9. LA CONQUISTA MUSULMANA DE AGIRIA
(DAROCA) (SIGLO VIII. DAROCA)
Las huestes musulmanas de Tarik
avanzaban hacia Cesaraugusta. Tras su paso, todo era desolación y
rencor; por delante, temor y huidas precipitadas. En Agiria (luego
Daroca), ante las noticias de que los moros estaban ya en las fuentes
del Tajo, unos huían temerosos y otros se aprestaban a la lucha. En
medio de este cuadro dantesco, llegó a Daroca, sobre un agotado
caballo, un joven, desconocido en principio por el lamentable estado
en el que encontraba, aunque era darocense. Pronto se le reconoció
como a Juan de Luna.
Narró Juan lo ocurrido en Guadalete,
donde estuvo en la infausta jornada de la derrota cristiana; después
relató las calamidades de su cautiverio en Córdoba y Toledo. Por
fin, refirió las penalidades de su huida durante más de quince días
hasta llegar a Daroca. Muchos, los que venían eran muchos y buenos
jinetes sobre caballos inimaginables, fieros e indómitos. Tras
descansar mientras narraba lo sucedido, Juan de Luna fue a buscar a
Matilde, su joven amada, quien ya le había dado por muerto cuando
supo lo de Guadalete y le lloraba. El sol se ocultó en el horizonte
mientras el amor renacía.
Al día siguiente, ante las noticias
que llegaban de las torres de señales, los darocenses y las gentes
que acudían de las aldeas cercanas prepararon la resistencia. Por
fin, los moros se presentaron ante sus muros exigiendo la rendición.
Embistieron hasta diez veces antes de abrir brecha, pero al final
todo acabó. No obstante, a pesar de haber caído el castillo y toda
la población, los agarenos se encontraron con la resistencia
inusitada que desde una de las torres ofrecía Juan de Luna con un
puñado de hombres. El jefe moro, que pretendía proseguir la marcha
hacia Zaragoza, dejó una guarnición con orden expresa de atacar al
«Jaque» (al valiente) hasta que se rindiera.
Pero Juan de Luna, el Jaque, resistió
y abatió a varios adversarios. Éstos, ante el peligro que suponía
aproximarse a la torre, decidieron cercarla, dejando que la falta de
alimentos hiciera mella entre sus defensores. Pasaron los días y en
la torre cesó todo movimiento. Así es que decidieron derribar la
puerta y entrar. En el centro de la estancia yacía el cadáver de
Juan de Luna, muerto de hambre. Su cabeza fue expuesta en el muro,
mientras su cuerpo era arrojado a un barranco. Matilde cayó muerta
cuando se enteró de la trágica noticia. Hoy, la torre de Jaque es
testigo mudo de tan grande gesta.
[Beltrán, José, Tradiciones..., págs.
43-47.]
https://www.iberlibro.com/buscar-libro/titulo/tradiciones-leyendas-riojanas-primera-serie/autor/beltr%E1n-jos%E9/
https://www.amazon.es/Tradiciones-leyendas-Riojanas-R-P-Beltran/dp/B00CPJ6EA4