CAPÍTULO LXI.
Que
contiene la vida del infante don Jaime de Aragón, XVIII conde de
Urgel y vizconde de Ager, hijo del rey don Alfonso de Aragón, y de
la infanta doña Teresa de Entença. - Da el rey don Alfonso al
infante don Jaime el condado de Urgel y vizcondado de Ager, y del
gobierno y administración puso en ellos. - De como el rey don
Alfonso mandó prestar los homenajes al infante, su hijo, y
restituirle las escrituras que le importaban para conservación de lo
que le había dado; y de la muerte del rey. - El rey don Pedro es
jurado rey de Aragón y conde de Barcelona. - Pretende el infante don
Jaime, para su mujer, el condado de Comenge, en Francia, y otros
estados, y lo que pasó sobre esto. - Sucesos
del reino de
Mallorca, y perdición del rey don Jaime de Mallorca, y de lo que,
sobre esto, hizo el infante don Jaime, conde de Urgel. - Como el rey,
llamando, en defecto de hijos varones, a las hijas, excluyó al
infante don Jaime, y del sentimiento que hizo por esto, y de las
uniones en Aragón y Valencia.- En que se prosiguen los hechos del
infante don Jaime y de la Unión, y de las cortes que celebró el rey
en Zaragoza, donde tuvo principio la destrucción del infante. - De
lo que hizo el rey don Pedro, después de acabadas las cortes; y de
la muerte del infante don Jaime, y descendientes suyos.
Para
mayor demostración de grandeza y majestad, y porque quedara más
solemnizada la fiesta de su coronación, quiso también honrar el rey
don Alfonso al infante don Jaime, su hijo segundo, dándole título
de conde de Urgel y vizconde de Ager. Diósele de la misma manera que
él lo había recibido del rey don Jaime, su padre, y con las
condiciones contenidas en el testamento del conde Armengol de
Cabrera, añadiendo que, en caso que por no quedar del infante hijos
legítimos y naturales, volviese aquella donación a la corona,
quedasen obligados los reyes, sus sucesores, a dar el sustento y
vestido necesario, según * calidad, a las hijas que quedasen, hasta
ser casadas, y que si el hijo primogénito del infante llegase a ser
rey de Aragón, sea conde de Urgel el hijo segundo. Con estos pactos
quedó heredado el infante de aquel gran estado, y entonces tomó las
armas del condado solas y sin mezcla alguna según parece en algunos
sellos suyos, que aún se conservan en el archivo real; y después
juntó aquellas armas con las de Aragón, y de las dos formó un
escudo, dividido en cuatro cuarteles: en el primero y tercero dos
palos, en el cuarto los jaqueles de oro y negro, que eran las armas
del conde de Urgel.
Era entonces al infante de edad de
ocho años, poco más o menos, y así el rey, su padre, se quedó con
el gobierno y administración de todo lo que le había dado, como
padre y legítimo administrador suyo, todo el tiempo * su vida.
Por
estos tiempos, que era al principio del año 132* en el mes de
febrero, casó el rey don Alfonso, en la ciudad de Tarragona,
con la infanta doña Leonor, hermana del rey don Alonso XI de
Castilla, con quien estuvo desposado el infante don Jaime, su
hermano, que todavía vivía en África, y estaba con el rey de
Tremecen. *Acudieron en Tarazona el rey de Castilla y toda la
nobleza de aquel reino y del de Aragón, y en esta ocasión quedó
concertada la guerra que después se hizo al rey moro de Granada,
para la cual pasó el rey a Valencia, con intento de apercibir lo
necesario para ella; y estando aquí a 28 de mayo, nombró juez, en
primera y segunda instancia, del condado de Urgel y vizcondado de
Ager, a Ferrer de *Abella, de su consejo, y ayo del infante don
Jaime, que muchos años había era procurador general en ellos, varón
de noble linaje, y en quien concurrían cabalmente las partes
necesarias para el gobierno que se le encomendaba; y bien que le tuvo
mucho tiempo, pero porque el rey le encargó otros negocios
importantes (y en particular el año 1330, que le envió a concertar
treguas con el rey moro de Granada), nombró durante su ausencia a
don Pedro Maça, y el año
siguiente, que se le llevó el rey a la guerra contra el moro de
Granada, que había rompido las treguas, nombró en lugar suyo
a Arnaldo de Monsonis; y también para mayor expedición de los
negocios y buena dirección de ellos, había dado muchos años antes
el mismo cargo a Ferrer de Colom, de su consejo, que fue prior de
Fraga, canónigo y obispo de Lérida; y éste y Ferrer de Abella
gobernaron toda aquella tierra hasta el año 1334, recibiendo las
rentas y provechos de ella, distribuyéndolas según lo mandaba el
rey y parece en los registros de aquellos
tiempos, conservados en
el archivo real de Barcelona, y proveyendo todos los oficios y cargos
de aquel estado, cuyos réditos servían para el sustento de las
casas de los infantes don Pedro y don Jaime, y aun del rey, y para
pagar algunos censos y violarios cargados, así por el rey don Jaime
como también por la infanta doña Teresa, que en su testamento había
asignado a sus deudos y criados algunas rentas sobre ellos.
Durante
el gobierno de don Alfonso, según parece en memorias de aquellos
tiempos, Ramón Folc, vizconde de Cardona, que había tenido algunos
disgustos con los vecinos
de la villa de Pons, juntaba gente para
venir con armas contra de ellos, y tomar venganza; y estaban los de *
pueblo con gran temor, hasta .... de junio de 1331, * el rey les
escribió que no temiesen, certificándoles que *el de Cardona no les
haría daño ninguno. En este mismo año, a .... de julio, concedió
el rey privilegio a los ciudadanos de Balaguer, durante su
beneplácito, que vino forastero *que entrase en ella, declarando que
el privilegio que lo prob* desde el día de Todos Santos hasta
Nuestra Señora de agosto, se entendiese prohibirlo todo el año; y
esto porque no se malbaratase el de los ciudadanos, lleva*
aquella
ciudad el de otras partes, donde se cogiese * y fuese más barato.
Labrábase en el mes de octubre * este año en la villa de Albesa la
puente sobre el río Noguera, que pasa junto de ella; y para ayudar
al *edificio concedió el rey, que por espacio de cinco años los que
pasaren por ella den, los de a pie medio dinero jaqués, los de a
caballo un dinero, y las bestias gruesas medio dinero jaqués.
(pontatge; pontagium)
En el año 1332, a 7 de las calendas
de agosto, estando el rey en Valencia, revocó todas las mercedes que
* importunación de diversas personas había concedido sobre el
condado de Urgel y vizcondado de Ager, dándolas por *las y como si
hechas no fuesen, atento eran todas en *perjuicio del infante don
Jaime, donatario del dicho condado y vizcondado, y mandó a Ferrer
Colom, gobernador general de aquellos estados, que no pague ninguna,
exceptuándose Guillen de Entença, deudo de la infanta, a quien
*había hecho merced de la villa de Ivars.
A primero de mayo
de 1333, mandó el rey, a instancia de los paeres de la ciudad de
Balaguer, que los judíos y *sarracenos de aquella ciudad viviesen
juntos y apartados en un barrio de ella, y andaran señalados en el
vestido; y en junio del mismo año lo mandó a los de Agramunt:
debía, sin duda, convenir así en aquellos tiempos, y lo mandaron
también los reyes don Juan y don Martín a los de Barcelona.
(600 años antes de los guetos de los Nazis)
A los idus de
setiembre de este mismo año, don Pedro Galceran de Pomar se fue a
quejar al rey de algunos enemigos suyos que le movían guerra y le
querían tomar los castillos y lugares de Taltahull y Massateras, que
estaban en feudo de los condes de Urgel; y el rey, para que no osasen
intentar nada, mandó a Ferrer de Abella, procurador general del
condado, que tomara las tenencias de aquellos castillos, según el
estilo de aquellos tiempos, y entonces nadie se osó mover,
respetando al rey, en cuyo nombre se habían tomado las dichas
tenencias.
Este gobierno y administración que queda dicho duró
hasta el año de 1334, en que enfermó el rey de aquella larga
dolencia que, después de dos años, le quitó la vida:
entonces,
por aliviarse de cuidados y descargarse del gobierno, dio la
administración del condado de Urgel, vizcondado de Ager y baronías
que fueron de la infanta doña Teresa, al infante don Jaime, su hijo,
que era mayor de catorce años, y concurrían en él las partes
necesarias para entender en el gobierno de sus cosas; y a lo que se
conjetura, quiso el rey que ya en vida suya quedase en posesión de
lo que era suyo, por escusar, después de muerto él, encuentros con
el infante don Pedro, su hijo, cuya recia condición y vivos
espíritus daban cuidado al rey, su padre, y mucho mayores a la reina
doña Leonor, su
madrastra. Por esto, estando el rey en Sarrión,
aldea de Teruel, de cuya estada gustaba mucho, despachó so data de
12 de junio una carta a todos los caballeros, así hombres
como
mujeres, feudatarios del condado de Urgel, mandándoles, que luego
que sean requeridos hagan sacramento y homenaje al infante, su hijo,
según la obligación de cada uno y consuetud de Cataluña; y
el día siguiente, envió otra a la ciudad de Balaguer y a las villas
de Ager, Pons, Linyola, Agramunt, Albesa, Castelló y demás villas y
pueblos del condado y vizcondado, y había mandado días antes lo
mismo a los pueblos de las baronías de Alcolea y Antillon y lugares
del reino de Valencia; y absuelve y relaja a todos el juramento y
homenaje que le habían prestado cuando sucedió en ellos, por
pertenecer al infante, su hijo, así por donación le había hecho
años antes, como también por el testamento del conde don Armengol de
Cabrera. Mandó entonces a Ferrer de Abella, que todas las escrituras
tenía del condado y vizcondado, las diese al infante, y lo mismo
mandó a fray Sancho López de Ayerve, del orden de Menores,
que después fue arzobispo de Tarragona, y era confesor del infante
don Pedro, y a la abadesa de Casúes, monasterio de Aragón que fundó
en el año 1278 doña Oria, condesa de Pallars, so la regla
cisterciense. A esta señora, como a sucesora de doña Elvira
Sánchez, la infanta doña Teresa le había encomendado muchas * y
mandóle el rey, que todas las que tuviera restituyese al infante don
Jaime; y a García Loriz y a Bernardo de Petra, de su consejo, mandó
que las que tuvieren las lleven al monasterio de San Francisco de
Zaragoza, y
que sea allá hecho inventario de todas, y hechas dos
copias de *, divididas por alfabeto (alphabeto divisa), según
el estilo de aquellos siglos, * quede la una en poder de los frailes
de aquel convento, y la otra, con las escrituras, para el infante, el
cual luego
* mandó llevar al castillo de Monmagastre, donde
estaba el archivo de los condes de Urgel; y el oficio del archivero
lo encomendaban a uno del condado; y porque una vez nombraron a uno
que no era de él, sexto idus januarii 1330, el rey don Jaime no lo
tuvo a bien, antes mostró estar por esto disgustado con Ramón de
Vilafranca, de su casa y palacio, por haber encomendado aquel oficio
a hombre forático, (forano) no natural del condado.
Era tal la condición del rey y estaba tan sujeto a la *reina, su
mujer, que no solía negarle cosa; y ella estaba *tan apasionada por
el infante don Fernando, su hijo, que no podía sufrir que sus
entenados quedaran más medrados y tuvieran más mando en el
reino que su hijo; y esto se guardó tan puntualmente viviendo el
rey, que el infante don Jaime ni aun tomaba criados sin su
consentimiento, dándole particular razón y cuenta de todo, ni en
sus villas * oficiales sin su voluntad; y en cierta ocasión que
había consignado a doña Urraca, condesa de Pallars, su *, las
rentas de Alcolea, en pago de lo que debía recibir cada un año
sobre el condado de Urgel, sin dar *razón al rey, se sintió mucho
de ello, y más cuando supo que había creado baile en aquel pueblo;
porque el rey había ya dado aquella bailía a Ramón de Alentorn, a
quien la había prometido la infanta doña Teresa, y escribió al
infante, dándole a entender cuán sentido y maravillado estaba de
que hubiera hecho tal consignación sin su consentimiento, y aun le
exhorta a que el Ramón de Alentorn sea puesto en posesión del cargo
le había dado, y manda a Rodrigo Díaz, su canciller, que esto se
ejecute luego, y cuando no se haga así, ha de tener de ello muy gran
pesar y sentimiento. Esto pasó a 24 de julio de 1335; y a 25 de
agosto siguiente dio el rey la notaría de Agramunt, con ciertos
censos le había de pagar por ella, a Bernardo de Petra, por buenos
servicios había hecho a la infanta doña Teresa, su mujer, y a él,
y manda al infante se la confirme; de modo que, aunque el infante
tenía el título y rentas, pero el rey se había quedado con la
superioridad. Todo fuera de buen pasar, si el rey no fuera
desmembrando cada día, por dar al infante don Fernando, su hijo, por
contemplación de la reina, su madre, muchos lugares y castillos, del
condado y vizcondado; porque la intención de ella fue, que ya que su
hijo no podía ser rey, a lo menos tuviera tanto señorío en los
reinos de la corona de Aragón, que pudiese sustentarse y mandar en
ellos a la par del infante don Pedro, que había de ser rey; y por
eso negoció con el rey, le diese muchas cosas de la corona, y hacía
lo mismo con el infante don Jaime, y ya que no le podía quitar lo
que era suyo, trazó con el rey, que le diese del condado de Urgel y
vizcondado de Ager los lugares de Alos, Mejá, Fabregada, Puig de
Mejá, Fontlonga, Vilanova de Mejá, La Nou, Vernet, Ariet, Baldomar,
Camarasa, Cubells, Ivars, Santa Linya, Mongay, Marita, Alos y otros,
y los castillos de Castelló de Farfanya y Orenga, que las villas no
se las dio; pero como estas donaciones eran inmensas, y en perjuicio
del infante don Jaime, aunque viviendo el rey se disimuló, pero
después de muerto, recuperó el infante don Jaime mucha parte de
ello.
*eraba todavía la enfermedad del rey, y era poca
*esperanza había de su vida, porque era hidropesía; y en *sión,
que le pareció buena, se volvió a solicitar * de Gastón, conde de
Foix, hijo del otro Gastón * arriba hablamos, las pretensiones que
tenía de he* condado de Urgel; y para tratar de esto, puso por *os
al rey don Jaime de Mallorca, yerno del rey *
suyo, y al infante
don Pedro, conde de Empu* estaba casado con doña Juana de Foix, tía
de * y hermana de su padre. Los tratadores eran * pero poca la
justicia del conde: para mejor nego* pusieron al rey en conciencia, y
él prometió de * el de Mallorca y con el conde de Foix, y les dio
*esperanzas, porque, entretenido el de Foix con ellas, *ra cosa
alguna, porque en aquella sazón tenía mu* en campaña, para valer a
Roger de Comenge, *endía el condado de Pallars, y había en Cataluña
*gente de armas forastera, y escusaba el rey, que, * de ella el de
Foix, se entrase por el condado de *mando algunas plazas de él, y
por esto mandó hi*eguas con el de Pallars, duraderas por seis meses,
*nieron bien en ello, por lo mucho que deseaban *ento al rey: pero
estas vistas no se efectuaron, *
de Mallorca estaba en Aviñon,
y el rey, que sa* habían de ser de poco provecho, por ser poca la *
del conde de Foix, las desvió, y las cosas se que*mo de antes.
Conoció el rey claramente que su *vida acababa, y antes de su muerte
quiso ver concluido *el matrimonio de su hijo el infante don Jaime, y
por es* a Francia a concluirle. Habíase tratado ya con doña
Cecilia, hija de don Bernardo de Comenge y de doña Mata, que es lo
mismo que Matea, condes de Comenge y vizcondes de Tours, y por esto
envió a Francia al almirante don Ramón de Peralta, que lo concluyó,
y poco después vino la novia a Cataluña, en donde se celebraron las
bodas.
Siguióse dentro de breve la muerte del rey, en la ciudad
de Barcelona, un miércoles, a la mañana, a 24 de enero, víspera de
la Conversión de san Pablo, año 13* y fue depositado en el
monasterio de San Francisco, * donde después, a 10, y según otros,
a 17 de abril de
1369, fueron sus huesos trasladados al monasterio
de San Francisco de Lérida: sacáronles, según parece en memorias
de aquellos tiempos, los clérigos de la Seo y parroquias, todos los
frailes y monjes de ella, y dio la ciudad trescientos cincuenta
cirios gruesos, que llamaban brandones, y salieron en procesión del
dicho monasterio, y pasaron por las calles que llamaban Ample, del
Mar, plaza del Trigo, plaza de las Coles, plaza de Santiago, Bocaria,
Hospital den *C, y por la puerta de San Antón los llevaron al
monasterio de Valldoncella, y de allí a Lérida. Asistieron a esta
*ción don Pedro, arzobispo de Tarragona, don G., de Barcelona, don
Hugo, vizconde de Cardona, don Gilabert de
Cruilles, don Bernardo
de Pinos, Pedro Bussot, Jaime de Gualbes y P. Gilabert de San
Climent, y muchos * y llegados a Lérida, fueron puestos en un
suntuoso sepulcro, que está en el altar mayor, a la parte de la
epístola, y allá dicen estar doña Leonor, su segunda mujer. Encima
de la tumba están los simulacros de los dos, con hábito de
religiosos de san Francisco y sandalias en los pies.
*te rey
llamado el benigno, por haberlo sido mucho, * amor que tuvo a sus
súbditos y benignidad con *: fue siempre muy justo y cortés, y en
su edad *ente y animoso, como se vio en la conquista de *
Después
de casado segunda vez, quedó tan *mudado de condición, que parecía
otro, y estaba tan rendido a su mujer, que le hacía hacer cosas que
después *causaron alteración y novedades en estos reinos, así por
* las donaciones que hizo al infante don Fernando, * otras
concesiones que debiera escusar, pues más *arrearon a aquellos en
cuyo favor fueron hechas, *provecho.
*infante don Pedro, que
estaba en Aragón, luego que * muerte del rey, su padre, tomó título
de rey de Aragón y conde de Barcelona, y juró a los aragoneses sus
*fueros*
Coronóse en la ciudad de Zaragoza (en la Seo, donde se coronaban todos los reyes y reinas de Aragón, según un texto de
Pedro IV), aunque con *ción y descontento de los del principado
de Cataluña, * que pretendieron haber de jurar primero en él que
*en Aragón, y lo esforzaron con grandes veras los infantes don
Pedro, conde de Empurias, y don Berenguer, con*ades, y no asistieron
a la fiesta de la coronación, *mo hicieron todos los catalanes,
salvo Ot de Moncada, * Ramón de Peralta. El infante don Jaime
pretendió
* y siguió la opinión del rey, su hermano, que *
hecho gobernador general del reino, por ser la * propincua
(cercana) suya, y el que en aquella fiesta de la * hizo
mayores muestras de júbilo y alegría, y * su hermano, las espuelas
y le sirvió a la *mesa *tros caballeros y ricos hombres de Aragón
que se * en aquella fiesta, en que de los catalanes solo asistieron
don Ramón de Peralta, que con Ato de * acompañó aquel día a
Gonzalo Díaz de Arenos, que * las armas del rey; y dióse de comer
aquel día a más * mil personas, según escribe el rey en su
historia.
En junio del año 1338 falleció el rey don Fadrique
de Sicilia, hijo de don Pedro y doña Constanza, re* Aragón, y
dispuso la sucesión de aquel reino de esta *manera llamó primero a
los hijos, sustituyéndoles de grado *do; y faltando estos, llamó al
rey don Alfonso, y si *siese aceptar aquel reino, llama al infante
don Pedro *mano del de Aragón, y le sustituye al infante *don Ramón
Berenguer. Después de estos, en caso no tenga*
llama al infante
don Pedro, que en este tiempo * rey de Aragón, y después de él, al
infante don * conde de Urgel, su hermano, en quien acabó las *ciones
que hace de aquel reino, el cual, a la postre * unido a la Corona de
Aragón, por haber fenecido * masculina de aquellos ínclitos reyes.
En el año siguiente de 1339, a 17 de julio, * conocimiento don
Jaime, rey de Mallorca, al de * por aquel reino y demás estados
tenía en feudo por el * Aragón. Pasó esto en Barcelona en la
capilla del * real, y el infante don Jaime fue uno de los que * en
este acto, en compañía de sus tíos, los infantes *Pedro y don
Ramón Berenguer, y del arzobispo de Tarragona, * de otros muchos que
dejo, pues Zurita los refiere largamente.
Entonces fue la
traslación del cuerpo de santa * virgen y mártir de Barcelona,
patrona y protectora de aquella ciudad y vecinos de ella: fue muy
solemnizada, * hacerse en honra de tan gran santa, como también *
hallarse en aquella ocasión en Barcelona los reyes don Pedro de
Aragón y don Jaime de Mallorca, y los infantes don Jaime, conde de
Urgel, y don Pedro y don Ramón Berenguer, sus hijos, y muchos de los
grandes de sus cortes, y las reinas doña María, mujer del rey don
Pedro, doña Leonor de Moncada, viuda del rey don Jaime el segundo,
doña Constanza, reina de Mallorca, y otras muchas señoras, según
lo cuenta el padre fray Francisco Diago en la historia de los
condes de Barcelona, y otros que refieren muy en particular lo que
pasó en esta segunda traslación de la gloriosa santa.
Era ya
muerto por estos tiempos en Francia Juan, conde de Comenge y vizconde
de Tours, hermano de la infanta doña Cecilia, condesa de Urgel, y
pretendió ella heredar los estados del hermano, por sustitución que
en su favor hizo el conde don Bernardo VI, su padre, en caso que don
Juan muriese sin hijos, como en fin murió.
La justicia de la
condesa era clara; tomóse posesión, en nombre de ella, sin
contradicción alguna, y con salvaguarda real. Entonces, a deshora,
salió don Pedro Ramón de Comenge, hermano de Bernardo, padre de la
condesa, y dijo ser suyos aquellos estados y pertenecerle de
justicia, por muerte de Juan, hermano de la condesa, que fue póstumo,
y vivió pocos días después de Bernardo VI, conde de Comenge; y los
oficiales del rey de Francia los tomaron, y sacaron de ellos a los de
la condesa de Urgel, y los dieron a los del dicho Pedro Ramón. El
rey don Pedro de Aragón, cuñado de la condesa, se sintió mucho de
esto, y envió a Francia a Bernardo de Tous, de su consejo, que había
sido veguer de Barcelona, y a un letrado llamado Destorrent
(De es Torrent); pero estos no acabaron
nada. La condesa entonces pasó a Francia, y pidió al rey Felipe
de Francia le tomase el juramento de fidelidad, como heredera de su
padre: así se hizo, pero no le mandó dar posesión de aquellos
estados, sino que estuviesen en secuestro, teniendo ya ocupada la
mejor parte de ellos el hijo de Pedro Ramón de Comenge, al cual a la
postre se adjudicaron todos, echando de ellos a los oficiales había
metido la condesa. El rey se enojó de esto, porque gustaba que la
condesa quedara heredera de aquel patrimonio, y lo había pedido al
rey de Francia, por medio de su primogénito, que se llamaba Juan y
era duque de Normandía, y de Carlos, duque de Alenzon, hermano del
rey, y de Luis, duque de Borbon, y de Luis, conde de
Claramonte, nieto del infante don Fernando de Castilla, en cuyas
manos estaba el gobierno del reino de Francia, * y no acabó nada, y
quedó muy sentido del rey de Francia, y lo demostró dando favor a
Eduardo, rey de Inglaterra, que tenía guerra con el rey de Francia.
Pero el negocio de la sucesión del condado de Comenge se quedó como
estaba, porque el rey fue aconsejado que se prosiguiera por términos
de justicia, y el gustó de esto, porque no quería encuentros con el
de Francia, por comodidades particulares y pensamientos
secretos.
Mientras se disputaba la justicia de la condesa doña
Cecilia, se movió entre los reyes don Pedro de Aragón y don Jaime
de Mallorca, sobre el reconocimiento que * debía hacerle por los
feudos, tales novedades que a la postre fueron la destrucción y
ruina del rey de Mallorca y de su casa; y por haber concurrido en
todo el infante don Jaime, referiré toda esta historia desde su
principio. Conquistó don Jaime el primero, rey de Aragón, la isla
de Mallorca, e hizo tributarios los moros de Menorca: * mejorar a su
segundo hijo, que también se llamaba Jaime, y a 21 de agosto de
1262, le dio aquel reino e * y los condados de Rosellón y Cerdaña,
Cobliure, *Conflent y el señorío de Valespir, en el
principado de Cataluña. Sintióse de esto don Pedro, hermano mayor
de don Jaime de Mallorca, hijo y primogénito del rey de Aragón;
*parecióle aquella donación inmensa y, como hecha en su
perjuicio
o menoscabo de su corona, juzgóla excesiva e in*; pasaron entre los
dos varias cosas sobre esto, y * en que el reino de Mallorca,
condados de Rosellón y Cerdaña, Valespir y Cobliure, en Cataluña,
los vizcondados de Omelades y Carlades, y todo lo que tenía * el
señorío de Mompeller, y el señorío de otros lugares * comprado, y
de nuevo adquirido, se tuvieran en feudo * por el rey de Aragón.
Obligó entonces el rey don Jaime
de Mallorca a sus sucesores a
prestar homenaje y *gar la ciudad de Mallorca, villas de Puigcerdá y
Per* siempre que fuesen requeridos por los reyes de Aragón o sus
ministros, y que sus sucesores o descendientes * siendo llamados,
acudirían a las cortes de Cataluña, * en los condados de Rosellón
y Cerdaña se guar* las constituciones y usajes de Cataluña, y no
correría otra moneda, sino la de Barcelona. De estas obligaciones se
exceptuó él, cargando de ellas a los venideros * de Mallorca, que
habían de heredar aquel reino y demás estados dichos; y finalmente
prometió de dar valenza, *da y favor, por si y por los suyos, al rey
de Aragón y sucesores de este reino. Entonces el rey don Pedro
otorgó y confirmó la donación hecha al rey de Mallorca, su
hermano, y de le ayudar y valer. Esto pasó en Perpiñan, a 2
de enero de 1279; pero quedó el rey don Jaime tan
mal contento
de esto, como de cosa que era notoria opresión y violencia, y del
todo contraria a la voluntad del rey su padre. Vióse bien esto, pues
siempre quedaron desavenidos y discordes, y cuando Felipe, rey de
Francia, entró en Cataluña, el rey de Mallorca le dio paso libre y
franco por sus tierras, sin considerar que obligaba al de
Aragón
a castigar aquella ofensa, como en fin la castigó, confiscándole
sus estados y despojándole de ellos; y aunque el de Mallorca hizo lo
posible para cobrarlos, fue vana su diligencia, por la mucha
resistencia que halló en el rey don Pedro. Muerto éste, vino don
Alfonso, y después de él, don Jaime el segundo, que concordó con
el de Mallorca, y le restituyó todo lo que le había quitado el rey
su padre, para que lo poseyese como de antes. Esto pasó el año
1298, en que el rey de Mallorca volvió a confesar de nuevo que tenía
en feudo de honor, por el rey de Aragón, las islas de Mallorca,
Menorca e Iviza, con
las adyacentes, y los condados de Rosellón
y Cerdaña, Valespir y Cobliure, y reconoció de nuevo, que recibía
del rey de Aragón, en feudo, los vizcondados de Omelades y Carlades
y todo lo que tenía en el señorío de Mompeller, y que todos sus
sucesores quedaban obligados a hacer semejante reconocimiento y
homenajes por ellos, obligándose por dicha razón a entregar al rey
de Aragón y sus sucesores, siendo requeridos, la ciudad de Mallorca
por el reino e islas, la villa de Puigcerdá por el condado de
Cerdaña, y la de Perpiñan por el Rosellón y por los señoríos de
Valespir y Cobliure, y el castillo de Omelasio, por el condado de
Omelades; prometió que, siendo llamados, acudirían a las cortes de
Cataluña, si cuando se convocaban estaban fuera del reino de
Mallorca, pero estando en él, no había obligación de asistir a
ellas; y prometió el uno valer al otro, y defender sus personas y
tierras recíprocamente, contra cualesquier personas que les
quisieran ofender. Y aunque el infante don Jaime, hijo primogénito
del rey de Mallorca, juró todo esto, no lo hubo de cumplir, porque
como a sabio y cuerdo, dejó el reino que se le esperaba, después de
muerto el rey, su padre, por otro sin comparación mejor y más
perpetuo, tomando el hábito de religioso de san Francisco. Entonces
el rey don Jaime hizo jurar al infante don Sancho, su hijo segundo; y
en el año 1302, en Gerona, prestó los homenajes al rey de Aragón;
y el año 1311, por la fiesta de Pentecostés, murió el rey don
Jaime, su padre, después de haber reinado cincuenta y cinco años,
como dicen los cronistas de aquel reino. Consérvase su cuerpo entero
y sin corrupción alguna en la iglesia mayor de aquella isla. Al
principio de su reinado prestó los homenajes al rey don Jaime de
Aragón, en Barcelona; y murió el de 1324, después de haber reinado
trece años, con más quietud y sosiego que el padre, porque
considerando las obligaciones anejas a
sus estados, y cumpliendo con ellas, fue muy querido del rey don
Jaime de Aragón, en cuyo tiempo vivió, porque su quietud era
grande, y su condición enemiga de novedades;
y aunque algunos
caballeros franceses le daban a entender que negase el feudo al rey
de Aragón, por haberlo confesado el rey, su padre, por fuerza y
violentado, no lo quiso hacer; antes bien en la conquista de Cerdeña
ayudó con veinte y cinco mil escudos prestados, que por aquellos
tiempos era más que ahora con ciento y cincuenta mil, y con veinte
galeras pagadas por cuatro meses, y fuera él en persona, si se lo
permitiera el rey don Jaime, que siempre tomó sus cosas muy por
propias, como se vio cuando el rey de Francia quiso apoderarse del
señorío de Mompeller, que por respeto del de Aragón cesó su
pretensión. No tuvo el rey don Sancho hijos, y se dudó si habían
de volver aquel reino y estados a la casa de Aragón, o si se había
de variar la línea de los reyes de Mallorca,
descendientes del
rey don Jaime, primer rey de aquella isla. Quedaba don Jaime, sobrino
de don Sancho, hijo del infante don Fernando (que era hijo del rey
don Jaime y hermano del rey don Sancho, y tenía estados en la Morea)
y de doña Isabel, hija del conde de Artia, y nieta de Ludovico,
último príncipe de la Morea. Nació este príncipe en la ciudad de
Catania, en el reino de Sicilia, en el mes de abril de 1315 y después
de treinta y dos días murió la madre. Dispúsose en una junta que
convocó el rey de Aragón, en Lérida, el articulo de la sucesión;
y aunque al principio se representaron algunas dificultades, pero a
la postre se soltaron en favor de don Jaime, y durante su menor edad
gobernó con título de tutor suyo el infante don Felipe, su tío,
que era arcediano de Conflent y canónigo de la Seo de Elna, y murió
religioso de la *tercera orden de san Francisco. Concertóse, que los
veinte y cinco mil escudos que cuando fue la conquista de Cerdeña
prestó el rey don Sancho, su tío, fuesen remitidos y *eltos; que
casase con la infanta doña Constanza, hija
del rey don Alfonso y
de doña Teresa de Enteça,
condesa de Urgel; y que el reino y estado del rey su tío, lo
*tuviese con las mismas condiciones que él lo tuvo. Era don *Jaime
hombre presuntuoso, altivo, mal aconsejado, de aquella especie de
hombres que no están contentos de lo que Dios les da; y esto fue
causa de su ruina y perdición.
* gran carga las condiciones con
que había heredado aquel reino; y el haber de tomar investidura del
rey de Aragón lo juzgaba a par de muerte, sin considerar cuán *poco
le costaba lo que había heredado, y el favor le había hecho el rey
dándole mujer y estado, debiendo *saber que si de su tío quedaran
hijos, había de quedar un pobre caballero, por tener los
heredamientos lejos de *España, y en regiones apartadas y estrañas,
con gran dificultad de poderlos conservar. No consideró nada de
esto, ni debió tener quien se lo representase, ni debía gustar de *
y así se le disimuló. Murió el rey don Alfonso de
Aragón, su
suegro, y sucedió el rey don Pedro, su hijo, * por estar ocupado en
algunas cosas que no le daban lugar para ello, dilató el pedirle los
homenajes, hasta el año 1339; porque a los de su consejo pareció
que la dilación había en prestárseles podía ser perjuicio de la
Corona, de cuyas preeminencias y regalías era el rey don Pedro muy
celoso; y conociendo que el rey de Mallorca buscaba forma como
eximirse de ello, le dio mayor prisa, *requiriéndole que cumpliera
con ello, prefijándole día. El de Mallorca envió tres embajadas
pidiendo dilación del plazo, y a todas se respondió que no había
lugar: era fama que así se lo aconsejaba el infante don Pedro, tío
del rey, que era de su consejo y su canciller. Vino de Valencia a
Barcelona el rey, aguardó al de Mallorca, que estaba
en Perpiñan
y escusaba venir, y hubo de ir allá el infante don Pedro para
darle a entender que viniera, como a la postre, aunque mal de su
grado, vino; pidió al rey que aquel auto de prestación de homenaje
no fuese en la sala grande del palacio real, sino en la capilla, y el
rey vino bien en ello: prestóle los homenajes, confesando tener en
feudo de honor por el rey y sus predecesores el reino de Mallorca,
condados de Rosellón y Cerdaña y demás estados que quedan dichos.
Asistieron a este auto el infante don Jaime y sus tíos, Arnaldo de
Cescomes, arzobispo de Zaragoza, fray Ferrer de Abella, el obispo de
Barcelona y *el de Elna, y muchos barones de la corona, y los
concelleres de Barcelona, y dos síndicos de Valencia. Sentóse el de
Mallorca, después de haber estado un rato en pie, en una
almohada
menor que otra en que estaba sentado el rey * y acabado el auto, se
volvió a Perpiñan: allá se vieron después los dos reyes, y fueron
juntos a Aviñon, porque el rey de Aragón había de hacer el
reconocimiento por el reino de Cerdeña, al pontífice, que residía
con su corte en aquella ciudad: acompañábale el de Mallorca, y
fueron recibidos con real aparato. Aquí se faltó poco de acontecer
una grande desgracia, porque el día en que iba el de Aragón a hacer
el reconocimiento, le acompañó el de Mallorca, y pasando los reyes
juntos a la par, el caballo del rey de Aragón se adelantó algo más
que el caballo del rey de Mallorca, y un caballero suyo fue tan
atrevido que dio de palos al caballo del rey de Aragón y al
caballero que le llevaba del diestro. Sintió el rey mucho *este
atrevimiento, y mucho más porque el de Mallorca, sin mostrar de ello
el sentimiento fuera justo, ni mandar castigar al atrevido caballero,
parecía no pesarle del caso; y movido el de Aragón de ira y
sentimiento, echó mano a la espada, para herir al de Mallorca, y no
la pudo sacar, por lo mucho que estaba apretada en la vaina, aunque
echó mano de ella tres veces. Alteróse el pueblo, y el infante don
Pedro se puso de por medio, y avisó al rey que disimulase, porque no
podía salir bien con ello, porque toda aquella corte estaba
apasionada por el de Mallorca, y era poner su persona en manifiesto
peligro. Fuéronse los dos reyes, y olvidando o disimulando lo que
había pasado, en Mompeller, Perpiñan y demás tierras suyas mandó
el de Mallorca hacerle grandes fiestas y recibimientos.
El rey
Felipe de Francia, por estos tiempos, traía guerra con el de
Inglaterra, y porque el de Mallorca no se confederara con él, según
se sospechaba, le pidió el reconocimiento del señorío de Mompeller
y los homenajes, por desviarle, con la prestación de ellos, de
acciones de su deservicio. Sobre esto pasaron varias cosas, y el de
Aragón se interpuso, para que no se hablara más de la materia; pero
el de Mallorca, por particulares quejas tenía del de Francia, le
quiso mover guerra, aunque se lo desaconsejaba el rey de Aragón, que
consideraba el fin que había de tener tal guerra, y que había de
ser principio de su salvación, como lo fue; pues el de Francia se
quedó con el señorío de Mompeller y vizcondados de Omelades y
Carlades, porque sabía que el de Aragón no le estaba muy
afecto,
y había de tomarlo con la flema que lo tomó,
El de Mallorca,
impaciente de que el rey, su cuñado, cuidara tan poco de defender lo
que le iba ocupando el de Francia, y que no tomara las armas en su
defensa y de su estado, le requirió que, en observancia de las
convenciones había entre ellos y sus pasados, saliese en defensa de
lo que le había el de Francia ocupado, y resistiese a las gentes
extranjeras querían entrar por los condados del Rosellón; porque
sabía por cosa cierta, a lo menos así lo entendia, que declarándose
el rey en su favor, y tomando con calor su causa, todo se asentara
bien, porque al de Francia le daba harto que entender el rey de
Inglaterra, y no había de traer nueva guerra con el de Aragón, a
quien pesaba que el de Mallorca la moviera; y para más sosegar al
uno y al otro, envió a Francia a fray Arnaldo de Oliver, obispo de
Huesca, del orden de San Agustín; pero no negoció nada, y el de
Mallorca, mal aconsejado, movió la guerra, porque no tuvo paciencia
para aguardar más, confiando en sus fuerzas, y que el rey de Aragón
tomaría la guerra por propia, según se lo instó muchas veces. Pero
esto aprovechó poco, porque aunque el rey estaba obligado a ello,
por respetos y comodidades suyas particulares, no se daba por
entendido ni venía bien en lo que intentaba el de Mallorca, y
aconsejado de los infantes, sus tíos, y de don Jaime, su hermano,
conde de Urgel, y otros, dio por respuesta al rey de Mallorca, que él
intercedía con el francés porque hiciera lo que fuera justo y
razonable, y cuando no lo quisiera hacer, él estaba aparejado de
guardar las conveniencias había entre ellos, en caso que el de
Mallorca comenzara guerra contra Francia. Esto era en cuanto al
exterior; pero en cuanto al interior, todo era buscar desvíos para
no meterse en guerras contra el rey de Francia. Estando en esto, el
de Mallorca envió a Ramón Roch, embajador suyo, al rey de Aragón,
para requerirle que, pues la guerra emprendía era por lo de
Mompeller, Omelades y Carlades, y era justa, que para el primero de
mayo de este año 1342 se hallara con todo su poder en el condado de
Rosellón; pero el rey le dio por respuesta, que por mediados de
febrero, que se viesen en Barcelona. A 15 de febrero el de Mallorca
hizo el mismo requerimiento, y porque el rey no se movía, volvió
otra vez a lo requerir; el cual, a 19 del dicho mes, respondió muy
*largamente, concluyendo no querer emprender aquella guerra, por
juzgarla por injusta. Los infantes don Pedro, don Ramón Berenger,
don Jaime y otros, que eran del consejo del rey, aunque temían mucho
meterse con Francia en guerras, por otra parte daban por claro que el
de Aragón, en aquel caso, estaba obligado a valer al de Mallorca,
por razón de ser su feudatario y no deber contravenir a * condición
del feudo, que le obligaba a la defensa de sus *feudatarios, y
estaban todos muy perplejos y dudosos, sobre qué medio tomarían en
esto; pero el rey, que era de su natural muy artificioso, después
que los hubo escuchado a todos, dio esta traza, que él convocaría
cortes en Cataluña para 25 de marzo, que era muchos días antes del
día en que, según el requerimiento del de Mallorca, el de Aragón
se había con todo su poder de hallar en Rosellón; y tuvo el rey
este pensamiento: o el de Mallorca vendrá a las cortes, o no vendrá;
si viene, tomaremos el acuerdo que más pareciere convenir, si no
viene, no estaremos obligados a favorecerle en la guerra emprende
contra Francia, pues él ha faltado a la obligación, y así no
quedaremos obligado al requirimiento; y a los del
consejo pareció bien el discurso o cautela del rey. Publicáronse
las cortes en Barcelona para 25 de abril, y no vino el de Mallorca;
asignóle el rey tres días más, y en ellos, ni vino,
ni envió,
que era lo que el rey buscaba: entonces dijo estar libre de la
obligación tenía de acudir a Perpiñan, pues el de Mallorca no
había acudido a su llamamiento, y de aquel
punto adelante le
trató, no como a rey, mas como a súbdito y vasallo que había
delinquido contra su rey y señor; hízole proceso y cargo de que
negaba la fidelidad, y que había
fundido la moneda del rey y la
había batido en Rosellón y Cerdaña, y permitía que en estos dos
condados corriera moneda francesa; mandóle por esto citar, y envió
a Bernardo de Olzinelles, su tesorero, a consultar con los infantes
Ramón Berenguer, don Pedro, don Jaime y con los concelleres de
Barcelona y con los barones y prelados de Cataluña, y darles razón
del hecho; y a 18 de abril de este año 1342, estando el rey en San
Boy, junto a Barcelona, declaró al rey de Mallorca, por no haber
comparecido, por contumaz, y que se prosiguiese contra de él y de
los feudos que tenía por la corona.
En esta ocasión llegaron a
Barcelona dos embajadores del rey de Francia, y dijeron al de Aragón,
que el rey su señor había sobreseído en proceder contra del de
Mallorca, por razón del feudo de Mompeller y demás tierras tenía
en el reino de Francia, y le daba gracias por no haberle favorecido
en las novedades que contra él intentó, antes haberle desviado de
aquel propósito; y el de Aragón dio razón al de Francia de todo, y
le rogó mandase que ningún vasallo suyo le valiera en la ejecución
que contra * quería hacer, pues él no valió al de Inglaterra, ni
al de Mallorca, que se lo requirieron, y aun le ofrecieron muchas
tierras, castillos y dinero; y el de Francia vino bien en todo, y lo
agradeció. Confiaban los dos reyes que el fin de los estados del de
Mallorca sería quedarse el de Francia con lo que el de Mallorca
tenía en su reino, y el de Aragón con las islas y reino de Mallorca
y condados de Rosellón y Cerdaña; y no se dilató mucho, antes
dentro de breve tiempo todo se vio cumplido.
El pontífice
Clemente VI, instado de los condes de Foix y de Armenyac, deudos del
rey de Mallorca, envió a Arnaldo, obispo Aquense, su nuncio, al rey
don Pedro, para * se diera un buen asiento a las cosas del rey de
Mallorca; y por dar gusto al pontífice, le dio salvoconducto *
sobreseyó en el proceso había comenzado. Armó el de Mallorca
cuatro galeras, y con su mujer doña Constanza, hermana del rey, vino
a Cataluña, donde estaba el rey, el cual, por no estar
desapercibido, hizo venir de Valencia otras cuatro galeras, porque
conjeturaba lo que había o podía ser. Llegado el de Mallorca, fue
muy bien recibido solemnemente festejado, y el rey le aposentó, con
su mujer, en el monasterio de San Francisco; y el otro mandó labrar
un puente de madera, cubierta, para pasar más decentemente, según
él decía, desde la posada a las galeras, y sin ser visto. Tratóse
de su negocio, y no se concluyó nada, aunque el nuncio lo procuró
con todas las veras
posibles. El de Mallorca y su mujer se
fingieron enfermos, * mandaron que no dejaran entrar en su aposento,
sino al rey y a los infantes don Pedro y don Jaime, conde de
Urgel,
y mandó esconder doce hombres armados que los prendieran, o matasen,
si se defendiesen, y presos, por aquella puente o pasadizo, los
llevasen a las galeras, y con ellas a Mallorca, y los metiesen en el
castillo de Oloron, para tenerlos allá, hasta le fuera remitido el
feudo y dada tanta parte del principado de Cataluña, que bastara a
limitar
las fuerzas y poder del rey. Este concierto reveló un
fraile dominico al rey, por habérselo comunicado una persona que
cabía en él, advirtiéndole, que no fuese en ninguna manera a
visitar a la reina, su hermana, porque si lo hacía, sería muerto, y
no le podía decir más. Turbóse el rey de oír esto; y aunque no la
fue a visitar aquel día, dijo al religioso, que deseaba saber quién
se lo había dicho y lo demás que había pasado, y que si no se lo
quería decir, no por esto dejaría de visitar a la reina, su
hermana, aunque perdiera la vida, porque no parecía bien, siendo
ella venida en su tierra, él la dejara de visitar; y el religioso
dijo, que de todo tomaría acuerdo con la persona que se lo había
dicho. El día siguiente los infantes don Pedro y don Jaime, que no
sabían nada de esto, dijeron al rey que parecía muy mal tardara
tanto en visitar a su hermana, estando enferma, y habiendo ya dos
días había venido, suplicándole no mirara lo que había hecho el
rey de Mallorca, su marido. El rey don Pedro, aunque sabía ser
aquella enfermedad fingida, resolvió de irla a visitar, no temiendo
al de Mallorca, ni haciendo caso de lo que él tenía pensado; y las
cuatro galeras habían venido de Valencia estaban prevenidas, para
cualquier caso que
sucediera. Estas visitas no se efectuaron por
una hinchazón de maligna naturaleza que le sobrevino al rey en la
cara, junto al ojo, que le obligó a sangrarse y estar retirado
*algunos días. El día siguiente volvió al rey aquel religioso * le
dijo, que el que se lo había descubierto era la misma reina de
Mallorca, su hermana, y le rogaba que la *hiciera venir, por grado o
fuerza, en su presencia, y sabría de ella la verdad de todo. Él lo
dijo al infante don Jaime, conde de Urgel, hermano de los dos y
procurador general suyo, mandándole dijese a la reina, que le fuese
* visitar, porque estaba enfermo, y gustaba de ello; y * respondió,
que holgaría de ello, si le diese licencia *el rey, su marido, que
estaba presente; el cual dijo que no daba tal licencia; y el infante
replicó, que quisiese, o no, la reina había de ir, y que él lo
mandaba, como a procurador general del rey, y la podía compeler a
ello; y *ego mandó a la reina, que se levantase y siguiese. Quejóse
el rey de Mallorca del hecho, porque era fuerza y violencia lo que se
hacía, estando él debajo el salvoconducto que se le era concedido:
y el infante don Jaime le dijo que no se había de hacer otra cosa,
pues el rey lo quería, y fue con la reina a palacio, y allá
descubrió al rey, su hermano, todo lo que había pasado, y lo
refirió después, delante * los infantes don Jaime y don Pedro, el
cual, antes de saber esto, afeaba mucho al rey lo que había hecho,
pero después que supo la intención del de Mallorca, fue de parecer
que fuese preso. El rey juntó a los infantes y a los de su consejo,
llamando a él algunos letrados, y declararon no valerle al de
Mallorca el guiaje, y que fuera preso; pero no le pareció bien aquel
consejo, y no quiso que se ejecutara, porque no se imaginara que era
achaque o
codicia de quitarle el reino y condados. El día
siguiente, sentido el de Mallorca de lo que había pasado, fue a
palacio, a hora que el rey estaba comiendo, y * presencia de muchos:
«Señor yo había venido * vuestra fé, con salvaguarda, y habeisme
hecho * mandar traer forciblemente a la reina mi mujer *tiendo que no
se me aparejan ningunas buenas * así, vengo a pedir vuestra
licencia, y pues * guarda el salvoconducto, yo me parto y despido
*
y niego tener por vos los feudos.» Y el rey sol*pondió, que se
fuera enhorabuena; pero a los *ban allá pareció muy mal como no lo
mandó * y el rey dijo que lo dejasen, que a la fin * verdad de todo,
y él confesaría lo que entonces * luego se partió con las cuatro
galeras con que había venido. Quedó la reina, su mujer, en poder
del * sola una dama mallorquina, que las demás se *caron. Llegado el
rey a Mallorca, confiscó a *caderes catalanes sus haciendas, prendió
sus pe* lo mismo hizo en todas la tierras de sus señoríos * puso en
orden de guerra contra el rey su cuñado *
El nuncio no pudo
acabar cosa, y solo * instar con el rey, que dejara volver a la reina
a Mallorca, con el rey, su marido, porque ella lo * y menos acabó
esto, y desconfiado de obrar cosa *envió a Aviñon a dar razón de
todo al papa, que * lo mismo, y no acabó nada con el rey, el cual *
dio poco crédito a los descargos daba el de Mallorca * haber hecho
aquella puente para prender al rey * infantes, porque si tal hubiera
pensado, tuvo, *cia, hartas ocasiones en que, sin nota de su *
pudiera ejecutar, y aun matarlos, si quisiera, y q* cualquier que
aquello decía, y lo combatiría en per* sacándoles a desafío. El
rey, para justificarse, en* al papa copia del proceso, y Guillen de
Rocamora, arcediano de Huesca, pasó a Aviñon, para informar al papa
y colegio de los cardenales en favor del rey don Pedro. El rey
continuaba su proceso, y procedió a hacer eje*ion contra el de
Mallorca y sus estados: mandó por *, a 9 de setiembre de 1342, al
infante don Jaime, * hermano y procurador general suyo, que fuera con
* Lope de Luna y otros que nombró por capitanes, * frontera de
Rosellón, y haciendo poderosa guerra, *aran aquel condado, cuidando
muy en particular que * allá no entrara gente de armas en Cataluña.
Cuando el infante don Jaime se disponía para esto, * el rey de
Valencia a Barcelona, y acabado el pro*, un viernes, a 11 del mes de
febrero de 1343, es* sentado en su solio en el palacio real, dio su
sentencia definitiva contra el rey de Mallorca. Publicóse en
*presencia de muchas personas notables, entre ellas los *conselleres
de Barcelona; porque en tiempo de los reyes de Aragón, ningún acto
de consideración se celebraba que no fuesen llamados los conselleres
de esta *ciudad, que era la principal de sus reinos y de mayor *cia
en sus consejos. Lo que contenía esta sentencia, que, considerando
que no había comparecido den* tiempo y en el lugar le era estado
asignado, le * contumaz; y que por no haber obedecido a sus *entos,
ponía bajo la investidura de su fisco el *reino de Mallorca, con las
islas adyacentes y los condados de Rosellón y Cerdaña, y demás
tierras suyas que por él tenía, en feudo dentro de sus reinos, y
también * bienes muebles y todo lo demás tenía; y que si dentro de
un año no comparecía, todo fuese adquirido al *dominio real y
confiscado; y esto se entendía sin perjuicio * otros procesos hechos
contra de él y sus valedores; * mandó que esta sentencia fuese
publicada por todas las veguerías de Cataluña, a instancia de
Arnaldo de Eril *procurador real, ascendiente, lo que entiendo, de
Francisco de Eril, que fue procurador fiscal, cuando procedió el rey
don Fernando el primero contra don Jaime de Aragón, último
conde de Urgel. Entendió luego el rey en juntar todas sus
fuerzas para pasar a la conquista de aquel reino, con tantas veras y
ahinco, como si fuera contra los moros que lo poseyeron; y aunque
recibió embajada
de la reina de Nápoles, tía del de Mallorca,
para que se llevara bien con él y llegara a trato, no la quiso
escuchar, ni dejó de continuar los aparatos de guerra que hacía.
Los mallorquines no estaban muy adoloridos de la pérdida de
su rey: era mal quisto, y les tenía muy oprimidos, y les
afligía y vejaba en gran manera con pechos (pagos; pectos)
indebidos e imposiciones extraordinarias * intolerables, ejecutando
en ellos severos castigos por culpas ligeras, confiscándoles las
haciendas que con sudor y trabajo
ganaron; y por esto deseaban
salir de la sujeción de un rey que, por tener pequeño reino y
limitados señoríos, y esos muy escampados, cada día les
cargaba *vezas, y a costa de ellos mantenía sus empresas, que eran
más grandes de lo que las debiera tomar; y por facilitar el pasaje
al rey, y que entendiese el ánimo y disposición de los de aquella
isla, le enviaron un síndico, * algunas cosas, y habido consejo con
los infantes don Jaime y don Pedro, les fueron concedidas, y * se
otorgó auto en forma de concordia, en * intervinieron
el
arzobispo de Zaragoza, don Pedro y don * Luna, señor de Segorbe, y
Galcerán de Anglesola. *ico de Mallorca, que se llamaba Bertran Roc,
dio * trescientos escudos de renta y grandes exenciones * y los
suyos, concediéndole también privilegio mi* esta prevención, pasó
el rey a Mallorca con *da, y fue muy grande el contento que de su
venida tuvieron los vecinos de aquel reino. Al principio, *mplir con
el rey don Jaime, hicieron demostra* resistir a la armada; pero a Ia
postre, quedó la * por el rey de Aragón, y desamparado el de
Mallorca *por los suyos, quedó vencido. Dióse luego asiento * cosas
de aquel reino, y de allí volvió el rey a * para dar orden en la
paga de su gente, que * no la habían recibido, y estaban muy
impacientes * y de allá, con intención de pasar a la conquista del
Rosellón y Cerdaña, se vino a Gerona: aquí halló * don Jaime y a
don Lope de Luna, con otros ricos hombres, y hasta trescientos
caballeros de los * habían quedado en aquella frontera cuando él
pasó a Mallorca, y había poco eran vueltos de Cerdaña, don* hecho
entrada y correrías hasta Puigcerdá, y * retirados por falta de
vituallas, sin haber hecho
* consideración. Aquí aguardó el
rey las huestes de Cataluña, y apercibió ló necesario para aquella
ejecución * justicia que pensaba hacer (que este nombre da*
persecución del rey de Mallorca). Estaba la gente del rey muy
impaciente por las pagas se les debían
e instaron a los infantes
don Jaime y don Pedro, que * pidieran; y aunque ellos al principio lo
rehusaron, a la postre no pudieron excusarlo, porque amenazaban que
*se irían; y lo que se debía era, a los aragoneses el sueldo de
quince días, y a los catalanes el de diez; y el rey les envió a
decir, que se fueran, porque confiaba conquistar aquellos condados
con los mismos que habían conquistado el reino de Mallorca, y érale
fácil, porque había
muchos que estaban muy descontentos de
aquel rey; y aunque les envió la respuesta con aquel desapego, no
gustaba le tomaran la palabra, y no faltó quien, por parte del rey,
les aseguró que en ser en Rosellón serían pagados; y con esto se
aquietaron y fueron con el rey al Ampurdan. Aquí se alojaron; y dice
el rey en su historia, que el infante; su hermano, llevaba doscientos
y cincuenta caballeros, y fue alojado en Asfas y en Vil*quer, y los
demás en otros lugares, una legua al rededor de Figueras. Aquí
recibió el rey otra embajada del de Mallorca, pero no efectuó nada:
a 21 de julio partió para Gerona, con los infantes don Jaime y don
Pedro, que le fueron a acompañar, y otros muchos caballeros, y con
ellos llegó a Figueras: aquí recibió dos cartas, una del cardenal
de Rodas y otra del rey de Mallorca, que pedía seguro para verse con
el rey, el cual, aconsejado de los infantes y otros, no lo quiso dar.
De Figueras pasó el rey a la Junquera, y aquí recibió otra carta
del rey de Mallorca, que llevó fray Antonio Nicolás, de la orden de
San Agustín, y suplicó al rey le oyera solo: apartáronse los dos,
y toda la plática fue persuadirle no procediera contra el de
Mallorca, y se tomara un acertado medio que estuviera bien a los dos;
y el rey, sin tomar consejo de nadie, respondió que no había lugar para ello,
y le dio *as demás razones que largamente refiere en su historia. A
*9 de julio de este año 1343, ordenó el rey sus bata*, creyendo que
al pasar el collado de Paniçars
se había de pelear, porque era el paso de Cataluña a Rosellón, y
era fácil al rey de Mallorca defenderlo. Iban en * vanguardia los
infantes don Jaime y don Pedro, que * senescal del ejército; en
el medio iban las huestes de Cataluña y el bagaje, y en la
retaguardia la persona del rey; y sin acontecer cosa de
consideración, llegó a EIna * se alojó en la campaña. Aquí llegó
el obispo de Huesca, pidiendo al rey seguro para que el de Mallorca y
él se vieran, y no lo quiso conceder; y el día siguiente llegó a
Canet, y aquí vino el cardenal de Rodas, que se intitulaba de San
Ciriaco y su padre era catalán, natural del ducado de Cardona,
que entonces aún era vizcondado, y el papa le había
enviado por su legado, y era muy aficionado al servicio del rey don
Pedro, y vino para tratar de concordia, y oyó la misma respuesta, y
aun les dio el rey muy bien a entender, que estaba muy sentido del
favor que el de Mallorca hallaba en la corte del papa, pues había
hecho venir dos cardenales que hablaran por él, y para concordar las
diferencias tuvo él con el infante don Fernando, su hermano, no
pudo hacer venir uno, habiendo, para este fin, enviado al infante don
Pedro, su tío, al papa, el cual debiera concedérselo, pues todos
los reyes de Aragón habían derramado su sangre en servicio de la
Iglesia, sin haber recibido de la sede apostólica otra paga, más
que un pedazo de pergamino que contenía la bula de la donación de
Cerdeña, que tanto costó de conquistar al rey, su padre, de los
pisanos, inobedientes a la Iglesia, en vez de los cuales ganó a un
rey por vasallo; y con esto se despidió el cardenal, y el rey con
sus huestes tomó algunos castillos y lugares, talando con gran
rigor aquella campaña. Estando el rey en Clayrá, llegó otra vez el
cardenal, por cuyo honor y respeto mandó cesar la tala y que nadie
hiciera daño a los de la villa; y aconsejado de los infantes y
otros, mandó sobreseer la guerra; desde 19 de agosto de este * hasta
el abril siguiente, sin perjuicio de su justicia. Los motivos que
daba eran: por hacer servicio a Dios nuestro Señor, reverencia y
acatamiento a la santa Sede apostólica y al papa, y por
contemplacion y honor del legado que se lo había pedido, pero en su
historia da otras causas, como eran faltarle comodidad para detenerse
mucho en aquella tierra, por la falta grande que había de viandas, y
no tener los ingenios y máquinas necesarias para combatir el
castillo de Perpiñan. Con esto, se volvió a
Barcelona, y pagó
a su gente, aunque los infantes y demás quedaron quejosos y
descontentos, pareciéndoles quedaban mal remunerados y no
enteramente pagados.
El rey fue a visitar los reinos de Aragón y
Valencia, y recibió servicio de ellos para continuar esta guerra.
Entonces recibió por un fraile del orden de San Agustín otra
embajada del de Mallorca, llena de sumisiones, pero como el rey
estaba ya resuelto de perder del todo a aquel príncipe, hizo poco
caso de ella, y le dio en escritos, repitiendo todas las quejas tenía
de él y ofensas * ponderándolas por graves culpas, porque
representa* por tales, no pareciese rigurosa la ejecución había
hecho contra él.
Divulgóse en aquella sazón que el de Mallorca,
en hábito disfrazado, quería venir ante el rey; y por eso mandó a
dos bailes de Figueras y otros pueblos, que echasen * y en ser
descubierto, fuese preso y llevado a Gerona, y puesto en la
Gironella, que era la fuerza mayor de aquella ciudad; y para quitarle
de una vez le esperanza * podía quedar de volver a sus
estados, a 29 de marzo de 1344, estando en la capilla real de
Barcelona, con los infantes don Jaime y don Pedro, cuatro síndicos
de la isla de Mallorca y otros muchos, unió perpetuamente e
incorporó en la corona real el reino de Mallorca y las islas
adyacentes y condados de Rosellón y Cerdaña y las tierras de
Conflent, Valespir y Cobliure, y quiso que todo * que había sido del
rey de Mallorca en los reinos de Aragón, Valencia y condado de
Barcelona, quedara de allí adelante so un mismo dominio, sin que se
pudiera enajenar o enfeudar en todo o en parte, por ninguna causa o
razón, dando facultad a don Pedro, don Ramón Berenguer y don Jaime,
y a las universidades del reino e isla de Mallorca, y condados y
singulares de ellos, que en cuanto él y los suyos contravinieran a
esto, no les obedezcan, antes estén obligados a resistir con armas o
sin ellas, alzándoles cualquier homenaje o juramento de fidelidad,
obligando a cualquier sucesor en el reino haya de jurar esta unión,
sobre la cual habían hecho en Cataluña los reyes don Alfonso y don
Jaime segundo algunas constituciones; y mandó a los infantes y a los
demás juraran y confirmaran, quitando de esta manera al de Mallorca
los pensamientos, si algunos le quedaban; de volverlos a cobrar; y
fue esto de muy gran consolación para todos los que habían sido
vasallos del rey e Mallorca, porque con esto estaban asegurados de no
volver al dominio de aquel rey, de quien temieron que, por concordia
y convención particular, no volviese a cobrar el reino y condados le
había quitado el de Aragón, según él y sus amigos lo publicaban
continuamente.
Acabábase el término de las treguas y había ya
hecho el rey muy grandes prevenciones para volver al condado de
Rosellón y dar fin a lo comenzado; y aunque el papa Clemente, por
medio del arzobispo de Achs, había pedido prorogacion
hasta San Miguel de setiembre, no lo quiso el rey conceder, antes
mandó a los infantes, don Pedro y don Jaime, que vinieran donde él
estaba: halláronle en la villa de Cardedeu, en ocasión que venía
de Monserrate de ofrecer a nuestra Señora una galera de
palata, en memoria de la victoria que alcanzó en Mallorca. De
aquí pasó a Figueras con todo su ejército y entró en Rosellón *
Ios infantes don Jaime y don Pedro llevaban la vanguardia y
combatieron a Argilers, que se dio a partido; y en el cerco de la
villa, cupo al infante don Jaime la montaña.
Continuando el rey
esta conquista, vino el cardenal de Ambrun: saliéronle a recibir el
mismo rey y los infantes don Jaime y don Pedro. Era la venida porque
recibiera el rey al de Mallorca, sus hijos y estado en su poder,
asegurándole la vida y que no le haría daño en su persona, y que
no le detendría en mala ni larga prisión y los infantes y demás
del consejo real aconsejaron se hiciera así; pero el de Mallorca,
cuando lo supo, no vino bien en ello, porque estimó más por guerra
perder su estado, que *darlo de su voluntad; y con esto se despidió
el cardenal. Tomóse Cobliure, el castillo de Palau de Horta,
Millars, *
Bula, Mocet, Elna y otros muchos pueblos; y entonces,
el rey de Mallorca, asegurado que no le haría daño a su persona, ni
padecería cárcel, se metió en poder del rey, a quien habían
aconsejado el infante don Jaime y otros, le recibiera con toda
cortesía. Con esto, llegó el de Mallorca armado de todas piezas,
salvo las de la cabeza, que llevaba descubierta, delante del rey, el
cual, luego que le vio cerca de sí, se levantó en pie, y el de
Mallorca, echada una rodilla en tierra, le besó casi por fuerza la
mano, y el rey le levantó con la suya y besó en la boca, y el de
Mallorca le pidió perdón del hecho, y el rey le prometió usar con
él de misericordia. Tomóse después de esto la villa y castillo de
Perpiñan, y poco después se vieron los dos reyes, estando con ellos
el infante don Jaime; y discurrido largamente sobre las cosas del *
Mallorca, resolvieron fuese a vivir a la villa de Berga, *donde
estimó más estar, que en la ciudad de Manresa, que le había sido
asignada por morada; y el infate don Jaime le llevó o acampañó
(acompañó) allá.
Pasaron estas cosas en el mes de
agosto de este año de 1344, y hasta el setiembre siguiente
estuvo en Berga; y de allí se vino a San Culgat (Cugat;
Cucufate) del Vallés, donde visitó a la reina Constanza, su
mujer. Juntóse después parlamento en Barcelona, y en él asistió
el infante don Jaime, con sus tíos los infantes don Pedro y don
Ramón Berenguer, el obispo de Tarragona, y otros muchos; y
examinados los pareceres de ellos, dio cada uno su voto, en un papel
cerrado, al rey, que así lo quiso, y vistos todos, resolvió que al
rey de Mallorca se le diesen diez mil libras de renta, mientras se
tardaba a dársele
estado de otro tanto rédito para él y sus
sucesores, fuera los señoríos del rey, y faltando sus sucesores por
linea masculina, volviese a la corona; remitióle el feudo y derecho
de comiso y confiscación que tenía en los condados de Omelades y
Carlades y señoríos de Mompeller, y que dejase el título, nombre y
dignidad de rey, armas y divisas reales; y en Badalona, donde estaba,
se lo envió el rey a notificar.
Esta resolución tomada en aquel
parlamento desplugo al rey de Mallorca de tal manera, que estimó más
perderse por trance de batalla, que ser despojado de aquella manera,
y que su hijo don Jaime, que estaba jurado por sucesor suyo, quedase
desposeído con tanta ignominia. Salióse del lugar de San Vicente,
donde había venido de Badalona, y con algunos de los suyos se volvió
a Cerdaña; y echó fama que por voluntad y merced del rey volvía de
cobrar sus estados, porque el rey los tenía solo por la*postats, que
así llamaban en Cataluña el
derecho que tiene el señor del feudo de poseer por espacio de diez
días el castillo del vasallo, que Gerónimo Zurita llama tenencias *
lo que no fue de poco pesar para los pueblos de aquellos estados,
donde era muy aborrecido el de Mallorca, por las muchas imposiciones
y gabelas echaba cada día, y rigor con que las exigía, indigno de
un rey cristiano. La gente que llevaba en esta entrada era poca; pero
daba cuidado la que juntársele podía, y el rey envió quien le
resistiese, *** se había entrado ya en Cerdaña, pero el conde de
Pallars, con la más gente que pudo juntar, socorrió los pueblos de
aquel condado, y el infante don Jaime las fuerzas de Lérida y Querol
y Torre de Cerdaña, repartiendo por ellas sus gentes; con lo que y
demás prevenciones hizo el rey, obligó al de Mallorca se saliera de
Cataluña, y har* lastimado y pobre, aborrecido y desamparado de los
suyos, se pasó a Mompeller.
No fue poco el contento que tuvieron
los vasallos de este rey de su caída e infeliz suerte, porque era
generalmente aborrecido de todos, por las intolerables y
extraordinarias
imposiciones que de continuo echaba sobre ellos, a
cuya costa pensaba sustentar aquella guerra, de que to* tenían
pesar, y deseaban escusara: al principio se lo aconsejaban,
pero tomábalo tan rabiosamente, que por es* hizo morir con muertes
crueles e inhumanas muchos de sus vasallos, personas honradas, que
desapasionadamente así se lo aconsejaban, adivinando el fin que
había de tener, * que había de ser la destrucción de él y de su
casa y familia. Por esto mandó prender a don Pedro de *Fonollet,
vizconde de Illa, y a tres caballeros y algunos burgueses, y los
mandó llevar al castillo de Bela Vista, en el reino e isla de
Mallorca, y aún mandó al alcalde los *matase, y fue ventura se
tomasen aquellas cartas, y así no se ejecutó aquel cruel mandato;
con todo, les mandó confiscar sus bienes y en los días más santos
en que los tribunales cesan de proseguir las causas criminales, y los
reos tienen en alguna manera alivio y descanso en sus penas, mandó
hacer las capturas de ellos y darles el castigo. La prisión del
vizconde y de los demás fue un domingo de Ramos, y el jueves
siguiente, en que la Iglesia representaba la muerte del Salvador
e institución del Santísimo Sacramento de la Eucaristía, mandó
atormentar a Pedro Borron (Borrón), que era uno de los
burgeses había mandado prender el día de Ramos, y conociendo el mal
que había hecho en usar tal rigor con aquel hombre en día tan
santo; le tomó juramento que no revelaría hubiese sido torturado en
el día santo de Pascua. Mandó convidar los cónsules y algunos
burgeses de la villa de Perpiñan, con pensamiento de prenderlos, y
porque faltaron dos de los cónsules, a quienes tenía
aborrecidos,
disimuló oon los demás, aguardando la ejecución de su intento para
otro día. En el día de san Hipólito, mandó a unos soldados que le
acompañaban, que mataran a Mallol Cadanys, mercader honrado y
pacífico, solo porque le suplicó que hiciera paz con el rey de
Aragón; y luego fue obedecido. En el día de santa Elisabet, publicó
que quería festear la solemnidad de aquella santa y que gustaba
asistiesen a palacio todos los mejores de la villa, porque acompañado
de ellos, había de salir a misa: acudieron trescientos hombres, los
más ricos, y la misa * salieron fue mandar prender a ciento dier y
ocho de ellos, y ponerles en un aposento con grillos y cadenas, y sin
comodidad de dormir ni de comer, y los más eran muchachos y viejos,
y a los que les iban a traer de comer los mandaba encarcelar. De esta
manera estuvieron muchos días, y viendo que el rey no cuidaba de
ellos, enviáronle cuatro personas honradas, para suplicarle les
sacase de allá; y la respuesta fue, que los había de matar a todos,
y porfiando ellos que les diese juez para hacerles la causa,
precediendo proceso y defensa, no lo quiso hacer, *es los mandó
apretar más, y a la postre les envió a decir que si querían salir
de allí, le habían de prestar cien mil libras, y de esta manera les
perdonaría la muerte les había de dar; y ellos después de muchos
dares y tomares, * salir con vida, le dieron veinte y cinco mil
florines; y había entre los presos tres de los cónsules de la villa
de Perpiñan.
Tres días antes de Navidad, por causar terror y
miedo * los demás, mandó arrastrar, atenazar y cortar la lengua a
Pedro Ribera, cónsul de Perpiñan, estando sin culpa
* habérsele
probado delito alguno.
A los niños y niñas ricos, y a los
menores que estaban bajo de tutores, mandaba prender, y los metía en
cárceles oscuras y malas; donde muchos morían y otros enfermaban de
males incurables, y estaban allá, hasta le ha* dado los padres y
tutores los dineros que él quería. * perdonaba a las viudas, pues
que de ellas y de algunos *ores sacó más de cincuenta mil florines.
Los clérigos y *iles y otras personas eclesiásticas no escapaban de
las tiranías, antes muchos de ellos fueron presos y detenidos en
estrechas y malas prisiones, porque se escusaban de pagar las sisas y
gabelas que él echaba.
Mandaba otorgar a sus vasallos grandes
sindicados, para *der, en nombre de ellos, tomar grandes cantidades
de dineros, y esto con tal rigor, que al que rehusaba obligar* luego
le echaban en la cárcel; y fue necesario que los pueblos se quejaran
de estas violencias, y por serlo, fueron judicialmente declaradas
nulas las tales obligaciones que ellos habían hecho.
Había en
la capilla del castillo de Perpiñan, y en la sacristía de los
frailes menores, muchas piezas de oro y de plata, unas en que estaban
encastadas reliquias, y otras que servían de adorno al altar y para
el culto divino, y todo lo tomó, y batió de ello moneda para
sustentar la guerra.
Estas cosas, y más la sangre de tantos
inocentes, clamaban ante el conspecto divino la debida venganza; y
aunque tardó a venir, pero llegada, con la severidad del castigo
compensó la tardanza; y así, el acabar este rey tan infelizmente,
ni lo atribuyo yo al haber negado y rehusado confesar el feudo al
rey, ni al haber faltado a las cortes para donde
había sido
llamado, ni al haber batido moneda, sino al haber usado tantas
tiranías con sus vasallos y haber hecho poco caso de los buenos y
desapasionados consejos le daban, dando lugar a crueldades y
avaricias, que son las dos cosas que dan fin a los reyes, casas y
linajes de ellos. Después volvió a mover la guerra contra el rey, y
para sustentarla, vendió por ciento mil escudos de oro, al rey de
Francia, la baronías de Mompeller, y con armada pasó a
Mallorca, donde era tan aborrecido como en los condados de Rosellón,
y no halló el favor que pensaba con los isleños, y así fue vencido
y muerto, y el rey mandó llevar su cuerpo a la seo de Valencia,
donde le mandó sepultar en medio del coro; y después murió su hijo
don Jaime, el cual aunque tuvo espíritus de cobrar los señoríos
del padre, pero faltóle poder y favor, y así se quedó sin gozar de
lo que la mala condición del padre, antes de tiempo, le quitó,
siendo él inocente en todo.
Parece que el rey don Pedro había de
quedar muy contento y sosegado, pues había castigado la inobediencia
del rey de Mallorca, y que el infante don Jaime, que tuvo mano en
todo, había de quedar muy premiado y favorecido, pero fue al revés.
Era el infante procurador general del rey y gobernador de sus
señoríos, y la persona a *, según la más común y desapasionada
opinión, to* la sucesión del reino, muriendo sin hijos varones, *
en esta ocasión no los tenía, y según habían dicho * médicos y
algunos astrólogos, no los tendría en la reina * María de Navarra,
su mujer, y por esto vivía el infante con alguna esperanza. Estando
el rey en Valencia, le vino el pensamiento, si él moría, quién le
había de heredar. Tenía en aquella ocasión dos hijas, doña
Constanza, que casó con Fadrique, rey de Sicilia, y doña Juana, que
casó con don Juan, conde de Ampurias, que está sepultada en la
iglesia de Poblet, sobre la fuente que está * la capilla mayor y la
sacristía, y había tenido otra * se llamó doña María, que murió
muchacha; y quería * excluido don Jaime, heredara doña Constanza.
Para asegurarse y saber de cierto lo que en esto había, mandó *tar
veinte y dos personas entre letrados y teólogos, lla* de Barcelona,
Zaragoza, Valencia, Lérida, Perpiñan y *Manresa, propúsoles el
caso, y dice fray Fabricio Gau*to,
que el rey no miró el engaño
en que andaban los *ados con él, que más por se conformar
con su voluntad y opinión, que por lo
querer la justicia ni consentir *razón, tomaban el
partido del rey y osaban decir que * infanta, por ser hija suya,
tenía más derecho en la sucesión, que el infante don Jaime,
que no era hijo, * hermano del rey. Las diez y nueve de estas
personas fueron de parecer que, muriendo el rey sin hijos varones,
quedara doña Constanza; Ios otros dijeron que, excluidas las hijas,
heredaba el infante don Jaime; y uno de ellos afirmó estaba en manos
del rey hacer lo que le pareciere; y uno de estos tres era Arnaldo de
Çamorera, vicecanciller del
rey, y por esto fue removido de aquel cargo. No fue esta
consulta tan secreta, aunque el rey lo quería, que no la entendiera
el infante don Jaime, que estaba en Valencia, y tomando el rey
aparte, en el aposento en que dormía, le dijo haber entendido el
artículo de que se disputaba, y le suplicaba mandara cesar tal
plática, porque ni era caso ni había necesidad de haber de hablar
de ello, pues él y la reina eran mozos, y los dos testamentos de
los reyes don Jaime y don Alfonso, su padre, vinculaban los reinos y
estados a los varones, excluyendo las hembras; y el rey le respondió,
que aunque parecía no haber necesidad de tal declaración, pero por
ser la vida del hombre incierta, gustaba saber a quién pertenecían
sus señoríos, para mayor descargo suyo. De esto quedó el infante
muy descontento, y se volvió a su posada, y dio parte a algunas
personas de la ciudad de Valencia, y después lo publicó al pueblo,
indignándole contra del rey, el cual, a 23 de mayo de este año
1347, envió letras a todas las ciudades y pueblos más principales
de sus reinos, dándoles noticia de esta declaración, de lo que tuvo
el infante gran pesar, y el rey cuidado no se confederara con el rey
de Mallorca y le diese lugar y paso por el condado de Urgel, para
entrar en Cataluña; y por eso mandó el rey se tuviera gran cuenta
con la gente que pasaba, y que si fueran correos o del infante o del
rey de Mallorca, fuesen detenidos, tomándoles las cartas, y
guardando los que en esto habían de entender gran secreto;
*advirtióse también a los espías que el rey tenía en Mompeller,
que avisaran de todo lo que sabrían. Sospechóse
*sien que el
infante se quería valer de su hermano don Fernando, marqués de
Tortosa, y del rey de Castilla, y * ya negociado con la ciudad de
Valencia, para que * diese lugar a que el rey le quitara el cargo de
la general gobernación y de procurador general suyo: el cual, *ido
de esto, y no de que se compadeciese el infante *viera misericordia
del desposeído rey de Mallorca, como dice un autor, le llamó y
dijo, que porqué hacía aquello * pues el hacer mirar y disputar el
artículo de la sucesión de la infanta doña Constanza, entendía
hacerlo con *icia, y el derecho era en favor de ella, y le dio razón
* que habían tratado y resuelto aquellas veinte y dos personas; pero
al infante ni pareció bien el fundamento * tomaron, ni la resolución
que salió de él, y pidió al * su pretensión y justicia:
asignósele el día de San Juan * junio de este año 1337 en la villa
de Monblanc, y *rogó que en caso conociera que la justicia
era por la infanta, él, como el más principal de la corona, la
quisiera jurar; y dice el rey en su historia, que el infante * lo
prometió; pero no por eso dejaba de conmover a * los que podía e
indignarlos contra del rey, para que le valiesen. Entonces mandóle
que no usara de la procuración general, porque con ella entendía
que le podía mucho ofender, y que se saliese de Valencia y que *
entrase en ninguna de las ciudades más principales de * reinos,
porque así no tuviese ocasión de tratar algu* cosas en su
deservicio. Despidióse con esto el infante del rey, y dijo que se
quería ir a su ciudad de Balaguer; y valiérale más y que gozara de
la apacibilidad de aquella tierra, sin querer averiguar cosas que
dentro de pocos meses le causaron la muerte, y aunque saliera bien de
ellas, no viniera a alcanzar lo que pensaba; porque el rey tuvo dos
hijos varones, que fueron don Juan y don Martín, que fueron reyes
después del padre, uno tras otro, y todo lo que hizo el infante fue
vano y su destrucción y pérdida.
La fama pública fue que el
infante iba a Balaguer; pero no fue así, antes se encaminó a la
parte de Zaragoza, y se detuvo en Fuentes. Los reinos de Aragón,
Valencia y principado de Cataluña quedaron muy desconsolados de que
mujer hubiera de heredar, habiendo varones de la estirpe real; y
aunque el rey decía que casaría a la infanta doña Constanza
con
varón de linaje real, pero aquellos que eran en parentesco más
cercanos al rey, y a quien espectaba la sucesión de los reinos, eran
casados, y era forzoso buscarlos muy remotos, y tenían por cosa muy
pesada haber de tomar príncipe forastero, habiéndoles naturales,
conocidos y amados de todos, e introducir que la corona viniera a
mujer, cosa jamás vista en Cataluña (jamás dice: Petronila fue
reina de Aragón, Ramón Berenguer IV princeps, Ramiro II rey),
porque adivinaban, en tal caso, lo que había de haber. Estando en
estas tribulaciones y pesares, sobrevino un gran consuelo, porque la
reina parió un hijo, que llamaron Pedro, como al padre; y fue tan
grande el contento que todos generalmente recibieron de su
nacimiento, que dice el rey, que iban todos absortos y pasmados, y
parecía habían perdido el juicio, porque iban bailando por las
calles, (sardanas de Cerdeña serían) haciendo mil
demostraciones de júbilo y contento, por haber nacido con aquel
muchacho la paz y consolación de todos y sosiego de la corona. Fuera
gran cosa si hubiera durado, pero murió el *mimos día, y está
sepultado en el monasterio de Poblet, * de aquellas cinco sepulturas
que están en la pa* la capilla de san Antonio; y fue tan general y
gran* sentimiento de todos, que para encarecerlo, dice el * que fue
mayor que el contento habían tenido el día precedente; y cinco días
después falleció la reina doña * del trabajo que había pasado en
aquel parto, y está sepultada en la iglesia de San Vicente de la
ciudad de Valencia: su simulacro de alabastro está en el monasterio
de Poblet, donde ella escogió su entierro, sobre la sepultura del
rey, su marido, con dos de las otras mujeres *que tuvo; pero el
cuerpo, a lo que entiendo, se quedó en la ciudad de Valencia.
Después que el infante quedó privado del oficio de procurador
general, removió el rey todos los oficiales que el infante había
creado, y puso otros, de quien él pudiera con seguridad confiar; y
en los pregones y edictos * decían, que regían aquellos cargos de
la gobernación real por la infanta doña Constanza, hija primogénita
del rey y sucesora en los reinos y estados, en caso que * rey no
tuviera hijos varones, y por esta gran novedad
* estos reinos
causó general alteración en todos ellos, * la gobernación general
jamás fue visto administrarse por ninguna hija de rey, sino por el
infante primogénito o por el más propincuo del rey; y por facilitar
* en cuanto era de su parte, que la infanta fuese ca* de aquel cargo,
la emancipó delante de muchos pre* y ricos hombres, y luego el
infante don Pedro, tío del rey y tutor y curador de la infanta, en
manos del * hizo juramento y homenaje de tenerla por primogénita y
sucesora, con limitación que, si viviendo el rey
era declarado
que la sucesión pertenecía al conde de Urgel y no a las hijas del
rey, el homenaje fuera de ningún efecto; y esto mismo juraron don
Hugo de Fonollet, obispo de Vique, don Bernardo Hugo, obispo de Elna,
y muchos caballeros, ricos hombres y todos los de casa del rey y
oficiales suyos referidos por Gerónimo Zurita, en la misma forma que
lo había jurado el infante don Pedro. Cuando esto pasaba, estaba el
infante don Jaime en
Fuentes, y no osaba entrar en Zaragoza, por
habérselo prohibido el rey; y desde allí despachó letras a todos
los ricos hombres, barones, caballeros, meznaderos y procuraderos
de las ciudades y villas de Aragón y Cataluña, para que alcanzasen
del rey que alzara la prohibición tenía de no entrar en las
ciudades más principales del reino, y que acudieran al lugar de
Fuentes, donde él estaba, que tenía negocios importantes de que
darles parte. Y dice el rey en su historia, que en aquella ocasión
había bandos en Aragón, y que el infante los metió en paz, para
que hechos amigos, mejor hiciera sus negocios, valiéndose de ellos,
lo que fuera muy dificultoso, perseverando los odios y malas
voluntades. Aquí les informó largamente de la queja tenía del rey,
por haberle quitado la general gobernación, cargo que de derecho le
tocaba, y que le antepusiera a la infanta en la sucesión del reino.
No cabían ya en Fuentes, y sin reparar en la prohibición
y
mandato del rey, se pasaron a la ciudad de Zaragoza, y despidieron
letras al infante don Fernando, marqués de Tortosa, y a don Juan,
hermano del rey, que estaban en Castilla, y a todos los ricos hombres
y caballeros *ausentes que se vinieran a juntar con ellos, para
tratar * como se repararan los agravios y perjuicios *cibido del rey
y ministros suyos, y la enmien*ia de tomar de los privilegios, fueros
y demás *as quedaban rompidas, y abusos hechos en per* las
libertades de aquel reino. Deseaban, por es*recer de la reina doña
Leonor, madrastra del * los infantes, sus hijos, ricos hombres,
prelados, * y universidades del reino, y que todos se jun*cieran un
cuerpo y liga, a que pusieron nom* , para suplicar al rey el reparo
de todo lo que *ho; y esta liga y unión
pareció a todos tan jus* puesta en razón, que casi todos los de
aquel * juraron, excepto muy pocos, y entre estos las *ciudades de
Huesca, Daroca, Calatayud y Teruel, que *eron bien en ella. Hicieron
su sello, como se * comentarios de Gerónimo Blancas, y en el
gra* rey sentado en su trono, con cetro en las ma*ona en la cabeza, y
a sus pies el pueblo arma*dillados, alzadas las manos, como que piden
al* y al derredor unas letras que dicen: UNIONIS *UM
SIGILLUM; y nombraron sus conservado* se era usado en otras
ocasiones, que mandaban * ordenar algunas cosas, haciendo actos de
juris* superioridad que no debieran; y escribieron al *ándole fuera
a Zaragoza a celebrar cortes, cer* que aquella unión era
hecha en honra y servi* corona real, y en conservación de ella y de
sus *cias. Los conservadores eran el infante don Jaime, conde de
Urgel, con diez ricos hombres, dos meznaderos, siete
caballeros y once ciudadanos de la ciudad de Zaragoza, que nombra
Zurita. Cuando el rey supo esto, partió de Valencia y vino a
Barcelona, pero apenas había salido de aquella ciudad, cuando
estando en Cabanas (Cabanes), entendió que habían firmado
los valencianos la unión con los aragoneses, y aunque don Pedro de
Ejérica, gobernador general en aquel reino, lo quiso impedir,
no fue poderoso para ello, y entendió el rey que todos aquellos
movimientos eran por regirse el oficio de procurador general en
nombre de la infanta, y que aunque en Cataluña no habían consentido
en la Unión, pero no estaban menos desconsolados que los de
Aragón y Valencia, porque a todos sabía mal que mujer hubiera de
heredar, y así mandó que no se pusiera más en los pregones y
edictos, que regían por la infanta, sino por él; y aunque los
catalanes quedaron contentos, pero los aragoneses y valencianos
perseveraron en su Unión, y requirieron a don Pedro de Ejérica,
que se juntara con la reina doña Leonor y sus hijos y con los demás
de la Unión; pero aunque él lo desvió todo lo posible,
resistiendo en todo, no fue poderoso a apartarles de aquel propósito
y voluntad. Estando el rey en Tarragona, vinieron a él Miguel
de
Urrea, gobernador, y García Fernández de Castro, justicia de
Aragón, a persuadirle que fuera luego a Zaragoza y a animar a la
ciudad de Huesca y demás pueblos, y a todos los de aquel reino que
no habían jurado la Unión y perseveraban en su servicio, porque era
contingente y si él tardaba a venir, que se apartarían de él,
juntándose con los demás, y reducir a él a muchos de ellos; y *
que pareció bien al rey, no fue allá, porque le vino nueva que el
rey de Mallorca era entrado con armas en Rosellón, y tomaba algunos
pueblos de aquel condado. Estuvo el rey suspenso donde acudiría, y
sin tomar sobre esto consejo, escogió acudir a Rosellón, porque
era más conveniente resistir a los enemigos forasteros, que
averiguar los movimientos de los de la Unión, que como nacían de
rompimiento de privilegios y libertades, era fácil remediarlo, pues
en otorgando lo que ellos querían, habían de quedar contentos, y
era poco o nada lo que se podía perder en ello. Pasó por Barcelona,
por prevenir que esta ciudad ni el principado de Cataluña no
entraran en ella ni la juraran, porque decía que con el socorro de
esta ciudad y principado podía muy bien resistir a los de la Unión
y al rey de Mallorca, y volver sus reinos al estado de antes. En
Barcelona se detuvo poco más de un día, porque supo por el camino,
que el de Mallorca había tomado el lugar de Vinçá.
Entonces convocó el usaje Princeps namque, porque le vino
nueva, que el de Mallorca había ya tomado a Puigcerdá y aun todo el
Conflent, donde aún le quedaban algunos amigos que, sentidos de sus
infortunios, le tenían lástima y deseaban cobrara lo que le había
sido confiscado. Pero esto duró poco, porque todo aquel favor que
halló con aquella gente, con la venida del rey se exhaló, y él se
hubo de retirar a Francia, dejando la empresa había comenzado, y el
rey dentro de pocos días recuperó todo lo que el rey de Mallorca
había tomado, y se fue a Perpiñan.
Cuando estas cosas que
acabamos de contar pasaban en Rosellón, requirió el rey a los
aragoneses le fueran a servir en aquella guerra, pero estos hallaron
tantas causas y razones, que se escusaron de ella, y estas las
refieren los escritores; y las cortes que el rey había días antes
convocado para Zaragoza, las mudó a Monzón, por estar más vecino a
Cataluña. Mandó a don Pedro de Ejérica y otros caballeros se
vinieran a la ciudad de Lérida y estuvieran a punto para poder
resistir a los de la Unión, si menester fuera; pero don Pedro tenía
tantos aprietos en Valencia, que hacía harto en conservarse en aquel
reino, y estaba el rey muy temeroso, que en aquellas cortes no
concediera a los aragoneses algunos privilegios que fueran perjuicio
y disminución de la corona real, de cuyas preeminencias fue siempre
muy cuidadoso, o hubiera de apartar de su casa y servicio algunos
ministros que no gustaban los reinos quedaran en él, y por poderse
evadir de esto, a 9 de julio, con gran secreto, mandó llevar auto de
un protesto o declaración que hizo, siendo testigos de ella el
obispo de Vique y el vizconde de Illa, y Galceran de Anglesola,
señor de Bellpuig, que también se lo habían aconsejado, y en suma
era, que cualesquiera concesiones que diese a los del reino de
Aragón, que no fuesen según derecho o fuero, o por alguna causa
justa, o cualquier suspensión o privación hiciese de los ministros
y oficiales de su consejo y casa, fuesen de ningún valor y efecto,
como hechos por fuerza; y requirió a don Juan Giménez de Urrea,
señor de Biota, y a Juan Giménez, su hijo, y a don Pedro Cornel,
que eran de los más principales de la Unión, que se fueran para él,
según estaban obligados en algunas convenciones habían firmado,
pues les tenía que consultar algunos negocios; pero ellos se
excusaron, y el número de los que acudían a la *Unión era grande y
de cada día se aumentaba más; y
* asegurarse de los de su casa
y que no le dejarían, mandó hacer sacramento y homenaje de que bien
y lealmente le servirían y serían de su parte, y aun protestaron *,
si acaso formaran la Unión, sería por fuerza y contra su voluntad,
por no poder hacer otra cosa; y con color * defender los condados de
Rosellón y Cerdaña, pidió a los catalanes se pusieran en armas,
para valerse de ellos, si era menester, contra los de la Unión.
Estando en Barcelona, determinó de tener las cortes a los aragoneses
y *ediar las cosas de aquel reino, aunque no menos lo *necesitaban
las del de Valencia, donde aguardaban los de la Unión grandes
socorros que había de llevar de Castilla el infante don Fernando,
marqués de Tortosa; y fue de * servicio del rey el buen cuidado de
don Pedro de *rica, que gobernaba aquel reino y guardó que la Unión
*no se extendiera más. A la isla de Mallorca enviaron dos *síndicos,
para que los de aquel reino la juraran; pero no hicieron cosa, porque
Felipe de Boil, que era gobernador, * buen modo y mansedumbre los
obligó a perseverar en servicio del rey, el cual deseaba, que
aquellas cortes convocadas para Zaragoza fueran en Monzón, porque
estaba, según él decía, más vecino a Rosellón, donde decía que
*podría ser viniera el de Mallorca; pero ellos entendieron * aquella
no era la verdadera razón, sino que el rey que* estar vecino a
Cataluña, para poderse valer de la gente del principado, si menester
fuera; pero ellos siempre perseveraron que las cortes habían de ser
en Zaragoza, y el rey * otorgó, porque estaban muy poderosos y
alterados, y * las convocaron para el día de Nuestra Señora de
agosto, y el rey fue tan diligente, que a 3 del mes ya estaba en
Lérida, y poco a poco se iba acercando a Zaragoza; y los de la Unión
le suplicaron fuese por Fuentes, porque le querían hacer un solemne
recibimiento, y así lo hizo, y siendo junto a la ciudad, le salieron
a recibir sus hermanos, los infantes don Jaime, conde de Urgel, y don
Fernando, marqués de Tortosa, y don Juan, que pocos días antes era
venido de Castilla, con quinientos caballos. Salieron al recibimiento
con ellos todos los ricos hombres, caballeros, ciudadanos y síndicos
de las universidades, y demás que estaban en aquella ciudad y
pasaban de ochocientos de a caballo, y le acompañaron hasta la
puerta de la Aljafería, pero ninguno de los de la Unión
entró dentro, y el rey declaró y publicó, que el sábado primero,
en la iglesia de San Salvador habían de comenzar las cortes,
y en este día acudieron allá los tres hermanos del rey y todos los
que tenían lugar en ellas, y no quisieron dar asiento a los síndicos
de las ciudades que no habían jurado la Unión; pero el rey se lo
mandó dar, y dice en su historia, que aquel día se vio en aquella
ciudad la flor de todo el reino de Aragón.
Cuando todos
estuvieron juntos, salió el rey a un púlpito que estaba adornado
muy solemnemente, e hizo la proposición, porque era hombre muy
entendido y buen hablador: la suma de él fue, que era
obligación guardar justicia a los vasallos y sus fueros y
libertades, y que si hasta aquella ocasión no les había celebrado
cortes, fue por muy justas causas y ocupaciones había tenido después
que era rey, así en resistir al rey moro de Benamarin, que había
pasado a España para conquistar el reino de Valencia, como en la
ejecución que hizo contra del rey de Mallorca, y otras; y * deseaba
entrar en aquella Unión y ser uno de ellos, * les advertía y
rogaba, que las cosas que pensaban pe* en aquellas cortes fuesen
tales, que él las hubiera de otorgar: remató su plática alabando
la nacion aragonesa, de tal manera, que todos quedaron
contentos y gustosos. El obispo de Huesca respondió por los
eclesiásticos, y el infante don Jaime por los demás, haciéndole
todos gracias por su venida y por lo que había dicho, y le
acompañaron a la Aljafería, donde después fueron muchos de
aquellos ricos hombres y caballeros a hablarle y hacerle reverencia,
lo que no pareció bien los demás, sospechando que el rey les
indujera a su voluntad, y aun pusiera división entre ellos, y así
ordenaron que nadie en particular
fuera osado ir a hablar al rey,
sino todos juntos. El *mes siguiente se juntaron en el monasterio de
los frailes predicadores, y aquel día todos los de la Unión
llegaron armados, y el rey les envió a Diego Díaz su vicecanciller,
para que las prorogara para otro día; y llamó al justicia de
Aragón, para saber de él porqué iban de aquella manera armados a
las cortes, porque si pensaban estar de aquella manera, él no iría
a ellas; y el justicia dijo, que aquello le había parecido muy mal,
y así lo había dado a entender a los infantes, y le habían dicho,
que acudir armados a las cortes era costumbre antigua, no para
mal fin alguno, sino solo para poder departir las cuestiones y bregas
que solían ofrecerse cada día entre los que concurrían a ellas, *
por asegurar esto, publicó la ciudad pregones, en que mandó so
graves penas, que nadie fuera armado a las cortes, y cierta gente
armada de a pie y a caballo rondase la ciudad, porque no se levantara
alboroto alguno, y estuviese la ciudad segura. El día siguiente fue
el rey a las cortes, y sin ser requerido, juró todos los fueros y
libertades: entonces le requirieron y suplicaron, que no diera lugar
que ningún catalán entrara en las cortes, y sacara de su
consejo a los que había en él de los condados de Rosellón y
Cerdaña; y así se salieron de las cortes el arzobispo de Tarragona
y don Bernardo de Cabrera y otros, y esto se lo explicó el infante
don Jaime, en nombre de todos, con grandes veras, y con motivo de
evitar algunos escándalos se pudieran seguir; y el rey, que no
gustaba de ello, quiso que aquello se votase, con pensamiento que si
salía no salía con ello, a lo menos conocería el ánimo de ellos,
y así se votó y prevaleció que salieran todos. Habilitadas las
personas, se dio principio a tratar de los negocios para que habían
sido convocadas las cortes: el primero fue pedir la confirmación de
un privilegio concedido por el rey don Alfonso, hijo de don Pedro y
hermano mayor del rey don Jaime el segundo, que contenía, que
hubiesen cada año, por Todos Santos, celebrar los reyes cortes a los
aragoneses, y que los que en ellas se juntasen, tuviesen poder de
elegir los del consejo del rey y de sus sucesores, por lo que, y
otras concesiones contenidas en él, les ponía en rehenes, y
obligaba diez y siete castillos de los mejores de Aragón y Valencia;
pero el rey no lo quiso confirmar, porque decía, que por
prescripción y per non usum estaba revocado, porque habían
pasado más de sesenta años en que no se habían valido de él, y
era de notable perjuicio para la Corona; pero con todo prometió
el rey que estaría a lo que declarase el justicia de Aragón, pero
no bastó esto, porque le hacían gran instancia para que lo
confirmara, * y los infantes, sus hermanos, eran los que más lo
pedían, hasta decir que, si no lo confirmara, procederían a
*la elección de otro rey; y así, protestando delante del castellande Amposta y de don Bernardo de Cabrera, que lo *hacía por
fuerza y por no poder más, muy contra su voluntad lo confirmó, y
entregó diez y seis castillos por rehenes, según la disposición
del privilegio; y porque los de Teruel no consintieron a ello, ni
jamás quisieron jurar la Unión, dio privilegio y exención de
ciudad, prometiendo de hacer que se erigiera iglesia catedral.
Fueron testigos de esta merced los infantes, el arzobispo de
Tarragona, don Lope de Luna y don Blasco de Alagón, pero la
*creación no fue hasta el año de 1577, siendo pontífice Gregorio
XIII, y reinando en Aragón el rey don Felipe el primero.
Entonces el rey don Pedro, instado de los de la Unión, apartó de su
casa las personas que quisieron, aunque protestó secretamente que
aquello lo hacía por fuerza y * de su grado, y le dieron otros;
después le pidieron que echara de su casa a don Bernardo de Cabrera,
su gran privado, y a todos los catalanes, y confirmase las donaciones
hechas a su madrastra, la reina doña Leonor, y sus hijos, granjeando
con esto al infante don Fernando, marqués de Tortosa, que con
quinientos caballos estaba a la frontera del reino, y se era partido
de las cortes sin licencia del rey. Publicáronse pregones después,
que todos los que no eran de la Unión se salieran de la ciudad
dentro de tres días, y pasados ellos, fuera lícito a cualquiera
matarlos impunemente; y el rey, por sacarles de peligro, les acogió
en la Aljafería, entretanto que tardaban a partirse. Diéronse
memoriales de diversos agravios, y el rey no los quiso admitir,
porque todos eran en diminucion de sus regalías, y los
remitió a los de su consejo, y por esto se persuadieron que los que
habían quedado en casa y servicio del rey le inducían a que no
consintiera en sus demandas, y así, con color de que no estaban
seguros, le pidieron que se les entregasen por rehenes, y así se
hizo, y les pusieron en lugares seguros, apartados unos de otros,
para que no pudieran comunicar entre sí.
Quedó solo con el rey
don Bernardo de Cabrera. Era este caballero hombre de gran consejo y
prudencia, y muy valiente por su persona, y de los mejores políticos
de estos tiempos, y por esto muy estimado del rey don Pedro. Habíase
retirado este caballero en el monasterio de San Salvador de Breda, de
monjes claustrales del orden de san Benito, dejando los negocios del
mundo, para darse del todo a Dios, pero el rey, por valerse de sus
consejos, le sacó de aquel retiro. Sirvióle todo lo que un buen y
noble vasallo
pudiera servir a su señor, y fue el mayor privado
de aquel rey, aunque tuvo tan infeliz y desdichado fin, como fue
mandarle el rey cortar, en el mercado de Zaragoza, públicamente la
cabeza, después de haberle hecho un grande proceso, que he visto
hartas veces en el archivo real de Barcelona, y advertido, que los
motivos por que fue condenado constaban más al rey, que averiguados
en proceso, habiéndosele dado poca audiencia y lugar para
defenderse, según él había persuadido al rey lo hiciera con
algunos que mandó matar. Este, pues, dijo al rey, que aquello que le
habían pedido los de la Unión era muy perjudicial a su corona, mas
si él le daba licencia, se obligaba a meter tal plática
con
ellos, que había de quedar muy disminuida la fuerza de aquella
Unión, y ganar en servicio suyo gran parte de los que la habían
jurado; y el rey dijo, que se tendría por servido de ello, y con la
traza de este hombre, de esta hora tuvo principio la destrucción del
infante don Jaime, y las fuerzas de aquella Unión se fueron
desvaneciendo. Había en la ciudad de Zaragoza ciertos bandos que
decían de Tarines y Bernardines, y eran muy poderosos en aquella
ciudad. Don Bernardo de Cabrera, con sus mañas, ganó para el rey a
Galacian de Tarba que era cabeza de los Tarines, y Álvaro de Tarin,
y les prometió, en nombre del rey, a aquel hacerle del consejo real,
y a éste darle oficio preeminente en la casa real; y con esto apartó
de la Unión a todos los de aquel bando, entre ellos a don
Lope
de Luna, señor de Segorbe, que era el más principal de todos los
caballeros del reino de Aragón, y el rey le perdonó cualquier
ofensa le hubiera hecho, y aun le prometió, que si los infantes don
Jaime y don Fernando hiciesen guerra a éI o a sus vasallos, tomaría
la defensa de ellos, y no daría oficio de jurisdicción al infante
don Jaime, sino con voluntad y consentimiento suyo, porque no tuviera
ocasión de molestar a sus vasallos; y aun le prometió dar la
gobernación del reino de Aragón, que tenía Miguel Pérez Zapata, a
quien decía que daría otro cargo, y don Lope prometió serle fiel y
buen vasallo, y de aquella hora adelante muchos de los parientes y
amigos suyos se redujeron al servicio del rey, y desampararon al
infante don Jaime, y con esto el rey andaba dilatando las cortes,
porque con la dilación se mejoraba su partido, pero los de Ia Unión
ya barruntaban estas confederaciones, y había muchos que estaban muy
sentidos que los infantes don Fernando y don Juan metieran gentes
forasteras en el reino, por ser aquello cosa que no se era hecha en
otras uniones había habido, y temían que aunque era con color del
bien público, no parase en hacer ellos su negocio, desamparando la
Unión, cuando más necesitase del socorro de ellos. El rey andaba
disponiendo sus cosas para deshacer aquella unión, y escusaba acudir
a las cortes; pero fue tan solicitado, que no lo pudo escusar, y
fue allá más con pensamiento de mostrar más la indignación y saña
había concebido contra ellos, que de otorgar cosa que le pidieran ni
de sosegar aquella junta. Estando en la junta, le pidieron que
concediera y firmase * capítulos que allá se leyeron, muy
perjudiciales, según él decía, a la Corona; y el infante don Jaime
era el que más instaba, y enfadado de ello el rey, le dijo en alta
voz, y en presencia de toda la junta, estas palabras: "¿Y cómo,
infante, no os basta que vos seais cabeza de la Union, que aun
quereis ser amotinador de nuestro pueblo, alborotándole? Nosotros os
decimos que lo haceis muy malamente y con grande falsedad, y como á
gran traidor que sois, y esto os
lo mantendremos en batalla de vos
á mí, armado o desarmado, averiguándolo a punta de espada, y os
haremos confesar con vuestra boca, que lo que habeis hecho es cosa
muy fuera órden, y para esto renunciaré á la dignidad real y á la
primogenitura, y os absolvemos de la fidelidad á que me estais
obligado." Y dicho esto, el rey se sentó, y ya antes había
prevenido a Pedro Giménez de Pomar y a Gonzalo de Castellví, que se
sentaran a los pies del infante, porque si hiciese algún ademán o
movimiento contra del rey, lo mataran. Y el infante, oídas aquellas
palabras, le dijo: "Yo, señor, á vos no digo nada, mas digo
que cualquier hombre, * de vos, que dijera lo que vos decis, miente
por la
*" Y vuelto al pueblo, dijo: "Oh pueblo
menguado, *mirad que tales estais, y si a mí, que soy su hermano y
lugarteniente, dice lo que habeis oido, cuánto mas os dirá a
vosotros!"
Y luego sentóse. Alzóse luego Juan Giménez de
Urrea y quiso hablar por el infante, mas el rey le mandó que se
sentara y no se metiera entre él y el infante, amenazándole, si
hablaba palabra; y el don Juan se * muy alteado, y se le echó de ver
en el rostro.
* Guillen de Çacirera,
que era camarero del infante *domiciliado en el condado de Urgel, y
todos los de * linaje habían siempre sido muy grandes servidores de
los condes, y aun entiendo había entre ellos algún parentesco, no
pudo sufrir lo que oía, y se levantó, y en altas voces dijo:
"¡Válame Dios, que no haya ninguno que responda por el
infante, mi señor, que es reptado de traición!"
*
dice el rey, que para más alborotar el pueblo, abrió * puertas, y
entró mucha gente muy alterada; y to* aquellos que eran de la parte
del rey, de quienes * había tomado sacramento y homenaje, se
apartaron a * parte, con las espadas en las manos; y el rey se salió
fuera y fue a la Aljafería, y fue muy gran suerte que * día no
aconteciera alguna gran desdicha, pero Dios * guardó del mal pudiera
suceder. Los de la Unión, co* vieron que el rey tenía tanta gente
de su parte, cosa * ellos no pensaban, decían: "Bien parece que
hay alguna *ande liga, que á no haberla, no dijera el rey las
palabras * que todos hemos oído.»
Deseaba el rey dar fin a
aquellas cortes, porque las cosas de Cerdeña estaban en mal estado,
y el rey de Mallorca andaba inquieto: era requerido que revocara todo
lo hecho en favor de la sucesión de la infanta doña Constanza y en
perjuicio del infante don Jaime; y al rey le sabía muy mal haber de
pasar por esto, y quería dejar las cosas en el estado que estaban;
pero reparaba en el daño podía venir a aquellos caballeros que
habían entregado por rehenes a los de la Unión; y don Bernardo de
Cabrera, gran privado del rey, era de parecer, que el rey se partiera
secretamente y dejara los rehenes en poder de los de la Unión, e
hiciera cuenta de haberlos perdido en batalla; pero el rey, aunque
era muy fogoso y ardiente, no quería que lo pasaran mal aquellos que
por su servicio se eran puestos en poder de sus enemigos, ni era
servicio de Dios hacer tal cosa, y escogió antes, de otorgar todo lo
que le pidiesen, que no que padecieran sus servidores, porque su
intento era proseguir contra de ellos por fuerza de armas, y defender
su derecho todo lo posible; y así les concedió todo lo que le
pidieron, y restituyó al infante don Jaime el cargo de procurador
general, de lo que quedaron todos muy contentos, y un miércoles, a
24 de octobre, después de haberles hecho un razonamiento muy
concertado, licenció las cortes, y se le entregaron aquellos
caballeros que había dado en rehenes, y luego se partió para
Cataluña, con intento de juntar la gente de a pie y de a caballo que
pudiera, para hacer guerra poderosamente a todos los de la Unión; y
mandó a los consejeros le habían dado, que le siguieran, pero no
osaron, temiendo que en ser en Lérida, los mandaría matar a todos.
Algunos de la Unión le siguieron para rematar algunos negocios, pero
él no les quiso escuchar, pues harto tiempo * tenido cuando duraban
las cortes, y él no estaba *entonces para entender en lo que le
pedían; y de esta manera llegó a la barca del río Gállego, donde
le dejaron, * bajó del macho en que iba, y pasó el río, y
sin aguardar * caminó a pie hasta una torre que decían de Al*es; y
aquella noche durmió en Pina, y la siguiente en *Candasnos, y
después la otra en Fraga. Aquí cuenta el rey en su historia, que
cuando fue a vista de Fraga, le dijo * Bernardo de Cabrera: "Señor,
aquel lugar que se ve * Cataluña;" y el rey respondió: "¡Oh
tierra bendita, * de lealtad! Bendito sea Dios, nuestro Señor, que
*me ha dejado salir de tierra rebelde y maldita, y maldito * quien
metió el mal en ella, que también estaba pobla* de leales; mas
tenemos fé en nuestro Señor, que la *erá en su estado, y
castigaremos aquellos que metieron * mal en ella." Estando aquí
el rey y don Bernardo de Cabrera, trataron de no hacer cosa, sin
consentimiento del infante don Pedro, tío del rey, que era el más
anciano de la casa real y todos le querían bien.
Aunque hubiera
concedido el rey a los de la Unión todo lo que le habían pedido,
pero quedó tan indignado con * y más con el infante don Jaime, su
hermano, que * el más principal y cabeza de ella, que no pensaba
sino * revocaría lo hecho, y aun se vengaría de ellos. Aconsejó al
rey don Bernardo de Cabrera, que hiciera sabedor al infante don Pedro
de los agravios (que este nombre da* a las acciones del infante) que
él le había hecho en * deshonor de su corona, siendo el autor de
renovar * ella Unión, y le acordara de haber desafiado al mismo
infante don Pedro, porque no venía bien a ella; y que diese orden
que si el infante don Jaime iba a Cataluña, fuese detenido, y que no
pudiese volver a Aragón, y que el infante don Pedro, con los barones
que pudiese tener de su parte y con el favor del rey, le moviese
guerra, y ante todas cosas le quitase la procuración general, y
todos los barones de Cataluña juntamente le desafiasen: y esto dicen
que le aconsejaba don Bernardo al rey, por escusar guerra entre el
rey y sus súbditos, porque quería que antes que se procediese
contra los de la Unión, el infante estuviese en * estrecho, que el
rey se pudiese apoderar de su persona, y avisaron al infante don
Pedro de todo esto, y que lo comunicase con el obispo de Vique y con
el vizconde de Illa.
De Fraga se fue el rey a dormir a Lérida, y
en aquella ciudad quiso tener las cortes, y satisfacer a todos los
agravios que los catalanes hubieran recibido y granjearles de manera,
que le ayudaran a deshacer y aniquilar la Unión, pero presto mudó
de parecer, y escogió para ello la ciudad de Barcelona, porque el
infante don Jaime estaba de asiento en Lérida y allá tenía su casa
y familia, y se receló el rey que sus amigos y aliados, por
favorecerle, no perturbaran las cortes y movieran alborotos, y que
aquella ciudad estaba muy vecina al condado de Urgel y vizcondado de
Ager, de donde podían venir al infante socorros, y era muy fácil
dar paso por sus tierras a las gentes de Francia que estaban por el
rey de Mallorca; y para escusar todo esto, fue más a propósito
tenerlas en Barcelona.
Estando el rey en Lérida, llegó a él el
infante con cuatro mensajeros de los que tenían la voz de la Unión
en * reino de Valencia, y pidieron algunas cosas que parecieron *rey
no deberse otorgar, por ser en perjuicio de la corona real; y así
les dijo que por entonces no había lugar, que iba a Barcelona para
celebrar sus bodas, y después iría a Valencia, donde convocaría
cortes a los de aquel reino, y procuraría que todos quedaran
contentos; y Rodrigo Díaz, su vicecanciller, les rogó, en nombre
del rey, * no innovasen cosa hasta que él fuera allá. Pocos días
después de venido el rey a Barcelona, y empezadas ya las cortes,
llegó el infante don Jaime, enfermo de la enfermedad de que murió,
cuyos accidentes sin duda debieron * lo que se había tratado entre
el rey y don Bernardo de
Cabrera y el infante don Pedro; y el rey
le salió a recibir, con mucha demostración de alegría; y la calle
por *donde entró, que era la del Carmen, estaba muy adornada, *
otras fiestas y entremeses que se hacían por su venida, fue que un
volteador muy diestro andaba dando vuel* la una parte de la calle a
la otra, sobre una cuerda muy delgada; y el rey se volvió al
infante, y le dijo que * aquello, pero el infante estaba tal, que no
lo vio, * llegado a su posada, falleció dentro de pocos días.
Sos* que su enfermedad nació de haberle dado veneno * orden del rey,
su hermano, que, según lo que le acon* Bernardo de Cabrera, se había
tratado con el infante don Pedro que hiciera con el infante; y haber
teni* muerte tan acelerada, después de los disgustos tu* con el rey,
se puede muy bien creer que sabía en ello, *porque a los reyes
siempre les son sospechosos aquellos que * inmediatos a la sucesión
del estado. Pedro Tomic, *Marineo Sículo, Gerónimo de Blancas,
Zurita, el padre *Mariana, de la compañía de Jesús, el abad
Carrillo, todos lo entienden así: aunque Marineo le llama Ferna*
fray Fabricio Gauberto, monje cisterciense, dice lo * y añade,
que maestre Arnaldo de Vilanova, célebre * de estos tiempos, dijo al
rey en cierta ocasión estas palabras: "Porque matais vuestros
hermanos, quieren lo * mueran los vuestros sin dejar herederos;"
y aunque * médico no era profeta, veremos cuán verdadero salió
*pronóstico, pues no quedaron hijos de don Juan y de don Martín,
hijos del rey don Pedro, y vino a suceder el *infante don Fernando de
Castilla (también de la casa real de Aragón, por parte de
madre), quedando excluida la * doña Isabel, que, según veremos
en su lugar, fue * de Urgel; y aunque era la más cercana al rey don
* y a sus dos hermanos, los reyes don Martín y don *Juan, que
murieron sin hijos varones, quedó excluida, * heredar la corona el
infante don Fernando de *Castilla (de Antequera) nieto
del rey don Pedro, que fue hijo de doña * que casó con el
rey don Juan de Castilla. No he *hallado el día que murió el
infante, y aunque en un libro *entierros del monasterio de San
Francisco se hace memoria de su muerte, pero calla el día y no
acierta el año, en vez de decir 1347, dice 1300: lo cierto es que a
los últimos de noviembre, o a los primeros de diciembre * en el
mismo día que llegó a Barcelona la armada *de Portugal, que llevaba
a doña Leonor, hija del rey don * para casar con el rey don Pedro, y
fue a 15 de no* después de diez y nueve años y algunos meses que *
el rey, su padre, el título de conde de Urgel y vizcondado de Ager.
Este fue el fin del infante don Jaime de Aragón, conde de Urgel,
vizconde de Ager, señor de las baronías de Entença
y Antillon, en el reino de Aragón, y otras en el reino de Valencia,
a quien cogió la muerte a los treinta * poco más o menos, de su
edad, y cuando mayor *sosiego y quietud se prometía, pues había
alcanzado todo lo que deseaba; príncipe que mientras no trató
de la sucesión que de justicia le pertenecía, en la corona, fue
amado * querido del rey y de todos los grandes de estos reinos, y *
primero del consejo real; pero el día que se quejó de *sinrazón
que se le hacía en jurar a la infanta doña Constanza, perdió todo
el merecimiento había ganado con el rey *hasta aquel punto, y
servicios le había hecho, y le persiguió con tantas veras, que no
paró hasta dar con él en la sepultura, sospechoso que no se le
levantara con el reino, * muriendo sin hijos, de derecho y justicia
era suyo, y * los testamentos de los reyes antiguos, no valiéndole *
de su linaje y sangre y la persona a él más cercana.
Dejó en su
testamento que fuese fundado en la ciudad de Balaguer un monasterio
de monjas del orden de san Francisco, y en la iglesia de él, que se
erigiese un sepulcro para su cuerpo, y dejó para todo hacienda
competente; y por *haber muerto en Barcelona, fue depositado en el
monasterio de san Francisco, junto al altar de San Nicolás, que es
el altar mayor de aquella iglesia, con intención de trasladarlo
a Balaguer, según él había ordenado; pero esta traslación, a lo
que entiendo, aun está por hacerse, antes fue de aquel lugar llevado
a la capilla de Santa Elisabet del dicho monasterio de san Francisco,
y enterrado en ella, en el mismo lugar donde están enterrados otros
cuerpos de personas de la casa y linaje real de Aragón: y porque no
se perdiera del todo la memoria de este príncipe, queda un
cenotafio, con sus armas, a la parte de la epístola, * es el más
cercano a la sacristía de dicha iglesia. S* cenotafios unos
sepulcros vacíos, hechos para honrar * muertos y conservar sus
memorias, y han dado ocasión a no pocos engaños en los sepulcros de
reyes y santos, *dose algunas iglesias y pueblos honrar los cuerpos
que *mente no tienen. En este del infante don Jaime, ninguno de
los otros hay a los lados de aquel altar, *gun cuerpo, salvo el de la
reina doña Leonor de * hija que fue del infante don Pedro, que se
conserva *entero y sin corrupción alguna. En este cenotafio del *
don Jaime están sus armas, que son un escudo part*pal: a la parte
derecha están .... izquierda los .... En esta capilla de *santa
Elisabet está en el día de hoy reservado el Santísimo Sacramento.
Dejó el infante don Jaime un hijo, que fue don * el cual fue
conde de Urgel, y hablaremos de él más adelante, y una hija, que
casó con don Hugo Folc, vizconde de Cardona, tercero de este nombre,
y fue la * mujer, de quien quedaron un hijo y tres hijas. El * don
Antonio de Cardona, que fue virey de Sicilia, * con doña
Leonor, hija de don Pedro de Villena, * descienden los Cardonas de
Nápoles y Sicilia: las hijas * la una con el conde de Pallars, la
otra con don Guerau Alamany de Cervelló, y la otra con el conde de
Ampurias *vo también el infante una hija natural, que casó *
caballero del linaje de los Torres, de quien quedan * de hoy
descendientes, y en un cuarto del escudo de su * pintan las del
infante; y en la iglesia de Nuestra Señora *Pino de Barcelona, donde
tienen su entierro, quedan aún muchos paveses y banderas muy
antiguas, que sirvieron en los entierros de algunos de aquella casa,
que están colgadas en * capilla de san Juan, y aún tienen el día
de hoy algunos heredamientos en el condado de Urgel, que fueron de
sus pasados, o les vinieron por este casamiento.