Mostrando las entradas para la consulta Turia ordenadas por fecha. Ordenar por relevancia Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas para la consulta Turia ordenadas por fecha. Ordenar por relevancia Mostrar todas las entradas

martes, 23 de junio de 2020

270. EL VATICINIO DE SAN VALERO


7.3. LOS SANTOS

270. EL VATICINIO DE SAN VALERO (SIGLO IV. CASTELNOU)

270. EL VATICINIO DE SAN VALERO (SIGLO IV. CASTELNOU)


Es bien conocido por la historia cómo san Valero, enfrentado con las autoridades civiles valencianas, se vio conminado a abandonar la ciudad del Turia y la región levantina, para ser confinado durante el resto de sus días en un pueblecito llamado Anento, perdido en medio del Pirineo, donde debería sobrellevar su ostracismo.

Conminado por las autoridades, preparó el religioso a toda prisa sus escasas pertenencias para iniciar el viaje al que se veía obligado, poniéndose en camino con una limitada comitiva dispuesta para ayudarle a sobrellevar tan largo, incómodo y peligroso desplazamiento. Naturalmente, el viaje constituyó toda una odisea, provocada por la sucesión de numerosas etapas debidas a la enorme distancia y a la lentitud de los medios de transporte de la época.

Una de esas múltiples y agotadoras etapas finalizó en el pueblecito actualmente turolense de Castelnou, donde fue recibido y atendido con cariño por sus habitantes, pesarosos por el destierro que se veía obligado a cumplir el religioso. No se detuvo en Castelnou nada más que el tiempo preciso para descansar hombres y caballerías, pero, no obstante, se ganó la comprensión y el afecto de todos sus habitantes.
Cuando la comitiva estuvo preparada y a punto de despedirse y partir para cubrir la etapa siguiente, Valero, en la puerta de la iglesia y mirando al cielo, profetizó —hablaba sin duda con carácter general— que en Castelnou no habría jamás infieles, teniendo en cuenta, sin duda, las firmes convicciones religiosas de los habitantes de aquel momento, firmeza que con toda seguridad transmitirían a las generaciones venideras.

La leyenda acaba asegurando que, en virtud de este vaticinio y de la protección especial que san Valero siempre le dispensó, el pueblo de Castelnou no fue ocupado nunca por los musulmanes, a pesar de haberse extendido éstos por toda la Península, como es bien sabido.

[Bernal, José, Tradiciones..., págs. 179-180.]




jueves, 20 de febrero de 2020

LXXVI, legajo cartas reales, 65, 18 mayo 1330

LXXVI. 
Leg. de cartas reales. Núm., 65, 18 mayo 1330.

Al molt alt et molt poderos senyor Namfos per la gracia de Deu rey Darago etc. Los jurats e prohomens de la ciutat de Valencia besan vostres mans et peus se comanen en vostra gracia. Be creem senyor que reduyts a memoria et havets entes los grans dans quels habitans de la dita ciutat et terme daquella han sostenguts per inundacions et ruynes de moltes aygues del flum de Guadalaviar axi Senyor que molts et diverses albercs son cahuts per la dita raho et los ponts tots de la dita ciutat et orts et terres moltes son estades destroydes axi que quant a ara senyor pont alcu no ha en la ciutat per lo qual hom puscha entrar ne exir daquella sino per palanques ni trobam manera de la qual puscham trer ho haver de las gents moneda ab la qual puscham reffer et tornar los dits ponts: car segons que vos senyor sabets les gents son ja carregades et sotsmeses a pagar imposicio et monedatge et son obligades a grans quantitats les quals la ciutat deu per gran multitut de forment que en lany prop passat li convench assegurar et per altres necessitats e havem pensat que los dits ponts no poden esser reparats ni tornats si doncs no es per collecta de les mealles segons que ja en altres temps passats es estat. Perque senyor suplicam et clamam merçe a la vostra altea queus placia atorgar et donar licencia que la collecta de les mealles que es mealla per cascuna bestia dalbarda lo die sie imposada cullida et levada en la dita ciutat per IlII anys continuament la qual collecta sie convertida en reparar et obrar los dits ponts. Nostre Senyor Deu vos don vida longa ab salut et victoria de vostres enemichs. Scrita en Valencia a XVIII dies de maig anno Domini MCCCXXX. - Al molt alt et molt poderos senyor Namfos per la gratia de Deu rey Darago etc. - Jurats e prohomens de la ciutat de Valencia.

El Turia, llamado también en su primer tramo Guadalaviar,​ es un río de 280 km de longitud, que discurre por el este de la península ibérica. Nace en la Muela de San Juan, término municipal de Guadalaviar, en el entorno de los Montes Universales, Sierra de Albarracín (Teruel) y desemboca en el mar Mediterráneo, cerca de la ciudad de Valencia.


El nombre de Guadalaviar (wadi al-abyad 'río blanco') lo ha tenido desde el siglo X, y así se conoce actualmente su primer tramo hasta la confluencia con el río Alfambra (al-Ħamrā 'el rojo') en la ciudad de Teruel; a partir de esta ciudad, las aguas del río cambian de color, teñidas por las aguas rojas del Alfambra.

// Namfos : en Alfons, Alfonso IV rey de Aragón.https://es.wikipedia.org/wiki/Alfonso_IV_de_Arag%C3%B3n
https://books.google.es/books?id=C7pIAQAAMAAJ&pg=PA17&lpg=PA17&dq=Namfos+rey+Arag%C3%B3n
LXXVI, legajo cartas reales, 65, 18 mayo 1330, Namfos, Alfons, Alfonso
lxxvii-legajo-cartas-reales-73-9-agosto-arzobispo-zaragoza


domingo, 24 de noviembre de 2019

LOS AMORES DE BERENGUER DE AZLOR Y ALDONZA DE ENTENZA


183. LOS AMORES DE BERENGUER DE AZLOR Y ALDONZA DE ENTENZA
(SIGLO XIV. MONTALBÁN)

Berenguer de Azlor, un joven miembro de una de las más linajudas familias de Aragón, estaba enamorado de Aldonza de Entenza, de estirpe no menos importante que la suya. Todo parecía caminar hacia un feliz y esperado desenlace, pues Aldonza le correspondía, cuando Jaime de Bolea, mostrando a Berenguer una falsa escritura, le convenció con vil engaño de que la joven Aldonza era, en realidad, su hermana.

Berenguer de Azlor, descorazonado por el revés sufrido, se hizo religioso, tomó los hábitos e ingresó en la Orden de Santiago, siendo nombrado muy pronto, dada su alcurnia y condiciones, comendador en la villa de Montalbán, importante sede santiaguesa en tierras turolenses y centro rector de una importante encomienda.

Cuando doña Aldonza descubrió la infame trama urdida por Jaime de Bolea y comprendió la reacción del hombre al que amaba, se desplazó a Montalbán, viviendo durante varios meses en la cercana Peña del Cid con la pretensión de ver a Berenguer y disuadirle de su decisión, empeño que no consiguió pues era hombre de palabra. La joven llevaba una vida de anacoreta, comiendo raíces y hierbas, hasta caer enferma.

Algunos meses después, un día que se había adentrado por las serpenteantes calles de la villa santiaguesa, se enteró del fallecimiento de Berenguer de Azlor, que fue enterrado en la cripta de la iglesia, como correspondía a un comendador de la Orden. Noches después, Aldonza, enloquecida por el dolor, fue a Montalbán y, forzando con sigilo la puerta de la iglesia, descendió a la cripta mortuoria, muriendo al poco rato de amor y de pena sobre el sepulcro del hombre al que había amado.

LOS AMORES DE BERENGUER DE AZLOR Y ALDONZA DE ENTENZA


Cuando al día siguiente se descubrió el cadáver de Aldonza, fuertemente abrazado a la efigie pétrea de don Berenguer de Azlor, el nuevo comendador, enterado de las tribulaciones vividas y padecidas por los amantes, dispuso comprensivo que ambos ocuparan el mismo sepulcro, en cuyo frontal ordenó que se inscribiera esta frase: «Justo es que reposen juntos en la muerte quienes tanto se amaron en vida».

[Gisbert, Salvador, «La loca de Montalbán», Revista del Turia, 31 (1882); 32 (1882),
406-407; 34 (1882), 433-435; 35 (1882), 446-447.]



A istoria de Aldonza y Berenguer


Aldonza de Entenza yera una mesacha popiella, bien polita, que bibiba en o palazio de ro suyo tío don Chaime de Bolea en Zaragoza. Aldonza yera namorata de ro guallardo y balién caballero Berenguer de Azlor, pero don Chaime, zeloso de istos amors, enzarra a ra suya sobrina en ro palazio y le rezenta una falsa istoria dizindo-le que Berenguer ye o suyo chirmán.
Aldonza permenó muito, o tiempo de más de una añada, mientres que ro bil don Chaime quereba consiguir o suyo cariño.
Berenguer s'en fue ta Napoles a guerreyar y dezaga de grans ixeras s'en torna ta España consiguindo ra Encomienda de Montalbán.
Aldonza, barrenada por o desengaño, fuye de Zaragoza y s'aprebene en os mons, minchando radizes y fruitos y entutando-se de todas as chens.
Ban pasar bellas añadas y un diya, de tardada, en o preto de ro ibierno, dos caminans balbos y tritolando marchaban enta Montalbán. En o cobalto de un tozal, a la dreita de ro camín, sentión un chilo de terror que les cheló ra sangre.
Mirando-se entalto beyeron una blanga fegura de muller columbrándose contra ro zielo embarrau. Os dos caminans pretaron a correr aterraus y no s'aturaron dica plegar ta ro castiello de ra billa.
Demandaron charrar con don Berenguer y un criau menó-los ta ro posiento an yera ro siñor. Posaus en amplos sillons de cuero y amán de ra xera que brilaba en ra chaminera, habeban beluns caballers de ra Orden de Santiago. Entre ers yera don Berenguer, con o tozuelo repuntau en tobos almadons, acochau con mandiallas y pelletas y o semblán arguellau, siñal de ra malotía de amor que amonico, amonico le sacaba ra bida.
Ixalfegando y farfallando os caminans ban rezentar a ros caballers a trobada que eban teniu con o totón blango que escazilaba, petenando por os mons. Toz se ban esmelicar cuan ban ascuitar a istoria de os dos biacheros foranos creyendo que yeran basemias de presonas polegosas y aparateras.
Don Berenguer preguntó a ros caminans si eban bisto antimás bella pieza de cazata mayor. Respondión que sí y le amostraron o puesto. O siñor de ro castiello más animau y enzerrinau con ista istoria, pensó de salir o diya siguién de cazata. Isto cuacó a ros caballers que prenzipiaron os paratibos.
En rayando l'alba salión os monters con os cans, dezaga marchaba don Berenguer y continaban os caballers de Santiago, os paches y os criaus.
Cuan ban plegar ta ro puesto que eban dito os caminans, ban beyer un pardo. Bels caballers, con o siñor debán, pretan a correr dezaga de ro animal. En ixe inte, atro pardo acucuta y toz os caballers le siguen, nomás don Berenguer sigue a ro primer animal, blincando clotas y galachos. De botiboleyo, una fegura umana aparixe dezaga de un matical y estanfurra a ro pardo. Berenguer s'atura y alufra, narcau, a una mesacha choben con bistiu blango a xiretas, escalza, morena con a greñamenta esbarachada y trafegau l'esmo.
O Comendador s'en baxa de ro caballo y s'enfila ta ra muller. Se sintión dos carcalladas y un chilo estridén: -¡yera o mio chirmán!-, que permenó a Berenguer cuan reconoxió ra boz de Aldonza. Era fuye a tot meter entalto, puyando por o tozal. Berenguer l'engalza y l'agarrapiza chusto antis de cayer por o xerbigadero. O caballero farfalla:
-¡Aldonza! ¿Tú por astí?
-Chist... calla. He puyau astí para beyer-lo. Ye allí agora -repondió era, zeñando con o dido ro castiello-. O mio tío me dizió que no podeba ser o mio mariu porque yera o mio chirmán. Don Chaime quereba casar-se con yo. Lo refusé y me enzarró, pero yo fuyi-me y dende allora beigo a Berenguer toz os diyas porque ye en o castiello.
-¡Mirate-me, mirate-me, Aldonza! Soi yo, Berenguer, soi beniu ta menar-te a ro castiello.
Aldonza l'alufra y por os suyos güellos pasa una rayada de luzidez. Sin tartir esbota a plorar y chila: -¡ye o mio chirmán!.
As trompas de ros cazadors y os escachilos de os cans xorrontan a Aldonza que preta a correr. O Comendador eslanguiu por l'escamallo no puede siguir-la y caye desganau.
Cuan plegan os caballers, Aldonza s'en ye iu y anque ban buscar a ra muller no ban trobar cosa.
Don Berenguer cayó malo con fiebres y bellos diyas dimpués, en o castiello, se petatió. Estió apedecau en a ilesia.
Una tardi trista y pazina de ro ibierno, cuan fue o sacristán a trancar as puertas de ra ilesia, beyó un bulto chitau en a fuesa de don Berenguer. Yera Aldonza, no alentaba. Penchada de ro cuello portiaba una bocha con as cartas que le eba nimbiau o suyo inamorato. Berenguer y Aldonza estioron apedecaus chuntos en a mesma fuesa y ban ficar una lapiza en a que se leyeba:
CHUSTO YE QUE RETANTAN CHUNTOS EN A MUERTE
OS QUE TANTO SE AIMARON EN A BIDA.

UN NUEVO PUENTE SOBRE EL TURIA: EL DE DOÑA ELVIRA


181. UN NUEVO PUENTE SOBRE EL TURIA: EL DE DOÑA ELVIRA
(SIGLO XIII. TERUEL)

Para entender esta historia hay que adentrarse en el Teruel ya cristiano de hace setecientos años, aproximadamente, pues corrían los momentos finales del siglo XIII.

Al otro lado del Turia, en medio de la rica vega que riegan y vivifican sus aguas, vivía Elvira, una joven de no poca hermosura física y espiritual, y, además, dueña de una buena parte de aquellas tierras feraces. Su belleza, por un lado, y su riqueza, por otro, hicieron que la muchacha tuviera siempre abundantes pretendientes de toda clase y condición, aunque ella decidió conceder su mano a un joven turolense de escasos medios económicos, pero con el que compartía pensamientos y proyectos.

Se formalizaron las relaciones con la aquiescencia de sus familias, festejaron una temporada y se casaron. Mas, al poco tiempo de celebrarse la boda, uno de los antiguos pretendientes de la muchacha, que tenía abierta tienda en la plaza, sin duda guiado tanto por los celos como por el despecho, decidió tomarse la venganza a la que creía tener derecho. Así es que una tarde, cuando el joven marido de Elvira regresaba ilusionado desde Teruel a la casa de la vega para encontrarse con su esposa, que le estaba esperando, al intentar atravesar al otro lado del río por el único puente existente por aquel entonces, el puente de San Francisco, se vio sorprendido por el pretendiente despechado, quien lo derribó y sin darle opción a defenderse le dio muerte a traición.

Puede suponerse que el dolor de Elvira fuera inmenso por el amor de su vida perdido de manera tan trágica, tanto que no accedió jamás a contraer nuevo matrimonio, aferrada permanentemente a su memoria. Y como tenía que ir a Teruel con bastante frecuencia y no podía soportar el tener que atravesar por el lugar en el que había sido tan vilmente asesinado su marido, decidió construir a su costa un segundo puente de tablas que, además, acortaba el camino entre Teruel y su casa. Así nacía el «Puente de doña Elvira».

UN NUEVO PUENTE SOBRE EL TURIA: EL DE DOÑA ELVIRA


[Ubé, Antonio, «Puentes sobre el Turia», Diario Lucha (21/03/1948). Caruana, Jaime de, «Los puentes de Teruel», Teruel, 3 (1951), 35-65.]

viernes, 22 de noviembre de 2019

EL PORTAL DE LA TRAICIÓN


178. EL PORTAL DE LA TRAICIÓN (SIGLO XIV. TERUEL)

EL PORTAL DE LA TRAICIÓN (SIGLO XIV. TERUEL)


Durante la «guerra de los dos Pedros», una buena parte de las actuales tierras de Teruel cayeron en manos de Pedro I de Castilla. En 1362, llegaba a la ciudad del Turia la noticia de la pérdida de Calatayud por parte de Pedro IV, rey de Aragón, pero los turolenses no dieron mayor importancia a este hecho, que consideraron como un incidente fronterizo más, y confiaban que el ejército castellano sería detenido en Daroca como había ocurrido en otras ocasiones.

Pero las noticias eran cada vez más alarmantes. En Cariñena, sus habitantes habían sido degollados. En Báguena, su alcaide, Miguel de Bernabé, moría abrasado voluntariamente antes que entregar el castillo. Bueña sufría suerte parecida. Las tropas castellanas se acercaban a Teruel y la ciudad se preparó ahora para su defensa. Cada hombre ocupó su sitio en la muralla.

El sitio comenzó el día de san Marcos de 1363, reuniendo los castellanos sus mayores efectivos ante la puerta de Zaragoza. Pronto comenzaron a lanzar enormes piedras con sus máquinas de guerra, intentando, sobre todo, intimidar a la población, en espera de que se rindiera a causa del pánico. El sitio duró nueve días, y fueron derrumbadas muchascasas mientras morían muchos defensores.

Pronto comenzaron a lanzar enormes piedras con sus máquinas de guerra


Entre tanto, el juez de Teruel, temiendo una muerte cruenta, entró en conversaciones con los sitiadores, a quienes abrió un pequeño portillo de la muralla, desde entonces y hasta ahora conocido como el «Portal de la Traición». Pedro I entró por él en la ciudad, en lugar de hacerlo por la puerta principal, la de Zaragoza, delatando así al traidor. Durante casi tres años los castellanos ocuparon la ciudad.

Pedro IV, encolerizado por lo sucedido, abolió los fueros de la ciudad hasta que, una vez recuperada, y ante las súplicas de la población, que nada había tenido que ver con la traición, indultó a Teruel y le devolvió y confirmó sus fueros, una vez que los ejércitos castellanos, tras arrasarla, habían abandonado la ciudad.

El juez traidor no pudo ser castigado por haber huido, pero su nombre fue borrado de todas las crónicas y documentos, para que la historia lo ignorara para siempre.

[Andrés, Federico, «Tradiciones turolenses», Heraldo de Teruel, 11 (1896), 81-86;
«El Portal de la Traición», Miscelánea Turolense, 20 (1896), 386-387. Caruana, Jaime de, Relatos y tradiciones de Teruel, págs. 81-86.]

LA RESISTENCIA HEROICA DE BUEÑA


177. LA RESISTENCIA HEROICA DE BUEÑA (SIGLO XIV. BUEÑA)

LA RESISTENCIA HEROICA DE BUEÑA (SIGLO XIV. BUEÑA)


La Guerra de los dos Pedros (entre Pedro IV de Aragón y Pedro I de Castilla) fue cruel y despiadada, suponiendo para una parte de Aragón —sobre todo en las «comunidades» de Calatayud, Daroca, Albarracín y Teruel— un auténtico reguero de muerte y destrucción, dando origen a muchos despoblados. Mas, como suele suceder en toda contienda bélica, en ésta se dieron casos de heroísmo, gestas colectivas e individuales, muchas de las cuales, aparte de su veracidad, se han teñido de matices legendarios.

Los ejércitos castellanos ensangrentaron las comarcas de Tarazona y Calatayud y ensombrecieron la de Daroca. En Báguena, su alcalde, Miguel de Bernabé —haciendo arder el castillo e inmolándose él dentro— pasó a la historia por su heroísmo, lo mismo que la resistencia comunitaria de Bueña, en el camino de Teruel. Por fin, la capital turolense fue asaltada, por lo que durante unos años obedeció al rey castellano.

No pudieron entrar en Bueña los soldados castellanos, pero hicieron muchos prisioneros, entre ellos a los hermanos Martín y Andrés Martínez de Gombalde. Ya tenía Pedro I de Castilla un medio de presión ante el alcaide de la plaza, de modo que parlamentó con él, ofreciéndole mercedes y la libertad de los jóvenes si accedía a la entrega del castillo. Si se negaba, los degollarían al pie mismo del muro. Se repitió ante Bueña la escena de Tarifa, y como el hijo de Guzmán el Bueno, los hermanos Gombalde fueron asesinados a la vista de los defensores.
Cuando siguieron camino de Teruel, las tropas castellanas fueron constantemente hostigadas por los hombres de Bueña, vengando así la muerte de sus hijos. Bueña y Tarifa pasaron juntas a la historia.

Una vez finalizada la contienda, Pedro IV el Ceremonioso premió a los hermanos Martínez Gombalde y a sus descendientes con honores y mercedes, desde el castillo causante del dolor a otros en distintos puntos del reino, incluso en Navarra.

[Gisbert, Salvador, «Los dos hermanos Gombalde», Revista del Turia, 13 (1884), 5-7.]


Bueña es un municipio y población de España, perteneciente a la Comarca del Jiloca, en la Sierra de Lidón (Sistema Ibérico), al noroeste de la provincia de Teruel, comunidad autónoma de Aragón, a 61,4 km de Teruel. Tiene un área de 40,75 km² con una población de 53 habitantes (INE 2016) y una densidad de 1,74 hab/km² con una fuerte tendencia a la regresión demográfica debido a la despoblación. El código postal es 44394.


En su término urbano se han encontrado restos arqueológicos de gran importancia.

Con la victoria en la batalla de Cutanda, Alfonso I conquistó estos terrenos a los musulmanes, siendo tierra fronteriza, pero se perdió a su muerte. Posteriormente fue tomado por Ramón Berenguer IV, pasando a formar parte del Reino de Aragón.

Integrado en la Comunidad de aldeas de Teruel, dentro de la Sesma de Visiedo, su situación, próxima a tierras castellanas, hizo que en esta nueva época se transformase de nuevo en lugar estratégico. En 1363 sufrió un ataque castellano, en donde el alcalde Martín Martínez de Gombalde tuvo la oportunidad de demostrar su valentía, al negarse a entregar el castillo a los invasores. Tal gesto de lealtad hacia la Corona de Aragón costó la ejecución de sus hijos, Andrés y Martín de Gombalde.

Posteriormente, tras la ruptura de relaciones entre Pedro IV y Enrique de Trastámara, volvió a ser zona fronteriza.

CITAS:

También hay leyendas de apuestas macabras en Caminreal y tradiciones orales que nos ponen de manifiesto la valentía y abnegación de personajes de la comarca, como Miguel Bernabé, un labriego de Báguena que defendió en un acto heroico, pagando con su propia vida, el castillo de su pueblo. La misma historia se repite en Bueña en donde el alcaide de la villa, Martínez de Gombalde, no sucumbió a la amenaza, si no entregaba la villa, del sacrificio de la vida de sus hijos, que terminaron muriendo en manos de los ejércitos castellanos.
Francisco Lázaro Polo.

jueves, 21 de noviembre de 2019

LOS LUNA Y LOS URREA, ENFRENTADOS


171. LOS LUNA Y LOS URREA, ENFRENTADOS (SIGLO XV. ZARAGOZA)

Acababa de fallecer el (REY) Martín el Humano sin sucesión. El solar aragonés fue escenario entonces de acciones sangrientas protagonizadas por los partidarios de algunos de los candidatos al trono, intentando forzar con el estruendo de las armas a los compromisarios de Caspe, que trataban de hallar un sucesor. Entre las familias encontradas por el problema dinástico, destacaban los Luna y los Urrea. Tanto en los campos como las ciudades y villas la pugna originaba zozobra. Las cosechas ardían, se sacrificaban rebaños enteros, las casas no eran seguras.

En este clima de tragedia, el obispo de Zaragoza don García, montado en su yegua, se dirigía confiado y acompañado por sus familiares hacia la capital sin escolta alguna, cuando, en un recodo del camino, de manera inesperada, le salió al encuentro Antón de Luna, belicoso partidario del conde de Urgell y enemigo por dicha causa de los Urrea. Tras conminarle a abandonar el partido del regente de Castilla y ante la negativa del arzobispo, el de Luna, amparado en los cien hombres armados que le acompañaban, le arremetió con la espada segándole la mano derecha y huyendo a toda prisa del escenario. A duras penas pudo sobrevivir a la herida el obispo mutilado, que llegó malherido al palacio arzobispal de Zaragoza.

A duras penas pudo sobrevivir a la herida el obispo mutilado, que llegó malherido al palacio arzobispal de Zaragoza.


Días después, en la villa de Caspe, donde se hallaban reunidos los compromisarios de Aragón, Cataluña y Valencia para elegir al futuro rey de Aragón de entre los diversos pretendientes al trono, irrumpió retador en la sala de sesiones del castillo Antón de Luna. En aquellos instantes, tenía la palabra Juan Rodríguez de Salamanca, quien se hallaba defendiendo la causa del pretendiente castellano frente a los otros. De pronto, el agresor del obispo zaragozano, interrumpiendo el discurso, alzó la voz para defender a don Jaime, conde de Urgell. Juan Rodríguez, enfurecido, contestó al de Luna aludiendo, entre otros argumentos, al lamentable episodio ocurrido al arzobispo de Zaragoza, cuya mano,
«aun cortada,
/ al conde opone su diestra». 

Ante el inmenso murmullo que ello originó en la sala, los partidarios del conde salieron corriendo, mientras ganaba la causa de Fernando, el castellano, que pronto fuera coronado como rey de Aragón, acompañado de todos sus seguidores.

[Gisbert, Salvador, «Con don Antón te topes», en Revista del Turia, 21 (1884), 1213; 22 (1884), 12-14.]


Salamanca y Salamanca, Juan de. Burgos, 2.XII.1607 ant. – 21.IX.1667. Gobernador y capitán general de Cuba.


Hijo del capitán Luis de Salamanca y del Hospital y de Ana de Salamanca y Salamanca (hija del alcalde mayor de Burgos y familiar del Santo Oficio, Juan Alonso de Salamanca Polanco), fue bautizado el 2 de diciembre de 1607. Continuó la carrera militar de su padre, quien habiendo servido durante trece años en Nápoles, Milán y Flandes como alférez de Infantería (donde se halló en el sitio de Ostende y en el socorro del dique de Amberes), pasó luego al Regimiento del Conde-Duque, en el que se licenció como capitán. 

Pertenecía a una familia de notables burgaleses de origen salmantino, desplazada a Burgos en el siglo XV siguiendo a la Corte de Juan II (de aquí el cambio de apellido, ahora toponímico), y dedicada desde entonces a la política local, a la milicia y al comercio. 

En efecto, desciende de Juan Rodríguez de Salamanca (hijo de Ruy González de las Varillas), regidor de Salamanca, doctor por su Universidad, caballero de la banda, procurador en Cortes por esta ciudad, que acompañó a Fernando de Antequera a la Guerra de Granada, asistió al Compromiso de Caspe, y fue luego del Consejo de Juan II). 

El abuelo de Juan de Salamanca, Luis de Salamanca Paredes, miembro destacado de la Universidad de mercaderes de Burgos, fue propietario (junto con su sobrino Jerónimo) de una compañía mercantil que traficaba con Flandes y otras plazas. Su muerte en 1578, que produjo la disolución de la compañía, coincidió con el declive, en gran parte debido a la guerra de Flandes, del comercio burgalés. Por ello, su hijo Luis (padre de este Juan de Salamanca), nacido ese mismo año, siguió la carrera militar (Jerónimo creó una nueva compañía, con la que hizo gran fortuna, pero acabó quebrado y murió en la cárcel).

Juan de Salamanca ingresó como soldado en 1625 en la Armada Real del Mar Océano, en la compañía de Nicolás Giudice, en la que estuvo embarcado (“siendo nombrado para los abordos”) hasta 1629. Asistió, entre otras acciones, al “Socorro de Cádiz” en 1625 contra los ingleses (acción inmortalizada por Zurbarán en un cuadro para el Salón de Reinos del Buen Retiro). Pasó después a tierra, contrajo matrimonio y tuvo a sus hijos. En 1632 obtuvo merced de hábito de la Orden de Calatrava. En 1639, destinado en las Cuatro Villas de la Costa del Mar (Santander, Laredo, Castro Urdiales y San Vicente de la Barquera), se halló en la defensa de Colindres (Cantabria) contra la entrada del Ejército francés al mando del arzobispo de Burdeos.

En 1641 partió a Flandes, como capitán de una compañía de Infantería. Peleó “en el Canal de Inglaterra con tres Navíos de Olanda y con su fragata hecho una del enemigo a pique”. Participó luego en diversas acciones: socorro del castillo de Gennep (Holanda), intervención en Blerick (Holanda), defensa de la ribera de Gante y apoyo de las tomas de Lens (Francia) y de La Bassée (Francia). Se halló en la batalla de Honnecourt (26 de mayo de 1642, Francia), en la que los tercios españoles, al mando del general Francisco de Melo (fue nombrado gobernador de los Países Bajos ese mismo año) vencieron al ejército francés. “Fue uno de los capitanes que cargaron al enemigo con la mosquetería que abrió la barrera con que se dio entrada a la caballería”, se lee en su relación de servicios. Formó parte de las tropas españolas en Calais y Lillers (Francia). Para J. de la Pezuela, fue “uno de los oficiales de más confianza para el archiduque Alberto y para don Francisco de Melo”. Pero asistió después a la sucesión de fracasos militares de los Tercios. Se halló en la batalla de Rocroi (19 de mayo de 1643, Francia), que significó el fin de la supremacía del Ejército español, en la que procedió con mucho valor: “sólo su tercio quedó en pie, habiendo sido atacado por tres veces”, pero fue hecho prisionero. Por su actuación, el general Francisco de Melo le ofreció la primera compañía de caballos corazas que vacase.

Continuó participando en numerosas acciones de socorro y fortificación, con el grado, desde enero de 1645, de capitán de caballos corazas (aunque Melo había sido cesado en 1644): así, en Mons (Bélgica) a las órdenes de Andrea Cantelmo, Gravelines (Francia), Mardyck (Francia), ribera del río Mosa, Hulst (Holanda), Dunkerque (Francia), defensa de la provincia de Güeldres (Holanda), toma de Courtrai (Bélgica), y otras. Fue felicitado por el sucesor de Melo, el marqués de Castel-Rodrigo.

Nuevamente fue hecho prisionero en la batalla de Lens (20 de agosto de 1648, Francia), perdida por el Ejército español, dirigido ahora por el archiduque Leopoldo Guillermo de Austria, gobernador de los Países Bajos, frente a las tropas francesas comandadas por el príncipe de Condé, el vencedor de Rocroi. La actuación de Salamanca en la batalla (“el gruesso que D. Juan mandava después de haver roto otro del enemigo y mezcladose con él se rehizo en el mismo puesto y bolvió a chocar segunda vez y siendo desecho se incorporó con otro capitán y assistió hasta que fue desecho quedando segunda vez prissionero”) fue destacada en el informe presentado al archiduque. Al año siguiente, 1649, a pesar de habérsele concedido licencia de tres meses, no usó de ella y se halló en la entrada que hizo en Francia el archiduque para recuperar Ypres (hoy Bélgica).

Vuelto a España, alcanzó la graduación de maestre de campo. Fue nombrado gobernador de Ciudad Rodrigo “en ocasión de la guerra con Portugal” (según recoge un árbol genealógico, en el Archivo de Campo Alange, que no precisa el año). Pleiteó en 1650 con el condestable de Castilla por compras de tierras en la jurisdicción de Briviesca (Burgos).

En 1657 fue nombrado gobernador y capitán general de Cuba en sustitución de Diego Rangel. Durante su mandato (tomó posesión el 5 de marzo de 1658) son de destacar dos de sus principales preocupaciones. La primera, la constante presión, especialmente inglesa y holandesa, militar, corsaria y contrabandista, muy intensificada desde que Inglaterra arrebató Jamaica a España en 1655. La segunda, la laxitud en las costumbres en general y del clero en particular: requirió del obispo un mayor control, pero “se empezaron a amotinar los eclesiásticos”, muriendo el obispo “con celeridad y según dice el vulgo [...] ayudado [... ]”, por lo que Salamanca escribió al Rey en 1658 solicitando que un nuevo prelado “venga cuanto antes, para que se ponga remedio en cosa tan grave”. También tuvo problemas con el comisario del Santo Oficio quien, excediéndose en sus funciones (“este comisario excede en todo lo que obra”), quiso utilizar a la Inquisición en la lucha contra el contrabando y “tiene a toda esta ciudad en una medrosa esclavitud”, escribió Salamanca al Rey en 1662. Intentó, sin conseguirlo por falta de financiación, la fundación en Cuba de un colegio de jesuitas. Fomentó el cultivo de tabaco en la isla. Aunque cesó en su cargo el 12 de septiembre de 1662, ocurrió poco después, en palabras de J. de la Pezuela, “uno de los sucesos más desastrosos para la Isla”: una expedición naval inglesa de novecientos hombres procedente de Jamaica desembarcó el 18 de octubre de 1662, cerca de Santiago de Cuba. El gobernador de este territorio, Pedro Morales, fue derrotado, y la ciudad fue ocupada y saqueada por los ingleses. Juan de Salamanca, aunque estaba enfermo, se puso el 15 de noviembre al frente de setecientos hombres en dirección a Santiago de Cuba. Al llegar a Trinidad supo que los ingleses se habían reembarcado, por lo que volvió a La Habana.

En 1659 había solicitado su sustitución por motivos de salud. Fue nombrado ese año, sin que ello guardara relación alguna con su solicitud, gobernador y capitán general de Filipinas y presidente de la Audiencia de Manila. Por alguna razón, los títulos de nombramiento no llegaron a su destino, por lo que en 1660 se le enviaron unos duplicados por el secretario del Consejo de Indias, junto con un escrito avisando a los oficiales reales de Veracruz de la importancia de los despachos dirigidos a Juan de Salamanca. A pesar de ello, continuó Salamanca en su destino en Cuba hasta 1662, y Sabiniano Manrique de Lara, que era el gobernador de Filipinas desde 1653 continuó en su puesto hasta 1663, posiblemente porque la sublevación en algunas provincias de Filipinas que tuvo lugar en 1660 aconsejó aplazar el cambio de gobernador. En la relación de servicios de Salamanca, conservada en el Archivo de Indias, una anotación marginal dice que habiendo sido promovido “a la Presidencia de filipinas [...] no aceptó, por lo qual acavo su quinquenio en la Havana”. Ello a pesar de que en 1661 había reiterado su solicitud de sustitución.

Contrajo matrimonio con Francisca Alonso de Salinas y Gallo de Avellaneda (perteneciente a una familia de hacendados burgaleses, tenía por ascendientes ilustres a Alonso Yáñez Fajardo, adelantado mayor del Reino de Murcia, y a Juan Álvarez Delgadillo, alférez mayor de Juan II), con quien tuvo en 1630 a Juan y en 1633 a María Francisca, casada con Francisco Orense Manrique. Su citado hijo Juan, casado en Briviesca con Clara Gutiérrez de Salazar (de donde era natural, hija de su alcalde), sería alcalde de esta villa en 1670 y regidor perpetuo de Burgos. Fue progenitor de los marqueses de Villacampo y de los condes del Campo de Alange, y también de los duques de Peñaranda de Duero, de las Torres, marqueses de Guadalcázar, Breña, Pacheco, La Granja, Acapulco, Rincón de San Idefonso, la Laguna, condes de Buelna, Lugar Nuevo, Castroponce y otros. El gobernador Juan de Salamanca fue enterrado en Burgos, según dispuso en su testamento, en la capilla de la Santa Cruz (llamada “de los Salamanca”), de la que era patrono, en la iglesia de San Lesmes, donde había sido bautizado.

Se le atribuye el inicio de la construcción en Briviesca de la que se conocería como “Casa de los Salamanca”, que terminaría su hijo Juan. Años después se alojaría en ella la reina María Luisa de Saboya, primera mujer de Felipe V, en cuyo recuerdo se puso cadena en la fachada (no se pudo alojar en su viaje de venida a España, que hizo por barco desde Niza a Figueras, pero pudo hacerlo en 1706 o, aún mejor, en 1710, fechas de las evacuaciones de Madrid realizadas por Felipe V durante la Guerra de Sucesión). Hoy día sólo queda de ella un cubo cilíndrico de piedra, con el escudo familiar, adosado a la reconstrucción posterior del edificio, propiedad del Ayuntamiento.

Fuentes y bibl.: Archivo Histórico Nacional, Secc. Nobleza, Frías, C. 382, D. 11; Secc. Estado, legajos 1337 y 2097, Relación de los servicios de D. Juan de Salamanca, Caballero de la orden de Calatrava y capitán de cavallos corazas españolas en los Estados de Flandes, año 1651; Archivo General de Indias (Sevilla), Indiferente General, 116, n.º 63, Relación de servicios del Maestre de Campo Don Juan de Salamanca cavallero del abito de Calatrava y corregidor de la ciudad de Ciudad Rodrigo, diosele el gobierno de la Havana el año de 659; Audiencia de Santo Domingo, Cartas de Gobernadores, r. 1, n. 7, n. 24, n. 32, n. 33, n. 43 n. 45; Archivo de los Condes del Campo de Alange, Árboles genealógicos del apellido Salamanca, y Testamento del Maese de Campo don Juan de Salamanca caballero dela horden de calatraba Gobernador y Capitan General dela isla de Cuba y ciudad de san Cristóbal dela abana, a quien su Majestad de Felipe quarto que esta en el cielo confio el gobierno y birreynato delas islas filipinas y presidencia dela Real Chancillería de Manila, otorgado en Burgos el 19 de septiembre de 1667 ante Antonio Ruiz de Vallejo; Real Academia de la Historia, Col. Salazar y Castro, D-34 fols. 8-10-v.

L. Salazar y Castro, Historia genealógica de la Casa de Lara, Madrid, Imprenta Real, 1696 [Bilbao, Wilsen Editorial, 1988, t. IV (moderno), pág. 779]; F. J. Alegre, Historia de la Compañía de Jesús en Nueva España, t. III, México, por C. M. Bustamante, 1842; P. Santacilia, Lecciones orales sobre la Historia de Cuba. Pronunciadas en el Ateneo Democrático Cubano de Nueva York, Nueva Orleans, Imprenta de L. E. del Cristo, 1859; J. de la Pezuela, Diccionario geográfico, estadístico, histórico de la Isla de Cuba, Madrid, Imprenta del Est. de Mellado, 1863, t. I, págs. 183-184, y t. II pág. 175, y t. IV, Madrid, Imprenta del Banco Industrial y Mercantil, 1866, pág. 393; M. Villar Macías, Historia de Salamanca, t. II, Salamanca, Imprenta de F. Núñez Izquierdo, 1887; G. Chacón (atrib.), “Crónica de Don Juan II”, en Colección de Documentos Inéditos para la Historia de España, t. XCIX, Madrid, por el marqués de la Fuensanta del Valle, Imprenta de R. Marco y Viñas, 1891, págs. 82 y 132; F. Figueras, Cuba y su evolución colonial, La Habana, Editorial Cenit, 1907, págs. 279-282 (La Habana, Editorial Isla, 1959); A. Ballesteros Beretta, Historia de España y su influencia en la Historia Universal, t. IV, Barcelona, Salvat Editores, 1926, pág. 473; M. Basas Fernández, “Mercaderes burgaleses del siglo XVI”, en Boletín de la Institución Fernán-González (Burgos), año XXXIII, n.º 127 (1954), pág. 164; I. García Rámila, “La capilla de la Cruz o de los Salamanca, en la Iglesia parroquial de San Lesmes, Abad”, en Boletín de la Real Academia de la Historia (Madrid), t. CXXXVI, cuad. II (1955), págs. 217-249; M. Basas Fernández, El Consulado de Burgos en el siglo XVI, Madrid, Escuela de Historia Moderna, Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), 1963; C. Fernández Duro, Armada Española desde la unión de los reinos de Castilla y de Aragón, t. IV, Madrid, Museo Naval, 1972; G. Parker, El ejército de Flandes y el Camino Español. 1567- 1659, Madrid, Alianza Universidad, 1985 (Barcelona, Alianza Editorial, 2006); V. Cadenas Vicent, Caballeros de la Orden de Calatrava que efectuaron sus pruebas de ingreso durante el siglo XVIII, t. II, Madrid, Editorial Hidalguía, Instituto Salazar y Castro, CSIC, 1987, págs. 153-154; A. C. Ibáñez Pérez, Burgos y los burgaleses en el siglo XVI, Burgos, Ayuntamiento, 1990; F. Oñate Gómez, Blasones y linajes de la provincia de Burgos, Tomo I. Partido judicial de Briviesca, Burgos, Artecolor Impresores, 1991; Tomo II, Partido judicial de Burgos, Burgos, Diputación Provincial, 2001; G. Parker, La Guerra de los Treinta Años, Madrid, Machado Libros, 2003; E. A. Alonso López, “Mohínas de la Inquisición”, en http://www.kislakfoundation.org/prize/200201.html; B. M. Cahoon, “World Statesmen”, en http://www.worldstatesmen.org/Cuba.html

sábado, 6 de julio de 2019

JAIME I SALVADO DE LA MUERTE POR UNAS SOPAS DE AJO


117. JAIME I SALVADO DE LA MUERTE POR UNAS SOPAS DE AJO
(SIGLO XIII. TERUEL)

JAIME I SALVADO DE LA MUERTE POR UNAS SOPAS DE AJO  (SIGLO XIII. TERUEL)


Jaime I, rey de Aragón, había decidido reconquistar Valencia, cuyo cerco era cada vez más apretado. Ahora, creyendo que había llegado el momento, organizó la hueste y puso rumbo a la ciudad del Turia. Al llegar a Teruel, donde pensaba acampar y esperar refuerzos, cayó enfermo de una misteriosa y grave dolencia que le dejó inmovilizado.

La noticia de la enfermedad del rey se extendió con rapidez, pero los más afamados médicos venidos de todos los confines no acertaban a diagnosticar y mucho menos curar el mal que le aquejaba. Se llegó a creer en la existencia de un posible encantamiento de los moros levantinos, sus adversarios, deliberando los entendidos en el modo de combatirlo sin resultado positivo.

La situación llegó al límite, pensando, incluso, en exponer al monarca en una tienda de campaña a la entrada de la ciudad en espera de que algún caminante conociera la terapéutica adecuada, pero el procedimiento pareció poco digno del rey y se desechó.
Por fin, se recurrió al saber popular, autorizando a la desesperada a cuantas personas creyeran conocer el remedio a ensayarlo: se probó con hierbas, músicas, conjuros, etc., pero todo fue en vano, hasta que un buen día, cinco jóvenes turolenses hicieron creer que la solución estaba en hacer comer al rey unas sopas de ajo.

El problema fue que, con tanta gente como había acudido a la ciudad, se habían agotado los ajos y la única manera de conseguirlos era yendo a buscarlos a la huerta valenciana, corriendo riesgos sin número. No obstante, los cinco jóvenes, seguros de la bondad de su método, se prestaron personalmente a ello iniciando un viaje peligroso del que sólo pudo regresar uno de ellos.

Se hicieron las sopas a la manera de Teruel con los ajos tan costosamente conseguidos, comiéndolas el rey durante varios días. Poco a poco fue mejorando su salud, hasta sanar por completo. La ciudad estalló en fiestas, en las que participó toda la población, pero Jaime I, inquieto por el retraso que su enfermedad había provocado, comenzó a organizar la hueste que habría de llevarle a Valencia.

[Caruana, Jaime de, Relatos..., págs. 43-50.]

lunes, 20 de mayo de 2019

LA RECONQUISTA DE VILLEL

2.72. LA RECONQUISTA DE VILLEL (SIGLO XII. VILLEL)

LA RECONQUISTA DE VILLEL (SIGLO XII. VILLEL)


Desde hacía diez años, la reconquista de Teruel por las tropas cristianas era ya un hecho, como lo era la amenaza que tal enclave suponía para las poblaciones todavía musulmanas aguas abajo del Guadalaviar.
Entre estos enclaves moros amenazados se encontraba Villel, cuyo alcaide, Setí Mahomat, se esforzaba en hostigar los alrededores de Teruel intentando debilitar las fuerzas enemigas. No obstante, todo era en vano, pues a aquellas alturas el desequilibrio de fuerzas era ya un hecho incontestable.
De pronto, los acontecimientos se precipitaron con rapidez. El valiente Setí Mahomat tenía una esclava cristiana, a la que había hecho prisionera en una de sus correrías, y de cuya belleza se había enamorado.

Sin saberlo Setí, también había hecho prisionero a un hermano de la muchacha o, mejor dicho, se había dejado capturar para tramar la caída de Villel.
El joven, una vez dentro de la población, se puso en contacto con su hermana y tramaron el futuro plan a seguir. Además, la joven consiguió de Setí Mahomat la liberación de su hermano, que regresó a Teruel con la misión cumplida.
Era noviembre de 1181 y los moros de Villel se hallaban en el cerro de la Horca celebrando la boda de un capitán. Al mediodía, en el castillo, la esclava cristiana, aprovechando la soledad en que se encontraban, confiado en su regazo Setí Mahomat, le clavó una larga aguja de salmar que llevaba oculta entre las trenzas, causándole la muerte.
Consumado el crimen, la esclava se hizo visible en una de las almenas del castillo, y agitando un pañuelo, tal como había convenido con su hermano, avisó a los cristianos, que estaban apostados en las cuevas y cerros inmediatos. Dirigidos por Martín Pérez, señor de Escondilla, las huestes cristianas tomaron el castillo y la población, pasando a cuchillo a cuantos se resistieron. Las mujeres moras, antes que caer como esclavas de los cristianos, cubriéronse la cabeza con el velo y se lanzaron a las aguas del río, librándose así de la deshonra.
Martín Pérez fue nombrado señor de Villel por el rey, que se reservaba el castillo, el horno y el molino.
[Gisbert, Salvador, «Tradiciones turolenses...». Heraldo de Teruel, 2 (1896), págs. 3-4.]


https://es.wikipedia.org/wiki/Villel

Villel es una localidad y municipio español de la provincia de Teruel perteneciente a la comarca de Comunidad de Teruel, en la comunidad autónoma de Aragón. En el censo de 2018 Villel tenía 327 habitantes.

Está situado a la derecha del río Turia. Comprende los caseríos o mases El Campo, La Fuensanta, Rueda, Torrejón, Vadillo, Viñuelas y el balneario de Los Baños.

A unos dos kilómetros se encuentra el santuario de nuestra Señora de la Fuensanta, que es el principal centro de devoción de la comarca, es un lugar situado entre las montañas y varios pueblos celebran en este santuario una romería anualmente. Pero cabe destacar la más importante que es la de Villel el segundo sábado de mayo.

Conserva su castillo parcialmente en ruinas y, sobre todo, su torre del homenaje. Pertenecía a los Aben Razin, de Albarracín, y fue ocupado por El Cid camino de Valencia.

Reconquistado por Alfonso II, quien lo entregó a los Templarios, fue primeramente una Encomienda de la Orden del Temple.

En el siglo XIV fue cabeza de Encomienda de la Orden de San Juan, encuadrada en la Castellanía de Amposta, y primer destino de Juan Fernández de Heredia, quien llegó a ser gran maestre de Rodas.

Lo conquistó Pedro I de Castilla en el transcurso de una guerra entre Aragón y Castilla, y en la Guerra de la Independencia lo ocupó también el ejército napoleónico.

Virgen de la Fuensanta:
Según la tradición, la imagen fue hallada por un pastor de nombre Juan Pérez en 1238; su imagen se venera en el Santuario de Nuestra Señora de la Fuensanta -edificio gótico tardío situado al poniente de la villa, construido en 1561.


https://www.escapadarural.com/que-hacer/villel

https://www.clubrural.com/que-ver/teruel/villel

https://www.youtube.com/watch?v=2gsczP-rvp4






martes, 14 de mayo de 2019

LA FUNDACIÓN DE TERUEL


2.70. LA FUNDACIÓN DE TERUEL (SIGLO XII. TERUEL)

Teruel, viaducto, acueducto


Octubre del año 1171. Los cristianos, acaudillados por Alfonso II, llegaron a Cella y prosiguieron su marcha hasta acampar en las cercanías de lo que hoy se llama Villa Vieja, en Teruel. Era tarde y el monarca decidió esperar al nuevo día. Mas cuando se hallaban descansando de la dura jornada, llegó al campamento un mensajero. Según sus noticias, se requería con urgencia al rey en otros lugares del Reino, de modo que éste ordenó replegarse a sus tropas para que esperaran su regreso, negando a varios de los seniores la posibilidad de continuar ellos solos la expedición.
Sin embargo, acabó atendiendo la propuesta de dos caballeros Blasco Garcés de Marcilla y Sancho Sánchez Muñoz— quienes proponían la fundación de una villa a la que el rey concedería el fuero que estimara conveniente, de manera que su autoridad sobre ella no quedara menguada.

Accedió Alfonso II y avió monturas y pertrechos para regresar Reino adentro.
Entre los señores y adalides que iban a acometer lo convenido con el rey surgieron las dudas acerca de dónde ubicar la villa nueva. Como no lograban ponerse de acuerdo, al final decidieron que el emplazamiento se ubicaría allí donde alguna señal de la providencia les marcara.
Hallándose en estas disquisiciones, supieron de la emboscada que les preparaban las tropas moras que merodeaban por los contornos y decidieron hacerles frente. Los musulmanes habían reunido una gran cantidad de toros a los que les colocaron en las astas y en el testuz materias inflamables (como en el actual toro embolado) y los lanzaron contra el ejército cristiano, al que creían descuidado. Pero no fue así, y lanceros, arqueros, ballesteros e infantes se parapetaron en trincheras. Más lejos esperaba para actuar la caballería.
Los toros fueron dispersados y los moros acosados y perseguidos hasta vencerles, de manera que las muelas, cerros y llanos de la margen izquierda del río quedaron libres de enemigos. Fue entonces, al amanecer, cuando, sorprendidos, los cristianos vieron en lo alto de la Muela un magnífico toro superviviente de la manada. Entre su cornamenta, lucía una lucecilla, restos, sin duda, de la materia inflamada que encendieron los moros, pero que desde lejos parecía una estrella. Era la señal que esperaban. Aquel sería el lugar del asentamiento de la nueva villa, la de Teruel. (Terol, Turolio)
[Caruana, Jaime de, «Alfonso II y la conquista de Teruel», Teruel, 7 (1952), 97-140.]



Teruel es una ciudad española situada en el sur de Aragón, en la zona centro-oriental de la península ibérica. Es la capital de la provincia homónima y posee un importante patrimonio artístico mudéjar (parte del cual ha sido reconocido por la Unesco como Patrimonio de la Humanidad). Con 35 484 habitantes (INE 2017), es la capital de provincia menos poblada del país. Se encuentra en la confluencia de los ríos Alfambra y Guadalaviar, aguas abajo de la ciudad conocido como Turia. Situada a una altitud de 915 msnm, su clima se caracteriza por presentar inviernos fríos y veranos cálidos y secos.


Entre sus atractivos turísticos se encuentran sus edificaciones mudéjares, el mausoleo de los Amantes de Teruel, El Torico y el centro paleontológico Dinópolis. Los monumentos mudéjares más destacados son la iglesia de Santa María, catedral de la diócesis de Teruel, y las torres de El Salvador, San Martín y San Pedro, a cuyos pies se encuentra la iglesia que recibe el mismo nombre, también de arte mudéjar.

LA FUNDACIÓN DE TERUEL (SIGLO XII. TERUEL), torico



Para los fenicios su nombre era Thorbat o Thorbet, palabra que podía proceder del hebreo Thor y bat, que significa Domus tauri (señor dios toro). 

Para los celtíberos era Turba,​ y para los latinos Túrbula; así la llamaba Ptolomeo.

Teruel estuvo poblada desde los tiempos de los celtíberos, los cuales llamaban al lugar Turboleta. El topónimo Turboleta podría venir del término vasco-íbero itur + olu + eta (lugar de fuente, manadero), según la teoría del vascoiberismo. Hay restos en el yacimiento del Alto Chacón. La zona fue ocupada posteriormente por los romanos, quedando restos en poblaciones cercanas, como los de Cella.

Algunos autores aseguran que en el mismo emplazamiento de la actual ciudad de Teruel (concretamente en el barrio de la Judería), se asentaba Tirwal, nombre que procedería del árabe, con el significado de "torre", enclave musulmán citado en el año 935. Sin embargo, aunque se ha detectado arqueológicamente la presencia de ocupación islámica de este espacio, los restos localizados no pertenecen a un núcleo de población, sino más bien a una construcción defensiva.

El 1 de octubre de 1171 el rey aragonés Alfonso II tomó Tirwal con la intención de reforzar la frontera meridional de su reino, que consideraba amenazada por la toma de la ciudad de Valencia por los almohades. Y en ese mismo año fundó la ciudad de Teruel, dotándola de fueros y privilegios para facilitar de este modo la repoblación de la zona.

Hay que destacar por su importancia histórica que, en el torreón del Cubo, junto a la desaparecida puerta de Zaragoza, se encuentran las más antiguas barras de Aragón que se conservan, significando así Alfonso II el Casto, al esculpir sus cuatro barras de gules en piedra al amurallar Teruel, que era una villa de realengo.

La fundación de Teruel supone un cambio sin precedentes en la estructura política y territorial del sur de Aragón, ya que el predominio del Albarracín y la Alfambra de época musulmana será sustituido por el de la nueva fundación, Teruel en especial, en detrimento de Alfambra, que quedará en un segundo plano bajo la fórmula jurídica de señorío.

Según una leyenda, para fundar la nueva ciudad los sabios y las gentes principales de la villa se reunieron y buscaron diversas señales y presagios, encontrando favorable el que un toro mugiera desde un alto (que se correspondería con la plaza principal actual, la del Torico) y que sobre el toro brillara una estrella. De este encuentro toma, según algunos autores, su nombre la ciudad, ya que provendría de juntar en una palabra el vocablo "toro" y el nombre de la estrella, "Actuel", formando de este modo la palabra "Toroel", y después "Toruel". De este fortuito encuentro procedería también el símbolo del toro y de la estrella, que se puede observar tanto en la bandera como en el escudo de la ciudad, además de en el monumento de la Vaquilla (en el que se observa a un vaquillero enfrentándose a un toro y a un ángel situándole la estrella al toro).

Tras su fundación y repoblación, se constituyó la comunidad de Teruel, conjunto de aldeas del entorno de la localidad.

Los habitantes de Teruel intervinieron en la conquista de Valencia, que estaba en poder de los musulmanes, y en la guerra de los Dos Pedros contra Castilla, siéndole otorgada a la población el título de ciudad en 1347 por Pedro IV de Aragón, por su colaboración en las guerras de la Unión. Hay que destacar la considerable importancia que alcanzaron las comunidades judía y mudéjar dentro de la vida social y económica de la ciudad, desde que se consolidaran sus aljamas hacia finales del siglo xiii. Es notable el caso de la Judería de Teruel, que conserva todavía su topónimo, y de la que se han localizado abundantes restos arqueológicos.

Uno de los hechos más relevantes de su historia se produjo en las llamadas Alteraciones de Teruel y Albarracín. Durante el reinado de Felipe II, el Tribunal de la Inquisición cometía constantes contrafueros, por lo que no fue aceptado por estas poblaciones, provocando frecuentes algaradas populares, a veces con violencia hacia los inquisidores. En el año 1572 se produjeron tales altercados que el rey, ejerciendo su autoridad, mandó un ejército castellano al mando del duque de Segorbe a invadir Teruel. Hubo combates durante varios días al estar la ciudad fortificada, pero finalmente la plaza se rindió el Jueves Santo de aquel año. Durante una semana se ajustició a los cabecillas en los jardines del Barón de Escriche, actual plaza de San Juan. Este hecho desacreditó enormemente la foralidad aragonesa.

En el municipio de Teruel se encuentran, además de la capital provincial, las localidades de Aldehuela, El Campillo, Castralvo, Caudé, Concud, San Blas, Tortajada, Valdecebro, Villalba Baja y Villaspesa.