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sábado, 29 de febrero de 2020

CVI, reg 1351, fol, 7, 12 febrero 1372

CVI. 
Reg.n.1351, fol. 7. 12 feb. 1371.

Molt car e molt amat cosi reebuda havem vostra letra per la qual nos havets pregats ab gran instancia que a la batalla la qual mossen Thomas de Feelton gran senescal de Aquitania et mossen Ramon de Caussada senyor de Puigcornet han empresa de fer a nostre juiciament donem loch e camp segurs e al dit mossen Thomas e a LX homens darmes et a XXX archers que amenara carta de salconduyt. E jatsia car cosi que a nos desplacia que aytals dos cavallers con son mossen Thomas e mossen Ramon venguen a aytal punt de batalla: empero per honor e amor vostre nos acceptam lo juiciament sots aquesta manera que si los dits mossen Thomas e mossen Ramon venen davant nos concordats qual sera reptador e qual reptat e quants dies durara la batalla e ab quines armes se combattran e que entre ells ans que venguen sia declarat quey ha cas de batalla: nos tendrem lo camp segur e al entretant de nostra terra nos los farem saber on serem nos et lo camp perque la drecen lur cami. E trametem al dit mossen Thomas son salconduyt e semblant al dit mossen Ramon. Et fariem totes altres coses per honor vostra de que vos nos pregassets. - Dada en Tortosa sots nostre segell secret a XII dies de febrer del any MCCCLXXI. - Guillermus de Palou.- Bernardus de Bonastre ex provisione facta per dominum regem in consilio. - Fuit directa duci Alencaustrie. - Similis fuit missa comiti.
(Nota: Alencaustrie - En el siguiente texto, CVII, se lee Thomas de Feelton gran senescal de Aquitania)

cvii-reg-1351-fol-19-12-marzo-1371

domingo, 28 de junio de 2020

CAPÍTULO XVI.


CAPÍTULO XVI.

De cómo Mandonio e Indíbil se volvieron otra vez a levantar, y de la muerte de los dos.

De lo que queda dicho se echa de ver que Mandonio e Indíbil eran hombres de altos pensamientos, y esto, y el poderío que tenían entre los suyos, y la autoridad con los vecinos, les hacían que no pudiesen sosegar, y que ahora principalmente corriesen desapoderados a su perdición, despeñándose per sus malos consejos, que la ceguedad de la ambición suele siempre representar fáciles y bien acertados: y aunque el deseo del soberano señorío de España principalmente les movía; mas para buen color de sus intentos y para llevar tras si más fácilmente muchos pueblos, mostraban en público que se dolían de la servidumbre de España en que los romanos la tenían, y que deseaban restituirla en su antigua libertad que tuvo, antes que cartagineses la señoreasen; pues ahora no había habido más novedad en ella, de trocarse el señorío, y quedar sujetos los españoles y servir a los romanos, como antes solían a los cartagineses. Convidaba a muchos españoles para seguir a estos caballeros el dulce nombre de la libertad, que de todos los hombres es muy amada, y la facilidad con que ellos les prometían el cobrarla. Veían los dos hermanos la gran ventaja que hacía Scipion a Léntulo y a Acidino; y la mucha admiración y espanto que la grandeza de Scipion les había causado, todo se les volvía en menosprecio de los que había dejado acá en su lugar. Así decían, donde quiera que trataban de esto, que a los romanos no les quedaba ya otro Scipion para enviar a España, donde no habían quedado capitanes, sino sombras de ellos, y solo el nombre del ejército; pues Scipion se había llevado los soldados viejos, y dejado acá los noveles y poco diestros en la guerra, y por esto muy medrosos y cobardes y mal obedientes en ella; que nunca se podía esperar jamás se ofreciese semejante oportunidad de libertar a España, como la que ahora tenían, para que España quedase para siempre libre y señora, gobernándose por si misma con sus leyes.
Con estas y otras persuasiones semejantes movieron los dos ilergetes no solo a sus vasallos, sino a los ausetanos sus vecinos, que son los de la comarca de Vique (Ausonia), y otros vecinos de aquellos rededores; con que en pocos días juntaron un poderoso campo de treinta mil hombres y cuatro mil caballos, y lo juntaron todo en los términos de Sedetania, que es lo de Játiva y sus contomos, porque así al principio se habían concertado.
Léntulo y Acidino, que estaban en Cataluña a la parte de Gerona, sintieron aparejárseles tan brava la guerra, con temor que no pasase adelante levantarse más pueblos, y se fuese infeccionando de la rebelión mucha parte de la tierra. Con la mejor presteza que pudieron, juntaron ellos también ejército de sus romanos y de muchos españoles, como ya se usaba, y con él fueron a buscar a los enemigos, para mostrarles mejor ánimo y hacer que menguase el suyo; y atravesando por la tierra de los ausetanos, aunque eran sus enemigos declarados, pasaron muy sosegadamente y sin ningún daño, hasta que llegaron a poner su campo menos que una legua de donde los ilergetes lo tenían. Tentaron primero Léntulo y Acidino de convidar con la paz a Indíbil y Mandonio, enviándoles para esto embajadores, y prometiéndoles por ellos perdón de lo pasado, si dejadas las armas, se volviesen cada uno a sus casas. Mas presto se entendió que no aprovecha nada buen comedimiento con una grande obstinación; porque una banda de gente de a caballo de los ilergetes salió a dar sobre los caballos y otras bestias que sacaban los romanos al pasto, y siendo estos socorridos de gente también de a caballo, que Léntulo y Acidino enviaron, se acabó aquel día la pelea, sin que hubiese de una parte ni de otra cosa que se pudiese contar por mejoría. Otro día de mañana, cuando el sol salía ya, los nuestros estaban armados en el campo cerca del real de los romanos, y tenían su batalla ordenada, con estar los ausetanos en la frente de en medio, y en el cuerno derecho los ilergetes con Indíbil, y en el izquierdo los otros pueblos no tan principales, y entre los cuernos y su frente habían dejado vacía tanta distancia, que por ambos lados pudiese entrar la gente de a caballo a pelear cuando quisiese. Los romanos ordenaron de la misma manera su gente, no juntando ellos tampoco sus cuernos con la frente, como siempre solían, sino dejando también espacio en medio, por donde sus caballos pudiesen arremeter, como veían que los enemigos lo habían hecho; mas considerando cuerdamente Léntulo que, estando ordenadas así las batallas, tenía notoria ventaja la gente de a caballo que se anticipase en acometer, dio el cargo a Sergio Cornelio, tribuno, que luego como se comenzase la batalla arremetiese con toda furia con la gente de a caballo, y no parase hasta haberse metido por los dos espacios vacíos, que a los dos lados de los de los enemigos parecían. Dado este aviso, comenzó Léntulo la batalla peleando contra Indíbil y sus ilergetes, que lo recibieron ferozmente; pues del primer arremetimiento desbarataron una legión entera, y la hicieron huir muy desapoderada. Proveyó Léntulo a este daño con presteza, haciendo en un punto pasar allí otra legión que había dejado sobresaliente para socorro; y quedando ya allí la pelea por igual, pasóse luego al cuerno derecho, y halló a Acidino peleando valientemente entre los primeros, y socorriendo con mucho cuidado donde veía que era necesario; y para más animarle a él y a los suyos, que se pudieran haber turbado con la rota de la legión, les avisa como lo de su parte está ya seguro, y que presto se verían envueltos los enemigos de un gran torbellino de la gente de a caballo con que Sergio Cornelio descargaba luego sobre ellos. No lo había bien acabado de decir, cuando ya apareció Sergio metiendo los caballos por los lados de los nuestros, desbaratándoles con ellos sus escuadrones por los costados, y cerrando el camino a nuestra gente de a caballo, y atajándoles porque no pudiesen pasar a pelear con las legiones romanas. Con esto fue forzada la caballería española de dejar los caballos y pelear a pie, para socorrer a los suyos, que veía ya en peligro de ser desbaratados. Léntulo y Acidino, que vieron el buen suceso y el temor y turbación en que ya estaban los enemigos, a punto de desordenarse, corren a unas partes y otras amonestando y rogando a los suyos que aprieten con mayor ímpetu a los enemigos, pues los ven turbados y atónitos, y que no den lugar para que los escuadrones desbaratados se vuelvan a rehacer y ponerse en ordenanza. Valió toda esta amonestación de los dos generales con los romanos, que estos ilergetes no pudieron sufrir esta vez la furia de su acometimiento, si no fuera por Indíbil su señor, que estaba a pie con los de a caballo, que se habían apeado, y poniéndose en la delantera y peleando animosisímamente, sufrió el ímpetu de los romanos y los detuvo que no rompiesen los suyos, como pensaban. Aquí duró un rato lo bravo de la batalla; porque habiendo sido herido mortalmente Indíbil, los suyos, para defenderle, peleaban con una rabiosa porfía, y él, afirmado sobre una pica, aunque le iba faltando ya el aliento y con él la vida, no cesaba de amonestarlos y animarlos para que peleasen; mas al fin, fueron muertos por allí todos los que le defendían, aunque con lealtad verdaderamente española. No faltaban muchos, que viendo muerto uno, se pusiesen luego en su lugar y en el mismo peligro, para defender a su señor y capitán; mas muertos él y ellos, los que quedaban comenzaron a desbandarse del todo. Murieron muchos españoles, en defensa de Indíbil, primero, y después en el alcance. Como no habían tenido lugar de tomar sus caballos, que dejaron, los romanos de a caballo les iban a las espaldas, y los de a pie no cesaban de matar peleando, hasta que entraron en los reales de los nuestros, envueltos con ellos, y se apoderaron de todo lo que había dentro. Los muertos fueron trece mil, y fueron tomados cautivos ochocientos, y de los romanos y sus aliados murieron pocos más de doscientos, y estos al principio de desbaratarse la legión.
Entre los españoles que escaparon de esta batalla, se salvó también Mandonio; y habiendo juntado a los principales para lo que habían de hacer, se le quejaron todos en la junta, lamentando sus desventuras, y echando la culpa de ellas a él y a su hermano, que les habían metido en esta guerra. Con esto fueron todos de parecer que se enviasen embajadores a los generales romanos, con quienes tratasen de la entrega de las armas, y se les rindiesen y pidiesen la paz, para conservarla mejor que hasta allí. Estos embajadores propusieron este mensaje a Léntulo y Acidino, disculpándose con Indíbil muerto y Mandonio ausente, y los otros hombres principales que los habían alterado y casi hecho fuerza para que se levantasen, y así habían permitido los dioses que casi todos ellos muriesen en las batallas, y llevasen el justo castigo que por todos merecían. Léntulo y Acidino respondieron que los recibirían y les darían el perdón y la paz que demandaban, si entregasen vivos a Mandonio y a los demás que habían sido cabezas de este movimiento; que si esto no quisiesen, luego tendrían los ausetanos el ejército romano dentro de su tierra, y, destruida aquella, pasarían a las de los otros rebeldes.
Con esta respuesta tan áspera que dieron los embajadores en el consejo de los ilergetes, fueron luego presos Mandonio y los otros principales que en esto eran culpados;
y entregándolos a Léntulo y Acidino, dice Beuter que los mandaron llevar a Tarragona, y públicamente los sentenciaron como si fueran hombres de baja suerte, y dejaron sosegados a los ilergetes, y en buena paz a los catalanes y a los que con ellos se rebelaron, castigándolos solamente con mandarles que pagasen aquel año el sueldo doblado, y diesen provisión de trigo por seis meses, ropas dobladas para la gente de guerra de los romanos, con rehenes que dieron treinta pueblos, para cumplir todo esto y mantener la paz.
Esta guerra, según afirma el doctor Gerónimo Pujades, fue la primera que los españoles solos, con sus propios capitanes y sin ayuda de forasteros, hicieron con los romanos; porque las otras fueron para defender el bando o amistad de los cartagineses, que ya en esta ocasión eran fuera de toda España, y la que emprendieron ahora Mandonio e Indíbil fue con intención de quedarse con el dominio y señorío de toda ella.
Afirma el doctor Pedro Antón Beuter, por haberlo oído a decir, que aquel arco que está en medio del camino que va de Tarragona a Barcelona (Bará) es el lugar donde fueron degollados Mandonio y los otros que fueron entregados con él a los romanos, y que entre ellos había un capitán romano llamado Barro, que se había pasado a los capitanes ilergetes, y por esto le enterraron vivo en aquel lugar, que era cerca donde él solía vivir antes. Esto pudo ser así, por decirlo aquel autor tan grave; pero lo cierto es que aquel arco se hizo en memoria de Lucio Licinio Sura, que vivía en tiempo de Trajano, como se ve en él, y lo he leído hartas veces y dice: EX TESTAMENTO L. LICINII LUCII FILII SERG. SURAE CONSECRATUM. El doctor Gerónimo Pujades declara lo que hay en esto, y cómo se ha de entender lo que dicen Beuter y Tomic y otros acerca de la materia, donde remito el curioso lector.
Este fue el fin que tuvieron estos dos valerosos capitanes, a quienes mató, no sé si su ambición, o el deseo de ver en libertad a su patria, y expelidos de ella a los que la tenían como tiranizada. Con la muerte de ellos acabó por entonces la guerra, y de muchos años no se habló de ella; porque con tales pérdidas quedaron como atónitos los españoles y pasmados, y los romanos muy contentos; pues no quedaba nadie que por entonces hablase de tomar armas contra ellos, y vieron vengadas las muertes de los dos Scipiones.
No han faltado algunos que han querido afirmar que la familia de los Mendozas, tan noble y conocida en España, descendía de este príncipe Mandonio; pero como es cosa que no se puede decir con certidumbre, lo dejo; porque en tantos siglos que han pasado de en medio de aquellos tiempos a los nuestros, y con tantas mudanzas de señores bárbaros que ha padecido la España, no se puede afirmar ser estos Mendozas de hoy descendientes de nuestro Mandonio; y más siendo cierto que este y otros ilustres linajes tomaron los nombres de lugares y pueblos de que eran señores o habían conquistado.

CAPÍTULO VIII.


CAPÍTULO VIII.

De lo que hicieron los romanos en España, hasta llegar a los pueblos Ilergetes.

Desembarcados los romanos en España, asentaron sus reales y estancias en el campo, fortificados por todas partes con palenques, fosas y vallados, sin meterse en el pueblo, por escusar los inconvenientes que pudieran suceder entre la gente del ejército y los paisanos, y también porque siempre tuvo costumbre la señoría romana, si le daba lugar el tiempo, alojar sus gentes en la campaña. Luego que los españoles comarcanos de Empurias supieron la venida de los romanos, comenzaron de venir para reconocer sus maneras y pláticas, mostrándoseles muy afables y deseosos de su conversación; y fueron informados muy cumplidamente de la voluntad y deseo que les llevaba a estas tierras, y de la venganza que querían tomar de las injurias que los cartagineses habían hecho a los saguntinos y otros confederados del pueblo romano. Aquí les hicieron sabedores de las amistades y guerras que habían tenido las dos repúblicas romana y cartaginesa, y de todo lo que había pasado entre ellos hasta en aquel punto: hiciéronles muchos ofrecimientos y promesas, certificándoles que les librarían de la opresión y tiranía de los cartagineses y se llevarían de suerte con los españoles, que conocerían la grande diferencia que había de los unos a los otros, como refieren todos los autores que tratan de esta entrada de los romanos, de cuya venida dudaron algunos autores cuáles fueron mayores, o los males o los bienes que de ella resultaron, pues hubo gran abundancia de todo.
Era Neyo Scipion persona muy autorizada y de natural muy esforzado, afable de condición, reposado, diligente, cuerdo y animoso, dulce en las palabras, y en sus acciones bien comedido. Con estas virtudes, en breves días renovó las amistades viejas y ganó muchas nuevas por todos los pueblos cercanos a Empurias, y los tuvo ciertos y ganados a su parcialidad: acudieron muchos saguntinos, que cuando fue la ruina de su ciudad se habían huido y andaban desterrados en diversos pueblos, temiéndose de los capitanes africanos. Estos llegaban cada día a Scipion, guarnecidos de caballos y armas, con intención de seguir aquella guerra, hasta darle fin o morir en ella; y no se puede significar el amoroso recogimiento que Scipion les hacía, proveyéndoles de todas las cosas necesarias, y la grande veneración y respeto con que les acataba, tanto que no se hacía cosa en que los españoles no diesen su parecer y no diesen su voto, y más en
particular aquellos de Sagunto. Este buen trato y estima fue causa de que cuantos lugares había en la marina de Cataluña, desde Rosas hasta Ebro, tomasen abiertamente la voz y parte romana, recibiendo los soldados que Scipion les enviaba para guarda y defensa de sus pueblos. Entonces fue cuando Scipion, certificado de la voluntad de los tarraconenses, hizo pasar a aquella ciudad la armada que estaba en Empurias, abrigándose en el pueblo de Salou, que está al occidente de ella, por ser muy seguro y más cercano al río Ebro, que, en tiempo de la destrucción de Sagunto, había sido mojón y señal entre romanos y cartagineses.
Los cartagineses que en España vivían sintieron mucho aquella venida de los romanos, y más, que los pueblos de Cataluña se hubiesen ya declarado por ellos y recibiesen de buena gana guarniciones de romanos; y por espantarlos y apartalles de la amistad de los romanos, esparcieron nuevas que Aníbal había ganado muy grandes batallas en Italia y que los romanos quedaban rotos y del todo desbaratados; pero los catalanes no hicieron caso de ello ni aun lo creyeron, y como Scipion vio que aquellas nuevas recién venidas habían dañado poco, y que los más de los pueblos catalanes perseveraban firmes y leales en su favor, por conocer en él mucha clemencia y liberalidad, no contento con haberse confederado con las marinas de Cataluña, comenzó nuevas inteligencias con los pueblos montañeses dentro de la tierra, los cuales eran gente feroz y más brava. Súpolo tan bien guiar, que no solo trató paz con muchos de ellos, sino compañía verdadera para serle participantes en cuanto sucediese, tomando los tales catalanes por causa propia la guerra contra cartagineses; y así para confirmación de esto, dieron luego copia de gente, capitanes y armas en notable número, señalando entre sus pueblos mancebos valientes y recios, los cuales cada día traían otros, y siempre crecían en el campo romano con valor y potencia. Todas estas cosas entendía Hanon, el gobernador cartaginés que guardaba los montes Pirineos; y por ser ellas tan públicas no se le pudieron encubrir, ni tampoco pretendía secreto quien las obraba, de suerte, que conoció serle necesario venir en riesgo de batalla con Scipion, antes que lo restante de la tierra se declarase por él; sobre lo cual despachó mensajeros a Asdrúbal Barcino (Barchinona, Barcelona), hermano de Aníbal, pidiéndole que luego saliese de Cartagena (Cartago Nova), donde residía con ejército el más grueso que le fuera posible, para resistir ambos juntos a los romanos. Asdrúbal, oída esta mensajería, hizo juntar sus capitanes y gentes africanas, armados y bastecidos de cuanto conviniese para la jornada, puesto que, como las compañías andaban repartidas por aposentos, no pudieron llegar tan presto como la necesidad requería. Entre tanto Neyo Scipion jamás reposaba ni cesaba de ganar amigos y tomar nuevo conocimiento de ciudades españolas y de personas principales, que le traían gentes y lo metían siempre más adelante, sin perder un solo momento de tiempo, hasta llegar a los pueblos Ilergetes, a quienes Florián de Ocampo da título de poderosos, grandes, y de poblaciones muchas y muy principales, cuya región queda ya descrita en el principio de esta obra.
Viendo, pues, Hanon el ejército romano tan dentro (de) la tierra, sintió claro que no le convenía más dilación, pues en la tardanza pasada iban los negocios casi perdidos; y así con alguna gente de sus confederados, y con la situada que tenía para conservar las comarcas de su cargo, salió contra la parte donde los enemigos andaban, con presupuesto de pelear en topándoles, sin esperar al capitán Asdrúbal ni curar de sus largas. De esta voluntad que Hanon traía holgó mucho Neyo Scipion cuando lo supo, y luego comenzó de caminar a la misma parte donde venían los cartagineses, para abreviar el tiempo de la pelea, considerando serle mucha ventaja romper con Hanon, antes que llegase Asdrúbal; pues al presente los contrarios eran sencillos, y con Asdrúbal serían doblados, y si tuviese ventura de los vencer, quedábale mayor aparejo para revolver sobre los otros a menor peligro, tomándoles cada cual a su parte, y no todos juntos; y así, con aquel deseo que todos tenían y con la diligencia que pusieron, brevemente se toparon muy cercanos a cierto pueblo que Tito Livio llama Ciso y Ocampo nombra Cydo, del que hablaremos después. Llegados aquí los dos ejércitos, Hanon puso luego sus haces (fascis) en el campo regladas a punto de batalla, y lo mismo hizo Neyo Scipion, confiando de las ayudas españolas que tenía, mucho mayores y más aficionadas y más bien armadas que sus enemigos. Entonces sobrevino en favor de los cartagineses un caballero español llamado Andúbal que era muy poderoso en España, aunque no se sabe en qué lugar o pueblo residía, y habían trabado él y Aníbal gran amistad y correspondencia: este acudió con setecientos soldados españoles valientes y determinados, para favorecer a los cartagineses; luego se comenzó la pelea de todas partes, en la cual hubo más denuedo que tardanza, porque Hanon y los suyos, no pudiendo resistir a la braveza del ejército romano, se dejaron vencer, y los que lo pudieron hacer, huyeron a los reales, que con palenques y fosos medianamente tenían fortalecidos, donde creían guarecerse, quedando en el campo seis mil hombres de ellos; pero los reales fueron combatidos y ganados con cuanto tenían dentro, donde también se tomaron a prisión otros dos mil africanos, y con ellos el capitán Hanon y juntamente Andúbal, el español, de quien hablamos más arriba, traspasado de tantas heridas, que vivió pocas horas. El pueblo de Ciso fue combatido sin reposar y saqueado de cuanto le hallaron dentro, puesto que, según sus moradores eran pobres y pocos y en nada viciosos ni delicados, sus halajas fueron de poco valor. Pero fue de mucha consideración la presa del real africano, con la cual todos los vencedores quedaron riquísimos, por se tomar en ellos, no solo la ropa del ejército vencido, sino también del que Aníbal traía consigo por Italia; porque cuando salió de España para pasar a Italia, lo dejó en guarda a Hanon, no queriendo llevar impedimentos ni estorbos en la jomada. Fue de tanta consideración para los romanos esta victoria, que todos los pueblos neutrales se llegaron a Scipion, señaladamente cierto lugar principal de los pueblos Ilergetes, cuyo nombre no declaran las historias; pero Beuter dice ser la ciudad de Lérida, que dio sus rehenes de seguridad; y parecía que con esto mucha gente de la provincia quedaba llana, y sin escrúpulo de revuelta ni contradicción.
Dudan los historiadores y buscan con diligencia qué lugar fuese este de Ciso o Cydo donde sucedió esta batalla, y Florián de Ocampo, diligente historiador, asigna uno de
tres, o Siso, que dice estar en Aragón o Cataluña, según opinión de algunos cosmógrafos modernos; o que sería Sos, en el reino de Aragón, cercano a las fronteras de Navarra; o que sería el lugar de Cabdi, (Zaidín, Çaidí, Saidí ?) pueblo pequeño, a las orillas del río Cinca, (a) dos leguas de Fraga, río arriba; pero no se determina qué tal sería de estos. Auméntasele la duda por no estar ninguno de ellos en los pueblos Ilergetes, donde sucedió esta batalla, y si está alguno de ellos, es muy al estremo. El doctor Gerónimo Pujades no acaba determinarse qué lugar o pueblo sería este; pero tomando el argumento de similitud y consonancia del vocablo, tengo por cierto haber sucedido esta batalla en medio de los pueblos llergetes, junto a la ribera del río Sió, donde alguno de aquellos lugares y pueblos que hoy día están en las orillas de aquel río, tendría el mismo nombre del río; y aunque del tal lugar no se tenga noticia, no se ha perdido la de aquella agua que riega aquellos (pone apuellos) lugares y pueblos, y aun retiene el nombre y se llama Sió, y traviesa por el medio del llano de Urgel, y naciendo en la Segarra, viene a fenecer en el río Segre, después de haber bañado los campos de Agramunt, Puigvert, Praxens, Butzenit, Mongay y otros, entre los cuales debía de estar el de Ciso, si ya no es que fuese el lugar de Serós, que está junto al marquesado de Camarasa, entre dos ríos que son Sió y Bragós; y cuanto a lo que se infiere así de Tito Livio, como de los otros autores que escriben este suceso, es más verisímil ser este lugar que otro alguno, pues en toda aquella comarca, ni aun en los pueblos llergetes, hallo lugar que más se asemejara al de Cydo o Ciso, Sieso o Sciso, que con esta diversidad le hallo escrito (puesto que el sonido de estos vocablos sea casi el mismo), que el de Serós.
Mientras pasaron estas cosas que quedan dichas en las riberas de Sió, venía Asdrúbal con ocho mil peones y mil caballos, con pensamiento de juntarse con Hanon y ambos resistir a Scipion; pero después que supo la rota y toma de Ciso, dejó el camino que llevaba y caminó hacia el campo de Tarragona, donde supo que muchos de los romanos de la armada iban por aquella tierra esparcidos, sin sospecha alguna de que hubiesen de hallar enemigo alguno; y confiando de la prosperidad y buen suceso de Scipion, andaban más descuidados de lo que debían. Llegado aquí Asdrúbal, derramó luego su gente por aquella comarca, que presto hizo tal destrucción en cuantos romanos halló fuera del agua, que pocos de ellos se pudieron recoger en los bajeles, que los más quedaron alanceados y muertos en la tierra. Scipion, que supo esto luego, vino; pero cuando llegó, no pudo hacer cosa, porque ya todos se habían puesto en salvo y habían pasado el Ebro y se habían fortificado de manera, que podían defenderse de otro ejército muy mayor que el de Scipion, el cual, no hallando con quien pelear, metió sus compañías en Tarragona, y pasó con la armada a Empurias, para reposar allí aquel invierno, que ya se venía acercando.

jueves, 21 de noviembre de 2019

LOS LUNA Y LOS URREA, ENFRENTADOS


171. LOS LUNA Y LOS URREA, ENFRENTADOS (SIGLO XV. ZARAGOZA)

Acababa de fallecer el (REY) Martín el Humano sin sucesión. El solar aragonés fue escenario entonces de acciones sangrientas protagonizadas por los partidarios de algunos de los candidatos al trono, intentando forzar con el estruendo de las armas a los compromisarios de Caspe, que trataban de hallar un sucesor. Entre las familias encontradas por el problema dinástico, destacaban los Luna y los Urrea. Tanto en los campos como las ciudades y villas la pugna originaba zozobra. Las cosechas ardían, se sacrificaban rebaños enteros, las casas no eran seguras.

En este clima de tragedia, el obispo de Zaragoza don García, montado en su yegua, se dirigía confiado y acompañado por sus familiares hacia la capital sin escolta alguna, cuando, en un recodo del camino, de manera inesperada, le salió al encuentro Antón de Luna, belicoso partidario del conde de Urgell y enemigo por dicha causa de los Urrea. Tras conminarle a abandonar el partido del regente de Castilla y ante la negativa del arzobispo, el de Luna, amparado en los cien hombres armados que le acompañaban, le arremetió con la espada segándole la mano derecha y huyendo a toda prisa del escenario. A duras penas pudo sobrevivir a la herida el obispo mutilado, que llegó malherido al palacio arzobispal de Zaragoza.

A duras penas pudo sobrevivir a la herida el obispo mutilado, que llegó malherido al palacio arzobispal de Zaragoza.


Días después, en la villa de Caspe, donde se hallaban reunidos los compromisarios de Aragón, Cataluña y Valencia para elegir al futuro rey de Aragón de entre los diversos pretendientes al trono, irrumpió retador en la sala de sesiones del castillo Antón de Luna. En aquellos instantes, tenía la palabra Juan Rodríguez de Salamanca, quien se hallaba defendiendo la causa del pretendiente castellano frente a los otros. De pronto, el agresor del obispo zaragozano, interrumpiendo el discurso, alzó la voz para defender a don Jaime, conde de Urgell. Juan Rodríguez, enfurecido, contestó al de Luna aludiendo, entre otros argumentos, al lamentable episodio ocurrido al arzobispo de Zaragoza, cuya mano,
«aun cortada,
/ al conde opone su diestra». 

Ante el inmenso murmullo que ello originó en la sala, los partidarios del conde salieron corriendo, mientras ganaba la causa de Fernando, el castellano, que pronto fuera coronado como rey de Aragón, acompañado de todos sus seguidores.

[Gisbert, Salvador, «Con don Antón te topes», en Revista del Turia, 21 (1884), 1213; 22 (1884), 12-14.]


Salamanca y Salamanca, Juan de. Burgos, 2.XII.1607 ant. – 21.IX.1667. Gobernador y capitán general de Cuba.


Hijo del capitán Luis de Salamanca y del Hospital y de Ana de Salamanca y Salamanca (hija del alcalde mayor de Burgos y familiar del Santo Oficio, Juan Alonso de Salamanca Polanco), fue bautizado el 2 de diciembre de 1607. Continuó la carrera militar de su padre, quien habiendo servido durante trece años en Nápoles, Milán y Flandes como alférez de Infantería (donde se halló en el sitio de Ostende y en el socorro del dique de Amberes), pasó luego al Regimiento del Conde-Duque, en el que se licenció como capitán. 

Pertenecía a una familia de notables burgaleses de origen salmantino, desplazada a Burgos en el siglo XV siguiendo a la Corte de Juan II (de aquí el cambio de apellido, ahora toponímico), y dedicada desde entonces a la política local, a la milicia y al comercio. 

En efecto, desciende de Juan Rodríguez de Salamanca (hijo de Ruy González de las Varillas), regidor de Salamanca, doctor por su Universidad, caballero de la banda, procurador en Cortes por esta ciudad, que acompañó a Fernando de Antequera a la Guerra de Granada, asistió al Compromiso de Caspe, y fue luego del Consejo de Juan II). 

El abuelo de Juan de Salamanca, Luis de Salamanca Paredes, miembro destacado de la Universidad de mercaderes de Burgos, fue propietario (junto con su sobrino Jerónimo) de una compañía mercantil que traficaba con Flandes y otras plazas. Su muerte en 1578, que produjo la disolución de la compañía, coincidió con el declive, en gran parte debido a la guerra de Flandes, del comercio burgalés. Por ello, su hijo Luis (padre de este Juan de Salamanca), nacido ese mismo año, siguió la carrera militar (Jerónimo creó una nueva compañía, con la que hizo gran fortuna, pero acabó quebrado y murió en la cárcel).

Juan de Salamanca ingresó como soldado en 1625 en la Armada Real del Mar Océano, en la compañía de Nicolás Giudice, en la que estuvo embarcado (“siendo nombrado para los abordos”) hasta 1629. Asistió, entre otras acciones, al “Socorro de Cádiz” en 1625 contra los ingleses (acción inmortalizada por Zurbarán en un cuadro para el Salón de Reinos del Buen Retiro). Pasó después a tierra, contrajo matrimonio y tuvo a sus hijos. En 1632 obtuvo merced de hábito de la Orden de Calatrava. En 1639, destinado en las Cuatro Villas de la Costa del Mar (Santander, Laredo, Castro Urdiales y San Vicente de la Barquera), se halló en la defensa de Colindres (Cantabria) contra la entrada del Ejército francés al mando del arzobispo de Burdeos.

En 1641 partió a Flandes, como capitán de una compañía de Infantería. Peleó “en el Canal de Inglaterra con tres Navíos de Olanda y con su fragata hecho una del enemigo a pique”. Participó luego en diversas acciones: socorro del castillo de Gennep (Holanda), intervención en Blerick (Holanda), defensa de la ribera de Gante y apoyo de las tomas de Lens (Francia) y de La Bassée (Francia). Se halló en la batalla de Honnecourt (26 de mayo de 1642, Francia), en la que los tercios españoles, al mando del general Francisco de Melo (fue nombrado gobernador de los Países Bajos ese mismo año) vencieron al ejército francés. “Fue uno de los capitanes que cargaron al enemigo con la mosquetería que abrió la barrera con que se dio entrada a la caballería”, se lee en su relación de servicios. Formó parte de las tropas españolas en Calais y Lillers (Francia). Para J. de la Pezuela, fue “uno de los oficiales de más confianza para el archiduque Alberto y para don Francisco de Melo”. Pero asistió después a la sucesión de fracasos militares de los Tercios. Se halló en la batalla de Rocroi (19 de mayo de 1643, Francia), que significó el fin de la supremacía del Ejército español, en la que procedió con mucho valor: “sólo su tercio quedó en pie, habiendo sido atacado por tres veces”, pero fue hecho prisionero. Por su actuación, el general Francisco de Melo le ofreció la primera compañía de caballos corazas que vacase.

Continuó participando en numerosas acciones de socorro y fortificación, con el grado, desde enero de 1645, de capitán de caballos corazas (aunque Melo había sido cesado en 1644): así, en Mons (Bélgica) a las órdenes de Andrea Cantelmo, Gravelines (Francia), Mardyck (Francia), ribera del río Mosa, Hulst (Holanda), Dunkerque (Francia), defensa de la provincia de Güeldres (Holanda), toma de Courtrai (Bélgica), y otras. Fue felicitado por el sucesor de Melo, el marqués de Castel-Rodrigo.

Nuevamente fue hecho prisionero en la batalla de Lens (20 de agosto de 1648, Francia), perdida por el Ejército español, dirigido ahora por el archiduque Leopoldo Guillermo de Austria, gobernador de los Países Bajos, frente a las tropas francesas comandadas por el príncipe de Condé, el vencedor de Rocroi. La actuación de Salamanca en la batalla (“el gruesso que D. Juan mandava después de haver roto otro del enemigo y mezcladose con él se rehizo en el mismo puesto y bolvió a chocar segunda vez y siendo desecho se incorporó con otro capitán y assistió hasta que fue desecho quedando segunda vez prissionero”) fue destacada en el informe presentado al archiduque. Al año siguiente, 1649, a pesar de habérsele concedido licencia de tres meses, no usó de ella y se halló en la entrada que hizo en Francia el archiduque para recuperar Ypres (hoy Bélgica).

Vuelto a España, alcanzó la graduación de maestre de campo. Fue nombrado gobernador de Ciudad Rodrigo “en ocasión de la guerra con Portugal” (según recoge un árbol genealógico, en el Archivo de Campo Alange, que no precisa el año). Pleiteó en 1650 con el condestable de Castilla por compras de tierras en la jurisdicción de Briviesca (Burgos).

En 1657 fue nombrado gobernador y capitán general de Cuba en sustitución de Diego Rangel. Durante su mandato (tomó posesión el 5 de marzo de 1658) son de destacar dos de sus principales preocupaciones. La primera, la constante presión, especialmente inglesa y holandesa, militar, corsaria y contrabandista, muy intensificada desde que Inglaterra arrebató Jamaica a España en 1655. La segunda, la laxitud en las costumbres en general y del clero en particular: requirió del obispo un mayor control, pero “se empezaron a amotinar los eclesiásticos”, muriendo el obispo “con celeridad y según dice el vulgo [...] ayudado [... ]”, por lo que Salamanca escribió al Rey en 1658 solicitando que un nuevo prelado “venga cuanto antes, para que se ponga remedio en cosa tan grave”. También tuvo problemas con el comisario del Santo Oficio quien, excediéndose en sus funciones (“este comisario excede en todo lo que obra”), quiso utilizar a la Inquisición en la lucha contra el contrabando y “tiene a toda esta ciudad en una medrosa esclavitud”, escribió Salamanca al Rey en 1662. Intentó, sin conseguirlo por falta de financiación, la fundación en Cuba de un colegio de jesuitas. Fomentó el cultivo de tabaco en la isla. Aunque cesó en su cargo el 12 de septiembre de 1662, ocurrió poco después, en palabras de J. de la Pezuela, “uno de los sucesos más desastrosos para la Isla”: una expedición naval inglesa de novecientos hombres procedente de Jamaica desembarcó el 18 de octubre de 1662, cerca de Santiago de Cuba. El gobernador de este territorio, Pedro Morales, fue derrotado, y la ciudad fue ocupada y saqueada por los ingleses. Juan de Salamanca, aunque estaba enfermo, se puso el 15 de noviembre al frente de setecientos hombres en dirección a Santiago de Cuba. Al llegar a Trinidad supo que los ingleses se habían reembarcado, por lo que volvió a La Habana.

En 1659 había solicitado su sustitución por motivos de salud. Fue nombrado ese año, sin que ello guardara relación alguna con su solicitud, gobernador y capitán general de Filipinas y presidente de la Audiencia de Manila. Por alguna razón, los títulos de nombramiento no llegaron a su destino, por lo que en 1660 se le enviaron unos duplicados por el secretario del Consejo de Indias, junto con un escrito avisando a los oficiales reales de Veracruz de la importancia de los despachos dirigidos a Juan de Salamanca. A pesar de ello, continuó Salamanca en su destino en Cuba hasta 1662, y Sabiniano Manrique de Lara, que era el gobernador de Filipinas desde 1653 continuó en su puesto hasta 1663, posiblemente porque la sublevación en algunas provincias de Filipinas que tuvo lugar en 1660 aconsejó aplazar el cambio de gobernador. En la relación de servicios de Salamanca, conservada en el Archivo de Indias, una anotación marginal dice que habiendo sido promovido “a la Presidencia de filipinas [...] no aceptó, por lo qual acavo su quinquenio en la Havana”. Ello a pesar de que en 1661 había reiterado su solicitud de sustitución.

Contrajo matrimonio con Francisca Alonso de Salinas y Gallo de Avellaneda (perteneciente a una familia de hacendados burgaleses, tenía por ascendientes ilustres a Alonso Yáñez Fajardo, adelantado mayor del Reino de Murcia, y a Juan Álvarez Delgadillo, alférez mayor de Juan II), con quien tuvo en 1630 a Juan y en 1633 a María Francisca, casada con Francisco Orense Manrique. Su citado hijo Juan, casado en Briviesca con Clara Gutiérrez de Salazar (de donde era natural, hija de su alcalde), sería alcalde de esta villa en 1670 y regidor perpetuo de Burgos. Fue progenitor de los marqueses de Villacampo y de los condes del Campo de Alange, y también de los duques de Peñaranda de Duero, de las Torres, marqueses de Guadalcázar, Breña, Pacheco, La Granja, Acapulco, Rincón de San Idefonso, la Laguna, condes de Buelna, Lugar Nuevo, Castroponce y otros. El gobernador Juan de Salamanca fue enterrado en Burgos, según dispuso en su testamento, en la capilla de la Santa Cruz (llamada “de los Salamanca”), de la que era patrono, en la iglesia de San Lesmes, donde había sido bautizado.

Se le atribuye el inicio de la construcción en Briviesca de la que se conocería como “Casa de los Salamanca”, que terminaría su hijo Juan. Años después se alojaría en ella la reina María Luisa de Saboya, primera mujer de Felipe V, en cuyo recuerdo se puso cadena en la fachada (no se pudo alojar en su viaje de venida a España, que hizo por barco desde Niza a Figueras, pero pudo hacerlo en 1706 o, aún mejor, en 1710, fechas de las evacuaciones de Madrid realizadas por Felipe V durante la Guerra de Sucesión). Hoy día sólo queda de ella un cubo cilíndrico de piedra, con el escudo familiar, adosado a la reconstrucción posterior del edificio, propiedad del Ayuntamiento.

Fuentes y bibl.: Archivo Histórico Nacional, Secc. Nobleza, Frías, C. 382, D. 11; Secc. Estado, legajos 1337 y 2097, Relación de los servicios de D. Juan de Salamanca, Caballero de la orden de Calatrava y capitán de cavallos corazas españolas en los Estados de Flandes, año 1651; Archivo General de Indias (Sevilla), Indiferente General, 116, n.º 63, Relación de servicios del Maestre de Campo Don Juan de Salamanca cavallero del abito de Calatrava y corregidor de la ciudad de Ciudad Rodrigo, diosele el gobierno de la Havana el año de 659; Audiencia de Santo Domingo, Cartas de Gobernadores, r. 1, n. 7, n. 24, n. 32, n. 33, n. 43 n. 45; Archivo de los Condes del Campo de Alange, Árboles genealógicos del apellido Salamanca, y Testamento del Maese de Campo don Juan de Salamanca caballero dela horden de calatraba Gobernador y Capitan General dela isla de Cuba y ciudad de san Cristóbal dela abana, a quien su Majestad de Felipe quarto que esta en el cielo confio el gobierno y birreynato delas islas filipinas y presidencia dela Real Chancillería de Manila, otorgado en Burgos el 19 de septiembre de 1667 ante Antonio Ruiz de Vallejo; Real Academia de la Historia, Col. Salazar y Castro, D-34 fols. 8-10-v.

L. Salazar y Castro, Historia genealógica de la Casa de Lara, Madrid, Imprenta Real, 1696 [Bilbao, Wilsen Editorial, 1988, t. IV (moderno), pág. 779]; F. J. Alegre, Historia de la Compañía de Jesús en Nueva España, t. III, México, por C. M. Bustamante, 1842; P. Santacilia, Lecciones orales sobre la Historia de Cuba. Pronunciadas en el Ateneo Democrático Cubano de Nueva York, Nueva Orleans, Imprenta de L. E. del Cristo, 1859; J. de la Pezuela, Diccionario geográfico, estadístico, histórico de la Isla de Cuba, Madrid, Imprenta del Est. de Mellado, 1863, t. I, págs. 183-184, y t. II pág. 175, y t. IV, Madrid, Imprenta del Banco Industrial y Mercantil, 1866, pág. 393; M. Villar Macías, Historia de Salamanca, t. II, Salamanca, Imprenta de F. Núñez Izquierdo, 1887; G. Chacón (atrib.), “Crónica de Don Juan II”, en Colección de Documentos Inéditos para la Historia de España, t. XCIX, Madrid, por el marqués de la Fuensanta del Valle, Imprenta de R. Marco y Viñas, 1891, págs. 82 y 132; F. Figueras, Cuba y su evolución colonial, La Habana, Editorial Cenit, 1907, págs. 279-282 (La Habana, Editorial Isla, 1959); A. Ballesteros Beretta, Historia de España y su influencia en la Historia Universal, t. IV, Barcelona, Salvat Editores, 1926, pág. 473; M. Basas Fernández, “Mercaderes burgaleses del siglo XVI”, en Boletín de la Institución Fernán-González (Burgos), año XXXIII, n.º 127 (1954), pág. 164; I. García Rámila, “La capilla de la Cruz o de los Salamanca, en la Iglesia parroquial de San Lesmes, Abad”, en Boletín de la Real Academia de la Historia (Madrid), t. CXXXVI, cuad. II (1955), págs. 217-249; M. Basas Fernández, El Consulado de Burgos en el siglo XVI, Madrid, Escuela de Historia Moderna, Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), 1963; C. Fernández Duro, Armada Española desde la unión de los reinos de Castilla y de Aragón, t. IV, Madrid, Museo Naval, 1972; G. Parker, El ejército de Flandes y el Camino Español. 1567- 1659, Madrid, Alianza Universidad, 1985 (Barcelona, Alianza Editorial, 2006); V. Cadenas Vicent, Caballeros de la Orden de Calatrava que efectuaron sus pruebas de ingreso durante el siglo XVIII, t. II, Madrid, Editorial Hidalguía, Instituto Salazar y Castro, CSIC, 1987, págs. 153-154; A. C. Ibáñez Pérez, Burgos y los burgaleses en el siglo XVI, Burgos, Ayuntamiento, 1990; F. Oñate Gómez, Blasones y linajes de la provincia de Burgos, Tomo I. Partido judicial de Briviesca, Burgos, Artecolor Impresores, 1991; Tomo II, Partido judicial de Burgos, Burgos, Diputación Provincial, 2001; G. Parker, La Guerra de los Treinta Años, Madrid, Machado Libros, 2003; E. A. Alonso López, “Mohínas de la Inquisición”, en http://www.kislakfoundation.org/prize/200201.html; B. M. Cahoon, “World Statesmen”, en http://www.worldstatesmen.org/Cuba.html

sábado, 29 de febrero de 2020

CVII, reg 1351, fol, 19, 12 marzo 1371


CVII.
Reg. n. 1351, fol. 19. 12 mar. 1371.

Al noble et amat mossen Thomas de Feelton gran senescal de Aquitania salut et dileccio. Jassia que nos ab alcuna letra nostra dada en Tortosa a XX dies de febrer del any dejus escrit hajam significat a vos nos haver assignats los lochs seguents ço es Valencia Saragoça Leyda o Tortosa per fer la batalla la qual es empresa de fer a nostre juiciament entre vos e mossen Ramon de Caussada senyor de Puigcornet: empero com ara maestre Guillelm de Melle de part vostra nos haja supplicat que a nos placia declarar en qual dels dits IIII lochs volrem ques faça la dita batalla: per tal nos sobre aço nostra intencio declarants la ciutat de Valencia per fer en aquella la dita batalla vinents vos e lo dit mossen Ramon apparellats segons que jaus havem significat a vos e al dit mossen Ramon per la present assignam e daquesta assignacio e denominacio de la dita ciutat de Valencia la present letra nostra manam a vos esser feta. Dada en Tortosa sots nostre segell secret a XII dies de març en lany de la nativitat de nostre Senyor Mil CCCLXXI. - Rex Petrus. - Franciscus Castello mandato regis facto per Bernardum de Bonastre secretarium. - Similis litera fuit directa dicto Raymundo de Caussada militi verbis tamen competenter mutatis.



miércoles, 21 de julio de 2021

XX, RANDA, DALT LO PUIG.

XX

RANDA.
DALT
LO PUIG.

Extén ta vista, observa l´hermosura,
Qu´altra
volta ´ns apar,
De Mallorca, la terra de ventura,
La filla de
la mar.

Hem corregut de camps y de vilatjes
Lo delicat
floret,
Hem cullit per riberes y boscatjes
De Bellesa
l´esplet.

Y ara demunt lo cim del Puig de Randa
S´axampla
´l nostre pit;
L´inspiració la voluntad comanda;
Refrèsca
´s l´esperit.

XX
RANDA.
EN LA CIMA DEL CERRO.



Tiende
la vista, contempla la hermosura, que otra vez se nos aparece, de
Mallorca, la venturosa tierra, la hija del mar.

Hemos
recorrido lo mejor de sus campos y pueblos; hemos gozado á la orilla
de los torrentes, y en lo hondo de los bosques, los tesoros de la
Belleza.
Ahora en la cumbre del Cerro de Randa, dilátase el
pecho; con los nuevos impulsos de la inspiracion, se reanima el
espíritu.




Aquí
vénen, plorant amargues penes
Del mon, los ermitans,
Preferint
á la vida entre cadenes
La vida dels milans.

Sant Honorat
los lliura de desgracia,
S´en puja l´oració;
Los ascolta la
Verge de la Gracia,
Y alcánçalos perdó.

Aquí vengué la
gloria d´esta terra
Lo mártyr Ramon Lull;
Aquí somnis
d´amor, visions de guerra
Giravan per son ull...

La Verge
de la Gracia té edifici,
Que sembla, si be mir,
Arrufat baix
penyal, qu´es com cilici,
De Pedra ´l Monastir.

Veig en
la coma, guarda que pastura,
De Randa ´l llogaret;
Abaix, de
Lluchmajor la vila sura
En estanchs de vinyet.



Prop
d´ella jau lo Camp de la batalla,
¡Recordança cruel!
Lo
rey en Jaume (III) ab l´inimich batalla,
Donant l´ánima
al Cel.







Aquí
vienen, llorando las amargas penas del mundo, los pobres ermitaños;
prefirieron á la antigua vida entre cadenas, la libre vida de las
águilas.

San Honorato los libra de males, y sube su oracion
al Cielo; los escucha nuestra Señora de Gracia, y alcánzales el
perdon.

Aquí vino la gloria de esta tierra, el mártir
Raimundo Lulio; aquí fantaseaba sueños de amor divino, visiones de
cruzadas...

Nuestra Señora de Gracia tiene una iglesia, que,
acurrucada en el hueco de un peñasco, que tiene forma de cilicio, se
parece, si bien se mira, al Monasterio de Piedra, de Aragon.



En
la cañada, desparrámase el lugarejo de Randa, como rebaño que
pace; y abajo, la villa de Lluchmayor flota en un mar de
viñedos.

Cerca de la villa está el Campo de la batalla. ¡Oh
cruel recuerdo! Paréceme ver al rey D. Jaime III pelear
valerosamente, y perder allí la vida.





A
llevant, per la costa, la badía,
Forma lo llunyadá,
D´Alcudia,
com antiga sagetía
D´hont vètla ´s l´Africá.



Y
vers garbí, ¿sentiu com remoreja
Ab les ones lo vent?
De
Palma la badía als peus planeja,
Blava, gran, imponent.

¡Qué
lluny está d´aquí la bella Palma,
En braços de la mar!
¡Deu
te guart, oh Ciutat! ¡Pugas en calma
Eternament
durar!

Setembre de 1881.







Por
la costa de levante, asoma á lo léjos la bahía de Alcudia, como
antigua saetera, desde la cual se vigila á los Africanos.



Y
mirando á poniente, ¿oís el rumor de las olas y los vientos? La
bahía de Palma se extiende á nuestros piés, azul grande,
majestuosa.



¡Cuán
léjos está de aquí la bella Palma, abrazada por el mar! ¡Guárdete
Dios, ciudad mía! ¡Ojalá vivas en paz eternamente!

(V.
nota 15.)

jueves, 12 de marzo de 2020

Núm. 15. Reg.n.1377.fól. 52. 21 abr. 1340.

Núm. 15.
Reg.n.1377.fól. 52. 21 abr. 1340.

Senyor ben creu vostra altea saber lo pecat et desaventura ques esdevenguda a la armada e estol del rey de Castiella en la qual senyor vos haviets mesa gran part. Perque senyor sia cert a la vostra altea que ja ha en Valencia moltes persones que son scapades de la bataylla et conten en sustancia los affers per aquesta manera. Que IIII o V dies ans de lo dia de la bataylla lalmirayl del rey de Castiella tenc consell ab los comits et altres homens de cap de la sua armada et de aquelles IIII galeas quey eren de vostras gens: e lo consell fo aquest que con ell faria tocar la trompeta o enafil que al primer toch tothom sarmas et al segon toch de la enafil que tothom levas lanchora et al terç toch que tothom fos apparellat de la batayla en axi senyor que lo dit almiral tench aquesta ordinacio III matins arreu e fes los dits senyals: e lo divenres ans dels rams lo fill del almirail ana parlar ab los moros et fo ab ells en tractament no sab hom qual e lo seguent dissapte per lo mati lo dit almiral no feu algun senyal ne feu tocar la dita anafil: e en aquest disapte mati ço es la vespre de rams les galeas dels moros van venir sobre los cristians e agren en Algecira Dalfadre refrescat de gens et darmes axi quey havia per galea de CCC a CCCC homens e los ramers eren tots guarnits et moltes de les galees dels moros que vogaven sotans en cascuna galea havien III castells plens de balesters et de arquers: e les galeas dels cristians qui no havien haut algun senyal o manament ne seren armades ne enbarbotades ne enfronelades ans cascuna per si staven surtes: e los moros vanse acostar a donar la bataylla et enviaren a la una sponera hon havia IIII galeas de vostres gens et una de janoveses no ben armades X galeas de moros ço es VI de una part et IIII de laltra: e aqui fo la batalla pus forts car les galeas dels castellans encontinent faeren al continent ço es ques gitaven en mar apres quel standart del rey de Castiella fo baxat e la galea del almirayl fo esvahida et nadant sen anaven a les naus qui aqui eren les quals eren del rey de Castiella de les quals
naus ne son escapades et fuites les X les quals son arribades a Cartagenia be ab V o VI milia persones qui son scapades de la dita bataylla et am molts de nafrats et am pochs storts de les vostres en axi que non son storts de les vostres sino entro a L qui son venguts en les dites naus. Item nes storta una galea vostra qui era de Valencia de la qual es comit Nantoni des Brull e sonsi perdudes tres galeas vostres et es hi mort en Dalmau de Cruilles qui fo ferit ab treta per lo pols que li passa de part en part. Lo divendres anit ans de la batalla lo fill del almiral lo qual es fuit ab les X naus que son a Cartagenia muda tota la vexella sua et de son pare et altres arneses et joyes en una galea sotil la qual sendema mati encontinent que la batalla se comensa sestola de les altres et fugi faen la via de Xibilia. El almirayl del rey de Castiella encontinent que viu que la bataylla era en mal partit demana segons ques diu que fos reebut a preso: empero senyor açi nos sap encara be si es pres o si es mort: perque senyor comunament tenen tuit que en aquests affers ha hauda traicio o gran defaliment de recapte. La desaventura senyor es stada molt gran et es mester senyor que sia proveit al perill esdevenidor. Senyor aquestes noves son de cert massa veres e jasia que no sien tals com jo a vos senyor les volria fer saber empero senyor si es necessitat que vos senyor les sapiats: aquesta terra es molt trista daquesta novella totes les galeas dels christians eren fort mal armades son si perdudes per totes XXVIII galeas et VII naus: eren les galeas dels moros XLIIII e leyns armats XXXV et haviahi en cascuna galea entre balesters et arquers CC homens ultra los qui vogaven qui eren tots armats: e les galeas dels cristians eren XXXll mal armades et XIX naus axi mateix mal armades: e entre les altres naus essi perduda una nau carregada darmes et de viandes del rey de Castiella et en la qual nau havia moneda per fer paga a les companyes de les dites galeas del rey de Castiella et CCCC cuyraces et CCCC balestes. Deus per sa merce mellor les noves et les obres amen. Scripta en Valencia divendres XXI dia del mes dabril. - Berenguer de Codinachs humil servidor vostre basan vostres peus et mans me coman en vostra gracia et merce.


sábado, 29 de febrero de 2020

CIX, reg, 1351, fol, 31, 10 abril 1371

CIX. 
Reg. n. 1351, fol. 31. 10 abr. 1371.

(Nota: En un texto anterior, CVII, se lee Thomas de Feelton gran senescal de Aquitania, en este: Guiana. En otros textos como el de Bernardino Gómez Miedes, "
Don Alonso sucedió por testamento en el Condado de la Proença de la Aquitania, que llaman Guiayna." ).


Lo rey. Be creem que sapiats com entre mossen Thomas de Feelton gran senescal de Guiana duna part e mossen Ramon de la Caussada senyor de Puigcornet de la altra es estada firmada batalla la qual ells han elegida fer en poder nostre: e nos sabents que la ciutat de Valencia es de les pus insignes de nostra senyoria et copiosa de viandes et de gents qui molt be sabran reebre les dites parts et ferlos aquell acolliment ques pertany e quey guardaran nostra honor havem deliberat que la dita batalla se faça en la dita ciutat on nos Deu volent entenem a esser per tenir lo camp segur e fer lo juciament de la dita batalla. E com lo portador de la present de casa del dit mossen Thomas sen vaja aqui per pendre posada per ops del dit mossen Thomas et per comprar aquelles viandes que haura mester e nos hajam deliberat que al dit mossen Thomas sia dada per posada lo monastir del frarers menors et altres entorn daquell a ops de les companyies que ab ell vendran: perçous deim et manam que guardant que en aquest fet va molt a la nostra honor acullgats graciosament lo dit mossen Thomas et ses companyies e aximateix per semblant manera los altres quant venran. E no resmenys donets al dit portador lo dit monastir per posada et li façats liurar viandes a covinent for et altres coses a ell necessaries: certificantvos que daçons farets pler et servey et lo contrari nos desplauria molt. Nos vos trametrem dins breus dies mossen Francesch Çagarriga lo qual vos dira sobre les dites coses pus largament nostra intencio. Dada en Tortosa sots nostre segell secret a X dies dabril del any MCCCLXXI. - Rex Petrus. - Dominus rex missit signatam. - Fuit directa locumtenenti gerentis vices gubernatoris in regno Valencie ac justiciis juratis et probis hominibus civitatis Valencie.


CVIII, reg 1351, fol, 24, 2 abril 1371

CVIII. 
Reg.n.1351, fol. 24. 2 abr. 1371.

Lo rey. Reebuda havem vostra letra sobral fet de la batalla de mossen Thomas de Feelton et de mossen Ramon de Caussada senyor de Puigcornet la qual han empresa de fer a nostre juiciament: e aquella entesa vos responem que si abans que nos haguessem atorgat de reebre lo dit juiciament vosaltres nos haguessets escrit segons que ara havets nos haguerem nostre acord sobre les rahons quens havets allegades ab la dita vostra letra: mas pus quel dit juiciament havem acceptat et lo fet es tant anant per res nou revocariem neu tornariem atras car conexer podets que nons estaria be non fariem nostra honor car nos enteniem et entenem quen fem gran gracia et plaer a cascuna partida et axis deu entendre de reptador et reptat car bo reptador desija portar a fi son proposit e lo reptat vol escusar sa fe. Ne contrasta ço que diets que la questio toca los reys de França et Danglaterra: car sils toca tocals en quant cascun rey ha affeccio a son vassal mas no per tant que per la dita batalla los dits reys guanyen ne perden res de lur dret. E quant aço que diets que si lo dia et camp escusar no podem a les partides seria pus rahonable ques faes en Leyda Cervera o Vich: diemvos que nenguns daquests lochs nons han pareguts covinents per II rahons entres les altres: la primera per quen I es la mortaldat o hi comença et laltre car si cavalls o arneses los fallien o altres coses necessaries a les partides mils nauran bon recapte a Valencia que en neguns dels dits lochs. E al als de quens supplicats que en cas que la dita batalla se haja a fer et nos puxa escusar façam de manera que la primera partida ne laltre de nos ne de nostres officials no haja de que rancurar: diemvos queus podets tenir per dit que nos per lo dit fet havem fetes et farem tals provisions que si fara dret juhi et agualtat. E daço poden estar ben segures ab II les partides. Dada en Tortosa sots nostre segell secret a II dies dabril del any MCCCLXXI. - Dominus rex missit sigillo sui anuli sigillatam. - Fuit directa Castellano Emposte et R. de Pegaria


domingo, 7 de julio de 2019

JAIME I IMPONE SU AUTORIDAD ANTE PEDRO AHONES


125. JAIME I IMPONE SU AUTORIDAD ANTE PEDRO AHONES
(SIGLO XIII. DAROCA)

JAIME I IMPONE SU AUTORIDAD ANTE PEDRO AHONES  (SIGLO XIII. DAROCA)


Jaime I apenas había cumplido los diecisiete años y era ya de ánimo tan esforzado y noble como alto de porte pues, como dicen sus cronistas, era un palmo más alto que los demás hombres. El valor y entereza que le habrían de caracterizar durante toda su vida se pusieron de manifiesto, a pesar de su corta edad, con motivo del enfrentamiento que sostuvo con don Pedro Ahones.

En efecto, Jaime I había citado en Teruel a todos los ricos hombres de su reino, con la pretensión de organizar una cabalgada a tierras de los moros levantinos, pero lo cierto es que no llegó ninguno a pesar de estar esperándoles durante tres semanas. Por el contrario, quien llegó fue una embajada del rey moro de Valencia, Zeyt Abuzeyt, que le solicitaba una tregua a cambio del pago de un tributo. Jaime I, con gran disgusto, pero ante la realidad de los hechos, pactó con el moro y decidió regresar a Zaragoza.

En el camino de vuelta, a la altura de Calamocha, tropezó con don Pedro Ahones —hermano del obispo de Zaragoza— y sus hombres, considerado el cabecilla del enfrentamiento nobiliario contra el rey, que pretendía ir a tierra de los moros levantinos por su cuenta. Le pidió el monarca que regresara con él pues precisaba hablarle junto con los demás nobles del reino, pero apenas consiguió que llegara a Burbáguena.

Reconvino el rey a Pedro Ahones por su actitud y le prohibió ir contra Valencia, puesto que ello significaría la ruptura de la tregua firmada con Zeyt Abuzeyt. El noble le contestó que había invertido mucho dinero en preparar la expedición y que no estaba dispuesto a obedecerle, lo cual obligó a Jaime I a arrestarle. Pero Pedro Ahones desafió al rey, llegando a luchar cuerpo a cuerpo, hasta que el sublevado logró escapar para ir a refugiarse al castillo de Cutanda.

Le persiguió Jaime I llegando a entablar batalla. Y antes de que el rey lo pudiera remediar, don Pedro Ahones fue herido de muerte por Martín Pérez de Luna. Don Jaime I, viendo que Pedro Ahones moría, no pudo contener las lágrimas. Pusieron al herido en un caballo, pero antes de llegar a Burbáguena murió. El rey lo hizo llevar a Daroca, donde le dio sepultura, con gran solemnidad, en la iglesia de Santa María la Mayor, bajo un epitafio que decía y dice: «Aquí yace D. Pedro Ahones. Año 1225».

Aquí yace D. Pedro Ahones. Año 1225, Daroca, iglesia, Santa María la Mayor





[Beltrán, José, «Muerte trágica de D. Pedro Ahones», en Tradiciones y leyendas de Daroca].



Pedro de Ahonés (? - Burbáguena , 1226) fue un caballero aragonés del linaje de los Ahonés. Conjuntamente con su hermano, el obispo Sancho de Ahonés y el también caballero Pelegrín de Ahonés, dominaban el Sobrarbe, Bolea y Loarre, que le había sido empeñado por el rey Pedro II de Aragón; asimismo, también tenía Tauste, cedido por Jaime I de Aragón. Fue servidor del rey Pedro II de Aragón y defensor de su hijo Jaime I de Aragón durante la minoría de edad de este. Posteriormente participó en las revueltas nobiliarias contra Jaime I de Aragón y fue muerto por los caballeros del rey durante una discusión con el rey. Su muerte originó la tercera revuelta nobiliaria contra Jaime I de Aragón.


Sus orígenes son desconocidos, y Jerónimo Zurita indica que fue criado en la corte del rey Pedro II de Aragón. Su hermanos eran el obispo de Zaragoza Sancho de Ahonés, y el caballero Pelegrín de Ahonés.

Servidor del rey Pedro II de Aragón, lo acompañó a la batalla de Las Navas de Tolosa. Tras la muerte del rey en la batalla de Muret, fue uno de los elegidos como embajador en Roma para pedir al papa Inocencio III la restitución del infante Jaime (el futuro rey Jaime I de Aragón), que entonces se encontraba en manos del conde Simón IV de Montfort.

En 1216 fue designado consejero de la Procuraduría y en 1217 participó en la conjura de Monzón para sacar el infante Jaime del castillo de Monzón. El 1218 fue nombrado consejero real de Jaime I y designado Mayordomo del Reino de Aragón sucediendo a su hermano Pelegrín de Ahones . Continuó sirviendo fielmente al rey durante la primera revuelta nobiliaria así como en la guerra entre Guillem de Montcada y Nuno Sanç de Aragón. Pero en 1224, durante la segunda revuelta nobiliaria traicionó la fidelidad al rey y se pasó al bando de los opositores. Terminada la segunda revuelta y liberado el rey, el año 1225 fue uno de los nobles que le acompañó al asedio de Peñíscola. El sitio no fue exitoso, pero el rey firmó una tregua con los sarracenos que garantizaba la paz pero que al mismo tiempo impedía cualquier expansión territorial hacia el sur.

En 1226, Pero de Ahones tuvo la intención de desacatar la orden del rey de respetar la tregua, pero el rey la interceptó antes de que iniciara la expedición. En medio de una fuerte discusión, acabó por batirse cuerpo a cuerpo con el rey, que le intimó a rendirse; pero pudo escapar y los caballeros del rey iniciaron una persecución, lo alcanzaron e hirieron mortalmente. Mientras lo trasladaban a Burbáguena para curar las heridas, murió. Su muerte a manos del rey fue la causa que desencadenó la tercera revuelta nobiliaria contra Jaime I de Aragón.

miércoles, 8 de mayo de 2019

LA CAÑADA DE LA CELADA, siglo XII, Cutanda

2.54. LA CAÑADA DE LA CELADA (SIGLO XII. CUTANDA)

Tras más de cuatro siglos de espera, el rey aragonés Alfonso I el Batallador acababa de reconquistar para los cristianos la ciudad de Zaragoza, que era la llave de todo el valle del Ebro. No obstante, su posesión todavía no estaba asegurada, pues cabía pensar una lógica reacción de los almorávides que, en efecto, no se dilató mucho, tras reunir un importante contingente de hombres y animales en al-Andalus.



Alertado del imponente ejército almorávide que se avecinaba desde Levante, el rey Alfonso I preparó de manera concienzuda la batalla que se presumía definitiva, de modo que ordenó a sus vigías y ojeadores que localizaran posibles escenarios favorables. Luego, en su tienda de campaña, rodeado por todos sus capitanes, el rey eligió de entre los lugares seleccionados una cañada —un valle estrecho pero poco empinado— que estaba cerca de la población de Cutanda, zona muy apropiada para poner tropas en celada, es decir, ocultas y amparadas por el terreno.
Una vez que se aseguró de que no había espías enemigos que pudieran descubrir su táctica, dirigió y concentró en la cañada elegida a sus huestes, ordenando destacar en dirección a la marcha de los almorávides algunas partidas poco numerosas de hombres armados. Cuando estos grupos fueron avistados por los moros, simularon que rehuían la lucha por miedo, y fueron retrocediendo hacia la «cañada de la celada».

Al-Tamín, el jefe almorávide, se cebó en aquellas partidas a las que trató de perseguir y, sin darse cuenta de la estratagema del Batallador, se encontró con la sorpresa que ni esperaba ni deseaba. La celada urdida en la cañada había dado su fruto y el lugar quedó sembrado de cadáveres, restos de los cuales se pueden descubrir todavía hoy.

Aparte del significado moral y de las consecuencias que la victoria tuvo para la seguridad de las tierras que Alfonso I había reconquistado, incluida Zaragoza, el botín tomado al enemigo fue impresionante, destacando más de dos mil camellos.
[Esteban, Rafael, Estudio histórico-político..., págs. 43-44.]


Cutanda es una localidad española perteneciente al municipio de Calamocha, en el Jiloca, provincia de Teruel, Aragón. Está situada a 1059 msnm y a una distancia de 83 km de Teruel. Su población era de 187 habitantes en el censo de 1990, 76 en el 2011.

Solo pasa un río cerca de este municipio en época de lluvias o cuando hay riadas (por lo general su cauce sirve de sendero), por lo tanto el cultivo de secano es su principal fuente de ingresos. De esta localidad era originario el edil del PP Gregorio Ordóñez, asesinado por ETA. Su padre era natural de Cutanda.

Por este pueblo pasa la ruta del Cid.

Cutanda se encuentra a 14 km al levante de Calamocha, y su castillo, conocido por la victoria de Alfonso I (1120), estuvo bajo varios tenentes y perteneció a aquella marca que gobernaban los señores de Belchite. A fines del siglo XIII se inició el señorío de la mitra de Zaragoza, que duró siglos. El castillo fue atacado por los castellanos en 1445, y todavía estaba en servicio en 1839, aunque no lo asaltaron los carlistas, pero se derruyó después de la segunda guerra carlista. Sus ruinas yacen sobre un otero próximo al pueblo y se reducen a un muro de 12 metros de longitud y 2 de espesor, recubierto de sillería, en cuya cara interna conserva restos de una bóveda de crucería, y sería la capilla o una sala, al parecer, de buena arquitectura. Andrés y Valero cita obras realizadas en 1243, 1500 y 1554, éstas, según el manuscrito de Espés, se referían a terminar aposentos, escalera, chimenea, etc. Los arzobispos lo destinaban a cárcel y depósito de cobros. Sería pues, una de las muchas obras que acometió el arzobispo Hernando de Aragón.

A diferencia de otros lugares de alrededor, la villa de Cutanda no formó parte de la Comunidad de Daroca.


La Batalla de Cutanda:

Tras la conquista de Zaragoza (por parte de Alfonso I), los Almorávides al mando de Ibrahim ibn Yuüsuf organizaron un gran ejército que frenara los avances de Alfonso I. La batalla favorable al rey aragonés (ayudado por Guillermo IX, duque de Aquitania), se dio el 17 de junio de 1120 en los campos de Cutanda, cerca de Calamocha. Así pudo el batallador consolidar sus conquistas, ocupando Calatayud, Daroca, alto Jalón y la orilla derecha del Ebro.

En el siglo XIV aún se decía: “Peor fue que la de Cutanda”.

En invierno tiene unas temperaturas muy frías, sin embargo en verano el calor es sofocante.




https://es.wikipedia.org/wiki/Guillermo_de_Poitiers

Guillermo de Poitiers —en occitano, Guilhem de Peiteus—, conocido también como Guillermo IX de Aquitania o Guillermo el Trovador —en francés, Guillaume le Troubadour— (22 de octubre de 1071-Poitiers, 10 de febrero de 1126), fue un noble francés, noveno duque de Aquitania, séptimo conde de Poitiers y primero de los trovadores en lengua provenzal del que se tiene noticia.

Nació en 1071, hijo de Guillermo VIII de Aquitania y de su tercera esposa, Audéarde de Borgoña, hija del duque Roberto I de Borgoña. Cuando falleció su padre en 1086, heredó unos dominios más extensos que los del propio rey de Francia, de quien era nominalmente vasallo. En los años 1101 y 1102, participó tardíamente en la primera cruzada tras la caída de Jerusalén. Sostuvo varias guerras contra los condes de Tolosa. Fue excomulgado en dos ocasiones, una de ellas por abandonar a su esposa legítima y arrebatarle a la fuerza la mujer a su vasallo el vizconde de Châtellerault. Entre 1120 y 1123 combatió junto a Alfonso I el Batallador, su concuñado, para intentar arrebatar a los musulmanes el reino de Valencia.

La vinculación de Guillermo el Trovador y Alfonso el Batallador es doble. De una parte, Inés de Aquitania —hermana de Guillermo el Trovador— casó con Pedro I de Aragón, el cual falleció sin descendencia masculina, heredando sus reinos su hermano Alfonso el Batallador. De otra, porque a la muerte del Batallador, que falleció sin descendencia, heredó sus reinos su hermano Ramiro II el Monje, el cual casó con Inés de Poitou, hija de Guillermo el Trovador. De ahí que el Trovador resultara cuñado de Pedro I de Aragón y concuñado de sus hermanos, Alfonso el Batallador y Ramiro el Monje.

De su matrimonio con Felipa de Tolosa tuvo los siguientes hijos:

Inés de Poitou (c. 1105-c. 1159), esposa de Aimar de Thouars y de Ramiro II de AragónGuillermo X de Poitiers (1099-1137), último duque de AquitaniaRaimundo de Poitiers (c. 1115-1149), por su matrimonio con Constanza, príncipe consorte de Antioquía.

Guillermo de Poitiers es el primer poeta de nombre conocido en las literaturas románicas. Se conservan 11 poemas suyos, en que la temática amorosa es tratada a veces con gran crudeza: se autodenominaba «trichador de dòmnas», alardeaba de sus proezas sexuales y muchos de sus poemas están dedicados a su amante, Maubergeonne, a la que llama la Peligrosa. En otra composición, pide a sus caballeros que le ayuden a escoger caballo:

Caballeros, aconsejadme en esta duda:
—nunca escoger me fue tan difícil—:
No sé si quedarme con [la dama] Agnes o con [la dama] Arsen.


En otros poemas, muestra una sensibilidad enteramente diferente:
folhon li bosc e li auzel
chanton chascus en lor lati
segon lo vers del novel chan:
adonc esta ben qu'om s'aizi
d'aisso dont om a plus talan.

Con la dulzura de la primavera
bullen los bosques y los pájaros cantan
cada uno en su latín
según el ritmo del nuevo canto:
así conviene que cada uno se regocije
en lo que más desea.

En chapurriau de Beseit:

En la dolsó del nou tems
lo bosque se cubrix de fulles y piulen los muixons,
canten cadaú en lo seu latín
segons lo vers del nou can:
aixina que está be que chalem
en lo que mes mos agrade.

Acogió en su corte al bardo galés Blédri ap Davidor, quien introdujo en las literaturas románicas la leyenda celta de Tristán e Isolda.