2.14. LA DEFENSA DE MEDIANO (SIGLO
VIII. MEDIANO)
Embalse, pantano de Mediano |
En cierta ocasión, en tiempos de la
reconquista, el pueblo de Mediano fue cercado por los musulmanes,
mientras don Pedro, su señor, hombre malvado como pocos, había
salido para buscar ayuda armada. Una fenomenal tormenta retardó el
asalto, pero, por otra parte, elevó tanto el nivel de las aguas del
Cinca, que don Pedro se vio imposibilitado de socorrer a sus
convecinos sitiados.
Pensó don Pedro en construir un
puente, pero la empresa era poco menos que imposible. Desesperado, se
decidió a buscar la alianza del diablo, al que encontró en la cueva
del Entremón. Si construía —le dijo— un puente sobre el Cinca
antes de que cantara el primer gallo de Mediano, le ofrecía su alma
a cambio. El problema es que Satanás rechazó la oferta, puesto que
no tenía ningún valor para él dada la maldad que caracterizaba a
don Pedro. Sin embargo, lo construiría si le entregaba a las tres
doncellas más hermosas del pueblo, accediendo el guerrero sin pensar
en las consecuencias.
Advertido por su mujer de que el pacto
suponía la pérdida de su propia hija, quiso romperlo, pero no pudo
hallar al diablo. Entonces, dio voces a los de Mediano para que
despertaran antes del alba a todos los gallos, pues, aunque el puente
quedaría sin terminar, salvaría a su hija. Cuando así se fue a
hacer, encontraron muertos a todos los gallos, fulminados por el
propio Satanás.
Mientras el puente iba tomando forma
construido por miles de diablos, la hora del alba se acercaba y, con
ella, el plazo marcado. El malvado Pedro, arrepentido, invocó
desesperado a la Virgen y de momento nada sucedía. Sin embargo, a
punto de expirar el plazo, rompió la tranquilidad de la noche un
kikirikí desgarrador. En torno al «puente del diablo» se armó una
algarabía de mil demonios y Satanás, vencido, se sumergió en las
aguas del río, dejando prácticamente construido el puente.
En definitiva, un hombre viejo del
pueblo, para salvar a su nieta —que era una de las tres doncellas
condenadas— imitó tan bien el cacareo del gallo que pasó por
natural. Y, cuando se le preguntó por qué había tardado tanto en
hacer la imitación, contestó que así se encontrarían el puente
prácticamente acabado y gratis.
Con la ayuda del puente, al que siempre
le faltaron algunos sillares, los refuerzos llegaron a Mediano, que
pudo romper así el asedio que padecía.
[Orús, Mariano, «El puente del
Diablo», El Cruzado Aragonés, 43, 45, 47, 4951.]
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