173. LOS MUÑOZ Y LOS
MARCILLA, FRENTE A FRENTE
(SIGLO XV. TERUEL)
Pocos jóvenes tan
gallardos y engreídos como Alvar Sánchez Muñoz, admirado por las
muchachas turolenses y deseado para emparentar con su casa por varias
familias. Sin embargo, Alvar tenía predilección, que no amor,
por Sancha Martínez de
Marcilla, hija de Juan Martínez de Marcilla, cabecera de los
linajudos Marcilla, enemigos tradicionales de la familia Muñoz.
Alvar hacía objeto a
Sancha de constantes mofas, tanto en público como a través del
patio común de sus casas, con el beneplácito de su familia. No
obstante, como suele ocurrir tantas veces, aquel odio y encono se
convirtieron de repente en atracción mutua, primero, y en amor,
después.
Desde ese instante, la
vida de Sancha y Alvar cambió. El deseo de estar juntos se vio
naturalmente dificultado. Y, aunque ambos jóvenes se ganaron la
comprensión de la dueña que velaba por Sancha y lograron burlar
toda vigilancia, la situación se hizo tan insostenible que
decidieron confesar sus sentimientos.
La reacción de los padres fue
fulminante. Él fue enviado fuera de Teruel; ella, confinada en una
lóbrega habitación de la casona familiar. Dejaron de verse durante
varios meses, pero esa circunstancia no apagó sus mutuos
sentimientos.
Estando así las cosas,
sucedió que Alfonso V pasó por Teruel camino de Valencia, y el Juez
de la villa —a la sazón un Marcilla—, tratando de pacificar a
las distintas banderías, organizó una fiesta en el alcázar real a
la que, por deferencia o por miedo, asistieron todos. Alvar y Sancha
no sólo tuvieron ocasión de verse, sino que, al son de la música,
mientras danzaban, planearon la huida juntos.
El día convenido, en
sendos caballos, tomaron rumbo a Alfambra y Montalbán, pero fueron
descubiertos. La persecución duró poco y aunque Alvar se aprestó a
luchar, sus perseguidores acabaron con su vida. Los Marcilla salieron
impunes del lance, puesto que el fuero turolense penaba el rapto,
aunque lo fuera con consentimiento de la persona raptada.
Un peirón de piedra,
quizás mandado levantar por Sancha, fue testigo del lugar de la
tragedia, mientras los Marcilla y los Muñoz perseveraban en su
encono.
[Del Tornero, Andrés, «La
Cruz del Peirón, leyenda turolense», en Heraldo de Teruel, 8
(1896), 2-4; 9 (1896), 4-6.
Caruana, Jaime de, «La
Cruz del Peirón», en Relatos..., págs. 94-101.]