4. EL MUNDO MUSULMÁN
188. UN TORO DE ORO ESPERA
(SIGLO VIII. GRIEGOS)
En lo alto de la Muela de
San Juan, en plena sierra de Albarracín, se dice que hubo en tiempos
una gran ciudad amurallada, adornada de palacios y jardines, y
abundante en tesoros.
A comienzos del siglo
VIII, los ejércitos musulmanes fueron apoderándose con rapidez de
toda España, sin encontrar apenas resistencia o, cuando la hallaron,
no supuso un obstáculo insalvable, como ocurrió en la hasta
entonces tranquila ciudad de la serranía albarracinense. Porque los
habitantes de la ciudad de la Muela de San Juan se aprestaron a
defenderse, tras esconder sus tesoros, entre los que se hallaba un
magnífico toro de oro macizo, heredado del templo pagano de la urbe
primitiva. Se reforzaron las defensas, se llenaron almacenes y silos,
se prepararon las armas. Pero todo fue inútil; la ciudad ardió, las
murallas de seguridad fueron arruinadas y sus habitantes, asesinados.
Uno de los asaltantes, un
corpulento berberisco llamado Abén Jair, tuvo la fortuna de
encontrar el toro de oro y lo escondió a su vez para intentar
sustraerlo al comunitario reparto del botín. Por la noche, tras
tirarlo por las desmanteladas murallas a un frondoso bosque, se
adentró en éste para enterrarlo en profundo hoyo, cuyo
emplazamiento tan sólo conocía él.
El ejército sarraceno
prosiguió su avance y la ciudad de la Muela de San Juan quedó
desierta, tanto que hoy se desconoce su auténtico emplazamiento.
Aldeas, pueblos y ciudades fueron cayendo uno tras otro. Al pie de
una almena, también dejó la vida Abén Jair, truncada por una
saeta, pero antes de morir desveló su secreto a Abén Jaye, su amigo
berberisco, para que recuperara el toro dorado y repartiera el fruto
de su venta entre él y la familia de Abén Jair.
Buscó Abén Jaye una y
otra vez en el lugar indicado por su amigo, pero todo fue inútil. El
tesoro no apareció jamás. Y el secreto fue transmitido de generación en generación
entre los berberiscos de Albarracín, que siguieron durante siglos
removiendo la tierra en vano, porque, según dice la leyenda, el toro
de oro no aparecerá hasta que sobre la Muela de San Juan no se
reedifique la ciudad incendiada.
[Tomás Laguía, César,
«Leyendas y tradiciones...», Teruel, 12 (1954), 140-142.]
La Muela de San Juan es una extensa plataforma calcárea situada entre Griegos y Guadalaviar (provincia de Teruel, Aragón). Su altura media supera los 1.800 metros y alcanza los 1.841 de máximo. Forma parte del conjunto de muelas calcáreas de los Montes Universales, y está aislada por los valles del río Griegos y el valle del alto Guadalaviar cuyo nacimiento se encuentra en la vertiente sur de la Muela. Como casi todas las demás muelas de los Montes Universales, es un sinclinal con pliegues bajos en los flancos y bellas representaciones de llanuras erosivas finiterciarias, recordando externamente a las muelas de la Depresión del Ebro.
El nivel superior duro se compone de estratos de calizas y dolomías del cretácico superior que forman las cornisas kársticas llamadas 'cinglos' y dolinas en embudo. Los niveles más bajos son también más huecos y de materiales terrosos de las formaciones Utrillas y Weald, con arenas y arcillas.
Es una zona en la que la vegetación más abundante es el bosque de Pino Albar junto con sabinas chaparras, estando presente también el enebro, y está muy presente en la zona más alta. En las zonas más bajas y con terreno más arcilloso y húmedo se encuentran los pastos.
La Muela de San Juan cuenta desde hace unos años con una pista de esquí de fondo y un restaurante llamados 'La Colocha'.