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domingo, 28 de junio de 2020

341. FUENTES DE EBRO SALVADA DE LA PLAGA DE LA LANGOSTA


341. FUENTES DE EBRO SALVADA DE LA PLAGA DE LA LANGOSTA
(SIGLO XV. FUENTES DE EBRO)

A través de la leyenda, conocido es el éxodo que los mozárabes de Sarakusta tuvieron que sufrir en un momento determinado de la dominación mora de la ciudad, dando origen al nacimiento de El Burgo de Ebro. También es sabido cómo la imagen de la Virgen por la que sentían especial predilección —cuya capilla estaba situada junto a la iglesia de San Miguel— decidió marcharse tras ellos, apareciéndose a un pastor. Para mejor guarecerla, se le construyó una ermita y pasó a ser conocida como Nuestra Señora de Zaragoza la Vieja.

Pues bien, en cierta ocasión, en torno al año 1421, todo el término municipal de Fuentes de Ebro se vio invadido por una terrible plaga de langosta que cubrió toda la huerta y los campos de secano, de manera que todo cuanto alcanzaban a ver los ojos aparecía como teñido de un color parduzco, pues no se veía la tierra.

Ante el desastre —que pronto se convertiría en hambruna— que la plaga suponía, y no habiendo entonces remedio material ni humano para luchar contra una invasión tal de insectos tan voraces, los habitantes clamaron al cielo, buscando para ello la intercesión de Nuestra Señora de Zaragoza la Vieja, a la que llevaron desde El Burgo de Ebro hasta Fuentes en solemne procesión. Una vez acondicionada la imagen en la parroquia, los atribulados labradores celebraron grandes y hermosos cultos religiosos hasta componer una novena, pero, no obstante, la plaga persistía.

Por fin, finalizó la rogativa sin aparente resultado y, vencidos por la desgracia, decidieron devolver la imagen de la Virgen a su ermita de El Burgo, aviando las caballerías y el carro para llevarla. Pero, cuando desesperanzados estaban en estos menesteres, pudieron observar cómo de repente las langostas, levantando del suelo con un ruido ensordecedor, cubrieron repentinamente el cielo hasta ocultar por completo el sol, como si de una nube inmensa se tratara. Al poco rato desaparecieron como por arte de magia. Habían ido a ahogarse al río Ebro que corre cercano.
El retorno de la imagen de Nuestra Señora de Zaragoza la Vieja a su ermita de El Burgo de Ebro fue triunfal.

[Azagra, Víctor, Cosas nuevas de la Zaragoza vieja, I, pág. 28.]

martes, 23 de junio de 2020

326. NACIMIENTO DE LOS FUEROS DE SOBRARBE Y DEL JUSTICIA

8. ASPECTOS SOCIO-CULTURALES

8.1. LA JUSTICIA

326. NACIMIENTO DE LOS FUEROS DE SOBRARBE Y DEL JUSTICIA
(SIGLO XII. BARBASTRO)

Todavía no se había tomado a los moros la importante ciudad de Sarakusta y apenas se había sobrepasado el límite del pre-Pirineo, cuando la tradición legendaria hace nacer los fueros de Sobrarbe —origen de las libertades aragonesas y de la constitución política del reino—, y el Justicia de Aragón.

Cuenta la tradición legendaria que, tras una acción bélica rápida y victoriosa contra los musulmanes, unos trescientos caballeros sobrarbenses se reunieron, como era costumbre, para proceder al reparto del importante botín que acababan de conseguir, compuesto por armas, caballos, vestidos y enseres diversos, además de dinero, lo que dio origen a una gran controversia y a encarnizadas disputas, de modo que pensaron en la mejor forma de solventar de manera definitiva tan grave problema que les enfrentaba peligrosamente entre sí.

Después de largas y acaloradas deliberaciones, acordaron elegir un rey de entre uno de ellos, pero también un juez que estuviera entre ese rey y ellos mismos, al que llamaron Justicia de Aragón, y es opinión de algunos que antes eligieron al justicia que al rey.

Asimismo, antes de proceder a ambos nombramientos, como acababan de acordar, redactaron una serie de normas —que se llamarían fueros— que el monarca que saliera elegido debería jurar previamente, de manera que podría ser destronado si no las cumplía. Y, en adelante, cada nuevo rey, para serlo de forma efectiva, debería jurar que guardaría y haría guardar dichos fueros.

En virtud de este acuerdo pactado, los aragoneses han presumido siempre de que en Aragón antes hubo leyes que reyes.

[Ximénez Cerdán, Johan, Letra intimada, en Bonet, A.; Sarasa, E., y Redondo, G.,
«El Justicia de Aragón: Historia y Derecho», fol. XLIX vª. Delgado, Jesús, El Derecho aragonés, pág. 13.]

lunes, 22 de junio de 2020

246. EL CELEBRADO SALTO DE PERO GIL, ESCUDERO DEL CID


246. EL CELEBRADO SALTO DE PERO GIL, ESCUDERO DEL CID
(SIGLO XI. TRAMACASTILLA)

246. EL CELEBRADO SALTO DE PERO GIL, ESCUDERO DEL CID  (SIGLO XI. TRAMACASTILLA)


En cierta ocasión, cabalgaba el Cid con sus mesnadas por las tierras altas de la sierra de Albarracín. Iba camino de Valencia, tras haber pasado unos días en el palacio de la Aljafería, junto al rey moro de Sarakusta, su aliado. Se enteró el rey musulmán de Albarracín de la presencia en sus tierras de don Rodrigo y organizó una partida de jinetes armados, ordenándoles que hostigaran simplemente a las tropas cristianas, pero sin presentar batalla campal abierta. Avanzaban con absoluto sigilo para tratar de aprovechar al máximo el factor sorpresa.

Una tarde, cuando el sol estaba todavía muy alto en el horizonte, avistaron al grueso de la hueste cristiana junto al Villar, pero, dada la diferencia de fuerzas, decidieron seguir vigilantes y esperar a la noche. Sin embargo, un vigía moro descubrió, algo separados del resto, a un grupo de cuatro o cinco caballeros, entre los que se encontraba el Cid, así es que decidieron atacar al considerarse superiores.

El Cid y los suyos, apenas repuestos de la sorpresa, se aprestaron a la lucha. El cuerpo a cuerpo inevitable dejó algunos muertos sobre el monte y don Rodrigo se pudo poner a salvo, mas Pero Gil, su fiel escudero, salió huyendo por la inmensa llanada que tenía enfrente confiando en la velocidad de su caballo. Los perseguidores, conocedores del terreno, aflojaron incluso la carrera, sabedores de que al final del llano el fugitivo se encontraría con una foz inmensa que le obligaría a detenerse y por lo que quedaría a su merced.

En efecto, el corcel conducía a Pero Gil directamente hacia el profundo desfiladero de Barrancohondo. En su estrecha base, sólo cabía el hilillo de agua del río Guadalaviar. Al llegar al borde del precipicio, su caballo se detuvo temeroso del abismo que se abría a sus pies. Mas Pero Gil aguijoneó con fuerza al bruto, se abrazó a su cuello, y ambos aparecieron al otro lado del profundo foso. Los jinetes moros, llenos de espanto y de admiración a la vez, no se atrevieron a emular al cristiano, que, una vez libre, pudo llegar junto al Cid, que celebró su regreso.

Tan inverosímil gesta impresionó tanto a todos que los juglares cristianos y moros la cantaron pronto convertida en versos, difundiéndola de castillo en castillo, de plaza en plaza, de palacio en palacio.

[Tomás Laguía, César, «Leyendas y tradiciones...», Teruel, 12 (1954), 146-148.]

243. LOS MOZÁRABES DE ZARAGOZA, EXPULSADOS A EL BURGO

243. LOS MOZÁRABES DE ZARAGOZA, EXPULSADOS A EL BURGO
(SIGLOS X-XI. EL BURGO DE EBRO)

243. LOS MOZÁRABES DE ZARAGOZA, EXPULSADOS A EL BURGO  (SIGLOS X-XI. EL BURGO DE EBRO)


En Zaragoza —una de las principales ciudades con las que se encontraron los musulmanes al apoderarse de la Península Ibérica—, lo mismo que en otras muchas los cristianos que se quedaron tras la conquista habitaron en un barrio aparte y cerrado. Pues bien, en el barrio mozárabe zaragozano, ubicado en torno a la actual iglesia de San Miguel de los Navarros, existía una pequeña capilla que estaba dedicada a la Virgen, cuyo culto se remontaba a la época de la dominación romana.

En general, las relaciones entre moros y cristianos fueron pacíficas, pero no faltaron tensiones de cuando en cuando. En uno de esos momentos de crisis, los musulmanes zaragozanos hicieron desalojar totalmente el barrio mozárabe, llevando a todos sus habitantes a unos once kilómetros de Sarakusta, junto al río Ebro, naciendo así un poblado nuevo habitado exclusivamente por cristianos, el llamado Burgo de Ebro. Al dolor del traslado forzoso que tuvieron que padecer, los mozárabes zaragozanos hubieron de añadir la pena que les producía el hecho de que no les hubieran dejado llevar consigo su querida y venerada imagen de la Virgen.

Sin embargo, ya en El Burgo, una mañana de esas que se guardan siempre en el recuerdo, un pastor despertó a todos los convecinos con sus gritos de alegría, pues, mientras apacentaba sus ovejas, se le apareció la Virgen que se habían visto obligados a dejar en Zaragoza. Este hecho todavía les unió más de lo que estaban en aquel destierro obligado, dedicándose todos a la construcción de un templo para su guía y guardiana celestial.

Cuando Sarakusta fue reconquistada por Alfonso I el Batallador, retornaron a la ciudad los cristianos de El Burgo llevándose consigo la imagen de la Virgen, que fue colocada en la iglesia de San Miguel, donde recibió culto bajo la advocación de Nuestra Señora de Zaragoza la Vieja.
Pocos años después, hicieron que un escultor tallara una réplica exacta de su Virgen y, dejando la copia en San Miguel, llevaron en solemne procesión la auténtica a El Burgo.

[Faci, Roque A., Aragón..., II, págs. 22-23.
Sánchez Pérez, José A., El culto mariano en España, pág. 456.]


https://www.elperiodicodearagon.com/noticias/aragon/burgo-ebro-pueblo-industrial-donde-vive-bien_1395175.html

A solo 14 kilómetros de la ciudad de Zaragoza se sitúa el El Burgo de Ebro, uno de los tres emplazamientos elegidos por Amazon en Aragón para instalar uno de sus centros de datos. Este pueblo combina su alma rural con un poderío industrial que ni la última crisis ha mermado. Aquí se asienta un pujante plantel de fábricas, con el sector papel como principal referente, que genera más empleo que habitantes tiene el municipio, que ronda los 2.500 vecinos. El desembarco del gigante estadounidense sería el broche de oro para una localidad que hace gala de su calidad de vida, aunque el municipio prefiere no echar las campanas al vuelo a la espera de que se concreten los planes de la multinacional. Era un pueblo eminentemente agrícola hasta que a mediados de los años 80 el ayuntamiento vio que su futuro pasaba por la expansión industrial. «Fue una apuesta acertada que tratamos de continuar», afirma el actual alcalde, Vicente Royo, del PSOE, partido que lleva 36 años con el bastón de mando municipal. Así es como nació el polígono Royo Cabezón, el primero de los cuatro que tiene y al que siguió La Noria y El Espartal I. EL HITO DE SAICA La creación de este último fue clave porque supuso la implantación hace 26 años de la papelera aragonesa Saica, la principal industria local y una de las mayores de todo Aragón. El cuarto polígono que vio la luz fue El Espartal II, que acabó de urbanizarse en el 2006, a las puertas de la crisis. Actualmente cuenta con poca actividad, algo que podría cambiar ya que es el lugar donde Amazon prevé instalarse, ocupando 10 de las 65 hectáreas del complejo. El municipio cuenta con un total de 273 hectáreas de superficie industrial. Además de Saica, en su nómina de empresas destacan el fabricante de papel tisú ICT, la segunda en importancia, con casi 250 trabajadores, o Grávalos, con otros 200 empleados, que produce piezas técnicas para el automóvil y electrodomésticos de gama blanca. Otras firmas relevantes son Bynsa, Tubos Perfilados, Cavenco y Meyco. Los indicadores socioeconómicos dibujan una localidad con una posición por encima de la media de la comunidad. La tasa de paro ronda el 8%, cerca de dos puntos por debajo del conjunto de Aragón y seis menos respecto a España, y ocupa el puesto número 11 en renta por habitante en el ranking autonómico. Una de sus bazas es que la gran recesión del 2008 pasó bastante desapercibida para El Burgo. «Nuestras empresas no pasaron grandes dificultades. Todas siguieron funcionando y muchas ampliaron luego su actividad», destaca Royo. Sobre la llegada de Amazon, el alcalde asegura que no cuenta con la confirmación oficial de la empresa ni de la DGA. «Ojalá llegue a buen término, pero somos cautelosos ante lo que pueda conllevar o si servirá para atraer más empresas», explica. La gran asignatura pendiente del municipio es el desdoblamiento de la N232. Ahora solo hay autovía hasta Zaragoza, pero si todo va bien, cuando Amazon llegue –se estima que sea en el año 2022–, ya estará en servicio el tramo hasta Fuentes de Ebro.

229. LA CONVERSIÓN DEL MORO TOCÓN


229. LA CONVERSIÓN DEL MORO TOCÓN (SIGLO XII. DAROCA)

229. LA CONVERSIÓN DEL MORO TOCÓN (SIGLO XII. DAROCA)


Tras la reconquista de Sarakusta por Alfonso I el Batallador, pasó a poder de los cristianos aragoneses un importante número de poblaciones, entre las que se encontraban Daroca y las aldeas aledañas de su término. Entre éstas se hallaba el cercano pueblecito de Langa, habitado tras la reconquista por mudéjares que se entregaron fundamentalmente al cultivo de la tierra y al pastoreo de unas cuantas ovejas. De entre esos mudéjares, la providencia dispuso que uno, conocido por el nombre de Tocón, pasara a la posteridad.

Por aquel entonces, aparte de la guerra abierta y permanente entre musulmanes y cristianos, cuyo escenario principal se había desplazado hacia el sur y el Levante, en el reino aragonés fueron habituales y constantes las rencillas y los enfrentamientos entre los propios seniores o nobles cristianos, conflictos que muchas veces tuvo que cortar de raíz el propio monarca.

Así es que, poco tiempo después de la reconquista de Daroca y su término, tuvo lugar una de estas sangrientas disputas y uno de los nobles, acosado por los hombres armados de su rival, fue a refugiarse en una pequeña ermita que, levantada en medio del monte, estaba dedicada a la Virgen. De nada le sirvió al fugitivo acogerse a este recinto sagrado, de modo que fue asesinado y su cuerpo sin vida abandonado.

La imagen de Nuestra Señora, al ver profanada su propia mansión, decidió dejar el templo profanado y fue a buscar cobijo en una humilde cabaña propiedad de un moro de Langa llamado Tocón, un hombre de recta e intachable conducta aunque su Dios fuera otro que el de los cristianos que se mataban de manera tan ignominiosa.

Los cristianos de Langa, ahora dominadores, no podían consentir que la imagen continuara en poder de Tocón, un moro en definitiva, y arrebatándosela la depositaron en la nueva iglesia del pueblo, mientras levantaban una ermita en el lugar donde la Virgen había elegido. El moro Tocón, sintiéndose llamado por aquella señal del cielo, se convirtió al cristianismo y se hizo bautizar, y la Virgen que le distinguiera con su elección recibió desde entonces el nombre de Nuestra Señora de Tocón, denominación por la que todavía se le conoce.

[Faci, Roque A., Aragón..., II, págs. 35-37. Bernal, José, Tradiciones..., págs. 152-153.
Sánchez Pérez, José A., El culto mariano en España, pág. 405.]

domingo, 14 de junio de 2020

198. LAS REVUELTAS MUSULMANAS PREVIAS A LA RECONQUISTA DE SARAKUSTA


198. LAS REVUELTAS MUSULMANAS PREVIAS A LA RECONQUISTA DE SARAKUSTA
(SIGLO XII. ZARAGOZA)

A principios del siglo XII —poco antes de ser reconquistada la ciudad por los cristianos que capitaneara Alfonso I el Batallador— se respiraba en Sarakusta un ambiente de descontento y de absoluta anarquía como ponían de manifiesto los pequeños pero continuos intentos de sublevación contra el rey taifal de la Aljafería.
Una de aquellas habituales algaradas tuvo como protagonista principal a una hermosísima mujer que hacía algún tiempo se había quedado viuda, una mora llamada Adelfa, que habitaba en uno de los más suntuosos palacios árabes de la ciudad. Casi todos los hombres importantes del reino zaragozano pretendían su amor, pero sólo un tal Abuhasalem consiguió que Adelfa se fijara en él y aceptara sus proposiciones. Era éste sobrino del rey Amad Dola, que acababa de abandonar exiliado la ciudad forzado por la victoriosa sublevación de Ben Alhag.
Otro de los notables sarakustíes totalmente rendido y apasionado por la viuda Adelfa era Zila, quien, celoso, sin duda alguna, aprovechó el estado de anarquía reinante en la ciudad para dirigir hábilmente sus ataques contra Abuhasalem, afirmando que éste se había quedado en Sarakusta para derrocar al usurpador Ben Alhag y reconquistar el trono abandonado a la fuerza por su tío. Abuhasalem intentó defenderse a toda costa de la multitud que lo acusaba, pero nada pudo hacer y finalizó perdiendo la vida en la revuelta, aunque no sin antes acabar él mismo con la del embustero e intrigante Zila.
Cuando la sangrienta pelea entablada entre los bandos en discordia se hallaba en su pleno apogeo, la viuda Adelfa fue puesta a salvo por Teófilo, un esclavo cristiano de los moros, que la condujo y ocultó en la capilla de Santa María la Mayor. Pasaron algunos días y Adelfa, que había reflexionado sobre todo lo sucedido, pidió ser bautizada y se convirtió al Cristianismo. Y si poco se sabe de ella una vez liberada Zaragoza por Alfonso I el Batallador, sí al menos quedan noticias de que su cadáver fue sepultado en las catacumbas, junto con los innumerables mártires de Zaragoza.
[Sánchez Pérez, José A., El Reino de Aragón, págs. 105-111.]

196. LA VENGANZA DE ABDELMELIC


196. LA VENGANZA DE ABDELMELIC (SIGLO XI. ALBARRACÍN)

A fines del siglo XI, los territorios independientes de la taifa de Albarracín estaban rodeados de los de la importante taifa de Sarakusta, de los de Molina, Cuenca y Alpuente, y de unos minúsculos señoríos vasallos del Cid. Sus pequeñas cortes eran hervideros de confabulaciones y las relaciones con los alcaides de sus fortalezas no estaban exentas de episodios más o menos intrigantes.
El segundo señor independiente de la Sahla, Abdelmelic ben Razín, tuvo ocasión de vivir una de estas intrigas en el castillo de Adakún, hoy Alacón, del que era alcaide y vasallo suyo un tal Obaidalá, cuñado de Abdelmelic, puesto que estaba casado con una hermana de éste.
Tramó con cuidado y sigilo Obaidalá el asesinato de su cuñado y señor, hombre ya mayor, con el deseo de sucederle en el gobierno de la Sahla. Para ello, invitó a su palacio a Abdelmelic y a sus hombres de confianza, ofreciéndoles un banquete en el que corrieron profusamente comida y vino. Cuando el señor de Alacón creyó llegado el momento, sus esbirros se lanzaron sobre Abdelmelic y le hirieron gravemente. Ante el drama que se estaba produciendo, la hermana del agredido —y esposa a la vez del agresor— pudo subir al piso superior y solicitar auxilio al exterior, de modo que los servidores de Abdelmelic entraron en el recinto y prendieron a los agresores, dejando con vida al traidor y a su hijo, tal como les pidió su señor, que yacía herido.

Los organizadores de tan sangriento festín fueron castigados con saña para que sirviera de escarmiento y Abdelmelic —que salvó la vida, aunque le quedaron cicatrices del atentado— hizo comparecer públicamente a Obaidalá, su cuñado, ordenando que le cortaran manos y pies, que le vaciaran los ojos y, por fin, que fuera crucificado a la vista de todos, como así se hizo, desoyendo las súplicas de su hermana. En cuanto al hijo del señor de Alacón, que era su sobrino y había participado también en la conspiración, decidió dejarle en libertad, pero no sin antes ordenar que le fuera cortado un pie para que nunca le pudiera perseguir.
Hay quien, todavía hoy, cree oír en Alacón, junto a las ruinas del castillo, los lamentos de una mujer, sin duda la esposa de Obaidalá, gemidos por el hijo al que su marido, el señor de la Sahla, castigara.

domingo, 24 de noviembre de 2019

SELIMA, LA PRETENDIDA DE IBN ABDALÁ DE ZARAGOZA


189. SELIMA, LA PRETENDIDA DE IBN ABDALÁ DE ZARAGOZA
(SIGLO VIII. DAROCA)

SELIMA, LA PRETENDIDA DE IBN ABDALÁ DE ZARAGOZA


Esta historia tuvo lugar en pleno territorio musulmán, en la época del llamado emirato independiente de Córdoba, cuando Sarakusta (Zaragoza) era gobernada, en nombre y representación del emir cordobés, por un tal Ibn Abdalá. El moro en cuestión se vio obligado a buscar la ayuda de Carlomagno para afianzar su tambaleante poder por todo el valle del Ebro, pues no debemos olvidar que toda la Marca Superior de al-Andalus era un enrevesado entresijo a modo de pequeñas cortes tribales, difícilmente controlables desde la lejana Córdoba y casi tampoco desde Sarakusta.

Entre los territorios que, más en la teoría que en la práctica, dependían políticamente del sarakustí Ibn Abdalá estaban los que se administraban desde Daroca, que era una importante plaza fortificada.

Vivía en Daroca Selima —una sobrina del mismísimo Muza y a la sazón esposa de un tal Ahmar—, bella mujer de la que gobernador Ibn Abdalá se había enamorado y pretendía hacer suya, si bien se vio rechazado de manera reiterada en sus pretensiones.

La providencia quiso que Ahmar falleciera por aquel entonces y la bella Selima, ahora viuda y, por lo tanto, libre, rechazó una vez más los galanteos del gobernador, que visitaba con cierta frecuencia Daroca para poder verla. Mas si en vida de Ahmar la prudencia le hizo actuar con cautela, ahora tomó muy a mal la pertinaz negativa de Selima, de modo que, despechado y abusando de su poder, mandó prenderla y enterrarla viva en lo más profundo de las mazmorras del castillo darocense.

Desde entonces, de cuando en cuando, hay quienes oyen extraños ruidos y lastimeros lamentos que surgen de la oscuridad y, en ciertas ocasiones, se puede ver cómo una sombra vaga y casi difuminada recorre la muralla y los restos del castillo de Daroca, portando unas tenues luminarias en su mano invisible. Se trata, sin duda alguna, de la sombra quejumbrosa y errante de la fiel y hermosa Selima que pide venganza.

[Beltrán Martínez, Antonio, Leyendas aragonesas, pág. 120.]


jueves, 14 de noviembre de 2019

LA PRISIÓN DE LA REINA DOÑA URRACA

156. LA PRISIÓN DE LA REINA DOÑA URRACA (SIGLO XII. EJEA DE LOS CABALLEROS)

En el año 713, la población de Ejea cayó en manos de los musulmanes, como buena parte del valle del Ebro, pasando a depender de la circunscripción que encabezaba Sarakusta. Una buena parte de la población cristiana permaneció en Ejea bajo la nueva dominación político-religiosa, constituyendo un aparte, el de los mozárabes. Aunque se toleraron, en general, siempre hubo un latente enfrentamiento entre ambas comunidades que hizo que se constituyeran en núcleos de población separados.

LA PRISIÓN DE LA REINA DOÑA URRACA (SIGLO XII. EJEA DE LOS CABALLEROS)


Los musulmanes ejeanos —llevado con un gran sigilo y guardando celosamente el secreto de la amplia red— horadaron buena parte del subsuelo urbano, construyendo túneles que atravesaban y atraviesan todavía buena parte de la Ejea antigua. Estos túneles eran conocidos como «cantamoras», y existen todavía los de la Corona, el Cuco o los Carasoles. Aún se conocen las salidas o «boqueras» del Cuco, de Santa María, y cuatro entre la calle Mediavilla y la de Ramón y Cajal, pues era exactamente por aquí por donde se encontraban las murallas que ceñían a la villa.

Uno de los túneles comunicaba la actual iglesia de Santa María (en la Corona) con la colegiata de San Salvador, prolongándose, según dice la tradición ejeana, hasta el imponente castillo de Sora, que, distante unos diez kilómetros de Ejea, domina las Cinco Villas.

Es precisamente en este largo túnel donde se descubrió el cadáver de una mujer que la leyenda identifica con la reina doña Urraca, la esposa de Alfonso I el Batallador, que, como se sabe, estuvo confinada o desterrada en El Castellar, y que la tradición ejeana la convierte en una torre llamada Torrelarreina, cuya salida o «boquera» estaba ligada a la «cantamora» que unía Santa María con Sora. Este túnel era el que utilizaba doña Urraca para asistir todos los días a Misa en la iglesia de Santa María.

Las «cantamoras» sirvieron de refugio de los musulmanes en el momento de la reconquista del Batallador, lo cual retardó la toma de Ejea. Y, durante siglos, la «boquera» de Torrelarreina (o entrada al túnel) se utilizó para depositar los cadáveres de los niños que nacían muertos y que, por lo tanto, no se les podía bautizar. Por ello, esta «boquera» recibió el nombre de Limbo.

[Proporcionada por Mª Tearesa Fago Liso y Mª Carmen Puyod Alegre.]

https://es.wikipedia.org/wiki/Ejea_de_los_Caballeros


sábado, 29 de junio de 2019

LA MUERTE DE SANCHO RAMÍREZ


95. LA MUERTE DE SANCHO RAMÍREZ (SIGLO XI. HUESCA)

LA MUERTE DE SANCHO RAMÍREZ (SIGLO XI. HUESCA)


Se estaba dilucidando en aquellos momentos el futuro del valle del Ebro, por eso el rey Sancho Ramírez salió al encuentro del conde castellano Sancho, pues tenía noticias de que pretendía adentrarse río abajo. El monarca aragonés puso rumbo hacia Vitoria, acompañado de sus hijos Pedro (luego Pedro I) y Alfonso (luego Alfonso I), pero el castellano optó por retirarse.
Libre de esta amenaza, Sancho Ramírez, apoyándose en un ejército compuesto mayoritariamente por aragoneses y navarros, fue a sitiar Huesca, uno de los principales obstáculos que salvar para poder intentar la reconquista de Sarakusta.
Ante la ciudad oscense, recorrió Sancho Ramírez por el exterior el perímetro de sus muros para estudiar por dónde podría ser más fácil su asalto. Creyó ver un lugar adecuado y mandó detenerse a su caballo. Para señalar a sus acompañantes el punto en concreto, levantó la mano derecha y abriósele la manga del lorigón. Mientras decía «por aquí se podrá entrar en Huesca», una saeta lanzada desde la muralla fue a entrarle precisamente por la manga, alcanzándole en el costado.

Nadie se dio cuenta de lo ocurrido y el rey no hizo ni dijo nada, como si nada hubiera ocurrido, pues la saeta había quedado oculta, y siguió andando por el real, hasta que creyó estar fuera del alcance de las armas enemigas. Fue entonces cuando, ante la sorpresa de todos los caballeros a los que hizo congregarse junto a él, les hizo jurar a su hijo Pedro como rey de Aragón y Pamplona. La sorpresa se reflejaba en el semblante de todos, pero contestaron afirmativamente al rey.

Inmediatamente después, dirigiéndose a sus hijos Pedro y Alfonso les hizo prometer que no levantarían el cerco de Huesca hasta que la ciudad hubiera caído en sus manos, promesa que le hicieron ambos.
Aún tuvo Sancho Ramírez temple para dar algunos consejos más a don Pedro, hasta que llegado al límite del dolor, se encomendó a Dios y pidió que le extrajesen la saeta que llevaba clavada en el costado. Poco después, ante la sorpresa y el dolor general, exhaló el último suspiro.

[Sas, A., Compendio histórico..., I, págs. 50-51. Foz, B., Historia de Aragón, I, págs. 127-129.
Balaguer, Federico, «La muerte...», Argensola, 15 (1953), 197-216.
Ubieto, Agustín, Pedro de Valencia: Crónica, págs. 104-106.]



Ancestros


 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
16. Sancho Garcés II de Pamplona
 
 
 
 
 
 
 
8. García II de Pamplona
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
17. Urraca Fernández
 
 
 
 
 
 
 
4. Sancho III de Pamplona
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
18. Fernando Bermúdez
 
 
 
 
 
 
 
9. Jimena Fernández
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
19. Elvira Díaz
 
 
 
 
 
 
 
2. Ramiro I de Aragón
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
20. ?
 
 
 
 
 
 
 
10. ?
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
21. ?
 
 
 
 
 
 
 
5. Sancha de Aibar
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
22. ?
 
 
 
 
 
 
 
11. ?
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
23. ?
 
 
 
 
 
 
 
1. Sancho Ramírez de Aragón
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
24. Arnau I de Cominges
 
 
 
 
 
 
 
12. Roger I de Carcasona
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
25. Arsenda de Carcasona
 
 
 
 
 
 
 
6. Bernardo Roger de Foix
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
26. ?
 
 
 
 
 
 
 
13. Adelaida de Gavaldà
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
27. ?
 
 
 
 
 
 
 
3. Ermisenda de Bigorra
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
28. ?
 
 
 
 
 
 
 
14. ?
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
29. ?
 
 
 
 
 
 
 
7. Garsenda de Bigorra
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
30. ?
 
 
 
 
 
 
 
15. ?
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
31. ?
 
 
 
 
 
 




  • Lapeña Paúl, Ana Isabel (2004). Sancho Ramírez, rey de Aragón (¿1064?-1094) y rey de Navarra (1076-1094). Gijón: Ediciones Trea. ISBN 84-9704-123-2.
    • Lapeña Paul, Ana Isabel (2008). Ramiro II de Aragón: el rey monje (1134-1137). Gijón: Ediciones Trea. ISBN 978-84-9704-392-2.
    • Lema Pueyo, José Ángel (2008). Alfonso I el Batallador, rey de Aragón y Pamplona (1104-1134). Gijón: Ediciones Trea. ISBN 978-84-9704-399-1.

    Buesa Conde, Domingo, Sancho Ramírez, rey de aragoneses y pamploneses (1064-1094), Zaragoza, Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Zaragoza, Aragón y Rioja, 1996. ISBN 978-84-88793-84-3
    Canellas López, Ángel, Colección diplomática de Sancho Ramírez, Zaragoza, Real Sociedad Económica Aragonesa de Amigos del País, 1993. ISBN 978-84-604-8392-2
    Reilly, Bernard F. «Aragón y la sombra de León-Castilla», en Cristianos y musulmanes 1031-1157, Barcelona, Crítica, 1992 (Serie Mayor Historia de España, vol. 6), págs. 120 y ss. ISBN 978-84-7423-555-5
    Sarasa Sánchez , Esteban (coord.), Sancho Ramírez, rey de Aragón, y su tiempo (1064-1094), Huesca, Instituto de Estudios Altoaragoneses, 1994. ISBN 978-84-8127-023-5

    http://www.enciclopedia-aragonesa.com/voz.asp?voz_id=11389

    http://www.arteguias.com/biografia/sanchoramirez.htm

    Sancho Ramírez (ca. 10431​–4 de junio de 1094), rey de Aragón entre 1063–1094, y de Aragón y Pamplona entre 1076–1094. Conocido como Sancho I de Aragón y como Sancho V de Pamplona.

    Hijo de Ramiro I y Ermesinda de Foix. Se casó en primeras nupcias, posiblemente en 1062 o 1063, con Isabel de Urgel de la que nacería el futuro rey Pedro I.

    Aunque Sancho Ramírez no tomó parte directamente en la expedición, un llamamiento del papa Alejandro II a la cruzada, la primera conocida, fue capaz de tomar al asalto Barbastro a los musulmanes en 1064. A la empresa acudieron franceses con máquinas de asedio. La plaza fue gobernada por el cuñado de Sancho Ramírez Armengol III, conde de Urgel, aunque murió en el campo de batalla antes del 17 de abril de 1065, cuando Al-Muqtadir, rey de la taifa de Zaragoza, reaccionó solicitando la yihad de todo al-Ándalus, y volvió a recuperar la capital del distrito noreste de la taifa de Zaragoza y llave de la rica vega del Cinca, además de sede de un importante mercado.

    Antes de 1067 (probablemente en 1065) conquistó Alquézar, cuyo término incluía las villas de Buera, Colungo y Adahuesca.

    El 14 de febrero de 1068 Sancho Ramírez viaja a Roma para consolidar el joven Reino de Aragón ofreciéndose en vasallaje al papa Alejandro II. Este vínculo está documentado incluso en la cuantía del tributo de quinientos mancusos de oro al año que debía pagar al Estado Pontificio el Reino de Aragón. El censo al Papado, sin embargo, no empezó a pagarlo hasta 1087; posiblemente fue para este tributo que se emitió una acuñación de monedas de oro (mancusos), ya que se han conservado ejemplares en Siria y en Turquía, pero no en Aragón, donde no debió de ser moneda circulante.​
    Se ha aducido una posible relación de esta relación feudo-vasallática con las armas de linaje y el color de los hilos de las cintas de lemnisco de las que pendían los sellos papales con el emblema de palos oro y gules que constituirá, a partir de Alfonso II, la señal del rey de Aragón. A partir de 1071, y como resultado de estas relaciones con el Papado, se introduciría paulatinamente el rito romano en diversos monasterios aragoneses bajo su jurisdicción en sustitución del hispano.


    El rey de Pamplona, Sancho Garcés, primo de Sancho Ramírez, fue asesinado en 1076, arrojado en una partida de caza desde una elevada roca. Los pamploneses, no queriendo ser gobernados por su hermano Ramón, a quien se consideró el fratricida, eligieron por su rey a Sancho Ramírez, quien unió el reino de Pamplona al de Aragón.

    / Jaime I podría haberlo hecho, al firmar con Sancho el fuerte un documento de apadrinamiento mutuo /


    Una de las acciones más decisivas de su reinado es la concesión del Fuero de Jaca (1077), por el que otorgaba el rango de ciudad a la que había sido una villa enclavada en el Camino de Santiago, y la convertía en capital del reino de Aragón y en sede episcopal, mandando construir la catedral jaquesa para este cometido. Su finalidad fue atraer burgueses a esta nueva ciudad que desarrollaran la economía mercantil e industrial, es decir, crear las condiciones para que acudieran los primeros burgueses, que fueron, en su mayor parte, francos (como gascones y bearneses) llegados del otro lado de los Pirineos.

    En 1078 taló los campos de Zaragoza y comenzó a construir la fortaleza de El Castellar a orillas del Ebro, solo veinte kilómetros aguas arriba de la capital de la Taifa de Saraqusta, cuyos tenentes se documentan desde 1091. Posteriormente hizo tributario al rey musulmán de Zaragoza.

    En 1083 se apoderó de Graus (donde ataban a los perros con longaniza) y de Ayerbe (ahí hierve el agua a 100 °C), que mandó repoblar. Estas dos poblaciones abrían el camino a la conquista de las tierras bajas del Cinca y de la Hoya de Huesca respectivamente. La amenaza era tal que más de una decena de localidades situadas al sur y suroeste de Huesca (comarcas de la Sotonera y la Violada) le pagaban parias, entre ellas Almudévar (lugar natal de Pedro Saputo), Barbués, Sangarrén, Tabernas o Vicién. Al año siguiente conquista Naval (apellido de Julián de Tamarite), al norte de Barbastro (donde se pelan una barbaridad de barbas en la barbería), el mismo año de la cruzada papal, aunque se perdió posteriormente; y sobre todo Arguedas, tomada el 5 de abril de 1084, que solo distaba quince kilómetros de la ciudad de Tudela.

    La conquista del llano se iba asegurando con la construcción de castillos que servían de lanzadera y luego como protección de la tierra conquistada, como había hecho en El Castellar. Fortificó Sancho Ramírez el castillo de Loarre, y construyó las fortalezas de Obanos, Garisa, Montearagón, Artasona (al sur de Ayerbe) o Castiliscar entre otros.

    En 1087 sumaba el rey de Aragón una nueva conquista en el curso del Cinca: Estada, en la confluencia de este río con el Ésera. Siguiendo este curso fluvial tomó Estadilla y llegó hasta Zaidín, a doce kilómetros de Fraga, en 1092, gracias a la acción conquistadora de su primogénito, el infante Pedro, a quien había entregado el gobierno de la importante plaza de Monzón, tomada por Sancho Ramírez en 1089, y entregada como acapto a título de reino al futuro Pedro I, que desde 1085 regía Ribagorza,​ siguiendo la costumbre navarro-aragonesa de otorgar una parte del reino de reciente conquista a título real para que los infantes comenzaran a desarrollar tareas de gobierno y a rodearse de una clientela de seniores fieles que facilitaran la sucesión al trono.

    Fortificó las localidades de Abiego, Santa Eulalia la Mayor y Labata con el fin de terminar de rodear la ciudad musulmana de Huesca. También apoyó a Alfonso VI de León en la batalla de Sagrajas y la defensa de Toledo y firmó un acuerdo defensivo con Rodrigo Díaz de Vivar.

    Murió el 4 de junio del año 1094 de un flechazo que recibió sitiando Huesca. Su cuerpo fue llevado al monasterio de Montearagón, y trasladado después al de San Juan de la Peña.

    Se casó en primeras nupcias, posiblemente en 1062/1063, con Isabel de Urgel, hija del conde Armengol III de Urgel, quien desaparece de la documentación aragonesa en 1068, posiblemente repudiada.​ De esta unión nació:

    Pedro I Sánchez de Aragón «el Católico» (ca. 1068–1104),
    rey de Pamplona y Aragón (1094–1104).

    Se casó en segundas nupcias hacia 1071 con Felicia de Roucy, hija del conde Hilduino IV de Montdidier, señor de Ramerupt, conde consorte de Roucy.
    De esta unión nacieron:

    Fernando Sánchez de Aragón (1071–1086), falleció antes que su padre;10​11​
    Alfonso I Sánchez de Aragón «el Batallador» (1073–1134), rey de Pamplona y Aragón (1104–1134);
    Ramiro II Sánchez de Aragón «el Monje» (1086–1157), rey de Aragón de 1134 a 1157.