187. LOS ROSALES DEL AMOR
(SIGLO XV. BLECUA)
Dos familias de Blecua,
consideradas ambas ricas por todos, concertaron el casamiento de sus
primogénitos cuando éstos todavía eran unos niños. Pretendían
poner así los cimientos de una nueva casa que fuera la más poderosa
de la comarca.
Transcurrió el tiempo y
la realidad se impuso. Los prometidos crecieron como simples amigos,
pero no sentían el amor necesario. Además, el destino quiso que en
la vida de la muchacha entrara de lleno un joven, apuesto y buena
persona, pero sin hacienda ni bienes, y el amor prendió en ambos, a
sabiendas de que nunca sería aprobado por la familia de ella. No
estando dispuestos a renunciar a sus sentimientos, decidieron verse
en secreto, en un lugar recóndito del río, al resguardo de los
álamos.
Cuando los padres de la
muchacha se enteraron por un vecino, como no podía dejar de suceder,
de que los jóvenes se veían a escondidas a altas horas de la noche,
decidieron cerciorarse personalmente de ello. La siguieron hasta el
recodo del río y pronto vieron a la pareja conversar y acariciarse
amorosamente. No había duda e idearon la manera de poner fin a
aquella situación.
A la mañana siguiente, no
sólo reconvinieron a su hija, sino que le anunciaron el adelanto de
la boda convenida tanto tiempo atrás. A pesar de la resistencia de la
muchacha, el enlace se celebró, sin tener en cuenta los
sentimientos. Aquel era un matrimonio de conveniencia.
Lo cierto es que la joven
siguió viéndose con el joven al que amaba. Como su marido se
enterara, cegado por la ira y por los celos, no sólo acabó con la
vida de ambos en una noche sin luna ni estrellas, sino que, para que
todo el mundo se enterara del agravio sufrido cavó sendas tumbas en
la tierra y los enterró juntos.
Pasó el tiempo. Poco a
poco, la vida en el pueblo pareció volver a la normalidad, aunque
pronto vieron que surgían y enraizaban dos rosales, uno sobre cada
tumba, que enlazaron sus ramas para crecer juntos y, por más que los
cortaban, volvían a crecer y a unirse...
[Datos aportados por
Ascensión Lardiés, Begoña Larrosa y Pilar Salas. Colegio
«S. Vicente de Paúl».
Barbastro.]