214. LA VENGANZA DEL JUDÍO NOBLE
(SIGLO ¿XV? IBIECA)
Una joven muchacha —perteneciente a
una influyente y noble familia de judíos aragoneses cuyo padre se
dedicaba al comercio— hacía algunos días que se sentía bastante
enferma, aquejándole un extraño y desconocido mal. Y, aunque externamente no
mostraba signo alguno de dolencia, la realidad era que la muchacha se
sentía absolutamente incapaz de salir de su habitación, puesto que
no quería ver a nadie.
Los mejores y más afamados físicos
judíos —que siempre habían sido reputados como los mejores del
país y eran consultados por las más importantes familias del reino,
incluida la del rey— no acertaban a atajar de manera alguna la
enfermedad, alcanzando como mucho a diagnosticarla como «mal de
amores».
Totalmente desesperado por la angustia
de ver en aquel estado a su hija, y como último recurso a su
alcance, acudió el padre de la muchacha (a pesar de las diferencias
religiosas que les separaban) a un fraile alquimista que gozaba de
notable fama, solicitándole que le preparara un brebaje con el que
intentar la curación. El fraile, que no estaba muy seguro de poder
acertar con la fórmula precisa —incluso con miedo a que fuera
contraproducente su aplicación—, se negó a acceder a las
pretensiones del noble judío, dándole las explicaciones pertinentes
que éste se negó a aceptar.
Airado el judío y, sin duda,
enloquecido por la desesperación de verse sin amparo, no asimiló la
razonada negativa del fraile alquimista y urdió en su mente
obnubilada una tremenda venganza. Contrató a una banda de facinerosos y, aprovechando la oscuridad de la noche, cuando la
comunidad se hallaba rezando maitines el día de san Juan Bautista,
fiesta del monasterio, todos los frailes fueron acuchillados hasta
morir.
Una enorme mancha negruzca, visible
todavía hoy, delata en el muro interno de la estancia donde rezaban
los frailes la sangre inocente derramada en aquella noche aciaga.
[Ferrer, Escolástico, «Rutas
turísticas, 2. Ibieca», Folletón del Altoaragón, 2 (1980), 3.]