207. EL TESORO DE LA MORA DE SIRESA
(SIGLOS XIV-XV. SIRESA)
En uno de los frondosos bosques
cercanos al pueblo de Siresa, en el mismo corazón del Pirineo, vivía
totalmente apartada y escondida del resto del mundo una mora cuya
ilimitada codicia le había llevado a atesorar un importante número
de objetos religiosos, entre los que destacaban varios cálices y
cruces de oro. Nadie sabía a ciencia cierta dónde estaba el
escondite de tanta riqueza acumulada, pues la enigmática mora era
muy celosa con sus joyas y nunca se había delatado.
Ocurrió que cierto día un pastor de
Siresa que, tras haber dejado a buen recaudo a sus ovejas, regresaba
cansado a su casa, encontró perdido en medio del monte un precioso y
valioso cáliz. Feliz por el inesperado y bonito hallazgo, metió la
copa en su zurrón y se apresuró a llevarlo al pueblo dispuesto a
contar a sus convecinos lo que le había sucedido.
Cuando estaba ya muy próximo al
monasterio de San Pedro de Siresa, el pastor sintió una presencia
que lo perseguía a una cierta distancia, así es que apresuró el
paso y fue a refugiarse a toda prisa dentro de la iglesia del cenobio
entre cuyas paredes se sintió a salvo.
Y así era realmente, pues quien lo
perseguía no era otra que la mora solitaria, quien no podía entrar
en el templo por ser recinto sagrado, lo cual significaba perder el
cáliz. Esta situación le contrarió de tal manera que, convertida
en una tremenda serpiente, dio un coletazo en el banco de piedra de
la entrada al templo. Tan tremendo fue el golpe que su huella quedó
grabada para siempre.
[Gari, Ángel, La tradición pagana...,
págs. 36-37.]
El de San Pedro de Siresa, fechado en el año 833, es probablemente uno de los primeros monasterios de Aragón. Del mismo solamente se conserva la iglesia de San Pedro, de planta de cruz latina con un único ábside semicircular muy profundo en la cabecera, el crucero y una nave de tres tramos con tribuna a los pies.
Se cree que fue una abadía carolingia, cuya primera noticia documental data de 808-821, la copia de un diploma en el se habla de la fundación de un cenobio por el Conde aragonés Galindo Garcés, tras una donación de terrenos.
Según la leyenda, en un hueco abierto en el ábside se encontró el Santo Grial que custodió entre los años 815 y 831 y que se supone que también se albergó en el monasterio de San Juan de la Peña, la cueva de Yebra de Basa, la iglesia de San Adrián de Sasabe, San Pedro de la Sede Real de Bailo, o la Catedral de Jaca...
En el 848, San Eulogio de Córdoba visitó el monasterio, quedando impresionado por el número de monjes que lo habitaban y la rica biblioteca, que incluso le regaló ejemplares para la escuela de San Zoilo de Córdoba. El edificio actual se considera iniciado en el siglo XI, siendo el viejo monasterio de San Pedro un edificio románico, construido en 1082 a raíz de una supuesta reforma agustiniana de la abadía. En esa fecha, el Rey Sancho Ramírez le concedió el título de Capilla Real e introdujo en ella Canónigos Regulares, reservándose la presidencia del monasterio que delegó en su hermana, la Condesa Doña Sancha. Bajo su tutela se educó en Sirena su sobrino, Alfonso I El Batallador.
Adscrita a la Catedral de Jaca en 1145, en 1252 se encontraba en ruinas y así, en el siglo XIII se llevó a cabo una restauración; en la fábrica original se empleó piedra caliza en hilada bien dispuestas, mientras que la segunda es de mampostería y tosca. En 1345, el padre Huesca refiere un incendio en el que perecieron ornamentos, alhajas y libros litúrgicos.
Durante el siglo XX se realizaron varias restauraciones y remodelaciones, siendo en 1991 cuando se realizan excavaciones arqueológicas en las que se descubrió una estructura de tres naves con cabecera cuadrangular. Entre 1989 y 1991 el Gobierno de Aragón promovió una restauración en cuatro fases que afecto a la práctica totalidad del edificio.
Declarada Monumento histórico artístico en 1931, el Gobierno de Aragón completa en 2002 la declaración originaria de Bien de Interés Cultural de la Iglesia del Monasterio de San Pedro de Siresa.
Mobiliario:
Encontraremos retablos góticos, pintados en el siglo XV entre ellos dos tablas laterales y una predela robados por la banda de Erik “el belga” y recuperados. También encontraremos una bella imagen de la Virgen, románica del siglo XIII y un Cristo de la misma época. Éste se halló el 6 de julio de 1995, enterrado bajo la mesa altar. La imagen de San Pedro que preside la iglesia, es del siglo XVII y procede de la Catedral de Jaca.