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jueves, 23 de mayo de 2019

DELIMITACIÓN DEL TÉRMINO MUNICIPAL DE BINÉFAR


2.83. DELIMITACIÓN DEL TÉRMINO MUNICIPAL DE BINÉFAR
(SIGLO XI. BINÉFAR)

DELIMITACIÓN DEL TÉRMINO MUNICIPAL DE BINÉFAR  (SIGLO XI. BINÉFAR)


Monzón, tras varios intentos del ejército aragonés, cayó en manos cristianas y con la toma de su castillo toda la zona se aprestó a la tarea de la repoblación y organización del territorio. En aquellos momentos, Binéfar formaba parte del término de Monzón, pero el rápido crecimiento de su caserío animó a sus pobladores a reclamar su propio territorio municipal.
Tras largas conversaciones y propuestas de todo tipo, pudo llegarse, por fin, a un acuerdo de solución. Consistía éste en que al alba de un determinado día saldrían dos ancianas, una de Binéfar y otra de Monzón, andando por el camino que unía a ambas poblaciones: donde se encontraran, allí estaría la güega o muga. Naturalmente, en ambos lugares eligieron a las abuelas más ágiles y rápidas, a las que nadie podría ayudar.
Por parte de Binéfar, la comunidad de vecinos designó a una anciana de la calle Monzón. Pero ocurrió que estaba resfriada y, pensando en el compromiso que tenía al día siguiente, decidió superar la enfermedad por el procedimiento más expeditivo de la época: sudando bien arropada en la cama. Así es que la abuela binefarense, cuando se echó la noche, tomó unas peras que tenía colgadas en la falsa y se preparó un buen ponche caliente. Una vez cocidas las peras con miel, les añadió el preceptivo vino tinto de la tierra. Todo hubiera sido normal a no ser porque se pasó en la dosis recomendada por la receta, de modo que se acostó a la cama realmente «contenta».
Al despertar, el catarro estaba mucho mejor, pero el sol entraba ya por la ventana. Muy apurada, sin lavarse apenas, se vistió rápidamente, se calzó unas zapatillas cómodas, cogió una labor para el camino y se dispuso a plantarse lo más cerca posible de Monzón. Pero cual no sería su asombro cuando, nada más dejar las últimas casas de Binéfar, se topó con la «cabezuda» montisonense que, ligera y, sobre todo, madrugadora, había recorrido ya las dos leguas que separan a ambos pueblos.
Como les seguían a distancia varios vecinos de Binéfar y de Monzón, respectivamente, justamente allí donde se encontraron colocaron una muga de piedra para señalar la linde, haciendo que el notario diera fe de lo ocurrido. Por eso el término de Binéfar ha sido y es tan reducido.
[Datos proporcionados por José Peyrón Gimeno.]



https://es.wikipedia.org/wiki/Bin%C3%A9far

Binéfar es un municipio y población de España, perteneciente a la Comarca de la Litera, al este de la provincia de Huesca, comunidad autónoma de Aragón, a 76,7 km de Huesca y a 39 km de Lérida. Tiene un área de 25,10 km² con una población de 9435 habitantes (INE 2018) y una densidad de 370,04 hab/km². El código postal es 22500.

Se encuentra comunicado con la ciudad de Monzón y Almacellas (provincia de Lérida) por la carretera nacional 240 (N-240) y la autovía A-22, lo que hace que sea lugar de paso para todo aquel que quiera ir hasta la capital de la provincia, desde Cataluña.

El nombre primitivo de Binéfar, según el estudioso Benito Coll, pudiera proceder de un origen árabe-musulmán del municipio, cuyo máximo responsable sería Affa. De aquí que el pueblo de los súbditos o "hijos" de Affa o tal vez Effar, se denomine Ben-Affa y de aquí, y con el paso de los años, mutó en Abinéfar, Avenáfar, Benáfar o Bináfar y reconocido así por el reino de Monzón.

Binéfar aparece mencionado documentalmente por primera vez en el siglo XI. En 1169 los templarios de Monzón otorgaron carta de población. En octubre de 1363 se firmó el tratado de Binéfar entre Pedro IV el Ceremonioso de Aragón y Enrique de Trastámara. El pacto fue ratificado en marzo de 1366 en Zaragoza. En abril de 1467 se enfrentaron a San Esteban de Litera y en el siglo XVI Binéfar, a causa de la peste desatada en Monzón, fue sede de las Cortes de Aragón, presididas por Felipe II, en 1585.

Es villa desde 1785. En el siglo XIX llegó el ferrocarril a Binéfar y en 1906 Alfonso XIII inauguró el Canal de Aragón y Cataluña, ambos pilares de desarrollo económico y social del siglo XX.

En la Guerra Civil (1936-1939) se constituyó en una de las colectividades más importantes de Aragón, aunque no llegó a consolidarse. En 1970 fue inaugurada la sede central del Sindicato de Regantes del Canal de Aragón y Cataluña por Juan Carlos de Borbón.

En la actualidad, Binéfar destaca como centro comercial y de servicios de La Litera, con una importante actividad agropecuaria (cereales, plantas forrajeras, frutas y hortalizas, así como ganado ovino, bovino y porcino) e industrial (agroalimentarias, mecánicas, textiles y de materiales de la construcción). La lonja agropecuaria sirve de referencia a todas las demás lonjas del mercado nacional.

Han sido diversos los restos arqueológicos hallados en las proximidades de Binéfar. Todos ellos arrojan luces sobre los primeros pobladores de esta zona. Cabe destacar el asentamiento de La Vispesa (foco de romanización de la Ilergecia Occidental), en el que a principios del siglo XX, R. Donoso encontró un fragmento de una estela ibérica, de tipo funeraria, en piedra arenisca (1,44 metros de altura) que actualmente se encuentra en el museo de Huesca.

Arquitectura religiosa:

Iglesia de San Pedro: gótica se edificio en el siglo XV y se amplió en el siglo XVIII. Tiene planta rectangular y está formada por tres naves, crucero, ábside con capillas, coro y torre. La nave central se compone de cuatro tramos cubiertos con bóvedas nevadas de crucería estrelladas, pertenecientes a la primitiva iglesia gótica. Las naves laterales son más bajas que la central y corresponden al estilo barroco. Sobre el crucero se sitúa un amplio cimborrio, quedando los brazos cubiertos con bóvedas de lunetos. La torre presenta planta octogonal con cuatro cuerpos separados por impostas. En el lado opuesto se encuentra el baptisterio, en el que podemos admirar una puerta gótica convertida en ventanal con vidrieras. La portada es un ejemplar singular de gótico flamígero, único en Aragón. El retablo gótico mayor que se cerraba con dos puertas, quemado en la última contienda, era obra de Damián Forment, y a Felipe II en 1585 le impresionaron tanto que ordenó desmontarlas y llevarlas al monasterio del Escorial.

Ermita de San Quílez (1888).
Ermita de Nuestra Señora del Romeral (1955)
Arquitectura civil

El casco antiguo conserva algunas casas de cierta antigüedad como Casa Ruata, Casa Corzán, Casa de Cultura (estilo renacentista, s. XVI). Recorriendo las dos calles que unen la plaza de la iglesia (plaza Padre Llanas) con la plaza de la Litera encontramos algunos edificios de interés, aunque desgraciadamente la mayor parte de ellas se han derribado en el pasado siglo. Se pueden admirar la actual casa de la Cultura, que fue ayuntamiento y cárcel de la villa, restaurada en la década de los ochenta; casa Ruata, con escudo de armas, y algunas casas solariegas de la calle Mayor y de la plaza de La Litera. La cruz de término gótica, derribada en 1931, fue restaurada por el artista Pepe Beltrán. Se pueden admirar en la plaza de la iglesia y en la calle Mayor algunas cías, de la gran cantidad que existen, que se han protegido.

Binéfar se puede considerar como uno de los municipios con mayor relación en cuanto a producción de proyección nacional e internacional con respecto a su población. La Lonja Agropecuaria de Binéfar es la lonja más importante de España y referente europeo en cuanto al ganado bovino. Alberga la Cooperativa Joaquín Costa.

La obra del Canal de Aragón y Cataluña (concluida en 1906) permitió la transformación agrícola del territorio. Además, su sede reside en Binéfar.

El mundo cultural de Binéfar se ve promovido con programas estables de carácter anual por el ayuntamiento: Circuito de Teatro Infantil, Teatro de Adultos, Espectáculos de Música y Danza, Folclore, Concursos, Pórtico Cultural (preliminares de fiestas), Imaginaria (Festival de títeres e imagen en movimiento), actividades literarias, Diverbiner... Además cuenta con diversos servicios y equipamientos culturales: biblioteca pública, escuela de música y danza donde también se imparte folclore, taller de artes y un centro cultural y juvenil.

Los Titiriteros de Binéfar es la formación cultural más importante, recibiendo en 2010 el I Premio Nacional de Teatro para la Infancia y la Juventud.



Teodoro Bardají recogió los ingredientes del recau y los llevó a los mejores fogones. Bardají, bajo la denominación de Recao de Binéfar, hace uso de la morigeración, debido a la falta de recursos más sustanciosos que condicionó su creación en los fogones populares oscenses, prescindiendo de los pecados de la carne en cualquiera de sus manifestaciones. La coyunda se mantiene sólo entre vegetales, / JA JA, esto para que veais lo buena que es la wikipedia / aunque con representación de suficientes especies como para presentar una dieta bastante completa de hidratos de carbono y distintas vitaminas. También se le puede llamar recau al plato más conocido en la villa de Binéfar.

Canal de Aragón y Cataluña
Iglesia de San Pedro
Ermita de Nuestra Señora del Romeral
Ermita de San Quílez
Teatro Municipal Los Titiriteros de Binéfar
Ayuntamiento "premio García Mercadal de arquitectura"

Benito Coll y Altabás, filólogo
Cervera Roche, banquero judío que fundó una casa de banca en 1560.
Eduardo Llanas, vicario general de la Escuelas Pías en 1900.
Miguel Ángel Fúster Coll, compositor
Tato Abadía, exfutbolista de Primera División
Teodoro Bardají Mas, maestro culinario

http://www.binefar.es/

https://www.researchgate.net/publication/304616382_Nuevos_Datos_sobre_el_Conocimiento_de_la_Ilergecia_Occidental_Prospecciones_Geofisicas_en_la_Litera_y_el_Bajo_Cinca

domingo, 12 de mayo de 2019

LA RECONQUISTA DE CAMAÑAS


2.67. LA RECONQUISTA DE CAMAÑAS (SIGLO XII. CAMAÑAS)

Entre el alcaide moro de Camañas y el conde cristiano de Alfambra existía una enconada rivalidad como jefes de poblaciones fronterizas y enemigas que eran. Pero en casa del señor de Alfambra se hablaba tanto del alcaide sarraceno que la mujer de aquél acabó enamorándose a distancia de éste hasta tal extremo que logró convenir una cita secreta para verse a solas.
Aceptó el encuentro Yusuf, que sabía de las dotes y belleza de la condesa, e ideó de qué manera podría unirse a ella sin levantar las sospechas de don Rodrigo, su enemigo. De ahí que hiciera preparar a su hechicero un brebaje que, horas después de ser ingerido, la mantendría como muerta durante ocho días, tiempo suficiente para que el de Alfambra se hiciera a la idea de su desaparición.
El alcaide moro y la dama cristiana mantuvieron la cita convenida, se declararon mutuo amor y decidieron poner en práctica el plan ideado por aquél. Así es que se amaron, tomó la pócima la enamorada y luego recorrió con sigilo los escasos kilómetros que separan a ambas poblaciones.
«Murió» la condesa en su propia casa como estaba previsto, pero el calor no huía de su cuerpo. Don Rodrigo, dubitativo, vertió plomo caliente en la mano de su mujer, que quedó perforada, pero su cuerpo no se movió. No cabía duda, pues: estaba muerta y fue enterrada entre sollozos.
Desenterrada por los hombres de Yusuf y «resucitada», se hizo pasar por una mujer venida de lejos, y se convirtió en la señora de Camañas. Mas con el tiempo, un mendigo la identificó por la mano horadada y dio aviso a don Rodrigo, quien, disfrazado también de pordiosero, se presentó en su casa, reconociéndose mutuamente, si bien le aseguró ella que estaba allí forzada.

Llegó entre tanto Yusuf y la dama escondió a su ex marido en un arca. Le preguntó al alcaide cuánto daría por apresar a don Rodrigo y al decirle que la mitad de sus bienes, la mujer levantó la cubierta del arca e intentó entregar a don Rodrigo, pero éste hizo sonar una flauta que llevaba escondida y al momento sus hombres, que estaban ocultos, atacaron y vencieron a los desprevenidos moros. De esta manera Camañas acababa de ser reconquistada, mientras Yusuf y su enamorada eran quemados vivos en Sierra Palomera.
[Lázaro Polo, Francisco, El bardo de la memoria..., págs. 195-197.]





Camañas es un municipio de la provincia de Teruel, perteneciente a la Comarca de Comunidad de Teruel, en la Comunidad Autónoma de Aragón, España. Tiene una población de 124 habitantes (INE 2018).

LA RECONQUISTA DE CAMAÑAS (SIGLO XII. CAMAÑAS)


Profesor e historiador de la literatura, natural de Caminreal.

Publicaciones. Monográficos

  • El bardo de la memoria  : historias y leyendas turolenses / Francisco Lázaro Polo. Teruel, Diputación Provincial, D.L. 1992; 205 p.:il.;18 cm
  • Cervantes y Teruel / Francisco Lázaro Polo. Teruel, Caja Rural de Teruel, 2005; 38 p.:il.;21 cm
  • Crónica del Teruel extraño / Francisco Lázaro Polo. Zaragoza, Ibercaja, 1999; 253 p.:il.;24 cm
  • Cuéntame El Cid en Teruel / Francisco Lázaro Polo. Teruel, Aragón Vivo, 2007; 79 p.:il.;23 x 25 cm
  • Personajes turolenses / Francisco Lázaro Polo ; dibujos, Mª Carmen Muñoz Ferrer. Teruel, Caja Rural de Teruel, 1997; 142 p.:il.;21 cm
  • Teruel y la literatura / Francisco Lázaro Polo. Teruel, Aragón Vivo, 2003; 256 p.;21 cm

Publicaciones. Artículos

  • "El Cantar de mio Cid y Teruel", Turia, 83, 2007, p. 379-403.
  • "Los poetas de Monreal", en Historia de Monreal del Campo, Monreal, 2006, p. 295-302 [Texto completo]
  • ``Ecos literarios del valle´´. Calamocha, Xiloca, 32, 2004, pág. 077-094 [Texto completo]
  • "Ecos literarios del valle", en Comarca del Jiloca, Zaragoza, Gobierno de Aragón, 2003, p. 177-192 [Texto completo]
  • ``Por los caminos literarios de El Cid Campeador´´. Calamocha, Xiloca, 25, 2000, pág. 173-188 [Texto completo]
  • ``Introducción a la literatura turolense´´. Calamocha, Xiloca, 20, 1997, pág. 257-283 [Texto completo]
  • ``Dos motivos significativos del Caminreal contemporáneo: el escudo y el ferrocarril´´. Calamocha, Xiloca, 08, 1991, pág. 063-070 [Texto completo]
  • `Notas aproximativas al dance de Caminreal´´. Calamocha, Cuadernos del baile San Roque, 03, 1990, pág. 095-105 [Texto completo]
  • ``Assi fera lo de Siloca, que es del otra part: alusiones épicas a nuestra comarca en el cantar del Mio Cid.´´. Calamocha, Xiloca, 05, 1990, pág. 091-100 [Texto completo]
  • ``Algunas notas sobre la historia, el folklore y el habla de Caminreal (Teruel)´´. Calamocha, Xiloca, 02, 1988, pág. 151-171 [Texto completo]

Bibliografía

  • Barreiro, Javier (2010): Diccionario de autores aragoneses contemporáneos, 1885-2005. Zaragoza, Diputación Provincial.

sábado, 11 de mayo de 2019

LA RECONQUISTA DE DAROCA


2.57. LA RECONQUISTA DE DAROCA (SIGLO XII. DAROCA)

Habiendo llegado el gobernador de Daroca, Abén-Gama, al esplendor de su poder, se dio cuenta de que sólo le faltaba una cosa para alcanzar la dicha completa: casarse con la princesa más bella que existiera y construir para ella el más hermoso palacio conocido.

LA RECONQUISTA DE DAROCA (SIGLO XII. DAROCA)


Un golpe de suerte hizo que Zuleika, el mercader, trajera en uno de sus viajes a Melilah, la princesa más hermosa de toda Arabia. El gobernador quedó cautivado por su belleza e, inmediatamente, mandó construir un palacio y se casó con ella. Pero Melilah, que no amaba al gobernador, cayó en una infinita tristeza. También Abén-Gama se sintió desdichado y se volcó en la lucha contra Alfonso I el Batallador. Y fue en una de sus múltiples batallas donde hizo prisionero al caballero cristiano Jaime Díez de Aux y lo condujo a Daroca. Al entrar por la puerta, los ojos del joven cristiano se cruzaron con los de la hermosa Melilah y ambos se enamoraron, y desde aquel día la princesa fue a visitarlo todas las noches en secreto a la mazmorra.

Cuál sería el horror de la bella enamorada al enterarse un día de que el gobernador pensaba colgar a don Jaime como escarmiento, a la mañana siguiente. Rápidamente se encaminó a las mazmorras y propuso a don Jaime un plan de fuga, no sin antes obtener la promesa de que volvería para liberarla de Abén-Gama y se casaría con ella. Así es que, llegada la noche, y aprovechando la confusión que había provocado el cerco de la ciudad por Alfonso el Batallador, Melilah liberó a don Jaime. Pero, cegada por el temor de que muriera su amado, la bella princesa mora no fue lo suficientemente discreta.

Quiso, pues, la casualidad que Murid Omed, un moro enamorado en secreto de Melilah, descubriera el plan y, sintiéndose despechado, informó de la traición al gobernador. Abén-Gama, enfurecido por los celos, mandó que arrojaran a la princesa al pozo.

Pocos días después entraba don Jaime en Daroca entre las tropas del rey Alfonso I y corrió a buscar a su amada. Su desesperación fue infinita cuando se enteró de la muerte trágica de Melilah.
Se dice que, desde el día de su muerte, Melilah sale todos las noches del pozo vestida de blanco, con una luz en la mano, y vaga por las murallas del castillo en busca de su amado, a quien todavía espera para que la libre de su encanto.
[Beltrán, José, Tradiciones..., págs. 55-62.]


Daroca es una ciudad y municipio, cabeza del Partido judicial de Daroca, capital de la comarca de Campo de Daroca, en la provincia de Zaragoza, comunidad autónoma de Aragón, España.


Según algunos historiadores, la aldea celtibérica primitiva en este lugar se llamaba Darek. Se ha señalado Daroca con la ciudad a la que los romanos llamaron Agiria, construyendo un fuerte castillo para defender la carretera de Laminium, que pasaba por el pueblo y conectaba Zaragoza con Valencia.

La primera mención documental de la ciudad data del año 837; aparece como ciudad de cierta importancia en el norte de al-Andalus, donde se había instalado la familia de los Banu al-Muhayir, que pertenecían a la tribu de los tuyibíes, o árabes del sur, procedentes del Yemen.​ Los árabes le pusieron el nombre de Calat-Darawca (862), y lo tuvieron durante 400 años, hasta que Alfonso I de Aragón la conquistó en 1120, y en 1141 emitió un código legal primitivo, que hoy se desconoce. En el siglo XII, Ramon Berenguer IV le otorgó las leyes y los privilegios que la convirtieron en la capital de la Comunidad de Daroca, que tuvo una gran influencia social y militar en la Edad Media. Tuvo un voto en los tribunales y fue sede de varias asambleas famosas con Pedro II (1196), Jaime I (1222-1243), Jaime II (1311) y Pedro IV (1338), en las que se concertó la paz con Castilla.

Acuarela de Daroca y sus murallas por Pier Maria Baldi en 1668
Acuarela, Daroca, murallas, Pier Maria Baldi, 1668

En 1248, las aldeas de Daroca se constituyeron en Comunidad por privilegio del rey Jaime I. Daroca quedó excluida de la Comunidad, aunque siguió manteniendo una importante relación con sus aldeas. El territorio de la Comunidad tiene como base el concedido a Daroca en el fuero de 1142, aunque ambos no coinciden miméticamente. La Comunidad estableció sus propios órganos de gobierno, con sus oficiales (escribano, procurador y sesmeros), que se reunían en plegas; e incluso consiguió representación en las Cortes del reino.​ En una guerra contra Pedro I de Castilla, Daroca resistió a un asedio, que llevó a la adjudicación del estado de la ciudad el 26 de abril de 1366.

Económicamente, la agricultura y la ganadería fueron las principales ocupaciones de los habitantes. Había tres grupos sociales, cristianos, judíos y musulmanes, que gozaban de las mismas leyes y privilegios, aunque estaban organizados por separado.

La ciudad sirvió como una parada frecuente para los viajes a lugares de la zona, y fue visitada por los Reyes Católicos, Carlos I, Felipe II y Felipe III, en su ruta de Madrid a Zaragoza y Cataluña. Felipe V también estuvo en Daroca y también Carlos II. Después de la muerte de Carlos II, Daroca abrazó la causa del pretendiente austriaco al trono, Carlos III, en lugar del candidato respaldado por Francia Felipe V, que llevó a la ocupación en la Guerra de sucesión. Esto acabó con casi seis siglos de autonomía municipal: la oficina de la justicia desapareció, y fue sustituida por un magistrado real; el consejo se reorganizó para remover a los jurados y agregar ocho regentes, un secretario y dos diputados conjuntos. Durante la Guerra de Independencia, las tropas de Napoleón ingresaron a Daroca en junio de 1808. Daroca fue liberada en agosto de 1813.

Durante las guerras carlistas del siglo XIX, fue ocupada por las fuerzas carlistas en 1834, 1837 y 1872, pero todas ellas fueron esporádicas porque Daroca permaneció leal a la monarquía de Isabel II. Las ocupaciones se debieron a la proximidad geográfica del reducto carlista de Maestrazgo.

Desde mediados del siglo XIX, la situación económica mejoró debido al éxito de la agricultura, lo que estimuló el desarrollo del comercio y la pequeña industria. A principios del siglo XX, se construyó el ferrocarril Teruel- Calatayud, que fortaleció la posición comercial de Daroca. En estos años, se construyeron terraplenes en el barranco de Jiloca y se reforestó para intentar evitar los desastres causados ​​por inundaciones periódicas. 

En la Guerra Civil triunfó en toda la comarca los sublevados. La represión que siguió dejó totalmente sometida a la comarca a los rebeldes. Posteriormente, la ciudad comenzó a declinar, aunque mantuvo su posición gracias a la industrialización y la mecanización del campo.

Darocenses ilustres:

Juana de Aragón y de Armagnac (Daroca, 1375 - 1407), hija de Juan I de Aragón y Marta de Armagnac. Era miembro de la Casa de Aragón y Condesa de Foix por su matrimonio con Mateo I de Foix.
Martín Díez de Aux (Daroca, s. XIV – Játiva, 1440), noble que sirvió como Baile General del reino, y como Justicia del reino.
Astruc ha-Levi (Alcañiz, siglo XIV - siglo XV), erudito y conocedor del Talmud.
Juan de la Huerta (Daroca, 1413 - Maçon, 1462), escultor.
Gil Morlanes el Viejo (Daroca, 1445 - Zaragoza, 1517), escultor.
Pedro Sánchez Ciruelo (Daroca, 1470 - Salamanca, 1548), matemático y teólogo.
Pablo Bruna (Daroca, 1611 - 1679), conocido como El Ciego de Daroca, compositor de música y organista.
Diego de Xáraba y Bruna (Daroca, 1652 - Madrid, 1716), organista y compositor.
Juan Cristóbal Diego Romea Tapia (Daroca, 1732 - Zaragoza, 1766), poeta, periodista y escritor.
Francisco del Plano y García de la Cueva (Daroca, 1658 - Zaragoza, 1739), pintor.
Mateo González Labrador (Daroca, 1755 - Zaragoza, 1807)​, grabador calcográfico.
Marcial Antonio López Quílez (Daroca, 1788 - Madrid, 1857), barón de Lajoyosa, abogado, historiador y político, miembro de la Real Academia de la Historia.
Toribio del Campillo y Casamor (Daroca, 1824 - Madrid, 1900), conocido como Agustín Casamor, archivero, historiador y escritor.
Fernando de Paula Oseñalde (Daroca, siglo XIX), político.
Ricardo Lozano Monzón (Daroca, 1872 - Zaragoza, 1934), médico, cirujano, catedrático y empresario, fundador del Banco de Aragón.
Francisco Gómez del Campillo (Daroca, 1873 - Barcelona, 1945), catedrático de Instituciones de Derecho Canónico y rector de la Universidad de Barcelona.
José Luis Corral Lafuente (Daroca, 1957), historiador y escritor.

martes, 30 de abril de 2019

LA RECONQUISTA DE EJEA POR LOS SOLDADOS FRANCESES


2.27. LA RECONQUISTA DE EJEA POR LOS SOLDADOS FRANCESES (1095)
(SIGLO XI. EJEA DE LOS CABALLEROS)

En tiempos en los que regía los destinos de Aragón el rey Sancho Ramírez, el ejército cristiano aragonés trató una y otra vez de conquistar por la fuerza de las armas la ciudad de Ejea sin éxito alguno, pues tanto la enorme valía y la bizarría de los soldados musulmanes como la situación privilegiada de la que gozaba el enclave de la murada plaza impedían un asalto definitivo con ciertas garantías.
Afortunadamente, cuando los soldados aragoneses estaban a punto de perder toda esperanza de victoria, llegaron de Gascuña el conde de Bigorra, don Gastón de Espés y otros muchos nobles y caballeros franceses con sus propias huestes perfectamente armadas. Éstos, una vez se hubieron percatado de la situación real —muy difícil por cierto—, aconsejaron humilde y sabiamente al rey que hiciera una promesa a san Geraldo, santo del que eran muy devotos los guerreros franceses. De esta manera, le hablaron pormenorizadamente al rey aragonés del monasterio de Selvamayor, situado en plena Gascuña, donde se guardan los restos de tan venerado santo, bien conocido y aclamado por su demostrado poder milagroso. (Abbaye de La Sauve-Majeure)
Sancho Ramírez, deseoso de tomar Ejea a toda costa para proseguir el avance reconquistador en otros frentes, prometió que, en caso de obtener la fortaleza, entregaría al santo las primicias de pan, vino, olivas, lino y de todas las riquezas de la tierra. Así es que el ejército aragonés, confiado en el poder intercesor de san Geraldo ante Dios y en el apoyo de los franceses, se dispuso para la batalla final lleno de fe en la victoria. La lucha por la hasta entonces inexpugnable Ejea —que sin duda hubo de ser muy intensa— terminó con la muerte de todos los infieles a manos cristianas, con lo que la población cayó y quedó en poder del monarca aragonés.
La calma se hizo en el campamento del gozoso rey Sancho Ramírez, quien, fiel a la palabra que había empeñado ante los muros ejeanos, satisfizo la promesa que le hiciera al santo y para ello mandó construir dentro ya de la ciudad tomada una iglesia, casa y cementerio (lo que se denominó en adelante como «Abadía de Ejea»), donde se recogerían y guardarían desde entonces los frutos de las primicias prometidas.
[Ferrer y Racax, Joseph F., Idea de Exea, págs. 62-66.]

LA RECONQUISTA DE EJEA POR LOS SOLDADOS FRANCESES (1095)  (SIGLO XI. EJEA DE LOS CABALLEROS)




Ejea de los Caballeros (Exeya d'os Caballers en aragonés) es una villa y un municipio español, de la provincia de Zaragoza y la comunidad autónoma de Aragón, situado en la comarca de las Cinco Villas en el partido judicial homónimo. Dista 72 km de la capital provincial, Zaragoza, y 43 km de Tudela (Navarra).


Con una superficie de 609,92 km², es el segundo municipio más extenso de Aragón. Tenía una población de 16 605 habitantes (INE 2018), lo que le convierte en el cuarto más poblado de la provincia.

Actualmente, el municipio de Ejea de los Caballeros comprende las siguientes localidades:3​ Bardenas, El Bayo, Ejea de los Caballeros, Farasdués, Pinsoro, El Sabinar, Rivas, Santa Anastasia y Valareña.

Por su extensión se trata de uno de los municipios españoles más extensos, siendo su superficie de 609,92 km2.

El término municipal incluye los núcleos habitados de Farasdués y Rivas, junto con los pueblos de colonización de Pinsoro, El Bayo, Bardenas, Valareña, Santa Anastasia y El Sabinar. Limita al norte con Sádaba, Biota, Luesia y Asín; al este, con Orés, Luna y Castejón de Valdejasa; al sur, con Tauste; y al oeste, con las Bardenas Reales, en Navarra.

El origen geológico del territorio que hoy ocupa Ejea de los Caballeros se remonta al comienzo de la Era Terciaria, en lo que los especialistas han llamado el «paroxismo alpino».

Justo en la zona donde en la actualidad se sitúa Ejea, se produjo un hundimiento, que se cubrió con posterioridad con materiales miocénicos (margas, arcillas, arenisca y calizas) de una antigüedad en torno a los 22 millones de años. La fineza de esos materiales facilitó la acción de la erosión diferencial, que a lo largo de miles de años configuró este territorio con unas formas dominadas por la planitud del terreno.

Así pues, Ejea se ubicó en el centro de una depresión cubierta después por sedimentos cuaternarios, de hace un millón de años, que tiene relación con el sistema fluvial de terrazas Arbas-Riguel. Como consecuencia de todo ello, el relieve ejeano es predominantemente llano, salteado tan sólo por suaves elevaciones. Ejea se encuentra a 320 msnm, altitud baja si se compara con los 525 msnm de la vecina villa de Luna o con los 745 msnm de la Sierra de Erla y los Montes de Sora.

Ejea tiene un clima de tipo continental, aunque suavizado con ligeros matices del clima mediterráneo. Se caracteriza por sus temperaturas extremas, la escasez e irregularidad de las precipitaciones y la limpieza atmosférica gracias a los vientos. El clima es de los más duros de España, con temperaturas muy bajas en invierno que pueden alcanzar los 18 °C bajo cero y temperaturas superiores a los 40 °C en verano.

La temperatura media anual es de 14 °C. Los meses más fríos son enero y febrero con medias menores de 5 °C, aunque se dan baremos absolutos que descienden por debajo de 0 °C, sobre todo en invierno. La media de temperatura de noviembre a enero es inferior a los 10 °C, pero se producen con frecuencia heladas hasta bien entrado el mes de mayo.

Los meses más calurosos son julio y agosto, aunque ya desde finales de junio se produce un aumento notable de las temperaturas. La media en el verano es de 23 °C, sin descartar los días en que el termómetro alcanza los 40 °C. Esta rigurosidad térmica se suaviza en otoño.

La media de lluvias de Ejea es de 468 mm anuales, siendo mayo el mes más lluvioso seguido de la estación otoñal, en forma de gota fría. Por el contrario, el verano es el periodo más seco, humedecido sólo con esporádicas tormentas de origen térmico.


Río Arba de Biel a su paso por Ejea.
El viento es un meteoro muy característico de la zona. El viento del norte encajonado en el valle del Ebro origina el llamado «cierzo», que llega a alcanzar grandes velocidades y provoca una sensación térmica muy fría en invierno pero refrescante en verano. En verano, sobre todo, sopla el viento del sureste, el llamado «bochorno», que contribuye al aumento de las temperaturas.

Tanto el relieve como el clima hacen que el régimen hidrográfico sea un tanto irregular, con una pertinaz sequía en verano, sólo rota por las riadas provocadas por las tormentas y con un aumento del caudal en primavera y otoño. Todas estas peculiaridades se reflejan en los ríos que atraviesan el término municipal de Ejea de los Caballeros: Riguel, Arba de Luesia y Arba de Biel. Estos dos últimos se unen en un solo río Arba ya cerca del casco urbano de Ejea.

En el territorio de Ejea de los Caballeros se dan bastantes casos de endorreísmo como consecuencia de la impermeabilidad del suelo, sobre todo en zonas donde se concentra material calizo. Hay una buena muestra de estancas, lagunas y balsas, dotadas de diversas dimensiones y peculiaridades: el lagunazo de El Moncayuelo, el de Bolaso, la estanca de El Gancho y El Sabinar, y el pantano de San Bartolomé, además de otros núcleos de menor entidad.

También existen algunos manantiales. El más famoso de ellos es el de Bañera, aunque en el extenso término municipal encontramos numerosas fuentes.

A pesar de la intervención del hombre modificando el terreno, aún quedan en Ejea algunos restos de la vegetación original. Existe abundante monte bajo (coscojo, tomillo, romero) y algunas manchas espesas de arbolado, sobre todo pino carrasco (en la Bardena). En los márgenes de los ríos hallamos tamarices en las zonas de inundación, además de sauces y chopos.

No obstante, la construcción del embalse de Yesa y del canal de las Bardenas, que convirtió en regadío la mayor parte del término estepario de Ejea, terminó con la mayor parte del medio natural no humanizado.

Los arqueólogos han encontrado en estas tierras indicios de épocas tan pretéritas como la Edad del Bronce, el periodo Calcolítico o incluso el Neolítico. Se han descubierto huellas de la actividad humana desde el 8000 a. C. En concreto, se han hallado restos en el yacimiento arqueológico existente en la parte alta de la villa, localizado ante la iglesia de Santa María, en pleno barrio de la Corona.

Edad Antigua
Sin embargo, los primeros datos históricos relativos a Ejea aparecen con la presencia en el lugar de los suesetanos, un pueblo de lengua celta relacionado con la gran tribu belga de los suesones, y que da a Ejea el primer nombre que nos es conocido, Segia, del que deriva el nombre actual. Sin embargo, los historiadores no tienen clara la importancia de la población de Segia dentro del territorio suesetano, desconociéndose por el momento si se trataba de su capital, de una ciudad importante o de un núcleo menor.

En este sentido, se ha defendido la identificación de Segia con la capital de los suesetanos, Corbio, que fue arrasada por un Ejército romano al mando del cónsul Terencio Varrón en el año 184 a. C., tras lo cual el territorio suesetano fue cedido a los vascones.

Época romana
Después de que Roma asumiese el control directo del territorio vascón, tenemos constancia de un documento, el llamado «Bronce de Ascoli», en el que, en el marco de la guerra social —de 91 a. C. a 89 a. C.—, Cneo Pompeyo Estrabón concedió la ciudadanía romana a nueve jinetes suesetanos o vascones de Segia, integrados en la llamada «Turma salluitana», como premio a sus actividades militares en dicha guerra.4​

Tanto bajo la República romana como bajo el Imperio romano, Segia y otras localidades de las Cinco Villas, como Tarraca —posiblemente Los Bañales de Uncastillo—, fueron objeto de una intensa romanización, motivada además por el hecho del intensivo cultivo en los llanos de la zona de trigo y otros cereales. La calzada Caesaraugusta (Zaragoza)-Pompelo (Pamplona) constituyó la columna vertebral de las comunicaciones que atravesaban sus tierras. Asimismo, los romanos extendieron una red de vías secundarias que daban acceso a las villas y los asentamientos de la población.

Cabe suponer que Ejea se viese afectada por las revueltas de los bagaudas en el siglo V, aunque carecemos de citas documentales al respecto, ya que los disturbios y enfrentamientos producidos se centraron en Hispania en el valle del Ebro, en especial en sus zonas alta y media —saqueos de Tarazona y Zaragoza, por ejemplo.

Edad Media
La caída del Imperio Romano supuso para Ejea un periodo de decadencia. A partir del año 545, su territorio entró en un proceso de despoblación y de disminución de la vida socioeconómica. En este contexto, el área de Ejea quedó bajo el dominio de un terrateniente hispanorromano, el Conde Casio.

Los visigodos hispanorromanos llamaron a la ciudad Egessa, denominación que aparece en algunas monedas.


Representación de Sancho Ramírez, quien intentó, sin éxito, reconquistar la villa en 1091.
La llegada de los musulmanes a la zona se produjo en 714, tres años después de su desembarco en la Península Ibérica. Aplicando una política de conversión, los musulmanes llegaron a un pacto con el Conde Casio: éste se convirtió al Islam, manteniendo todas sus posesiones pero rindiendo pleitesía al nuevo poder. De este modo, nació la dinastía muladí de los Banu Qasi. Bajo la dominación musulmana, la ciudad recibió el nombre de Siya.

En el posterior marco de la Reconquista, el rey de Pamplona Sancho Garcés I quiso arrebatar Siya a los musulmanes en los años 907-908, lo mismo que Sancho Ramírez en 1091, en ambos casos sin éxito. No sería hasta el año 1105 que Alfonso I el Batallador recuperase la villa para los reinos cristianos, pasando a denominarse Exea.

El historiador Jerónimo Zurita, en sus Anales de la Corona de Aragón, refiere que Alfonso I «lo primero que se acometió fue poner cerco sobre la villa de Ejea, lugar principal a la frontera de Navarra dentro de los límites de la región antigua de los vascones, y ganóla a los moros... Y allí se afirma que en aquél lugar tomó el título de emperador».​ Además de los pobladores cristianos, Exea se nutrió con la llegada de los judíos, cuya presencia aparece reflejada en las crónicas de la época. Por ejemplo, en el año 1208, Pedro II de Aragón les concedió el Castillo de Ortes para su repoblación.

Entre los edificios medievales más importantes destacan la iglesia de Santa María, edificada en 1174, y la de San Salvador, consagrada en 1222 y que durante un tiempo fue la base de uno de los prioratos que tuvo la orden de la Selva Mayor en Aragón. En 1265 Jaime I el Conquistador convocó Cortes en Ejea, en las cuales se acabó de modelar la figura del Justicia Mayor de Aragón, quien debía dirimir las disputas entre la monarquía y la nobleza.

Edad Moderna y Contemporánea:
En la Guerra de Sucesión, Ejea se había pronunciado por el archiduque de Austria, por lo que fue sitiada por el ejército de Felipe de Anjou. Comandadas por el Marqués de Saluzo, las tropas saquearon e incendiaron la ciudad.

Los habitantes de Ejea de los Caballeros contribuyeron a la lucha contra los franceses durante la Guerra de la Independencia, formando algunas guerrillas, que acudieron a combatir a Tudela. Era natural de Ejea una de las heroínas del primer Sitio de Zaragoza, Juliana Larena y Fenollé.


Canal de las Bardenas, de 132 km de longitud.


Canal de las Bardenas, de 132 km de longitud.

Ya en el siglo XX, el movimiento obrero tuvo una presencia importante en Ejea y su comarca, hallándose fuertemente implantada la Unión General de Trabajadores. Los socialistas de las Cinco Villas estuvieron implicados en la sublevación de Jaca y el diputado socialista por Zaragoza, José Algora, había recomendado a Fermín Galán que, desde Jaca, dirigiera sus tropas hacia Zaragoza atravesando las Cinco Villas, que les eran afectas.




A nivel económico, la ciudad se vio fuertemente modernizada a principios del siglo XX. Accedió al transporte en ferrocarril con la construcción del Ferrocarril de Sádaba a Gallur en 1915, lo que permitió el transporte barato de los productos de la comarca, cuya producción iba a aumentar con las sucesivas ampliaciones del regadío. La construcción del Pantano de Yesa y del Canal de las Bardenas, ambos consecuencia directa del Plan Aragón, permitió aumentar drásticamente la producción de cereal y remolacha y motivar la implantación de algunas industrias agroalimentarias. El proyecto del canal es de 1924 y el del pantano de 1926. En 1959 se inauguraron las dos infraestructuras y se construyeron los seis pueblos de colonización de Ejea.

lunes, 29 de abril de 2019

LA RECONQUISTA DE JACA


2.18. LA RECONQUISTA DE JACA (SIGLO VIII. JACA)

Tras la conquista musulmana, en el siglo VIII, Jaca estaba gobernada por Abel el Malek ben Omar, pariente del propio Muza. Vivía en el lujoso castillo de Apriz, acompañado por su hija, la hermosa Zaida, con quien llegara desde África hacía algunos años.
Una tarde del mes de abril, mientras la joven oraba a su dios, se escuchó un rumor lejano que poco a poco se iba acercando: era el walí que regresaba del último combate contra los cristianos. Venía él delante, orgulloso de su nuevo triunfo, seguido de los soldados, que traían un magnífico botín y muchos cautivos. Zaida, inundada por la alegría de saber que su padre estaba a salvo, corrió a esperarlo en la puerta del castillo.
Los soldados miraban complacidos a la bella muchacha, y las penas de los cautivos parecían atenuarse ante ella. Uno de los cristianos prisioneros no pudo contenerse y gritó: «¡Aragón por san Jorge y las hembras sandungueras!». Este atrevido prisionero no era otro que el conde Waldo, hijo de don Rodrigo, a quien el walí, en lugar de darle muerte, lo hizo prisionero con la esperanza de obtener un buen rescate por él.
Zaida había quedado prendada del caballero cristiano y de la lisonja que se atreviera a pronunciar. Por eso, salvando múltiples peligros, la joven se decidió a visitar al cautivo en las mazmorras. Allí, ambos se declararon su mutuo amor, y, tras ocho días de visitas clandestinas, Zaida anunció a su padre que Waldo se convertiría al Islamismo y se casaría con ella. Y así acaeció.
Pero poco duró la felicidad de la pareja, pues la misma noche de la boda entró en Jaca el ejército cristiano y tomó el castillo y la ciudad, acuchillando a todos los infieles, incluido Abel el Malek. Zaida fue hecha prisionera y destinada al servicio de la mujer del conde don Aznar.
Waldo, que había sobrevivido al ataque, reorganizó el ejército moro e intentó recobrar la ciudad, pero fue derrotado por los cristianos, quienes, junto con algunas otras, expusieron su cabeza ensartada en una lanza para escarmiento de los infieles. Zaida se desvaneció ante tan cruel espectáculo.
Así castigaba Dios la apostasía de un cristiano.

[X.X., «En el castillo “Apriz” de Jaca», Aragón, 166 (1940), pág. 59.]

2.19. LAS MUJERES EN LA RECONQUISTA DE JACA (SIGLO VIII. JACA)

Jaca, como el resto del actual Aragón, había pasado rápidamente a poder de los musulmanes a comienzos del siglo VIII, y la mayor parte de sus habitantes habían huido hacia las altas montañas en espera de mejores tiempos. Poco después, en San Juan de la Peña, un puñado de no más de trescientos cristianos había nombrado como primer rey de Sobrarbe a García Íñiguez, que no sólo recobró Aínsa y Pamplona, sino que llegó hasta Álava. No obstante, Jaca, a poca distancia del cenobio pinatense, continuaba en manos moras.
Mientras García Iñiguez recorría victorioso tierras alavesas, capitaneaba en su nombre las tropas cristianas que vivaqueaban por las sierras de San Juan y Oroel, hasta llegar a la vera del río Aragón, un guerrero valiente llamado Aznar. Éste, sintiéndose con fuerzas suficientes, decidió sitiar Jaca hasta ganarla por las armas y repoblarla, reparando sus murallas, restituyendo sus iglesias y poniendo en explotación las tierras circundantes que regaban los ríos Aragón y Gas. El rey García Íñiguez, alentado por la recuperación de Jaca, creó —corría entonces el año 759— el condado de Aragón, designando, como no podía ser menos, al valiente Aznar como primer conde del territorio.
Al año siguiente, el primer viernes del mes de mayo, no menos de noventa mil moros, a las órdenes de cuatro experimentados adalides, llegaron desde Navarra para tratar de retomar Jaca, dada su importancia estratégica. El conde Aznar les salió presto al encuentro en las tierras onduladas de Guaso, donde el río Gas confluye en el Aragón.
En la batalla, que fue tremendamente sangrienta y reñida, el menor número de combatientes cristianos fue contrarrestado por su mayor arrojo y por el apoyo moral de la virgen de la Victoria, que se apareció a las tropas para infundirles ánimo. No obstante, fue definitiva la ayuda inesperada de las mujeres jaquesas que, armadas y vestidas completamente de blanco, acudieron en socorro de sus hombres. Sorprendidos, los musulmanes sufrieron una humillante derrota, quedando tendidos en el campo de batalla los cuatro adalides, representados desde entonces en el escudo de armas de la ciudad de Jaca.
[Anónimo, «Conquista de Jaca», en Eco del Pirineo Central, 4 (Jaca, 1881). Lustono, E. de, «La conquista de Jaca», El Pirineo Aragonés, 3 (Jaca, 1882). Leante García, Rafael, Santuarios..., págs. 101-105.

Olivera, Gonzalo, Condado de Aragón..., págs. 26-29.]

https://es.wikipedia.org/wiki/Jaca

Jaca (Chaca o Xaca en aragonés) es un municipio de la provincia de Huesca, capital de la comarca de La Jacetania en la comunidad autónoma de Aragón, España.


El término municipal, además del casco urbano de Jaca, incluye los núcleos de población de Abay, Abena, Acín, Ara, Araguás del Solano, Ascara, Asieso, Astún, Atarés, Badaguás, Banaguás, Baraguás, Barós, Bataraguá, Bergosa, Bernués, Bescós de Garcipollera, Binué, Botaya, Caniás, Espuéndolas, Fraginal, Gracionépel, Guasa, Guasillo, Ipás, Jarlata, Larrosa, Lastiesas Altas, Lastiesas Bajas, Lerés, Martillué, Navasa, Navasilla, Novés, Orante, Osia, Ullé, Villanovilla y Yosa de Garcipollera, denominados «barrios rurales» y que acogían a inicios de 2018 a 951 habitantes.



Panorámica de Jaca a los pies de la peña Oroel desde el Fuerte de Rapitán.
Panorámica de Jaca a los pies de la peña Oroel desde el Fuerte de Rapitán.

Jaca es la capital de la comarca de La Jacetania y dista 72 km de Huesca, la capital provincial, y 143 km de Zaragoza. Está situada en el norte de la provincia, en el valle del Aragón, único gran valle paralelo al eje de la cadena pirenaica. La prolongación de este eje, desde la Cuenca de Pamplona, al oeste, hasta la Cuenca de Tremp, al este, facilita las comunicaciones entre Navarra y Cataluña a través del norte de Aragón.


La ciudad está emplazada en la depresión de la Canal de Berdún, a 818 msnm, sobre una terraza fluvioglaciar en la margen izquierda del río Aragón a la salida del valle de Canfranc, precisamente en el exterior del codo que forma el río al cambiar la dirección norte-sur por la este-oeste que lleva sobre la Canal de Berdún.


Edad Antigua

Iaca o Iacca —nombre antiguo de Jaca— era la capital de los iacetanos, citados por el historiador griego Estrabón (siglo I) como un pueblo que se extendía desde las estribaciones del Pirineo hasta las llanuras, llegando hasta la región de los ilergetes alrededor de Ilerda (Lérida) y Osca (Huesca). Poco se sabe de su límite occidental, pero se ha sugerido que pudo estar en Navardún, término céltico que aludiría al antiguo nombre de unos extintos navarri sobre los cuales surgió luego el topónimo Navarra. Los iacetanos (Iakketanoi, en griego) eran parientes de los aquitanos (Akkitanoi), siendo ambos pueblos parecidos. De acuerdo a Estrabón, hubo entre los iacetanos reminiscencias de usos matrilineales, predominio del pastoreo, agricultura complementaria —acaso a cargo de las mujeres— y actividades guerreras como solución habitual a los problemas económicos.

Iaca acuñó moneda autónoma con alfabeto ibérico y se piensa que controlaba la actual Jacetania y la Canal de Berdún. Excavaciones arqueológicas dentro del casco urbano han descubierto en el nivel más profundo fragmentos de cerámica fabricada a torno con «técnica ibérica», así como cerámica campaniense de tipo A. Dicho material, fechado en el siglo II a.C., supone la aparición de los primeros indicios arqueológicos que se pueden relacionar con la población indígena de Iaca.


Existe una hipótesis alternativa, menos plausible, postulada en el siglo XVI por el cronista imperial Florián de Ocampo —y que decía haber explicado Alonso de Nebrija—, que afirma que Jaca fue fundada por el capitán griego Dionisio Baco —de sobrenombre Yaco— en el año 1325 a. C.


En el año 195 a. C., el cónsul romano Marco Poncio Catón inició la conquista de la ciudad que terminó en la primavera de 194 a. C. A fines del siglo III a. C. y comienzos del II a.C., los iacetanos habían efectuado numerosas expediciones de rapiña sobre los suessetanos afincados en las llanuras centrales de Aragón y parece ser que, en general, lo habían hecho impunemente.​ Conociendo la enemistad entre iacetanos y suessetanos, Catón situó a estos últimos delante de la escasa caballería romana ante las puertas de Iaca, provocando la salida de los montañeses, acostumbrados a vencer siempre a sus vecinos; una vez quedó desguarnecida la ciudad, ésta fue conquistada por el cónsul.



Integrada en el Imperio romano, Jaca constituyó un punto de vigilancia de los caminos del Pirineo y desarrolló una próspera economía cuyo auge se mantuvo hasta el siglo III. En el siglo IV entró en decadencia por la amenaza de los bandidos que atacaban a las caravanas y a los mercaderes que transitaban los caminos pirenaicos.

En las montañas de los Pirineos se conservaron territorios cristianos tras la conquista de los árabes debido al protectorado carolingio establecido por Carlomagno en la llamada Marca Hispánica. Uno de esos condados fue el núcleo del Reino de Aragón. Hacia 920, establecido por el Reino de Pamplona como condado independiente de los francos, Galindo II Aznárez repobló antiguas poblaciones de la cuenca del río Aragón, a lo largo de la cual se articulaba el condado, entre las que se encontraba Jaca, que entonces era una fortaleza habitada por unos pocos pobladores, una aldea con actividad meramente agropecuaria. Pertenecía a una zona dependiente del monasterio de Siresa y contaba con un monasterio con una iglesia de planta basilical, una nave y cabecera plana, que fue reformada en el siglo XI y derribada en 1841.​


Jaca era a comienzos del siglo XI un castro (o campamento militar fortificado) perteneciente al Reino de Pamplona, a cuyo entorno había surgido un conjunto exiguo de viviendas, pero que iría cobrando cada vez mayor importancia por su situación al pie del paso de Somport (uno de los más accesibles para acceder a Francia desde la Edad Antigua) y por su situación estratégica en el Camino de Santiago que, en este siglo, iba a cobrar creciente importancia, y como cabeza del camino hacia Pamplona que recorría la Canal de Berdún.



A la muerte en 1035 del rey de Pamplona Sancho Garcés III, apodado el Mayor, este deja escrito el reparto de sus extensos dominios a sus diferentes hijos. Uno de ellos, Ramiro (1006-1063), que ya ejercía de Régulo en La Jacetania y norte de Huesca, se convertirá en Ramiro I de Aragón y establece en Jaca una residencia regia, posiblemente en el castro fortificado, y situó cerca del monasterio de San Pedro la sede del obispo de Aragón, denominado así hasta que en 1077 Sancho Ramírez dotara a Jaca de su fuero e iniciara, hacia 1082, la construcción de la sede catedralicia. La posesión de fueros, catedral con obispado y su ciudadela, hicieron de Jaca la primera y más importante capital del Reino de Aragón. Sin embargo, entre el monasterio de San Pedro y el castro inicial, la aldea estaba deshabitada. Como señaló José María Lacarra, siendo sede real y residencia habitual del obispo aragonés, comenzaron a llegar personas dedicadas a la administración y comerciantes que hicieron de Jaca algo más que una aldea dedicada exclusivamente a la ganadería y la agricultura.


Retrato idealizado de Galindo II Aznárez, conde de Aragón, que repobló Jaca en torno a 920.
Retrato idealizado de Galindo II Aznárez, conde de Aragón, que repobló Jaca en torno a 920.
Así, en 1063 se celebró en la localidad el Concilio de Jaca. El historiador Jerónimo Zurita, en sus Anales de la Corona de Aragón, refiere que Ramiro I «porque había diversos abusos en el estado eclesiástico y por descuido de los reyes pasados duraban grandes corruptelas contra lo establecido por los sagrados concilios generales que hubo en la primitiva Iglesia, procuró que se congregase en la ciudad de Jaca concilio provincial».

También señala que este monarca fue el primero de los reyes de la península ibérica en restaurar los «cánones», que no debieron ser otros que los establecidos por el Concilio de Roma de 1059 referidos a la vida canónica y al celibato de los clérigos.


Otro de los resultados de este concilio fue restablecer la diócesis de Huesca —suprimida durante el dominio musulmán—, quedando la sede provisional en Jaca en tanto no se reconquistara Huesca.


Pero el definitivo impulso a Jaca se lo dio Sancho Ramírez en 1077 cuando, por lo dispuesto en el mencionado fuero, pionero entre los territorios cristianos y difundido posteriormente en otras ciudades de Navarra o Cuenca, convirtió a la villa en ciudad, la dotó de sede episcopal, en cuya catedral se asentaría el ahora obispo de Jaca, y le dio el estatus que la hacen ser considerada la primera capital del reino entre 1077 y 1096 en que, conquistada Huesca, sucedería en el obispado y capitalidad. Asimismo, edificó Sancho Ramírez un nuevo palacio real en el barrio de Santiago, y unificaría los tres núcleos iniciales (castro fortificado, monasterio de San Pedro y burgo de Santiago) en una sola entidad poblacional unida por dos calles cruzadas, al modo del cardo y decúmano romanos, y las viviendas de todos aquellos hombres francos que quisieran acogerse a los nuevos privilegios que se decretaron para los habitantes de Jaca.


el fuero de Jaca



La pérdida de la capitalidad no implicó para Jaca la desaparición de otras funciones urbanas relacionadas con su situación geográfica. Así, siguió desempeñando su papel de ciudad-mercado y de servicios para su comarca; también, como ciudad final de etapa, Jaca cobraba uno de los cinco peajes que se percibían sobre la ruta de Zaragoza a Francia, y albergaba a los peregrinos a Santiago de Compostela.


Las pestes y los incendios de finales de la Edad Media hundieron a Jaca en una profunda crisis de la que no saldría hasta la intervención de Fernando el Católico para formar un gobierno local. La burguesía se vio favorecida por esta situación y muchos se convirtieron en mecenas de artistas cuyo resultado se puede apreciar especialmente en la catedral.



Vista aérea de la Ciudadela de Jaca.

La situación fronteriza de Jaca se fue determinando a medida que se consolidaban los límites territoriales de los reinos europeos y los Pirineos se erigían como eficaz frontera natural. La ciudad se consolidó como plaza militar desde la que defender los reinos peninsulares de una hipotética invasión francesa. A este respecto, Felipe II ordenó la construcción de varias fortalezas a lo largo de todo el Pirineo. En 1592 este monarca ordenó la construcción de una fortaleza en los campos que habían configurado el Burgo Nuevo, el barrio levantado extramuros de la ciudad. Así, se levantó una soberbia fortaleza pentagonal diseñada por el ingeniero italiano Tiburcio Spannocchi, la Ciudadela de Jaca, para dar respuesta a un ejército provisto de artillería. De esa época es también la bella Casa Consistorial (1544), construida según el estilo de los palacios platerescos aragoneses.

La epidemia de peste que asoló el levante peninsular a mediados del siglo XVII —cuyos primeros brotes surgieron en Valencia en 1647— ocasionó una mortandad entre la población de Jaca del 42%.16​17​ La epidemia llegó en dos oleadas diferenciadas: la primera entre octubre de 1653 y febrero de 1654, y la segunda —la más devastadora— entre mayo y diciembre de 1654.


En la Guerra de Sucesión, Jaca se puso del lado de los Borbones. Por ello, en 1707 fue asediada por aliados del Archiduque Carlos y socorrida por el marqués de Salutcio a cuya vista se retiraron a un bosque, donde fueron atacados por el marqués de Santa Coloma, quien les mató mucha gente e hizo numerosos prisioneros. El rey Felipe V gratificó a la ciudad de Jaca con los títulos de «muy noble, muy leal, y muy vencedora», añadiendo la flor de lis al escudo de sus armas que ostentaba la Cruz de Sobrarbe y las cuatro cabezas, emblema de la batalla de Alcoraz.


A finales del siglo XVIII, Jaca jugó un papel importante en la Guerra del Rosellón, al ser uno de los objetivos de los revolucionarios franceses por su situación estratégica. En la Guerra de la Independencia, la ciudad se rindió a los franceses el 21 de marzo de 1809 a causa de la deserción que fomentó en secreto el misionero Fray José de la Consolación, que gozaba de influencia, quedando dentro de la plaza muy pocos soldados. El general Mina recuperó la plaza en febrero de 1814.


En el marco de las Guerras Carlistas, fueron denunciados en 1839 varios soldados de la guarnición de Jaca por vender armas a los "revolucionarios". Pascual Madoz, en su Diccionario geográfico-estadístico-histórico de España de 1845, describe a Jaca en los términos siguientes: «sus casas en número de 488 de sólida y buena construcción todas blanqueadas, cómodas y aseadas en su interior, se distribuyen en 37 calles bien alineadas, empedradas, y la mayor parte con aceras... tiene 7 plazas, entre las cuales solo la llamada Campo del Toro y la del Mercado con soportales, destinada á la venta de hortalizas, son las principales, pues las otras no tienen objeto y son pequeñas».​ La Revolución Gloriosa de 1868 trajo consigo el nacimiento de la Junta revolucionaria de Jaca, enfrentada a la de Huesca, que tomó una serie de medidas tales como la supresión del Seminario o la creación de los Voluntarios de la Libertad, completadas en el sexenio revolucionario con la construcción de la carretera de Jaca a Francia.


Jaca experimentó a principios del siglo XX un despertar urbanístico y demográfico, motivado en buena medida por el derribo de su muralla medieval, que se inició en 1908. En 1928 llegó el ferrocarril a Canfranc, a cuya inauguración asistió el monarca Alfonso XIII. En ese mismo año también se creó la Universidad de Verano.

El 12 de diciembre de 1930 tuvo lugar el episodio de la Sublevación de Jaca, pronunciamiento militar contra la monarquía de Alfonso XIII durante la «dictablanda» del general Berenguer. Se inició con la proclamación de la República desde los balcones del ayuntamiento jaqués y el nombramiento de la primera alcaldía republicana. Al mismo tiempo se organizaron dos columnas dirigidas por el capitán Fermín Galán y Salvador Sediles que partieron hacia Huesca.


La sublevación fue sofocada en la madrugada del día siguiente y el 14 de diciembre fueron fusilados los capitanes Galán y García Hernández, mientras que el capitán Sediles, también condenado a muerte, fue indultado ante las movilizaciones populares. Sin embargo, los efectos de esta sublevación se dejaron sentir en la proclamación de la Segunda República Española cuatro meses después; tras las elecciones del 12 de abril, la monarquía se exilió y se proclamó la República, que les reconoció como "mártires".


Conclusión


Pero tras esto, lo más notable de Jaca es su condición de pionera. Primera capital del Reino de Aragón, primera que aclamó a Ramiro II "el monje", primera que se sublevó a favor de la república, cuando se hizo famosa su Calle Mayor, la misma ruta que cantó Miguel Fleta en ritmo de jota. Grandes personajes y escritores hablaron de Jaca; en el siglo XIII, Alfonso X el Sabio, hablaba de la jacetana fiesta de la victoria; en el Renacimiento, Nebrija, explicaba sus orígenes legendarios; Cervantes la cita en El Quijote hablando de sus grandes montañas; Unamuno alaba la Peña de Oroel; y Ramon y Cajal describe su largo periodo de vida en la ciudad.