184. EL JURAMENTO
INCUMPLIDO (SIGLO XIV. SOS DEL REY CATÓLICO)
El señor del castillo que
en tiempos hubo en Sos, próximo a la fuente de la Bóveda, se quedó
viudo y con una hija, niña todavía. El principal entretenimiento de
ésta consistía en mezclarse con las ovejas del rebaño que acudía
a la fuente cada día, y jugar con el hijo del pastor, un muchacho
algo mayor que ella. Los chicos crecieron juntos a la par que el amor
que fueron sintiendo mutuamente, aunque la diferencia de clase social
era un obstáculo casi insalvable.
Soñó la muchacha una
noche que el zagal vendía su rebaño, compraba armas y caballo y
partía a luchar contra los moros, logrando ganar fama, honores y
dinero, de modo que, distinguido por el rey como caballero, volvía a
Sos para casarse con ella. Como ambos sabían las dificultades que
tendrían para casarse, la joven contó al pastor el sueño y éste
decidió convertir en realidad el sueño y marchó en busca de
aventuras, no sin antes arrancar de la muchacha el juramento de que
le esperaría hasta que regresara convertido en todo un caballero. Si
era perjura, dijo ella, su alma debería vagar siempre en torno a la
fuente.
Partió el pastor y
durante muchos años la muchacha, con la mente puesta en su pastor,
rechazó a cuantos pretendientes solicitaron su mano. No obstante,
acabó por ceder ante las pretensiones del joven señor de un
castillo cercano, llegando, incluso, a acordar el día del enlace.
Pero el día anterior a la boda, jornada de preparativos, llegó al
castillo un grupo de guerreros; al frente, su jefe, que cubría su
cabeza con un hermoso casco y solicitaba hospitalidad al castellano
sosiense que gustoso se la concedió, además del permiso para seguir
guardando su anonimato, fruto de un juramento, favor que también
obtuvo. Nadie sabía, pues, quién era.
Al día siguiente, todo
estaba preparado. La novia camina hacia el altar. La ceremonia llega
al momento de la bendición. Es entonces cuando el misterioso
guerrero se adelanta hacia el altar y, descubriéndose, le dice a la
novia:
«Que el Señor castigue tu perjurio y te aplique el castigo que tú misma elegiste».
Eran las palabras del antiguo pastor, hoy capitán famoso. Compungida por lo sucedido, la joven desapareció y desde aquel día su imagen vaga en torno a la fuente, la «fuente del juramento», símbolo para quienes se juran fidelidad.
«Que el Señor castigue tu perjurio y te aplique el castigo que tú misma elegiste».
Eran las palabras del antiguo pastor, hoy capitán famoso. Compungida por lo sucedido, la joven desapareció y desde aquel día su imagen vaga en torno a la fuente, la «fuente del juramento», símbolo para quienes se juran fidelidad.
[Garcés, Máximo, «La
fuente del Juramento», en La villa de Sos..., págs. 113-114.]
https://www.schole.es/la-promesa-de-diputados-y-senadores/