El famoso fraile y predicador
valenciano Vicente Ferrer —cuya intervención en la reunión
caspolina para elegir rey de Aragón a la muerte de Martín I el
Humano fuera tan decisiva— recorrió constantemente todos los
caminos de Aragón predicando la palabra del Evangelio, labor
evangelizadora dedicada fundamentalmente a la conversión al
cristianismo de una población judía que, en mayor o menor número
en cada caso, habitaba en la mayor parte de nuestras ciudades, villas
y aldeas.
En cierta ocasión, Vicente Ferrer
creyó necesario salirse de la ruta que llevaba trazada y decidió
acudir a Calatayud, acompañado por alguno de sus discípulos, para
tratar la conversión de los judíos bilbilitanos, pues le constaba que seguían absolutamente
ternes en sus creencias, pero la población entera, incluida la
cristiana, estimó improcedente la medida, llegando inclusive a
apedrear al predicador y a sus acompañantes, tal como parece que le
ocurriera en el mismo Valencia y en otras ciudades, según relatos
similares.
Ante aquella actitud no sólo
amenazadora sino real de los bilbilitanos, puesto que tuvo que
soportar un auténtico vendaval de piedras y lodo, el fraile y sus
acólitos se pudieron poner a duras penas a cubierto hasta que amainó
el temporal, pues los guardas de la ciudad dispersaron a sus
perseguidores.
Cuando se decidió a salir de la casa donde se había
cobijado, se dirigió a los pocos viandantes que aún quedaban por la
calle y predijo que la ciudad de Calatayud se vería inundada por los
ríos Jalón y Jiloca que confluían a las puertas de la muralla,
como castigo divino a la oposición recibida.
Viniendo de quien había venido tan
terrible profecía, es natural que el miedo se apoderara de las
gentes de Calatayud, que temían por sus casas y haciendas. Pero fue
entonces cuando san Íñigo, a la sazón patrón de la ciudad, hizo
saber a todos sus habitantes que tal desastre no ocurriría mientras
los bilbilitanos siguieran profesándole a él la debida devoción,
como así ocurrió.
[Recogida oralmente.]
https://es.wikipedia.org/wiki/%C3%8D%C3%B1igo_de_O%C3%B1a
Sin embargo, al parecer fue descubierto por sus extraordinarias virtudes y sus milagros. El mismo Sancho III el Mayor de Navarra fue a buscarlo para que se convirtiera en abad del Monasterio de Oña (Burgos), que rigió hasta su muerte el 1 de junio de 1068. Fue consejero de Sancho III el Mayor de Pamplona y confesor de su hijo, el rey Don García Sánchez III de Pamplona, a quién atendió en sus últimos momentos al morir en la Batalla de Atapuerca. Es autor de Observaciones singulares en la aritmética y Sistemas astrológicos sobre la natividad de algunos príncipes y de varias personas conocidas.