312. LOS CORPORALES DE AGUAVIVA (SIGLO
XV. AGUAVIVA)
Aunque los de Daroca sean los que han
alcanzado fama en el mundo entero, no son, sin embargo, los únicos
Corporales que existen en Aragón, pues se conocen al menos seis o
siete ejemplos más, cual es el caso de los del pueblecito de
Aguaviva.
Amaneció, como cualquier otro, el día
23 de junio de 1475 y, durante la misa, el párroco de Aguaviva
consagró como era habitual una hostia. Pretendía conservarla en un
cofrecillo de plata, junto con otras tres formas más pequeñas, para
la procesión solemne del día siguiente.
El resto de la jornada transcurrió con
absoluta normalidad, pero, entrada ya la noche, sin saber cómo ni la
causa, el templo parroquial se convirtió en una gigantesca hoguera,
de modo que solamente quedaron en pie las cuatro paredes cuando el
fuego ya no tenía nada más que quemar. Como es lógico, la
desolación hizo mella en el pueblo.
Al día siguiente, cuando todavía
humeaban los últimos rescoldos, el párroco, con evidente riesgo
personal, comenzó a hurgar entre las ruinas. De pronto, envuelta en
cenizas, halló una pequeña cruz de plata, lo que le indujo a pensar
que si las llamas habían respetado la cruz quizás hubieran
respetado también al Dios que murió en ella.
Transcurridos cuatro días después del
siniestro, vino a visitarle y consolarle el vicario de La Ginebrosa
y, mientras le atendía, dejó encargado a un muchacho que no dejara
entrar a nadie entre las ruinas. Sin embargo, al poco rato se
presentaron tres varones venerables quienes, sin hacer caso al
guardián, penetraron en el templo derruido.
Corrió el joven a avisar al cura de lo
ocurrido. Párroco y vicario salieron raudos hacia la iglesia y no
vieron a los ancianos, pero sí observaron asombrados, sobre los
restos del altar, la pequeña caja de plata con la hostia y las
formas todas bañadas en sangre, pero enteras e intactas, y al entrar
en contacto con el aire se tornaron blancas y tersas, tal como ser
conservan todavía hoy.
[Bernal, José., Tradiciones..., pág.
117.]