2. LA CONQUISTA DE SARAKUSTA POR
CARLOMAGNO (SIGLO VIII. ZARAGOZA)
La Historia nos cuenta que varios
prohombres de la Sarakusta musulmana, entre ellos el influyente
Sulayman ben Yaqzan ben al-Arabí, decidieron solicitar ayuda y
entregar la ciudad y su distrito (en realidad la parte central y más
rica del valle del Ebro) a las tropas de Carlomagno, en el año 777.
Pero lo cierto es que cuando llegaron a sus puertas éstas no se
abrieron, teniendo que retirarse a Francia, aunque no sin antes ser
humillados en el valle de Siresa, donde moriría el caballero Roldán.
Sin embargo, la leyenda que recoge la «Canción de Roldán» es bien
distinta.
Carlomagno no sólo creó un imperio
históricamente cierto basado en toda la Galia y parte de Germania,
sino que la mente humana le hizo dueño de todo el valle del Ebro, en
Hispania. La Zaragoza mora no pudo impedir su paseo triunfal aunque
lo intentó.
En efecto, Sarakusta —un auténtico
vergel para los sitiadores francos— era gobernada por el walí (rey
para los francos) Marsilio, que se negó a entregar las llaves de la
ciudad, por lo que Carlomagno tuvo que sitiarla, cerco en el que
moriría el legendario Roldán.
Ante la amenaza del gran Carlomagno, el
rey Marsilio fue capaz de reclutar más de cuatrocientos mil hombres
armados, aunque una buena parte se vio pronto acorralada entre las
filas francas y un caudaloso Ebro que no pudieron atravesar, muriendo
ahogados o cayendo prisioneros. El propio Marsilio era herido en el
combate y tenía que guarecerse en la ciudad, que estaba a punto de
sucumbir.
Únicamente la llegada de los refuerzos
del emir de Babilonia, Baligante, con sus tropas que remontaron el
Ebro en chalanas y galeras retrasó la rendición, pero sólo fue una
simple demora, pues Carlomagno mataba a Baligante y sus hombres
derribaban la puerta principal de la ciudad. / Puerta Cinegia /
Sarakusta fue saqueada, las mezquitas y
sinagogas destruidas y los infieles que se negaban a recibir el
bautismo eran ajusticiados, aunque se convirtieron más de cien mil.
Carlomagno había salvado a la Cristiandad occidental con la toma de
Sarakusta.
[Ubieto Arteta, Antonio, La Chanson de
Roland..., págs. 9-16.]