Mostrando entradas con la etiqueta colegio cardenalicio. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta colegio cardenalicio. Mostrar todas las entradas

domingo, 28 de junio de 2020

358. EL PAPA LUNA SE TRASLADA EN SECRETO A ROMA


358. EL PAPA LUNA SE TRASLADA EN SECRETO A ROMA (SIGLO XV. PEÑÍSCOLA)

Don Pedro de Luna, o sea, el papa Benedicto XIII, llevaba algún tiempo recluido en su retiro del castillo-fortaleza de Peñíscola terne en su actitud de no ceder ante las presiones que recibía de toda Europa, incluida la de su rey, para que renunciara oficialmente a la dignidad pontificia con objeto de solucionar la crisis abierta en el papado.

Los días de don Pedro en Peñíscola transcurrían densos y tensos, preparando argumentos con las que salir al paso de las medidas tomadas por el Concilio o por el propio colegio cardenalicio. Pero cada día estaba más solo pues quienes habían sido sus valedores, como el rey aragonés Fernando I de Antequera o el propio Vicente Ferrer, que fuera su confesor y confidente, le dieron al fin la espalda.

Así es que don Pedro de Luna determinó acudir personalmente y en secreto a Roma, jugándose en ello incluso su libertad personal. Así es que preparó el viaje sin confiar su salida fuera de Peñíscola nada más que sus más fieles colaboradores.

La noche elegida descendió por la escalera llamada todavía hoy del Papa Luna, un estrecho pasadizo que, mandado horadar al decir de la leyenda por propio don Pedro en la roca, comunicaba secreta y directamente con el mar desde lo alto del castillo, y cuya salida estaba camuflada en el acantilado de la parte opuesta a la costa.

Aquella noche, triste y desalentado por la deslealtad de los suyos, descendió hasta el mar y una vez allí extendió su manto pontificio sobre las olas relativamente calmadas del Mediterráneo. Luego, apoyado en el báculo que llevaba consigo como atributo papal, subió sobre el manto y sin hundirse puso rumbo a Roma, donde se presentó de improviso ante sus enemigos para entrevistarse con ellos.

Regresó a Peñíscola aquella misma noche sin que sus gestiones personales hubieran hecho variar las escasas esperanzas que aún le quedaban de vencer en sus tesis y retornar a la silla de san Pedro.

[Simó Castillo, Juan B., Pedro de Luna..., págs. 161-163.