325. EUROPA BUSCA EL GRAAL (SIGLO XV.
SAN JUAN DE LA PEÑA)
El Grial —o el Graal, como se le
conoce en Europa—, la copa en la que bebió Jesús en la última
cena, fue durante muchos siglos una de las reliquias más codiciadas
y buscadas.
Casi todo el mundo admite que, una vez
en Roma, fue san Lorenzo quien lo envió hacia Huesca y que luego
—cuando llegaron los moros— peregrinó por el Pirineo hasta ir a
parar a San Juan de la Peña, o sea, a Monsalvat para buena parte de
los europeos. A partir de aquí nacen en Europa toda una serie de
leyendas muchas de las cuales han cristalizado en obras teatrales,
literarias o musicales de fama universal, como los dramas de Wagner,
Parsifal o Lohengrín.
Aragón participó de esta corriente
legendaria desde el momento que llega a Monsalvat, venido desde la
corte del rey Arturo, el joven Parsifal, tras pasar por Huesca y
Siresa en busca del Graal.
Ya en Monsalvat, Parsifal estuvo a
punto de ver el cáliz —aquel que quien lo veía no podía morir en
una semana al menos—, pero el abad pinatense le obligó a que antes
hiciera méritos para ello pues, de lo contrario, podría ocurrirle
lo que a su tío Anfortas, hijo de Titurel, que por ser indigno cayó
fulminado ante el Graal.
Así es que Parsifal marchó de
Monsalvat y se enroló con los cruzados, si bien pronto torció su
camino al hacer caso a los malos consejos de la bruja Kundrie.
Difícilmente hubiera podido ser digno de ver el Graal si un viejo
ermitaño no le hubiera aconsejado volver al buen camino por la
práctica del amor y de la caridad a su prójimo.
Cuando consideró haber acumulado
méritos suficientes y, una vez nombrado «rey del Graal» por el rey
Arturo, no sólo consiguió salvar a su tío Anfortas sino que,
acompañado por los caballeros que le seguían, logró llevar el vaso
sagrado desde Monsalvat a Oriente, donde permanecerá oculto hasta el
día del Juicio Final.
[Andolz, Rafael, Leyendas del
Pirineo..., págs. 177-184.]