatum retinere jure pignoris pro predictis XXIIII millibus morabatinorum ita et vos possitis auctoritate vestra similiter retinere. Preterea dono vobis et vestris bono animo et consulta voluntate imperpetuum castrum de Aytona cum omnibus terminis per alodium francum sicut et ego melius habeo et habere debeo ex donatione mariti mei prefati comitis et sicut in carta quam inde mibi fecit quam ego vobis trado incontinenti melius et plenius continetur ad faciendum ibi vobis et vestris voluntatem vestram sine omni meo meorumque retentu. Item dono vobis octingentos morabatinos quos jure pignoris habeo et habere debeo in castro de Artesa et trado vobis corporaliter ipsum castrum cum omni jure quod ibi habeo et habere debeo et cartam ipsius pignoris: si quos autem sumptus vel expensas pro comitatu retinendo vel acquirendo vel aliquo vel aliquibus de directis ipsius comitatus acquirendis vel retinendis feceritis vos vel vestri guerregiando vel placitando vel alio quolibet modo omnes habeatis jure pignoris super ipso comitatu et pertinentiis et juribus suis: et ne aliqua subtilitate verborum aut aliqua fictione juris contra presentem donationem a me vobis consulte et irrevocabiliter factam per me aut per aliam aliquam personam veniri possit aut attemptari venire renuncio ex certa scientia privilegio sexus et conditionis et omni auxilio juris divini et humani scripti et non scripti et omni consuetudini et usatico statutis et statuendis. Si vero huic presenti pagine dessunt que aliquo tempore possent vobis domine rex vel vestris prodesse semper intelligantur esse apposita ad utilitatem vestram ac si hic essent specialiter scripta: et si apposita sunt que per cavillationem vobis obesse possent illa volo ad vestrum commodum interpretari juxta vestri et sapientum vestrorum utilem intellectum. Ad majorem autem hujus rei firmitatem facio vobis domine rex ego comitissa hominiaticum junctis manibus et sacramentum super quatuor evangelia corporaliter tacta in quo hominiatico et sacramento * eorum fide promitto vobis sine omni malo ingenio et fraude omnia ut dicta sunt fideliter observare et numquam in aliquo vel aliquibus per me aut interposita persona contravenire nec machinabor aut machinare faciam aliquid propter quod hec donati* quam ego vobis domine rex facio …. recipio a vobis castrum de Ciurana cum tota montanea et terminis suis et castrum de Seros cum terminis suis ad habendum et possidendum tantummodo in vita nostra sicut in carta quam inde mihi fecistis plenius continetur. Quod est actum secundo kalendas novembris anno Domini MCCIX.
Sig+num Alvire dei gracia comitisse Urgelli que hec firmo et concedo prestito hominio et sacramento jam dicto et testes firmare rogo.
Sig+num Guilelmi de Cervaria. - Sig+num Raymundi filii Guilelmi de Cervaria. - Sig+num Petri Balbi. - Guilelmus Ausonensis espiscopus +. - Sig+num Columbi domini regis Aragonis notarii. - Sig+num Bononati. - Ego Ferrarius notarius domini regis testis.
Arnaldus de Cumbis scripsit et hoc + fecit.

El auto que hizo el rey, en que declaró no ser esta donación en perjuicio de Aurembiaix, hija de la condesa Elvira, es el que sigue:

Sit notum cunctis presentibus atque futuris quod nos Petrus Dei gratia rex Aragonum et comes Barchinone profitemur et recognoscimus vobis domne Alvire Dei gratia comitisse Urgelli quod donationem quam nobis fecisti de comitatu Urgelli fecisti salvo et retento filie vestre Aurembiaix jure suo in omnibus et per omnia: et promittimus vobis et dicte filie vestre per stipulationem legitime conceptam quod sub pretextu donationis nobis facte non descipiemus filiam vestram nec auferemus ab ea jura sua nec auferri vel diminui faciemus salvo tamen jure nostro prout nobis competit aut competere debet. Ne autem filie vestre per donationem nobis factam per nos aut per interpositam personam aliquod prejudicium generetur vel injuria fiat ad majorem vestri et filie vestre securitatem recipimus vos in foeminam in Dei fide et nostra quod in hoc nec vos nec filiam vestram decipiemus. Datum Illerde per manum Columbi notarii nostri anno dominice incarnationis M.CC.IX secundo kalendas novembris.
Sig+num Petri Dei gratia regis Aragonum comitis Barchinone. - Guilelmus Ausonensis Episcopus. - Sig+num Raymundi de Cervaria filius Guilelmi de Cervaria. - Sig+num Petri Balbi. - Ego Ferrarius notarius domini regis testis.
Sig+num Bononati qui de mandato Columbi domini regis notarii scripsit die loco et anno prefixis.
Sig+num Columbi Domini regis notarii qui de mandato ejusdem hec scribi fecit die loco et anno prefixis.

De esta manera quedó el condado de Urgel por el rey, y después, a 6 de noviembre del año siguiente, lo encomendó a don Guillen de Cardona y a Ramón Folc, su hijo, para que por espacio de cinco años le tuviesen y defendiesen, cogiendo los frutos de él; y si acaso don G * Cabrera o Pedro Ferrandis u otros nollent accipere * de ipso comitatu á domina Albira comitissa Urg* hiciesen guerra, les promete el rey todo favor y * en caso concordasen, les promete el rey de ven* ello, y se pone pena de tres mil áureos si faltas* cho y concordase con don Guerau y Pedro Ferra* voluntad de los Cardonas; y por esto obliga los c* Monblanc y Tamarit; y acabados los cinco años, * volver al rey el condado, con todas las mejoras * hecho en él, sin pedirle nada por ellas. Este aut* el archivo real, armario 16, núm. 200.
No pasó mucho tiempo después de lo que q* rido, que casó doña Elvira con Guillen de Cerve* de Juneda, caballero muy principal y de quien * gran caso por toda la corona. No he visto lo * tularon, ni en qué consistía la dote: solo he visto * cion en que él dio a la condesa, su mujer, die* rines (áureos los llama el auto), y se los asegura * rentas tenía en las montañas de Ciurana. Es est* los idus de enero, año de la encarnación 1214, * serva en el archivo real de Barcelona, armario 16* núm. 87; y después, en su testamento, hecho a 7 * Iendas de agosto 1220, hace la condesa memori* mil florines de estos diez mil; y por hallar po* de sus cosas, paso por ellas de corrida. En el *monasterio de Poblet he visto una memoria que celebra muc* ridad y limosnas de esta señora, porque en el a* en ocasión que estaba aquel santo monasterio m* do, le obligó la necesidad a vender una granja (q* man las casas o alquerías ) que llamaban la Fumada, y esta señora la compró, y después, de limosna, la dio al monasterio. Vivió hasta el año 1220, o poco más, y en su testamento escogió sepultura en el monasterio de san Hilario, de la ciudad de Lérida (de que fueron esta señora y doña Aurembiaix, su hija, muy devotas, y ésta, hasta que casó
con el infante don Pedro de Portugal, como diremos en su lugar, vivió en él), aunque el día de hoy se ignora el lugar de la sepultura; dejó a aquel monasterio, y para el adorno y culto de la iglesia, todas sus colgaduras, y los bienes muebles, esclavos y joyas, mandó se vendiesen, y del precio se sacasen mil morabatines para el edificio y fábrica del monasterio y reparo de él, y de lo demás se compren bienes, posesiones y rentas, a utilidad de él y de sus religiosas, las cuales encomendó con grandes veras a la abadesa de aquel convento: al abad de santas Cruces dejó ochocientos morabatines, para una fundación semejante a otra había hecho en la capilla de la enfermería del monasterio de Poblet, y en caso no tenga lugar la tal fundación, quiere que estos ochocientos morabatines sirvan para sufragio de su alma. Dejó al monasterio de Poblet doscientos florines, para que, de los anuos réditos de ellos, se diese limosna el día del jueves santo. Al monasterio del Pedregal, del mismo orden, florentísimo en aquellos siglos (que estaba junto a la villa de Tárrega, en un ameno y apacible valle, en medio de lindísimas florestas, de suntuoso edificio, adornado de majestuosos y antiguos sepulcros de familias ilustrísimas de Cataluña, y con muchos escudos en las paredes de él, de las casas de Aragón y Cardona, y el día de hoy derruido e inhabitable, por haber pasado las religiosas de él al convento de san Hilario de Lérida), y al de Scala Dei, de Bovera, Valvera, Santa Cecilia y Gualter, dejó veinte morabatines a cada uno. Al monasterio de Vallbona, situado entre el de Poblet y el condado de Urgel, sepulcro de doña Violante de Aragón, hija de Andrés, rey de Hungría, y segunda mujer del rey don Jaime el primero, y de sus hijas doña Violante, mujer del rey don Alonso de Castilla, llamado el Sabio, y de doña Leonor, que murió doncella, trescientos morabatines, para comprar de ellos rentas para el dicho monasterio: al monasterio de las Franquesas, en la vega de Balaguer, dejó ciento cincuenta morabatines, para el vestuario de las monjas; y al de nuestra Señora de Bellpuig de las Avellanas, donde están enterrados los condes sus suegros, cincuenta florines, para que se distribuyesen, según la voluntad de sus albaceas:
la orden de los Templarios, cincuenta morabatines, para enviar a las partes ultramarinas; y cien florines al orden militar de san Juan de Jerusalén, para lo mismo, a más de dos mil morabatines, para descargo de su conciencia en enmienda de los daños les hubiese dado; y al monasterio de Scarp, cincuenta morabatines. Al rey don Pedro, *su señor, remite todo lo que debiere, salvos doce mil florines y dos mil sueldos le debía por algunos intereses tenía la condesa sobre la ciudad Tarragona. A Ñuño Sánchez, su sobrino, dejó los honores tenía en Castilla, y quinientos morabatines que le quedaban debiendo: al rey don Jayme y a Aurembiaix, su hija, dejó los honores que tenía en Galicia, y que el uno suceda al otro, muriendo sin hijos, y en falta de ellos, llama a sus hermanos e hijos de ellos, y no les nombra; y declara tener ocho mil áureos sobre las montañas de Ciurana, que eran parte de aquellos diez mil le había dado su marido Guillen de Cervera. Está su testamento en el archivo real, armario 16. núm. 252, saco N.
En las memorias del monasterio de Poblet hallo que esta señora fue enterrada en una capilla que había junto a la escalera de la enfermería, bajo una piedra; pero, según parece de su testamento, fue en san Hilario de Lérida; y los que lo han afirmado, lo dijeron, por ser esta capilla fundacn suya, y atribuyeron aquella sepultura a su cuerpo, así como la capilla a su devoción.
Don Guillen de Cervera, después de haber servido muchos años al rey don Jaime, quiso los últimos de su vida emplearlos en servicio de Dios nuestro señor, y tomó el hábito de religioso cisterciense, en el monasterio de nuestra señora de Poblet, y le heredó de gran parte de su hacienda, y profesó el día de san Martín del año 1230, y vivió allá algunos años; y el rey don Jaime, en algunas cosas de gran importancia, le pidió consejo. Su sepulcro está eminente, junto al pilar o coluna que está a la que salen del coro, para ir a la Galilea, que es un atrio o pórtico que hay antes de entrar en la dicha iglesia. Llamaban a estos pórticos Galileas, y corrompido el vocablo les llama el vulgo Galiasas, porque así como Galilea estaba fuera de Judea, así estos pórticos estaban fuera de las iglesias.
En la dicha sepultura están también enterrados Ramón de Cervera, señor de Juneda, Guillen de Cervera, llamado el Gordo, y otro Guillen, hijo de este, y Raimundo de Cervera: y este sepulcro hizo el año de 1276 el dicho Ramón de Cervera. Está el sepulcro con muchos escudos y armas de la familia de los Cerveras, que son un ciervo de plata en campo rojo, o al revés, o un ciervo de plata en campo verde.
Bien sabía don Guerau todo lo que había pasado en* el rey y la condesa doña Elvira y Aurembiaix, su hija * como el condado quedaba so la protección real; pero * embargante esto, juntó todos los amigos, parientes y va*dores que pudo, y con armas se entró en el condado, y * apoderó de la ciudad de Balaguer y su castillo, y de ot* muchos pueblos y castillos, diciendo que no quería es* a derecho con la condesa, ni su hija; y el rey, tomando * causa de estas señoras por propia, con su ejército to* la ciudad y castillo de Balaguer, y después el de Llore* que esta apartado poco más de media legua, a la parte oriente, a las riberas del Segre; y aquí halló a don Guerau que, con su mujer e hijos, se había fortificado * aquel castillo; y aunque fue con ánimo de resistir y defenderse, pero, visto que el rey estaba allá, se le rindió * su mujer e hijos, y el rey los envió presos al castillo de Loarre, en el reino de Aragón, y a él a la ciudad de Jaca en poder de Felipe de Bascos. Vióse el vizconde sin libertad y sin los amigos de quien más confiaba, y conoció *su justicia no era tal cual él deseaba, ni tan fundada c* era menester, y que el rey tomaba aquella guerra por propia, y quería que estuviera a lo de justicia; y así con*cendió con ello, por ser este el camino por donde se h* de salvar en aquella sazón; y entonces, por orden del * entregó a Hugo de Torroja y a don Guillen Ramón * Moncada, senescal de Cataluña, los castillos de Monso* Montmagastre, Ager, Patania y Finestres, que eran de * patrimonio, para seguridad de que estaría a lo que por justicia declarase el rey sobre las demandas de la condesa de Urgel y su hija; y pasando por ello, había de cobrar los castillos, y cuando no, se volvería a la ciudad de Jaca; y no accediendo a lo prometido, quedasen estos castillos al rey, para hacer de ellos a su voluntad; y si desde Jaca a Monzón fuese preso por algún enemigo suyo, hayan de estar estos castillos en poder de estos terceros, hasta que el vizconde estuviese en libertad de poderse volver a la cárcel; y muriendo antes que el rey declarase, quiere que estos castillos queden en poder de los dichos por espacio de diez y ocho años, según lo habían ya concertado en Lérida el rey y don Guerau, y que sus herederos hayan de pagar por la guarda de ellos setecientos morabatines en oro, y si estimaren más derribarlos, que pagar este dinero, que puedan hacerlo con voluntad del rey y queden libres de todos los conciertos y convenciones dichas; y que todas las rentas y provechos que se sacaren de estos castillos, estando en tercería, sean del vizconde y de sus vasallos, a los cuales no puedan don Hugo ni don Guillen Ramon tomar nada ni hacer fuerza alguna.
De esta manera fue puesto el vizconde en libertad, y el rey se apoderó de todo el condado y tomó título de conde de Urgel, y de aquí quedaron dos títulos de condes de Urgel, uno en persona del rey don Pedro, que lo poseía, y otro en la del vizconde, que, aunque había dejado el señorío y posesión de él, quiso quedarse con el título que una vez había tomado; y así el rey don Jaime el primero, en Ia constitución I y III, título de la Santa Fé Católica, en la II, título de Sposalles, hecha el año 1219, y en la XI, título de Pau y Treua, y en la II, título de Usures, vol. III, se intitula conde de Urgel, así como se intitulaba el rey don Pedro, su padre. Escarmentado el vizconde de estos sucesos, toda la vida del rey, que fueron algunos cinco años, vivió muy quieto y sosegado, sin mover alteración alguna, aguardando que el rey declarase el derecho de condesa doña Elvira y de su hija. En el intermedio de estos cinco años fue la gran batalla de Ubeda (Úbeda) o de las Navas de Tolosa, donde se hallaron los reyes Pedro de Aragón, Alfonso de Castilla y Sancho de Navarra, llamado el Fuerte, con diez mil hombres de a caballo y cien mil infant * de estos, los tres mil quinientos de a caballo y veinte * de a pie habían venido del reino de Aragón, principado de Cataluña y condado de Fox, con el rey don Pedro, y *pelearon, según dice el rey de Castilla en la carta que del suceso escribió al papa Inocencio III, que trae en su nobi*rio Argote de Molina, con ciento ochenta y cinco mil *moros de a caballo y un número infinito de gente de a pie, los cuales murieron más de ciento y sesenta mil, sin los que cautivaron; y autor hay que afirma pasar los muertos de doscientos mil. Fue esta victoria, lunes, a 16 de julio del año 1212, día aciago e infeliz para los moros, por haber
recibido su nación y fuerza un golpe tan terrible. De los cristianos solo faltaron veinte y cinco o treinta. Dalmau de Creixell, caballero del Ampurdan, en Cataluña, fue quien ordenó los ejércitos y formó los escuadrones, dando a cada rey su puesto, y concordando las discordias había entre ellos sobre esto; y después de Dios, se atribuyó a él el feliz suceso de esta batalla. Muchos caballeros tomaron en esta ocasión armas y divisas, unos de la cruz santa, cuya virtud atribuyeron esta victoria; otros de las cadenas con que estaba encerrado un palenque que rompió el rey de Navarra, y de aquí las tomó por divisa o armas, adornando con ellas su escudo vermejo, que estaba sin ellas.
Con el rey don Pedro fueron muchos caballeros catalanes, que nombran Tomic, Zurita y otros: con ellos fue el vizconde don Guerau de Cabrera, con muchos caballeros parientes suyos que tenían lugares y castillos en el condado de Urgel, que eran Galceran de Puigvert, Amorós de Ribelles, Gispert de Guimerá, Bernat de Monsonis, Ramón de Pinell, Guillen de Alentorn, Hugo de Treyá, Guerau de Spes, Guillen de Moja, Guillen de Ruvió, Galceran de Çacosta, Oliver de Termens, Ramón de Peralta, Ramón de Fluviá, Pere de Oluja y Bernat de Pons. Algunos autores que refieren esta historia reciben engaño, diciendo que el conde de Urgel que se halló en esta batalla se llamaba Armengol y murió en ella; pero es averiguado que en este tiempo no había conde de tal nombre; porque el marido de la condesa doña Elvira había ya muerto el año de 1208, y don Guerau no murió de muchos años después, como veremos en su lugar. Fue comunmente tenida esta victoria por milagrosa y obra particular de Dios señor nuestro, el cual resiste a los soberbios y da su favor y gracia a los humildes, y renovándose los antiguos milagros, dio tan gloriosa victoria al pueblo cristiano; y por eso se hace cada año fiesta y reza de ella en muchas iglesias de España, y particularmente en la de Toledo, sacando entre los dos coros de ella muchas banderas y pendones que en ella se ganaron; y se celebra esta fiesta con título del Triunfo de la Cruz, a cuya virtud se debe tan feliz suceso.
El rey don Pedro, vuelto de la batalla, vivió poco tiempo. Por haber siempre estado ocupado en el pleito del divorcio con la reina doña María, su mujer, y en ayudar los condes de Tolosa, sus cuñados, contra el conde Simón de Monfort y otros que querían despojarles de los señoríos tenían en Francia, no tuvo lugar ni tiempo para entender en la causa y pretensión de don Guerau, aunque era muy solicitado por doña Aurembiaix y su madre, y lo iba dilatando de día en día, hasta que murió en el mes de setiembre de 1213, en Francia, (Muret) donde había ido con poderoso ejército, en favor de sus cuñados. Sucedióle en reino su hijo el rey don Jaime, primero de este nombre * edad de seis años y cuatro meses, que estaba en *Carcasona en poder del conde Monfort, a quien el rey don Pedro, padre, poco después de nacido, le había encomendado, para que le criara, y en esta ocasión rehusaba ponerlo en libertad y darle a sus vasallos que, con grandes veras, le *taban, fabricando en su entendimiento mil quimeras, encaminadas todas al aumento de su casa, y según afirman algunos autores, a casalle con una hija natural suya.
Cuando se trataba la libertad del rey, Nuño Sánchez (don Sancho) conde de Rosellón, y el infante don Fernando, que aquella ocasión era abad de Monte Aragón y había sido monje de Poblet, hijos bastardos del rey, pretendieron que a ellos, y no a don Jaime, tocaba la sucesión de estos reinos, porque decían no ser legítimo, y no advertían que ya se había declarado en la causa del divorcio entre el rey don Pedro y doña María, su mujer; pero el deseo de reinar, y la ausencia y niñez del rey (imbecilidad escribe Bernardino Gómez Miedes), les dio bríos para alterar el reino de Aragón y principado de Cataluña, y no fueron pocos los que siguieron esta opinión. El papa Inocencio II* instado del reino y principado, mandó, por medio de su legado, al conde Monfort, que libertara la persona del rey, y ayudó mucho a ello el padre santo Domingo, que en estos tiempos vivía. Vino el rey a Lérida, y allá fue jurado de todos los vasallos, exceptos don Sancho y don Fernando, que trataban de apoderarse de la persona del rey, y salieran con ello, si la corte general, que estaba congregada en Lérida, no le encomendara a Guillen de Monrodon, maestre del Temple, que le llevó al castillo de Monzón con su primo Ramón Berenguer, marqués de *Prohenza, que era de edad de nueve años, para que se criara con el rey. Nombráronse entonces gobernadores que rigiesen por el rey, y al infante don Fernando eligieron por procurador general del reino, aunque siempre perseveraba en el propósito de apoderarse de la persona del rey. Estando las cosas de esta manera, se levantaron por toda la tierra bandos y disensiones, y todo era confusión y parcialidades, tanto, que no teniendo el rey más de nueve años, le obligaron a haber de salir del castillo de Monzón y entender en el gobierno de sus estados, visitando sus reinos y sosegándoles con su presencia. La primera cosa que hizo fue ir a Zaragoza, donde le prestaron el juramento de fidelidad. Asistían en su consejo los obispos de Lérida, Zaragoza y Barcelona, el vizconde de Castellbó, don Guillen de Moncada, Dalmao de Castellbisbal, Pedro Fernández de Azagra, don Rodrigo de Lizana, don Blasco de Alagón y también el vizconde don Guerau de Cabrera, el cual, para mejor encaminar sus negocios y ser más respetado, tuvo traza como ser uno de los de este consejo; y el rey con su gran prudencia, y aconsejado de estos, gobernó de tal manera sus reinos, que fue uno de los mejores reyes del mundo, como lo atestiguan todos los autores antiguos y modernos.
El vizconde don Guerau, luego que murió el rey don Pedro, y quedando el reino y principado con la turbación que se puede pensar, y sin gobernador o cabeza a quien respetar, había tomado con armas diversas villas y castillos del condado de Urgel, apoderándose de todo lo que pudo. Fueron grandes los daños, robos y males que cometieron sus valedores y amigos en esta guerra, y merecieron con mucha razón la ira e indignación del rey, a cuyo consejo llegaban cada día mil quejas y sinrazones del vizconde y de los suyos; pero siendo él tan principal y uno de los del consejo real, aprovechaban poco. Los nobles barones y procuradores de las villas y ciudades de Aragón y Cataluña, que en aquella ocasión estaban juntos en Monzón, donde había el rey convocado cortes, aconsejaron que se tomara algún medio y concordia para aquietar la tierra y obviar los males que cada día sucedían. Fue tratador de él don Guillen, vizconde de Cardona, en cuyas manos lo dejaron el rey y el vizconde, porque de todos era deudo; y este caballero, a 19 de junio 1217, 
concertó de esta manera, según lo he visto en el archivo real de Barcelona, arm. 1, núm. 114: que don Guerau remitió, absolvió y difinió al rey don Jaime, a su reino, a Guillen de Cervera, Ramón de Moncada, Guillen Ramón Dapifer y a sus valedores y amigos, todas las invasiones, guerras, robos, rapiñas, injurias, violencias, homicidios, muertes, heridas, cautividades de hombres, rescates, devastaciones, incendios y generalmente todos y cualquier daños hubieren recibido él, sus tierras, amigos y antecesores de cualquier manera; y restituyó los castillos y ciudad de Balaguer, Albesa, Agramunt, Linyola y todos los demás castillos y villas tenía del condado de Urgel, sin retención alguna, porque todo esto lo tuviese el rey en prendas y seguridad de veinte y cuatro mil florines y cincuenta mil sueldos, hasta el día de san Miguel primer viniente, y después dos años más; y pagando doña Aurembiaix, dentro del dicho término, la dicha cuantidad, pueda el rey tomarla y darle el condado, sin consentimiento ni voluntad del vizconde; y que en esta restitución, ni se entienda la villa de Aytona, ni sea en perjuicio de los créditos tiene sobre él Guillen de Cervera y otros acreedores, quedando siempre firmes las convenciones hechas entre el rey don Pedro y el conde Armengol, y las acciones tiene el vizconde contra doña Aurembiaix por razón del condado de Urgel. 
Fue también concordado, que si dentro de los dos años dichos no vinieren ni la condesa ni sus hijos, y pareciere al vizconde, pasados ellos, pagar al rey los veinte y cuatro mil florines y los cincuenta mil sueldos, haya el rey de volverle en franco alodio todo aquello que el vizconde le había dado; y que pagando doña Aurembiaix esta cuantidad al vizconde, le haya de recibir y restituir lo que tuviere del dicho condado, y si no lo hiciere y enmendare dentro de cuarenta días, a conocida del rey o de quien tuviere su lugar (lugarteniente), sea habido por perjuro. Obligóse el vizconde a dar al rey las tenencias o potestades de ocho castillos, que son Agramunt, Balaguer, Pons, Linyola, Oliana, Albesa,
Menargues y Albelda: declaró que en esta restitución no se entienda la villa de Aytona, por pretender ser suya, ni se perjudique a Guillen de Cervera ni a los ac*dores, y prometió y firmó treguas duraderas hasta el * de san Miguel y dos años después; y por esto consiente * no cumpliéndolo, Ramón de Cervera, que tiene el castillo y villa de Monmagastre, lo entregue al rey, para que lo * sea perpetuamente; y dio fianza a don Guillen, vizconde * Cardona, R. Berenguer de Ager, R. de Cervera, R. * ceran, Arnaldo de Castellbó, Ramón de Folc, G. de * carras ... de Aniá, R. de Ribelles y B. de Puigv* y prometieron que se observaría todo lo dicho y servi* al rey contra del vizconde, en caso faltase a ello, al * todos estos caballeros hicieron para esto sacramento y *homenaje. Entonces Ramón de Cervera prometió al rey entregarle el castillo y villa de Monmagastre, no guardand* dicho vizconde las treguas por el tiempo; y el rey, con *toridad y consejo del infante don Sancho, procurador general suyo, y de don Sancho, arzobispo de Barcelona, G. * Vique, B., de Lérida, P., de Tortosa, J., de Zaragoza, *Gimeno o Eximeno Cornel, P. de Ahones, G., vizconde de Cardona, * de Cervera, todos de su consejo, de Ato de Foces, A*lit de Gudal, Atorella, García Pardo, Pelegrín de A*es, G. de Alcalá, B. de Benavent, P. de Pomar, G. *mon, vizconde de Bearn, Arnaldo de Castellbó, R. *ceran, Hugo de Mataplana, R. de Cervera, P. de Saga* de Portella, R. de Moncada, Guillen R. Dapifer, R. F* G. de Anglesola, P. de Puigvert, R. de Ribelles, R. * de Ager, B. de Queralt, P. de Montgri, G. de Cl*munt (Claramunt), G. de Guardia, A. de Timor, G. de Sant Vic* R. Alamany, B. de Peramola, y otros, y de muchos si*os de pueblo convocados en aquellas cortes, perdon* vizconde cualesquier correrías, muertes, daños, injurias y otras cualesquier acciones criminales compitiesen, así a su persona real y fisco, como también a Guillen de Cervera, Ramón de Moncada y Guillen Ramón Dapifer y a su hermano, así contra el vizconde, como también contra la ciudad y villas de Balaguer, Agramunt, Linyola, perdonándoles a todos plenísimamente; y absuelve al vizconde de los homenajes había jurado cuando salió de la prisión, y le promete, que si dentro los dos años no compareciese doña Aurembiaix, y pasados aquellos pagase el vizconde el dinero ya dicho, cumplirá lodo lo que arriba está referido, y si faltare en algo, promete el rey enmendarlo dentro de cuarenta días, a conocimiento de don Guillen, vizconde de Cardona; y que pasados los dos años y cumpliendo el vizconde con lo prometido, le haya de volver R. de Cervera el castillo y villa de Monmagastre. Con estas convenciones, quedó el vizconde algo sosegado, pero no sin algún recelo.
Verificóse en el vizconde aquel adagio antiguo: conscientia mille *tostes; porque siendo perdonado del rey, y no habiendo ninguno que le pidiese cosa, y respetándole todos, así por su linaje, como por los muchos estados tenía en este principado, jamás se quiso sosegar, antes siempre le parecía que el rey había de hacer en su persona un ejemplar castigo, no asegurándole la concordia había hecho con él, en que intervinieron los mejores hombres de Cataluña y Aragón. Sabía él muy bien que el rey era de poca edad, y que cuando viniese a entender lo hecho, no lo había de sentir bien; y aunque lo hizo toda la corte, pero fue traza y negociación del vizconde y del infante don Sancho, tío del
rey, que lo regía todo, y no se hacía sino lo que él quería; y por esto vivió siempre muy advertido, procurando todo lo posible ganar el amor y gracia del rey, y esto con tan *publicidad, que todos lo notaban y advertían, y era * tener el rey propicio, en caso que la condesa Aurembiaix pidiese el condado, de que él andaba muy receloso, y * señora solo aguardaba que el rey rigiera por sí mismo, para pedirle justicia; y estando el rey en Daroca, en el * de marzo del año 1222, donde había celebrado cortes (a) los aragoneses, llegó el vizconde a hacerle reverencia, todos admirados de la sumisión del vizconde, y más los del consejo real, decían que esta venida y obediencia era fr* nacido del casamiento había entonces celebrado el rey con doña Leonor, hija del rey Alonso de Castilla, por el cual se le doblaba ya la autoridad y respeto; pero de aquell* vez no quedó en gracia del rey tan cumplidamente como él pensaba, ni sus negocios tan acertados como él deseaba, porque el rey no quiso entonces poner la mano ni entender en ellos, hasta saber más de raíz el fundamento y principio de todo, aunque le prometió que presto iría a Cataluña, donde más de cerca conocería de ellos, y los dejaría asentados de su mano. Esta ida del rey no se dilató muchos días, porque a 21 de diciembre del año 1222 ya estaba en el Tarros, villa pequeña del condado de Urgel, situada entre Balaguer y Lérida, hacia el mediodía, y celebrada por uno de los mejores climas de España, o por la
subtilidad y pureza del aire y aguas, o por algún buen vapor que sale de la tierra, que recibido por los sentidos, purga elcelebro de tal manera, que a los locos, furiosos, y principalmente a los endemoniados, los llevan allá para que sanen; y era refrán antiguo en Cataluña, que, en comenzando uno a enloquecer, luego decían: á este llévenlo al Tarros. Estando, pues, el rey allí, con consejo de la reina doña Leonor, su mujer, y del conde don Sancho y del infante don Fernando, sus tíos, don Nuño Sánchez, don Artal de Luna, mayordomo del reino, y don Pedro Ahones y otros ricos hombres, informado del hecho, asentado pro tribunali, en medio de sus tíos, que le sirvieron como de asesores, y en presencia de los más principales del reino, se presentó el vizconde, que, confesados sus hechos, pidió perdón al rey de sus atrevimientos pasados, y el rey perdonó no solo a él, mas a sus amigos, valedores y vasallos, los hurtos, incendios y todos los males que, por culpa suya, en las guerras pasadas se habían cometido, y venganzas se había tomado de los que habían seguido la parte del rey, cuando el vizconde fue preso; y prometió guardar todo lo que los nobles, barones y síndicos de universidades le habían prometido después de la muerte del rey don Pedro. Tenía el rey en el condado de Urgel algunos castillos obligados por ciertos créditos a don Guillen de Cardona: estos se entregaron a don Guerau, salvos los créditos de don Guillen de Cardona. Dióle el rey el condado con reserva del feudo, según sus antecesores le habían tenido, y con reconocimiento de fidelidad a los reyes y condes de Barcelona, y que en caso doña Aurembiaix pidiese por justicia el condado, estuviese a derecho con ella, ante el rey y a conocimiento de la corte; y declarándose en favor de ella, que pagase a don Guerau treinta mil morabatines que debía al rey, de los cuales, en dicho caso, le hace donación y merced; y a más de esto, he visto en el auto estas palabras: Solvimus etiam vobis omnia feuda que de vicecomitatu Caprarie et in aliis locis per nos vel antecessores nostros vos vel vestri antecessores hactenus tenuistis et r*netis seriatim et hiis que nobis pro his facere debetis.
Con *tas condiciones y pactos quedó el vizconde en gracia * rey, y quedaron en su fuerza todas las otras concordias * tre los predecesores del rey y del vizconde.
Quedó el vizconde don Guerau con gran quietud en * condado de Urgel, pareciéndole que nadie habría en el m*do que le inquietara, y de esta manera vivió poco m* menos de cinco años. Pasados estos, cuando menos se c*le salió a deshora doña Aurembiaix, la cual, en el mes * julio del año 1228, estando el rey en la ciudad de Lérida fue a su presencia, y el rey le mandó hacer gran rec*miento, y que fuese tratada según su calidad; y al segu* día después de su venida, fue el rey a visitarla y consol* de sus trabajos y pesadumbres, porque el rey y ella * hijos de primos hermanos, y Guillen de Cervera, señor de Juneda, su padrastro, era el que cuidaba de ella y la ac*sejaba, y ella hacía tanta estima de él, que no se salía * punto de lo que él le decía, porque Ie representaba pa* y era hombre de edad y de los más sabios de España. *te, pues; acompañando a doña Aurembiaix, compareció *to día en su presencia, para informarle de su justicia, y * porfiaron los dos, que hablase primero doña Aurembiaix * la cual representó al rey la causa de su venida, * sinjusticia y agravio recibía del vizconde, en tenerle * pado el condado de Urgel, y la gran confianza tenía * hallar justicia en el rey, de cuya fama y buen nombre * prometía todo buen suceso, y así se lo prometían * por ser ella hija única y heredera del conde don Armengol, su padre, suplicándole no permitiese que, si era él rey y señor de esta tierra, recibiese tal sinrazón como la que le hacía el vizconde, y que si no era de su alteza, de otro no confiaba alcanzar razón y justicia. Guillen de Cervera y Ramón de Peralta, que acompañaban la condesa, fueron prosiguiendo el discurso que ella había comenzado, e informaron largamente, concluyendo ser oficio de reyes valer a los que por su persona no pueden alcanzar su derecho, y que Dios le había puesto en su lugar en la tierra para que juzgase derechamente, y que pues la condesa era mujer de gran virtud y linaje, así por parte de padre como de madre, y estaba desposeída en su reino de sus bienes, acudía a su alteza, para que se los mandase volver, pues solo el valor y calidad de ella la hacían merecedora de recibir merced de su real mano, y así se lo suplicaban en nombre de ella y suyo. El rey les respondió, que la demanda era justa, y que sobre ella tomaría su acuerdo y proveería lo que fuese justo.
Mandó el rey llamar su consejo, en el cual, según parece en la historia nos dejó manuscrita, intervenían don Berenguer de Erill, obispo de Lérida, don Guillen de Moncada, don Guillen Ramón, su hermano, don Ramón Folc, don Asalit de Gudal, don García Periz de Meitats, y los prohoms de la ciudad de Lérida; y estos, considerado el negocio, determinaron que fuese dado abogado a la condesa, y fuele señalado Guillen de Çasala, que era uno de los más famosos letrados de estos tiempos, al cual remuneró la condesa del trabajo había de tomar y estudio había de hacer por ello, y le dio de por vida el derecho que llamaban de la caldera de los tintoreros de Lérida, que, por estos tiempos, según escribe el rey, valía doscie* sueldos de renta, y después vino a valer más de * mil. He visto en un registro del rey don Jaime, el * de 1257, que, a 7 de los idus de setiembre, se * por año de ella quince mil sueldos jaqueses de * ta; y a 3 de las calendas de julio, año 1268, se * por ella catorce mil sueldos jaqueses, que, según aquellos tiempos, era un notable salario y grandiosa pa* porque aquel juicio procediese con la debida solem*de derecho, se ordenó que fuese citado el vizconde, * no compareciendo, fuesen continuadas aquellas citaci* hasta tres.
Muchos años había que poseían los condes de Urgel la ciudad de Lérida, la cual, después de cobrada de los moros, destruida y despoblada, había llegado a gran * de edificios y vecinos, y era en estos tiempos una de las ciudades más insignes de Aragón y Cataluña, y como * codiciada de los reyes; pero como eran tan justos y *tos, templaban sus deseos, por no hacer agravios a *ños de ella. Poseyéronla desde el año 1149 hasta *por donación del príncipe de Aragón a don Armengol de Castilla, conde de Urgel; y el rey, antes de entender * pleito, acabó con la condesa la donación de esta ciudad * que recibiese el condado de Urgel en feudo y con oblig* de dar acogida a los reyes de Aragón y sus gentes, * tiempo de paz, como de guerra, en nueve castillos del condado, que eran, Agramunt, Linyola, Menargues, Bal*, Albesa, Pons, Oliana, Calasans y Albelda, y que no* ria sino con expresa voluntad del rey. A todo vino la condesa, por obligarle a que le favoreciese con todas veras *tra don Guerau: el rey se lo prometió, y que le haría restituir las villas y pueblos tenía don Ponce, hijo del vizconde; porque a río revuelto, así el padre, como el hijo, cada uno había tomado lo que le había venido más a mano del condado de Urgel, todo a gastos del rey, el cual le remitió y enfranqueó de veinte y cuatro mil morabatines debía doña Elvira, madre de la condesa, al rey don Pedro, y algunos gastos tenía hechos el rey, en el tiempo que poseyó el condado; y el rey lo juró todo, haciendo pleito y homenaje, a fuero de Aragón, siendo presentes don Pedro Gonzáles, maestro de Uclés, Guillen de Cervera, Asalit de Gudal y otros; y por ser auto muy tocante al condado de Urgel, le traigo por entero y es el que se sigue:

Donación de la ciudad de Lérida al rey don Jaime.

In Christi nomine notum sit omnibus presentibus et futuris quod ego Aurembiax comitissa Urgelli filia et heres bone memorie domini Ermengaudi comitis Urgelli et domine Alvire uxoris ejus non seducta nec vi nec dolo inducta ncc in aliquo circumbenta imo consulte et ex certa scientia bono animo et gratuita voluntate per me et omnes succesores meos do et in perpetuum dono laudo concedo et trado vobis domino Jacobo Dei gratia illustri regi Aragonum comiti Barchinone et domino Montis pesulani et successoribus vestris civitatem Ilerde quam per vos teneo in feudum et quidquid juris in ea habeo et habere debeo sive sit allodium sive feudum cum militibus et hominibus et feminis et juribus et rebus corporalibus et incorporalibus mobilibus et immobilibus ac se moventibus cum feudatariis et feudis et terminis et pertinentiis et apenditiis eorundem cum leudis questiis toltis fortiis servitiis hostibus et cavalcatis et cum omnibus omnino juribus et redditibus tam gratis quam ingratis sicut ea omnia et singula melius habeo et habere debeo ullo modo: et de nostro jure et dominio et pote* predicta omnia et singula rejicio et renuncio juri feudi * juri omnimode et ea omnia et singula trado vobis in * senti et in vestro jure et potestate et dominio tra* et transmito jure poprieta pleno jure perpetuo possiden* vestrum proprium et francum allodium sine retentione a * sicut melius dici scribi sive intelligi potest ad vestrum ve* rumque salvamentum et bonum intellectum. Item per *omnes successores meos dono vobis et vestris succesorib* perpetuum pacem et treguas valentiam et juvamen et fa*pacem et guerram de toto comitatu Urgelli contra omne* mines natos et nascituros et nemini contra vos: et totum d* comitatum per vos et vestros in feudum recipio et ego et s*
sores mei tenebimus comitatum Urgelli per vos et succesores vestros ita tamen ut non teneamur vobis et vestris dare p*tatem nisi de novem castris videlicet de Acrimonte Li* (Linyola) Menargis Balagario Abesa (Albesa) Oliana Calasantio et de Alb* (Albelda) de quibus dabimus vobis et vestris potestatem irati et pacati * tiescumque et quandocumque volueritis et inde a vobis * nuntium vel litteras fuerimus requisiti sicut vero domino * fide. Pro quibus quidem omnibus fideliter et in perpetuum * et meis sucessoribus observandis facio vobis homagium * rale jurando per Deum et hec quatuor evangelia corporaliter *tacta. Et hec omnia et singula irrevocabiliter firma permane* eternum: sub hac tamen conditione hec omnia supradicta * ligantur quod vos reddatis mihi et meis et cui vel quibus mandavero et reddi faciatis ea que Pontius de Capraria * Geraldi detinet de comitatu Urgelli et in eo defendere et * rare et ad hec reccuperanda detis consilium et auxilium et *tentiam bona fide de placito et guerra vestris missionibus et * pensis et ad alia omnia que de comitatu sunt vel ad comi* pertinent vel pertinere debent aliquo modo vel causa. Si * ista non reddetis nec daretis mihi consilium et auxilium et * Iensam bona fide ut dictum est donationes predicte non val * sed sint penitus infirmate utriusque partis voluntate pari* consensu. Et istis novem castris superius nominatis recupe* et mihi traditis tenebo comitatum per vos et sucessores vestr* dictum est et donationes sint valide atque firme: et tunc fa*rabis alias cartas novas in quibus confirmabo istas donationes ad vestre beneplacitum voluntatis. Promitto etiam vobis quod non *contraham matrimonium sine expressa voluntate vestra: quod si *facerem quod absit predicte perpetuam obtineant firmitatem etiamsi comitatum ut dictum est mihi non redderetis nec auxilium daretis.
Item promito vobis quod interim antequam novem castella mihi fuerint restituta non obligem aliquid de predictis sinc voluntate expressa et consilio et licentia vestra nisi salvo jure meo et nisi hoc facerem testamentum condendo et ordinando meam ultimam voluntatem. Nos igitur Jacobus Dei gratia rex Aragonum donationes predictas Ilerde et de pertinentiis ejus et de comitatu Urgelli et pertinentiis ejus libenter recipientes ut dictum est promittimus solemni stipulatione vobis nobili Aurembiax comitisse Urgelli dare consilium auxilium et valensam bona fide de placito et guerra nostris expensis ad recuperanda castra et villas de Acrimonte Linyola Menargis Balagario Albesa de Pons Oliana Calasancio et de Albelda et omnia alia que de comitatu sunt vel ad comitatum pertinent vel pertinere debent sicut dictum est: quibus novem castellis recuperatis et vobis traditis donationes quas nobis fecistis supradicte valeant et sint firme et istis completis absolvimus et remittimus vobis scienter et consulte illos viginti quatuor mille morabatinos quos ratione matris vestre nobis solvere tenemini sicut continetur in testamento Ermengaudi comitis Urgelli patris vestri quos domina Alvira mater vestra dederat patri nostro et omnes alias missiones quas pater vester fecit in comitatu predicto faciendo vobis super predictis morabatinis et expensis specialiter pactum de non petendo: et damus vobis quantum ad petitionem illorum viginti quatuor mille morabatinorum omne locum et actionem realem vel personalem directam vel utilem vos faciendo procuratorem tanquam in rem vestram. Pro istis omnibus attendendis et complendis recipimus vos in feminam jurando per Dominum et hec quatuor evangelia tacta et homagium ad forum Aragonum vobis a nobis factum quod ea omnia complebimus et observabimus ad totum nostrum posse. Actum est hoc Ilerde die martis kalendas augusti anno Domini millesimo ducentesimo vigesimo octavo. Sig+num Aurembiax Dei gratia comitisse Urgelli jurantis que hec laudo et firmo.
Sig+num Jacobi Dei gratia regis Aragonum comitis *Barchinone domini Montis-Pesulani.
Testes hujus rei sunt frater Petrus Gonzalbo magister * de Ucles Assalit de Gudal Dominicus de Strada Guille* Cervaria Garcia Petri de Mitat Raymundus Reposter.
Ego Guillermus de Sala legista subscribo et sig+num *
Ego Guillelmus Rabassa notarius domini regis.
Ego Petrus Sanccius notarius et receptor domini re* sig+num feci.
Sig+num Guillelmi Scribe qui de mandato domini regis * *comitisse pro Guillelmo Rabassa notario domini regis ha* *cartam scripsit loco die et anno prefixis.

Luego que fue hecha esta donación, instó la condes* tra el vizconde y fue citado, pero no compareció * condesa pretendió que, sin aguardar otra citación, * declarada la causa, y el rey le dijo: que no había de * que en negocios tan graves se procediese precipitad*te, porque eso sería hacer sin justicia al vizconde, y * hizo segunda citación, y entonces compareció don Gui* Cardona, que era hermano de Ramón Folc, vizcon* fue maestre del Templo; y oída la demanda que la *condesa hacía del condado de Urgel, respondió en presencia d* y de su consejo, que el vizconde de Cabrera, su princ* todos aquellos que estas cosas entendían, se maravi* mucho que doña Aurembiaix hiciese demanda de a* que había poseído por más de veinte o treinta años, s* en todos ellos hubiese hecho la condesa tal demanda, * solo esto era lo que él tenía que responder, y suplicó * que no diese lugar a tal demanda como a cosa nueva, * a un hombre como el vizconde no se le habían de * demandas tan fuera de propósito como era aquella. * de Çasala, abogado de la condesa, después de haber largamente informado y fundado el derecho de ella, satisfaciendo a lo que había hablado don Guillen de Cardona, dijo al rey:
- Señor, ¿don Guillen de Cardona, siendo varón de tan grande linaje y honrado, se maravilla de esta demanda de la condesa? Mayor maravilla, señor, sería, si estando ella en vuestra real presencia y de vuestra corte, dejase de alcanzar justicia y vos, señor, a quien ha puesto Dios en la tierra, se la negásedes. - Don Guillen de Cardona, a quien no placían las razones del letrado, dijo: que él no venía allá por pleitear, sino solo para decir aquello que su principal le había ordenado que dijese. Y don Guillen de Moncada le preguntó, si tenía él procura del vizconde; y el Cardona respondió, que no la tenía, sino que solo había venido allá para decir aquello que le había sido ordenado, y pues lo había
cumplido, se quería ir. Entonces don Guillen de Moncada le detuvo, y le dijo que aguardase que el rey tomase acuerdo sobre lo que había pasado y le respondiese; y replicó el Cardona: que ni tenía más que aguardar, ni más que decir; y así todos se salieron de allá, quedando el rey solo con su consejo real; y conferido el negocio, llamaron otra vez a don Guillen Cardona, y le dijeron: - Vos, don Guillen de Cardona, no habéis llevado procura de Guerau de Cabrera, ni menos queréis responder a lo que se os pide, y así, otra vez os decimos si queréis responder a lo que pide Guillen de Çasala por parte de la condesa de Urgel. - Y él volvió a decir, que no tenía más que decir de lo que quedaba dicho. - Pues bien, dijo el rey, yo os tengo entendido y haré aquello que será justo hacerse. - Y de esta manera tuvo fin la audiencia de aquel día; y el rey, porque el juicio andase más justificado, mandó citar tercera vez al vizconde, porqu* algo que decir, lo alegase, ofreciendo oírle, y en * quisiese comparecer, proseguiría aquel juicio en * justicia diese lugar.
Llegó el plazo de la última citación, y compar* vez Guillen de Cardona en casa de Ramón, repo* rey, donde se hallaba él y toda su corte, y muchos * cos hombres que había llamado para tomar su * cosa de tan grande consideración y peso. Estando * otra vez el Çasala audiencia y lugar para informar, * dida, estando en pie, dijo: - Señor, suplícoos m* escuchar: Dios quiso que en este mundo fuésedes * dio este oficio para que hagáis justicia a aquellos * sitan de ella, y a más, a viudas y huérfanos; y sino * no tiene debajo del cielo la condesa otro a quien * dos razones son las que la han obligado a venir *
presencia, la una por estar el patrimonio y estados * dre, que ella pide, en tierras y reinos vuestros, * porque vos podéis mirar por ella mejor que otr* que haya en el mundo; por lo que ella os pide, c* señor que sois, que mandéis que el vizconde o G* Cardona, que por él ha comparecido, respondan, * ha dos días que se entiende en este negocio, y por * venido el dicho vizconde, ni haber quien respond* ni vos ni vuestra corte pueden pasar adelante en el * y agora es el tercero día; por lo que, os suplica la * como a señor que sois, de quien aguarda justicia * halle en vos, de suerte que si Guillen de Cardona *
comparecido del modo que comparecer debía en j* procedáis contra el vizconde y sus bienes, para qu*

salta de la 468 a la 471 !

a pie y muy bien armados; y aunque la villa era medianamente grande y estaba muy bien cercada y abastecida de *nas y de todo lo necesario para un largo cerco; quiso el * ponérselo y atemorizarles con su real presencia, que no * menos horrible para muchos, que amable para todos, * menzando, pues, a batirla, los del pueblo, puesto que * defenderse de otro mayor ejército, vista la persona * , se atajaron de suerte, que el día siguiente, apenas * cubrieron la gente de Tamarit, cuando entregaron la * y castillo al rey, confiando de la palabra les había dado * que serían libres de saco. De aquí se fue el rey a Menarges, villa del condado de Urgel, que está en medio de *rida y Balaguer, a la orilla de Segre, aunque algo mohíno * no acudir los feudatarios con la puntualidad y deseo * él quería, porque no llegaron allá sino treinta; y cuan* fueron a la vista de la villa, mandó el rey al ejército que * quedase, y él con tres o cuatro caballeros se fue a la * Los vecinos de ella, sabida la venida del rey, se su* al castillo con todas las armas y provisiones que *dieron; el rey se acercó al castillo y les dijo: - Bien sabéis *sotros que la condesa es vuestra señora natural, y que ni *la quiere la ruina de la villa ni vuestra muerte, ni que re* bais daño en vuestras haciendas; y así os aseguro en nom* nuestro y de ella, que volváis a vuestras casas, que no * no recibiréis daño de nosotros, pero aun os prometemosnuestro favor y amparo contra cualquier que os quisie* dañar. - Uno de los que estaban en el castillo respondió: Señor, ¿y qué haremos del castillo que Guerau de Ca*era nos ha encomendado? - Y el rey le dijo: -Y vosotros *o sabéis yo quién soy, y que por entregarme el castillo no sois desleales al vizconde, que ya por justicia lo ha perd*
Bajad y dadnos el castillo, que yo os recibo debajo d* fé y palabra real. - Entonces ellos, asegurados con Ia *labra del rey, y certificados que el vizconde estaba *dicamente privado del condado de Urgel, y la justicia * había absuelto del homenaje le habían prestado, se *vieron de entregar la fuerza; pero antes de bajar y abrir * puertas, quisieron otra vez asegurarse de lo que el * les había dicho y prometido, el cual de nuevo se lo y* a decir, y asegurarlos con su palabra real; y luego * con sus armas y hacienda bajaron y entregaron el castillo al rey; y luego mandó llamar a la gente de armas que atra* bían quedado. Los de Menargues, viendo la poca gente * el rey llevaba, quedaron corridos de la facilidad con * habían abierto las puertas y entregado el castillo, el * quedó por la condesa. Al rey y su gente faltó la con* y no quisieron tomarla de los de Menargues, sino que * vio veinte caballos a Balaguer, que corriesen la tierra * cogieron diez y seis cabezas, entre vacas y terneras; y *praron pan y vino; y dice el rey, que tuvieron carne * tres días.
Estando en esto, acudía la gente de Cataluña y Aragón que el rey aguardaba, y fueron doscientos caballos y * de mil infantes, y con estos, pareciéndole al rey que t* bastante gent, determinó de tomar lo que le qued* confiando del buen suceso, por ser la empresa justific* Pasó el río por la puente de Lérida, y se puso sobre *yola, pueblo muy grande, el cual don Guerau había fortificado, y estaba muy abastecido. Está este pueblo en m* del llano de Urgel; es su territorio muy fértil y abund* y sino participara de la sequedad tiene España, fuera el mejor pais del mundo. El otro día que el rey fue allá, llegó Guillen de Moncada con sus gentes, y todos se pusieron a punto de pelear. A la que querían dar el combate, Ramón de Cardona dijo al rey, que no le parecía bien que se diese, porque, dentro había muchos que eran la de parte de la condesa, y podía ser que la presa de la villa no había de valer tanto como el daño que se podía recibir, y pidió licencia al rey para hablar con los de dentro, para ver si se podía tomar algún buen asiento; pero al rey no le pareció hacer nada de lo que el Cardona le dijo, porque le pareció demasiada porfía la de los paisanos en no quererse rendir, porque ya habían sido una vez requeridos y certificados del derecho de la condesa, y que con sentencia había sido el vizconde privado del condado de Urgel; y así, se dio el combate, y el rey se bajó del caballo y se metió entre los soldados, y peleó juntamente con ellos: tomóse la villa, y viéndose los vecinos perdidos, se retiraron a una torre fuerte que había allá, con su barbacana y foso, y a la postre todos se rindieron. Dice el arcediano Miedes, (Bernardino Gómez Miedes) que la villa fue saqueada y dejada en ella guarnición. El rey se detuvo tres días, e hizo reseña de la gente que llevaba, y ordenó lo necesario para continuar la guerra.
Rematado lo de Linyola, fue el rey a cercar la ciudad de Balaguer, donde se presumía que había el vizconde de aguardar todo el peso de la guerra; y había dentro muchas municiones y gente de guerra, apercibida para cualquier combate. Llegado junto la ciudad, pasaron más arriba del lugar donde hoy está el monasterio de predicadores, y se alojó en Almata, que es la iglesia donde está el día de hoy el santo Crucifijo, y era entonces la i* mayor o parroquial del pueblo: de este puesto se soj* ba la ciudad, y por esta parte podía ser más ofendi* porque no se le podía dar asalto antes de abrir ca*
con las máquinas, mandó armar aquí el rey, por ser * más cómodo para batir el castillo y casas, un fonévol * el fonévol un ingenio y máquina de batir terrible, y * casi el mismo efecto que el día hoy la artillería, y la *za de ellos era bastante a derribar muros y torres; ti* unas piedras redondas, y otras que los latinos llam* molares, por hacerse de ellas las muelas de los molinos * otras que llamaban supulcrales, porque del tama* ellas se hacían las tumbas o sepulcros para los difuntos * todas eran de gran peso. En el cerco que puso el año * a la misma ciudad de Balaguer el rey don Fernando * primero, que fue el que perdió la casa de Urgel, se * un fonévol de tal grandeza, que tiraba piedras de ocho *tales, y le llamaban cabrita: eran estos ingenios de tal *nera compuestos, que no se cansaban, trabajando to* día y toda la noche, echando infinitas piedras. De un * fiere el rey don Jaime en su historia, que de día ha* tiros y de noche quinientos: su hechura es como * figurada: (imagen del fonévol, catapulta).
Era un madero largo como entena de navío y al cabo de él estaba atada una honda, capaz para recibir una piedra del peso y forma que queda dicho. Estaba este madero con gonze, y se sustentaba encima de dos mástiles o árboles grandes y muy firmes: estos estaban plantados en el suelo o en unos encajes de madera, porque se pudiese así junta llevar fácilmente esta máquina donde quisiesen. Este madero del medio, que estaba con un gonze de hierro, estaba soltero, y estaba al un cabo la honda a receptáculo para las piedras, y este cabo, con cuerdas le hacían venir para abajo hacia el suelo, donde le ataban; y a la otra parte o estremo, por contrapeso, metían una grande piedra o caja
llena de plomo: en algunas partes se remataba con dos estremos, y en cada uno de ellos metían su caja de plomo u otro contrapeso, y entonces se llamaba fonévol de dos cajas, y esto se hacía, porque partidos así los contrapesos, se pudiese mejor llevar esta máquina donde quisiesen. De estos fonévols (fona, fonda: honda) de dos cajas habla el rey don Pedro el tercero, suegro que fue de don Jaime, último conde de Urgel, cuando cuenta en su historia la venida de la armada del r* de Castilla, en el año 1359, que dice vino a la playa * Barcelona el rey don Pedro de Castilla, con una gran armada, y que se ordenaron en Barcelona cuatro ingenios * brígolas de dos cajas, que se volvían a todas partes; y q* en los navíos de la armada llevaba el rey de Castilla alg* nas que eran pequeñas, y poco el daño que hacían, ta* que cuando veían venir la piedra, daban lugar a que pa*se, y desde la ribera del mar daban la vaya a los de * navíos, burlándose de sus ingenios, por ser pequeños y *cos. Cuando, pues, querían disparar, soltaban la entena, cortando alguna cuerda, o moviendo alguna mano, con* la de los arcabuces y ballestas; y entonces el contrapeso * venía para abajo, y se alzaba la parte donde estaba la piedra, que salía con tal ímpetu, que hacía notable daño e* lugares muy distantes, donde ni podían llegar saetas, * piedras tiradas con ballesta o mano de hombre; y eran tan * buenos punteros, que metían la piedra donde querían, y * algunas veces con el movimiento violento de la máquina * bia la piedra hacia el cielo, y con el movimiento natu* ofendía gravemente donde caía, y mataba las gentes, apl* nando las casas, como se usa el día de hoy con los trabucos y bombas que se echan con ellos.
Estos ingenios, por el gran trabajo que pasaban y porq* no se rompiesen, solían estar atados con cadenas o nerv* de bueyes o cuerdas de cáñamo, y en defecto de esto, * valieron de los cabellos de las mujeres, que para esto, cu* das de navíos y arcos, sirvieron algunas veces; y hablando esto Celio Rodigino, dice: ea praecipue tempestate, quà * Gallis ambusta, cum absidione arctius premeretur capitoli* jamque ad extrema foret ventum, ex mulierum capillis, aliarum rerum inopia, tormenta connectire sunt compulsi. Esta liberalidad de las mujeres romanas, que dieron para esto sus cabellos, fue tan celebrada y estimada del senado, que por memoria de ella, según dice Lactancio, edificaron un templo a Venus calva, y esto no sucedió solo en Roma, pero en muchas otras partes, según se echa de ver en diversos autores; y así como en este tiempo salen soldados a enclavar la artillería, entonces solían salir para cortar las cuerdas y ataduras, sin las cuales estas máquinas no aprovechaban, y si podían, metían fuego en ellas, que con facilidad se encendían, por ser empeguntadas o alquitranadas para defenderse del sol, lluvia y serenos y aires marítimos que las consumían; y tal vez para defenderlas del fuego, las cubrían por encima de pieles de toros u otros animales desollados, o de láminas de hierro, o de cueros mojados con vinagre, porque los fuegos arrojadizos no prendiesen en ellas, como sucedió a Bruto, capitán de César, en Marsella, perdiendo en poco tiempo lo que en mucho había trabajado. Estrabon dice que solían bañar estos ingenios con alumbre; y Amiano Marcelino, lib. 20, refiere, que combatiendo el emperador Constantino la ciudad de Bezabden, que le había tomado Sapor, rey de los persas, bañaban en alumbre los ingenios con que batían el muro, porque no se los quemasen los persas con el fuego que echaban de arriba; y no hay duda, que hay materiales y maderas que resisten al fuego, así como otros al agua, como refieren Levinio, Lemnio y otros autores, y es muy celebrado de ellos aquel lienzo llamado absbestion, (Asbest alemán, amianto) que no se limpia con agua sino con fuego, que dejando la tela de él blanca y limpia, consume toda la grasa y otra cualquier suciedad; y en nuestros tiempos vivía en Toledo un boticario, que alcanzó este secreto de naturaleza, que tenía para los heridos unas hilas de este lienzo, y las quemaba después de sucias, y así las limpiaba; y los antiguos romanos, cuando quemaban los cuerpos de sus difuntos, para conocer las cenizas de ellos y que no se mezclaran con la de la leña, materiales y demás cosas que quemaban, metían los cuerpos dentro de unos sacos o túnicas de este lienzo, y así conocían las cenizas del cuerpo del difunto, para ponerlas en los vasos donde querían conservarlas, y en Chipre, según afirma Tomás Porcachi, hay una especie de piedra llamada amianto, que se hila y teje como lino, y de ella hace mención el dicho autor en sus Funerales antiguos.
Llamábase esta máquina de guerra de que tratamos fonévol en catalan,y bajaba del nombre fundo, latino, como si dijésemos fundero o hondera, por razón de la honda que tiraba la piedra; después la llamaron brígola, como los italianos, y después cabrita; los castellanos máquina pedrera y también trabuco; bien es verdad que este vocablo trabuco se aplica el día de hoy a algunos ingenios de fuego y a las mismas piedras o balas que con ellos se tiraban; y para los sitiados era esta batería de los trabucos, y aun lo es en estos tiempos, muy enojosa y pesada, por darse las más veces de noche, y estar cada uno con cuidado si dará sobre sus casas y se le ahondará y echará encima, que por ser batería que echa no solo balas, pero aun fuegos inextinguibles y piedras en gran número, es muy importuna y pesada a los asediados que, sin defensa, la esperan. En la
ciudad de Balaguer, aun el día do hoy se hallan en las bodegas y oficinas de las casas muchas piedras de desmesurada grandeza y redondas, y aun las llaman trabucos, porque el año 1413 fueron tiradas con trabucos al castillo y ciudad, dando el nombre del instrumento a la piedra; y no solo tiraban piedras, pero también bolas de fuego artificiales, que causaban grandes incendios en los edificios como ahora las bombas. Otras veces, para causar a los sitiados enfados y pesadumbres, les echaban caballos y cuerpos humanos y de animales muertos y otras suciedades, porque con su hedor corrompiesen el aire y engendrasen pestilencias. En las guerras que tuvo el emperador Segismundo con los herejes boemios, cuentan que dejó tres banderas de soldados en una fortaleza, que se llamaba la Piedra de Cárlos, que se defendieron de un cerco medio año, y entre otras baterías que les dieron los enemigos, fue una, y la más pesada, que les echaron dentro con sus ingenios tantas bestias muertas y estiércol humano, y otras cosas muy podridas y hediondas, que a los afligidos cercados se les cayeron los dientes o se les andaban todos en la boca, allende del intolerable hedor que les tenía encarcavinados. Echaban también pedazos de hierro o metal ardiente, para quemar aquellos sobre los cuales diese, y otras veces pelotas de plomo muy grandes, y tal vez sirvió para dar castigo a los malhechores. Fulgosio cuenta que Nicolás Pencino, capitán de Felipe, duque de Milán, teniendo cercada cierta fuerza de Italia, tomó un hombre que llevaba ciertas cartas de los cercados, con que pedían socorro a ciertos amigos suyos, y le mandó poner las piernas junto al cuello, y hecho una bola, le metió en una máquina de la que los italianos llaman brígolas, y en castellano trabucos, y le hizo volar por el aire a la ciudad donde iba, y aunque murió ya en el aire, la caida fue de tan alto, que no tenía forma hum* porque pudo recogerse de él muy pequeña parte, desvaneciéndose lo demás por el aire. Solía ser el contrapeso, *
dije, de plomo o piedras grandes, y estaba metido en * cajas; pero cuando el ingenio se había de llevar largo * no, por ahorrar el trabajo de llevar el contrapeso, p* en su lugar una o dos talegas llenas de guijarros o ti* o de la cosa de peso que hallaban más a mano, y au* las mismas piedras que se habían de tirar, porque m* veces se armaban estas máquinas en parte donde no * piedras, ni para tirar, ni para contrapeso, como acaeci* el cerco de Cullera, que, por falta de piedras, dejó * don Jaime de batir aquel pueblo, y así, cuando las h* de llevar de otra parte, a falta de otros contrapesos, se *vían de ellas en las cajas o mangas o talegas de los inge* y por razón de estas talegas, que estaban hechas como mangas, llamaron a estas máquinas Manganells. Fue ingenio conocido y usado de los antiguos romanos, llamaron Manganum y Manganicum y Monangones, y de* le llamaron Mangas, y en las historias francesas las ll*ron Mangonella y Mangonalia y Manganella. A más de * ingenios, que todos solían ser de mucho embarazo y se*para empresas de tierra, había otras máquinas que lla* algaradas; y hablando de ellas Escolano, en su historia de Valencia, dice: “estas se formaban de dos maderos a* sados, con un pío o gonze, y dando vaivenes al uno * tenía al cabo una grande piedra, estándose quedo el * le empujaban con tal fuerza con aquel meneo, que * piedra con extraordinaria furia. Su efecto era el * que el del fonévol y manganel: la diferencia había de estos dos ingenios a la algarada era que estas hacían sus tiros a fuerza de hombres, sin contrapesos, y aquellos con solo contrapesos; y era tal la fuerza de estas algaradas, que las piedras salían de ellas pasaban de claro cinco y seis tiendas”.
Había también otra máquina llamada catapulta, y usaban de ella así en mar como en tierra: tiraban saetas largas de seis palmos y más gruesas que el brazo de un hombre. Este artificio o máquina, según Plinio, en el libro 6 de su natural historia, fue primero inventada de los candiotas: su hechura traen Lipsio y Collado, y era en esta forma: (imagen) Aquel mástil falcado que está en pie, notado con la letra A era todo de hierro, y aquella verga que con la violencia del árgana torna atrás y se dobla, y esta notada con la letra B, era toda de acero, muy fríamente templada; aquel pedestal o fundamento redondo, notado con la letra C, era de bronce, y alguna vez de madera, con sus argollas y láminas de hierro, y ponían, cuando querían usar de él, encima del mástil de letra A, una o más saetas, que a cada parte de la tablilla sobre que estaban salían un palmo, o más, y con cadenas o cuerdas gruesas, y con ciertas invenciones de ruedas, tiraban hacia la tierra la pieza signada de letra B todo lo que ella podía sufrir, y así la dejaban * que era tiempo de disparar, y cuando querían, la so* y daba tan grande golpe a aquellas saetas que esta* cima de las tablillas, que así a ellas, como a las piedras * solían meter al estremo de la pieza B, las hacía s* muy grande y forzoso ímpetu. Algunas de estas m*
había que tiraban muchas saetas, porque aquel mástil * A estaba ahujereado en cuatro o seis partes, y en c* de los ahujeros había su saeta, y saltando la pieza B * todas juntas, como si salieran cada una de su ballesta *cían mucho daño do quiera que daban. Tirábanse * con esta máquina dardos armados de fuegos inextinguibles para quemar con ellos las torres de madera que se *ban a los muros, y las casas y navíos: a estos dardos * ban maléolos, y eran hechos de este modo: (imagen)
Aquel remate que se acaba con punta era de * hueco por de dentro, a manera de una rueca de hilar * y estaba lleno de fuegos artificiales; y Livio, lib. 3 * vinieron muchos de los enemigos, y traían muchas *tas, y con ellas arrojaban gran número de maléolos cuyo fuego todas las escuadras resplandecían como *
Tenían su concavidad fomentada de cierto nutrime* fuego inextinguible, compuesto de azufre, colofonia, * y salitre derretidos, y con aceite de laurel o del * mado petróleo, con unto de ánades y médula de c* mezclados. Estos dardos se tiraban con un templado * miento de la máquina, porque, con la velocidad demasiada del tránsito, y discurriendo por el ayre el dardo con movimiento repentino, no se matase el fuego, así como lo hacen hoy los artilleros prácticos, tirando las bombas de fuego.
De estas saetas había de grandes y pequeñas, y todas de gran utilidad para la guerra. Plutarco cuenta de Archidamo, valeroso lacedemonio, que viendo una vez una de ellas que habían traído de Sicilia, admirado de su grandeza, dijo: periit virtus, como si dijera, acabados estamos, por parecerle que no había armas defensivas para resistir a la fuerza de aquella saeta. ¡Qué dijera si viera la artillería de nuestros tiempos!
Colígese de los autores antiguos que había saetas largas como nuestras lanzas, o poco menos. En estas saetas grandes, así como en las ordinarias o pequeñas, algunas veces los soldados escribían el nombre del capitán de la legión o del cónsul so cuyas banderas militaban, y después de ganada la victoria, reconocían los muertos y miraban las saetas que les habían muerto, y de aquí inferían qué legión o qué cónsul había muerto más enemigos, y a quién se debía la victoria. Cuenta Plutarco en la vida de Mario, que entre sus soldados y los de Cátulo, su compañero en el consulado, hubo diferencia sobre a quién se debía la victoria que habían alcanzado de los cimbrios, y de quién habla más en otro lugar, y nombraron jueces: estos, para declarar con justicia, fueron a reconocer los cuerpos de los muertos, y hallaron que los más de ellos eran muertos con las saetas de los soldados de Cátulo, porque en ellas estaba escrito ser saetas de Cátulo; y dice Plutarco, hablando de los jueces: hi ducti per cadavera hostium à militibus, conspexerunt
jaculis militum Catuli barbarorum corpora esse confossa: dignoscebatur ex insculpto nomine Catuli telo.
Cuando estas máquinas habían de servir en batallas navales, las llevaban en barcos y navíos, y si en empresas de tierra, sobre carros y con caballos o bueyes, y en falta de ellos, a fuerza de esclavos se llevaban con gran facilidad donde querían. Quien quisiere ver más largamente esta materia, vea Lipsio en su Poliorceticon, o a Luis de Collado, en su Plática de artillería. En la casa del regimiento de la ciudad de Balaguer he visto yo una ballesta antigua y tan grande, que se podía afirmar ser de estas catapultas, y es menester más de un hombre para usar de ella. En tiem* de César era muy usado este nombre de catapulta, y después no lo fue tanto, y sucedió en su lugar el vocablo ballista, que deriva del verbo griego * que es lo mismo que jacio, porque con esta arma arrojaban saetas y piedras y el vocablo general, que comprende toda manera de máquina o ingenios de tirar, es tormentum, de quien dicen * lepino, Estéphano y otros: generale vocabulum est omni* machinarum, saxa, tela et id genus variatorquentium. De estas catapultas no hallo que usasen en estos tiempos en Cataluña * y si las usaron, les daban otro nombre o las comprendían bajo los vocablos manganells, brígolas, almajanechs y algaradas, y todos algunas veces se componían de los árboles, entenas y jarcias de los navíos, que estaban hechos de arte, que con facilidad se podían acomodar a esto.
Mientras los dos fonévols se armaban para dar la batería a la ciudad y castillo de Balaguer, llegaron Guillen de Moncada, vizconde de Bearne, y Guillen de Cervera con sus gentes, y muchos ricos hombres de Aragón: eran todos más de cuatrocientos de a caballo y dos mil infantes. Ocho días eran pasados después que el rey había llegado allá, cuando llegó un síndico de Menargues y don Pedro de Palau, que eran de los más principales del pueblo, y dijeron al rey, que si quería dar fin a la empresa de Balaguer, mandase venir a la condesa, que estaba en Lérida, y que ella misma pidiese la ciudad de Balaguer, por haber sido de su padre y abuelos; y advirtieron que los de Balager no podían enviar a tratar estas cosas con el rey, por temor del vizconde que estaba dentro, y siempre les miraba las manos. El rey estimó el buen aviso y les prometió de hacerles merced por ello, a ellos y a sus parientes; pero no por eso dejó el cerco, antes bien perseveraba en él. No pasaron muchos días en que recibió otro recado, por medio de un estudiante, que disimuladamente iba del rey a la ciudad y de la ciudad al rey, y por medio de él concertaron el día en que había la condesa de ir allá: el rey mandó venir a la condesa, la cual luego vino, y estuvo aguardando cuatro o cinco días, para saber la intención de los de la ciudad; y pasados, enviaron a decir que se escogiesen unos cuantos hombres bien armados, y que la condesa fuese con ellos junto al muro, de modo que ella y los de dentro de la ciudad se pudiesen oír, porque confiaban que aquel era el verdadero medio para llegar la condesa a cobrar aquella ciudad; pero esto no fue tan secreto, que el vizconde no entendiese que los de la ciudad tenían tratos con la gente del rey.
Cuando estas cosas pasaban, acaeció un día que la gente del vizconde hizo una surtida, para meter fuego en los fonévols, cuya guarda había el rey encomendado a Ramón de Moncada, y con él estaban Sancho Pérez de Pomar, Guillen Bordoll, baile de Castellserá, y A. de Rubió Pareció * la gente del vizconde que estos eran pocos; y don Guill* de Cardona, que hacía oficio de gobernador, con algun* hicieron un portillo al muro, y salieron por él veinte y * caballos y doscientos peones, y entre ellos había un caballero que llamaban Sire Guillermo, y era hijo natural * rey de Navarra. Estos salieron al foso con haces de l* seca, untados de sebo ardiendo: el rey en esta ocasión est* en la tienda de Guillen de Cervera, y estando hablando los dos, sintieron gritar: “Al arma al arma, que vienen a quemar los fonévols!” pero los del vizconde no dejaron por eso * hacerlo porque eran venidos, arremetiendo con grande f* y ánimo. Sancho Pérez de Pomar, volviendo las espaldas * fue a su cuartel y dejó a los demás: así lo dice el rey en su historia; pero otros dicen que el rey aguardó dos * a ver qué harían los de la ciudad, sin darles batería, y *mo no daban ningún sentimiento de sí, viendo el poco * les movía, el grandísimo daño que las máquinas y fonévols hacían de noche y de día en las casas, y asímismo la pérd* que el gobernador había hecho, a más del poco o ning* socorro que esperaban de otra parte, determinó de arr* narles sus lindas y bien construidas huertas con los arra*les y talar sus campos a vista de ellos. De esto dice el arcediano Miedes que se indignaron en tanta manera contra el vizconde, que trataron entre sí, que sería bueno entregarse a la condesa, su natural y verdadera señora, que * días había era llegada de Lérida. Ya el rey le había referi* delante de G. de Cervera las palabras y tratos habían pasado con los de la ciudad de Balaguer; ella dijo que h* todo lo que el rey le mandase, de muy buena gana, e iría a hablar con los de la ciudad, con tal que el rey la mandase *guardar de las saetas y piedras que arrojaban; y el rey se lo prometió, y mandó a cincuenta caballeros que, armados de *erpo, con sendos escudos, fuesen con ella, y con los escudos la cubriesen, para que no la dañara la gente del vizconde. Subió la condesa a caballo y se fue junto al muro, donde se apeó y acercó a distancia poco más de un tiro de piedra; y une de los que la acompañaban dijo. - ¿Sois aquí * de Balaguer? - Y nadie de los de dentro respondió. Él entonces les dijo: - Aquí está la condesa. - Y uno de los de dentro respondió desde el muro, que también estaban * los más principales del pueblo, que dijese lo que quería;
luego un caballero de los que iban con la condesa dijo: * escuchasen un poco, que ella les quería hablar, aunque * lejos tendrían trabajo de oírla, que per ser mujer, tenía poca voz. Y dicho esto, todos salieren al muro y ella les dijo: - Varones, bien sabéis todos como fuísteis vasallos *naturales de mi padre, cuyos ascendientes también fueron *señores de este condado de Urgel y ciudad de Balaguer, y * como él fue vuestro señor conde, yo lo soy también, por * hija suya única y heredera, por lo que os ruego y man* así como puedo y por el señorío y mando que tengo * de vosotros, que me restituyáis la ciudad de Balaguer, * como estáis obligados a vuestra señora natural. - A esto respondieron, que ellos lo tenían entendido y tomarían su *rdo, y responderían y harían aquello a que estuviesen obligados. Un caballero, por parte de la condesa, les dijo * les agradecía la oferta que le hacían de hacer lo que * obligados, y que así lo confiaba; y con esto se volvieron * la hueste.
Aquella misma noche enviaron los de la ciudad el estudiante que llevaba los recados al rey, y dijo que había acertado mucho en lo que había hecho la condesa, y que tratase el asiento que se había de tomar: este fue, que * rico hombre tuviese la ciudad y castillo de Balaguer por el vizconde y por la condesa; y aunque ellos querían, no *ban entregar la ciudad, porque el castillo estaba * abastecido de gente y vituallas, y muy puesto en defensa * temían que si entregaban la ciudad a la condesa, el *conde desde el castillo, que estaba muy superior, no les *ruinase la ciudad, derribándoles con los trabucos sus casas, y por eso todo el cuidado era que el vizconde saliese * vez fuera, prometiendo en ausencia suya de hacer que * se entregase a la condesa.
A la que estaban en estos tratos, un día por la mañana acaeció que los del concejo de la ciudad estaban juntos en una azotea, tratando de los negocios corrientes; El arcediano Miedes dice que estaban repartidos por la muralla * que hablaban con la gente del rey: el vizconde, que desde el castillo lo vio, mandó a un ballestero que armase su ballesta, y les tirase una flecha, la cual no dañó. El arcediano dice que fueron muchas las saetas, y que dañaron a algunos * los de la ciudad, que hasta aquel punto no habían * descubrir su ánimo contra el vizconde, indignados, dijeron *
- Y qué! ¿saetas tiran a nosotros que le defendemos Ia ciudad y hacemos por él aquello que sería mejor dejar* de hacer? - Y luego enviaron dos del concejo al vizconde a decirle, cuán mal lo hacía de tratarles de aquella manera, y que era muy ruin satisfacción, donde ellos se habían puesto a peligro de muerte y merecido la indignación * rey, que les tenía cercados y talaba la campaña; y que si él lo había de hacer de esa manera, ellos tomarían un acuerdo y harían aquello que mejor les estuviese. El vizconde y Guillen de Cardona, su amigo y consejero, no eran tan rudos que no conociesen la intención de los de la ciudad, que querían velles fuera y a la condesa dentro, y que entre ellos había sus consejos y trazas para entregarse a ella, y de todo era sabedor el vizconde, el cual, confiando poco de los vecinos y paisanos, y viendo plantada la batería, escribió al rey, que estaba aparejado para entregarle el castillo, con tal que le tuviese por los dos Berenguer de Ager, como en tercería, hasta tanto que se volviese a mirar, a satisfacción del vizconde, a quien tocaba el derecho del condado. Los de la ciudad, luego que supieron esto, aconsejaron que aceptase el rey este partido, solo el vizconde saliese fuera, porque salido, estaba todo por la condesa. El rey trató esto con Guillen de Moncada, que fue de contrario parecer, porque en aquel caso no era reputación meter el castillo en manos de tercera persona, sino que el rey debía, a fuerza de armas, dar fin a la empresa. Esto decía el Moncada, ignorando lo que habían tratado el rey y los de la ciudad. Dijo entonces el rey un refrán catalan que mes val giny que força (más vale ingenio, maña, que fuerza) dando a entender que, aunque su parecer era bueno y acertado, pero no en la ocasión presente, porque si el castillo quedase en poder de Berenguer de Ager, solo le sustentaría tanto, cuanto tardaría a salir el vizconde, y salido, todo había de venir en mano del rey; y el Moncada quedó admirado de lo que se había hecho.
El vizconde, de quien dice el rey que no tenía el seso de Salomón, estaba apretado de todas partes, porque, como los de la ciudad le habían desamparado, los momentos * tardaba en salirse de ella le parecían años: su justic* poca, y como el poder del rey era grande, porque cada *día aumentaba su campo, determinó entregar el castillo * renguer de Ager, pareciéndole que así quedaba con * reputación su causa; y tomando un gavilán o azor m* que preciaba mucho, disfrazado en talle de cazador, *lió por la puente, dejando al rey y su ejército a la pa* Almata, y envió a Berenguer de Finestres a decir a * que estaba a punto para entregar el castillo a Berenguer de Ager. Los de la ciudad, luego que supieron ser el vizconde fuera de ella, enviaron a decir al rey enviase su pendón real, que ellos lo arbolarían al castillo; y el rey le envi* cinco escuderos y un caballero, que le llevaban plegado * condido, y uno de ellos llevaba una lanza para arbolalle* rey entretenía con palabras a Berenguer de Ager, ha* su pendón en el castillo; y cuando lo vio, dijo a Berenguer de Ager, que bien se podía ir donde quisiese, porque el castillo y la ciudad, sin estar en poder de tercera persona estaba por su real persona, y que se volviese y mi*
castillo. Apenas lo vio, cuando, corrido, se partió de al* decir nada. Un autor dice, que Berenguer de Ager, *rante de lo sucedido, fue a tomar posesión del castillo * ya en él los pendones reales, y que los soldados que * quedado en él del vizconde, los del rey los habían echado fuera con todo rigor, y que el vizconde, luego que salió de la ciudad, se retiró al lugar de Monmagastre, que e* condado de Urgel, y que el rey metió de su mano * condesa en la ciudad y castillo, restituyéndola en su * estado de sus padres, después de veinte años que el * de Guerau de Cabrera la habían echado de ella, donde fue admitida y jurada por señora, mudando los oficios y dando nuevo regimiento a la ciudad.
Cuando el cerco de Balaguer se iba estrechando, Guillen de Cardona se pasó a Agramunt con alguna gente de caballo, y con intención de defender aquella plaza; y entonces supieron los de Agramunt, que los de Balaguer trataban de entregar la ciudad y el castillo a la condesa, y ellos, que deseaban lo mismo, determinaron de entregarle la villa, si ella la pedía; y esto, de parte de los de Agramunt lo dijo a Ramón de Moncada un caballero llamado Ramón Jafra, y don Ramón de Moncada, lo dijo al rey, a la condesa, a Guillen de Moncada, a Guillen de Cervera y a los demás consejeros del rey, y determinaron que si Balaguer era tomado, se fuesen a Agramunt, porque también Ramón de Prexens 
había venido de allá, y había acabado con los del pueblo, que luego que fuese tomado Balaguer, si la condesa iba allá, le entregarían la villa. El rey, acabado lo de Balaguer, se fue allá, y se alojó en un puesto que llaman la sierra de Almenar; el pueblo, viendo las banderas reales, saltaba de contento, porque deseaba salir del señorío del vizconde, y Guillen de Cardona, que conoció los ánimos de los paisanos y que el poder del rey era contra de él, a media noche se salió de la villa, y con él sus amigos, y no quedó ninguno que hablase por el vizconde. A la *mañana se publicó la huida del Cardona, y el rey se acercó a la villa, donde halló las puertas abiertas, y a los del regimiento que le aguardaban y recibieron con gran contento, y el rey puso a la condesa en posesión de la villa y castillo. 
Los de la villa de Pons enviaron sus síndicos al rey, suplicándole fuese servido de que la condesa fuese a tomar * posesión de aquella villa, y lo concedió; pero él no quiso i* allá. Tenía esta villa Ramón, vizconde de Cardona, por razón de algunos intereses tenía con el vizconde don Guerau, * usaba en aquellos tiempos, que antes que uno acometiera *otro o a sus cosas, le desafiase o, por mejor decir, se desp*diese, a lo que llamaban desexirse, porque el invadid* así advertido y avisado, no se pudiese quejar de que lo to*ban desapercibido o descuidado; y como esto era cosa * usada en estos siglos, hay de ello título y rúbrica en * Constituciones de Cataluña, y se observaba no solo en * vasallos, mas aun entre rey y vasallo y con gran puntualid* y por eso no quiso ir el rey allá, sin haber usado con el v*conde de Cardona las ceremonias que en este caso eran acostumbradas; y así envió a Pons a la condesa, acompañada de Guillen de Cervera y Ramón de Moncada, y todo el ejército con ellos, quedando con el rey no más de cinco caballeros; mas cuando los de Pons entendieron la venida de est* y que el rey se quedaba, les pareció que aquello era en menosprecio de ellos, porque no sabían la causa, y salieron con mucha caballería contra el ejército del rey, del c* fueron muy bien recibidos, y se trabó entre ellos una escaramuza, en que fueron vencidos y obligados a volverse a * villa, con la pérdida de algunos, quedando otros heridos *
Uno de los que más se señaló fue un caballero llamado Bernardo Dezllor, hermano que era del sacristán de la Seo de Barcelona, y de este dice el rey, que fue el que mejor peleó en esta ocasión. La condesa envió a decir a los del pueblo que cediesen, y que ella, olvidando todo lo hecho, * prometia hacer merced; pero esto no fue bastante para re*dir los ánimos de aquella gente, y todos a una voz decían, que no querían entregar la villa a otro que al rey. Ramón de Moncada y Guillen de Moncada escribieron al rey la importancia de su venida, y que era imposible que en ausencia suya aquella gente recibiese de buena gana a la condesa. Estaba el rey dudoso en este caso qué debía hacer, porque en ir a Pons, sin haber desafiado al vizconde, le parecía cosa dura, y de no ir, consideraba los inconvenientes se podían seguir; pero ellos porfiaban en que el rey fuese allá, porque decían que luego él lo dijese, entregarían la villa; y así él se partió, protestando que no era su intención perjudicar en nada el derecho que competía al vizconde de Cardona. Luego que llegó (el) rey, bajaron veinte hombres del regimiento, y con ellos el castellan, y el rey les dijo, porqué habían enviado por él; y ellos dijeron, que para tomar consejo de lo que habían de hacer del castillo que el vizconde de Cardona les había encomendado, y que no querían faltar a la fé habían dado de tenerle por él; y el rey les dijo, que él y la condesa prometían al castellano y a los de la villa, que el derecho tenía Ramón Folc en el castillo quedase salvo e ileso, y que no se hiciese a él ni a sus pretensiones perjuicio alguno; y ellos prometieron al rey que luego que la condesa hubiese cobrado por justicia todo lo que faltaba del condado de Urgel, ellos luego le darían posesión de aquel castillo; y de esta manera quedó esto asentado, y no dejaron entrar el ejército dentro, por escusar las licencias se toman los soldados, en perjuicio de los paisanos; y no pasó mucho tiempo que, entendida la justicia de la condesa, le entregaron el castillo.
Tomada la villa de Pons, se entregaron libremente y sin contradicción alguna a la condesa las villas de Oliana y demás lugares del condado que estaban a la montaña, y * las orillas del río Segre, hacia la Seo de Urgel, que eran muchos, y de esta manera, con el favor, gasto y amparo del rey, cobró la condesa todo el condado de Urgel, y * puesta en pacífica posesión de él. Todo esto pasó antes del mes de diciembre del año 1228, porque hallo un privilegio concedido al postrero de noviembre de este año, y después le confirmó el rey don Fernando el primero, en que la condesa concede franqueza de lezdas y peajes en todas las tierras del condado de Urgel, y les exime de tres *malos usos, que eran intestia, exorquia y cugucia, y que no pue* conocer el baile de la condesa de las riñas y pendenc* haya entre ellos, que no sean pasados diez días, y si de* de ellos concordaren las partes, quiere que sus oficiales * conozcan de tal delito, y que sean francos del tercio de las ventas que hicieren de sus heredades, con que no las vendan a caballeros, salvo a los que son domiciliados en el condado de Urgel.
Guerau de Cabrera, vizconde, echado y despojado de * condado a punta de lanza, sin vasallos ni amigos, y en desgracia del rey, abrió los ojos del entendimiento y cono* la vanidad de las cosas del mundo, sus engaños y deva* y que todo su mal procedía de su poco seso, y por no haber querido pasar por lo que era justo, queriendo emprender más de lo que permitían sus fuerzas y justicia * viejo y cargado de años y reveses de fortuna, y así, dej* el mundo, se metió en la religión de los Templarios, * regla, en estos tiempos, estaba en su mayor vigor y observancia, donde pasó lo restante de su vida sirviendo a Dios y murió en ella. El anal de Ripoll da indicios de que el rey prendió al vizconde, y que él se escapó de la cárcel, y de secreto se metió en la religión de los Templarios, sus palabras son estas: Qui Geraldus comes a captione ereptus tacit* intravit ordinem militie Templi et mortuus fuit ibi. Hubo (ahora decimos tuvo) el condado de Urgel cerca de veinte años, esto es, desde el año 1208, que le tomó con armas, hasta el de 1228, que fue sacado de él.
Casó con doña Luisa, a quien los castellanos llaman Elo (Eloísa), hermana de don Pedro Fernández de Castro, que llamaban el Castellano, que fue gran señor en Castilla y Galicia, con cuya casa tuvieron mucho parentesco los condes de Urgel y vizcondes de Cabrera, desde el tiempo del conde don Pedro Fernández de Trava, que casó con doña Mayor, hija de Armengol, llamado el de Castilla; aunque es opinión de algunos, que esta doña Elo no fue hermana, sino hija de Pedro Fernández de Castro y de Gimena Gómez, su mujer, que en la era 1242 fueron recibidos, con doña Elo y Alvar Pérez, sus hijos, por familiares de la orden de Calatrava; y el don Pedro fue hijo de don Fernán Ruiz de Castro y de doña Estefanía, hija de Alonso, rey de Castilla, y de Fernando, rey de León, que fue el que casó esta su hermana con el dicho Fernán Ruiz de Castro. Casó esta doña Elo dos veces, la primera con Martín Sánchez, conde de Trastámara, hijo natural del rey don Sancho de Portugal (y * hermano de don Pedro, que casó con la condesa Aurembiaix.), y no quedaron hijos; muerto este marido, casó segunda vez con don Guerau de Cabrera, conde de Urgel, a quien vulgarmente en Castilla llaman don Geralte de Cataluña, vizconde de Cabrera. De este matrimonio quedaron dos hijos: Ponce, que fue conde de Urgel, y de quien hablaremos en su lugar, y don Ruiz Geraltez, a quien llamaban Ruiz Fernández de Castro, que fue vizconde de Cabrera y murió en vida de su madre, y casó con doña María Pérez, su prima, hija, no de don Pedro Fernández de Castro, ni de don Alvar Pérez, que era hijo suyo, hermano de doña Elo, su madre, sino de doña Leonor Gonzales, hija del conde don Nuño González de Lara. Estos dejaron un hijo, que fue d* Fernando Ruiz de Castro, que con otros ricos hombres sig* la voz del infante don Felipe, hijo de don Nuño González de Lara, y otros, que fueron a Granada a valerse de l* moros contra el rey don Alonso, con apellido que no quería enmendarles algunos daños y agravios que decían había hecho a ellos y a sus vasallos; y fue muy gran señor * Castilla: la hija fue doña Leonor Rodríguez de Castro. E* don Fernán Ruiz de Castro fue vizconde de Ager; y * no haber tenido hijos que le sobreviviesen, volvió aquel vizcondado a la casa de los condes de Urgel; y casó con d* Urraca Díaz de Haro, hermana de don Lope Díaz de Haro, señor de Vizcaya, y de ellos quedó don Pedro Fernández de Castro, que murió de edad de quince años: este don Fernán Ruiz de Castro y doña Leonor, su hermana, se partieron los bienes de la madre, y a ella le cupo la villa de Santa Olalla, entre Toledo y Talavera, y en la era de 1317 * en su testamento, la dejó a la orden de Calatrava, para sustentar las monjas del convento de San Felices de Amay* donde ella se mandó sepultar; y después, el mismo año, hizo un codicilo, en que manda la dicha villa a don Pedro Fernández de Castro, su sobrino, hijo de Fernán Ruiz de Castro, vizconde de Ager, con que la dicha orden la poseyese hasta que don Pedro tuviese hijos, y si muriese sin ellos, se quedase con ella para las dichas monjas. Este don Pedro murió de quince años y sin hijos, y la orden había dado la villa a su madre por cierto tiempo limitado, y ella pretendió que la había heredado de su hijo, y así la dejó en testamento a su hermano don Lope Díaz de Haro, que se apoderó de ella, y muerto él, volvió a la orden, que la poseyó más de veinte años, y al fin la dio por el castillo de Ca-*bra a don Sancho S. de Ledesma, hijo del infante don Pedro, y a la postre, don Diego López de Haro, hermano de don López y de doña Urraca, puso pleito a la orden, y salió con ello. Hicieron también otras donaciones a la dicha orden de Calatrava, que por no ser propio tratar de ellas, las podrá ver el curioso en la Crónica de la dicha orden de Calatrava.