290. VICENTE FERRER INSTITUYE LA
PROCESIÓN DE LA DISCIPLINA
(SIGLO XV. GRAUS)
Una vez más Vicente Ferrer, el
dominico valenciano, había entusiasmado con sus sermones a los
barbastrenses, a los que, por cierto, salvó de una espantosa
tempestad mientras estaban oyendo misa en la catedral. Luego, cuando
creyó que su misión había concluido en la ciudad del Vero, se
encaminó a Graus. Era el verano de 1415, y los grausinos le
recibieron también con los brazos abiertos, en olor de multitudes,
acudiendo gentes de todos los pueblos de las riberas de los ríos
Ésera e Isábena.
En Graus inició una línea nueva
filosófico-religiosa, de manera que una buena parte de los
argumentos mantenidos por el santo fraile dominico se basó en una
defensa apasionada de la disciplina de la carne como medio eficaz de
santificación y de penitencia, puesto que si sangrar al cuerpo
mortal para buscar su curación era sano —se refería, sin duda, a
las sangrías que los galenos recetaban en no pocos casos—, más lo
sería para sanar el alma.
La palabra de Vicente Ferrer era
escuchada en sermones diarios, bien en la iglesia bien en la plaza, a
los que acudía con recogimiento prácticamente toda la población.
Lo cierto es que sus argumentos calaron muy hondo entre los
grausinos, de modo que, siguiendo prácticamente al pie de la letra
sus pláticas, accedieron a establecer la penitente procesión de la
disciplina, de la que el santo valenciano se puede considerar su
inventor y Graus uno de los lugares pioneros de esta práctica
piadosa, que llegaría a alcanzar su máxima expresión durante los
actos procesionales de Semana Santa.
Como es natural el predicador tuvo que
abandonar Graus para proseguir su andadura pastoral, pero fue tal la
semilla que el valenciano sembró en Graus que la villa determinó
adoptarle como patrón, distinción que perdura hasta la actualidad.
[Vidal y Micó, Francisco, Historia de
la portentosa vida..., pág. 231.]