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viernes, 22 de noviembre de 2019

LOS CELOS DE ALFONSO DE BARBASTRO


3.6. AMORES Y DESAMORES

179. LOS CELOS DE ALFONSO DE BARBASTRO (SIGLOS XII-XIII. BARBASTRO)

Como cantaba un juglar de la época, era conocido que don Alfonso de Barbastro estaba casado con Elvira, una hermosa y complaciente mujer, de la que su marido desconfiaba, máxime cuando sabía con certeza que Bascuel de Cutanda la galanteaba en cuantas ocasiones tenía, aunque también es cierto que la dama no le correspondió nunca.

LOS CELOS DE ALFONSO DE BARBASTRO (SIGLOS XII-XIII. BARBASTRO)


Con sigilo, dado el caso, solicitó consejo a sus más íntimos amigos, tramando con ellos una estratagema plausible que le hiciera salir de dudas. Así es que comunicó Alfonso a Bascuel que iba a acudir en ayuda del rey de León contra los musulmanes, y le pidió que le acompañara, puesto que el rey de Aragón no precisaba por entonces de sus servicios. Don Bascuel, como caballero que era, le contestó públicamente que le acompañaría, aunque es sabido que en privado manifestó todo lo contrario.

Ambos caballeros, tras preparar de forma concienzuda el viaje, salieron una tarde de Barbastro, en compañía de sus fieles escuderos. La primera etapa fue, por lo tanto, corta. Así es que al llegar la noche, amparados por la oscuridad y cada uno por su lado, don Alfonso y don Bascuel decidieron regresar a Barbastro.

Se presentó don Alfonso, el marido, en su casa haciéndose pasar por su rival, pero doña Elvira, que se dio cuenta del engaño, lo hizo apalear y encerrar hasta la mañana siguiente, mientras se entregaba a don Bascuel.

Cuando se hizo de día, doña Elvira reunió a sus vasallos que habían quedado en la ciudad y les refirió cómo don Bascuel había intentado deshonrarla, lo que provocó la ira de todos, que se aprestaron a tomarse la justicia por su mano. Así es que llegaron a la estancia donde creían estaba encerrado don Bascuel y se encontraron con el marido, produciéndose el natural desconcierto.

Don Alfonso se vio obligado a pedir perdón a su mujer y al propio don Bascuel, que dijo haber regresado a Barbastro al notar la ausencia de don Alfonso en el campamento.

[Raynouard, François, Choix des poésie originales des troubadours, págs. 398-414. Ubieto,Antonio, Historia de Aragón: Literatura medieval, I, págs. 357-358.]

lunes, 18 de noviembre de 2019

EL PRÍNCIPE DE VIANA ESCAPA DE MALLÉN


163. EL PRÍNCIPE DE VIANA ESCAPA DE MALLÉN (SIGLO XV. MALLÉN)

Es de todos conocido cómo las relaciones entre Juan II, rey de Aragón, y su primogénito don Carlos, príncipe de Viana —nacido de su primer matrimonio con doña Blanca de Navarra— fueron difíciles y generalmente hostiles, tanto como para cambiar el signo de la propia Historia de haber heredado a su padre en los reinos navarro y aragonés.

EL PRÍNCIPE DE VIANA ESCAPA DE MALLÉN (SIGLO XV. MALLÉN)


Buena parte de su vida —hasta que muriera quizás envenenado por orden de su propia madrastra, doña Juana Enríquez, segunda esposa de Juan II— la pasó don Carlos confinado o prisionero de su padre en lugares diversos (Lérida, Aytona o Morella), contándose entre ellos el zaragozano pueblo de Mallén, situado en el límite fronterizo entre Aragón y Navarra, reino este último en el que el príncipe contaba con bastantes adeptos inquebrantables, aglutinados en el bando llamado de los beamonteses.

En su forzoso destierro de Mallén, para tratar de sobrellevar mejor el confinamiento, el príncipe se hizo enviar a la estancia del castillo donde estaba cautivo algunas de sus más preciadas pertenencias personales (libros, alhajas, objetos de arte mueble) que, sin duda alguna, le aliviaron el transcurrir tedioso del día a día mientras esperaba una vez más su liberación.

Pero como considerara injusta la sanción impuesta por su padre, el príncipe de Viana decidió fugarse del castillo de Mallén, tramando la manera de hacerlo con sus partidarios, que eran muchos. Como la ocasión de evadirse se presentara de manera súbita, mucho antes de lo esperado, apenas tuvo don Carlos tiempo para ir sacando disimuladamente sus pertenencias sin levantar sospechas, de modo que, convenientemente guarecidas, se decidió a enterrarlas con todo sigilo y secreto en el edificio y solar que había sido su cárcel, tarea para la que sólo contó con su paje de confianza.

Llegado el momento convenido, amparado en la ayuda que se le prestaba desde el exterior, en la oscuridad de la noche y en una cierta permisividad por parte de sus carceleros, don Carlos huyó, dejando al parecer tras de sí un importante tesoro que él nunca recuperó y que generación tras generación de Mallén han buscado infructuosamente hasta hoy.

[Transmitida oralmente.]


Príncipe o princesa de Viana es el título que ostenta el heredero o heredera del Reino de Navarra. Fue instituido por Carlos III el Noble para su nieto Carlos, llamado desde entonces de Viana, nacido del matrimonio entre su hija Blanca y Juan, príncipe de Aragón. Tras la conquista del Reino de Navarra por Castilla en 1512, dicho título se transmitió a dicha Corona y posteriormente a los monarcas españoles, unido al de príncipe de Asturias, Gerona, duque de Montblanc, conde de Cervera y señor de Balaguer.


Actualmente ostenta el título la heredera de la Corona española, Leonor de Borbón.

Fue un reflejo de lo que venía ocurriendo en Europa, donde los príncipes herederos recibían un título que los dotaba de unas rentas para su beneficio personal. Así existen, entre otros, el príncipe de Asturias, en Castilla; el príncipe de Gerona, en Aragón; el delfín, en Francia; el príncipe de Gales, en Inglaterra; o ya en épocas más recientes, el príncipe de Beira, en Portugal o el príncipe de Orange en Holanda.

El documento que instauró dicho título está fechado en Tudela el 20 de enero de 1423 y dice así:

Carlos, por la gracia de Dios, rey de Navarra, duque de Nemours: a todos los presentes, y advenir, que las presentes letras verán, salud. Como el linage humano sea inclinado, y apetezca, que los hombres deban desear pensar en el ensalzamiento del estado y honor de los hijos, y descendientes de ellos, y poner y exaltar aquellos en acrecentamiento y supereminencia de dignidad y honra, y por gracia, y bendición de nuestro Señor Dios, nuestros muy caros y muy amados hijos el infante D. Juan de Aragón y la reina D.ª Blanca, nuestra primogénita y heredera, hayan habido entre ellos al infante D. Carlos, lur hijo nuestro muy caro y muy amado nieto, hacemos saber, que Nos por el paternal amor, afición y bienquerencia, que habemos, y haber debemos al dicho infante D. Carlos nuestro nieto, queriendo poner, constituir, y ensalzar en honor y dignidad, según somos, tenidos y lo debemos hacer, movidos por las causas, y razones sobredichas, y otras que luengas serán de exprimir, y declarar, de nuestra cierta sciencia, y movimiento proprio, gracia especial, y autoridad real, al dicho infante D. Carlos habemos dado y damos, por las presentess, en dono y gracia especial, las villas y castillos y lugares que se siguen. Primo, nuestra villa y castillo de Viana con sus aldeas. Ítem nuestra villa y castillo de Laguardia con sus aldeas. Ítem nuestra villa y castillo de Sanct Vicente con sus aldeas. Ítem nuestra villa y castillo de Bernedo con sus aldeas. Ítem nuestra villa de Aguilar con sus aldeas. Ítem nuestra villa de Uxenevilla con sus aldeas. Ítem nuestra villa de Lapoblación con sus aldeas. Ítem nuestra villa de Sanct Pedro, y de Cabredo, con sus aldeas y todas nuestras villas, y lugares, que habemos en la Val de Campezo; y assí bien nuestros castillos de Marañon, Toro, Ferrera y Buradón; y habemos erigido y erigimos, por las presentes, nombre y título de Principado sobre las dichas villas y lugares, y le habemos dado, y damos título y honor de Príncipe; y queremos, y ordenamos, por estas presentes, que de aquí adelante se intitule y nombre Príncipe de Viana, y todas las dichas villas, castillos, y lugares, hayan de ser y sean del dicho Principado, y de su pertenencia. Ítem ultra, al dicho infante nuestro nieto, ultra las villas de Corella y Cintruénigo, que le dimos antes de ahora, habemos dado, y damos por las presentes, en herencio perpetuo, nuestra villa de Peralta y Cadreita con sus castillos; y queremos que de aquí adelante él se haya de nombrar señor de las dichas villas de Corella y Peralta. Y todas
nuestras dichas villas, castillos, y lugares, habemos dado y damos, por las presentes, al dicho infante D. Carlos nuestro nieto, con todos sus vasallos, que en ello son, y serán, para que los tenga, possida, y espleite y defienda, como cosas suyas propias. Toda vez por cuanto, según fuero, y costumbre del dicho reyno de Navarra, aquel es indivisible, y non se puede partir, por esto, el dicho infante, non podrá dar en caso alguno, vender, y alienar, empeynar, y dividir, ni distrayer, en ninguna manera, las dichas villas y castillos, y lugares en todo, ni en partida, en tiempo alguno en alguna manera; antes aquellas quedaren íntegramente, é perpetualmente, á la corona de Navarra.

Y así mandamos á nuestro tesorero, y procuradores, fiscal y patrimonial, y qualesquiere nuestros oficiales, que las presentes verán, que al dicho infante D. Carlos, ó a su procurador por él, pongan en possession de las dichas villas, castillos, y lugares, y le dexen, sufran, y consientan possidir, y tener aquellos, como cosas suyas propias; car assi lo queremos, y nos place. En testimonio de esto Nos habemos fecho sellar las presentes en pendientes de nuestro gran sello de chancillería con lazo de seda en cera verde. Dada en Tudela en veinte de jenero l'aynno del nacimiento de nuestro Señor mil quatrocientos y veinte y tres. Por el Rey: Martín de San Martín, secretario.

Tras la conquista del reino de Navarra peninsular por Fernando el Católico (Medio hermano del fallecido Carlos, príncipe de Viana), a principios del siglo xvi, y al proclamarse Fernando rey de Aragón y Navarra, el título de príncipe de Viana quedó vinculado al heredero de la Corona de Aragón primero, Castilla después y finalmente, España.

Tanto la dinastía de los Albret como su sucesora, la dinastía Borbón, también siguieron usando los títulos de rey de Navarra y de príncipe de Viana en Ultrapuertos (Baja Navarra), convirtiéndose más tarde en la dinastía reinante en Francia.

Escudo de Carlos I en la muralla de Viana, con las armas de Navarra en 1. En 2 Castilla y León; en 3 Aragón y Dos sicilias y en 4 Aragón.


Escudo de Carlos I en la muralla de Viana, con las armas de Navarra en 1. En 2 Castilla y León; en 3 Aragón y Dos sicilias y en 4 Aragón.

domingo, 17 de noviembre de 2019

LA REINA MARÍA LLORA LA AUSENCIA DE ALFONSO V


161. LA REINA MARÍA LLORA LA AUSENCIA DE ALFONSO V
(SIGLO XV. ZARAGOZA)

Doña María —hija de Enrique III el Doliente, rey de Castilla, y esposa de Alfonso V el Magnánimo, rey de Aragón— había ido a rezar un día al llamado templo de Diana, ataviada con un blanco vestido y adornada con un hermoso collar de la orden de la Jarra pendiente del cuello. Cuando acabada su oración comenzó el camino de regreso al palacio real, en la Aljafería de recuerdos moros; quienes la servían y estaban a su lado dicen haberla visto suspirar tristemente maldiciendo su soledad ante la prolongada ausencia del rey, que una vez más estaba en Nápoles.

LA REINA MARÍA LLORA LA AUSENCIA DE ALFONSO V  (SIGLO XV. ZARAGOZA)


Recordaba la reina el ya lejano momento en que su esposo, al son de múltiples y estruendosas trompetas y tamboriles, se despidió cariñosamente de ella junto al barco «para yr en Berbería», quedando así como desamparada y sola.

Con grave dolor de corazón, rememoraba las tierras de Italia que había conocido, donde estaba el escenario de las andanzas de su marido el rey, y recordaba a la reina Juana de Nápoles, en cuya ayuda había acudido después Alfonso V aceptando la propuesta de la soberana napolitana de adoptarlo por hijo y nombrarle heredero del reino si le ayudaba militarmente contra Felipe III de Anjou, su gran enemigo, como así hizo.

Alababa la reina doña María, que era una mujer fuerte de espíritu, las victorias, los proyectos culturales y las múltiples empresas militares de su esposo, vencedor para entonces de dos reyes en África e Italia, pero se quejaba también amargamente y para su interior de que la «fortuna, ynvidiosa» le había mantenido alejado demasiado tiempo del reino, de sus tierras y de ella misma para ir a conquistar otros horizontes lejanos, dejando desventurada a ella, su esposa, que ahora se dolía llorosa, en silencio, sin compartir con nadie su pesar, tras el rezo en solitario en el templo de Diana.




María de Castilla (Segovia, 1 de septiembre de 1401 - Valencia, 4 de octubre de 1458). Infanta de Castilla, Princesa de Asturias (1402-1405) y reina de Aragón (1416-1458) por su matrimonio con Alfonso el Magnánimo. Primera hija de Enrique III «el Doliente» y de Catalina de Lancáster y hermana de Juan II.

Nacida en la ciudad de Segovia, María fue la mayor de los hijos del rey Enrique III y la reina Catalina de Lancáster. Su madrina fue la tía de su madre, María de Ayala, monja e hija ilegítima del rey Pedro I de Castilla. Creció en una residencia completamente regida por castellanos, en donde vivió hasta el momento de su matrimonio, lo cual era inusual para una infanta destinada a casarse con un príncipe extranjero. Su educación estuvo a cargo del Gran Senescal del reino, Pedro González de Mendoza, mientras que su gobernanta fue Inés de Ayala y Toledo, 3.ª señora de Casarrubios del Monte. Como hija primogénita, María fue investida con el título de Princesa de Asturias, reservado para el primero en la línea de sucesión. Su padre la hizo jurar heredera presunta del reino en las Cortes de Toledo el 6 de enero de 1402, siendo al mismo tiempo comprometida con su primo-hermano Alfonso, hijo de su tío paterno Fernando, como una forma de reforzar sus derechos sucesorios. El nacimiento de su hermano Juan (futuro rey) en 1405 la desplazó de la sucesión; desde ese momento, ella fue sólo Infanta.

Su infancia fue muy feliz, de acuerdo a las crónicas contemporáneas; la fragilidad de su salud no fue evidente hasta el momento de su matrimonio. Su padre murió cuando ella tenía cuatro años, dejando la corona a su hermano Juan II, haciéndola heredera presunta nuevamente. Su madre, la reina Catalina, gobernó el reino de Castilla como Regente durante la minoridad de su hijo y la Infanta pudo observar las capacidades de la reina en la labor gubernamental. Las acciones políticas de la Reina-Regente hicieron que posteriormente María fuera muy consciente de sus responsabilidades y prerrogativas como reina y como regente, que se confirmarían al entregársele el antiguo Señorío de Villena, a modo de Ducado de Villena, entre 1409 y 1415. Madre e hija fueron muy unidas y mantuvieron una frecuente correspondencia tras del matrimonio de la Infanta.

El compromiso entre María y Alfonso no fue formalizado hasta que ella cumplió los siete años de edad, aunque fue reconfirmado por el rey Enrique III en sus últimas voluntades y testamento.1​ En el mismo acuerdo, se pactan otras dos alianzas nupciales: entre el hermano de María, Juan II y la hermana de Alfonso, María, y entre la hermana menor de María, Catalina, con el hermano de Alfonso, Enrique.​ El matrimonio entre María y Alfonso se celebra en la Catedral de Valencia el 12 de octubre de 1415. La ceremonia fue oficiada por el antipapa Benedicto XIII, el cual también otorga la dispensa matrimonial para el enlace.1​ María recibió una espléndida dote consistente en tierras y rentas, a la vez que Alfonso era elevado al rango de Infante de Castilla. El rey Juan II luego se quejaría de que la dote de su hermana era demasiado grande y que en verdad era la más grande jamás recibida por alguna Infanta de Castilla.4​ Un año después, en 1416, su marido fue proclamado Rey de la Corona de Aragón, subiendo al trono como Alfonso V.

Las disputas familiares eran constantes gracias a las políticas de sus suegros, los reyes de Aragón Fernando y Leonor de Alburquerque. Los Infantes de Aragón, sus cuñados Enrique, Pedro y especialmente el intrigante Juan fueron extremadamente problemáticos e impertinentes durante la regencia de María.​

María tenía una salud delicada, posiblemente padecía de epilepsia. Un brote de viruela la dejó con cicatrices permanentes y sin atractivo. No tuvo su primera menstruación hasta los dieciséis años, por lo que la consumación de su matrimonio fue postergada hasta entonces; no tuvo hijos. Su unión fue simplemente política sin ninguna clase de afecto. Los pocos momentos felices que tuvo en su matrimonio tuvieron lugar durante los primeros años. La falta de descendencia afectó grandemente su matrimonio y el reinado de Alfonso V. La relación entre ambos empieza a deteriorarse visiblemente desde 1423, luego del retorno de Alfonso V de Nápoles y al enterarse de que la amante italiana de su marido, Giraldona Carlino, le había dado un hijo, Fernando. Terriblemente herida por su infidelidad, María le informa falsamente a su marido de que su madre había muerto con el propósito de herirlo. El divorcio no era una opción y la pareja permaneció unida sólo por conveniencia.

Durante los años 1420 y 1423 y a causa de las largas ausencias de Alfonso V tuvo que actuar como lugarteniente general de Aragón y en el principado de Cataluña entre los años 1432 y 1458.

Se involucró en las luchas que se desarrollaban en Barcelona entre los campesinos y los burgueses.

Tras la derrota de Ponza (1435) en la que Alfonso V fue hecho prisionero por los genoveses aliados al soberano napolitano, Renato de Anjou, María convocó cortes en Monzón para recabar los fondos para la liberación de su esposo.

En 1453 dejó Cataluña y se trasladó a Castilla donde intervino como mediadora en las luchas castellano-aragonesas y consiguió que se pactara la tregua de Valladolid.

Murió sin descendencia. Está enterrada en el Real Monasterio de la Trinidad en Valencia. Aunque la historiografía había tendido a considerarla una persona caritativa y devota, se ha señalado que la reina sentía predilección por los pequeños artistas y las obras humildes, y por ello jugó un destacable papel en la promoción artística y cultural de la época.

Earenfight, Theresa (2010). The king's other body: María of Castile and the crown of Aragon. Philadelphia: University of Pennsylvania Press.
ISBN 0-8122-4185-1.

sábado, 13 de julio de 2019

PEDRO III, EN LAS JUSTAS DE BURDEOS


129. PEDRO III, EN LAS JUSTAS DE BURDEOS (SIGLO XIII. BURDEOS)

PEDRO III, EN LAS JUSTAS DE BURDEOS (SIGLO XIII. BURDEOS)


Es históricamente conocido cómo Pedro III, rey de Aragón, yerno del desposeído y muerto Manfredo, rey de Sicilia, acabó tomando esta isla, vengando a su suegro e incorporándola a sus demás Estados.
Había recogido el guante retador de Conradino. Le quedaba pendiente todavía el personal ajuste de cuentas con Carlos de Anjou, el güelfo al que expulsara de Sicilia. El duelo entre Pedro III (excomulgado por el Papa) y Carlos de Anjou (hijo carísimo de la Iglesia) estaba previsto que se celebrara en Burdeos, en tierras del rey de Inglaterra, a quien el papa Martín IV le rogó que no lo permitiese, como trató de hacer.

papa Martín IV

No obstante, Pedro III no quiso faltar a aquella cita de honor, pero sabía que Eduardo de Inglaterra controlaría todos los caminos que llevaban a Burdeos y que, además, tenía que atravesar Francia, dos peligros a sortear.
Lo de Burdeos, en definitiva, era una trampa, pero su honor le llevaba a ella.
Sin embargo, en Burdeos todo se había preparado. La cristiandad entera estaba pendiente de lo que allí pudiera ocurrir. Entre las muchas comitivas que se dirigían a Burdeos estaba la del famoso mercader y tratante de caballos Domingo de la Figuera, conocido en toda Europa. Como siempre, su comitiva era numerosa. Al cargo de mercancías y cabalgaduras iban tres criados pobremente vestidos, aparte de su mayordomo. En realidad, el mayordomo era Pedro III y los tres criados Blasco de Alagón, Berenguer de Peratallada y Conrado de Llanzá.
Bajo el disfraz, la comitiva aragonesa llegó a Burdeos, donde era bien sabido que no acudiría Carlos de Anjou, por habérselo prohibido el Papa. El senescal de Burdeos recibió aviso de que le aguardaba un mensajero del rey de Aragón, un encapuchado que le dijo si estaba en condiciones de garantizar la seguridad del rey aragonés, quien se podría presentar allí en poco tiempo.
El senescal inglés indicó al mensajero que bajo ningún concepto se presentara Pedro III, pues sería preso, ya que los hombres del rey de Francia y de Carlos de Anjou estaban por todas partes. Entonces, el mensajero le dijo al senescal si conocía personalmente al rey aragonés. Como dijera que sí, el interlocutor le mostró su rostro y, sin pensarlo más, fue a tomar posesión de su sitio en el palenque. Sólo le pudieron hacer desistir tras recibir un documento acreditativo de haberse presentado a la justa.

[Balaguer, Víctor, Instituciones y reyes de Aragón..., págs. 115-123.]

Pere Rey, Pedro III de Aragón, representado en la Genealogía de la Casa de Aragón redactada por orden el rey Martín I de Aragón.
Pedro III de Aragón, representado en la Genealogía de la Casa de Aragón redactada por orden el rey Martín I de Aragón.


Pedro III el Grande en el collado de las Panizas, por Mariano Barbasán. 1891. (Diputación Provincial de Zaragoza).
Pedro III el Grande en el collado de las Panizas, por Mariano Barbasán. 1891. (Diputación Provincial de Zaragoza).
Pedro III de Aragón (Valencia, 1240 - Villafranca del Penedés, 11 de noviembre de 1285),​ llamado el Grande, fue hijo de Jaime I el Conquistador y su segunda esposa Violante de Hungría. Sucedió a su padre en 1276 en los títulos de rey de Aragón, rey de Valencia y conde de Barcelona. Además, llegó a ser también rey de Sicilia.

Casado el 13 de junio de 1262 en la catedral de Montpellier con Constanza de Hohenstaufen, hija y heredera de Manfredo I de Sicilia, fueron coronados en Zaragoza, probablemente el 17 de noviembre de 1276,​ en una ceremonia en la que Pedro canceló el vasallaje que con el papado había concertado su abuelo Pedro II.

Todo su reinado se centró en la expansión de la Corona de Aragón por el Mediterráneo y para ello aprovechó su matrimonio con Constanza para reivindicar la corona siciliana. Sicilia se encontraba desde 1266 bajo la soberanía de Carlos de Anjou quien, con el apoyo del papa Clemente IV, que no deseaba a ningún Hohenstaufen en el sur de Italia, había sido investido rey tras derrotar en Benevento a Manfredo, quien falleció en la batalla.

El monarca angevino hizo cegar a los tres hijos varones de Manfredo y, en 1268, capturó e hizo decapitar a Conradino que –como nieto de Federico II– era el último heredero varón de la casa Hohenstaufen. La línea sucesoria pasó entonces a Constanza, quien ofreció refugio en Aragón a las familias partidarias de su padre, los Lanza, los Lauria y los Prócidas. Desde ahí, Juan de Procida, Roger de Lauria y el resto del antiguo partido Hohenstaufen organizaron la oposición a Carlos de Anjou con Pedro como candidato con el apoyo bizantino.

Una flota de la corona aragonesa, al mando de Conrado Lanza, recorre en 1279 las costas africanas para restablecer la soberanía feudal de Aragón sobre Túnez, que la muerte del emir Muhammad I al-Mustansir había debilitado. Posteriormente, en 1281, Pedro III armó una flota para invadir Túnez y solicitó al recién elegido papa Martín IV una bula que declarara la operación militar como cruzada, pero el papa, de origen francés y partidario de Carlos de Anjou, se la negó.

Cuando la flota se disponía a zarpar, tuvieron lugar en Sicilia los acontecimientos conocidos como las Vísperas sicilianas que provocaron la expulsión de la isla, tras una gran matanza, de los franceses. Los sicilianos enviaron entonces una embajada a Pedro III ofreciéndole la corona siciliana, a la que tenía derecho gracias a su matrimonio. El rey aragonés puso entonces su flota rumbo a Sicilia, donde arribó el 30 de agosto de 1282 y fue coronado rey en la ciudad de Palermo.

Inmediatamente envió una embajada a Carlos de Anjou, que se encontraba en Mesina, instándole a reconocerle como rey de Sicilia y a abandonar la isla. La derrota de la flota angevina en Nicoreta, a manos del almirante Roger de Lauria, obligó a Carlos a dejar Mesina y refugiarse en su reino de Nápoles.

El papa Martín IV respondió a la coronación siciliana de Pedro III con su excomunión (9 de noviembre de 1282) y su deposición como rey de Aragón (21 de diciembre de 1283), ofreciendo la corona al segundo hijo del rey de Francia, Carlos de Valois, a quien invistió el 27 de febrero de 1284, y declarando una cruzada contra Aragón, entre 1284 y 1286, por su intervención en los asuntos sicilianos en contra de la voluntad papal. La mayor parte del conflicto se desarrolló en tierras catalanas, aunque los primeros episodios se sucedieron en la frontera navarro-aragonesa. Como respuesta, los aragoneses atacaron a los franceses en Mallorca y Occitania.

La situación en la que se encontró Pedro III era totalmente inestable, ya que no sólo tenía que enfrentarse a la invasión francesa que se preparaba al norte de los Pirineos, sino que tuvo que hacer frente a graves problemas en el interior de sus reinos surgidos ante las necesidades económicas que provocó la conquista de Sicilia.

Pedro III soluciona los problemas internos concediendo, en las Cortes de Tarazona (1283-84), la formación de la Unión aragonesa y prestando juramento al Privilegio General que defendía los privilegios de la nobleza; asimismo concedió al Condado de Barcelona la constitución “Una vegada l´any” en las cortes celebradas en Barcelona entre 1283 y 1284.

Solucionados los problemas interiores, pudo centrar su atención en la invasión francesa, que al mando del propio rey francés Felipe III tomó en 1285 la ciudad de Gerona, para inmediatamente tener que retirarse cuando la flota aragonesa retornó de Sicilia al mando de Roger de Lauria e infligió a la escuadra francesa una derrota total en las islas Formigues y a continuación una derrota en tierra en el barranco de las Panizas, cuando las tropas francesas se retiraban.

Tras su gran victoria, Pedro III se dispuso a enfrentarse a su hermano Jaime II de Mallorca y a su sobrino el rey Sancho IV de Castilla, que no le habían prestado apoyo durante su conflicto con los franceses,pero su prematura muerte lo impidió. A finales de octubre de 1285, el rey enfermó cuando se disponía a emprender viaje a Barcelona y tuvo que detenerse en la localidad de San Climent donde los médicos, que viajaron desde la capital para atenderle, no pudieron hacer nada para salvarle. Falleció el 11 de noviembre de 1285 en la festividad de san Martín. Los estudios forenses de sus restos, exhumados en 2010, indican que probablemente su deceso se debió a una afección pulmonar.

En su testamento, Pedro III dispuso que su cadáver recibiera sepultura en el Monasterio de Santes Creus, de la orden cisterciense. Las exequias del monarca se celebraron con gran solemnidad y el cuerpo del rey fue colocado en una urna de pórfido rojo, que el almirante Roger de Lauria trajo desde Sicilia. Él fue el primer monarca aragonés en recibir sepultura en el Monasterio de Santes Creus.

El rey Jaime II de Aragón, ordenó la erección de las tumbas del rey Pedro III el Grande, su padre, al mismo tiempo que disponía la creación de su propia tumba y la de su segunda esposa, Blanca de Nápoles. Se dispuso que los sepulcros se hallaran cobijados, como así se hizo, bajo baldaquinos labrados en mármol blanco procedente de las canteras de San Felíu, cerca de Gerona. Cuando el rey Jaime II dispuso la creación de su propio sepulcro, tomó como modelo el sepulcro de su padre.

El sepulcro del rey Pedro III fue realizado entre los años 1291 y 1307 por Bartomeu de Gerona y es más rico que el de su hijo Jaime II y su esposa. Un gran templete de caladas tracerías alberga el sepulcro del rey, consistente en una urna de pórfido rojo, antes una pila de baño romana, traída a España por el almirante Roger de Lauria. La urna de pórfido se encuentra rodeada por imágenes de santos.

El epitafio del rey Pedro III, colocado enfrente del mausoleo, en el pilar que separa el presbiterio de la capilla lateral del crucero, reza la siguiente inscripción:

PETRUS QUEM PETRA TEGIT GENTES ET REGNA SUBEGIT,

FORTES CONFREGITQUE CREPIT, CUNCTA PEREGIT, AUDAX MAGNANIMUS SIBI MILES QUISQUI FIT UNUS, QUI BELLO PRIMUS INHERET JACET HIC MODO IMUS, CONSTANS PROPOSITO VERAX SERMONE FIDELIS, REBUS PROMISSIS FUIT HIC ET STRENUUS ARMIS, FORTIS JUSTITIA VIVENS AEQUALIS AD OMNES, ISTIS LAUDATUR VI MENTIS LAUS SUPERATUR, CHRISTUS ADORATUR DUM PENITET UNDE BEATUR, REX ARAGONENSIS COMES ET DUX BARCINONENSIS, DEFECIT MEMBRIS UNDENA NOCTE NOVEMBRIS, ANNO MILLENO CENTUM BIS ET OCTUAGENO,

QUINTO, SISTE PIA SIBI TUTRIX VIRGO MARIA.

En diciembre de 1835, durante la Primera Guerra Carlista, tropas gubernamentales integradas por la Legión Extranjera Francesa (procedente de Argelia) y varias compañías de migueletes se alojaron en el edificio monacal, causando numerosos destrozos en el mismo. Las tumbas reales de Jaime II y su esposa fueron profanadas. Los restos de Jaime II, hijo de Pedro III, fueron quemados, aunque parece que algunos restos permanecieron en el sepulcro. La momia de la reina Blanca de Nápoles fue arrojada a un pozo, de donde fue sacada en 1854. El sepulcro de Pedro III, a causa de la solidez de la urna de pórfido utilizada para albergar los regios despojos, impidió que sus restos corrieran igual suerte.

En 2009 se hallaron los restos mortales del rey en su tumba de Santes Creus.​ Mediante una sofisticada técnica de endoscopia y una analítica de los gases contenidos en su interior, se ha podido comprobar que es la única tumba de un monarca de la Corona de Aragón que no ha sido nunca profanada.


De su matrimonio con Constanza en 1262 nacieron:

Alfonso III de Aragón (1265-1291), rey de Aragón, Valencia y conde de Barcelona.
Jaime II de Aragón el Justo (1267-1327), rey de Aragón, Valencia, conde de Barcelona, rey de Cerdeña y de Sicilia.
Isabel de Aragón (1271-1336), «Santa Isabel de Portugal», reina consorte de Portugal por su matrimonio en 1288 con Dionisio I de Portugal.
Federico II de Sicilia (1272-1337), rey de Sicilia.
Violante (1273-1302), casada en 1297 con el infante Roberto de Nápoles, futuro Roberto I.
Pedro de Aragón (1275-1296).
Tuvo tres hijos naturales de su relación con María Nicolau, antes de contraer matrimonio con Constanza:

Jaime Pérez de Aragón (m. 22 de mayo de 1285). Primer señor de Segorbe.5​ Casado con Sancha Fernández, hija de Fernando Díaz o Rodrigo Díaz, señor de Benaguasil, y de su mujer Alda Fernández de Arenós, señora del Vall de Lullén, de quien tuvo a Constanza Pérez de Aragón quien fuera II señora de Segorbe, enlazada con Artal Ferrench de Luna, VIII señor de Luna;
Juan Pérez de Aragón;
Beatriz Pérez de Aragón, falleció en Portugal en 1316 y recibió sepultura en el monasterio de Monasterio de Santa Clara-a-Velha en Coimbra. Con su esposo, Ramón de Cardona, acompañó a su media hermana Isabel de Aragón cuando esta se casó con el rey Dionisio de Portugal. Fueron padres de cinco hijos: Guillermo, Ramón, Isabel, Beatriz y Leonor.
De la relación que mantuvo alrededor de 1275-1280 con Inés Zapata, a quien le donó las villas de Llíria y Alzira en el Reino de Valencia, nacieron cuatro hijos ilegítimos:

Fernando de Aragón. Caballero Hospitalario, su padre le dio el señorío de Albarracín en 1284 después de asediar y tomar la ciudad en septiembre de ese año, derrotando a Juan Núñez I de Lara. En 1305 fue enviado por su hermano Federico II, a ocupar Rodas y otras islas Griegas, expedición que fracasó.
Sancho de Aragón. Castellán de Amposta.
Pedro de Aragón,​ luego Pedro de Aragão, marchó al reino de Portugal en 1297 en compañía de su media hermana Isabel de Aragón y usó del apellido de Aragón y de las armas del rey su padre. Caballero hidalgo en Portugal. Su hermana, la reina Isabel, le dejó 1000 libras en su testamento otorgado en 1314. Se casó en Portugal​ con Constança Mendes da Silva, segunda hija de Soeiro Mendes "Petite" da Silva y de su primera esposa Maria Anes Brochado, de la cual tuvo un hijo.
Teresa de Aragón.​ Contrajo tres matrimonios: el primero con García Romeu III, ricohombre de Aragón, hijo de García Romeu II; el segundo con Artal IV de Alagón (m. 1295), X señor de Alagón en 1293, III señor de Sástago, I señor de Pina de Ebro, de Calanda y de Alcubierre, con descendencia; y el tercero con Pedro López de Oteiza.




Restos de Pedro III de Aragón en el siglo XXI
Restos de Pedro III de Aragón en el siglo XXI

miércoles, 3 de julio de 2019

EL ESCARMIENTO DE LOS NOBLES EN HUESCA


110. EL ESCARMIENTO DE LOS NOBLES EN HUESCA (SIGLO XII. HUESCA)

La muerte de Alfonso I el Batallador tras el desastre sufrido en Fraga dio origen a una grave crisis política e institucional de consecuencias variadas, entre ellas la de su propia sucesión como rey.
En esta faceta, la solución fue la entronización de su hermano Ramiro II que era monje.
Con su coronación como rey de Aragón, no finalizaron todos los problemas planteados, siendo uno de los más importantes el descontento entre una buena parte de los seniores o tenentes del reino, quienes habían defendido otra solución dinástica.
Ramiro II el Monje, sin embargo, estaba más que resuelto a restablecer el orden y pacificar el reino para poder atender a los demás problemas, aunque no tenía opinión formada sobre cómo hacerlo, por lo que quiso conocer el parecer del abad de San Ponce de Tomeras, monasterio francés al que Ramiro había estado ligado como monje. Para ello envió al cenobio francés un mensajero, encargándole que le pidiese consejo acerca de lo que procedía hacer en aquellas condiciones.
El abad, cuidándose de dar el consejo por escrito, entró con el emisario en la huerta del monasterio y, en presencia del mensajero, fue cortando una a una las cabezas de las plantas que más sobresalían y eran más lozanas. Y una vez que hubo hecho esto le dijo que regresara a Huesca y relatara a don Ramiro II lo que acababa de ver.

Entendió el rey el mensaje y se dispuso a ponerlo en práctica. Así es que convocó en Huesca a los ricos hombres y procuradores de las ciudades y villas del reino para celebrar cortes, haciendo correr la voz de que, con tal motivo, pretendía fundir una campana que se oyese en todo su reino.

Se congregaron en Huesca todos los convocados y, llegado el momento, hizo entrar uno a uno a los nobles a la cámara donde iba a mostrar la campana, haciendo pasar primero a aquellos a los que quería escarmentar. Los quince elegidos fueron decapitados uno tras otro, haciendo pender sus cabezas de la soga que unía al badajo. Cuando los demás nobles vieron la escena, comprendieron el mensaje y la advertencia, acatando a Ramiro II como su soberano.

EL ESCARMIENTO DE LOS NOBLES EN HUESCA (SIGLO XII. HUESCA)


[Zurita, Jerónimo, Anales de la Corona de Aragón, libro II, págs. 222-223.]

Ver "la campana de Beceite" (no tiene nada que ver con esta historia).

lunes, 29 de abril de 2019

RAMIRO I LUCHA POR CALAHORRA


2.24. RAMIRO I LUCHA POR CALAHORRA (SIGLO XI. CALAHORRA)

Cuenta la leyenda, que fuera recogida en forma de romance, cómo resolvieron los hermanos Fernando I, rey de Castilla y León, y Ramiro I, rey de Aragón, la contienda entablada entre ambos por la posesión de Calahorra, importante enclave del curso medio del Ebro en tierras riojanas. «Por quitar muertes y guerras», acordaron que lidiasen solamente dos caballeros, uno de cada bando, de modo que el vencedor obtendría la plaza para su señor, quien la dominaría en adelante.
Fernando, el monarca castellanoleonés, nombró para que le representara en la lid al famoso guerrero Rodrigo de Vivar, mientras Ramiro, el aragonés, depositaba su confianza en Martín González. Ambos paladines acudieron convenientemente pertrechados al campo de batalla convenido al efecto, entablando un duro y cruento combate cuerpo a cuerpo. Cuando ya estaban quebradas las lanzas y heridos ambos contendientes, Martín gritó bravuconamente al Cid que
«non volveréis a Castilla
/ni Jimena, vuestra esposa,
/jamás vos verá a su lado».
Rodrigo, enfurecido por aquellas palabras, se encomendó a Dios y comenzó a combatir a Martín con tales fuerzas, que lo derribó al suelo, segándole la cabeza con su espada.
Tras limpiar parsimoniosamente de sangre el arma y dar gracias a Dios por la victoria que acababa de lograr para su rey y su reino, se dirigió el Cid Campeador a los jueces de la contienda preguntándoles si debía hacer algo más para ganar definitivamente la ciudad, concluyendo éstos que, según el trato pactado, el rey aragonés Ramiro I había perdido todos sus posibles derechos sobre la misma. El rey Fernando se dirigió raudo hacia él para abrazarlo y felicitarlo. Calahorra sería en adelante castellana.
[Gella, José, Romancero Aragonés, págs. 48-49.]


Calahorra es un municipio y ciudad de la comunidad autónoma de La Rioja, España, perteneciente a la comarca de la Rioja Baja. Tiene 23.827 habitantes,4​ según los datos del INE para el año 2016, una extensión de 91,41 km² y una densidad poblacional de 260,5 hab/km². Ostenta los títulos de Muy Noble, Muy Leal y Fiel Ciudad. Desde los siglos IV-V es sede de la diócesis de su mismo nombre, que en tiempos pasados llegaba hasta el Cantábrico. Es la segunda ciudad de la comunidad autónoma de La Rioja en importancia y población tras la capital, Logroño y la más importante dentro de La Rioja Baja.


Destaca por su producción agrícola, sus viñedos y su antigüedad. Fue una importante ciudad romana: Calagurris Nassica Iulia que se hizo famosa con el asedio de Pompeyo pues prefirió que murieran de hambre casi todos sus habitantes antes que rendirse al enemigos (esta es la Fames Calagurritana simbolizada por la Matrona) y por su ceca que mantuvo hasta la Edad Media. Por ello ofrece una gran variedad de monumentos y rasgos históricos, fundamentalmente romanos. Calahorra, además, es cuna del gran maestro en oratoria Marco Fabio Quintiliano, autor de varios textos y maestro en la corte romana, y de uno de los mejores poetas cristianos de la Antigüedad, Aurelio Prudencio, autor del Peristephanon, catorce himnos dedicados a santos mártires (entre los que se encuentran los patronos de Calahorra: San Emeterio y San Celedonio). Como curiosidad, en honor a la ciudad se le otorgó a un cráter de Marte el nombre de Calahorra.


RAMIRO I LUCHA POR CALAHORRA (SIGLO XI. CALAHORRA)









  • Amela Valverde, Luis (2002) "Calagurris y la fijación de nuevos límites territoriales en la antigüedad". Kalakorikos, n.º 7, pp. 31-50.
    • Amigos de la Historia de Calahorra (2011). "Historia de Calahorra"
    • Catalán Carbonell, Fernando; Valoria Escalona, Miguel Ángel; Catalán Carbonell, José Joaquín (1970). "Conozca Calahorra y su comarca". Calahorra: Gráficas Numancia.
    • de Felipe Castillón, Jesús (2000). "Calahorra". León: Edilesa.
    • Gómez Fraile, José M.ª (2001) "Sobre la adscripción étnica de Calagurris y su entorno en las fuentes clásicas". Kalakorikos, n.º 6, pp. 27-70.
    • Gutiérrez Achútegui, Pedro (1959) "Historia de la muy noble, antigua y leal ciudad de Calahorra". Logroño: Talleres Gráficos de Editorial Ochoa
    • Schulten, Adolf (1927) "Las referencias sobre los Vascones hasta el año 810 después de J.C.". Revista Internacional de Estudios Vascos.



  • Ayuntamiento de Calahorra