263. LOS CONDES DE SÁSTAGO CREAN LA
CARTUJA DE FUENTES
(SIGLO XV. LANAJA)
En un árido lugar de los Monegros
aunque salpicado de abundantes fuentes, hubo en tiempos una posada
para caminantes situada a unas tres leguas de Sariñena, en donde un
día se encontró una imagen de la Virgen que, por tal circunstancia,
se veneró desde entonces en aquel paraje con el nombre de Nuestra
Señora de las Fuentes.
La nueva ermita levantada alcanzó
cierta fama y no eran pocos los peregrinos y caminantes que se
acercaban a descansar allí y a solicitar favores a la Virgen. Entre
otros asiduos visitantes, se encontraban el noble caballero don
Blasco de Alagón y su esposa, doña Beatriz de Luna, condes de
Sástago, quienes tuvieron la idea de crear allí una cartuja, para
lo que dispusieron una buena parte de su fortuna.
Qué motivos movieron a don Blasco y a
doña Beatriz a llevar a cabo esa fundación no se sabe a ciencia
cierta, pero dos parecen ser las explicaciones más plausibles:
Unos cuentan que, en una ocasión, el
joven Artal, hijo de los condes, se había citado en la ermita con
unos caballeros, pero no puedo acudir al encuentro por haber caído
gravemente enfermo. Cuando murió como consecuencia de aquel mal, los
padres decidieron enterrarlo junto a la Virgen para guardar el honor
de la palabra dada acudiendo al lugar aunque muerto.
Otros dicen que la cartuja nació como
consecuencia del cariño que el conde tomó a los habitantes de la
ermita cuando, herido de cierta consideración en el transcurso de
una cacería, fue acogido afectuosamente por aquéllos, decidiendo
incluso, cuando muriera, ser enterrado allí, como así fue.
Lo cierto es que el matrimonio quiso
dignificar más la primitiva y menguada ermita de Nuestra Señora de
las Fuentes y convertirla en una cartuja, aunque sólo puso el
convento en pie doña Beatriz quien, una vez fallecido el conde,
logró del rey Fernando II el permiso correspondiente.
[Supervía, Miguel, «Notas históricas
sobre la cartuja de Nuestra Señora de las Fuentes», Linajes de
Aragón, III (1912), 63-64.]