170. LA LOCA ENAMORADA DE
MONTALBÁN (SIGLO XIV. MONTALBÁN)
Una muchacha y un joven de
Montalbán, pertenecientes a sendas familias enemistadas entre sí
desde hacía tiempo, estaban enamorados. Dadas las adversas
circunstancias, las estratagemas a las que tenían que recurrir para
poder verse a solas eran variadas y constantes, pero también lo eran
los duros castigos recibidos y soportados cada vez que eran
descubiertos por alguno de los miembros de sus respectivas familias.
Llegó un momento en el
que el odio que se profesaban los padres de ambos era tal, que no
dudaron unos en encerrar día y noche a la doncella en una lóbrega
torre del castillo de Montalbán, y los otros, en confinar al
muchacho en casa de unos parientes que vivían en una alejada población.
A pesar de todo, el
muchacho logró burlar la vigilancia a la que le tenían sometido y,
escapando de casa de sus parientes, se instaló en una cabaña de madera y cañas que el mismo construyó en Peñacil (o Peña del
Cid). Desde allí, la distancia hasta el castillo todavía era
enorme, pero al menos ello le permitía seguir viendo de lejos a su
amada que permanentemente se asomaba a la ventana de la estancia que
le servía de prisión.
Como a esa distancia era
totalmente imposible poder hablarse, lograron con paciencia
establecer un código común y exclusivo de señales, lo que les
permitía entablar largas conversaciones por señas. Así pasaron los
días, que eran eternos y dolorosos, hasta que la separación y los
obstáculos agudizaron tanto el ingenio de ambos que incluso llegaron
a idear una treta ingeniosa que rápidamente se dispusieron a poner
en práctica.
La muchacha fingió
enloquecer en grado sumo, sabiendo que la sociedad en la que vivían
no admitía y despreciaba la locura. En efecto, su familia, para
librarse de tal afrenta, decidió darle la libertad expulsándola de
la casa paterna, lo cual facilitó, tal como habían previsto, el
reencuentro de los dos enamorados, que se
instalaron felices a vivir en la cabaña de madera y cañas de la
Peña del Cid, aquella que les había permitido seguir manteniendo
encendido el amor que se profesaban.
[Proporcionada por Sergio
Cerbrián (Cebrián ?).]