207. EL TESORO DE LA MORA DE SIRESA
(SIGLOS XIV-XV. SIRESA)
En uno de los frondosos bosques
cercanos al pueblo de Siresa, en el mismo corazón del Pirineo, vivía
totalmente apartada y escondida del resto del mundo una mora cuya
ilimitada codicia le había llevado a atesorar un importante número
de objetos religiosos, entre los que destacaban varios cálices y
cruces de oro. Nadie sabía a ciencia cierta dónde estaba el
escondite de tanta riqueza acumulada, pues la enigmática mora era
muy celosa con sus joyas y nunca se había delatado.
Ocurrió que cierto día un pastor de
Siresa que, tras haber dejado a buen recaudo a sus ovejas, regresaba
cansado a su casa, encontró perdido en medio del monte un precioso y
valioso cáliz. Feliz por el inesperado y bonito hallazgo, metió la
copa en su zurrón y se apresuró a llevarlo al pueblo dispuesto a
contar a sus convecinos lo que le había sucedido.
Cuando estaba ya muy próximo al
monasterio de San Pedro de Siresa, el pastor sintió una presencia
que lo perseguía a una cierta distancia, así es que apresuró el
paso y fue a refugiarse a toda prisa dentro de la iglesia del cenobio
entre cuyas paredes se sintió a salvo.
Y así era realmente, pues quien lo
perseguía no era otra que la mora solitaria, quien no podía entrar
en el templo por ser recinto sagrado, lo cual significaba perder el
cáliz. Esta situación le contrarió de tal manera que, convertida
en una tremenda serpiente, dio un coletazo en el banco de piedra de
la entrada al templo. Tan tremendo fue el golpe que su huella quedó
grabada para siempre.
[Gari, Ángel, La tradición pagana...,
págs. 36-37.]