110. EL ESCARMIENTO DE LOS NOBLES EN
HUESCA (SIGLO XII. HUESCA)
La muerte de Alfonso I el Batallador
tras el desastre sufrido en Fraga dio origen a una grave crisis
política e institucional de consecuencias variadas, entre ellas la
de su propia sucesión como rey.
En esta faceta, la solución fue la entronización de su hermano Ramiro II que era monje.
En esta faceta, la solución fue la entronización de su hermano Ramiro II que era monje.
Con su coronación como rey de Aragón,
no finalizaron todos los problemas planteados, siendo uno de los más
importantes el descontento entre una buena parte de los seniores o
tenentes del reino, quienes habían defendido otra solución
dinástica.
Ramiro II el Monje, sin embargo, estaba
más que resuelto a restablecer el orden y pacificar el reino para
poder atender a los demás problemas, aunque no tenía opinión
formada sobre cómo hacerlo, por lo que quiso conocer el parecer del abad de San Ponce
de Tomeras, monasterio francés al que Ramiro había estado ligado
como monje. Para ello envió al cenobio francés un mensajero,
encargándole que le pidiese consejo acerca de lo que procedía hacer
en aquellas condiciones.
El abad, cuidándose de dar el consejo
por escrito, entró con el emisario en la huerta del monasterio y, en
presencia del mensajero, fue cortando una a una las cabezas de las
plantas que más sobresalían y eran más lozanas. Y una vez que hubo
hecho esto le dijo que regresara a Huesca y relatara a don Ramiro II
lo que acababa de ver.
Entendió el rey el mensaje y se
dispuso a ponerlo en práctica. Así es que convocó en Huesca a los
ricos hombres y procuradores de las ciudades y villas del reino para
celebrar cortes, haciendo correr la voz de que, con tal motivo,
pretendía fundir una campana que se oyese en todo su reino.
Se congregaron en Huesca todos los
convocados y, llegado el momento, hizo entrar uno a uno a los nobles
a la cámara donde iba a mostrar la campana, haciendo pasar primero a
aquellos a los que quería escarmentar. Los quince elegidos fueron
decapitados uno tras otro, haciendo pender sus cabezas de la soga que
unía al badajo. Cuando los demás nobles vieron la escena,
comprendieron el mensaje y la advertencia, acatando a Ramiro II como
su soberano.
[Zurita, Jerónimo, Anales de la Corona de Aragón, libro II, págs. 222-223.]
Ver "la campana de Beceite" (no tiene nada que ver con esta historia).
Ver "la campana de Beceite" (no tiene nada que ver con esta historia).