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lunes, 22 de junio de 2020

231. EL AMOR DE DON PEDRO DE AZAGRA


231. EL AMOR DE DON PEDRO DE AZAGRA (SIGLO XII. ALBARRACÍN)

231. EL AMOR DE DON PEDRO DE AZAGRA (SIGLO XII. ALBARRACÍN)


Muhammad ben Mardanis, conocido en todo el mundo cristiano del momento como el rey Lobo, era uno de los personajes más importantes e influyentes de su tiempo. En cierta ocasión, se encontraba descansando en Albarracín mientras sus ayudantes preparaban la expedición militar con la que iba a intentar apoderarse de Murcia y Valencia, de cuyos territorios acabó siendo rey. Cuando le avisaron de que todo estaba preparado para iniciar la campaña, y llegado el momento de abandonar Albarracín, a pesar de tratarse de un guerrero valeroso curtido en mil batallas no pudo evitar que le invadiera una inmensa tristeza pues con su marcha dejaba atrás unas tierras que le eran muy queridas y una esposa a la que adoraba.

Por suerte, contaba ben Mardanis entre sus vasallos con la amistad y confianza de don Pedro de Azagra, un caballero leal a quien encomendó el gobierno de sus posesiones albarracinenses y la custodia de su mujer, la bella mora Alba, a la que no quería exponer a los múltiples peligros que hacía presagiar la empresa conquistadora que iba a acometer.

Partió, pues, el rey Lobo para la guerra y don Pedro de Azagra se aprestó a guardarle hacienda y esposa. Pero la ausencia de ibn Mardanis se prolongó más de lo esperado y su hermosa mujer, cautivada por la honradez y el valor de don Pedro, no sólo hizo que se fuera olvidando de su marido ausente, sino que se enamorara perdidamente del vasallo cristiano, quien intentó resistirse a los encantos e insinuaciones de doña Alba, dedicándose a la caza y a recorrer las tierras del señorío, aunque todo acabó siendo en vano pues el amor surgió y prendió entre ambos.

Al cabo del tiempo, regresó victorioso un día a Albarracín ibn Mardanis soñando con su bella esposa Alba, pero ésta, no pudiendo resistir la idea de verse separada de don Pedro, acabó muriendo de pena llevándose consigo para siempre el secreto de aquel amor.

Tras aquel fatal desenlace, pasados unos días y apenas repuesto del dolor causado por la pérdida de doña Alba, partió el rey Lobo de nuevo hacia Levante dejando a don Pedro de Azagra, su vasallo y amigo cristiano, como señor perpetuo de Albarracín para que la gobernara en su nombre.

[Martínez Calvo, Pascual, Historia de Castellote..., I, pág. 214.]

domingo, 21 de junio de 2020

224. DOS PRETENDIENTES PARA ZAIDA (SIGLO XI. CELLA)


224. DOS PRETENDIENTES PARA ZAIDA (SIGLO XI. CELLA)

224. DOS PRETENDIENTES PARA ZAIDA (SIGLO XI. CELLA)


A finales del siglo XI, en la parte más oriental de la serranía de Albarracín, se alzaba un imponente castillo gobernado por el alcaide don Garcí Núñez, señor de Celfa, hoy Cella. Tenía este caballero cristiano una hermosa y única hija, llamada Zaida, cuyo amor se disputaban dos cualificados pretendientes: el árabe Melek, hijo del valí (walí) de Albarracín, y Hernando, conde cristiano del castillo de Abuán.

Don Garcí Núñez era padre y señor a la vez, doble condición que mediatizaba la decisión a tomar respecto al futuro de su hija. Por una parte, deseaba lo mejor para ella, pero, por otra, tenía que velar por los intereses de Celfa, cuya supervivencia dependía de las buenas relaciones de amistad con los señores vecinos, tanto moros como cristianos, y la disponibilidad o no de agua para hacer de su señorío un territorio habitable y rico.

Dispuesto el padre, pues, a elegir al mejor pretendiente posible para su hija y para el señorío de Cella, les impuso a ambos sendas condiciones, de modo que Zaida sería para quien antes cumpliera la suya: a Hernando la mandó buscar y hacer aflorar agua del subsuelo; a Melek, reconstruir el antiguo acueducto romano, que tomaba sus aguas en el Guadalaviar. De cualquier modo, quería asegurar el agua para la población de Cella.

Cada uno se entregó con tesón a su tarea, pero pronto un fortuito hecho acabó descubriendo a Melek que la muchacha prefería a Hernando, su rival. Un atardecer en que estaban todos junto al Cid, que andaba de paso por la zona y habían acudido a rendirle pleitesía, Zaida ofreció a Hernando agua amorosamente con sus manos. En un ataque de celos, Melek intentó acabar con su contrincante pero fue vencido por Hernando, aunque éste moriría también poco después a manos de un esbirro del valí, que vengó así la muerte de su hijo.

Zaida murió a los pocos días, incapaz de soportar tanta tragedia, pero hoy, muchos años después, en las noches de luna llena, se puede ver en las aguas de la fuente de Cella la imagen de una hermosa mujer dando de beber con sus manos a un apuesto galán.

[Deler, Pascual, «Tradición celdana: Zaidía», Xiloca, 3 (1989), 243-246.]

220. LA ENAMORADA DEL CID, Griegos

220. LA ENAMORADA DEL CID (SIGLO XI. GRIEGOS)


220. LA ENAMORADA DEL CID (SIGLO XI. GRIEGOS)


Un rey moro del altiplano hoy turolense, sin duda de Albarracín, tenía una joven y bella hija que se había enamorado perdidamente de un caballero cristiano, que algunos aseguran que no era otro que el mismísimo Cid Campeador, tan asiduo visitante de estas tierras que le encaminaban a Valencia. No obstante, entre ambos jamás había mediado palabra alguna, puesto que nunca se habían visto, aunque la muchacha estaba resuelta a verle y declararle sus sentimientos.

Un día —enterada de que el caballero cristiano merodeaba por las tierras de su padre y que pretendía hostigar al rey islamita— la bella mora, conocedora del terreno, decidió acudir a un paraje en el que manaba una fuente por la que, sin duda, tendrían que pasar los cristianos. Allí esperaría la llegada de su enamorado y hablaría con él.

Se enteró el rey de la ausencia de su hija y, en un intento desesperado de evitar que cayera en manos del cristiano y aun a trueque de perderla, invocó a un mago para que la convirtiera en estrella. El hechicero procedió al encantamiento, pero en el último momento, apenado por el triste futuro que se le imponía, introdujo una variación en la fórmula ritual, pues la clarividencia connatural a estos nigromantes le hizo ver tiempos mejores y más felices para la bella dama.

Así ocurrió y desde entonces todas las noches se asoma en forma de estrella a los reinos de su padre para contemplarlos desde el cielo. Cada cien años toma de nuevo la forma de una hermosa doncella y, sentada junto a la fuente donde fuera encantada, peina sus cabellos pausadamente con un peine de oro macizo y piedras preciosas.

Se cuenta que un pastor coincidió con una de esas apariciones y, acercándose a la joven, oyó que ésta le preguntaba a quién prefería, si a ella o al peine. El pastor, tentado por la codicia, prefirió el peine de oro y pedrería, así que ella se lo arrojó y desapareció. Pero el peine se convirtió en astilla de pino y la princesa, que sigue brillando en el cielo como estrella, hace ya tiempo que le perdonó y sólo espera el día de volver a la fuente por si aparece el caballero al que sigue amando.

[Beltrán, Antonio, Introducción al folklore aragonés (I), págs. 108-109.]


Domina la vista sobre Griegos la imponente Muela de San Juan, uno de los miradores más privilegiados de la Sierra de Albarracín, pero además de estas impactantes vistas, donde se ubican las pistas de esquí de fondo, los alrededores de Griegos conservan una rica biodiversidad: la dehesa boyal es, en primavera, un estallido de flora que atrae a numerosos fotógrafos y naturalistas. Abundante fauna se puede avistar en cualquier época del año y para aquellos que prefieran contemplarla a resguardo, queda la visita a su Museo de Mariposas. Griegos atesora también entre sus hitos, ser el segundo pueblo más alto de España, otro atractivo más para este pueblo encalado.

domingo, 14 de junio de 2020

200. LA ETERNA ESPERA DE LA MORA DE GUADALAVIAR


200. LA ETERNA ESPERA
DE LA MORA DE GUADALAVIAR (SIGLO XII. GUADALAVIAR)

La suerte estaba echada. Los guerreros cristianos dominaban la situación por doquier. Cuando le tocó la hora al reino sarraceno de Albarracín, que no podía esperar ayuda alguna, la mayor parte de la población mora permaneció en sus casas, pero sus principales responsables políticos huyeron hacia el Levante y el Sur.
Entre los emigrantes, marchó presuroso un jinete llevando a la grupa de su montura a una joven y bella mora. Como el peso de ambos dificultaba la huida, al llegar al pie de la Muela de San Juan, a la entrada de una enorme gruta, el jinete sarraceno descabalgó a la joven, diciéndole que le esperara allí hasta su regreso, en el que todavía confiaba.
La «cueva de la mora», aunque ni grande ni profunda, tiene en sus entrañas recónditas moradas y quebrados pasadizos, de modo que la gente, temerosa, no se atreve a entrar. Lo cierto es que la bella joven musulmana, tras quedarse totalmente sola, se aposentó en la oquedad y se dispuso a esperar cuanto tiempo fuera preciso.
Mientras, los victoriosos ejércitos cristianos, imparables en su avance, se apoderaron por completo del reino albarracinense, de modo que el regreso al pasado musulmán, que había sido glorioso, fue imposible. Pero la bella joven siguió esperando a su caballero.
Todavía ahora hay quien dice que, año tras año, el día de san Juan, cuando las primeras luces del día iluminan las cumbres de la Muela de San Juan y van invadiendo con lentitud las gargantas y valles que confluyen en el valle del brioso Guadalaviar, la muchacha sale de la cueva y, sentándose a la vera de una fuente clara que mana junto a la misma, se la ve peinar pausadamente, sin prisa alguna, su larga y negra cabellera con un peine de oro, sirviéndole las aguas de espejo. Luego, terminado su tocado, regresa a la cueva para salir sólo al año siguiente, esperando eternamente presa de tan singular encantamiento.
[Tomás Laguía, César, «Leyendas y tradiciones...», Teruel, 12 (1954), 143-144.]

* Hasta no hace mucho, los mozos de la comarca, junto con sus jóvenes esposas, solían acudir a celebrar junto a la fuente —como «Fuente de los Mozos» se le conoce— el segundo banquete tras las nupcias, esperando que la constancia y la fe en una promesa, cual fue el caso de la bella muchacha mora, fortaleciera el vínculo recién estrenado.

https://nogueradealbarracin.wordpress.com/2011/07/16/la-leyenda-de-la-cueva-de-la-mora/
200. LA ETERNA ESPERA  DE LA MORA DE GUADALAVIAR



https://www.comarcadelasierradealbarracin.es/index.php/la-comarca-portal-del-ciudadano/conocenos/introduccion/54-portal/conocenos/introduccion/165-leyendas

197. EL TESORO ESCONDIDO DE ALÍ MOHAL


197. EL TESORO ESCONDIDO DE ALÍ MOHAL (SIGLO XI. MONREAL DEL CAMPO)

Tras arduos y sucesivos intentos, Rodrigo Díaz se apoderó, por fin, de Valencia. La población musulmana pudo permanecer en sus casas, pero el Cid gravó a estas comunidades con ingentes impuestos y, en muchas ocasiones, tuvieron problemas para reunir el dinero. El ex rey valenciano Alcadir era uno de los que tenían dificultades para pagar su cuota, de manera que acudió a solicitar ayuda a un rico moro llamado Alí Mohal. Pero éste, un verdadero usurero, no estaba dispuesto a prestar un dinero que consideraba de difícil recuperación, así es que cargó sus inmensos tesoros en un número interminable de mulas y salió huyendo hacia el interior del país.

Llegó Alí Mohal a Segorbe, donde el tributo a pagar por su señor se estipulaba en seis mil dinares. Por miedo a ser requerido para otro préstamo, también huyó. En Jérica, la cantidad debida ascendía a tres mil dinares, que tampoco estaba dispuesto a adelantar, y prosiguió, por lo tanto, su camino. En Albarracín, el tributo todavía era más elevado, así es que ni se detuvo. En ese constante deambular, Alí Mohal se dirigió al amplio valle del Jiloca hasta encontrar, en las cercanías de Monreal, un lugar que estimó seguro para guardar su inmenso tesoro. Se trataba de una cueva, la que hoy se conoce como «El Caño del Gato» o, mejor, «La Gruta del Gato». Invirtió bastante dinero, aunque, en realidad, era una parte ínfima de su riqueza para adecuar y adecentar la cueva, disimulando perfectamente la entrada para que pasara inadvertida.
197. EL TESORO ESCONDIDO DE ALÍ MOHAL (SIGLO XI. MONREAL DEL CAMPO)
Alí Mohal convirtió la oquedad en una magnífica vivienda, en la que se encerró con al menos doce esposas, todas ellas bonitas y jóvenes, que fue sumando a su harén en cada población visitada. En las largas horas de espera, para mejor disimular sus tesoros, los introdujo en sacos cosidos con pieles de gato.
Un día, Alí Mohal fue descubierto cabalgando por la comarca y, a toda prisa, se escondió en su cueva palacio. Para mayor seguridad, decidió tapiar la entrada, pero provocó un movimiento de rocas, de modo que el desprendimiento cerró por completo el acceso, enterrando para siempre al usurero. Por eso generaciones de ayer y de hoy han buscado el tesoro, pero sólo han hallado huesos humanos y restos de bolsas de piel.
[Datos proporcionados como «El Caño del Gato», por Ángel Fuertes, Miguel A. Sánchez, Ángel Villava y Alberto Villar. Colegio «Ntra. Sra. del Pilar». Monreal del Campo.]

196. LA VENGANZA DE ABDELMELIC


196. LA VENGANZA DE ABDELMELIC (SIGLO XI. ALBARRACÍN)

A fines del siglo XI, los territorios independientes de la taifa de Albarracín estaban rodeados de los de la importante taifa de Sarakusta, de los de Molina, Cuenca y Alpuente, y de unos minúsculos señoríos vasallos del Cid. Sus pequeñas cortes eran hervideros de confabulaciones y las relaciones con los alcaides de sus fortalezas no estaban exentas de episodios más o menos intrigantes.
El segundo señor independiente de la Sahla, Abdelmelic ben Razín, tuvo ocasión de vivir una de estas intrigas en el castillo de Adakún, hoy Alacón, del que era alcaide y vasallo suyo un tal Obaidalá, cuñado de Abdelmelic, puesto que estaba casado con una hermana de éste.
Tramó con cuidado y sigilo Obaidalá el asesinato de su cuñado y señor, hombre ya mayor, con el deseo de sucederle en el gobierno de la Sahla. Para ello, invitó a su palacio a Abdelmelic y a sus hombres de confianza, ofreciéndoles un banquete en el que corrieron profusamente comida y vino. Cuando el señor de Alacón creyó llegado el momento, sus esbirros se lanzaron sobre Abdelmelic y le hirieron gravemente. Ante el drama que se estaba produciendo, la hermana del agredido —y esposa a la vez del agresor— pudo subir al piso superior y solicitar auxilio al exterior, de modo que los servidores de Abdelmelic entraron en el recinto y prendieron a los agresores, dejando con vida al traidor y a su hijo, tal como les pidió su señor, que yacía herido.

Los organizadores de tan sangriento festín fueron castigados con saña para que sirviera de escarmiento y Abdelmelic —que salvó la vida, aunque le quedaron cicatrices del atentado— hizo comparecer públicamente a Obaidalá, su cuñado, ordenando que le cortaran manos y pies, que le vaciaran los ojos y, por fin, que fuera crucificado a la vista de todos, como así se hizo, desoyendo las súplicas de su hermana. En cuanto al hijo del señor de Alacón, que era su sobrino y había participado también en la conspiración, decidió dejarle en libertad, pero no sin antes ordenar que le fuera cortado un pie para que nunca le pudiera perseguir.
Hay quien, todavía hoy, cree oír en Alacón, junto a las ruinas del castillo, los lamentos de una mujer, sin duda la esposa de Obaidalá, gemidos por el hijo al que su marido, el señor de la Sahla, castigara.

193. LA PRINCESA MORA QUE BUSCÓ LA LIBERTAD


193. LA PRINCESA MORA QUE BUSCÓ LA LIBERTAD (SIGLO X-XI. FRÍAS DE ALBARRACÍN)

En la corte musulmana de Albarracín, el rey tenía encerrada a su hija Aixa en una lóbrega habitación del alcázar real. Estaba confinada allí por el grave delito de ser hermosa y objeto de un posible pacto con algún reyezuelo sarraceno del que obtener provecho. Nadie, pues, la podía ver, no fuera que los planes paternos pudieran fallar.
Sin embargo, una noche de verano en que el señor albarracinense se hallaba ausente de la ciudad, Aixa logró salir del recinto amurallado y lanzarse a la libertad por los montes de Frías. Se escondió entre las paredes de un semiderruido castillo, a cuyo pie brotaba una fuente de claras aguas. La princesa disfrutó así de la quietud del monte, del volar vertiginoso de los pájaros, del susurro de las hojas al ser mecidas por el viento... Se sentía libre.

En la corte, en cambio, todo era inquietud, pues se temió que Aixa había sido raptada. Se registró toda la ciudad, hasta el último rincón; se recorrió el río; se enviaron emisarios a todos los castillos, incluso los cristianos. Nadie supo dar la más mínima noticia que pudiera conducir al paradero desconocido de la princesa.
Se recurrió, asimismo, a magos y adivinos venidos de todos los confines, pero ningún conjuro logró dar fruto. Cuando ya se desconfiaba del procedimiento, una hechicera llegada de al-Andalus le dijo al rey que su hija estaba viva, y que fue ella misma quien eligió la libertad. No obstante, jamás podría hallarla, aunque sí castigarla a distancia, si así lo deseaba.
La hechicera, con el beneplácito del rey, ideó un castigo sibilino. Ya que la muchacha deseaba vivir como el corzo y el águila, como éstos debía sufrir alguno de los rigores de la naturaleza. La condenó así a que, siempre que acudiera a la fuente a saciar su sed, las aguas del manadero se retiraran, como así ocurrió desde aquel día.
Hoy, cualquiera que recorra con sosiego las montañas de Frías, como hiciera Aixa, podrá hallar la «fuente Mentirosa» o «Burlona», única en toda la comarca de manadero intermitente: tan pronto emerge su hilo de cristal como desaparece por algún tiempo. En las ruinas próximas, Aixa, sin embargo, prefirió la libertad a la espera interminable en la sala lóbrega del palacio real.
[Tomás Laguía, César, «Leyendas y tradiciones...», Teruel, 12 (1954), 138-140.]

192. LA PIEDRA HORADADA POR EL AMOR


192. LA PIEDRA HORADADA POR EL AMOR (SIGLO X. ALBARRACÍN)

En el tiempo en el que Albarracín era gobernada por Abú Meruán, de la familia de los Abenracín, se escribió en sus sierras una de las más bellas historias de amor que se conocen. Ocurrió que el menor de los hijos de Abú Meruán, jinete ágil y conocedor como nadie del terreno, acostumbraba a recorrer las montañas del señorío, lo que le condujo a Cella, donde el alcaide del castillo solía recibirle hospitalariamente. Fruto de estas visitas fue el amor que el joven Abenracín comenzó a sentir por Zaida, hija única del alcaide, amor que pronto se vio correspondido.

Pero aquel sueño era imposible, pues el señor de Cella tenía proyectos mejores para su hija, a quien pensaba desposar con un emir de al-Andalus, más rico y más poderoso que Abú Meruán. Este, a quien el alcaide le debía vasallaje, apenado por el dolor de los jóvenes enamorados, envió una embajada al padre de la hermosa Zaida.
La comitiva, cargada de regalos, fue recibida con cortesía en el castillo de Cella. Pero a la hora de tratar del enlace, el alcaide manifestó que Zaida ya estaba comprometida. Los embajadores no desistieron, temerosos de la reacción de Abú Meruán, reacción que también temía el alcaide. Por eso puso una condición que creyó imposible que pudiera ser cumplida y, por otro lado, le dejaría las manos libres, quedando a salvo su integridad. Prometió acceder al matrimonio cuando las aguas del Guadalaviar regaran los campos de Cella. Los embajadores deliberaron y, tras pensar cómo hacer realidad tan extraña solicitud, pidieron un plazo para poder acometer el prodigio, plazo que se cifró en cinco años.
Cientos de hombres trabajaron noche y día horadando la montaña que separa el Guadalaviar de los llanos entonces sedientos de Cella. Poco a poco, por las entrañas de la tierra, un acueducto —que el Cid admiraría años más tarde y que todavía hoy es testimonio de aquel amor— lanzaría el agua clara del río encajonado a los campos abiertos de la llanada. Faltaban muy pocos días para cumplirse el plazo marcado y el agua llegó a Cella.
El joven Abenracín y Zaida, la bella morica de Cella, pudieron cabalgar juntos entre los trigales nuevos de su amor.
[Tomás Laguía, César, «Leyendas y tradiciones...», Teruel, 12 (1954), 127-129.]

jueves, 20 de febrero de 2020

LXXVI, legajo cartas reales, 65, 18 mayo 1330

LXXVI. 
Leg. de cartas reales. Núm., 65, 18 mayo 1330.

Al molt alt et molt poderos senyor Namfos per la gracia de Deu rey Darago etc. Los jurats e prohomens de la ciutat de Valencia besan vostres mans et peus se comanen en vostra gracia. Be creem senyor que reduyts a memoria et havets entes los grans dans quels habitans de la dita ciutat et terme daquella han sostenguts per inundacions et ruynes de moltes aygues del flum de Guadalaviar axi Senyor que molts et diverses albercs son cahuts per la dita raho et los ponts tots de la dita ciutat et orts et terres moltes son estades destroydes axi que quant a ara senyor pont alcu no ha en la ciutat per lo qual hom puscha entrar ne exir daquella sino per palanques ni trobam manera de la qual puscham trer ho haver de las gents moneda ab la qual puscham reffer et tornar los dits ponts: car segons que vos senyor sabets les gents son ja carregades et sotsmeses a pagar imposicio et monedatge et son obligades a grans quantitats les quals la ciutat deu per gran multitut de forment que en lany prop passat li convench assegurar et per altres necessitats e havem pensat que los dits ponts no poden esser reparats ni tornats si doncs no es per collecta de les mealles segons que ja en altres temps passats es estat. Perque senyor suplicam et clamam merçe a la vostra altea queus placia atorgar et donar licencia que la collecta de les mealles que es mealla per cascuna bestia dalbarda lo die sie imposada cullida et levada en la dita ciutat per IlII anys continuament la qual collecta sie convertida en reparar et obrar los dits ponts. Nostre Senyor Deu vos don vida longa ab salut et victoria de vostres enemichs. Scrita en Valencia a XVIII dies de maig anno Domini MCCCXXX. - Al molt alt et molt poderos senyor Namfos per la gratia de Deu rey Darago etc. - Jurats e prohomens de la ciutat de Valencia.

El Turia, llamado también en su primer tramo Guadalaviar,​ es un río de 280 km de longitud, que discurre por el este de la península ibérica. Nace en la Muela de San Juan, término municipal de Guadalaviar, en el entorno de los Montes Universales, Sierra de Albarracín (Teruel) y desemboca en el mar Mediterráneo, cerca de la ciudad de Valencia.


El nombre de Guadalaviar (wadi al-abyad 'río blanco') lo ha tenido desde el siglo X, y así se conoce actualmente su primer tramo hasta la confluencia con el río Alfambra (al-Ħamrā 'el rojo') en la ciudad de Teruel; a partir de esta ciudad, las aguas del río cambian de color, teñidas por las aguas rojas del Alfambra.

// Namfos : en Alfons, Alfonso IV rey de Aragón.https://es.wikipedia.org/wiki/Alfonso_IV_de_Arag%C3%B3n
https://books.google.es/books?id=C7pIAQAAMAAJ&pg=PA17&lpg=PA17&dq=Namfos+rey+Arag%C3%B3n
LXXVI, legajo cartas reales, 65, 18 mayo 1330, Namfos, Alfons, Alfonso
lxxvii-legajo-cartas-reales-73-9-agosto-arzobispo-zaragoza


sábado, 15 de febrero de 2020

Contra la manipulación de la Historia de Aragón y Cataluña

Todos los amantes de la Historia, hemos oído hablar de José Luis Corral Lafuente, Este aragonés ilustre, nació en Daroca, Profesor de Historia y escritor. Licenciado en Filosofía y Letras, se doctoró en Historia por la Universidad de Zaragoza, en la que es profesor de historia medieval y director de Taller de Historia S.L. Como medievalista, ha centrado buena parte de su labor investigadora en la España musulmana y en la Historia de Aragón. Es también uno de los más prolíficos autores españoles de novela histórica.

Este es un resumen del propio J. L. Corral, de un texto que publico en 2010, y que conviene recuperar para clarificar ciertos mensajes que llegan desde el ultranacionalismo pancatalanista).

LA CORONA DE ARAGÓN. CONTRA LA MANIPULACIÓN DE LA HISTORIA DE ARAGÓN Y CATALUÑA.

José Luis Corral Lafuente.
LA CORONA DE ARAGÓN. CONTRA LA MANIPULACIÓN DE LA HISTORIA DE ARAGÓN Y CATALUÑA.

La Historia es una materia propicia para la manipulación. En este sentido, el caso de la historia de la Corona de Aragón es paradigmático. A mediados del siglo XIX un movimiento cultural, y político, nacido en Barcelona y denominado “la Renaixença” se empeñó en cambiar la historia a base de alterar definiciones y de imaginar símbolos y espacios que jamás existieron.
En su desvarío historiográfico, algunos eruditos de ese movimiento comenzaron a acuñar conceptos que nunca existieron como “la Corona catalana-aragonesa”, “los condes-reyes”, “los reyes-condes”, “los reyes de Cataluña”, la “Confederación catalana-aragonesa” y otras denominaciones falsas, de ese mismo estilo, que culminó con la peregrina ya histórica denominación, ya en el siglo XX, de “Els Països Catalans” para definir un inexistente territorio "histórico" común en el que se incluían los actuales Cataluña, Rosellón, Cerdaña, las comarcas orientales de Aragón, la Comunidad de Valencia y las Islas Baleares.
Proyectando ideas políticas nacionalistas del presente en el pasado, se alteró el ordinal dinástico de los reyes de Aragón, de modo que Alfonso II el Casto pasó a ser “Alfons I” y Pedro II el Católico, “Pere I de Catalunya”; y así siguen siendo denominados estos soberanos en los ficheros del Archivo de la Corona de Aragón y en las denominaciones de algunos políticos ultranacionalistas catalanes.
La llamada Corona de Aragón tuvo su origen en una unión dinástica basada en una alianza matrimonial, siguiendo el derecho medieval sucesorio navarro y aragonés y el derecho canónico. La Corona de Aragón no se llamó así desde el principio. En el siglo XII ni los reyes de Aragón ni los condes de Barcelona tenían como distinción de su rango una "corona". El primero de ellos en ser coronado fue Pedro II, y lo hizo en Roma en 1204 de manos (o mejor de pies, según una leyenda) del papa Inocencio III. Para ser rey legítimo de Aragón era necesario haber nacido de matrimonio canónico, jurar los fueros de Aragón, y luego los de los demás territorios de la Corona, y ser coronado en la catedral de La Seo de Zaragoza.
Desde 1068 los reyes de Aragón eran vasallos de la Santa Sede, y por tanto debían juramento de homenaje a los papas. Por ello, la monarquía aragonesa adoptó sus colores heráldicos, el rojo y el amarillo, copiando los de su señor feudal, el papado, pues esos eran los que usaban los pontífices en la Edad Media.
La Corona de Aragón se sostuvo en sus soberanos y en la continuidad de su linaje, y ello a pesar de que los tres primeros, Alfonso II, Pedro II y Jaime I accedieron al trono en minoría de Edad, con algunas dificultades.
Los Estados fundacionales de la llamada Corona de Aragón fueron el reino de Aragón (con la reina Petronila) y el condado de Barcelona (con el conde Ramón Berenguer IV, que también lo era además de Ausona, Cerdaña, Besalú y Gerona). Pero no de Urgel, por ejemplo. Desde 1137 se fueron sumando otros territorios; en algunos casos por incorporación pacífica, como el marquesado de Provenza o los condados de Pallars y Urgel; en otros por conquista a los musulmanes, como las tierras de Lérida, Fraga, Tortosa, Teruel, el reino de Mallorca, el de Valencia o el señorío de Albarracín; y en otros durante el proceso de expansión mediterránea, como los reinos de Sicilia, Cerdeña, Nápoles o los ducados de Atenas y Neopatria en Grecia.
Estos soberanos nunca se intitularon “reyes de la Corona de Aragón”, sino que lo hicieron con todos y cada uno de sus títulos privativos. Así, Petronila fue reina de Aragón, como heredera de Ramiro II, y condesa de Barcelona, por su matrimonio con Ramón Berenguer IV, que fue príncipe de Aragón y conde de Barcelona; Alfonso II fue rey de Aragón, conde de Barcelona y marqués de Provenza; Jaime I, rey de Aragón, rey de Valencia, rey de Mallorca, conde de Barcelona y señor de Montpellier; y Pedro IV rey de Aragón, rey de Valencia, rey de Mallorca, conde de Barcelona y duque de Atenas y Neopatria, e incluso rey de Jerusalén, entre otros títulos. Y cuando se abreviaban los títulos y sólo se colocaba uno, siempre prevalecía el más antiguo e importante en el orden protocolario: rey de Aragón.
Desde luego, los soberanos de la Corona nunca se intitularon como “reyes o condes de Cataluña”, pues aunque desde fines del siglo XII ya aparece el macrotopónimo "Cataluña", la idea de un territorio llamado Cataluña, de extensión similar a la actual Comunidad Autónoma española del mismo nombre, que englobara a la mayoría de los condados cristianos altomedievales del noreste hispano, y a las tierras de Lérida, Tarragona y Tortosa no se concretó hasta el reinado de Jaime I, ya en el siglo XIII, cuando comenzaron a definirse las fronteras políticas entre los reinos y Estados de Aragón, Cataluña y Valencia, que no quedaron perfiladas definitivamente hasta bien entrado el siglo XIV.
Dentro de la unidad dinástica de la Corona de Aragón, cada uno de los Estados que la integraron mantuvo sus instituciones políticas, su autonomía fiscal, su lengua, sus derechos, sus costumbres, sus normas cívicas, su moneda, su sistema de medidas y su cultura hasta los Decretos de Nueva Planta impuestos por la dinastía de Borbón a comienzos del siglo XVIII. La Corona de Aragón fue un ejemplo de convivencia y tolerancia que, en su propia historia, puede dejar no pocas enseñanzas a la España y a la Europa contemporáneas.
Lamentablemente, ultranacionalistas indocumentados o tergiversadores están empeñados en falsificar esta historia.


domingo, 24 de noviembre de 2019

UN TORO DE ORO ESPERA, Griegos


4. EL MUNDO MUSULMÁN

188. UN TORO DE ORO ESPERA (SIGLO VIII. GRIEGOS)

En lo alto de la Muela de San Juan, en plena sierra de Albarracín, se dice que hubo en tiempos una gran ciudad amurallada, adornada de palacios y jardines, y abundante en tesoros.

UN TORO DE ORO ESPERA (SIGLO VIII. GRIEGOS)


A comienzos del siglo VIII, los ejércitos musulmanes fueron apoderándose con rapidez de toda España, sin encontrar apenas resistencia o, cuando la hallaron, no supuso un obstáculo insalvable, como ocurrió en la hasta entonces tranquila ciudad de la serranía albarracinense. Porque los habitantes de la ciudad de la Muela de San Juan se aprestaron a defenderse, tras esconder sus tesoros, entre los que se hallaba un magnífico toro de oro macizo, heredado del templo pagano de la urbe primitiva. Se reforzaron las defensas, se llenaron almacenes y silos, se prepararon las armas. Pero todo fue inútil; la ciudad ardió, las murallas de seguridad fueron arruinadas y sus habitantes, asesinados.

Uno de los asaltantes, un corpulento berberisco llamado Abén Jair, tuvo la fortuna de encontrar el toro de oro y lo escondió a su vez para intentar sustraerlo al comunitario reparto del botín. Por la noche, tras tirarlo por las desmanteladas murallas a un frondoso bosque, se adentró en éste para enterrarlo en profundo hoyo, cuyo emplazamiento tan sólo conocía él.

El ejército sarraceno prosiguió su avance y la ciudad de la Muela de San Juan quedó desierta, tanto que hoy se desconoce su auténtico emplazamiento. 

Aldeas, pueblos y ciudades fueron cayendo uno tras otro. Al pie de una almena, también dejó la vida Abén Jair, truncada por una saeta, pero antes de morir desveló su secreto a Abén Jaye, su amigo berberisco, para que recuperara el toro dorado y repartiera el fruto de su venta entre él y la familia de Abén Jair.

Buscó Abén Jaye una y otra vez en el lugar indicado por su amigo, pero todo fue inútil. El tesoro no apareció jamás. Y el secreto fue transmitido de generación en generación entre los berberiscos de Albarracín, que siguieron durante siglos removiendo la tierra en vano, porque, según dice la leyenda, el toro de oro no aparecerá hasta que sobre la Muela de San Juan no se reedifique la ciudad incendiada.

[Tomás Laguía, César, «Leyendas y tradiciones...», Teruel, 12 (1954), 140-142.]


La Muela de San Juan es una extensa plataforma calcárea situada entre Griegos y Guadalaviar (provincia de Teruel, Aragón). Su altura media supera los 1.800 metros y alcanza los 1.841 de máximo. Forma parte del conjunto de muelas calcáreas de los Montes Universales, y está aislada por los valles del río Griegos y el valle del alto Guadalaviar cuyo nacimiento se encuentra en la vertiente sur de la Muela. Como casi todas las demás muelas de los Montes Universales, es un sinclinal con pliegues bajos en los flancos y bellas representaciones de llanuras erosivas finiterciarias, recordando externamente a las muelas de la Depresión del Ebro.


El nivel superior duro se compone de estratos de calizas y dolomías del cretácico superior que forman las cornisas kársticas llamadas 'cinglos' y dolinas en embudo. Los niveles más bajos son también más huecos y de materiales terrosos de las formaciones Utrillas y Weald, con arenas y arcillas.

Es una zona en la que la vegetación más abundante es el bosque de Pino Albar junto con sabinas chaparras, estando presente también el enebro, y está muy presente en la zona más alta. En las zonas más bajas y con terreno más arcilloso y húmedo se encuentran los pastos.

La Muela de San Juan cuenta desde hace unos años con una pista de esquí de fondo y un restaurante llamados 'La Colocha'.


viernes, 22 de noviembre de 2019

LA RESISTENCIA HEROICA DE BUEÑA


177. LA RESISTENCIA HEROICA DE BUEÑA (SIGLO XIV. BUEÑA)

LA RESISTENCIA HEROICA DE BUEÑA (SIGLO XIV. BUEÑA)


La Guerra de los dos Pedros (entre Pedro IV de Aragón y Pedro I de Castilla) fue cruel y despiadada, suponiendo para una parte de Aragón —sobre todo en las «comunidades» de Calatayud, Daroca, Albarracín y Teruel— un auténtico reguero de muerte y destrucción, dando origen a muchos despoblados. Mas, como suele suceder en toda contienda bélica, en ésta se dieron casos de heroísmo, gestas colectivas e individuales, muchas de las cuales, aparte de su veracidad, se han teñido de matices legendarios.

Los ejércitos castellanos ensangrentaron las comarcas de Tarazona y Calatayud y ensombrecieron la de Daroca. En Báguena, su alcalde, Miguel de Bernabé —haciendo arder el castillo e inmolándose él dentro— pasó a la historia por su heroísmo, lo mismo que la resistencia comunitaria de Bueña, en el camino de Teruel. Por fin, la capital turolense fue asaltada, por lo que durante unos años obedeció al rey castellano.

No pudieron entrar en Bueña los soldados castellanos, pero hicieron muchos prisioneros, entre ellos a los hermanos Martín y Andrés Martínez de Gombalde. Ya tenía Pedro I de Castilla un medio de presión ante el alcaide de la plaza, de modo que parlamentó con él, ofreciéndole mercedes y la libertad de los jóvenes si accedía a la entrega del castillo. Si se negaba, los degollarían al pie mismo del muro. Se repitió ante Bueña la escena de Tarifa, y como el hijo de Guzmán el Bueno, los hermanos Gombalde fueron asesinados a la vista de los defensores.
Cuando siguieron camino de Teruel, las tropas castellanas fueron constantemente hostigadas por los hombres de Bueña, vengando así la muerte de sus hijos. Bueña y Tarifa pasaron juntas a la historia.

Una vez finalizada la contienda, Pedro IV el Ceremonioso premió a los hermanos Martínez Gombalde y a sus descendientes con honores y mercedes, desde el castillo causante del dolor a otros en distintos puntos del reino, incluso en Navarra.

[Gisbert, Salvador, «Los dos hermanos Gombalde», Revista del Turia, 13 (1884), 5-7.]


Bueña es un municipio y población de España, perteneciente a la Comarca del Jiloca, en la Sierra de Lidón (Sistema Ibérico), al noroeste de la provincia de Teruel, comunidad autónoma de Aragón, a 61,4 km de Teruel. Tiene un área de 40,75 km² con una población de 53 habitantes (INE 2016) y una densidad de 1,74 hab/km² con una fuerte tendencia a la regresión demográfica debido a la despoblación. El código postal es 44394.


En su término urbano se han encontrado restos arqueológicos de gran importancia.

Con la victoria en la batalla de Cutanda, Alfonso I conquistó estos terrenos a los musulmanes, siendo tierra fronteriza, pero se perdió a su muerte. Posteriormente fue tomado por Ramón Berenguer IV, pasando a formar parte del Reino de Aragón.

Integrado en la Comunidad de aldeas de Teruel, dentro de la Sesma de Visiedo, su situación, próxima a tierras castellanas, hizo que en esta nueva época se transformase de nuevo en lugar estratégico. En 1363 sufrió un ataque castellano, en donde el alcalde Martín Martínez de Gombalde tuvo la oportunidad de demostrar su valentía, al negarse a entregar el castillo a los invasores. Tal gesto de lealtad hacia la Corona de Aragón costó la ejecución de sus hijos, Andrés y Martín de Gombalde.

Posteriormente, tras la ruptura de relaciones entre Pedro IV y Enrique de Trastámara, volvió a ser zona fronteriza.

CITAS:

También hay leyendas de apuestas macabras en Caminreal y tradiciones orales que nos ponen de manifiesto la valentía y abnegación de personajes de la comarca, como Miguel Bernabé, un labriego de Báguena que defendió en un acto heroico, pagando con su propia vida, el castillo de su pueblo. La misma historia se repite en Bueña en donde el alcaide de la villa, Martínez de Gombalde, no sucumbió a la amenaza, si no entregaba la villa, del sacrificio de la vida de sus hijos, que terminaron muriendo en manos de los ejércitos castellanos.
Francisco Lázaro Polo.

lunes, 18 de noviembre de 2019

LOS MARCILLA Y LOS SEGURA, FRENTE A FRENTE


167. LOS MARCILLA Y LOS SEGURA, FRENTE A FRENTE
(SIGLO XIII. TERUEL)

Vivían en Teruel dos familias ilustres, la de los Marcilla, muy noble, y la de los Segura, muy rica. Pertenecía Juan Martínez, un joven apuesto, a la primera de ellas, y, desde su más tierna infancia, sentía un profundo amor por Isabel, algo menor que él e hija de los Segura, quien correspondía a su amor.

Lamentablemente, por ser Juan hijo segundo no podía aspirar a la fortuna familiar para ofrecérsela a Isabel. Así lo veía don Pedro Segura, quien se oponía a la boda que tanto deseaban los enamorados por la desigualdad de fortuna, de modo que viendo que el único modo de casarse con Isabel era aportando riquezas al matrimonio, decidió Juan marchar a las cruzadas a hacer fortuna, no sin antes obtener la promesa de su amada de que lo esperaría al menos durante cinco años.

Pasaba el tiempo y el joven Marcilla no regresaba, por lo que don Pedro Segura aconsejó a su hija que aceptara como marido al acaudalado Pedro Fernández de Azagra, hermano bastardo del señor de Albarracín. Pero Isabel, aun sabiendo que iba contra la voluntad de su padre, se negaba a casarse hasta que no hubieran transcurrido los cinco años de ausencia de Juan, su prometido. No obstante, llegado el día en que se cumplía el término fijado, Isabel no tuvo más remedio que aceptar el matrimonio con el rico pretendiente de Albarracín.

El mismo día de la boda, cuando aún sonaban las campanas, entraba don Juan en Teruel. Nada más enterarse de la noticia, corrió en busca de Isabel tratando de evitar lo que ya era irremediable: Isabel se había casado. Al caer la noche, Juan consiguió acercarse a la muchacha, manteniendo ambos una breve y clandestina conversación. Juan, a pesar de verse perdido, solicitó de ella un beso en prueba de amor. Pero Isabel, convertida en una mujer casada, se lo negó, pues no podía faltar a su palabra. En ese mismo instante el joven cayó muerto.

Cubierta con un velo, asistió Isabel al entierro de Juan. De pronto, se acercó para darle el beso que la noche anterior le negara, quedando muerta en el acto sobre el cuerpo del joven. El pueblo entero, en medio de un gran dolor, decidió enterrar juntos a quienes habían muerto verdaderamente de amor.

[Beltrán, Antonio, Leyendas aragonesas..., págs. 62-64.]

LOS MARCILLA Y LOS SEGURA, FRENTE A FRENTE  (SIGLO XIII. TERUEL)




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jueves, 14 de noviembre de 2019

LA SOMBRA DE LA PRINCESA DOÑA BLANCA


159. LA SOMBRA DE LA PRINCESA DOÑA BLANCA (SIGLO XIII. ALBARRACÍN)

Entre las varias torres de Albarracín, una muy hermosa lleva el nombre de doña Blanca, recuerdo romántico del pueblo albarracinense a una historia desgraciada. Porque Blanca, toda bondad y sencillez, hermana menor del príncipe heredero de Aragón, vióse impulsada al exilio por los celos de su cuñada, que pronto sería reina de los aragoneses.

LA SOMBRA DE LA PRINCESA DOÑA BLANCA (SIGLO XIII. ALBARRACÍN)


Con gran pesar, doña Blanca tuvo que emprender, acompañada por su escaso séquito, el camino que le llevaba a su destierro castellano, atravesando para ello las tierras del señorío independiente de Albarracín, donde sus señores le brindaron hospitalidad. Aceptó la princesa, y todo el pueblo, arremolinado en las calles, fue testigo de la llegada de la comitiva que acompañaba a la princesa aragonesa en su recorrido tortuoso por las calles empedradas de la capital dedicada a Santa María, hasta llegar al palacio de los Azagra, que iban a ser sus anfitriones.

Poco a poco fueron pasando los días. Todos, mayores y menudos, deseaban y esperaban volver a ver a Blanca por las calles de Albarracín, pero el sol y la luna se sucedían ininterrumpidamente sin que la princesa fuera vista de nuevo por nadie. El séquito que la acompañara regresó a la corte aragonesa. De Blanca, no se supo nada.

Comenzó el pueblo a pensar que la desdichada princesa podía haber muerto de pena y que su cuerpo joven habría sido enterrado en la torre que, desde entonces, pasó a llamarse como ella. El silencio más absoluto se hizo en torno a la suerte corrida por la princesa aragonesa.

Pero el misterio comenzó pronto a desvelarse y se desvela aún cada plenilunio, cuando la campana próxima a la torre desgrana los doce sones de la medianoche. Entonces, las gentes de Albarracín ven salir de su torre de piedra una sombra clara, figura de mujer y holgadas vestiduras, que lentamente desciende, roca a roca, hasta los huertos y el río, para bañarse en aguas claras del Guadalaviar. Luego, al cabo de un rato, la sombra se desvanece hasta el nuevo plenilunio.

Se trata, sin duda, de la sombra de doña Blanca, la princesa que debió morir de pena en su exilio a causa de unos celos cortesanos.

[Tomás Laguía, César, «Leyendas y tradiciones...», Teruel, 12 (1954), 124-127.]

Tomás Laguía, César, «Leyendas y tradiciones



Obra publicada:

Artículos:
«El beato Joaquín Royo», en revista TERUEL 6 (1951), pp. 7-34. ISSN 0210-3524
«La erección de la Diócesis de Albarracín», en revista TERUEL 10 (1953), pp. 203-230. ISSN 0210-3524
«Notas para la historiografía de Albarracín», en revista TERUEL 11 (1954), pp. 33-55. ISSN 0210-3524
«Leyendas y Tradiciones de la Sierra de Albarracín», en revista TERUEL 12 (1954), pp. 123-148. ISSN 0210-3524
«Las capillas de la catedral de Albarracín», en revista TERUEL 14 (1955), pp. 147-186. ISSN 0210-3524
«Breves notas sobre el arquitecto Pierres Vedel y familia», en revista TERUEL 20 (1958), pp. 113-119. ISSN 0210-3524
«La iglesia de Teruel en la guerra de la Independencia», en revista TERUEL 21 (1959), pp. 136-222. ISSN 0210-3524
«Las capillas de la catedral de Teruel», en revista TERUEL 22 (1959), pp. 5-159. ISSN 0210-3524
«La geografía urbana de Albarracín», en revista TERUEL 24 (1960), pp. 5-127. ISSN 0210-3524
«Breves noticias históricas sobre la fundación de la colegiata de Rubielos de Mora», en revista TERUEL 27 (1962), pp. 149-165. ISSN 0210-3524
«La casa de la Brigadiera (Albarracín)», en revista TERUEL 28 (1962), pp. 199-204. ISSN 0210-3524
«Las iglesias de la diócesis de Albarracín», en revista TERUEL 32 (1964), pp. 5-173. ISSN 0210-3524
«Origen de la Casa de la Misericordia de la ciudad de Teruel», en revista TERUEL 34 (1965), pp. 5-122. ISSN 0210-3524
«Fuentes para la historia de Cella», en revista TERUEL, 38, (1967), pp. 5-130. ISSN 0210-3524
«Notas para la geografía urbana de la ciudad de Teruel», en revista TERUEL 42 (1969), pp. 71-94. ISSN 0210-3524
«Índice de los documentos en papel del Archivo de la Catedral de Teruel, correspondientes a los siglo XII, XIII, XIV y XV», en revista Teruel 48 (1972), pp. 16-156. [Este trabajo ha tenido continuidad merced a unos admiradores del autor, que publicaron los documentos correspondientes al siglo XVI (1978), teniendo prevista la publicación del material correspondiente hasta el siglo XX)].
«Notas y documentos artísticos culturales sobre Teruel Medieval» [en colaboración con Santiago Sebastián López], en revista TERUEL 49-50 (1973), pp. 67-109. ISSN 0210-3524
«Sellos del archivo de la S.I. Catedral de Albarracín», en revista TERUEL 52 (1974), pp. 41-51. ISSN 0210-3524
«Fuentes para la historia del Alto Maestrazgo», en revista TERUEL 57-58 (1977), pp. 135-181. ISSN 0210-3524

Libros:

Catálogo de los pergaminos y documentos insertos en ellos existentes en el Archivo de la S.I. catedral de Teruel (1953), Edita Instituto de Estudios Turolenses (IET), Teruel. ISBN 978-84-00-02342-3
Catálogo de la sección de pergaminos del Archivo de la S.I. Catedral de Albarracín (1955), Instituto de Estudios Turolenses, Teruel. ISBN 978-84-00-01446-9
La insigne colegiata de Santa María de Mora de Rubielos (1964). Edita el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). ISBN 978-84-00-00988-5
La desmembración de las Iglesias de Albarracín y Segorbe (1965). Instituto de Estudios Turolenses de la Diputación Provincial de Teruel (CSIC), Teruel [Discurso leído por el autor, en el acto de su recepción en la Real Academia de Nobles y Bellas Artes de Zaragoza]. ISBN 978-84-00-00989-2

  • Mateu Ibars, Josefina y Mª Dolores (1991). Texto y transcripciones, Universidad de Barcelona, ed. Colectánea paleográfica de la Corona de Aragón. Siglos IX-XVIII. Barcelona. ISBN 84-7528-694-1.
  • Sánchez Garzón, Alfredo (2000). Ayuntamiento de El Cuervo, Teruel, ed. Aproximación histórica: La villa de El Cuervo y su parroquial. Valencia. ISBN 84-931563-1-0.

Estudió Latín y Humanidades, Filosofía y Teología en el Seminario Conciliar de Teruel, siendo ordenado sacerdote el 4 de octubre de 1925.

Como presbítero, ejerció de ecónomo en distintas parroquias de la diócesis de Teruel (Monteagudo del Castillo y Saldón), ejerciendo después como «Maestro de ceremonias» en la Santa Iglesia Catedral de Teruel.

Canónigo archivero de la catedral de Teruel por oposición, desempeñó también la función de «Archivero Diocesano».

Durante el pontificado del obispo diocesano Fray León Villuendas Polo (1885-1968), fue nombrado «vicesecretario de Cámara y Gobierno» del obispado, y «examinador pro-Sinodal» (1947).

Posteriormente, obtuvo por oposición la cátedra de Historia Eclesiástica, Patrología y Liturgia Doctrinal en el Seminario diocesano de Teruel.

En tanto clérigo, fue un «sacerdote de gran espiritualidad, de reconocidas cualidades humanas y de una extraordinaria sensibilidad artística»;2​ su gran pasión intelectual fue la investigación historiográfica, que el eminente archivero llevó a cabo de forma objetiva, rigurosa y metódica.

Gran parte de su trabajo como investigador fue publicado en la revista «TERUEL», órgano oficial del Instituto de Estudios Turolenses (IET), de la Excma. Diputación Provincial de Teruel, adscrito al Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). Su primera obra publicada en ese medio -«La erección de la Diócesis de Albarracín»- recibió el Premio del IET en el I Certamen de Albarracín (1953). En homenaje a su labor investigadora e historiográfica, la Revista le dedicó los números 55-56 (1976).

César Tomás Laguía, conocido como «Don César», fue un sacerdote católico, escritor e historiador español, nacido en Torremocha, municipio de la provincia de Teruel, en 1903 y fallecido en la ciudad de Teruel en 1979.