283. VICENTE FERRER SALVA SU PROPIA
VIDA (SIGLO XV. CASPE)
Las tensas sesiones y las acaloradas deliberaciones que habían conducido por fin al nombramiento de don Fernando de Antequera como rey de Aragón acababan de finalizar. Tras
un merecido descanso de pocos días, los componentes de todas las
delegaciones comenzaron a marchar. Caspe volvió a ser una población
tranquila.
El fraile valenciano Vicente Ferrer,
principal artífice de la solución dinástica caspolina, preparó
como todos los demás su viaje y decidió poner rumbo a Peñalba,
población situada en plenos Monegros, donde tenía previsto hablar a
los judíos para tratar de convertirlos a la religión cristiana. El
camino, como no podía ser menos, estaba polvoriento y seco.
Comenzó su andadura y aún no habrían
transcurrido dos horas desde que saliera de Caspe cuando, en un
recodo del accidentado camino, tuvo que detenerse al cortarle el paso
un numeroso grupo de hombres a caballo. Iban todos vestidos de
blanco.
El jefe de la partida increpó a
Vicente Ferrer acusándole de ser el principal culpable de que su
señor, el conde de Urgell, no hubiera sido elegido para ser rey de
los aragoneses. Junto con la arenga, amenazó con matar al fraile
dominico. Éste, no obstante —con gran serenidad y aplomo a pesar del peligro que estaba corriendo—
replicó: «¿Podía ser buen rey y señor quien fue causa de la
cruel y sacrílega muerte de un príncipe de la Iglesia?». Se
refería Vicente, sin duda, al asesinato del arzobispo de Zaragoza,
García Fernández de Heredia, a manos de los hombres del conde de
Urgell.
Ante el arrojo del fraile dominico, el
capitán y los hombres de armas que le increpaban y le tenían a su
merced no reaccionaron. Se vieron subyugados por su valor, sustentado
sólo en su palabra y en la convicción de sus ideas. Además, el
tono acusatorio de la pregunta les dejó moralmente desarmados.
Aunque profiriendo insultos al fraile,
abrieron un pasillo por el que atravesó Vicente Ferrer, que nunca
estuvo tan cerca de morir. Lentamente, sin mirar atrás, continuó
camino de Peñalba.
[Salas Pérez, Antonio, Caspe y la historia del Compromiso. (2ª ed.), págs. 51-52.]