231. EL AMOR DE DON PEDRO DE AZAGRA
(SIGLO XII. ALBARRACÍN)
Muhammad ben Mardanis, conocido en todo
el mundo cristiano del momento como el rey Lobo, era uno de los
personajes más importantes e influyentes de su tiempo. En cierta
ocasión, se encontraba descansando en Albarracín mientras sus
ayudantes preparaban la expedición militar con la que iba a intentar
apoderarse de Murcia y Valencia, de cuyos territorios acabó siendo
rey. Cuando le avisaron de que todo estaba preparado para iniciar la
campaña, y llegado el momento de abandonar Albarracín, a pesar de
tratarse de un guerrero valeroso curtido en mil batallas no pudo
evitar que le invadiera una inmensa tristeza pues con su marcha
dejaba atrás unas tierras que le eran muy queridas y una esposa a la
que adoraba.
Por suerte, contaba ben Mardanis entre
sus vasallos con la amistad y confianza de don Pedro de Azagra, un
caballero leal a quien encomendó el gobierno de sus posesiones
albarracinenses y la custodia de su mujer, la bella mora Alba, a la
que no quería exponer a los múltiples peligros que hacía presagiar
la empresa conquistadora que iba a acometer.
Partió, pues, el rey Lobo para la
guerra y don Pedro de Azagra se aprestó a guardarle hacienda y
esposa. Pero la ausencia de ibn Mardanis se prolongó más de lo
esperado y su hermosa mujer, cautivada por la honradez y el valor de
don Pedro, no sólo hizo que se fuera olvidando de su marido ausente,
sino que se enamorara perdidamente del vasallo cristiano, quien
intentó resistirse a los encantos e insinuaciones de doña Alba,
dedicándose a la caza y a recorrer las tierras del señorío, aunque
todo acabó siendo en vano pues el amor surgió y prendió entre
ambos.
Al cabo del tiempo, regresó victorioso
un día a Albarracín ibn Mardanis soñando con su bella esposa Alba,
pero ésta, no pudiendo resistir la idea de verse separada de don
Pedro, acabó muriendo de pena llevándose consigo para siempre el
secreto de aquel amor.
Tras aquel fatal desenlace, pasados
unos días y apenas repuesto del dolor causado por la pérdida de
doña Alba, partió el rey Lobo de nuevo hacia Levante dejando a don
Pedro de Azagra, su vasallo y amigo cristiano, como señor perpetuo
de Albarracín para que la gobernara en su nombre.
[Martínez Calvo, Pascual, Historia de
Castellote..., I, pág. 214.]