329. JUSTICIA PARA TODOS (SIGLO XIV.
TERUEL)
Transcurría el mes de junio de 1318.
Jaime, hijo de Jaime II de Aragón, se hallaba temporalmente en
Teruel, por cierto con gran disgusto por parte de los turolenses, que
no veían bien los excesos y el tipo de vida del infante, aunque se
sentían obligados a soportarlo. Tampoco eran bien aceptados, por sus
tropelías y desmanes, algunos de sus acompañantes, sobre todo uno
de sus pajes.
La tensa calma acabó por romperse el
día en el que el paje, amparado en su prepotencia, se apoderó por
la fuerza de una joven turolense, que acudió a denunciarlo ante el
juez de Teruel, don Jaime Pérez el Menor, cuando se hallaba
administrando justicia ante la puerta de la iglesia de Santa María.
Ante la denuncia de la joven, el juez
se vio en el dilema de contemporizar, dadas las circunstancias, o de
aplicar estrictamente la justicia, como le marcaba su conciencia y
condición. Su honradez, aun sabiendo a qué se exponía, le llevó a
aplicar la justicia, de modo que se presentó en el palacio real,
solicitando ser recibido por el infante Jaime.
Habló con el mayordomo, el noble
Gonzalo García, quien desaprobaba el proceder del infante, y le
condujo ante él para solicitarle la entrega del presunto culpable
para ser juzgado. El infante, alegando carencia de autoridad en el
palacio del rey por parte del juez, se negó. Insistió Jaime Pérez
el Menor y de nuevo recibió la negativa con el pretexto de que la
casa real quedaba fuera de las disposiciones y jurisdicción locales.
La situación era tensa. El juez turolense, firme en su derecho,
manifestó al infante que se llevaría por la fuerza al paje si no le
era entregado.
Intervino el mayordomo haciendo ver la
necesidad de acceder a la petición razonada del juez, puesto que los
fueros y leyes tenían que ser respetados por todos, criterio que se
impuso al fin, de modo que el paje fue entregado y juzgado conforme a
fuero, siendo declarado culpable y ahorcado en la plaza del Mercado.
El infante Jaime, hijo de Jaime II de
Aragón, joven de vida irresponsable, abandonó inmediatamente
Teruel, villa cuya entereza le originaba un cierto desasosiego.
[Caruana, Jaime de, «Justicia
ejemplar», en Relatos..., págs. 71-80.]