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jueves, 5 de marzo de 2020
Cincomarzada, cinco de marzo
La cincomarzada:
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Muchos zaragozanos y zaragozanas se habrán ido enterando, en estos últimos años, del porqué de la fiesta local zaragozana del Cinco de Marzo. Hay que remontarse a 1838 y a un enfrentamiento civil entre liberales y carlistas aragoneses. Espero que se vaya abriendo paso, poco a poco, la recuperación de esos retazos de la memoria y dignidad comunes.
En 1833 moría sin descendencia masculina Fernando VII siendo nombrada sucesora su hija Isabel bajo la regencia de su madre María Cristina, cercana a liberalismo. No todos los sectores aceptaron la sucesión por vía femenina, sobre todo el absolutista que nombró sucesor al hermano de Fernando, Carlos María Isidro, tomando el nombre de Carlistas. Comenzaba una guerra civil que duraría hasta el año 1840. La madrugada del 5 de marzo se concentró a las afueras de Zaragoza una partida del ejército carlista de 3.000 soldados de infantería y 300 de caballería dirigidos por Juan Cabañero y Esponera; las tropas carlistas aprovechando la madrugada, entraron en la ciudad como le vino en gana, sin ningún tipo de resistencia por las tropas isabelinas que defendían la plaza. Durante la madrugada, las tropas carlistas entran en Zaragoza con dos escalas que les lanzan del interior por la Puerta del Carmen, posesionándose de ella y al poco de la de Santa Engracia. Tres batallones ocupan el Coso, la calle Predicadores, La Magdalena, la Plaza del Mercado, San Pablo, la Plaza de San Felipe, el arco de San Roque, y la calle de San Gil. Cabañero, general carlista, queda con un batallón y la caballería en Torrero. La llegada de las tropas pilló desprevenidos a los zaragozanos que se despertaron con las vivas a Carlos V, Cabañero y a la Inquisición.
La guarnición liberal, al mando de Esteller, hizo el ridículo más completo, militarmente hablando. Los protagonistas de la acción principal fue una vez más el vecindario zaragozano. El cual, como muchas veces en aquel siglo, llegó por sí solo a donde no llegaban quienes tenían el deber de hacerlo. La reacción de los vecinos zaragozanos no se hizo esperar, desde sus ventanas, comenzaron a lanzar toda clase de muebles, trastos y enseres para crear barricadas y entorpecer el paso a los carlistas mientras tanto, los soldados isabelinos ya recuperados de su torpeza, cargaban contra los invasores. Desde la Real Audiencia y casas contiguas se hace fuego contra los carlistas. Combates en torno al arco de San Roque. Vecinos, milicianos nacionales y militares combaten a las tropas carlistas, incluso lanzando tejas y otros objetos contundentes desde los tejados y ventanas de las casas. Combates en la Plaza del Mercado y calle de San Pablo. Los combates a lo largo del Coso y el barrio de San Pablo. Las mujeres de nuevo jugaron un papel importante lanzando agua y aceite hirviendo desde sus ventanas al paso de las tropas de Cabañero. Ante la dura resistencia de su población, el ejército carlista abandonara el casco antiguo de la ciudad, huyendo hacia las puertas. Los carlistas retroceden. Unos 600 se atrincheran en la parroquia de San Pablo, el resto huye por las puertas del Carmen y Santa Engracia, que recuperan los isabelinos. Unas decenas de carlistas intentan huir por el Portillo pero son muertos o apresados. Los que resisten en San Pablo se rinden y quedan prisioneros. Después de una larga noche, la ciudad amanece en paz. Cabañero ha retirado sus tropas a varias leguas de Zaragoza. Dice un dicho popular que Cabañero, nada más ocupar la ciudad, entró en una chocolatería y pidió un tazón de chocolate caliente, la rápida reacción heroica del pueblo sorprendió a Cabañero teniendo que huir sin ni siquiera probarlo. En 1840, Cabañero, unido tras el Convenio de Oñate a Espartero, entró en Zaragoza formando parte de las tropas isabelinas que habían de combatir a Cabrera. Los zaragozanos, al verlo desfilar por sus calles, le gritaban: “¡Cabañero, que se te ha enfriado el chocolate!”. La regente Mª Cristina, en nombre de su hija Isabel II, honró por esta heroica acción a la ciudad y a sus ciudadanos, con el hermoso título de «Siempre Heroica» y las ramas de laurel para su escudo de armas por defender sus vecinos la legalidad constitucional. La distinción fue concedida por la Regente María Cristina el 8 de marzo de 1838, y publicada al día siguiente en la Gaceta de Madrid (antecedente del BOE). Una vez terminada la guerra en 1840, el Ayuntamiento de Zaragoza declaró festivo el aniversario del 5 de Marzo y lo conmemoró oficial y solemnemente. Su celebración quedó en el olvido durante la lamentable Guerra Civil del siglo XX (1937), hasta 1977, año en que extraoficialmente se volvió a celebrar, fue en 1981 cuando la fiesta volvió a ser considerada festivo local. Por desgracia, se celebra con las manipulaciones históricas que algunos hacen para apropiarse de nuestra historia.
La fiesta es retomada por los zaragozanos con salidas al campo pero ya habiendo perdido su motivo original y protagonizada con banderas e ideologías que nada tienen que ver con la heroica resistencia ciudadana.
Feliz Cincomarzada, conciudadanos.
*Artículo publicado en la página de Facebook ‘Corona de Aragón’
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Ubicación:
Calle Cinco de Marzo, 50004 Zaragoza, España
lunes, 18 de noviembre de 2019
LOS MARCILLA Y LOS SEGURA, FRENTE A FRENTE
167. LOS MARCILLA Y LOS SEGURA, FRENTE
A FRENTE
(SIGLO XIII. TERUEL)
Vivían en Teruel dos familias
ilustres, la de los Marcilla, muy noble, y la de los Segura, muy
rica. Pertenecía Juan Martínez, un joven apuesto, a la primera de
ellas, y, desde su más tierna infancia, sentía un profundo amor por
Isabel, algo menor que él e hija de los Segura, quien correspondía
a su amor.
Lamentablemente, por ser Juan hijo
segundo no podía aspirar a la fortuna familiar para ofrecérsela a
Isabel. Así lo veía don Pedro Segura, quien se oponía a la boda
que tanto deseaban los enamorados por la desigualdad de fortuna, de
modo que viendo que el único modo de casarse con Isabel era
aportando riquezas al matrimonio, decidió Juan marchar a las
cruzadas a hacer fortuna, no sin antes obtener
la promesa de su amada de que lo esperaría al menos durante cinco
años.
Pasaba el tiempo y el joven Marcilla no
regresaba, por lo que don Pedro Segura aconsejó a su hija que
aceptara como marido al acaudalado Pedro Fernández de Azagra,
hermano bastardo del señor de Albarracín. Pero Isabel, aun sabiendo
que iba contra la voluntad de su padre, se negaba a casarse hasta que
no hubieran transcurrido los cinco años de ausencia de Juan, su
prometido. No obstante, llegado el día en que se cumplía el término
fijado, Isabel no tuvo más remedio que aceptar el matrimonio con el
rico pretendiente de Albarracín.
El mismo día de la boda, cuando aún
sonaban las campanas, entraba don Juan en Teruel. Nada más enterarse
de la noticia, corrió en busca de Isabel tratando de evitar lo que
ya era irremediable: Isabel se había casado. Al caer la noche, Juan
consiguió acercarse a la muchacha, manteniendo ambos una breve y
clandestina conversación. Juan, a pesar de verse perdido, solicitó
de ella un beso en prueba de amor. Pero Isabel, convertida en una
mujer casada, se lo negó, pues no podía faltar a su palabra. En ese
mismo instante el joven cayó muerto.
Cubierta con un velo, asistió Isabel
al entierro de Juan. De pronto, se acercó para darle el beso que la
noche anterior le negara, quedando muerta en el acto sobre el cuerpo
del joven. El pueblo entero, en medio de un gran dolor, decidió
enterrar juntos a quienes habían muerto verdaderamente de amor.
[Beltrán, Antonio, Leyendas
aragonesas..., págs. 62-64.]
http://www.bodasdeisabel.com/
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lunes, 3 de junio de 2019
Tomo I, texto IV, Martín, Comiti Urgelli
IV. 8 de junio.
El rey don Martín escribe al conde de Urgel, diciéndole que su hermana la infanta doña Isabel no había podido partir de Barcelona hasta el sábado último, por haber de menester algunas cosas necesarias a su partida; y que no habiéndose podido por lo mismo verificar la solemnización del matrimonio de dicha infanta con don Jaime, hijo de dicho conde; le suplicaba que lo prorogase hasta por todo el mes de junio, dentro de cuyo término, con la gracia de Dios, se podría solemnizar.
El rey don Martín escribe al conde de Urgel, diciéndole que su hermana la infanta doña Isabel no había podido partir de Barcelona hasta el sábado último, por haber de menester algunas cosas necesarias a su partida; y que no habiéndose podido por lo mismo verificar la solemnización del matrimonio de dicha infanta con don Jaime, hijo de dicho conde; le suplicaba que lo prorogase hasta por todo el mes de junio, dentro de cuyo término, con la gracia de Dios, se podría solemnizar.
IV.
Reg. 2251, fol. 44. 8 de junio de 1407.
Lo Rey. — Comte molt car cosi. Entes havem sus ara que nostra molt cara sor linfanta dona Isabel no ha pogut partir de Barchinona fins lo dissapte prop passat e aço per algunes coses que havia necessaries a la sua partença: e com ella haja menester X o XII jorns en lo cami tro açi dubtamnos que dins lo terme de la prorogacio que deu esser feta per vos tro al XX jorn del present mes puxa esser feta la solempnizació del matrimoni de la dita infanta ab nostre molt car nebot don Jaime fill vostre. Perqueus pregam afectuosament que a major cautela vullats encara prorogar tro per tot lo mes de juny dins lo qual ab la gracia de nostre senyor Deus sera lo dit matrimoni solempnizat honorablement segons ques pertany. Dada en Valencia sots nostre segell secret a VIII dies de Juny del any MCCCCVII. — REX MARTINUS. — Dominus Rex mandavit michi. — Johannes de Tudela. — Dirigitur Comiti Urgelli.
Reg. 2251, fol. 44. 8 de junio de 1407.
Lo Rey. — Comte molt car cosi. Entes havem sus ara que nostra molt cara sor linfanta dona Isabel no ha pogut partir de Barchinona fins lo dissapte prop passat e aço per algunes coses que havia necessaries a la sua partença: e com ella haja menester X o XII jorns en lo cami tro açi dubtamnos que dins lo terme de la prorogacio que deu esser feta per vos tro al XX jorn del present mes puxa esser feta la solempnizació del matrimoni de la dita infanta ab nostre molt car nebot don Jaime fill vostre. Perqueus pregam afectuosament que a major cautela vullats encara prorogar tro per tot lo mes de juny dins lo qual ab la gracia de nostre senyor Deus sera lo dit matrimoni solempnizat honorablement segons ques pertany. Dada en Valencia sots nostre segell secret a VIII dies de Juny del any MCCCCVII. — REX MARTINUS. — Dominus Rex mandavit michi. — Johannes de Tudela. — Dirigitur Comiti Urgelli.
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miércoles, 8 de mayo de 2019
BORJA, EN MANOS DEL BATALLADOR, siglo XII
2.52. BORJA, EN MANOS DEL BATALLADOR
(SIGLO XII. BORJA)
A finales del siglo XI, dependiente de
la taifa sarakustí, se hizo famoso el alcaide de Borja, Abén Amed
Mutamín, tanto por su férrea oposición a los cristianos, como por
su gran afición a la astrología y a la nigromancia. Tanta era su
pasión por las ciencias ocultas que empezó a circular el rumor de
que Mutamín tenía relaciones con el diablo, pues de otra manera no
se podía explicar cómo consiguió levantar el castillo de Trasmoz
en un solo día.
El pueblo no se equivocaba, aunque sí
ignoraba el contenido del pacto. La realidad era que el gobernador,
habiendo invocado al maligno, llegó a un acuerdo con él de modo que
el diablo construiría el castillo en un solo día si Mutamín aceptaba que el primer
miembro de su familia que viera ondear la cruz de los cristianos en
Borja descendiera al averno con él. El gobernador, sediento de
poder, aceptó sin dudarlo.
Pasaron los años y un día llegó a la
ciudad un escuadrón que traía como prisionera a una hermosa
doncella cristiana, Isabel, de quien Mutamín quedó prendado y, pese
a la oposición de la joven y del consejo de ancianos, se casó con
ella. Isabel tomó el nombre musulmán de Zaida, pero su corazón
permaneció cristiano. Zaida dio a luz una hermosa niña, a quien
llamaron Zuleya, que significaba «hora triste», bien porque la niña
nació el día de la derrota mora en Alcoraz, bien porque su madre
perdió la vida en el parto.
La niña creció al cuidado de una
esclava cristiana de Benasque, quien le inculcó sentimientos
cristianos. La niñera, que conocía el pacto del padre, creía que
así la protegía del mal. El gobernador, con el paso del tiempo,
tenía tanto amor por su hijita que se alejó del oscurantismo hasta
tal punto que se olvidó de su promesa al diablo.
El tiempo pasó y el avance de Alfonso I hacia Zaragoza era imparable, llegando pronto a Borja, a la que
cercó en septiembre de 1118, y, entrando en la ciudad, plantó su
enseña con la cruz de San Jorge en lo alto del castillo. Pero cual
no sería su sorpresa al encontrar la plaza desierta. Y es que fue
Zuleya la primera en ver la cruz y el diablo, que no olvida, se la
reclamó a Mutamín. Pero el gobernador, dándose cuenta del peligro
que corría su hija, prefirió hacer uso por última vez de su magia,
convirtiendo en piedra a su hija y a todos sus servidores. Y para
satisfacer su promesa, él mismo se entregó al diablo.
[Domínguez, Juan, «La Zuleya de Borja», Aragón legendario, II, págs. 95-97.]
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Ubicación:
50540 Borja, Zaragoza, España
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