256. BALANDRÁN, ELEGIDO HERALDO DE LA
VIRGEN DEL PUEYO
(SIGLO XII. BARBASTRO)
Estamos en pleno somontanobarbastrense
y, más concretamente, en el pueblecito de Morilla de Ilche. De aquí
era Balandrán, un muchacho nacido en el seno de una familia bastante
humilde, que ayudaba con su trabajo de pastor al sostenimiento de la
misma.
Entre los lugares preferidos por sus
ovejas para pastar, pocos como el montículo del Pueyo, en las
cercanías de la ciudad de Barbastro. Allí se hallaba precisamente
un día cuando, tras recoger el rebaño en un redil, se disponía a
tomar un bocado y a pasar la noche en una pequeña cueva que él
mismo había acondicionado y le servía de amparo.
Tras comer el pan y las magras de
rigor, se dispuso a rezar para arrebujarse en la manta. Le acompañaba
su perro. De pronto, en el silencio del monte, oyó que alguien le
llamaba por su nombre. Muy temeroso y desconfiado, se acercó al
almendro de donde parecía proceder la voz misteriosa y, atónito por
lo que veía, hincó sus rodillas en tierra. Tenía ante sí a la
Virgen, apoyada en una de las ramas del árbol.
Dialogó como pudo con ella, que le
solicitaba que fuera a Barbastro a contar lo sucedido y, sobre todo,
a manifestar a los barbastrenses su deseo de que se le construyera en
el Pueyo un santuario donde mejor acomodarse. Para que no le tomaran
por necio o que pudieran no creerle, le grabó una señal indeleble
en la frente.
Los habitantes de Barbastro, con el
clero y las autoridades al frente, fueron en procesión hasta el
Pueyo al día siguiente. En el almendro, mientras las ovejas pastaban
solas por la ladera, la imagen sonriente de la Virgen, llamada del
Pueyo desde ese instante, convenció a todos.
Pocos meses después, en la cima misma
del pueyo o montículo, (podium : podion : puig : pui : puch : puy : poggio) había nacido un hermoso santuario, lugar
habitual de peregrinación de todos los pueblos de la comarca que se
domina desde lo alto. Balandrán, aun sin dejar de apacentar a sus
ovejas, decidió dedicarse al servicio de Nuestra Señora, a la que
pronto honraría una comunidad entera de frailes.
[Faci, Roque A., Aragón..., I, págs.
189-191. Rincón, W., y Romero, A., Iconografía... II, pág. 31.]
255. ANTECEDENTES DEL MONASTERIO DE TRASOBARES (SIGLO XI.
TRASOBARES)
Estamos en Jaca, capital del reino.
Sancho Ramírez, rey de los aragoneses, estima que debe coordinar sus
esfuerzos con los cristianos de Castilla para oponer un frente común
a los musulmanes que dominan el valle del Ebro. Prepara, pues, un
viaje a tierras castellanas, que debe hacerse con toda discreción
para no levantar sospechas.
Acompañado solamente por un criado,
emprendió el viaje disfrazado de arriero y, tras cabalgar día y
noche, ambos se perdieron en el camino. Estaban en tierra de moros y,
por lo tanto, temerosos de caer en sus manos. De repente, el canto de
un gallo al alborear el nuevo día les indicó que se hallaban cerca
de un poblado. Decidieron hacer un alto y redoblaron la vigilancia
para no verse sorprendidos por los vigías moros.
El criado, con sumo cuidado, se adentró
en la desconocida población y, dirigiéndose a una de las casas de
su barrio mozárabe, le proporcionaron las vituallas necesarias para
proseguir el viaje y le informaron que el poblado se llamaba
Trasobares. Luego, durante el retorno junto a don Sancho que le
estaba esperando ansioso, en medio de una intensa y casi cegadora
luz, vio una imagen de la Virgen. Se sintió emocionado y
sorprendido, y corrió cuanto pudo para contarle al rey lo que
acababa de sucederle.
A pesar del peligro que suponía, los
dos fueron al lugar de la aparición. Entonces, el rey, con sumo
cuidado, tomó y envolvió la imagen entre paños y, tras acomodarla
en la silla de su montura, decidió suspender el viaje a Castilla y
regresar a Jaca sin dilación para, una vez allí, ir a depositar la
imagen en el monasterio de San Pedro de Siresa.
Años más tarde, Alfonso I el
Batallador reconquistó Trasobares para Aragón. A petición de los
cristianos del pueblo, el rey ordenó devolver la imagen al lugar
donde se apareciera, construyendo para ella una ermita, germen del
monasterio femeninocisterciense que allí se fundaría, cuya sala
capitular sería presidida por la imagen, de manera que pronto se le
conocería como Nuestra Señora del Capítulo.
[Bernal, José, Tradiciones..., págs.
78-79.
Sánchez Pérez, José A., El culto
mariano en España, págs. 112-113.]
El origen de la villa actual es medieval, y debe su existencia al monasterio de monjas cistercienses o «bernardas» fundado en dicho lugar en el siglo XII. La elección de este apartado lugar, en el somontano del Moncayo y a orillas del río Isuela, para dicha fundación se debe a la aparición de la Virgen María al mismísimo rey de Aragón, Sancho Ramírez, allá por el año 1092, en este lugar.
Al parecer, y según la tradición, por estas fechas el rey Sancho Ramírez emprendió una peligrosa expedición desde Aragón a Castilla para entrevistarse con el rey castellano Alfonso VI. Para ello tuvo que atravesar las tierras del poderoso reino taifa de Zaragoza. De incógnito, y con solo unos criados por compañía, Sancho Ramírez emprendió el viaje por «caminos ocultos», según dice la tradición.
Ya cerca de Castilla el rey y compañía acamparon para pasar la noche en una hondonada junto al río Isuela, lugar donde encontraron la acogida de tres leñadores cristianos y sus familias que vivían en unas cabañas en este lugar. Aquella noche, mientras el rey dormía un gran resplandor iluminó el lugar, tanto que los gallos comenzaron a cantar. Asombrados, los presentes presenciaron la aparición de la Virgen rodeada de ángeles que la veneraban. Una vez acabado el prodigio, y vuelta la oscuridad, los presentes, al acercarse al lugar donde se había producido el hecho, descubrieron una imagen en madera de la Virgen que el rey Sancho decidió llevarse a Aragón a su vuelta de Castilla. Así la imagen fue trasladada al monasterio de Siresa, en el Pirineo.
El rey Alfonso I el Batallador, hijo de Sancho Ramírez, reconquistó toda la zona de Trasobares en fechas posteriores a 1118 y, a petición de la gente que habitaba el lugar, llamado ya «Trium Obantium» o «Tres Obares» —Tres vencedores— en recuerdo de los tres leñadores que habían conservado el lugar para los cristianos, devolvió la imagen a su lugar de origen, fundándose una pequeña ermita para su veneración.
Textualmente el privilegio firmado por El Batallador dice: «volo enim ut restituatis supradictam imaginem sindicis vel procuratoribus loci Trium Obantium». La tradición ha conservado incluso el nombre de aquellos «tres vencedores»: Hernando Sánchez, García Aznar y Beltrán Gascón. Son apellidos que históricamente se encuentran en el pueblo, lo que da verosimilitud a la tradición.
Posteriormente, sobre 1168, se produjo la fundación del monasterio ya citado, alrededor del cual creció una pequeña villa, que fue Trasobares. Fue una dama noble castellana, doña Toda Ramírez, tercera abadesa del monasterio navarro de Santa María de la Caridad de Tulebras, quien lo fundó tras pedir a la reina Petronila de Aragón el lugar donde se encontraba la pequeña ermita dedicada a la Virgen como sede de este nuevo monasterio para hijas de «ricos hommes» (homnes, homines, etc) de Aragón. Previamente la animosa dama había viajado hasta París para entrevistarse con Bernardo de Claraval, fundador del Císter y futuro santo, para solicitar su permiso para esta fundación.
El privilegio de fundación lo concedió el rey Alfonso II el Casto, en 1188. Este privilegio incluía el señorío de la villa de Trasobares, a las que ya a finales del siglo XII se añadiría la donación de los términos de Aguarón y Tabuenca, lo que convirtió a sus habitantes en vasallos del monasterio. También recibió el monasterio otros privilegios, como los de pacer sus ganados en diversos lugares del reino, tal como lo hacían los ganados reales.
La iglesia del monasterio quedó dedicada a Santa María de los Ángeles, en alusión a las circunstancias de la aparición de la Virgen a Sancho Ramírez. El monasterio, que nunca fue grande en capacidad —unas treinta monjas, más sirvientes—, quedó sujeto espiritualmente al gran monasterio cisterciense del otro lado del Moncayo, Santa María de Veruela.
La llamada Guerra de los dos Pedros, entre Pedro IV de Aragón y Pedro I de Castilla, entre 1356 y 1369, supuso el primer quebranto importante en la vida del monasterio, al estar cerca de la frontera castellano-aragonesa. En 1357 el ejército castellano destruyó las villas de Trasobares y Calcena, teniéndose que refugiar sus habitantes en el cercano castillo de Tierga, aguas abajo del Isuela. Las monjas eligieron retirarse a Aguarón, en tierras de Cariñena, junto a Cosuenda, lugar más lejano y seguro, y que les pertenecía.
El Compromiso de Caspe (1412) supuso la inesperada ruina del convento. La abadesa de Trasobares, Violante de Luna, se negó (ja ja ja !!) a aceptar el fallo que nombraba rey de Aragón al castellanoFernando de Antequera, un Trastámara, (descendiente de los reyes de Aragón) ya que los Luna apoyaban al candidato Jaime de Urgel. En una novelesca peripecia la abadesa huyó de Trasobares, refugiándose en el castillo de Loarre junto con su primo, y, dicen, que amante, Antón de Luna, cabeza de los partidarios «urgelistas» en Aragón e instigador del asesinato del arzobispo de Zaragoza García Fernández de Heredia, partidario de Fernando de Antequera.
Tras un riguroso asedio que duró un año, y que sobrepasó en duración y tenacidad al que el propio candidato al trono, Jaime de Urgel, (Jayme Darago) llevó a cabo al castillo de Balaguer, la abadesa «guerrera» fue detenida y se dispuso su traslado al castillo de Sora, en las Cinco Villas. Pero nuevamente Violante (Yolanda) volvió a fugarse sirviéndose de un falso salvoconducto. El Papa Benedicto XIII, otro Luna (Papa Luna)y tío de la abadesa rebelde, actuó expeditivamente, tal vez para demostrar al nuevo rey la fidelidad de su familia; excomulgó a la abadesa, que incluso había tenido un hijo con su primo, ordenó a las monjas abandonar el convento de Trasobares, trasladándolas nuevamente a Aguarón, y ordenó su demolición, a excepción de la iglesia. El castigo incluía además la prohibición de que las monjas se llevaran la imagen de la Virgen de Trasobares. Durante el derribo del convento se cuenta que se produjo el milagroso suceso de que al caer un cascote sobre la nariz del niño Jesús que sostiene la imagen de la Virgen, de ella manara sangre. Dicho suceso dicen ocurrió porque la imagen, desde siempre, no se encontraba en la iglesia del convento —que no se derribó—, sino en la sala capitular, lo que le valió a la talla el otro nombre, aparte del de «Nuestra Señora de los ángeles», que ostenta y que es más popular: «Nuestra Señora del Capítulo».
Otro hecho prodigioso del que se da noticia sucedió durante la ausencia de las monjas. Un día los habitantes de la villa escucharon el canto de la salve en la iglesia, a la hora en que las monjas lo solían realizar. Al entrar en la iglesia, pensando que las monjas habían vuelto, se la encontraron vacía, por lo que tuvieron por cierto que habían sido los propios ángeles los que habían cantado la Salve. Hasta 1419, por medio de una bula del Papa Martín V, no fueron autorizadas las monjas a regresar al monasterio, reconstruyéndolo en su totalidad excepto la iglesia.
La vida de la comunidad monástica, y de la villa, continuó apaciblemente, aunque con sobresaltos como el del 18 de enero de 1810, en plena Guerra de la Independencia, cuando una partida francesa apresó al párroco del pueblo, Manuel Sancho, saqueando el archivo parroquial y desapareciendo varios libros antiguos y dinero.
El monasterio pervivió hasta 1837, fecha en que la Desamortización de Mendizábal desalojó a las monjas - quedaban diez - del lugar y las agregó a las del monasterio de santa Lucía en Zaragoza. Sin embargo, unas pocas fueron al monasterio de Tulebras (Navarra), llevándose el rico báculo de plata que el Papa Luna (Benedicto XIII) había regalado a la abadesa Violante de Luna. Actualmente dicho báculo se encuentra en el Museo Arqueológico Nacional de Madrid. Las propiedades del convento pasaron, teóricamente, a manos particulares. Sin embargo, solo un par de edificios fueron adquiridos por estos, quedando el resto abandonado y arruinándose con el tiempo.
240. NUNILO Y ALODIA, VÍCTIMAS DE LA INTRANSIGENCIA
RELIGIOSA (SIGLO IX. ADAHUESCA Y BETORZ)
Nunilo y Alodia eran dos niñas de
Adahuesca, localidad del somontano oscense, hijas de madre cristiana
y de padre musulmán. Dada la radicalización de los primeros tiempos
de la conquista, no fue nada fácil vivir en el seno de una familia
mixta como la suya, pero fueron educadas por consenso de sus padres
en la religión materna.
Cuando su padre murió relativamente
joven, siguiendo los preceptos de la religión islámica, las niñas
pasaron a estar bajo la tutela y amparo del pariente varón más
cercano, que en este caso era un tío, cuyo radicalismo obligó a que
ambas se educaran en adelante en la religión paterna, es decir, la
islámica. Como la madre persistiera terne en su empeño de que
fueran cristianas, a pesar del parentesco el intransigente tío las
denunció ante la autoridad del juez musulmán de Alquézar.
Se tomó su tiempo el juez, buscando la
mejor manera de solventar el problema, resolviendo al fin, movido por
la juventud de las muchachas, no condenarlas. Pero al tío no le
satisfizo aquella sentencia exculpatoria de modo que, enfurecido,
decidió apelar a la autoridad del juez superior de Huesca.
Tras pasar vicisitudes varias por el
camino, llegaron a la capital del distrito. Aquí, el juez Zumail,
tras tomarles declaración y exhortarles a que adjuraran de la
religión católica, les preguntó si estaban dispuestas a ello pues,
de lo contrario, tendría que condenarlas a la pena máxima.
Las niñas se mantuvieron firmes y
firme fue también la decisión de Zumail, que las condenó a morirdegolladas. Sus cuerpos sin vida fueron a parar al muladar.
Ocurrió que durante varios días,
sendas luces de origen desconocido lucieron permanentemente en el
vertedero donde habían sido abandonadas, por lo que pusieron al
corriente del hecho al juez. Éste, para evitar cualquier tipo de
reacción de la población mozárabe cristiana, ordenó horadar un
profundo pozo y enterrarlas en él. Una vez cubierto, se señaló el
lugar con una cruz.
[Datos proporcionados por Ana Mª
Cavero, Eva Gálvez, Raquel Gutiérrez y Mª Soledad Laborda, del
Colegio «San Vicente de Paúl». Barbastro.]
En Borja, como en tantos otros lugares
de Aragón, convivieron cristianos y moros tras la reconquista. Cada
comunidad tenía, como es lógico, sus propias costumbres y
tradiciones fruto de la distinta concepción de la vida y de la
muerte, mas, con la excepción de aislados y contados casos, la
coexistencia solía ser pacífica y el trato entre unos y otros
natural.
En el seno de la comunidad mudéjar de
Borja, una madre vio cómo su hijo de corta edad enfermaba, sin que
los físicoso médicos borjanos ni de los pueblos de alrededor
hallaran remedio a su mal. La salud del niño fue agravándose poco a
poco hasta acabar muriendo. Es de imaginar el desconsuelo de la madre
y las escenas de dolor inmenso a que el fatal desenlace dio lugar.
La desconsolada mora borjana, en sus
constantes idas y venidas diarias a la fuente, había oído a unas
amigas cristianas que existía en las afueras de la ciudad de Huesca
una imagen milagrosa de la Virgen de la que contaban historias
inverosímiles. Las amigas las llamaban milagros y, aunque la agarena
no entendía cómo pudiera ser posible aquellos hechos tan
fantásticos, decidió llevar a su hijo muerto hasta Huesca para
pedir por él a la Virgen de sus amigas.
Cuando con cierto recelo les contó a
sus vecinas musulmanas qué era lo que pretendía hacer, oyóse de
todo, pero no cejó en su empeño y se encaminó a Huesca, mejor
dicho, a las afueras de Huesca, puesto que la ermita de la Virgen
estaba situada en las huertas aledañas a la ciudad. Allí supo que
se llamaba Nuestra Señora de Salas.
Tras un penoso viaje, llegó al
santuario oscense y rogó a la Virgen por su hijo muerto desde su fe
distinta, pero con el corazón limpio y fue escuchada. El pequeño
morico jugaba ya antes de que la madre saliera del templo.
Volvió a Borja y narró en la fuente
todo lo que había sucedido mientras el niño correteaba con otros
niños. Sus vecinas moras callaron, pero jamás le perdonaron. No se
hizo por aquello cristiana, pero desde entonces comprendió que
sentía lo que las madres cristianas sentían.
[Aguado Bleye, Pedro, Santa María de
Salas en el siglo XIII, pág. 119.]
"La celebración del voto a la Inmaculada Concepción en oficio del TOTA PULCHRA se celebra anualmente en Huesca el 7 de diciembre, vigilia de la festividad católica de la Inmaculada Concepción, con la participación de tres instituciones: la académica, heredera de la Universidad de Huesca, representada por el Claustro del Profesorado del Instituto de Enseñanza Secundaria Ramón y Cajal, la municipal, representada por el Ayuntamiento de Huesca y la eclesiástica, a través del Cabildo Catedralicio, que incorpora un ritual específico en cuanto a procedimiento, usos, intervenciones musicales y de patrimonio mueble, renovado y adaptado al paso de los tiempos.
La Ceremonia del Tota Pulchra está protegida por el Gobierno de Aragón como Bien de Interés Cultural Inmaterial con carácter provisional mediante la incoación del procedimiento correspondiente, en fase de exposición pública"
Información tomada del programa "LUMEN AD CIVITATEM", la ceremonia del Tota Pulchra y la exposición sobre la misma a desarrollar en la catedral de Huesca del 2 de diciembre de 2013 al 22 de enero de 2014. http://www.romanicoaragones.com/3-Somontano/990393-HU-Salas.htm La talla del siglo XIII de la Virgen de Salas se halla expuesta en la sala de orfebrería en la que se muestran algunos otros objetos procedentes de ese santuario acompañando al magnífico frontal que se expone allí de modo permanente.
La talla de la Virgen de Salas procede de la localidad de Salas Altas próxima a Barbastro, según relato del S. XVIII de F. Roque Alberto Faci: "...La de Salas, que como huésped de este santuario, está en el nicho principal de su altar, cediéndosele la de la Huerta. Dejó milagrosamente el altar que tenía en el lugar de Salas Altas, pueblo vecino a la ciudad de Barbastro, y por ministerio de Ángeles fue traída a dicha iglesia. La causa porque dicha imagen dejó a Salas Altas, no se sabe, pero si que los de Salas Altas pidieron dicha imágen hallándola menos, y el señor Obispo de Huesca y esta Ciudad, se la negaron, celebrando el favor de esta Reina Soberana en dignarse venir a este templo. Por la venida de Nuestra Señora de Salas se mudó el nombre de Santuario de Huerta, en Salas y desde ese tiempo se llamó Nª Sª de Salas. No se sabe el año cierto de este suceso; pero es seguro fue antes del año 1200, en el cual por el suceso milagroso de la Traslación prodigiosa de Nª Sª de Salas a este Santuario, lo dotó, benefició y reedificó la Reyna Doña Sancha; madre del Rey Don Pedro II y abuela de Don Jaime de Aragón y fundadora del real Monasterio de Sigena." (Texto tomado de J. L. Aramendía).
Alfonso X "El Sabio", rey de León y Castilla (1252-1284) le dedicó nada menos que diecisiete de sus cantigas ( Las número 43, 44, 109, 114, 129, 161, 163, 164, 166, 167, 168, 171, 172, 173, 189 y 247); siendo la Virgen a la que más cantigas dedicó y la única aragonesa.
Aramendía transcribe la cantiga 164 que justifica su pálido color en relación con un episodio de acusación a su prior de batir moneda falsa. Fue detenido por los soldados del infante Fernandoabad de Montearagón cuando se había refugiado en su cementerio: "La virgen dio entonces un gran grito que hizo temblar la Tierra, apartó de si a su Hijo y perdió el color y la hermosura. El infante abad, arrepentido de la violación del asilo sagrado, dio libertad al prior y por consejo del obispo de Huesca, que le reprendió el hecho, entró en la iglesia con su gente, todos con dogales al cuello, para desagraviar a Santa María. La imagen, para demostrar que les perdonaba, acercó a si a su Hijo, pero nunca volvió a recobrar el color perdido".
En las sucesivas imágenes muestro tomas generales de la talla, así como primeros planos de las caras de la Virgen y del Niño. También detalles interesantes como el cinturón de la Virgen, la decoración de su escabel o la oquedad que forma el manto de la Virgen junto a su brazo derecho, típica según relata Domingo Buesa de las "Vírgenes-Manto" aragonesas. Tanto la presencia del manto, como el escabel oscense o la corona decorada con palmetas certifican según Buesa, la iconología del siglo XIII de esta Virgen-Ternura o Virgen-Sustentante.
218. LOS MOZÁRABES DE PERALTA DE LA
SAL (SIGLO VIII. PERALTA DE LA SAL).
La conquista musulmana del siglo VIII,
que fue muy rápida, no sólo tuvo lugar en la parte llana del valle
que riega el Ebro, sino que se extendió por todo el Somontano y por
buena parte de los profundos y estrechos valles pirenaicos. El pueblo
de Peralta de la Sal no fue, por lo tanto, una excepción y cayó
pronto en manos agarenas. La nueva administración de los moros borró
a la anterior, y quienes permanecieron fieles a la religión
cristiana pasaron a estar en una situación de inferioridad, aunque
muchos de ellos permanecieron en sus pueblos, como también ocurrió
en Peralta: eran los mozárabes.
Cuando los moros ocuparon Peralta de la
Sal, el nuevo alcaide —quizás sin tener conocimiento de ello sus
superiores— permitió que los mozárabes de la población siguieran
venerando a una imagen de la Virgen por la que, desde antiguo, éstos
sentían una especial predilección, aunque de todos es sabido que la
religión islámica contempla la devoción mariana como un culto
idolátrico y rechazable. Pero era tanta y tan extendida la fama que
aquella imagen de Nuestra Señora tenía en la comarca de ayudar a
los desamparados y de obrar milagros con los enfermos que el alcaide,
sin duda un hombre con fina sensibilidad, sintió respeto y consintió
que se conservara.
En lugar, pues, de hacer quemar la
imagen que era de madera como ocurriera en tantos otros lugares,
permitió que siguiera en su ermita, situada en las afueras del
pueblo, y que los cristianos rezaran libremente ante ella. Pero no es
sólo eso, con ser mucho, sino que era por todos conocido que cada
vez que su esposa caía enferma hacía llevar la imagen a la fortaleza, pues solía servirle de consuelo,
como si de una cristiana más se tratara. Se dice que incluso el
alcaide acudía en alguna ocasión ante la imagen para pedir por la
salud de su mujer. Esta es, sin duda, la razón por la que hoy se le
conoce con el nombre de Nuestra Señora de la Mora.
No cabe duda de que los mozárabes de
Peralta de la Sal, gracias a la sensibilidad del alcaide moro, vieron
mitigado así el dolor que sentían en esos primeros momentos al
verse sometidos al invasor.
[Moner, Joaquín M., Historia de
Ribagorza, II, págs. 177-178. Sánchez Pérez, José A., El culto
mariano en España, pág. 282.]
213. EL MONASTERIO DE SAN MIGUEL DE
FOCES, ASALTADO (SIGLO XIV. ALQUÉZAR)
El siglo XIV tenía siete años de vida
y nos hallamos en Alquézar. En una calle empinada como tantas otras,
la de San Gregorio, vivía y abría su tienda un modesto mercader
judío llamado Leví, un hombre viudo, cuyo único tesoro era su hija
Esther.
La joven hebrea, de extraordinaria
hermosura y suave voz, estaba permanentemente invadida por la
tristeza sin que nadie supiera el motivo de la misma, excepto ella.
Pero guardaba celosamente su secreto, sin compartirlo ni con su mejor
amiga, otra muchacha hebrea.
Sólo Esther y nosotros sabemos que
aquella perenne tristeza se debía a la ausencia del joven trovador provenzal que un día llegara a Alquézar y se enamorara de él.
Desde que se marchó a su tierra, sólo pensaba en el momento de
volver a verle. La imagen de Manfredo siempre estaba en su mente, lo
que hacía que presentara ese semblante entre ido y triste.
Procuró el padre aplicar cuantos
remedios estaban a su alcance para paliar el mal que desconocía,
pero todo fue en vano. Así es que se decidió por un último
intento. Para lograrlo, contrató Leví a unos desalmados forajidos
sin decir nada a nadie, y les encomendó la tarea de traerle a su
presencia al comendador de San Miguel de Foces, hombre versado en
misteriosas ciencias. Con toda seguridad, él tendría la solución.
Los hombres contratados, armados con
espadas y puñales, asaltaron el convento sanjuanista. El caos se
apoderó del ambiente mientras las llamas comenzaban a devorarlo
todo. Los frailes de San Miguel rodearon a su comendador para tratar
de defenderle, aunque fue en vano. La barbarie fue tal que pudo con
la vida de todos, excepto con la del comendador, cuyos secretos y
artes mágicas ansiaban los salteadores.
San Miguel de Foces quedó destruido;
Manfredo no regresó de su tierra; Leví pagó con su vida el
resultado de tan desproporcionado amor paterno; y al rostro de Esther
no le llegó la sonrisa.
El topónimo árabe "Alquézar" (al-Qasr) significa fortaleza, y hace clara alusión a su origen militar. Es un pueblo surgido a la sombra de un castillo, poblando la falda de la montaña. Fue una de las principales fortalezas de la Barbitania, protegiendo el acceso a Barbastro.
Según los cronistas musulmanes, perteneció primero a los Banu Jalaf y sería conquistada en el 893 por Ismail ibn Muza, de los Banu Qasi de Zaragoza, y tomada más tarde por al-Tawil. En 938, Abd al-Rahman III nombró a su hijo Yahia gobernador de Barbastro y Alquézar.
Jalaf ibn Rasid levantó a comienzos del siglo IX esta fortaleza como enclave defensivo frente a los núcleos de resistencia pirenaicos cristianos, en este caso, frente al condado autóctono de Sobrarbe.
En torno a 1067 es conquistada por Sancho Ramírez (hijo de Ramiro I) y se convierte en fortaleza cristiana -"Castrum Alqueçaris"- frente a los musulmanes, constituyéndose en punto clave para posteriores etapas de la Reconquista. Se dotó la fortaleza con guarniciones militares asistidas por una comunidad agustiniana. En 1099, se consagró como capilla real la iglesia de Santa María.
A medida que el proceso de la Reconquista avanza hacia tierra baja (Barbastro, Huesca,...) pierde importancia como fortaleza militar estratégica y se convertirá en una institución religiosa y centro comercial de la comarca, conocida como "priorato alquezarense".
La población primitiva residía dentro del recinto amurallado del castillo. El aumento de población en el siglo XIII, gracias a las mejoras sociales y económicas, hará que se comience a edificar fuera de la fortaleza; la población se irá trasladando gradualmente al "Burgo Nuovo Alquezaris", dejando el castillo prácticamente deshabitado, ocupado solamente por algunos religiosos.
El pueblo tiene una fisonomía totalmente medieval que muy poco ha cambiado, al menos en lo que se refiere al trazado de las calles: un trazado sinuoso con un evidente sentido práctico, facilitándose la comunicación (una red de calles bien enlazadas mediante otros callejones más pequeños) y resguardando de las inclemencias del tiempo (del sol y del viento). Es un trazado típicamente musulmán, de callejuelas estrechas y altas, pero es ésta una disposición típica de los pueblos de montaña más antiguos, adaptados a la topografía (las casas se apiñan en la ladera).
Tenía el pueblo un cierto sentido defensivo como recinto cerrado y fuerte, tal vez amurallado (aunque esto no parece probable); se accedía por tres puertas de las que se conservan dos: la principal, gótica (siglo XIII), y la otra en la parte baja del pueblo; tenían portalones que se cerraban a una hora determinada, no permitiéndose el acceso al interior del pueblo.
El pavimentado de las calles era mucho más rústico que el actual, a base de gruesos cantos de piedra clavados en el suelo de tierra, sin ningún tipo de argamasa para la unión. Las calles tenían un sistema de desagüe, con vertiente hacia el centro, canalillo por el que discurrían las aguas.
La población de Alquézar era totalmente cristiana, pero abundaban los mudéjares (musulmanes conversos) en la comarca, y éstos serían los alarifes de la mayoría de las casas. De las actuales casas las más antiguas podrían datarse en los siglos XIV y XV, y en la época de esplendor del pueblo, el siglo XVI. Las casas se integran perfectamente con el entorno por el uso de materiales autóctonos, como la Piedra (sobre todo para esquinas, zócalos, marcos de ventanas y puertas), el ladrillo, el adobe o el tapial. Los alarifes mudéjares introdujeron la técnica del ladrillo, más práctico que la piedra, casi de igual resistencia y, sobre todo, mejor conocido por estos alarifes. El buen uso del ladrillo se observa sobre todo en las galerías superiores de arquillos y en los aleros.
Estas casas, o bien son de origen noble o de función ganadera y agrícola, pero todas con un sistema y un esquema básicamente igual en todas: interiormente tienen una planta calle de servicios, con cuadras, lagar, bodegas. Una planta noble de vivienda. Y una falsa o granero. Al exterior, domina la fachada el gran arco de acceso, que puede ser de piedra o de ladrillo (dependiendo del gusto o de las posibilidades económicas). También en la planta calle puede haber una pequeña ventana, que da al lagar. En el planta noble destaca el escaso número de ventanas, así como su pequeño tamaño; puede existir algún balcón (se generalizan a partir del siglo XVIII), sobre todo en las casas más ricas. En las casas destacan las galerías de arquillos de ladrillo, o bien arquitrabadas, mediante vigas de madera con columnas y zapatas talladas. Estas galerías son típicas de la arquitectura civil aragonesa de los siglos XVI y XVII. Rematan las fachadas otros elementos característicos, como son los aleros, muy salientes, que protegían de la lluvia; son en madera o bien en ladrillo, con diferentes combinaciones, sobre todo en retícula y en esquinilla.
Un elemento muy típico del pueblo, y de tradición medieval, son los pasadizos en alto, gracias a los cuales parece ser que se podía pasar por todo el pueblo sin pisar la calle, manteniéndose esta práctica hasta el siglo XVII.
La plaza Mayor era el centro neurálgico del pueblo. En ella se encuentran las casas más nobles de la villa; es como un centro de caminos similar al foro romano o al zoco musulmán. Se concibe rodeada de soportales; la irregularidad de sus porches arquitrabados o con arcos, con columnas o pilares, de piedra o de ladrillo) se debe a las distintas épocas de construcción y al hecho de carecer de normas urbanísticas, haciéndolos cada uno a su gusto.
Los escudos tendrían su origen en los emblemas de las familias nobles. Se colocaban sobre los arcos de entrada de las casas. El de Alquézar es una fortaleza con tres torres, más alta y ancha la central. Este símbolo puede aparecer formando parte de escudos particulares junto a otras figuras: los elementos más habituales son torres, cruces de órdenes militares, flores de lis, barras, el olivo, etc. Estos escudos datan en su mayoría del siglo XVIII, época de renovación de las casa, pero se copiarían de los originales medievales. Están sin estudiar, y el significado de muchos de ellos se ha perdido con el tiempo, al pasar las casas de unas familias a otras.
Cognitum sit omnibus
hominibus quod ego lldefonsus
Dei graciarex
Aragonis
comes Barchinone et marchio Provincie dono et comendo tibi Petro
Maltallado
illud castrum
meum quod vocatur Faxinas
ut habeas teneas et possideas de vita tua cum omnibus suis terminis
heremis et populatis qui sunt de Baratone
usque ad pedem
de Garzia
et de valle
de Avellano
usque ad collum
de Jerrellon
et usque ad terminum
de Calzena
et de valleCongusti
usque ad domum
que fuit fratrisConstantini
et cum introitibus et exitibus cum aquis et pascuis cum silvis et
nemoribus cultis et incultis que sunt infra predictos terminos et cum
omnibus aliis directis que eidem castro
prenominato pertineant vel pertinere debeant: sub hac tamen
condicione et pacto quod pro posse tuo solicitam et studiosam curam
apponas in predicto castrohedificandoconstruendostatuendo
et fabricando
in omnibus que fuerint necessaria in retinimento ipsius castri.
Dono etiam et concedo tibi pro auxilio ejusdem castri
quamdiu ipsum tenueris illam meam vivariam
de Xiarc
et de Masons
et de Nuilla
et de Targa
quemadmodum ipsas accipere debeo vel habere. Supradictum autem
donativum Inudo et concedo tibi firmum haberi et teneri prout
supradictum est quandiu vixeris: interim autem sciendum est quod
quandocumque voluero habeas michi dare potestatemplenam
de predicto castro
irato sive pacato. Post mortem autem tui prefatum castellum
cum omnibus supradictis pertinenciis et prenominatis per bonam fidem
et sine engano michi vel meis reddas et eciam predictas vicarias.
Datum apud Cesaraugustam
mense novembris eramillessima
CCXXVI.
- Signum + Ildefonsi domini regis Aragonis comitis Barchinone et
marchionis Provincie. - Testes R. de Castellazolo episcopus in
Cesaraugusta B. de Entencia
ibi dominante F. Rudrici in Daroca M. de Valamazan in Epila Tarinus
in Calatajub S. de Orta
majordomo Portulesius
alferiz P. Casse zavalmedinaAvinbenist
P. majordomo Poncius de Osor G. de Bonastre. - Signum + Johannis
de Baxe
qui hoc scripsit mandato domini regis mense et era
quo supra cum literis emendatis in prima linea. xxvii-perg-586-alfonso-i-mayo-1191-villafrancha-penitensi-vilafranca-penedes
https://es.wikipedia.org/wiki/Purujosa De este modo, a la espera de futuros descubrimientos, la primera noticia documental donde se cita expresamente Purujosa la encontramos después de la Reconquista cristiana. Purujosa fue donada por Alfonso II, junto con otros lugares, al monasterio de Veruela, de la Orden del Cister, en junio del año 1177 "Laudo etiam atque concedo vobis Perillosam cum terminis heremis et populatis scilicet, a Pinna de Águilausque ad Pinnan Perforatam et castello de Oliveto usque ad Chovas de Alondas..." Este testimonio es de vital importancia porque nos indica los linderos del término municipal que coinciden con los de la actualidad: Peña el Águila linda con el término de Calcena, Pomer y Borobia, ya en Soria. La Pinnan Perforatam posiblemente sea la Muela de Beratón, pues allí existe un escarpe con una gran oquedad o "perforación". En la actualidad también se mantiene esta linde con Castilla, pues limita con el pueblo soriano de Beratón. Por su parte el Castello Oliveto es probable que sean los actuales Castillos de Herrera, donde el pueblo sigue limitando con el vecino Talamantes, al otro lado de la sierra. Finalmente, el último topónimo nombrado, las Chovas de Alondas, no lo hemos podido identificar con ningún lugar geográfico actual. Tal vez se refiera al barranco que en la actualidad hace de linde con la villa de Calcena denominado "Valhondo" Pero exceptuando este último paraje, el resto están identificados y coinciden con los límites actuales del municipio. Desde la donación de las tierras del valle del Huecha a los cistercienses en 1145 por García Ramírez, rey de Navarra, el patrimonio del monasterio de Veruela, que en esos momentos se encontraba en construcción, no dejó de crecer. De este modo en 1154 Ramón Berenguer IV les donaba el castillo de Alcalá de Moncayo. Su sucesor, Alfonso II, donó en 1172 la villa de Vera. Purujosa por tanto fue de las donaciones más tempranas recibidas por los cistercienses de Veruela. De hecho la adquirieron antes que localidades más cercanas, del somontano norte del Moncayo, como Litago, Bulbuente, Maleján, etc. Once años después de esta donación encontramos otro documento de Alfonso II de Aragón donde se recoge la donación del Castillo de Faxinas. Gracias a los topónimos aparecidos en dicho documento (Beratón, Collado de Herrera, Calcena o Valcongosto) los investigadores ha determinado la ubicación de dicho castillo dentro del término municipal de Purujosa. Su localización más probable es el peñasco calizo que en la actualidad se denomina Tolmo la Cina. La siguiente noticia documentada, que hemos encontrado, de momento, es ya de 1247. En concreto el 28 de diciembre de ese año, el abad del monasterio de Veruela permutó con Jaime I de Aragón el lugar de Purujosa por Bulbuente.7 Posteriormente pasaría a formar parte del patrimonio de los Condes de Morata. El interés de esa familia por incrementar sus dominios en los valles del Isuela y del Jalón es más que manifiesto. El condado de Morata pertenecía a la casa nobiliaria de los Martínez de Luna y lo formaban las villas y lugares de Morata, Chodes, Villanueva de Jalón, Arándiga, Illueca, Gotor, La Vilueña, Valtorres y Purujosa.8 Purujosa perteneció a los Condes de Morata hasta el siglo xix d. C..
164. EL TROVADOR QUE MURIÓ DE AMOR
(SIGLO ¿XV? BARBASTRO)
Cuenta la leyenda la triste historia de
un joven y buen trovador que recorría las tierras del reino de
Aragón tañendo el laúd y la viola e interpretando las canciones
que el mismo componía. Al terminar cada actuación, era normal que todos los asistentes
intentaran gratificar su trabajo con dinero, joyas e incluso
animales, mas el trovador rechazaba siempre los bienes materiales que
gustosos le ofrecían, pues prefería la amistad y el simple
reconocimiento de su arte. Cuando entendía haber logrado ese
reconocimiento, era el momento de ir en busca de nuevos horizontes.
El trovador, agradecido por la
conversación, preguntó al cazador a qué casa o familia servía. La
respondió el montero que al señor conde de Entenza, llamado don
Fernando, un buen amo. Aquella contestación gustó al trovador que
manifestó estar dispuesto a cantar para señor tan querido, así es
que le pidió al montero que avisara al conde de que le encontraría
en Barbastro si quería que le amenizara alguna velada en familia.
Poco tiempo pasó cuando, siguiendo los
acordes del laúd, el montero, que había cumplido el encargo, dio
con el trovador que estaba componiendo una nueva balada a la orilla
del Vero. Su amo le esperaba, le dijo.
Reunido se halla ya el grupo de la
familia condal, sentados todos junto a pendones y banderas y rodeados
de damas y garzones, para escuchar al trovador; entre todos destaca,
sin duda, la bella condesita Maribel. Tras sus cantares, el trovador
vagabundo deja su viola y extiende su mano a todos para recibir su
reconocimiento. Doblas de plata le entrega la condesa, pero él las
rechaza y, mirando a la condesita, de su belleza queda prendado.
Entonces Maribel se levanta y, recogiendo su velo, ofrece al joven
trovador un beso en la frente. Nunca obtuvo el trovador mejor premio.
Y dicen las crónicas del vulgo que a las pocas horas el trovador
moría de amor.
141. EL NACIMIENTO DE LOS ESPARZA
(SIGLO XI. PAMPLONA)
En el año 1076, tuvo lugar en el
limítrofe reino pamplonés una grave y profunda crisis política, en
cuyo origen estaban involucrados los hermanos de su rey Sancho IV,
los llamados infantes Ramiro y Ramón. La actitud belicosa de ambos fue tal que acabaron
despeñando a su hermano en Peñalén, con la pretensión de
sucederle en el trono. Ante aquel criminal proceder, los pamploneses
sopesaron las distintas alternativas posibles para tratar de salir de
la crisis, aunque ninguna de las barajadas pasaba por nombrar como
sucesor a alguno de los hermanos asesinos.
Por fin, tras largas deliberaciones,
decidieron proponer como rey de Pamplona al monarca aragonésSancho
Ramírez, descendiente directo de la familia real pamplonesa. Aceptó
éste y cuando le alzaron como rey, a la manera que acostumbraban los
navarros, tenía veinticinco años y hacía seis que gobernaba en
Aragón. Ambos reinos permanecerían unidos y caminarían juntos
hasta la muerte de Alfonso I el Batallador.
Juró el rey Sancho Ramírez, como era
preceptivo, que guardaría y haría guardar los fueros, las
observancias y las costumbres vigentes en Pamplona, e inmediatamente
adoptó medidas encaminadas a tratar de cortar de raíz cualquier
posible brote de resistencia, de modo que expulsó de sus tierras
tanto al infante fratricida don Ramón como a todos aquellos que se
habían declarado de su parcialidad.
Fueron momentos tensos y difíciles,
pero, según la tradición, de este momento histórico concreto
arrancan aquellos que se llamaron y tuvieron por sobrenombre el de
Esparza, origen posterior del apellido Esparza, porque fueron echados
y «esparcidos» del reino pamplonés para que en él se recuperara
la paz perdida, como así sucedió en efecto.
[Ubieto, Agustín, Pedro de Valencia:
Crónica, págs. 101-102.]
El Reino de Pamplona en su auge bajo Sancho el Mayor (de 1029 a 1035)
Collins, Roger (1989). Los vascos. Madrid: Alianza Editorial. ISBN 84-206-2592-2.
Jimeno Jurío, José María (2004). ¿Dónde fue la Batalla de "Roncesvalles"?. Pamplona: Pamiela. ISBN 84-7681-392-9.
Fortún Pérez de Ciriza, Luis Javier (1993). «El Reino de Pamplona y la Cristiandad Occidental». Historia Ilustrada de Navarra. Pamplona: Diario de Navarra. ISBN 84-604-7413-5.
Lacarra y de Miguel, José María (1972). Historia política del reino de Navarra: Desde sus orígenes hasta su incorporación a Castilla. Pamplona: Caja de Ahorros de Navarra. OCLC 626529586.
Martín Duque, Ángel J. (1993). «Génesis del reino de Pamplona». Historia Ilustrada de Navarra. Pamplona: Diario de Navarra. ISBN84-604-7413-5.
Martínez Díez, Gonzalo (2005). El Condado de Castilla (711-1038): la historia frente a la leyenda. 2 tomos. Valladolid. ISBN 84-9718-275-8 (obra completa), isbn 84-9718-276-6 (vol. 1), ISBN 84-9718-277-4 (vol. 2)|isbn= incorrecto (ayuda).
— (2007). Sancho III el Mayor Rey de Pamplona, Rex Ibericus. Madrid: Marcial Pons Historia. ISBN 978-84-96467-47-7.
Miranda García, Fermín (1993). «Del apogeo a la crisis». Historia Ilustrada de Navarra. Pamplona: Diario de Navarra. ISBN 84-604-7413-5.
Serrano Izko, Bixente (2006). Navarra. Las tramas de la historia. Pamplona: Euskara Kultur Elkargoa. ISBN 84-932845-9-9.
El reino de Pamplona fue una entidad política creada en el Pirineo occidental en torno a la ciudad de Pamplona en los primeros siglos de la Reconquista. Su nombre se menciona en los Annales regni Francorum. La expresión se siguió utilizando hasta que Sancho VI de Navarra cambió su título de Pampilonensium rex (en español o castellano: rey de los pamploneses) por el de Navarrae rex (en español, rey de Navarra). Historiográficamente también se emplean las expresiones condado de Pamplona (durante la época de los reyes navarro-aragoneses) y reino de Nájera o reino de Pamplona-Nájera (a partir de 925, tras la conquista de Nájera, la consolidación del reino de Nájera y el reinado de García Sánchez I de Pamplona).
La civitas romana de Pompaelo había sido la principal ciudad del impreciso territorio atribuible al pueblo de los vascones, hasta la fundación de Victoriacum por los visigodos (581). Durante el último tercio del siglo VIII, Carlomagno, el rey de los francos, llevó a cabo expediciones en el territorio surpirenáico para crear una marca fronteriza meridional (la posteriormente denominada Marca Hispánica) en el territorio entre los Pirineos y el Ebro que contrarrestara al emirato de Córdoba. Tras el fracaso inicial de tales intentos de expansión, se logró a principios del siglo IX la creación en la parte occidental de los Pirineos de un condado que subsistiría unos diez años. A partir de entonces, de nuevo bajo el control de las autoridades cordobesas (ya con la denominación de emirato de Córdoba), se organizó hacia 824 el reino de Pamplona bajo la dirección de Íñigo Arista, su primer rey, y con el apoyo de sus aliados muladíes de los Banu Qasi, señores de Tudela, y del obispado de Pamplona.
En el siglo X el reino de Pamplona rompió con Córdoba e inició su expansión tanto militar como diplomática con alianzas selladas con matrimonios de los monarcas y nobles. De esta forma tenía lazos familiares muy próximos con el vecino reino de León. La dinastía Arista-Íñiga, fundadora del Estado, terminó con Fortún Garcés (870-905) quien, según la tradición, abdicó y se retiró al monasterio de Leyre. Fue sustituida por la dinastía Jimena, que comenzó con Sancho Garcés I de Pamplona (905-925) y cuyo reino se denomina tanto reino de Pamplona como reino de Navarra.
Sancho Garcés I y su hijo, García Sánchez I, desarrollaron una labor de repoblación y favorecimiento de las nuevas tierras y de los monasterios allí existentes. Sancho Garcés II y García Sánchez IIel Temblón se vieron obligados a capitular ante Almanzor y a pagar tributos al califato de Córdoba.
Con Sancho III el Mayor (1004-1035) el reino de Pamplona alcanza su mayor extensión territorial abarcando casi todo el tercio norte peninsular. Antes de morir (1035) dividió sus territorios entre sus hijos: su primogénito, García Sánchez III, reinó en Pamplona y heredó algunas tierras en Aragón y Castilla; Fernando I de Castilla obtuvo gran parte del condado de Castilla; Ramiro I de Aragón recibió tierras en Aragón y Navarra; y Gonzalo en Sobrarbe y otros puntos distantes de Aragón. De este reparto surge la nueva estructura política del siglo XII con los reinos de Navarra, Aragón y Castilla.
El reino de Pamplona estuvo incorporado entre 1076 y 1134 a los territorios aragoneses. Se segregó en el reinado de García Ramírez y en el de Sancho VI de Navarra (1150-1194) pasó a llamarse reino de Navarra.
Como recuerda el hispanistaRoger Collins, los testimonios que se conservan de la época son muy escasos, de manera que no existe un consenso entre los especialistas para discernir el número preciso de monarcas y la duración de sus mandatos, como tampoco sobre la extensión de su territorio e influencia.
Si bien durante mucho tiempo se ha afirmado que el germen del Reino de Pamplona es el Ducado de Vasconia, hoy esta afirmación parece descartable, en primer lugar, porque la misma existencia histórica del supuesto ducado es puesta en tela de juicio. Este ducado, transcrito también en latín como Wasconiae, fue -suponiendo que fue real- una entidad de la Alta Edad Media constituida hacia el 601-602 por los reyes francosmerovingios sobre la base territorial de la circunscripción o ducatus de la provincia bajoimperial romana de Novempopulania, en la antaño provincia augustiniana de Gallia Aquitania, y que se extendía desde el sur del curso bajo del río Garona hasta la vertiente continental de los Pirineos.
Pero parece inverosímil que una población tan abrumadoramente rural y dispersa como la vascade la época fuera capaz de articular formas políticas tan complejas. En este sentido, es significativo que el reino de Pamplona surgiera a partir de una ciudad cuyo propio nombre en vascuence -Iruña, "la ciudad"- da fe de que se trataba de la única ciudad de toda la región. Así pues, parece más acertado afirmar que el futuro reino de Navarra fue el resultado de un indudable origen indígena vasco, pero también de una base urbana y heredera de la Hispania romana (conviene recordar que Pamplona fue fundada por Pompeyo el Grande, de quien toma el nombre). A partir de la alianza entre estas dos realidades históricas y culturales o de la lenta asimilación de ambas, la tradición rural de los vascones y la tradición urbana e hispanorromana -y más tarde hispanogoda- de la ciudad de Pamplona, se fue decantando con el tiempo la personalidad del reino pamplonés. La evidencia indica que esa alianza entre dos mundos enfrentados -el agrovascón y la ciudad hispanogoda- fue posible por la necesidad de sumar fuerzas frente a un poderoso enemigo común: Al-Ándalus.
Carlomagno, con el proyecto de defender y dilatar el orbe cristiano, realizó una expedición con la intención de ocupar Zaragoza y debilitar al emir cordobés. Esta expedición fue un fracaso y en su retorno destruyó los muros y la ciudad de Pamplona para que no se pudiera rebelar. Al pasar por el Pirineo, su retaguardia fue sorprendida y aniquilada por los vascones en la llamada batalla de Roncesvalles el 15 de agosto del 778. El emir cordobés con sus fuerzas armadas recuperó su poder en Zaragoza en el 781, luego en la comarca de Calahorra, dirigiéndose a tierras vasconas y en Pamplona fue acatado por Jimeno el Fuerte. En el 806 la aristocracia pamplonesa se fue organizando en oposición al califato e incorporándose al Imperio carolingio de Ludovico Pío, sin conocer los términos de esta mutación política. La marca hispánica carolingia de la "Navarra nuclear" era un condado de unos 4000–5000 km² y sólo debió de tener un único conde, Velasco al-Yalasqí, ya que en el 816 se produjo el derrumbamiento de estas marcas en el Pirineo occidental, siendo por tanto efímera y sin cambios profundos. Mientras, Álava entró en la órbita de la monarquía asturiana cuando el príncipe Fruela I venció a los rebeldes vascones, capturó a la que sería su futura esposa, Munia y convirtió este territorio en el baluarte oriental de la monarquía asturiana y manteniendo la descripción de vascones para sus habitantes.
Tras la enérgica reacción sarracena, se volvió a instaurar el sistema de obediencia indirecta a Córdoba, considerándose que se establece el Reino de Pamplona con su primer reyÍñigo Arista, que contaba con el apoyo de los Banu Qasi de la ribera. Debía tributar al emir de Córdoba, pero mantenía su propio gobierno y la religión cristiana. En los testimonios árabes lo presentan como «señor, conde o príncipe de los vascones (bashkunish)» y, por tanto, es dudoso que fuera considerado en la época como rey (al igual que sus dos descendientes primeros), dado que el territorio era pequeño, como el de un condado, y con una única sede episcopal. Esta sumisión era mantenida mediante expediciones armadas punitivas, sin intención, al parecer, de querer mantener una ocupación permanente. El territorio era de unos 5000 km² entre las cumbres del Pirineo occidental y los límites que daban las sierras exteriores. En el 824, tras la "Segunda batalla de Roncesvalles", Navarra y los territorios al sur del Pirineo se separan definitivamente del Ducado e inician su propio recorrido. Tras sofocar las revueltas de las fuerzas nobiliarias en Gascuña, el poder carolingio envía sus tropas a Pamplona capitaneadas por dos de sus condes, con el objeto de restaurar su soberanía sobre el territorio. En el retorno de su misión fueron sorprendidos y capturados en los Pirineos tras perder a su guardia armada de vascones o gasconesa manos de los "pérfidos montañeses" (vascones cispirenaicos). El conde Eblofue enviado a Córdoba como trofeo, y el conde Aznar fue puesto en libertad por ser gascóny ser considerado consanguíneo. En 853, el duque de Vasconia jurará por última vez lealtad a un soberano carolingio, iniciando posteriormente una dinámica regional fuera de los poderes centrales carolingios. Los títulos de duque de Vasconia y Aquitania se reunieron definitivamente en la figura de Guillermo VIII de Aquitania a partir de 1063.
El hijo de Íñigo Arista, García Iñiguez (851-882) y su nieto, Fortún Garcés (882-905), mantuvieron el mismo territorio sin realizar conquistas.
Tras arrebatar el poder a Fortún Garcés, Sancho Garcés I (905-925), hijo de Dadilde, una hermana del conde de Pallars Ramón I, y de García Jiménez, se alzó como rey, rompió los compromisos con Córdoba y extendió sus dominios por las tierras de Deyo, el curso del río Ega hasta el Ebro y más allá las comarcas de Nájera y Calahorra, éstas con la ayuda del rey leonés Ordoño II que produjeron la decadencia de la dinastía Banu Qasi.
La respuesta del emir cordobés Abderramán III fue inmediata y realizó dos expediciones con la victoria en la batalla de Valdejunquera (Valjunquera en Teruel no). Aunque no pudo llegar a la cuenca de Pamplona, sí logró ocupar casi todo el territorio de la Rioja (923). En la siguiente campaña del emir en 924 llegó y arrasó Pamplona. El territorio de Calahorra se adjudicó íntegramente a Sancho Garcés, y por ese motivo casó a su hija Sancha con Ordoño II. Bajo su tutela también quedaron los condados de los valles de los ríos Aragón y Gállegohasta llegar al Sobrarbe. El límite occidental era con el reino ovetense de Álava y Castilla. Todo ello conformaba un territorio de unos 15 000 km².
A su muerte le sucedió García Sánchez I (925-970), menor de edad y tutelado por Jimeno Garcés, hermano del monarca y esposo de una hermana de Toda, la reina viuda. Se establecieron lazos matrimoniales con el reino de León, ya que la reina Toda casó a su hija Oneca con el rey Alfonso IV (924-931) y luego a Urracacon Ramiro II. Por otra parte, el enlace matrimonial de García Sánchez I con Andregoto enlazaba el condado de Aragón. Sin embargo, este matrimonio fue disuelto por parentesco (primos hermanos), aunque Andregoto siguió ostentando el título de reina. Tras la ruptura, García Sánchez I se casó con Teresa Ramírez, posiblemente hija de Ramiro II de León. También se emparentaron con familias de nobles de los territorios dependientes del de León (Castilla, Álava y Vizcaya), como el conde castellano Fernán González casado primero con una hija de Sancho Garcés I y luego en nuevas nupcias con Urraca Garcés, hija de García Sánchez I; y Urraca Fernández, viuda de los reyes Ordoño III y Ordoño IV, que se casará con el primogénito y futuro heredero del reino. https://es.wikipedia.org/wiki/Urraca_Fern%C3%A1ndez
Su heredero Sancho Garcés II (970-994) estuvo asistido por su hermanastro Ramiro. Siguió la política matrimonial con la dinastía gascona con el matrimonio de Urraca Garcés, ya viuda, con el conde Guillermo Sánchez, y para frenar las incursiones de Almanzor a una de sus hijas en 982.
Campañas militares de Almanzor. En verde oscuro, territorios hostigados por el militar árabe. El mapa muestra las principales aceifas de Almanzor y las fechas en que se llevaron a cabo.
Al finalizar el siglo X, Almanzor lanzaba incursiones en los reinos cristianos y al menos en nueve ocasiones entraron en territorio pamplonés. En el 966 se reanudaron los enfrentamientos, con la pérdida de Calahorra y el valle del río Cidacos. Sancho Garcés II en coalición con las milicias del Condado de Castilla sufrió una derrota en Torrevicente (981), y tras ello intentó negociar con el fin de firmar la paz, primero entregando a una de sus hijas y posteriormente a su hijo. Tras el fallecimiento de Sancho Garcés II, en 994, Pamplona tuvo que rendirse tras realizar el califato una expedición. Otras incursiones se producirían con su sucesor García Sánchez II (994-1000), como la efectuada en el 999 en que Pamplona fue completamente arrasada, y en una de ellas se produciría su muerte, posiblemente en el año 1000.
La sucesión fue para el primogénito de unos ocho años de edad Sancho Garcés III (1004-1035), y ésta posiblemente estuvo tutelada por el Califato. Los primeros años parece que el reino fue dirigido por su tíos Sancho, y García Ramírez de forma sucesiva, y ya en el 1004 asumiría el trono con el asesoramiento de su madre Jimena Fernández. Las relaciones con Castilla se fueron fortaleciendo mediante lazos familiares. La muerte de Almanzor en 1002 y de su sucesor Abd al-Malik en 1008 iniciaron la decadencia del Califato de Córdoba con su división en taifasque Castilla aprovechó para aumentar su territorio, mientras que Sancho aseguró las posiciones en al frontera de la taifa de Zaragoza, en las comarcas de Loarre, Funes, Sos, Uncastillo, Arlas, Caparroso y Boltaña. https://es.wikipedia.org/wiki/Muniadona_de_Castilla
Antes de 1011 se casó con Muniadona, hija del conde de Castilla Sancho García. En 1016 realiza con su tío y suegroSancho García un acuerdo en cuanto a límites entre el Condado de Castilla y el Reino de Pamplona y los ámbitos de expansión, quedando para Pamplona la expansión hacia el sur y el este, la zona oriental de Soria y el valle del Ebro, incluidas las comarcas zaragozanas. No hay documentación directa en cuanto a estos límites exactos. El territorio heredado del reino de Pamplona (regnum Pampilonensis) estaba formado por 15 000 km² de Pamplona, Nájeray Aragón con dos círculos de vasallos reales los señores pamploneses y los aragoneses tradicionalmente diferenciados.
En 1017 apoyó a su tía la condesa Mayor de Ribagorza en litigios con su antiguo marido el conde de Pallars, que le aseguró los dominios y se expandió hacia la Ribagorza. En 1025, la condesa renunció al título, traspasándoselo al rey pamplonés, e ingresó en un monasterio. Tras la muerte del conde Sancho García, Alfonso V de León intentó restablecer su autoridad en la franja de los ríos Cea y Pisuerga.
Sancho III realizó un arbitraje casando a su hermana Urraca con Alfonso V (1023). En 1029 fue asesinado el García, conde de Castilla y sobrino de Muniadona, por lo que Muniadona se hizo depositaria del condado castellano que sería gobernado por su esposo Sancho III. La herencia del reino de León fue para un menor de edad, Bermudo III (1028), que implicó a Sancho III en la gobernabilidad de este reino, interponiéndose entre las discordias existentes entre el condado de Castilla y el Reino de León, mediante acuerdos matrimoniales. Así una hija de Sancho III, Jimena, se casó con el rey leonés, mientras que la hermana de éste, Sancha se casó con Fernando, segundo hijo de Sancho III y el que tenía encomendado el condado castellano. Para ayudar en esta gobernabilidad estuvo durante el año 1034 en tierras leonesas. https://es.wikipedia.org/wiki/Labort
En la reorganización del reino, se supone que creó el vizcondado de Labort, entre 1021 y 1023, con residencia del vizconde enBayona y el de Baztán hacia 1025, si bien no hay constancia documental de ello, ya que no hay ninguna mención ni alusión al vizcondado de Labort o a las tierras de la Baja Navarra en la documentación expedida por Sancho el Mayor.
José María Lacarra escribía esto sobre esta teoría:
Pero debo confesar que para esta teoría tan bien forjada, no encuentro ninguna base documental. Si bien los nombres de los primeros vizcondes de Labourd pueden ser tenidos por navarros, no está comprobado su entronque con ninguna familia conocida de "seniores" navarros; ni en los documentos de Pamplona se cita nunca el vizcondado de Labourd o de Bayona, ni en los documentos de estas tierras se hace ninguna alusión a las "tenencias" o gobiernos que pudieran tener sus vizcondes en el reino de Pamplona. En resumen, ni hay pruebas de que Sancho el Mayor apoyara militarmente al duque de Gascuña contra el conde de Tolosa, ni que luego le despojara del vizcondado de Labort para entregárselo a su mayordomo, ni de que en vida de Sancho Guillermo realizara el menor acto de hostilidad contra él ni se atribuyera autoridad alguna sobre el ducado de Gascuña. Las relaciones entre ambos debieron ser de amistad, más estrecha que con el conde de Barcelona, dados los antecedentes y los lazos de parentesco que les unían.
Algunos autores defienden que, a la muerte del duque Sancho Guillermo, duque de Vasconia, el 4 de octubre de 1032, extendió su autoridad sobre la antigua Vasconia ultrapirenaica comprendida entre el Pirineo y el Garona, como comenzó a ser mencionado en sus documentos. Otros autores, como José María Lacarra, Gonzalo Martínez Díez o Armando Besga opinan lo contrario.
Por el Norte, la frontera del reino pamplonés está clara, los Pirineos (caso de haberse extendido la autoridad de los reyes navarros hasta el Baztán, lo que es lo más probable, pero que no se puede acreditar hasta el 1066), y no se modificó. No es cierto, pese a todas las veces que se ha dicho, que Sancho III lograra el dominio de Gascuña (la única Vasconia de entonces, es decir, el territorio entre los Pirineos y el Garona, en el que la población que podemos considerar vascapor su lenguasólo era una minoría). El rey navarro únicamente pretendió suceder en 1032 al duque de Gascuña Sancho Guillermo, muerto sin descendencia, lo que bastó para que en algunos documentos se le cite reinando en Gascuña. Pero la verdad es que la herencia recayó en Eudes. https://es.wikipedia.org/wiki/Od%C3%B3n_II_de_Vasconia
Se puede decir que Sancho III realizó el primer Imperio Hispánico y fue denominado Rex Ibericus y Rex Navarrae Hispaniarum.
A su muerte en 1035 el reino de Pamplona había alcanzado su máxima extensión. Realizó un testamento que ha tenido una gran polémica historiográfica, considerando que repartió todo el territorio en tres reinos. Sin embargo Sancho III el Mayor siguió la tradición sucesoria reservando al primogénito García el reino de Pamplona, con el título real con todo su patrimonio a él anejo hasta entonces, Pamplona, Aragón y tierras de Nájera. El legado de su esposa Muniadona se debió de entregar de forma repartida entre los hijos legítimos. De esta forma García también recibió el territorio noreste del Condado de Castilla (Castella Vetula, la Bureba, Oca...) y el condado de Álava (las tierras vizcaínas, duranguesas y alavesas). Por parte de la herencia materna para Fernando, que ya tenía encomendado el condado de Castilla, recibió el resto de este territorio; Gonzalo el de Sobrarbe y Ribagorza, que debió estar supeditado al hermano primogénito, procedentes de los derechos de familia materna y de conquistas de su padre; y, por último, para el hermanastro Ramiro el condado de Aragón y ciertas poblaciones dispersas por la geografía pamplonesa, supeditado a García. La muerte precoz y poco aclarada de Gonzalo hizo que los territorios correspondientes pasaran a Ramiro. Por tanto, el patrimonio que ostentaba al subir al trono se concentraron en el primogénito García, mientras que el resto, herencia de su esposaMayor o derecho de conquista, era de más libre disposición.
La política exterior del reino de Pamplona con García Sánchez III (1035-1054) estuvo marcada por la relación con sus hermanos. El conflictoarmado de su hermano Fernando I, al que apoyó, con su cuñado Bermudo III de León produjo la muerte de este último en la batalla de Tamarón consiguiendo Fernando I la corona leonesa. Esta colaboración se mantuvo durante algunos años. Con el hermanastro Ramiro I de Aragón fue mejor y mantuvo la dependencia teórica del pamplonés, excepto un mal conocido enfrentamiento en Tafallaen 1043 y que fue favorable a García. La alianza entre ellos, y con Ramón Berenguer I, fue eficaz para presionar a la taifa de Zaragoza. Tras la toma de Calahorra en 1044, la frontera pasó a un periodo pacífico en las que se iniciaron relaciones comerciales con la dividida taifa.
Al conseguir Fernando I el reino de León, convirtió teóricamente a García Sánchez IIIvasallo de su hermano en lo relativo a los territorios del condado de Castilla que habían sido repartidos por parte de la herencia materna. Sin embargo, el pamplonés probablemente interpretó que esos territorios habían pasado a ser una extensión de su reino, colocando a distintos tenentes de su círculo nobiliario, desplazando a los locales que tenían intereses relacionados con Fernando I, además de realizar otras medidas políticas. Las relaciones se deterioraron hasta el punto de enfrentarse los dos hermanos en la batalla de Atapuerca en septiembre de 1054, donde murió el rey de Pamplona. La derrota en esta batalla hizo perder a Pamplona las tierras de Castella Vetula, la Bureba y parte de la cuenca del Tirón.
Sancho Garcés IV (1054-1076) fue proclamado rey y reconocido por su tío Fernando I, rey de León, en el mismo campo de batalla de Atapuerca. Tenía catorce años y fue tutelado en el gobierno por su madre Estefanía, que tenía gran habilidad política, y parece que también por sus tíos Fernando y Ramiro. Cuando murió la madre en 1058 empezó a destacar el difícil carácter del soberano que le granjeó la enemistad de la nobleza que para 1061 provocó un conato de rebelión. La muerte de Ramiro I de Aragón se produjo en 1063, y su hijo Sancho Ramírez inició un progresivo alejamiento del rey de Pamplona, haciéndose vasallo del papa en 1068, rompiendo, de esta forma, la soberanía del reino de Pamplona, para posteriormente proclamarse rey. Mientras tanto Sancho Garcés IV se alió con Al-Muqtadir de Zaragoza. Finalmente se produjo un complot que llevó al asesinato de Sancho Garcés IV al ser despeñado en Peñalén, junto a Funes, el 4 de junio de 1076, por parte de su hermano Ramón y su hermana Ermesinda. En el mismo también debieron de participar los dos reinos vecinos. Hasta el momento de su muerte el reino de Pamplona contaba con los territorios de Vizcaya, Álava y la Tierra Najerense.
Inmediatamente después el reino se lo repartieron sus dos vecinos. El rey de León y Castilla Alfonso VI, primo de todos ellos, pasó a controlar La Rioja; el Señorío de Vizcaya, atrayéndose a Lope Iñiguez, a cambio de aceptar el señorío hereditario de Haro; Álava; el Duranguesado; una gran parte de Guipúzcoa y la orilla derecha del bajo Ega, al parecer con el apoyo de los linajes de la zona. Por su parte el rey aragonés, Sancho Ramírez, primo también por línea bastarda, hizo lo propio con el resto del territorio pamplonés, con el apoyo de la nobleza nuclear pamplonesa que le aceptó como rey. De esta forma, el río Ega fue la frontera en la que quedó dividido el reino. Las pretensiones de Alfonso VI que se alentaron con la conquista de Toledo (1085), fueron frenadas por la derrota en la batalla de Zalaca (1085) contra los almorávides, lo que le llevó a reconocer a su primo Sancho Ramírez como rey de Pamplona, consiguiendo que le prestara vasallaje por un territorio del núcleo originario del reino, denominado "condado de Navarra". Sancho Ramírez se centró entonces en expandirse al territorio musulmán en la zona de Ribagorza y con la toma de Arguedas (1084), con el que controlaba gran parte de las Bardenas. A la muerte de Sancho Ramírez, paso el reino a Pedro I (1094-1104) que siguió con la presión al Islam, tomando el Somontano, en cuanto al territorio aragonés, y en cuanto al pamplonés mantuvo el acoso a Tudelacon la toma de Sádaba(1096) y de Milagro (1098).
Su sucesor, Alfonso I el Batallador (1104-1134), rápidamente llevó la frontera con el Islam al río Ebro. En 1109 se esposó con la hija de Alfonso VI de León, Urraca, con la intención de un gobierno conjunto de los reinos acordado en las capitulaciones matrimoniales. La incompatibilidad de caracteres de los cónyuges condujo a una guerra civil en Castilla. Urraca y sus partidarios se hicieron fuertes en Galiciay en la parte occidental, coronando en 1111 al primer hijo del primer matrimonio de ésta, Alfonso Raimúndez. Gran parte de la nobleza castellana apoyó a Alfonso el Batallador que, al ver que era imposible unificar los dos reinos, se retiró conservando los territorios que le apoyaron, como fueron Vizcaya, Álava (reunidos en la junta de Argote), Rioja y otros de Burgos. Diego López I en 1116 se rebelará contra Alfonso I por la tenencia de Nájera y manteniendo de nuevo una posición pro castellana. Alfonso I había designado a Fortún Garcés Cajal para retener dicha plaza en 1112, que la mantuvo hasta 1134. De nuevo el señor de Vizcaya, Diego López I, junto con el conde Ladrón Íñiguez, se rebelaron en 1124, por lo que el rey sitió Haro y Diego López I se exilió a Castilla, mientras que Ladrón Íñiguez se reconcilió con el Batallador convirtiéndose en señor de Álava. Cuando murió Diego López I, su hijo, Lope Díaz, en 1126 reconoció al nuevo rey de Castilla, Alfonso VII, que estaba reivindicando los territorios vascos y la Rioja.
Por otra parte se tomó Zaragoza (1118) con apoyo de nobles y tropas procedentes del Mediodía francés y de todo el territorio del reino pamplonés, incluidos los territorios occidentales, y aragonés. Inmediatamente después cayó Tudela, el 25 de febrero de 1119, y Tarazona, y luego Calatayud y Daroca.
Tras el fallecimiento de Urraca en 1126, su hijo Alfonso VII concentró sus pretensiones en el territorio de Alfonso el batallador. En 1127 mediante mediación se acordó el Pacto de Támara, con el fin de evitar el enfrentamiento de las tropas de Pamplona y Aragón con las castellano-leonesas. En este pacto Alfonso el Batallador renunciaba al título de emperador y se delimitaron las fronteras entre los reinos de Castilla y los de Pamplona y Aragón con devolución de alguno de los territorios a Castilla, retirada ésta que Alfonso I efectúo con lentitud. En este pacto quedaba en territorio pamplonés los de Vizcaya, Álava, Guipúzcoa, Belorado, Soria y San Esteban de Gormaz.
Asedió Bayona, que estaba en manos de Inglaterra, en los años 1130-1131 sin llegar a tomarla. Por otra parte, en Aragón tras conquistar Mequinenza(1132) se centró en la toma de Fraga, que fracasó tras un asedio de un año de duración, gravemente herido se retiró y murió dos meses después por complicaciones de las heridas, el 7 de septiembre de 1134. El territorio por él controlado había pasado de 24 000 km² a unos 52 000 km², de ellos 8 000 ante Castilla para la monarquía pamplonesa y más de 20 000 km² a los almorávides. La muerte sin hijos legítimos y con un testamento que dejaba a las órdenes militares los dos reinos, era algo imposible de cumplir tanto por la nobleza aragonesa como por la pamplonesa y esto marcaría la separación de nuevo entre el reino de Pamplona y Aragón. En Aragón se coronó a Ramiro II, un hermano de Alfonso el Batallador, mientras que en el territorio pamplonés la nobleza optó por García IV Ramírez (1134-1150), vástago de la dinastía Jimena. García Ramírez tuvo que someterse al vasallaje del rey castellano, pero su hijo Sancho VI de Navarra aprovechó la minoridad de Alfonso VIII de Castilla para sacudirse el vasallaje y se intituló como Rex Navarre.
La batalla de Valdejunquera o Campaña de Muez fue un combate librado el 26 de julio del año 920 entre el ejército del emir cordobés Abderramán III y el formado por las fuerzas conjuntas de los reyes Ordoño II de León y Sancho Garcés I de Pamplona, que tuvo lugar en la fortaleza de Muez en el valle de Junquera, situado a unos 25 km al suroeste de Pamplona. No confundir con Valjunquera, Teruel.
Abderramán salió de Córdoba el 4 de julio, para dirigir una campaña de castigo por la derrota musulmana por parte de la coalición navarro-leonesa en la batalla de Castromoros, y tras tomar la plaza de Calahorra se dirigió hacia la capital del reino navarro. El rey de Navarra aguardaba dentro de Arnedo, pero viendo que las tropas musulmanas, después de tomar Calahorra, se dirigían hacia su capital, se apresuró a ir al norte y unir sus tropas con las del rey de León, quien venía en su ayuda. Los moros siguieron a Viguera, donde derrotaron a las primeras fuerzas conjuntas que les opusieron Ordoño y Sancho, llegando por fin a Muez, en el valle de Junquera, lugar situado a unos 25 km al suroeste de Pamplona. En la subsiguiente batalla, el 26 de julio de 920, el emir cordobés derrotó nuevamente a las escasas huestes reunidas por leoneses y navarros, quedando cautivos los obispos de Tuy y Salamanca, Dulcidio y Hermogio. Los supervivientes se refugiaron en las fortalezas de Muez y Viguera, que fueron cruelmente asediadas por el emir andalusí. Tras tomar las plazas, todos los cautivos fueron degollados, y, finalmente, arrasó los campos antes de volver a Córdoba.
De tal descalabro se culpó a los condes castellanos Nuño Fernández, Abolmondar Albo y su hijo Diego, y Fernando Ansúrez, por no haber acudido al combate. Convocados por el monarca en el lugar de Tejar, a orillas del Carrión, los condes fueron apresados y encarcelados (aunque según la tradición fueran muertos). En cualquier caso, debieron ser liberados poco tiempo después, ya que la documentación los presenta actuando con normalidad.
El emir logró una incuestionable victoria el 26 de julio, procediendo seguidamente a devastar los territorios próximos hasta que el 26 de agosto dio la orden de regresar al emirato.
El historiador y experto en castillos Iñaki Sagredo hace referencia a esta batalla en un trabajo relacionado con las defensas del reino de Pamplona publicado en el 2008. En sus conclusiones anota que hay un claro error a la hora de situar el lugar de la batalla en Muez, localidad situada en el valle de Güesalaz, zona próxima a la Cuenca de Pamplona. Analizando las etapas, zona del combate y toponimia, este autor sitúa el lugar de la batalla en las proximidades de Mues, no lejos del desfiladero del Congosto, en las campas de la Berrueza o en las cercanías de Los Arcos.