2.30. BARBASTRO, TOMADA GRACIAS A UNA
TRAICIÓN (SIGLO XI. BARBASTRO)
Tras cabalgar varias jornadas por
tierras resecas de Huesca en permanente estado de guerra, el
relativamente numeroso ejército cruzado aragonés que capitaneaba el
propio rey Sancho Ramírez se dirigió por los terrenos quebrados del
somontano hacia el enclave de Barbastro, importante y populoso centro
comercial y agrario musulmán, sometido a la jurisdicción del señor
de Lérida, entonces al-Muzaffar, quien, cogido completamente por
sorpresa, no pudo reaccionar ante el ataque cristiano. La ciudad del
Vero trató de resistir en espera de ayuda exterior, pero tras
cuarenta largos y agotadores días de asedio continuado, la plaza
acabó por rendirse.
Como en tantas otras ocasiones, los
cronistas árabes, al tratar de justificar tan rotundo y lamentable
fracaso —del que pronto tuvieron noticia en la propia capital
cordobesa—, culpan del mismo a un moro traidor, cuyo nombre
silencian, que habría mostrado al enemigo cristiano, no se sabe por
qué motivos, las fuentes que abastecían de agua de la ciudad, dato
fundamental para organizar la estrategia del cerco; aunque otros
cronistas más cautos hablan de una enorme piedra que las cegó por
azar tras una tormenta, dejando desabastecida de agua a la población
barbastrense.
A los vencidos, que fueron tratados con
mucho rigor tras la rendición, se les requisaron todas sus riquezas,
fueron considerados cautivos, y unos seis mil de ellos fueron ejecutados. El
botín del general cristiano que había dirigido el asedio consistió
en más de un millar de doncellas, además de las siete mil que
regaló a su rey, más de quinientas cargas de objetos diversos.
«Nunca —se duele tristemente el cronista— habían actuado así
contra los musulmanes» los cristianos, lamentando que, de cara al
futuro, este pudiera ser el espíritu de la tan anunciada cruzada.
[Viguera, M.ª Jesús, Aragón musulmán, pág. 150.]