212. EL MILAGROSO HALLAZGO DEL CUERPO
DE SANTO DOMINGUITO DE VAL
(SIGLO XIII. ZARAGOZA)
Hijo de un notario, el niño Domingo de
Val había nacido en Zaragoza en 1243, entrando a formar parte del
coro de San Salvador, la seo zaragozana, iglesia de la que era
secretario su padre. La familia vivía en una casa cercana a la
aljama judía.
Cuando el pequeño Domingo —Dominguito
le llamaba casi todo el mundo que le conocía— había cumplido
siete años, tuvo lugar un horrendo hecho que terminó con su vida.
Al parecer, una pragmática que había sido hecha pública en la
aljama hebrea ofrecía librar de determinados impuestos o gravámenes
a aquel judío que entregara un niño cristiano para ser sacrificado
y renovar de esta manera la Pasión de Cristo.
Semejante reclamo indujo a un judío
llamado Albayaceto a raptar a Dominguito que, una vez entregado en la
sinagoga, fue crucificado con tres clavos, además de abrirle el
costado con una lanza. El niño, con una valentía impropia de su
edad, murió cantando motetes y gozos, los que había aprendido en el
coro catedralicio.
Para tratar de ocultar el crimen, tanto
el raptor como los asesinos cortaron la cabeza y manos del niño, y
los tiraron a un pozo del Ebro, mientras enterraban secretamente el
cuerpo cerca de la orilla del propio río. Naturalmente, conforme
pasaba el tiempo y el niño no regresaba a su casa, se buscó por
toda la ciudad sin hallar el menor rastro de él.
Un día, unos pescadores que se
hallaban lanzado las redes en la orilla del Ebro vieron brillar una
intensa y fantástica luz. El hecho les extrañó tanto que lo
pusieron en conocimiento de las autoridades ciudadanas y religiosas,
quienes decidieron ahondar con picos bajo la señal luminosa,
hallando el cuerpo sin vida de Dominguito, a la vez que la cabeza y
las manos del niño aparecieron también de manera milagrosa.
Como es natural, la ciudad se
conmocionó, y un gentío enorme se concentró para llevar los restos
mortales de Dominguito desde la iglesia de San Gil hasta San
Salvador, es decir, la Seo zaragozana.
[Rincón, W. y Romero, A.,
Iconografía... II, pág. 38.]