239. OROSIA MUERE A MANOS MUSULMANAS (SIGLO IX. JACA Y
YEBRA DE BASA)
Orosia o Eurosia —una de las hijas de
los duques (que para otros eran reyes) de Bohemia o de Aquitania,
Boribonio y Ludemila, quienes se habían convertido al cristianismo
por influencia de san Metodio— era una muchacha joven y de notable
belleza, a la que algunos convierten en mujer del último conde
aragonésFortuño Ximénez, mientras otros consideran que era
soltera en el momento de sufrir el martirio al que fue sometida, si
bien es cierto que estaba a punto de desposarse.
Lo cierto es que en el año 870,
acompañada por el obispo Acisclo y por su hermano Cornelio, recorrió
las tierras de Francia de norte a sur para venir a reunirse a Aragón
con su esposo o su prometido, no se sabe bien. Tras un largo y penoso
viaje, atravesó por fin la comitiva el Pirineo para encaminarse
hacia Jaca, cuando recibieron noticias de que algunos grupos armados
de musulmanes patrullaban por la comarca, así que decidieron
guarecerse en una cueva cercana a Yebra de Basa, en espera de que
pasara el peligro.
Alertados, asimismo, los musulmanes de
la presencia de un grupo de gente cristiana que andaba huida y
escondida por los montes, acabaron por encontrar a Eurosia y a todos
los suyos, que fueron conducidos prisioneros ante su jefe, Abenlupo,
quien quedó impresionado por la belleza de la joven.
El juicio fue sumarísimo y Abenlupo
ofreció salvar la vida de la joven y la de los suyos si ésta
accedía a convertirse al islamismo, pero la negativa fue tajante. No
obstante, para forzarla a cambiar de opinión, hizo matar uno tras
otro a su tío, a su hermano y a algunos de los acompañantes y
doncellas del séquito, pero la princesa permaneció fiel a su fe.
Aquella actitud de firmeza de Eurosia acabó por irritar
completamente a Abenlupo, que ordenó también su muerte, haciéndole
cortar los brazos, las piernas y la cabeza.
Tuvieron que transcurrir casi
doscientos años, según la tradición, para dar con los despojos de
Eurosia. Un ángel condujo hasta ellos a un pastor, que acabó
hallando la cabeza y el tronco de la joven. Dejó la primera en Yebra
de Basa y llevó el tronco a Jaca. A su paso por las aldeas del
camino, las campanastañían solas, lo mismo que ocurrió en Jaca,
donde se guarda la reliquia.
[Rincón, W. y Romero, A.,
Iconografía..., II, pág. 15.]
Interesante ruta en la que destaca el sorprendente número de ermitas que nos vamos a encontrar así como las magnificas vistas durante la ascensión del Valle de Basa, aunque sin lugar a dudas el lugar más espectacular de todo el recorrido lo constituyen el conjunto de ermitas rupestres de San Cornelio y de La Cueva, que se encuentran literalmente encajadas entre grandes paredes de piedra, sobre la cual se precipita desde gran altura las aguas del Barranco de Santa Orosia formando una impresionante cascada conocida como El Chorro.
En Borja, como en tantos otros lugares
de Aragón, convivieron cristianos y moros tras la reconquista. Cada
comunidad tenía, como es lógico, sus propias costumbres y
tradiciones fruto de la distinta concepción de la vida y de la
muerte, mas, con la excepción de aislados y contados casos, la
coexistencia solía ser pacífica y el trato entre unos y otros
natural.
En el seno de la comunidad mudéjar de
Borja, una madre vio cómo su hijo de corta edad enfermaba, sin que
los físicoso médicos borjanos ni de los pueblos de alrededor
hallaran remedio a su mal. La salud del niño fue agravándose poco a
poco hasta acabar muriendo. Es de imaginar el desconsuelo de la madre
y las escenas de dolor inmenso a que el fatal desenlace dio lugar.
La desconsolada mora borjana, en sus
constantes idas y venidas diarias a la fuente, había oído a unas
amigas cristianas que existía en las afueras de la ciudad de Huesca
una imagen milagrosa de la Virgen de la que contaban historias
inverosímiles. Las amigas las llamaban milagros y, aunque la agarena
no entendía cómo pudiera ser posible aquellos hechos tan
fantásticos, decidió llevar a su hijo muerto hasta Huesca para
pedir por él a la Virgen de sus amigas.
Cuando con cierto recelo les contó a
sus vecinas musulmanas qué era lo que pretendía hacer, oyóse de
todo, pero no cejó en su empeño y se encaminó a Huesca, mejor
dicho, a las afueras de Huesca, puesto que la ermita de la Virgen
estaba situada en las huertas aledañas a la ciudad. Allí supo que
se llamaba Nuestra Señora de Salas.
Tras un penoso viaje, llegó al
santuario oscense y rogó a la Virgen por su hijo muerto desde su fe
distinta, pero con el corazón limpio y fue escuchada. El pequeño
morico jugaba ya antes de que la madre saliera del templo.
Volvió a Borja y narró en la fuente
todo lo que había sucedido mientras el niño correteaba con otros
niños. Sus vecinas moras callaron, pero jamás le perdonaron. No se
hizo por aquello cristiana, pero desde entonces comprendió que
sentía lo que las madres cristianas sentían.
[Aguado Bleye, Pedro, Santa María de
Salas en el siglo XIII, pág. 119.]
"La celebración del voto a la Inmaculada Concepción en oficio del TOTA PULCHRA se celebra anualmente en Huesca el 7 de diciembre, vigilia de la festividad católica de la Inmaculada Concepción, con la participación de tres instituciones: la académica, heredera de la Universidad de Huesca, representada por el Claustro del Profesorado del Instituto de Enseñanza Secundaria Ramón y Cajal, la municipal, representada por el Ayuntamiento de Huesca y la eclesiástica, a través del Cabildo Catedralicio, que incorpora un ritual específico en cuanto a procedimiento, usos, intervenciones musicales y de patrimonio mueble, renovado y adaptado al paso de los tiempos.
La Ceremonia del Tota Pulchra está protegida por el Gobierno de Aragón como Bien de Interés Cultural Inmaterial con carácter provisional mediante la incoación del procedimiento correspondiente, en fase de exposición pública"
Información tomada del programa "LUMEN AD CIVITATEM", la ceremonia del Tota Pulchra y la exposición sobre la misma a desarrollar en la catedral de Huesca del 2 de diciembre de 2013 al 22 de enero de 2014. http://www.romanicoaragones.com/3-Somontano/990393-HU-Salas.htm La talla del siglo XIII de la Virgen de Salas se halla expuesta en la sala de orfebrería en la que se muestran algunos otros objetos procedentes de ese santuario acompañando al magnífico frontal que se expone allí de modo permanente.
La talla de la Virgen de Salas procede de la localidad de Salas Altas próxima a Barbastro, según relato del S. XVIII de F. Roque Alberto Faci: "...La de Salas, que como huésped de este santuario, está en el nicho principal de su altar, cediéndosele la de la Huerta. Dejó milagrosamente el altar que tenía en el lugar de Salas Altas, pueblo vecino a la ciudad de Barbastro, y por ministerio de Ángeles fue traída a dicha iglesia. La causa porque dicha imagen dejó a Salas Altas, no se sabe, pero si que los de Salas Altas pidieron dicha imágen hallándola menos, y el señor Obispo de Huesca y esta Ciudad, se la negaron, celebrando el favor de esta Reina Soberana en dignarse venir a este templo. Por la venida de Nuestra Señora de Salas se mudó el nombre de Santuario de Huerta, en Salas y desde ese tiempo se llamó Nª Sª de Salas. No se sabe el año cierto de este suceso; pero es seguro fue antes del año 1200, en el cual por el suceso milagroso de la Traslación prodigiosa de Nª Sª de Salas a este Santuario, lo dotó, benefició y reedificó la Reyna Doña Sancha; madre del Rey Don Pedro II y abuela de Don Jaime de Aragón y fundadora del real Monasterio de Sigena." (Texto tomado de J. L. Aramendía).
Alfonso X "El Sabio", rey de León y Castilla (1252-1284) le dedicó nada menos que diecisiete de sus cantigas ( Las número 43, 44, 109, 114, 129, 161, 163, 164, 166, 167, 168, 171, 172, 173, 189 y 247); siendo la Virgen a la que más cantigas dedicó y la única aragonesa.
Aramendía transcribe la cantiga 164 que justifica su pálido color en relación con un episodio de acusación a su prior de batir moneda falsa. Fue detenido por los soldados del infante Fernandoabad de Montearagón cuando se había refugiado en su cementerio: "La virgen dio entonces un gran grito que hizo temblar la Tierra, apartó de si a su Hijo y perdió el color y la hermosura. El infante abad, arrepentido de la violación del asilo sagrado, dio libertad al prior y por consejo del obispo de Huesca, que le reprendió el hecho, entró en la iglesia con su gente, todos con dogales al cuello, para desagraviar a Santa María. La imagen, para demostrar que les perdonaba, acercó a si a su Hijo, pero nunca volvió a recobrar el color perdido".
En las sucesivas imágenes muestro tomas generales de la talla, así como primeros planos de las caras de la Virgen y del Niño. También detalles interesantes como el cinturón de la Virgen, la decoración de su escabel o la oquedad que forma el manto de la Virgen junto a su brazo derecho, típica según relata Domingo Buesa de las "Vírgenes-Manto" aragonesas. Tanto la presencia del manto, como el escabel oscense o la corona decorada con palmetas certifican según Buesa, la iconología del siglo XIII de esta Virgen-Ternura o Virgen-Sustentante.
Las poblaciones musulmanas de los
alrededores habían ido cayendo una tras otra en manos de los
cristianos, pero el golpe definitivo a estas tierras del Bajo Aragón
lo asestó el rey Alfonso II, amparado en las Órdenes Militares: los
musulmanes estaban siendo empujados hacia el Mediterráneo. En
aquellas condiciones, la suerte de los moros de Castellote estaba
echada, puesto que no cabía esperar ayuda ninguna.
Cuando los habitantes moros de
Castellote tuvieron la certeza de que sus horas como dominadores
estaban contadas, como ocurriera en tantas otras poblaciones,
comenzaron a pensar en la huida, que no podía tomar otra dirección
que la del reino musulmán de Valencia.
Como les era imposible llevarse encima
todas las que habían sido sus pertenencias, y como, al fin y al
cabo, pensaban que la gravedad de la situación podía atemperarse e
incluso restablecerse la situación anterior, antes de salir de
Castellote decidieron enterrar un valioso y gran tesoro en la montaña
llamada de Cañarda, cerca del conocido «chorro de san Juan», junto
a unas curiosas sepulturas antropomorfas abiertas en la piedra tosca.
Allí lo encontrarían en el supuesto caso de que la situación
mejorara y pudieran regresar.
Pusieron guardas vigilantes en todos
los puntos dominantes de la zona para asegurarse que nadie podía ver
dónde se escondía el tesoro, de manera que jamás ha sido
encontrado por nadie. Como ellos tampoco pudieron regresar para
recuperarlo, permanece oculto hasta hoy. Lo único que sabían o,
mejor dicho intuían los mozárabes que esperaban la liberación era
que se trataba de un tesoro de gran valor, tanto es así que la voz
popular ha recogido esta apreciación en unos versos romanceados:
«Cañarda, Cañardón, hay más oro en la garrocha de Cañarda que vale
todo Aragón».
198. LAS REVUELTAS MUSULMANAS PREVIAS A
LA RECONQUISTA DE SARAKUSTA
(SIGLO XII. ZARAGOZA)
A principios del siglo XII —poco
antes de ser reconquistada la ciudad por los cristianos que
capitaneara Alfonso I el Batallador— se respiraba en Sarakustaun
ambiente de descontento y de absoluta anarquía como ponían de
manifiesto los pequeños pero continuos intentos de sublevación
contra el rey taifal de la Aljafería.
Una de aquellas habituales algaradas
tuvo como protagonista principal a una hermosísima mujer que hacía
algún tiempo se había quedado viuda, una mora llamada Adelfa, que
habitaba en uno de los más suntuosos palacios árabes de la ciudad.
Casi todos los hombres importantes del reino zaragozano pretendían
su amor, pero sólo un tal Abuhasalem consiguió que Adelfa se fijara
en él y aceptara sus proposiciones. Era éste sobrino del rey Amad
Dola, que acababa de abandonar exiliado la ciudad forzado por la
victoriosa sublevación de Ben Alhag.
Otro de los notables sarakustíes
totalmente rendido y apasionado por la viuda Adelfa era Zila, quien,
celoso, sin duda alguna, aprovechó el estado de anarquía reinante
en la ciudad para dirigir hábilmente sus ataques contra Abuhasalem,
afirmando que éste se había quedado en Sarakusta para derrocar al
usurpador Ben Alhag y reconquistar el trono abandonado a la fuerza
por su tío. Abuhasalem intentó defenderse a toda costa de la
multitud que lo acusaba, pero nada pudo hacer y finalizó perdiendo
la vida en la revuelta, aunque no sin antes acabar él mismo con la
del embustero e intriganteZila.
Cuando la sangrienta pelea entablada
entre los bandos en discordia se hallaba en su pleno apogeo, la viuda
Adelfa fue puesta a salvo por Teófilo, un esclavo cristiano de los
moros, que la condujo y ocultó en la capilla de Santa María la Mayor. Pasaron algunos
días y Adelfa, que había reflexionado sobre todo lo sucedido, pidió
ser bautizada y se convirtió al Cristianismo. Y si poco se sabe de
ella una vez liberada Zaragoza por Alfonso I el Batallador, sí al
menos quedan noticias de que su cadáver fue sepultado en las
catacumbas, junto con los innumerables mártires de Zaragoza.
[Sánchez Pérez, José A., El Reino de
Aragón, págs. 105-111.]
169. LOS URREA CONTRA LOS
CORNEL (SIGLO XIV. ZARAGOZA)
Doña Brianda de Luna, una
joven perteneciente a la importante familia de este apellido, estaba
casada con el rico-hombre don Lope Ximénez de Urrea, mas el destino
y la fatalidad quisieron que el enlace no funcionara bien y la
muchacha, alegando que su marido era impotente, inició los trámites
del divorcio.
Sin esperar la resolución
pertinente, la joven abandonó el hogar, que estaba situado entre la
calle del Sepulcro y la ribera del Ebro. Intervinieron en el asunto
tanto el arzobispo de Zaragoza, que era familiar suyo, como los
abades de Montearagóny Veruela, conminando todos a la muchacha a
que volviera con su esposo al menos hasta que se resolviera el caso.
Regresó contrariada
Brianda con su marido, pero como estaba resuelta a terminar con él,
a los pocos días se descolgó por una ventana que daba al río,
huyendo en compañía de su primo y amante, don Luis Cornel, para
refugiarse ambos en el cercano castillo de Alfajarín. Al hacerse
pública esta noticia entre los zaragozanos, los Urrea y los Cornel
entablaron una disputa que desembocó incluso en luchas y choques sangrientos.
El rey Pedro IV, viendo
que las desavenencias entre tan importantes familias estaban asolando
Alfajaríny sus contornos, decidió convocar a ambas partes a las
Cortes reunidas en Zaragoza, con citación especial de los dos
promotores de la discordia.
Acudió don Lope Ximénez
de Urrea, el marido burlado, ante los brazos de las Cortes, pero no
así don Luis Cornel, el amante burlador, que no sólo recibió con
chanzas a los embajadores del rey sino que incluso arreció sus
ataques contra las posesiones de su enemigo. El rey, profundamente
enojado por esta actitud, dispuso que sus tropas arrasaran los campos
de Alfajarín, tomaran por asalto el castillo y llevaran prisionero a
don Luis Cornel, que fue condenado al destierro, mientras doña
Brianda acababa sus días recluida en un convento.
El castillo de los Cornel se sitúa en el término municipal de Alfajarín, en la provincia de Zaragoza sobre una cumbre de los Montes Blancos, junto a la ermita de la Virgen de la Peña de la localidad.
El castillo de Alfajarín fue construido por los musulmanes en el siglo XI. Alfajarín y su castillo se rindieron ante el avance cristiano (1119) tras la reconquista de Zaragoza por Alfonso I el Batallador en 1118, pero poco después volvió a manos musulmanas y en 1131 tuvo que volver a tomarlo el rey Alfonso, poniendo como tenente a Fortún Galíndez.
Tras la muerte de Alfonso I Batallador, a consecuencia de las heridas sufridas en la batalla de Fraga en 1134, volvió a poder de los almorávides, no siendo reconquistado definitivamente hasta 1141, durante el gobierno de Ramón Berenguer IV quien puso tenentes al frente de la guarnición hasta 1196.
Desde final del siglo XIII y hasta finales del siglo XIV perteneció a la baronía de los Cornel, como consecuencia de la donación hecha por Jaime II de Aragón en 1293. Tras extinguirse esta baronía fue comprado por diferentes personajes. Entre ellos destaca Ramón de Espés y la familia de los Alagón. Con posterioridad el castillo quedó abandonado y comenzó un proceso de ruina.
La fortaleza se sitúa sobre un espolón rocoso sobre la ribera del Ebro, defendido por los lados norte y este por acantilados naturales y en el resto se construyó un foso defensivo para proteger la entrada teniendo acceso con puente levadizo protegido con dos torres. En una de las torres se encontraba el acceso en recodo, con arco apuntado revestido de ladrillo, en la actualidad muy deteriorada. La otra torre destaca por su volumen, presenta planta cuadrada, de unos 6 metros de lado, y gran altura. Interiormente se estructuraba en dos plantas superpuestas, cubiertas con bóvedas de cañón apuntado, de las que la de la planta baja ha desaparecido. Posee dos puertas y una ventana en arco apuntado situadas en la cara que mira al interior del recinto. el recinto tiene planta pentagonal irregular midiendo aproximadamente 100 por 60 metros. El muro norte es el menos deteriorado y en él se abre un portillo que lo une con la Torre del Homenaje, vigilado a su vez por un torreón rectangular. En el extremo este presenta existe torreón pentagonal en muy mal estado. Existe un foso artificial en todo este extremo. La torre del homenaje se construyó en el siglo XIV y en esta época también se reforzó todo el castillo. Esta torre debía ser imponente, pero sólo conserva dos paredes de gran espesor. La construcción es de tapial revestido de ladrillo macizo hasta media altura.
141. EL NACIMIENTO DE LOS ESPARZA
(SIGLO XI. PAMPLONA)
En el año 1076, tuvo lugar en el
limítrofe reino pamplonés una grave y profunda crisis política, en
cuyo origen estaban involucrados los hermanos de su rey Sancho IV,
los llamados infantes Ramiro y Ramón. La actitud belicosa de ambos fue tal que acabaron
despeñando a su hermano en Peñalén, con la pretensión de
sucederle en el trono. Ante aquel criminal proceder, los pamploneses
sopesaron las distintas alternativas posibles para tratar de salir de
la crisis, aunque ninguna de las barajadas pasaba por nombrar como
sucesor a alguno de los hermanos asesinos.
Por fin, tras largas deliberaciones,
decidieron proponer como rey de Pamplona al monarca aragonésSancho
Ramírez, descendiente directo de la familia real pamplonesa. Aceptó
éste y cuando le alzaron como rey, a la manera que acostumbraban los
navarros, tenía veinticinco años y hacía seis que gobernaba en
Aragón. Ambos reinos permanecerían unidos y caminarían juntos
hasta la muerte de Alfonso I el Batallador.
Juró el rey Sancho Ramírez, como era
preceptivo, que guardaría y haría guardar los fueros, las
observancias y las costumbres vigentes en Pamplona, e inmediatamente
adoptó medidas encaminadas a tratar de cortar de raíz cualquier
posible brote de resistencia, de modo que expulsó de sus tierras
tanto al infante fratricida don Ramón como a todos aquellos que se
habían declarado de su parcialidad.
Fueron momentos tensos y difíciles,
pero, según la tradición, de este momento histórico concreto
arrancan aquellos que se llamaron y tuvieron por sobrenombre el de
Esparza, origen posterior del apellido Esparza, porque fueron echados
y «esparcidos» del reino pamplonés para que en él se recuperara
la paz perdida, como así sucedió en efecto.
[Ubieto, Agustín, Pedro de Valencia:
Crónica, págs. 101-102.]
El Reino de Pamplona en su auge bajo Sancho el Mayor (de 1029 a 1035)
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Jimeno Jurío, José María (2004). ¿Dónde fue la Batalla de "Roncesvalles"?. Pamplona: Pamiela. ISBN 84-7681-392-9.
Fortún Pérez de Ciriza, Luis Javier (1993). «El Reino de Pamplona y la Cristiandad Occidental». Historia Ilustrada de Navarra. Pamplona: Diario de Navarra. ISBN 84-604-7413-5.
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El reino de Pamplona fue una entidad política creada en el Pirineo occidental en torno a la ciudad de Pamplona en los primeros siglos de la Reconquista. Su nombre se menciona en los Annales regni Francorum. La expresión se siguió utilizando hasta que Sancho VI de Navarra cambió su título de Pampilonensium rex (en español o castellano: rey de los pamploneses) por el de Navarrae rex (en español, rey de Navarra). Historiográficamente también se emplean las expresiones condado de Pamplona (durante la época de los reyes navarro-aragoneses) y reino de Nájera o reino de Pamplona-Nájera (a partir de 925, tras la conquista de Nájera, la consolidación del reino de Nájera y el reinado de García Sánchez I de Pamplona).
La civitas romana de Pompaelo había sido la principal ciudad del impreciso territorio atribuible al pueblo de los vascones, hasta la fundación de Victoriacum por los visigodos (581). Durante el último tercio del siglo VIII, Carlomagno, el rey de los francos, llevó a cabo expediciones en el territorio surpirenáico para crear una marca fronteriza meridional (la posteriormente denominada Marca Hispánica) en el territorio entre los Pirineos y el Ebro que contrarrestara al emirato de Córdoba. Tras el fracaso inicial de tales intentos de expansión, se logró a principios del siglo IX la creación en la parte occidental de los Pirineos de un condado que subsistiría unos diez años. A partir de entonces, de nuevo bajo el control de las autoridades cordobesas (ya con la denominación de emirato de Córdoba), se organizó hacia 824 el reino de Pamplona bajo la dirección de Íñigo Arista, su primer rey, y con el apoyo de sus aliados muladíes de los Banu Qasi, señores de Tudela, y del obispado de Pamplona.
En el siglo X el reino de Pamplona rompió con Córdoba e inició su expansión tanto militar como diplomática con alianzas selladas con matrimonios de los monarcas y nobles. De esta forma tenía lazos familiares muy próximos con el vecino reino de León. La dinastía Arista-Íñiga, fundadora del Estado, terminó con Fortún Garcés (870-905) quien, según la tradición, abdicó y se retiró al monasterio de Leyre. Fue sustituida por la dinastía Jimena, que comenzó con Sancho Garcés I de Pamplona (905-925) y cuyo reino se denomina tanto reino de Pamplona como reino de Navarra.
Sancho Garcés I y su hijo, García Sánchez I, desarrollaron una labor de repoblación y favorecimiento de las nuevas tierras y de los monasterios allí existentes. Sancho Garcés II y García Sánchez IIel Temblón se vieron obligados a capitular ante Almanzor y a pagar tributos al califato de Córdoba.
Con Sancho III el Mayor (1004-1035) el reino de Pamplona alcanza su mayor extensión territorial abarcando casi todo el tercio norte peninsular. Antes de morir (1035) dividió sus territorios entre sus hijos: su primogénito, García Sánchez III, reinó en Pamplona y heredó algunas tierras en Aragón y Castilla; Fernando I de Castilla obtuvo gran parte del condado de Castilla; Ramiro I de Aragón recibió tierras en Aragón y Navarra; y Gonzalo en Sobrarbe y otros puntos distantes de Aragón. De este reparto surge la nueva estructura política del siglo XII con los reinos de Navarra, Aragón y Castilla.
El reino de Pamplona estuvo incorporado entre 1076 y 1134 a los territorios aragoneses. Se segregó en el reinado de García Ramírez y en el de Sancho VI de Navarra (1150-1194) pasó a llamarse reino de Navarra.
Como recuerda el hispanistaRoger Collins, los testimonios que se conservan de la época son muy escasos, de manera que no existe un consenso entre los especialistas para discernir el número preciso de monarcas y la duración de sus mandatos, como tampoco sobre la extensión de su territorio e influencia.
Si bien durante mucho tiempo se ha afirmado que el germen del Reino de Pamplona es el Ducado de Vasconia, hoy esta afirmación parece descartable, en primer lugar, porque la misma existencia histórica del supuesto ducado es puesta en tela de juicio. Este ducado, transcrito también en latín como Wasconiae, fue -suponiendo que fue real- una entidad de la Alta Edad Media constituida hacia el 601-602 por los reyes francosmerovingios sobre la base territorial de la circunscripción o ducatus de la provincia bajoimperial romana de Novempopulania, en la antaño provincia augustiniana de Gallia Aquitania, y que se extendía desde el sur del curso bajo del río Garona hasta la vertiente continental de los Pirineos.
Pero parece inverosímil que una población tan abrumadoramente rural y dispersa como la vascade la época fuera capaz de articular formas políticas tan complejas. En este sentido, es significativo que el reino de Pamplona surgiera a partir de una ciudad cuyo propio nombre en vascuence -Iruña, "la ciudad"- da fe de que se trataba de la única ciudad de toda la región. Así pues, parece más acertado afirmar que el futuro reino de Navarra fue el resultado de un indudable origen indígena vasco, pero también de una base urbana y heredera de la Hispania romana (conviene recordar que Pamplona fue fundada por Pompeyo el Grande, de quien toma el nombre). A partir de la alianza entre estas dos realidades históricas y culturales o de la lenta asimilación de ambas, la tradición rural de los vascones y la tradición urbana e hispanorromana -y más tarde hispanogoda- de la ciudad de Pamplona, se fue decantando con el tiempo la personalidad del reino pamplonés. La evidencia indica que esa alianza entre dos mundos enfrentados -el agrovascón y la ciudad hispanogoda- fue posible por la necesidad de sumar fuerzas frente a un poderoso enemigo común: Al-Ándalus.
Carlomagno, con el proyecto de defender y dilatar el orbe cristiano, realizó una expedición con la intención de ocupar Zaragoza y debilitar al emir cordobés. Esta expedición fue un fracaso y en su retorno destruyó los muros y la ciudad de Pamplona para que no se pudiera rebelar. Al pasar por el Pirineo, su retaguardia fue sorprendida y aniquilada por los vascones en la llamada batalla de Roncesvalles el 15 de agosto del 778. El emir cordobés con sus fuerzas armadas recuperó su poder en Zaragoza en el 781, luego en la comarca de Calahorra, dirigiéndose a tierras vasconas y en Pamplona fue acatado por Jimeno el Fuerte. En el 806 la aristocracia pamplonesa se fue organizando en oposición al califato e incorporándose al Imperio carolingio de Ludovico Pío, sin conocer los términos de esta mutación política. La marca hispánica carolingia de la "Navarra nuclear" era un condado de unos 4000–5000 km² y sólo debió de tener un único conde, Velasco al-Yalasqí, ya que en el 816 se produjo el derrumbamiento de estas marcas en el Pirineo occidental, siendo por tanto efímera y sin cambios profundos. Mientras, Álava entró en la órbita de la monarquía asturiana cuando el príncipe Fruela I venció a los rebeldes vascones, capturó a la que sería su futura esposa, Munia y convirtió este territorio en el baluarte oriental de la monarquía asturiana y manteniendo la descripción de vascones para sus habitantes.
Tras la enérgica reacción sarracena, se volvió a instaurar el sistema de obediencia indirecta a Córdoba, considerándose que se establece el Reino de Pamplona con su primer reyÍñigo Arista, que contaba con el apoyo de los Banu Qasi de la ribera. Debía tributar al emir de Córdoba, pero mantenía su propio gobierno y la religión cristiana. En los testimonios árabes lo presentan como «señor, conde o príncipe de los vascones (bashkunish)» y, por tanto, es dudoso que fuera considerado en la época como rey (al igual que sus dos descendientes primeros), dado que el territorio era pequeño, como el de un condado, y con una única sede episcopal. Esta sumisión era mantenida mediante expediciones armadas punitivas, sin intención, al parecer, de querer mantener una ocupación permanente. El territorio era de unos 5000 km² entre las cumbres del Pirineo occidental y los límites que daban las sierras exteriores. En el 824, tras la "Segunda batalla de Roncesvalles", Navarra y los territorios al sur del Pirineo se separan definitivamente del Ducado e inician su propio recorrido. Tras sofocar las revueltas de las fuerzas nobiliarias en Gascuña, el poder carolingio envía sus tropas a Pamplona capitaneadas por dos de sus condes, con el objeto de restaurar su soberanía sobre el territorio. En el retorno de su misión fueron sorprendidos y capturados en los Pirineos tras perder a su guardia armada de vascones o gasconesa manos de los "pérfidos montañeses" (vascones cispirenaicos). El conde Eblofue enviado a Córdoba como trofeo, y el conde Aznar fue puesto en libertad por ser gascóny ser considerado consanguíneo. En 853, el duque de Vasconia jurará por última vez lealtad a un soberano carolingio, iniciando posteriormente una dinámica regional fuera de los poderes centrales carolingios. Los títulos de duque de Vasconia y Aquitania se reunieron definitivamente en la figura de Guillermo VIII de Aquitania a partir de 1063.
El hijo de Íñigo Arista, García Iñiguez (851-882) y su nieto, Fortún Garcés (882-905), mantuvieron el mismo territorio sin realizar conquistas.
Tras arrebatar el poder a Fortún Garcés, Sancho Garcés I (905-925), hijo de Dadilde, una hermana del conde de Pallars Ramón I, y de García Jiménez, se alzó como rey, rompió los compromisos con Córdoba y extendió sus dominios por las tierras de Deyo, el curso del río Ega hasta el Ebro y más allá las comarcas de Nájera y Calahorra, éstas con la ayuda del rey leonés Ordoño II que produjeron la decadencia de la dinastía Banu Qasi.
La respuesta del emir cordobés Abderramán III fue inmediata y realizó dos expediciones con la victoria en la batalla de Valdejunquera (Valjunquera en Teruel no). Aunque no pudo llegar a la cuenca de Pamplona, sí logró ocupar casi todo el territorio de la Rioja (923). En la siguiente campaña del emir en 924 llegó y arrasó Pamplona. El territorio de Calahorra se adjudicó íntegramente a Sancho Garcés, y por ese motivo casó a su hija Sancha con Ordoño II. Bajo su tutela también quedaron los condados de los valles de los ríos Aragón y Gállegohasta llegar al Sobrarbe. El límite occidental era con el reino ovetense de Álava y Castilla. Todo ello conformaba un territorio de unos 15 000 km².
A su muerte le sucedió García Sánchez I (925-970), menor de edad y tutelado por Jimeno Garcés, hermano del monarca y esposo de una hermana de Toda, la reina viuda. Se establecieron lazos matrimoniales con el reino de León, ya que la reina Toda casó a su hija Oneca con el rey Alfonso IV (924-931) y luego a Urracacon Ramiro II. Por otra parte, el enlace matrimonial de García Sánchez I con Andregoto enlazaba el condado de Aragón. Sin embargo, este matrimonio fue disuelto por parentesco (primos hermanos), aunque Andregoto siguió ostentando el título de reina. Tras la ruptura, García Sánchez I se casó con Teresa Ramírez, posiblemente hija de Ramiro II de León. También se emparentaron con familias de nobles de los territorios dependientes del de León (Castilla, Álava y Vizcaya), como el conde castellano Fernán González casado primero con una hija de Sancho Garcés I y luego en nuevas nupcias con Urraca Garcés, hija de García Sánchez I; y Urraca Fernández, viuda de los reyes Ordoño III y Ordoño IV, que se casará con el primogénito y futuro heredero del reino. https://es.wikipedia.org/wiki/Urraca_Fern%C3%A1ndez
Su heredero Sancho Garcés II (970-994) estuvo asistido por su hermanastro Ramiro. Siguió la política matrimonial con la dinastía gascona con el matrimonio de Urraca Garcés, ya viuda, con el conde Guillermo Sánchez, y para frenar las incursiones de Almanzor a una de sus hijas en 982.
Campañas militares de Almanzor. En verde oscuro, territorios hostigados por el militar árabe. El mapa muestra las principales aceifas de Almanzor y las fechas en que se llevaron a cabo.
Al finalizar el siglo X, Almanzor lanzaba incursiones en los reinos cristianos y al menos en nueve ocasiones entraron en territorio pamplonés. En el 966 se reanudaron los enfrentamientos, con la pérdida de Calahorra y el valle del río Cidacos. Sancho Garcés II en coalición con las milicias del Condado de Castilla sufrió una derrota en Torrevicente (981), y tras ello intentó negociar con el fin de firmar la paz, primero entregando a una de sus hijas y posteriormente a su hijo. Tras el fallecimiento de Sancho Garcés II, en 994, Pamplona tuvo que rendirse tras realizar el califato una expedición. Otras incursiones se producirían con su sucesor García Sánchez II (994-1000), como la efectuada en el 999 en que Pamplona fue completamente arrasada, y en una de ellas se produciría su muerte, posiblemente en el año 1000.
La sucesión fue para el primogénito de unos ocho años de edad Sancho Garcés III (1004-1035), y ésta posiblemente estuvo tutelada por el Califato. Los primeros años parece que el reino fue dirigido por su tíos Sancho, y García Ramírez de forma sucesiva, y ya en el 1004 asumiría el trono con el asesoramiento de su madre Jimena Fernández. Las relaciones con Castilla se fueron fortaleciendo mediante lazos familiares. La muerte de Almanzor en 1002 y de su sucesor Abd al-Malik en 1008 iniciaron la decadencia del Califato de Córdoba con su división en taifasque Castilla aprovechó para aumentar su territorio, mientras que Sancho aseguró las posiciones en al frontera de la taifa de Zaragoza, en las comarcas de Loarre, Funes, Sos, Uncastillo, Arlas, Caparroso y Boltaña. https://es.wikipedia.org/wiki/Muniadona_de_Castilla
Antes de 1011 se casó con Muniadona, hija del conde de Castilla Sancho García. En 1016 realiza con su tío y suegroSancho García un acuerdo en cuanto a límites entre el Condado de Castilla y el Reino de Pamplona y los ámbitos de expansión, quedando para Pamplona la expansión hacia el sur y el este, la zona oriental de Soria y el valle del Ebro, incluidas las comarcas zaragozanas. No hay documentación directa en cuanto a estos límites exactos. El territorio heredado del reino de Pamplona (regnum Pampilonensis) estaba formado por 15 000 km² de Pamplona, Nájeray Aragón con dos círculos de vasallos reales los señores pamploneses y los aragoneses tradicionalmente diferenciados.
En 1017 apoyó a su tía la condesa Mayor de Ribagorza en litigios con su antiguo marido el conde de Pallars, que le aseguró los dominios y se expandió hacia la Ribagorza. En 1025, la condesa renunció al título, traspasándoselo al rey pamplonés, e ingresó en un monasterio. Tras la muerte del conde Sancho García, Alfonso V de León intentó restablecer su autoridad en la franja de los ríos Cea y Pisuerga.
Sancho III realizó un arbitraje casando a su hermana Urraca con Alfonso V (1023). En 1029 fue asesinado el García, conde de Castilla y sobrino de Muniadona, por lo que Muniadona se hizo depositaria del condado castellano que sería gobernado por su esposo Sancho III. La herencia del reino de León fue para un menor de edad, Bermudo III (1028), que implicó a Sancho III en la gobernabilidad de este reino, interponiéndose entre las discordias existentes entre el condado de Castilla y el Reino de León, mediante acuerdos matrimoniales. Así una hija de Sancho III, Jimena, se casó con el rey leonés, mientras que la hermana de éste, Sancha se casó con Fernando, segundo hijo de Sancho III y el que tenía encomendado el condado castellano. Para ayudar en esta gobernabilidad estuvo durante el año 1034 en tierras leonesas. https://es.wikipedia.org/wiki/Labort
En la reorganización del reino, se supone que creó el vizcondado de Labort, entre 1021 y 1023, con residencia del vizconde enBayona y el de Baztán hacia 1025, si bien no hay constancia documental de ello, ya que no hay ninguna mención ni alusión al vizcondado de Labort o a las tierras de la Baja Navarra en la documentación expedida por Sancho el Mayor.
José María Lacarra escribía esto sobre esta teoría:
Pero debo confesar que para esta teoría tan bien forjada, no encuentro ninguna base documental. Si bien los nombres de los primeros vizcondes de Labourd pueden ser tenidos por navarros, no está comprobado su entronque con ninguna familia conocida de "seniores" navarros; ni en los documentos de Pamplona se cita nunca el vizcondado de Labourd o de Bayona, ni en los documentos de estas tierras se hace ninguna alusión a las "tenencias" o gobiernos que pudieran tener sus vizcondes en el reino de Pamplona. En resumen, ni hay pruebas de que Sancho el Mayor apoyara militarmente al duque de Gascuña contra el conde de Tolosa, ni que luego le despojara del vizcondado de Labort para entregárselo a su mayordomo, ni de que en vida de Sancho Guillermo realizara el menor acto de hostilidad contra él ni se atribuyera autoridad alguna sobre el ducado de Gascuña. Las relaciones entre ambos debieron ser de amistad, más estrecha que con el conde de Barcelona, dados los antecedentes y los lazos de parentesco que les unían.
Algunos autores defienden que, a la muerte del duque Sancho Guillermo, duque de Vasconia, el 4 de octubre de 1032, extendió su autoridad sobre la antigua Vasconia ultrapirenaica comprendida entre el Pirineo y el Garona, como comenzó a ser mencionado en sus documentos. Otros autores, como José María Lacarra, Gonzalo Martínez Díez o Armando Besga opinan lo contrario.
Por el Norte, la frontera del reino pamplonés está clara, los Pirineos (caso de haberse extendido la autoridad de los reyes navarros hasta el Baztán, lo que es lo más probable, pero que no se puede acreditar hasta el 1066), y no se modificó. No es cierto, pese a todas las veces que se ha dicho, que Sancho III lograra el dominio de Gascuña (la única Vasconia de entonces, es decir, el territorio entre los Pirineos y el Garona, en el que la población que podemos considerar vascapor su lenguasólo era una minoría). El rey navarro únicamente pretendió suceder en 1032 al duque de Gascuña Sancho Guillermo, muerto sin descendencia, lo que bastó para que en algunos documentos se le cite reinando en Gascuña. Pero la verdad es que la herencia recayó en Eudes. https://es.wikipedia.org/wiki/Od%C3%B3n_II_de_Vasconia
Se puede decir que Sancho III realizó el primer Imperio Hispánico y fue denominado Rex Ibericus y Rex Navarrae Hispaniarum.
A su muerte en 1035 el reino de Pamplona había alcanzado su máxima extensión. Realizó un testamento que ha tenido una gran polémica historiográfica, considerando que repartió todo el territorio en tres reinos. Sin embargo Sancho III el Mayor siguió la tradición sucesoria reservando al primogénito García el reino de Pamplona, con el título real con todo su patrimonio a él anejo hasta entonces, Pamplona, Aragón y tierras de Nájera. El legado de su esposa Muniadona se debió de entregar de forma repartida entre los hijos legítimos. De esta forma García también recibió el territorio noreste del Condado de Castilla (Castella Vetula, la Bureba, Oca...) y el condado de Álava (las tierras vizcaínas, duranguesas y alavesas). Por parte de la herencia materna para Fernando, que ya tenía encomendado el condado de Castilla, recibió el resto de este territorio; Gonzalo el de Sobrarbe y Ribagorza, que debió estar supeditado al hermano primogénito, procedentes de los derechos de familia materna y de conquistas de su padre; y, por último, para el hermanastro Ramiro el condado de Aragón y ciertas poblaciones dispersas por la geografía pamplonesa, supeditado a García. La muerte precoz y poco aclarada de Gonzalo hizo que los territorios correspondientes pasaran a Ramiro. Por tanto, el patrimonio que ostentaba al subir al trono se concentraron en el primogénito García, mientras que el resto, herencia de su esposaMayor o derecho de conquista, era de más libre disposición.
La política exterior del reino de Pamplona con García Sánchez III (1035-1054) estuvo marcada por la relación con sus hermanos. El conflictoarmado de su hermano Fernando I, al que apoyó, con su cuñado Bermudo III de León produjo la muerte de este último en la batalla de Tamarón consiguiendo Fernando I la corona leonesa. Esta colaboración se mantuvo durante algunos años. Con el hermanastro Ramiro I de Aragón fue mejor y mantuvo la dependencia teórica del pamplonés, excepto un mal conocido enfrentamiento en Tafallaen 1043 y que fue favorable a García. La alianza entre ellos, y con Ramón Berenguer I, fue eficaz para presionar a la taifa de Zaragoza. Tras la toma de Calahorra en 1044, la frontera pasó a un periodo pacífico en las que se iniciaron relaciones comerciales con la dividida taifa.
Al conseguir Fernando I el reino de León, convirtió teóricamente a García Sánchez IIIvasallo de su hermano en lo relativo a los territorios del condado de Castilla que habían sido repartidos por parte de la herencia materna. Sin embargo, el pamplonés probablemente interpretó que esos territorios habían pasado a ser una extensión de su reino, colocando a distintos tenentes de su círculo nobiliario, desplazando a los locales que tenían intereses relacionados con Fernando I, además de realizar otras medidas políticas. Las relaciones se deterioraron hasta el punto de enfrentarse los dos hermanos en la batalla de Atapuerca en septiembre de 1054, donde murió el rey de Pamplona. La derrota en esta batalla hizo perder a Pamplona las tierras de Castella Vetula, la Bureba y parte de la cuenca del Tirón.
Sancho Garcés IV (1054-1076) fue proclamado rey y reconocido por su tío Fernando I, rey de León, en el mismo campo de batalla de Atapuerca. Tenía catorce años y fue tutelado en el gobierno por su madre Estefanía, que tenía gran habilidad política, y parece que también por sus tíos Fernando y Ramiro. Cuando murió la madre en 1058 empezó a destacar el difícil carácter del soberano que le granjeó la enemistad de la nobleza que para 1061 provocó un conato de rebelión. La muerte de Ramiro I de Aragón se produjo en 1063, y su hijo Sancho Ramírez inició un progresivo alejamiento del rey de Pamplona, haciéndose vasallo del papa en 1068, rompiendo, de esta forma, la soberanía del reino de Pamplona, para posteriormente proclamarse rey. Mientras tanto Sancho Garcés IV se alió con Al-Muqtadir de Zaragoza. Finalmente se produjo un complot que llevó al asesinato de Sancho Garcés IV al ser despeñado en Peñalén, junto a Funes, el 4 de junio de 1076, por parte de su hermano Ramón y su hermana Ermesinda. En el mismo también debieron de participar los dos reinos vecinos. Hasta el momento de su muerte el reino de Pamplona contaba con los territorios de Vizcaya, Álava y la Tierra Najerense.
Inmediatamente después el reino se lo repartieron sus dos vecinos. El rey de León y Castilla Alfonso VI, primo de todos ellos, pasó a controlar La Rioja; el Señorío de Vizcaya, atrayéndose a Lope Iñiguez, a cambio de aceptar el señorío hereditario de Haro; Álava; el Duranguesado; una gran parte de Guipúzcoa y la orilla derecha del bajo Ega, al parecer con el apoyo de los linajes de la zona. Por su parte el rey aragonés, Sancho Ramírez, primo también por línea bastarda, hizo lo propio con el resto del territorio pamplonés, con el apoyo de la nobleza nuclear pamplonesa que le aceptó como rey. De esta forma, el río Ega fue la frontera en la que quedó dividido el reino. Las pretensiones de Alfonso VI que se alentaron con la conquista de Toledo (1085), fueron frenadas por la derrota en la batalla de Zalaca (1085) contra los almorávides, lo que le llevó a reconocer a su primo Sancho Ramírez como rey de Pamplona, consiguiendo que le prestara vasallaje por un territorio del núcleo originario del reino, denominado "condado de Navarra". Sancho Ramírez se centró entonces en expandirse al territorio musulmán en la zona de Ribagorza y con la toma de Arguedas (1084), con el que controlaba gran parte de las Bardenas. A la muerte de Sancho Ramírez, paso el reino a Pedro I (1094-1104) que siguió con la presión al Islam, tomando el Somontano, en cuanto al territorio aragonés, y en cuanto al pamplonés mantuvo el acoso a Tudelacon la toma de Sádaba(1096) y de Milagro (1098).
Su sucesor, Alfonso I el Batallador (1104-1134), rápidamente llevó la frontera con el Islam al río Ebro. En 1109 se esposó con la hija de Alfonso VI de León, Urraca, con la intención de un gobierno conjunto de los reinos acordado en las capitulaciones matrimoniales. La incompatibilidad de caracteres de los cónyuges condujo a una guerra civil en Castilla. Urraca y sus partidarios se hicieron fuertes en Galiciay en la parte occidental, coronando en 1111 al primer hijo del primer matrimonio de ésta, Alfonso Raimúndez. Gran parte de la nobleza castellana apoyó a Alfonso el Batallador que, al ver que era imposible unificar los dos reinos, se retiró conservando los territorios que le apoyaron, como fueron Vizcaya, Álava (reunidos en la junta de Argote), Rioja y otros de Burgos. Diego López I en 1116 se rebelará contra Alfonso I por la tenencia de Nájera y manteniendo de nuevo una posición pro castellana. Alfonso I había designado a Fortún Garcés Cajal para retener dicha plaza en 1112, que la mantuvo hasta 1134. De nuevo el señor de Vizcaya, Diego López I, junto con el conde Ladrón Íñiguez, se rebelaron en 1124, por lo que el rey sitió Haro y Diego López I se exilió a Castilla, mientras que Ladrón Íñiguez se reconcilió con el Batallador convirtiéndose en señor de Álava. Cuando murió Diego López I, su hijo, Lope Díaz, en 1126 reconoció al nuevo rey de Castilla, Alfonso VII, que estaba reivindicando los territorios vascos y la Rioja.
Por otra parte se tomó Zaragoza (1118) con apoyo de nobles y tropas procedentes del Mediodía francés y de todo el territorio del reino pamplonés, incluidos los territorios occidentales, y aragonés. Inmediatamente después cayó Tudela, el 25 de febrero de 1119, y Tarazona, y luego Calatayud y Daroca.
Tras el fallecimiento de Urraca en 1126, su hijo Alfonso VII concentró sus pretensiones en el territorio de Alfonso el batallador. En 1127 mediante mediación se acordó el Pacto de Támara, con el fin de evitar el enfrentamiento de las tropas de Pamplona y Aragón con las castellano-leonesas. En este pacto Alfonso el Batallador renunciaba al título de emperador y se delimitaron las fronteras entre los reinos de Castilla y los de Pamplona y Aragón con devolución de alguno de los territorios a Castilla, retirada ésta que Alfonso I efectúo con lentitud. En este pacto quedaba en territorio pamplonés los de Vizcaya, Álava, Guipúzcoa, Belorado, Soria y San Esteban de Gormaz.
Asedió Bayona, que estaba en manos de Inglaterra, en los años 1130-1131 sin llegar a tomarla. Por otra parte, en Aragón tras conquistar Mequinenza(1132) se centró en la toma de Fraga, que fracasó tras un asedio de un año de duración, gravemente herido se retiró y murió dos meses después por complicaciones de las heridas, el 7 de septiembre de 1134. El territorio por él controlado había pasado de 24 000 km² a unos 52 000 km², de ellos 8 000 ante Castilla para la monarquía pamplonesa y más de 20 000 km² a los almorávides. La muerte sin hijos legítimos y con un testamento que dejaba a las órdenes militares los dos reinos, era algo imposible de cumplir tanto por la nobleza aragonesa como por la pamplonesa y esto marcaría la separación de nuevo entre el reino de Pamplona y Aragón. En Aragón se coronó a Ramiro II, un hermano de Alfonso el Batallador, mientras que en el territorio pamplonés la nobleza optó por García IV Ramírez (1134-1150), vástago de la dinastía Jimena. García Ramírez tuvo que someterse al vasallaje del rey castellano, pero su hijo Sancho VI de Navarra aprovechó la minoridad de Alfonso VIII de Castilla para sacudirse el vasallaje y se intituló como Rex Navarre.
La batalla de Valdejunquera o Campaña de Muez fue un combate librado el 26 de julio del año 920 entre el ejército del emir cordobés Abderramán III y el formado por las fuerzas conjuntas de los reyes Ordoño II de León y Sancho Garcés I de Pamplona, que tuvo lugar en la fortaleza de Muez en el valle de Junquera, situado a unos 25 km al suroeste de Pamplona. No confundir con Valjunquera, Teruel.
Abderramán salió de Córdoba el 4 de julio, para dirigir una campaña de castigo por la derrota musulmana por parte de la coalición navarro-leonesa en la batalla de Castromoros, y tras tomar la plaza de Calahorra se dirigió hacia la capital del reino navarro. El rey de Navarra aguardaba dentro de Arnedo, pero viendo que las tropas musulmanas, después de tomar Calahorra, se dirigían hacia su capital, se apresuró a ir al norte y unir sus tropas con las del rey de León, quien venía en su ayuda. Los moros siguieron a Viguera, donde derrotaron a las primeras fuerzas conjuntas que les opusieron Ordoño y Sancho, llegando por fin a Muez, en el valle de Junquera, lugar situado a unos 25 km al suroeste de Pamplona. En la subsiguiente batalla, el 26 de julio de 920, el emir cordobés derrotó nuevamente a las escasas huestes reunidas por leoneses y navarros, quedando cautivos los obispos de Tuy y Salamanca, Dulcidio y Hermogio. Los supervivientes se refugiaron en las fortalezas de Muez y Viguera, que fueron cruelmente asediadas por el emir andalusí. Tras tomar las plazas, todos los cautivos fueron degollados, y, finalmente, arrasó los campos antes de volver a Córdoba.
De tal descalabro se culpó a los condes castellanos Nuño Fernández, Abolmondar Albo y su hijo Diego, y Fernando Ansúrez, por no haber acudido al combate. Convocados por el monarca en el lugar de Tejar, a orillas del Carrión, los condes fueron apresados y encarcelados (aunque según la tradición fueran muertos). En cualquier caso, debieron ser liberados poco tiempo después, ya que la documentación los presenta actuando con normalidad.
El emir logró una incuestionable victoria el 26 de julio, procediendo seguidamente a devastar los territorios próximos hasta que el 26 de agosto dio la orden de regresar al emirato.
El historiador y experto en castillos Iñaki Sagredo hace referencia a esta batalla en un trabajo relacionado con las defensas del reino de Pamplona publicado en el 2008. En sus conclusiones anota que hay un claro error a la hora de situar el lugar de la batalla en Muez, localidad situada en el valle de Güesalaz, zona próxima a la Cuenca de Pamplona. Analizando las etapas, zona del combate y toponimia, este autor sitúa el lugar de la batalla en las proximidades de Mues, no lejos del desfiladero del Congosto, en las campas de la Berrueza o en las cercanías de Los Arcos.