150. LAS HERRADURAS DEL MARQUÉS DE
AYERBE (SIGLO XV. AYERBE)
Tal como todavía ocurre en la
actualidad en una de las paredes laterales, en tiempos pasados era
costumbre de los muchachos del pueblo el ir a jugar a la pelota en
la amplia fachada del palacio de Ayerbe, causando molestias a las
personas mayores y, sobre todo, a los señores que residían en él.
Como a pesar de las advertencias no
podían conseguirlo, para evitar que el juego continuara, idearon los
marqueses un sencillo y eficaz sistema: proceder a sembrar de
herraduras toda la pared, de manera que las pelotas botaran mal,
desviaran su trayectoria o, incluso, que se rompieran.
En cierta ocasión —estando como
estaba Ayerbe en una de las principales rutas que conducen desde el
llano al corazón del viejo Aragón— llegaron al pueblo y se
detuvieron un tiempo unos extranjeros, parece ser que franceses, a
los que llamó poderosamente la atención, como no podía ser menos,
tantas herraduras clavadas en la pared.
Hicieron algunas compras, visitaron la
iglesia de San Pedro, comieron en la posada de la plaza Alta y
hablando con unos y otros inquirieron el porqué de tal manera de
decorar la fachada. Ante aquella pregunta, que debió molestar a los
interlocutores, en lugar de darles la explicación adecuada y
correcta les contestaron que era costumbre del marqués de Ayerbe
que, cada vez que mataba o hacía matar a un hombre, generalmente si
era extranjero, hacía incrustar una nueva herradura a la fachada.
Atónitos ante la explicación que
acababan de oír, más que tratar de contrastar aquella información
decidieron aviar prestos las monturas para continuar viaje, no fuera
que el sanguinario marqués quisiera poner alguna nueva herradura a
su costa.
[Proporcionada por Mauricio Bastarós,
Merche Cinto, Beatriz Ferrer, Celia Morcate, Begoña Sáez, Blas
Torralba y Asunción Ubieto.]