260. LOS CONDES DE SÁSTAGO CONSTRUYEN
EL SANTUARIO DE MONLER
(SIGLO XIII. SÁSTAGO)
A mediados del siglo XIII, en tierras
cercanas al río Ebro, y más concretamente en los resecos e
inhóspitos montes de Sástago, un hombre muy devoto de la Virgen,
llamado Juan Ler, se apartó de sus vecinos y se instaló en
solitario para hacer vida de penitente. Ayudándose de ramajes y
barro, logró construirse una humilde choza en la que guarecerse,
acondicionando en su interior una pequeña capilla para una imagen de
la Madre de Dios que él mismo talló en un tronco de madera.
La contemplativa y edificante vida
eremítica de Juan Ler fue poco a poco conocida por los
habitantes de toda la comarca e incluso se llegó a saber de él en
Zaragoza, lo que motivó que muchos cristianos devotos acudieran a
visitarle en su destierro y a escuchar sus consejos.
Aquella creciente notoriedad no fue del
agrado del eremita, que necesitaba paz y sosiego absolutos para
dedicarse exclusivamente a la oración y la meditación, de forma que
determinó marcharse a otro lugar aún más apartado y recóndito que
aquel.
Se enteraron los condes de Sástago de
las intenciones de Juan Ler y decidieron ir a visitarle en su choza.
Hiciéronle ver que, aunque entendían las razones de su malestar, el conocimiento
de su vida ejemplar entre las gentes también podía ser objeto de
imitación, lo que sin duda redundaría en una expansión mayor del
culto a María. Así es que le invitaron a que se quedara y le
ofrecieron la construcción de un templo digno para la imagen de la
Virgen, junto al que edificarían, asimismo, una pequeña y modesta
vivienda para él. Las palabras de los condes convencieron a Juan, de
modo que en poco tiempo se levantó el santuario prometido.
Desde aquel momento, tanto el monte
como el santuario y la imagen fueron conocidos por todos con el
nombre de Monler, en clarísima referencia a «monte de Ler».
[Faci, Roque A., Aragón..., II, págs.
315-316. Bernal, José, Tradiciones..., pág. 110.
Sánchez Pérez, J. A., El culto
mariano en España, pág. 266.]