191. LAS TRES MORAS DE ZARAGOZA (SIGLO
X. ZARAGOZA)
Mohamed Altabill, rey moro de Zaragoza,
estaba orgulloso de sus tres hermosas y jóvenes hijas a las que
mantenía encerradas en palacio por temor a que pudiera sucederles
alguna desgracia, pero tanto celo paterno desagradaba a las
muchachas. Por lo tanto, no es nada extraño que un día de invierno las tres moras, que habían
estado urdiendo un plan de fuga durante mucho tiempo, escaparan de
palacio sin destino conocido.
Cuando el rey se enteró de la huida,
preso de un sentimiento confuso, mezcla de ira y de temor, llamó a
sus tres mejores alféreces —Alí Malhalí, Alhor y Alshama— y
les encomendó la búsqueda de las princesas. Cada uno de ellos tomó
una dirección distinta.
Alshama —que estaba enamorado de
Sobeya, una de las princesas— contrató a unos judíos expertos que
lograron encontrar el rastro de las hermanas, lo que le condujo en
dirección al Alto Aragón, pasando sucesivamente por Zuera, Huesca,
Sierra de Guara y Boltaña, en plena tierra de cristianos, pues las
tres hermanas huían en dirección a Francia para refugiarse allí,
ya que eran conscientes de ser perseguidas. De nada le sirvió a
Alshama reventar varios caballos por haber cabalgado día y noche,
pues nunca lograba dar alcance a las fugitivas.
Cuando Alshama llegó a Boltaña, la
gente del lugar le previno del inminente peligro que acechaba en la
montaña nevada, aconsejándole que no se aventurara a seguir con la
persecución pues las nubes del puerto presagiaban temporal. Pero el
moro, creyendo tener ya al alcance de su mano a las fugitivas, desoyó
los consejos y se dispuso a proseguir el viaje con sus hombres. Así
es que, dejó atrás Aínsa, remontó el río Cinca aguas arriba y a
punto estaba de llegar a las afueras de Bielsa cuando le sorprendió
una violenta nevada, acompañada de una ventisca de muerte.
Un trecho más arriba, pues su ventaja
era ya escasa, también las tres hermanas se vieron sorprendidas por
el temporal, tanto que la nieve acabó con su huida al cubrirlas con
un espeso manto blanco bajo el que perecieron heladas, y allí
quedaron para siempre las «tres sorores», como les llamaron los
cristianos, en el valle de Chistau. De Alshama, el alférez enamorado
de Sobeya, nunca más se volvió a tener noticia.
[Dueso Lascorz, Neus Lucía, Leyendas
de l’Alto Aragón, págs. 51-55.]