268. EL ROMERO DE CASTIELLO (SIGLOS
XIV-XV. CASTIELLO DE JACA)
En cierta ocasión, amparado por las
facilidades que proporcionaba el camino de Santiago que, entrando por
el Somport, se dirigía hacia Jaca, llegó a Castiello de Jaca un
peregrino que venía de Francia. Aparte de su zurrón, donde sin duda
llevaba las viandas imprescindibles para aliviar su caminata, cargaba
al hombro un saco bastante voluminoso. Así atravesó el camino al
llegar a Castiello, en cuya hospedería durmió aquella noche.
A la mañana siguiente, sin mediar casi
palabra, se dispuso a marchar con el saco a la espalda, pero, a la
salida del pueblo, el peregrino cayó muerto, como fulminado.
Inmediatamente acudieron a auxiliarle y le llevaron, antes de
enterrarlo, a la losa del cementerio.
Ante la sorpresa de todos, el peregrino
volvió a la vida súbitamente y, de manera apresurada, emprendió de
nuevo su andadura, pero otra vez cayó muerto al salir de Castiello.
Quienes le recogieron se aseguraron de que realmente había
fallecido. Pero el caso es que hasta cuatro veces se repitió tan
extraordinario hecho: si se iba de Castiello, el peregrino moría;
cuando lo devolvían al pueblo, resucitaba.
Naturalmente, intentaron ahondar en
aquel misterio, máxime cuando observaron que cada vez que emprendía
el viaje de nuevo, conforme se iba alejando, a cada paso que daba el
romero se encorvaba más y más.
Fue entonces cuando el peregrino contó
que le habían encomendado transportar el saco que cargaba a la
espalda por el camino de Santiago, advirtiéndole que cuando el saco
aumentara de peso no se resistiese. Así es que, a la vista de lo
sucedido, aceptó la idea de que tenía que dejar el saco en
Castiello, puesto que no era capaz de salir de allí. Lo que no sabía
era qué contenía el misterioso saco, así es que decidieron
abrirlo, apareciendo unas reliquias, que fueron depositadas en la
iglesia, donde todavía se conservan. Aparte de varias pertenecientes
a diversos santos, destacan una espina de la corona de Cristo y una
astilla de la cruz en la que murió.
Cumplida su misión, el romero siguió
viaje hacia Santiago, pues quería dar gracias al Apóstol por
haberle salvado reiteradamente la vida.
[Fernández Acín, M. D., «Los restos
de un apóstol descansan en Castiello de Jaca», en Jacetania, 93.]