La población del Bajo Aragón, como
toda la del reino aragonés, padeció los azotes de sucesivas
epidemias de peste, terrible enfermedad que se había extendido desde
los puertos mediterráneos a partir de mediados del siglo XIV, siglo
en el que en Peñarroya de Tastavíns llegaron a fallecer los dos
notarios, de modo que el juez local tuvo que autorizar a un simple vecino para que hiciera sus funciones. En varios pueblos hubo que
habilitar nuevos cementerios, pues los existentes se vieron
desbordados por la mortandad. La situación era dantesca y
prácticamente no hubo localidad que no se viera más o menos
afectada.
A lo largo de todo el siglo XV, los
brotes pestíferos se sucedieron de manera sistemática en toda la comarca diezmando todavía más la escasa población superviviente.
Tal fue el grado de virulencia de una de aquellas terribles
mortandades que, en la cercana aldea de Vallibona, localidad hoy
castellonense, las posibilidades de engendrar nuevas vidas era ya
casi nula, pues murieron apestadas, además de las personas mayores y
los niños, casi todas las mujeres jóvenes capaces de procrear y
apenas quedaban varones adultos.
Había que tomar alguna decisión antes
que abandonar los campos de su subsistencia y las casas donde habían
nacido para buscar nuevos e inciertos horizontes de vida. Fue
entonces cuando siete jóvenes muchachos supervivientes de Vallibona
caminaron los treinta kilómetros que los separaban de Peñarroya,
pueblo menos castigado en aquel embate, y, tras exponer sus cuitas y
sus pretensiones, lograron que siete mujeres en edad de engendrar
nuevas vidas accedieran a casarse con ellos y fijar su residencia en
el pueblo castellonense, que no sólo se salvó de la extinción
total, como ocurriera con tantos otros lugares, sino que logró
rehacer su horizonte vital.
Desde entonces, los vecinos de
Vallibona, en agradecimiento por la ayuda humanitaria prestada, cada
siete años (tantos como muchachas salieron entonces) acuden a pie a
Peñarroya para festejar juntos, en torno al santuario de Nuestra
Señora de la Fuente, un hermanamiento que tiene antecedentes
históricos bien lejanos.
[Serrano Dolader, Alberto, Guía
mágica... de Teruel, págs. 61-62.]