CAPÍTULO XXVIII.
Viene
el apóstol Santiago a España, y predica en los pueblos Ilergetes:
memorias que hay de esta venida, y otros sucesos hasta la muerte del
emperador C. Calígula.- Del imperio de Claudio; venida de los
apóstoles san Pedro y san Pablo a España, y cosas notables
acontecidas en los pueblos Ilergetes hasta la muerte del emperador.
En el año 37 después de la natividad del Señor, en
cumplimiento de lo que había mandado a sus sagrados apóstoles, que
fuesen por todo el mundo predicando el Evangelio, vino Santiago el
Mayor a España. De la certeza y verdad de esta venida no tengo qué
decir ni probar nada, porque además de ser opinión común y
averiguada de todos los historiadores, lo confirman las memorias y
acuerdos que quedan de ella, que negarla sería impiedad;
particularmente en la ciudad de Zaragoza queda la columna
o pilar en que apareció al santo apóstol la Virgen
nuestra señora.
Por qué parte entrase en España el glorioso
apóstol y qué orilla fue la dichosa que le recibió, cuando vino de
Jerusalén, está en duda; y aunque don Mauro Castellá Ferrer en
su historia de este glorioso apóstol averigua con gran diligencia
todo lo que toca a su vida y hechos, pero acerca de esta entrada por
dónde fue no puede afirmar cosa cierta. Lo que da por firme y
verdadero, es su venida a España, y haber predicado en Braga,
Iria-Flavia, que hoy llaman el Padrón, en las ciudades de Lugo,
Sevilla, Granada, Cartagena, Toledo, Astorga, Palencia y Julio-Briga,
que algunos dicen ser Logroño; y en la corona de Aragón, en
las ciudades de Zaragoza, Tarragona, Barcelona, Valencia; y
a
las más dejó obispos y memorias de su santa predicación.
Sin estas ciudades y otras muchas de España, llegó también a los
pueblos ilergetes, y en ellos predicó; y en la ciudad de
Lérida, cabeza de ellos, además de haber predicado el
Evangelio, hizo muchos milagros, y entre otros sanó un pie a
un peregrino, en cuya memoria está instituida en aquella ciudad una
capilla que es llamada lo Peu del Romeu, y en memoria de estos
milagros obró Dios por el santo apóstol, cada año, el día de su
fiesta, hacen los niños unas lanternillas de papeles de
colores, y meten dentro unas candelillas de cera, y con
aquello andan por las calles celebrando la memoria del glorioso
apóstol, y porfían entre ellos sobre qué lanternilla está mejor,
cumpliéndose lo que dice el salmista: Ex ore infantium et
lactantium, etc. Esto refiere el doctor Antonio Juan García,
canónigo de Barcelona, en la historia de san Olaguer;
y el Licenciado Gaspar Escolano, cronista del reino
de Valencia, no solo afirma esta venida del santo apóstol a
Lérida, pero añade haberse el santo aposentado en el Iugar donde
hoy queda la dicha capilla, y todo aquel barrio se llama hoy El
Pie del Romeu. El doctor Pujades dice lo mismo. Fue esta
venida cuando el santo venía de Zaragoza a Tarragona y Barcelona; y
así se puede afirmar por cosa cierta y averiguada, que los primeros
pueblos de Cataluña que merecieron oír la predicación del
santo apóstol y recibir la ley evangélica, fueron los pueblos
ilergetes, en quienes había de dar el santo primero que en
otros, por ser confinantes con Aragón, de donde venía;
así que, se pueden con mucha razón gloriar los pueblos ilergetes
de haber sido la primera tierra de Cataluña en que fue
predicado el Evangelio, y experimentó el poder de Dios con
los milagros del santo apóstol, patrón y amparo de las Españas,
por cuyo medio recibieron nueva luz y conocimiento del verdadero
Dios, cosa que generalmente desearon todos los españoles, pues es
cierto que pocos meses después de muerto Cristo señor nuestro,
según dice Lucio Dextro (que
escribía con la zurda), o su autor, enviaron embajadores
al Colegio Apostólico, para que alguno de ellos viniera a dar
noticia de Dios, enseñar su ley sacrosanta y el camino del cielo,
que con su muerte dejó llano y abierto para todos los que supiesen
aprovechar su muerte y predicación.
De lo que pasó en
Tarragona, y del primer obispo que dejó en ella y en
Barcelona el santo apóstol, y demás cosas que hizo, lo dejo,
remitiendo al curioso a Flavio Dextro y
demás autores que tratan de ello.
Vivía por estos tiempos en la
ciudad de Lérida Porcia Nigrina, hija de Cayo Porcio
Nigrino, que fue cónsul en Roma. Esta señora casó con Cayo
Licinio Saturnino, hijo de Cayo, y muerto él, quiso se
perpetuara su memoria, como lo usaban los romanos, y se conserva en
la Seo de Lérida en un mármol que está al lado del
evangelio, en la capilla mayor, o junto a ella, en la pared, que dice
de esta manera:
C. LICINIO
C. F. GAL.
SATURNINO
AEDIL.
II. VIR.
PORCIA P. F. NIGRINA
UXOR.
Que Porcia Nigrina,
hija de Porcio, mujer de Cayo Licinio Saturnino, hijo de otro Cayo,
de la tribu Galeria, que había sido edil y del regimiento de la
ciudad y sacerdote, dedicaba aquella memoria a su marido difunto.
Esta Nigrina fue muy alabada por el grande amor que tuvo a su
marido, y cuando quemaban su cuerpo, como se usaba entre los romanos,
quiso ser quemada con él, y lo fuera, si los que estaban con ella no
la sacaran de las llamas. Fue este hecho muy admirado en aquellos
siglos, y no lo pudo disimular Marcial, el cual, aunque
siempre andaba en burlas, pero en este hecho cantó con muchas veras
estos versos:
O faelix animo, faelix Nigrina marito,
Atque
inter latias gloria prima nurus.
Te patrios miscere juvat cum
conjuge census,
Gaudentem socio participemque viro.
Arserit
Evadne flammis injecta mariti:
Haec minus Alcestim fama sub astra
ferat.
Tu melius certe memisti pignora vitae,
Ut tibi non
esset morte probandus amor.
Dichosa tierra y dichosos pueblos,
que tales mujeres producían !
En el año 38 de Cristo señor
nuestro, murió el emperador Tiberio César, después de haber
gobernado el imperio romano veintitrés años, sucediéndole Cayo
Calígula, que murió el año de 42, después de haber imperado
tres años, poco más o menos.
Favorecía Dios a España, dándole
por medio de santísimos predicadores la luz del santo Evangelio y
doctrina cristiana, y cada día llegaban a ella varones
verdaderamente apostólicos a trabajar en esta viña del Señor. En
el año 44 vino de Jerusalén san Tesifonte, discípulo de
Santiago, que le había acompañado cuando se volvió a Jerusalén.
Era este santo árabe de nación, y antes que se convirtiera a
la fé, se llamaba Abenatar; tuvo un hermano llamado Cecilio,
que también es santo, y fue obispo iliberitano:
nacieron el uno ciego y el otro mudo, y Cristo señor
nuestro les dio vista y habla (vista al mudo y habla al
ciego), y les encomendó al apóstol Santiago. Fueron
estos dos hermanos de aquellos doce discípulos que
traía consigo el apóstol y le iban acompañando por España,
predicando el evangelio; y cuando el santo apóstol se volvió a
Jerusalén, fueron con él, y después de haber padecido martirio,
que fue el año de 42, y haberle dado sepultura, siete de ellos, que
fueron Torcuato, estos dos
hermanos, Segundo, Idalecio, Hesiquio y Eufrasio, se fueron a Roma,
donde el apóstol san Pedro les hizo obispos y les envió a España,
para continuar la predicación evangélica que su maestro había
comenzado, como lo dicen claro Dextro y el papa Gregorio séptimo
en una carta que escribió al rey Alfonso de Castilla, y lo
refiere Baronio en las anotaciones al Martirologio romano,
a 15 de mayo, que se celebra la fiesta de estos siete santos. Dejo
los lugares donde predicaron los seis, y vengo a san Tesifonte, como
a cosa nuestra. Este santo, viniendo de Roma, predicó el evangelio
con gran fervor y fundó el cristianismo en la ciudad de
Urgel. Así lo dicen fray Prudencio de Sandoval,
dignísimo obispo de Pamplona, en la Historia de los
monasterios del orden de san Benito de Castilla, y el padre
Francisco Diago en la Historia de Valencia (lib. 4, c.
6.); y añade que la ciudad de Urgel se llama Vergidum,
porque está en un lugar
y asiento donde los montes Pirineos, tan nombrados, comienzan a
torcerse y derribarse algún tanto a la parte del mediodía; y de
aquella torcedora le vino el nombre de Vèrgido, que lo
significa, como derivado del verbo vergo, el cual tiene esta
significación; y no sería fuera de propósito afirmar qué este
santo fuese el primer obispo de la ciudad de Urgel; y lleva camino,
porque no es verosímil que habiendo en este tiempo obispos en
Zaragoza, Barcelona, Tarragona, y no muchos años después en
Tortosa, viniese a faltar en los pueblos o región de los ilergetes,
que era de las pobladas y fértiles de España, donde predicó la
palabra de Dios, viviendo santísimamente. Fue san Tesifonte hombre
muy docto, y dejó escritos dos libros en tablas de plomo, para que
durasen más; y por merced y favor de Dios, han comparecido en
nuestros días, como diré después: el uno se llama Fundamentum
Ecclesiae y el otro De Essentia Dei. Duró su predicación hasta el
año 57, en que, como dice el autor de Dextro, fue al concilio
iliberitano, que se iba juntando no muy lejos de donde está
hoy la ciudad de Granada, donde iban llegando los discípulos
de Santiago y otros para conferir cosas muy importantes al alto
oficio que tenían; y antes que estuviesen allá juntos, llegó un
ministro de Satanás, llamado Aloro, juez de Nerón
y tal el uno como el otro, y les prendió y hurtó todo lo que
tenían, y les mandó quemar, y pasando por este martirio, se fueron
a gozar de Dios, cuya ley santa predicaban. Sus huesos y cenizas y
los libros que estos santos dejaron escritos tomaron sus discípulos,
y los escondieron en partes secretas, donde les dejaron hasta que el
Señor, por quien murieron, lo descubriese para mayor gloria suya y
consolación del pueblo cristiano; y fue del modo dirémos en
el capítulo siguiente, que no es justo dejarlo, por ser cosa tocante
a nuestro primer prelado y predicador.