315. GRAUS SALVADA DE LA INUNDACIÓN (SIGLO XV. GRAUS)
De todos es conocida la veneración que
el pueblo de Graus profesa a san Vicente Ferrer, el famoso fraile
predicador, al que los grausinos nombraran
—en recuerdo de su estancia en la
villa— su patrón y guía, y del que quedan múltiples evocaciones
y testimonios.
Entre los recuerdos más imborrables
está un hermoso crucifijo que el santo predicador donara a la
iglesia de San Miguel en testimonio de las muchas homilías en ella
ofrecidas a los fieles, un Cristo que llevaba siempre consigo allá
adonde fuera.
Es creencia generalizada que este
crucifijo propiedad del santo salvó en cierta ocasión de la
catástrofe a su villa preferida. Ocurrió que, tras un invierno muy
crudo y largo, durante el cual estuvieron completamente cubiertas de
nieve las cumbres pirenaicas, la primavera fue tumultuosa para los
ríos Ésera e Isábena. El prolongado deshielo provocó constantes
avenidas, arrastrando enormes piedras, haciendo variar los cauces,
derribando antiguos puentes y anegando las huertas de la
subsistencia.
Una noche de un mes de abril, el nivel
de las aguas de los dos ríos amenazó con anegar por completo toda
la villa, a la que entonces la abrazaban ambos, quedando sitiada y
sin posibilidad de socorro exterior. Un palmo más de agua y las
calles de Graus serían brazos incontrolados del Ésera y del
Isábena. No se veía posibilidad humana de poderlos contener y mucho
menos de dominarlos. Morirían, sin duda, muchos hombres y animales.
Los grausinos, desesperados y
temerosos, recurrieron entonces al santo cristo que el fraile les
donara, poniendo el pie de la cruz en contacto con las aguas
desbordadas. Al instante, como si de un verdadero sortilegio se
tratara, el nivel de ambos ríos disminuyó, y, más asombroso
todavía, el cauce del Isábena desvió su trayectoria de siempre,
para unirse al Ésera aguas abajo de Graus, como ocurre en la
actualidad. Desde entonces, la villa dejó de temer al deshielo, por
muy abundantes que sean las nieves del invierno.
[Faci, Roque A., Aragón..., I, págs.
134-135.]