Reg.n. 1377. fol.
139. 8 dic. 1340. Al muy alto et muy
noble don Alfonso por la gracia de Dios rey de
Castiella de Leon de Toledo de Gallicia de Sevilla de
Cordova de Murcia de Jahen del
Algarbe et senyor de Molina don Pedro por esa mesma
gracia rey de Aragon etc. salut como a rey que
tenemos en lugar de hermano a quien mucho amamos et preciamos
et de quien mucho fiamos et pora quien querriamos
mucha hondra et buena ventura et tanta vida et salut
como paranosmesmo.Reyfazemosvos
saber en como recibiemos unas letras en las quales
nos faziades saber la victoria et la honor et la
gloria que nuestro senyor Dios vos havia querido dar del
enemigo malo de la nuestra fe catholica et de la cruz de
nuestro senyor Jesucristo et de las sus gentes perfidas
et malvadas: de la qual cosa somos seydo nos et todas nuestras
gentes muy alegres et pagados et facemos por ende a nuestro senyor
Dios lohor et gracias del bien et la merce que vos ha
querido fazer en darvosla su ayuda et la suvictoria. Porque vos rogamos rey quanto podemos que
toda hora que avinente vos sera nos querades significar
el buen estamiento de vuestra
persona et de vuestros afferes et de las gentes que con vos
son a servicio de Dios qual cosa es de lo que nos
tomaremos plazer en nos et grant alegria. Dada
en Barcelona VIII dias andados del mes de diziembre
en el anyo de nuestro Senyor de mil trescientos et
quaranta. - Eximinus Garcia mandato domini regis
(1).
(1) Después de la más
detenida y escrupulosa investigación para el hallazgo de la carta
que el monarca castellano escribió al aragonés,
participándole la victoria del Salado, de cuya dirección
y recibo no puede dudarse según el contenido de su
contestación, tenemos el sentimiento de no poder continuar en este
apéndice, por no haberle hallado en este archivo general,
un documento tan interesante cual sería
este, para desvanecer, después de cinco siglos del hecho,
algunas dudas a que ha dado margen la misma
exageración con que le refieren los más
clásicos historiadores. El exacto P. Mariana fija su
ocurrencia al lunes 30 de octubre del año 1340, y los
historiadores árabes del señorConde le
refieren al lunes 7 de la luna Giumada
del año 741 de su hegira;
pero es muy reparable que el Ceremonioso
monarca aragonés no correspondiese la finura o política
castellana con la debida enhorabuena hasta después de pasados 38
díasde el en que se dio la
batalla, en época precisamente en que tantas galeras y otras
navescastellanas y catalanas cruzaban
continuamente el Mediterráneo desde el estrecho de Tarifa
a los puertos de Valencia y Barcelona, donde residía
entonces el rey don Pedro de Aragón, según la data de
la misma carta que hemos transcrito.
2.48. SAN MIGUEL, EN LA RECONQUISTA DE ZARAGOZA (SIGLO
XII. ZARAGOZA)
Hacía más de cuatrocientos años que
la ciudad de Sarakusta se hallaba bajo el poder de los musulmanes
cuando el gran conquistador, el rey aragonés Alfonso I el Batallador, llegó ante sus puertas y decidió su cerco con objeto de
recuperarla para los cristianos.
El rey, como estratega experimentado
que era, hizo dividir y organizó sus huestes en varios escuadrones,
con sus respectivas estancias fortificadas cerca de cada una de las
puertas de acceso a la ciudad para que ni los sitiados pudieran salir
ni tampoco pudieran recibir ayuda del exterior, de modo que ello, sin
duda, provocaría y aceleraría su rendición.
Cumpliendo las órdenes del rey es por
lo que se ubicó frente a la puerta de Valencia el escuadrón
compuesto por los guerreros navarros quienes, a las órdenes de don
Guillermo, obispo de Pamplona, habían acudido para ayudar al rey
aragonés.
Puerta de Valencia, Zaragoza
Fue el propio obispo quien, el día en
que se iba a dar el asalto definitivo a la ciudad, vio sobre su
muralla al mismo arcángel san Miguel, capitán de la milicia
angélica. Su figura, envuelta en una cegadora luz, empuñaba una
espada desnuda que indicaba a los cristianos allí apostados que era
voluntad de Dios que diera comienzo el ataque por aquella puerta.
El obispo, tras informar al rey de tan
extraordinario suceso, arengó y animó con sus palabras a sus
tropas, que eran muy devotas del santo, instándoles a comenzar la
batalla por el lugar indicado. Así, con la mediación y ayuda de san
Miguel, el escuadrón navarro logró abrir el muro valiéndose de un
gran ariete y pudo penetrar por fin en la ciudad, rescatándola de
los infieles, después de haber estado en sus manos algo más de
cuatrocientos años.
Los cristianos, agradecidos al santo
por la ayuda prestada, edificaron un templo en el lugar donde fue
visto el arcángel y se dedicó a San Miguel de los Navarros, en honor y recuerdo del
valiente y piadoso ejército del obispo pamplonés Guillermo.
[Faci, Roque A., Aragón..., II, págs.
183-184.
Dormer, D.J., Disertaciones del
martirio de Santo Dominguito, dedicatoria 80.]
Todos los amantes de la Historia, hemos oído hablar de José Luis Corral Lafuente, Este aragonés ilustre, nació en Daroca, Profesor de Historia y escritor. Licenciado en Filosofía y Letras, se doctoró en Historia por la Universidad de Zaragoza, en la que es profesor de historia medieval y director de Taller de Historia S.L. Como medievalista, ha centrado buena parte de su labor investigadora en la España musulmana y en la Historia de Aragón. Es también uno de los más prolíficos autores españoles de novela histórica.
Este es un resumen del propio J. L. Corral, de un texto que publico en 2010, y que conviene recuperar para clarificar ciertos mensajes que llegan desde el ultranacionalismo pancatalanista).
LA CORONA DE ARAGÓN. CONTRA LA MANIPULACIÓN DE LA HISTORIA DE ARAGÓN Y CATALUÑA.
La Historia es una materia propicia para la manipulación. En este sentido, el caso de la historia de la Corona de Aragón es paradigmático. A mediados del siglo XIX un movimiento cultural, y político, nacido en Barcelona y denominado “la Renaixença” se empeñó en cambiar la historia a base de alterar definiciones y de imaginar símbolos y espacios que jamás existieron.
En su desvarío historiográfico, algunos eruditos de ese movimiento comenzaron a acuñar conceptos que nunca existieron como “la Corona catalana-aragonesa”, “los condes-reyes”, “los reyes-condes”, “los reyes de Cataluña”, la “Confederación catalana-aragonesa” y otras denominaciones falsas, de ese mismo estilo, que culminó con la peregrina ya histórica denominación, ya en el siglo XX, de “Els Països Catalans” para definir un inexistente territorio "histórico" común en el que se incluían los actuales Cataluña, Rosellón, Cerdaña, las comarcas orientales de Aragón, la Comunidad de Valencia y las Islas Baleares.
La llamada Corona de Aragón tuvo su origen en una unión dinástica basada en una alianza matrimonial, siguiendo el derecho medieval sucesorio navarro y aragonés y el derecho canónico. La Corona de Aragón no se llamó así desde el principio. En el siglo XII ni los reyes de Aragón ni los condes de Barcelona tenían como distinción de su rango una "corona". El primero de ellos en ser coronado fue Pedro II, y lo hizo en Romaen 1204 de manos (o mejor de pies, según una leyenda) del papa Inocencio III. Para ser rey legítimo de Aragón era necesario haber nacido de matrimonio canónico, jurar los fueros de Aragón, y luego los de los demás territorios de la Corona, y ser coronado en la catedral de La Seo de Zaragoza.
Desde 1068 los reyes de Aragón eran vasallos de la Santa Sede, y por tanto debían juramento de homenajea los papas. Por ello, la monarquía aragonesa adoptó sus colores heráldicos, el rojo y el amarillo, copiando los de su señor feudal, el papado, pues esos eran los que usaban los pontíficesen la Edad Media.
La Corona de Aragón se sostuvo en sus soberanos y en la continuidad de su linaje, y ello a pesar de que los tres primeros, Alfonso II, Pedro II y Jaime I accedieron al trono en minoría de Edad, con algunas dificultades.
Los Estados fundacionales de la llamada Corona de Aragón fueron el reino de Aragón (con la reina Petronila) y el condado de Barcelona (con el conde Ramón Berenguer IV, que también lo era además de Ausona, Cerdaña, Besalú y Gerona). Pero no de Urgel, por ejemplo. Desde 1137 se fueron sumando otros territorios; en algunos casos por incorporación pacífica, como el marquesado de Provenza o los condados de Pallarsy Urgel; en otros por conquista a los musulmanes, como las tierras de Lérida, Fraga, Tortosa, Teruel, el reino de Mallorca, el de Valencia o el señorío de Albarracín; y en otros durante el proceso de expansión mediterránea, como los reinos de Sicilia, Cerdeña, Nápoles o los ducados de Atenas y Neopatriaen Grecia.
Estos soberanos nunca se intitularon “reyes de la Corona de Aragón”, sino que lo hicieron con todos y cada uno de sus títulos privativos. Así, Petronila fue reina de Aragón, como heredera de Ramiro II, y condesa de Barcelona, por su matrimonio con Ramón Berenguer IV, que fue príncipe de Aragón y conde de Barcelona; Alfonso II fue rey de Aragón, conde de Barcelona y marqués de Provenza; Jaime I, rey de Aragón, rey de Valencia, rey de Mallorca, conde de Barcelona y señor de Montpellier; y Pedro IVrey de Aragón, rey de Valencia, rey de Mallorca, conde de Barcelona y duque de Atenas y Neopatria, e incluso rey de Jerusalén, entre otros títulos. Y cuando se abreviaban los títulos y sólo se colocaba uno, siempre prevalecía el más antiguo e importante en el orden protocolario: rey de Aragón.
Desde luego, los soberanos de la Corona nunca se intitularon como “reyes o condes de Cataluña”, pues aunque desde fines del siglo XII ya aparece el macrotopónimo "Cataluña", la idea de un territorio llamado Cataluña, de extensión similar a la actual Comunidad Autónoma española del mismo nombre, que englobara a la mayoría de los condados cristianos altomedievales del noreste hispano, y a las tierras de Lérida, Tarragona y Tortosa no se concretó hasta el reinado de Jaime I, ya en el siglo XIII, cuando comenzaron a definirse las fronteras políticas entre los reinos y Estados de Aragón, Cataluña y Valencia, que no quedaron perfiladas definitivamente hasta bien entrado el siglo XIV.
Dentro de la unidad dinástica de la Corona de Aragón, cada uno de los Estados que la integraron mantuvo sus instituciones políticas, su autonomía fiscal, su lengua, sus derechos, sus costumbres, sus normas cívicas, su moneda, su sistema de medidas y su cultura hasta los Decretos de Nueva Planta impuestos por la dinastía de Borbón a comienzos del siglo XVIII. La Corona de Aragón fue un ejemplo de convivencia y tolerancia que, en su propia historia, puede dejar no pocas enseñanzas a la España y a la Europa contemporáneas.
Lamentablemente, ultranacionalistas indocumentados o tergiversadores están empeñados en falsificar esta historia.
En la Jaca del s.XIII parlaven una varietat romançmolt pareguda al valencià i no veig a ningú dir que anaren catalans a implantar allí sa llengua també.
TARAZONA EN LA REPOBLACION VALENCIANA DE 1239 Este romance aragonés, de acuerdo con su manifestación escrita en el Fuero de Jaca, suena así (No recurrimos a su traducción porque no la creemos necesaria para los valencianos).
7 De hom mort dints los termes de Jaca. Si algun omne mata altre dintz los termens de Jaqua e es pres, deu dar al rey mil ss (sueldos jaqueses) per calonia e garde se dels parentz e dels amicx del mort. E si per aventura no e pres, si algunas cosas aura, sien meses en poder del rey. Mas altres omnes de la ciutat non son tenutz de dar aquel homecidi, sino aquel qui l´a feyt.
98. LA RECONQUISTA DE EJEA RECONCILIÓ
A ALFONSO I Y URRACA
(SIGLO XII. EJEA DE LOS CABALLEROS)
Las cosas entre Alfonso I el Batallador
y doña Urraca, su mujer y reina de Castilla, no iban bien, como era
notorio y sabido. Las desavenencias entre ambos eran constantes,
motivadas fundamentalmente por las indecentes satisfacciones que la
reina usaba con algunos de sus ricos hombrescastellanos y por los
recelos que levantaban los soldados aragoneses y navarros en sus
constantes andanzas por tierras de Castilla. Sin embargo, también
existieron momentos de calma entre don Alfonso y doña Urraca,
logrados a veces de manera sorprendente, como en el caso que ahora
nos ocupa.
Era Ejea un enclave tan importante y
tan bien guardado dentro del sistema defensivo musulmán que su reconquista causó sensación no sólo entre los aragoneses, a los
que llenó de gozo la noticia, sino también entre los castellanos,
de modo que esta importante victoria del rey aragonés surtió
mejores efectos en las relaciones turbulentas del matrimonio que
cuantos oficios pacificadores se habían intentado hasta entonces.
Ante los ojos de doña Urraca, la
figura de su marido, Alfonso I, se agrandó y llegó la paz de
momento a la pareja, que se reconcilió, causando enorme disgusto en
algunos nobles castellanos que deseaban el fracaso definitivo del
matrimonio. Aunque quedaba por delante todavía mucha tierra de moros
por reconquistar, como luego haría el rey aragonés, la fiesta
inundó al campamento cristiano y el Batallador, en una sencilla pero
emotiva ceremonia, decidió tomar para sí el título de Emperador de
España.
Por esta razón, lo mismo que la ciudad
de Toledo había recibido en su momento el calificativo de Imperial,
bien pudiera Ejea haber pretendido igual tratamiento y honor.
Alfonso I de Aragón (c. 1073-Poleñino, Aragón, 7 de septiembre de 1134), llamado el Batallador, fue rey de Aragón y de Pamplona entre 1104 y 1134. Hijo de Sancho Ramírez (rey de Aragón y de Pamplona entre 1063 y 1094) y de Felicia de Roucy, ascendió al trono tras la muerte de su hermanastro Pedro I.
Destacó en la lucha contra los musulmanes y llegó a duplicar la extensión de los reinos de Aragón y Pamplona tras la conquista clave de Zaragoza. Temporalmente, y gracias a su matrimonio con Urraca I de León, gobernó sobre León, Castilla y Toledo y se hizo llamar entre 1109-1114 «emperador de León y rey de toda España» o «emperador de todas las Españas», hasta que la oposición nobiliaria forzó la anulación del matrimonio. Los ecos de sus victorias traspasaron fronteras; en la Crónica de San Juan de la Peña, del siglo XIV, podemos leer: «clamabanlo don Alfonso batallador porque en Espayna no ovo tan buen cavallero que veynte nueve batallas vençió». Sus campañas lo llevaron hasta las ciudades meridionales de Córdoba, Granada y Valencia y a infligir a los musulmanes severas derrotas en Valtierra, Cutanda, Arnisol o Cullera.
2.77. EL FRACASO DE LA RECONQUISTA DE
IBIZA (SIGLO XIII. TORLA Y BROTO)
Jaime I fue tutelado de niño por los
Templarios en el castillo de Monzón, compartiendo educación y
juegos con un muchacho de su edad, Íñigo Zaidín, descendiente de
infanzones sobrarbenses. Cuando Jaime I dejó Monzón y accedió al
trono, Íñigo marchó con él siendo nombrado alférez real.
Pasó el tiempo y, tras reconquistar Valencia, Jaime I planeó la toma de Mallorcay se lanzó al
Mediterráneo. Con él se embarcó Iñigo Zaidín, que participó en
la lucha y tomó con sus hombres la torre del homenaje del castillo
mallorquín. El rey incorporó Mallorca, e Íñigo ganó fama, una
grave herida y a la princesa Zoraida, hija del rey moro destronado,
de la que se enamoró perdidamente y a la que debió la vida merced a
los cuidados que le dispensara.
Meses después, el reyezuelo moro de
Ibiza desafió a Jaime I al negarse a pagar el tributo que debía al
rey aragonés, quien enojado decidió tomar la isla. Para ello
—asuntos urgentes le requerían en tierras valencianas— encomendó
la expedición a Íñigo Zaidín, ya repuesto de sus heridas.
Tras preparar la acción bélica, el
ejército aragonés atacó, esperando para ello la oscuridad absoluta
que proporciona siempre la luna nueva. Pero una vez comenzado el
asalto, de repente, el cielo se iluminó con miles de antorchas, a la
vez que enormes cubos de aceite caían sobre los soldados cristianos,
que a duras penas pudieron huir hacia sus barcos. El ataque fue un
total fracaso y del alférez Iñigo Zaidín jamás se supo nada, pues
desapareció.
Meses más tarde, en Monte Perdido,
guarecido en una rústica choza, apareció un eremita solitario,
pronto conocido en la comarca tanto por el autocastigo que se
aplicaba como por sus ayes lastimeros pidiendo perdón por una
traición cometida en el pasado. Así vivió durante más de veinte
años, hasta que una mañana un pastor lo encontró muerto. Pero
también halló, escrita con su propia sangre en la piel blanca de un
cordero, esta frase: «Don Jaime, perdóname. Yo os traicioné y a
mis compañeros también en la conquista de Ibiza».
Enterado el rey de la muerte de su
amigo lloró por él, y construyó en su memoria una ermita en Monte
Perdido, mientras todavía se pueden oír hoy los ecos de voces
quedas pidiendo perdón por una traición que nadie reconoce.
[De Salas, Javier, «La leyenda de
Monte Perdido», Folletón Altoaragón, 50, pág. XV.]
138. GARCÍA AZNÁREZ, ASESINO DE
CÉNTULO DE BIGORRA
(SIGLO XI. SALLENT DE GÁLLEGO)
Sancho Ramírez, rey de Aragón, en una
sentencia datada probablemente en 1090, nos relata un hecho que al
parecer ocurrió en el valle de Tena durante su reinado, al que luego
el tiempo ha adornado con tintes legendarios.
Uno de sus más importantes vasallos y
colaboradores en la lucha contra los musulmanes, el conde Céntulo de
Bigorra —sin duda un predecesor del conde del mismo nombre que
acompañara en el siglo XII a Alfonso I el Batallador— pasaba hacia
Aragón por el valle recién llegado del otro lado de los Pirineos(de donde era originario) con escaso acompañamiento para
entrevistarse con el propio rey en Jaca. García Aznárez, hijo de
Aznar Atónez, tal vez tenente del cercano pueblo de Latrás, al sur
de Sabiñánigo, le recibió en su casa con aparentes muestras de
amistad, pero, por razones desconocidas y abusando de su
hospitalidad, acabó asesinándolo «con engaño y con mala traición,
junto con sus hombres».
Aterrado por el castigo, si no era el
de su propia vida, que a buen seguro iba el rey a infligirle, García
Aznárez abandonó el valle huyendo a tierra de moros con sus
cómplices. El rey, en efecto, reaccionó con extrema dureza y ordenó
que nadie habitara más en las casas donde se había cometido el
crimen y, de acuerdo con Galindo, hermano del homicida, ordenó que
su madre y toda su familia salieran del valle y que nunca más
viviera ninguno de ellos allí, sino que pusieran en sus tierras
colonos que las poblarany les entregaran las rentas de los campos.
Se desconocen las razones que pudieron
mover a García Aznárez a cometer tal crimen, pero pudiera pensarse
que quizás fueran los eternos problemas de pastos en el puerto del
Portalé entre los bigorreses y los habitantes del valle de Tena los
que desencadenaran tan horrendo crimen.
[Gómez de Valenzuela, Manuel, La vida
cotidiana en Aragón..., pág. 151.]
https://es.wikipedia.org/wiki/Sallent_de_G%C3%A1llego Sallent de Gállego (en aragonés Sallén de Galligo) es un municipio español, perteneciente a la comarca de Alto Gállego, al norte de la provincia de Huesca, comunidad autónoma de Aragón. Tiene un área de 162,14 km² con una población de 1.480 habitantes (INE 2009) y una densidad de 9,13 hab/km². Se encuentra a orillas del Embalse de Lanuza y al pie de las más altas cumbres de la cordillera, muy cerca ya de la frontera con Francia. Su término constituye la capital del Valle de Tena.
Típico pueblo del Pirineo aragonés, posee una iglesia gótica, de principios del siglo XVI, que alberga un valioso retablo plateresco. Inicialmente fue villa de realengo, pasando, posteriormente, a ser señorío laical de la conocida familia Lanuza. Antiguamente y junto a Lanuza conformaba el llamado Quiñón de Sallent, uno de los tres históricos territorios en los que se dividía administrativamente el valle. Parte de su término municipal está ocupado por el Monumento natural de los Glaciares Pirenaicos. Actualmente, lo que se conoce como municipio de Sallent de Gállego comprende los siguientes núcleos: Sallent, Formigal, Portalet d'Aneu, Lanuza, Escarrilla, Tramacastilla de Tena y Sandiniés. https://www.formigal-panticosa.com/
Sallent de Gállego es atravesado por el río Gállego y su primer afluente, el río Aguas Limpias, ambos cauces nacidos dentro del propio término y que confluyen en las inmediaciones del núcleo urbano. Desde Sallent de Gállego existe un camino por donde se puede ir caminando hasta el paraje conocido como "El Saliente" o "Salto del Aguaslimpias", la pequeña catarata que dio nombre a la población: Saliente : SALLENT.
La Foratata, un gran peñasco rocoso que se eleva sobre la villa, es el pico más emblemático del lugar. Otras de las cumbres importantes dentro del término municipal son Anayet, Tres Hombres, Arriel y Balaitous, alcanzando muchas de ellas los 3000 metros de altura. Estos paisajes ofrecen infinidad de posibilidades, especialmente la práctica de deportes de montaña y aventura. Son especialmente recomendables las excursiones a Ibonciecho y al ibón de Respomuso, lugar este último donde existe un albergue muy frecuentado por los alpinistas. El municipio está atravesado además por la GR-11, ruta de montaña que recorre la cordillera pirenaica desde el Mediterráneo hasta el Cantábrico.
Mención especial merece también El Portalet, paso fronterizo entre España y Francia que pone en comunicación los valles de Tena y Ossau. // Fermín Arrudi, (1870- 1913); conocido también como "El gigante de Sallent", fue un personaje famoso en todo el Pirineo por su altura, llegó a medir 2,29 m y viajó por gran parte del mundo mostrando su altura. También se ha escrito un libro en el que se relata su vida. León Benito Martón y Aznar; obispo. Mariano Royo Urieta Tania Lamarca Celada; aunque no es de Sallent, la campeona olímpica en la modalidad de conjuntos de 1996 vive en Sallent de Gállego desde 2002. Rafael Andolz Vida de Fermín Arrudi (Zaragoza, 1986). Juan Domínguez Lasierra, Aragón legendario (Zaragoza, 1984). Antón Castro, Aragoneses ilustres, ilustrados e iluminados (Zaragoza, 1993). David Dumall Puértolas El gigante de Sallent. Fermín Arrudi, Ed. Delsan Libros, (Zaragoza, 2008).
Saúl M. Irigaray, Garabato Estudio, cuento ilustrado "El Gigante de Sallent" , autoedición (Jaca, 2012). // https://es.wikipedia.org/wiki/Bigorra La Bigorra (en occitano gascónBigòrra, en francés Bigorre) es un país (pays) tradicional del sudoeste de Francia. Es parte de Gascuña y en consecuencia, de Occitania, si bien como otros territorios de Occitania tiene particularidades propias en historia, cultura y folclore.
Frecuentemente se suele asimilar la Bigorra con el actual departamento de Hautes-Pyrénées, pero éste no representa de hecho sino la mayor parte del oeste del territorio que puede considerarse que comprende la Bigorra, cuyas fronteras quedaron fijadas ya en época de Carlomagno, momento en el que se constituyó como un condado con dependencia feudal del Ducado de Gascuña.
Geográficamente, Bigorra se extiende por el norte hasta el eje de los cursos superiores de los ríos Gave de Pau y Adour, abarcando por el sur hasta la línea de las cumbres de los Pirineos (limitando, pues, con España), siendo así un territorio fuertemente marcado por la orografía montañosa, que culmina en los Pirineos en el pico de Vignemale, con 3.298 m de altitud.
La ciudad principal, siendo además la capital histórica de Bigorra, es Tarbes, que ha reunido a su alrededor una aglomeración, conocida como Gran Tarbes, que incluye comunas secundarias como por ejemplo Ibos, Aureilhan, Orleix o Séméac.
Ampliamente conocida por sus vinculaciones marianas, se encuentra la ciudad de Lourdes, un destino de peregrinación religiosa católica de primera magnitud.
Bagnères-de-Bigorre y Argelès-Gazost son menos conocidas, aunque a su conocimiento coadyuva la existencia de sus casinos y establecimientos termales.
Todavía podríamos hablar de las comunas de Vic-en-Bigorre, Rabastens-de-Bigorre, Maubourguet, Lannemezan, Saint-Laurent-de-Neste, Arreau o Luz-Saint-Sauveur.
La Bigorra es un país esencialmente dedicado al cultivo de maíz y a la ganadería, lo que ha hecho que la producción alimenticia suponga una parte esencial en la actividad económica bigordana, que cuenta con varios productos de merecida fama, como por ejemplo las cebollas de Trébons o las judías blancas de Tarbes.
Territorio débilmente industrializado, Bigorra se ha dedicado esencialmente al material eléctrico o ferroviario, así como a la industria textil, aunque recientemente la región intenta atraer a la industria aeronáutica y electrónica. La actividad industrial está localizada en la zona de llanura, hacia Tarbes, y en los alrededores de Lourdes y Bagnères-de-Bigorre.
La actividad económica ligada al termalismo, sea en Bagnères-de-Bigorre, en Barèges o incluso en Cauterets, es ciertamente importante, y a la industria termal se une la existencia de numerosos casinos.
El turismo constituye actualmente la primera actividad económica de Bigorra; se encuentra ligado no sólo a la industria del termalismo, sino que incluye varios lugares destacados, como Lourdes, centro de peregrinaciones que acoge a peregrinos llegados de varios países, como las estaciones de esquí en las estribaciones pirenaicas, al estilo de la estación del Tourmalet, o incluso el turismo relacionado con lugares más específicos como el circo glaciar de Gavarnie, conocido internacionalmente, o el observatorio emplazado en el Pic du Midi de Bigorre.
Bigorra debe su nombre al pueblo prerromano aquitano-proto-vasco de los bigerriones, Bigerri o Bigerrones. Su nombre significa algo así como dos veces fuerte, bi de dos y gor lo que en vascuence es fuerza (vigor?), más el gentilicio de pertenencia rra. A este pueblo pertenecían diversos subgrupos de las zonas de montaña, como los Tornates, los Campones, los Onosubates o los Crebennos. Los bigerriones fueron uno de los pueblos aquitanos sometidos al poder de Roma por Marco Licinio Craso, lugarteniente de Julio César. Su capital, Bigarra, podría ser el actual pueblo de Cieutat, que se encuentra a 15 km de Bagnères-de-Bigorre.
Se han conservado huellas en la onomástica derivadas de las campañas militares romanas. Así, por ejemplo, el nombre de Juillan derivaría del de Campus Julianus, por un lugarteniente de las legiones romanas de Julio César. La pista de César se ha encontrado igualmente cerca de Pouzac, en el llamado Campo de César.
Una vez convertidos en amos y señores del territorio, los romanos se dedicaron a la exploración y explotación económica de los valles que lo conforman, obteniendo rentabilidad económica de las aguas minerales que abundan en los valles.
También se encuentran restos de las vías romanas, como en la landa de Capvern, donde el camino se denomina hoy en día como Césarée (Cesárea), en Estelou-de-Vieille o una legua al norte de Lourdes, cerca de una alquería denominada Strata que ocupa el emplazamiento de una antigua villa romana.
Al dominio romano le sucede el de los visigodos, que retrocedieron hacia la vertiente sur de los Pirineos tras ser derrotados en la batalla de Vouillé, y posteriormente llegó el dominio de los francos.
El condado de Bigorra quedó constituido a principios del siglo IX por el duque de Gascuña Lope Céntulo para ser cedido a su hijo Donato Lope (fallecido hacia 820), el cual contrajo matrimonio con una princesa de Aquitania, Faquilène, la que sin duda le aportó como dote la mayor parte de sus tierras.
El condado de Bigorra, cuya capital es la ciudad de Tarbes, tenía en ese momento una extensión considerable, pero su superficie se vio notablemente reducida debido a las generosidades del conde Lope Donato (fallecido alrededor de 910), que cedió a su hijo menor el vizcondado de Lavedan, y posteriormente por las liberalidades de su hijo el conde Donato II Lope (fallecido hacia el año 930), que constituyó para sus hijos el condado de Aure, el vizcondado de Aster y el señorío de Montaner.
El condado de Bigorra que quedaba pasó al hijo mayor, Ramón Dat (que falleció aproximadamente en el 947). Bernardo I de Cominges, conde de Couserans y de Foix inició la dinastía Cominges-Carcasonesa de Bigorra por matrimonio con la condesa Garsenda de Bigorre, pasando sucesivamente en el siglo XI a la casa de los condes de Couserans-Foix y a continuación a la de los vizcondes de Bearn; en el siglo XII a la de los vizcondes de Marsan; en 1170 Céntulo III se declaró vasallo de Alfonso II de Aragón, que le concedió a cambio en 1175 el título de Conde de Pallars Subirá y Conde de Ribagorza, recibiendo la tenencia del Valle de Arán;1 y de nuevo a la de los condes de Cominges; y en el siglo XIII a la de los condes de Montfort-l'Amaury.
La idea de unir los Estados de Bigorra con la dinastía aragonesa llevó al rey de Aragón a casar en 1215 a Nuño Sánchez de Aragón con Petronila de Cominges, condesa de Bigorra, vizcondesa de Marsán y señora de Zaragoza y Uncastillo, hija de Bernardo IV, conde de Cominges, de Bigorra y de Astarac, señor de Muret y Samatán..., y de Beatriz de Bigorra, condesa de Bigorra y vizcondesa de Marsán. Este matrimonio fue anulado por el papa Honorio III al año siguiente para que la princesa Petronila se pudiera casar con Guido de Montfort.
El condado de Bigorre fue entonces objeto de una querella sucesoria, ya que Petronila de Cominges, que era la heredera, por parte de madre, del condado, había estado casada con Guy de Montfort, hijo de Simón IV de Montfort, conde de Leicester. Éste pretendía la herencia de su hermano Guy, al haberle confiado Petronila la custodia de la Bigorra durante la minoría de edad de su nieto Esquivaut. Así, la casa de Montfort quedó dividida a la muerte de Petronila entre los partidarios de Esquivaut y los del rey de Navarra Teobaldo II.
Esquivaut fue el vencedor, provisionalmente, de la querella, pero a su muerte en 1283, el rey de Inglaterra recuperó el condado, del que era en realidad el soberano. La hermana de Esquivaut, Lorea, casada con Ramón VI de Turena, inició un pleito cuyo resultado más destacado fue que el rey de Francia secuestrara el condado para atribuírselo a su esposa, la reina Juana I de Navarra, heredera de Teobaldo II. Juana cedió la Bigorra a su tercer hijo, el futuro Carlos IV de Francia, el cual la unió al dominio real tras su coronación en 1322.
Entregada por un tiempo al conde de Armañac Juan I, la Bigorra fue cedida finalmente por el rey de Francia a Eduardo III de Inglaterra según las cláusulas del tratado de Brétigny.
Francia volvió a ocupar el condado en época de Carlos V de Francia, entre 1369 y 1373. Siendo un territorio deseado tanto por los condes de Foix como por los de Armañac, el condado quedó definitivamente unido al condado de Foix en 1425, ya que Juan II de Armañac había intercambiado con el rey sus derechos a la Bigorra a cambio de recibir el Rouergue.
Bajo el Antiguo Régimen, la Bigorra disponía de unos Estados (o Parlamento) propios para su territorio.
El 4 de enero de 1790, la Asamblea Constituyente del régimen emanado de la Revolución francesa creó los departamentos, que pasaron a sustituir a las antiguas provincias. Como consecuencia de la medida se creó un departamento que inicialmente tomó el nombre de Bigorre (Bigorra) pero que pasó posteriormente a ser denominado como Hautes-Pyrénées (Altos Pirineos). El diputado en la Convención, y natural de Tarbes, Bertrand Barère de Vieuzac, había sido quien más se había distinguido en la génesis del nuevo departamento:
«Si este país, la Bigorra, es demasiado pequeño como para formar un departamento, conviene agrandarlo. Pero sería muy inicuo no hacer de él sino unos distritos que dependiesen de una ciudad extranjera; hacer de Tarbes un miserable centro de cabecera de distrito sería un asesinato político.»
Puede constatarse la extraña geografía de este departamento, que posee dos pequeños enclaves en el interior del departamento vecino, Pyrénées-Atlantiques. Se trata de la supervivencia de una manifestación medieval, ya que, a finales del siglo XI, Gaston IV el Cruzado, vizconde de Bearne, contrajo matrimonio con Talesa de Aragón, vizcondesa del Montanerés, un pequeño territorio emplazado entre el Béarn y la Bigorra. El Montanerés quedó en poder de Béarn, pero Talesa guardó para sí cinco parroquias, que son las que constituyen actualmente los dos enclaves dentro del departamento de Pyrénées-Atlantiques.
El origen del escudo de armas de oro, con dos leones manchados (como la piel del leopardo) de gules, armados y lampasados en azur, pasantes uno sobre el otro sigue siendo misterioso. Como máximo, puede constatarse que es idéntico al de la ciudad de Chabanais. Ello se debería a un error de interpretación de un documento. Hacia el año 1621, Pierre de Marca localizó dicho escudo en un codicilo de Petronila, condesa de Bigorra, fechado en 1239. Al parecer habría confundido las armas de Petronila de Bigorra con las de quien era su esposo por esas fechas, Bozon de Mathan, señor de Chabanais, con lo que las armas propias de los Chabanais habrían pasado de este modo a ser confundidas con las de Bigorra.
En Bigorra, al igual que en el Béarn, el hábitat tradicional debe ser de entrada ubicado en un contexto de multicultivos cerealistas y de ganadería. Si en las llanuras el hábitat se agrupa en pueblos, en las zonas altas se encuentra más disperso.
El núcleo por excelencia de la explotación agrícola rural es la granja con un patio cerrado. Dicha granja comprende una vivienda u oustaü caracterizada por su planta rectangular en uno o dos niveles, con muros de cantos rodados, un tejado inclinado con vertiente a dos aguas y a con dos levantes. Su fachada, frecuentemente adornada con encuadres de piedra, se orienta hacia el sol, sea hacia el sudeste sea hacia el este, según el caso, y de dispone perpendicularmente a la calle. Cae hacia un patio cerrado (es decir, vallado) o parquié, haciéndose la entrada a dicho patio por medio de un monumental portal o pourtaü. En torno de dicho patio aparecen los diferentes edificios de tipo auxiliar: granja, establo, gallinero, porches…
Las casas pertenecientes a las familias más acomodadas, evidentemente en relación con el crecimiento de la economía rural, se adaptan al modelo de tipo burgués o urbano de los siglos XVIII y XIX, y presentan fachadas en dos niveles ordenadas simétricamente, con ornamentos en piedras de muy buena calidad, un tejado de tipo monumental horadada con tragaluces y cubierta con tejas o lajas de pizarra. Un balcón de honor puede levantarse sobre la puerta de entrada a la vivienda.
A un nivel social inferior, podemos encontrar una vivienda que no dispone más que de una zona de vivienda en planta baja, justo debajo del granero. Los dormitorios se distribuyen en hilera con acceso desde la sala común.
En los altos valles pirenaicos, en los que predomina la vida de tipo pastoril, el hábitat se agrupa en pueblos y la granja con patio cerrado tiende a desaparecer, con la excepción del valle de Lavedan, donde en las aldeas la casa del alcalde o bailío (eth bayle) aparece fortificada y protegida por un portal-fuerte (hortau). Los tipos de viviendas de las zonas bajas aparecen en concurrencia con las casas de montaña, con planta rectangular, en las que se asocian bajo el mismo techo los locales destinados a vivienda y los dedicados a la explotación. Hay que destacar la existencia de balconadas que ocupan toda la longitud de la fachada, para el caso de las viviendas en las que la zona de habitación aparece en el primer piso y no en la planta baja.
Todavía pueden contemplarse hoy en día los tejados de cañas en el valle de Campan.
En los pastos de estiaje de los altos valles de Bigorra, los pastores construían cabañas de piedra seca, "capane", con planta rectangular. Ubicadas en el centro de un sector cercado por muros también de piedra seca, zona en la que dormían los corderos, llamado "coueila" o "cuyala", hoy en día se encuentran en ruinas debido a que ya no siguen en uso.
En las ciudades más importantes, como es el caso especialmente de Tarbes y más aún de Lourdes, aparecen influencias vascas, de tipo ecléctico o, por supuesto, mucho más modernas.
Numerosas canciones de tipo popular y muy características acompañan las festividades en Bigorra, como por ejemplo "Montagnes Pyrénées" o "Aqueras Mountanhas". Igualmente hay que destacar que, más allá de la estricta práctica y uso de la lengua occitana, sigue estando presente en nombres de calles, de grupos folclóricos o artísticos. Volviendo a enfundarse en los trajes tradicionales, pantalones cadis, boina negra, cofias..., tocando los instrumentos musicales preferidos localmente, como acordeón diatónico, flauta de tres agujeros, tambor de cuerdas, gaita de las Landas..., son los herederos de una antigüedad remozada y puesta al día. Cantos y danzas tradicionales reaparecen de nuevo con ocasión de festividades o iniciativas locales. Las Pastourelles de Campan o la Adouréenne son sólo unos simples ejemplos de ese folclore que sigue hoy en día en pleno vigor.
Bisson, T. N., The Medieval Crown of Aragon: A Short History, Oxford, Clarendon Press, 1986. ISBN 0198219873. Para Céntulo, vid pág. 37. Apud José Ángel Sesma Muñoz, La Corona de Aragón, Zaragoza, CAI (Colección Mariano de Pano y Ruata, 18), 2000. ISBN 84-95306-80-8.
2.39. PEDRO I DE ARAGÓN LUCHA CONTRA
EL CID (SIGLO XI. PERALTA)
Después de haber cometido verdaderos
estragos a los moros levantinos en la comarca de Onda y Almenar y
soportada una larga y fatigosa cabalgada de varias jornadas, llegó
el Cid Campeador con sus hombres a las puertas de la musulmana ciudad de Zaragoza. Tal como era habitual, el guerrero castellano fue huésped en el
palacio del rey moro de la Aljafería, donde recuperó fuerzas y
recompuso su hueste.
Tras descansar unos días en la ciudad del Ebro, partió de nuevo con sus hombres en dirección a Huesca,
primero, y más tarde hacia Monzón. Los vigías de Pedro I pusieron
al monarca aragonés al corriente de las andanzas del Cid, de modo
que, sabiendo que se acercaba, se aproximó con sus caballeros hasta
Piedra Alta, donde decidió elegir un paraje adecuado y plantó sus
tiendas de campaña para esperarle.
Llegado el Cid a Monzón, determinó
pasar allí unos días, uno de los cuales salió a recorrer la
comarca acompañado por doce caballeros de su confianza «a holgarse
por el campo, armados de buena guisa», o sea, a divertirse un poco
con un simple ejercicio. Enterados los aragoneses a través de su red
de espías de los movimientos de esta partida, les salieron al paso
desde su improvisado campamento con ciento cincuenta guerreros,
entablando un lucha desigual contra el Cid y sus hombres, en una
especie de improvisada justa o torneo, pues, de común acuerdo,
decidieron luchar uno contra uno sucesivamente.
A pesar de ser muchos menos en número,
el grupo del Cid venció a los caballeros aragoneses, apresando a
siete de ellos con sus caballos y armas, mientras los demás huían
temerosos del campo de batalla. Las horas que siguieron a la refriega
fueron tensas, pero, tras suplicar los vencidos clemencia al
Campeadorpara que los dejara en libertad, don Rodrigo, «como es muy
honrado», dice el legendarioromance, accedió a su petición.
Et él después que ovo leídas las cartas, como quier que ende oviese gran pesar, non quiso ý ál fazer, ca non avié plazo más de nueve días en que saliese. Enbió por sus parientes e por sus vasallos, e díxoles cómo el rey le mandava salir de su tierra e que non le dava de plazo más de nueve días, e que querié saber d’ellos cuáles querién ir con él o cuáles fincar. Minaya Álvar Fáñez le dixo: “Cid, todos iremos convusco e servos hemos leales vasallos”. Todos los otros dixieron otrosí que irién con él donde quier que él fuese, e que se non quitarién d’él nin le desamparién por ninguna guisa. El Cid gradeciógelo estonces mucho, e díxoles que si Dios le bien feziese, que gelo galardonarié muy bien. Otro día salió el Cid de Bivar con toda su compaña
A finales de septiembre del año 1394,
después de fallecer el papa Clemente, los cardenales reunidos en la
ciudad de Avignon eligieron como sucesor de san Pedro al aragonés
don Pedro Martínez de Luna, un miembro destacado de la familia Luna,
que se hizo llamar Benedicto XIII.
De todos son conocidos los problemas
que este nombramiento acarreó en toda la Europa occidental, lo que
motivó que —ante la oposición enérgica y violenta del rey de
Francia que apoyaba a otro candidato— don Pedro comenzara una dolorosa
peregrinación que le condujo a Génova (donde estuvo acompañado por
su confesor, el fraile valenciano Vicente Ferrer), a Saona, a
Perpignan y, por último, a Zaragoza, donde llegaba con toda su corte
en 1411 y era recibido con el mayor regocijo y enormes muestras de
cariño.
Coincidió su presencia en Zaragoza con
la conmemoración de la Navidad y asistió aquella noche Benedicto
XIII a los maitines, que se celebraron de manera solemne en una
basílica llena de fieles. Llegado el momento preciso, dirigiéndose
al Justicia de Aragón —en aquel momento lo era don Juan Ximénez
Cerdán, que estaba presente en la ceremonia religiosa— le invitó
a que cantara la lección quinta, la llamada imperial, rogándole que
lo hiciera manteniendo su espada desnuda, con la mano derecha, y
levantadas ambas hacia el techo.
Mientras el justicia de Aragón,
todavía sorprendido por lo que estaba sucediendo ante tan gran
concurrencia, cantaba y mantenía la espada tal como le dijera
Benedicto XIII. En aquel momento, éste se dirigió hacia los fieles
allí congregados y les dijo que lo mandaba hacer así «por ser este
magistrado fénix del mundo, a quien era debido el mayor honor y
respeto».
Desde aquel señalado día, por deseo
del controvertido papa aragonés Benedicto XIII, el brazo armado con
la espada desnuda y levantados ambos hacia el cielo serían los
símbolos representativos del justicia de Aragón.
[García Ciprés, G., «Ricos hombres
de Aragón. D. Pedro Martínez de Luna (el “antipapa”)», en
Linajes de Aragón, II (1911), 184-185.]
172. LUCHAS DE LOS LUNA
CONTRA LOS URREA (SIGLO XV. LA ALMUNIA)
Hallándose en Antequera
preparando hueste contra el moro el noble castellano don Fernando,
llegaron al campamento mensajeros con la triste noticia de la muerte,
sin heredero directo, de don Martín el Humano, rey de Aragón, su
tío. Por los mismos mensajeros supo, asimismo, cómo las tierras del
reino aragonés quedaban enormemente alteradas por las intrigas de
varios pretendientes, fundamentalmente por la pugna entre don Pedro
de Urrea (partidario y defensor del propio don Fernando), que «quería justicia»
frente a los demás pretendientes, y don Antón de Luna, erigido en
defensor del conde de Urgell como rey «por fuerza» y no por razón
y derecho.
Ante la difícil situación
creada, intentó el arzobispo zaragozano don García de Heredia
actuar de mediador entre ambas partes, dirigiéndose para ello hacia
La Almunia de Doña Godina, con el fin de «concertallos» y hacerles
entrar en razón, pero don Antón de Luna, que estaba acampado con
sus guerreros junto a Almonacid de la Sierra, le salió por sorpresa
al encuentro arropado por más de cincuenta caballeros armados
quienes, tras herirle con sus lanzas, provocaron su muerte.
Enterado don Pedro de
Urrea del crimen perpetrado en la persona del arzobispo, acudió
presto con sus huestes a Zaragoza para enfrentarse al conde de
Urgell, quien, como monarca que pretendía ser, se había trasladado
con celeridad a la capital acompañado de un gran ejército y la
intención de tomarla y coronarse en San Salvador como tal. Junto al
mercado, cerca del Ebro, al pie de las murallas romanas, con el
torreón de la Zuda por testigo, tuvo lugar una sangrienta batalla,
en la que el conde quedó vencido y obligado a huir de la ciudad
vadeando como pudo el río.
Almonacid de la Sierra debe su nombre a la antigua comunidad árabe y a su situación aunque hay discrepancias sobre su significado, pues podría significar «lugar fronterizo» o «el monasterio». // Ahora leed aquí abajo: al-Munascid //
El Castillo y la villa de Almonacid de la Sierra fueron fundados por el musulmánal-Munascid, siendo citados por el cronista al-Udri. Por ello, la época de dominación musulmana fue importante para la localidad; el topónimo, el trazado de sus calles y la tradición alfarera así lo atestiguan. De su pasado morisco dan cuenta una serie de manuscritos árabes y aljamiados encontrados en la localidad, que se custodian en la biblioteca Tomás Navarro Tomás, del Centro de Ciencias Humanas y Sociales del CSIC. El hallazgo tuvo lugar al reparar una casa antigua en el verano de 1884, constituyendo uno de los más importantes hallazgos de este tipo realizados en la península ibérica.
Como reducto árabe, Almonacid resistió los envites cristianos hasta el reinado de Alfonso I el Batallador. Tras su reconquista, la población pasó a manos de la condesa doña Sancha y más tarde a las de Pedro de Sessé, señor de Medina. A finales del siglo XIII, Almonacid fue concedida a Pedro Martínez de Luna, fundador de los Luna de Almonacid y de los que derivarían los de Illueca.
Pero los Luna perdieron la población cuando Antón de Luna, ferviente partidario del pretendiente a la corona Jaime II de Urgel, asesinó en 1412 al obispo de Zaragoza, García Fernández de Heredia, quien apoyaba a Fernando de Antequera, a la postre rey después del Compromiso de Caspe. El nuevo monarca de Aragón confiscó a Antón de Luna todos sus bienes, entre ellos la villa de Almonacid, pasando ésta a ser propiedad de Pedro Ximenez de Urrea en 1414, quien sería primer Conde de Aranda. La casa de Urrea regiría los destinos de la localidad hasta la supresión de los señoríos en 1812.
La población de Almonacid, que contaba con 88 hogares —unos 400 habitantes— de acuerdo al fogaje de 1495, estaba mayoritariamente compuesta por moriscos, conviviendo junto a judíos y cristianos. Por ello, la expulsión de los moriscos a comienzos del siglo XVII, tuvo importantes repercusiones para la localidad. El geógrafo portugués Juan Bautista Labaña recogió en su Itinerario del Reino de Aragón, realizado entre 1610 y 1611, que «Almonazir es un lugar grande situado al pie de la sierra, es del conde de Aranda, quien tiene en este lugar una muy buena casa situada en lo alto de un otero, al pie del cual yace el lugar». Asimismo explica que «fue población de moriscos y fueron los últimos que salieron de este reino, había 300 vecinos y ahora no hay más que cincuenta». Las cifras aportadas por historiadores apuntan que pudo haber más de 1 200 habitantes de Almonacid expulsados de sus casas. Ello conllevó un gran retraso en el desarrollo de la localidad que no fue superado hasta muchos años después, aunque los señores concedieron en 1628 una carta de población a los colonos con que se repobló Almonacid.
Pascual Madoz, en su Diccionario geográfico-estadístico-histórico de España de 1845, describe a Almonacid en los términos siguientes: «Tiene 300 casas de regular construccion distribuidas en varias calles y plazas espaciosas y bien empedradas; un pósito, una carniceria, dos posadas públicas, una escuela de primeras letras... y una iglesia parroquial bajo la advocación de Nuestra Señora». Refiere que «el terreno llano en general es de buena calidad y muy feraz, aunque pudiera serlo mas á tener las aguas suficientes para el riego». En cuanto a la economía, señala que la localidad «produce vino, trigo puro, centeno, cebada, avena, garbanzos, judías, pocas frutas y hortalizas, y cria ganado lanar, cabrío y alguna caza» y que quedaban algunas alfarerías, la fábrica de aguardiente y la arriería.